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El Mesonero

(Lucas 10: 25) = Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? 

(26) El le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
(27) Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
(28) Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.

El buen Samaritano. El que uso de misericordia con su prójimo. Todos conocemos la historia. Hasta que un día, sea por la causa que sea, la historia llega y te toca profundo. El buen Samaritano. El menos «indicado», al menos comparado con quienes, se supone, estaban para eso, como eran el Sacerdote o el Levita que, todo su conocimiento, no lo indujo a ser imitador de Cristo, ni siquiera hacedor de una buena obra.  Fue el Samaritano quien lo hizo,  como lo hizo Cristo un día con nosotros, que habiendo nosotros caído en manos de ladrones y siendo despojados, heridos y  quedados en agonía, llegó Él, vendó nuestras heridas, nos lavó echándonos aceite y vino, es decir, nos lleno de su Espíritu, nos dio revelación y nos lavó con su sangre, así cuidó de nosotros.

(Verso 35) =  Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 

En nuestras vidas fuimos victimas de ladrones, me arriesgaría a decir que todos, o casi todos, victimas de quienes nos hirieron, nos engañaron, nos llenaron de dolor, de amargura. Un día llego Cristo a llenar nuestra vida, a ser nuestra vida. Luego, seguramente, hemos experimentado ser imitadores de Cristo, ser como el Samaritano y haber usado de misericordia para con muchos. Sin embargo llega un tiempo donde nos toca ser el mesonero.

Este puede estar siendo ese tiempo en tu vida donde estas cumpliendo según tú lo entiendes, una labor insignificante, quizás hasta en lo secular mismo, atendiendo un mesón, casi rutinariamente. Pero resulta que llega tu Padre celestial  te da dos denarios, es decir Él te da lo necesario, los recursos, los dones, lo que necesitas para hacer uso de misericordia con quien Él te encomendó que lo hagas, cuidar a quien o quienes te dio para que cuides.  y todo lo que gastes de mas, te lo pagaré cuando regrese. No habla de devolución, habla de pago. Porque devolver implica la misma cantidad y cualidad, sin embargo un pago, contiene la materia prima, los recursos utilizados, mas  el valor del  trabajo impuesto en ello. El samaritano usó de misericordia. El mesonero recibió instrucción,  obedeció, también usó de misericordia y, además, obtuvo ganancia. Ese es el Reino; la suma de lo ilógico, lo casi irracional y raro para cualquier sociedad. Pero estrictamente cierto y vigente para todo hijo de Dios, bien nacido…de nuevo.

SEP

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junio 15, 2019 Néstor Martínez