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El Chef Siempre Tiene la Receta

Ahora quiero referirme a lo que más cerca tengo, el Ministerio del Maestro. Tiene una característica específica y puntual en el caso de ser un maestro genuino, y no uno formado a golpes de necesidad y urgencia por dudosas escuelas teológicas. Esa característica es El Amor por la Verdad. Amo la verdad, jamás podría enseñar algo que una denominación me obligara a enseñar, pero que yo sé, que sé, que sé, que no es una verdad bíblica. (Eso fue lo que hice, por eso estoy donde estoy y no de donde salí.) Y de eso hay mucho. Como hay muchos que tienen el don de enseñar, pero no necesariamente tienen el ministerio de la enseñanza. Y la enorme distancia y diferencia que existe entre ambos, aunque a muchos les pueda parecer que son la misma cosa, es que el que no tiene el ministerio, sino el don, sale a enseñar con alegría, pero no tiene el compromiso con la verdad que tiene el ministro magisterial. De allí que, mientras los que tienen el don de la enseñanza, son utilizados grandemente y con excelencia, muchas veces, en los lugares donde se le da preeminencia a la doctrina denominacional que corresponda, por encima de la verdad bíblica, a veces al ministro se lo posterga, se lo obstaculiza o, sencillamente, se lo desactiva.

El que tiene el ministerio del maestro, jamás aceptaría eso. Él tiene un estricto e irreductible compromiso con la verdad y necesita estar plenamente convencido que lo que está enseñando es puntualmente eso, la verdad. Muchas veces nosotros tenemos la tendencia de juzgar a un determinado trabajo, pero no la motivación que está detrás de ese trabajo. Y las iglesias, convengamos que a la hora de armar grupos de enseñanza, echan mano a lo que se supone que podrán ser buenos maestros, por ejemplo, tomando maestros de la escuela secular que se congreguen allí. ¿Y sabes qué? El maestro del Señor, no es un pedagogo, es un difusor de las verdades que Dios quiere que sus hijos conozcan. Alguien que tiene el carácter para enseñar la verdad, amarla y transmitirla.

Y esto, muestra una característica muy interesante del que yo llamaría maestro de oficio: el primero en poner en práctica lo que está enseñando, es él mismo. Ese es un rasgo muy distintivo del maestro. Tan fuerte es su compromiso con la verdad, que muchas veces, no se anima a enseñar algo que sabe que es lo correcto, porque todavía no lo puede vivir. Así de fuerte es su compromiso. Mientras, la especialidad que tiene el Ministerio Magisterial, es el entendimiento de diseños. Tiene una habilidad para poder comprender la dinámica con la que funcionan las cosas. Ocurre algo imprevisto y, mientras las personas en lo global acercan posibles soluciones o mecanismos, el maestro se queda en silencio y parece estudiar el problema para ver si le encuentra el diseño. Y no está figurando ni actuando, ¡Él es así en todo!

No somos buenos en lo más mínimo para hacer las cosas rápido. Te lo advierto: si deseas que algo salga rápido, vertiginoso, entregárselo a un maestro, no me parece que sea una decisión inteligente. Porque es muy difícil que un maestro encare algo si no lo ha entendido bien.  Si se pone a cocinar algo, puede desatar una hecatombe de ansiedad en los comensales, porque parecería ser que la comida no va a estar lista jamás. Sin embargo, que no te extrañe que, aun no siendo un cocinero ni mucho menos, si un maestro cocina, esa comida sale perfecta. Porque con anterioridad, se tomó el trabajo de estudiarse todos los detalles. Jamás viajo a un lugar sin pasar antes por el “maps”. Cuando salgo, me conozco hasta los arbolitos plantados allí. Eso causa mucha gracia en mi familia, porque la mayoría elegiría salir y “ver qué pasa” después. Yo acepto que la normalidad de las personas, eso sería lo que harían, y está muy bien; pero yo jamás ando perdido por allí preguntando qué ruta o que calle debo tomar para llegar a un lugar determinado. Yo ya lo sé, si no, no salgo.

Este entendimiento de diseños, es muy valioso cuando se trata de la iglesia. Porque todo lo que nosotros vivimos como personas naturales, como seres espirituales, nuestro caminar antes de Cristo, nuestro caminar en Cristo, responde a diseños. Entonces, los maestros no sólo ayudan a hacer un diagnóstico muy preciso respecto a por qué le pasa algo a alguien, sino que también tienen una mecánica para poder prever que esto no se repita. El rasgo más notorio que tiene el maestro, llama mucho la atención, ya que es el aprendizaje constante. No es maestro de verdad, si no está permanentemente aprendiendo. Constantemente el maestro está aprendiendo. Lee, escucha, ora, recibe, tiene revelación, tiene conocimiento, tiene ciencia, saca de aquí, extrae de allá, pero no lo utiliza para armar campañas, conferencias ni congresos para demostración y lucimiento. Lo utiliza simplemente para enseñar a todo aquel que no sabe lo que él sí ya sabe. Yo declaro, confieso y lo digo permanentemente: esto no es mío, esto es de otro ministro, a esto lo saqué de aquí y de allá y, en un momento dado, cuando toca, esto me ha sido revelado a mí. Y, -reitero-, no me avergüenza tomar de otros y compartirlo, porque yo no uso eso para mí beneficio, sino para el tuyo, eso está más que claro.

Sin embargo, a lo mejor no son los maestros los mejores invitados a una cena de simple diversión o pasatiempo. Porque él tiene una dinámica en su ADN y es la recibir y transmitir, así que todo, absolutamente todo lo que escuche, pasará por un tamiz de estudio, ordenamiento y preparación de libreto, por si acaso debe repetirlo ante otros. Tiene un lado bueno, jamás te va a decir que está todo bien si no entendió absolutamente todo lo que le has pedido, ordenado, solicitado o enseñado. Amor a la verdad. Todo esto, le otorga al maestro genuino, un carácter que no siempre le brinda multitud de amigos: es confrontador. Soy consciente de que un maestro no busca ser confrontador, lo sé por mí mismo, pero parecería ser que es inevitable que no termine siéndolo. Porque por el proceso de amar la verdad, entender el diseño y el aprendizaje constante, el maestro siempre exige que todos sean precisos con él, como él lo es con todos.

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febrero 5, 2022 Néstor Martínez