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Apacienta Mis Ovejas

 

(Juan 21: 15) = Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. (16) Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. (17) Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. 

¿Prestaste atención a esta lectura? ¿La leíste bien en tu Biblia? ¿Sí? Entonces, dime: ¿Dónde está el engaño? Que el amor del pastor, no debe ser a las ovejas, debe ser al Señor. Y es ahí donde el pastor es engañado. ¿Cómo vas a ser pastor si no amas a las ovejas? Eso es lo que te dice no sólo la multitud, sino también los profesores de los seminarios. ¿Sabes? Aquí lo que leímos, no dice que ames a las ovejas, dice que ames al Señor. Porque, mira; cuando Pedro le responde que sí, que lo ama a Jesús, Él le responde en las tres ocasiones más o menos de manera similar: apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas y apacienta mis ovejas. Es decir que, lo que faculta al pastor es el amar al Señor, y como consecuencia de ese amor al Señor, no a las ovejas, recién allí se le avala y habilita para pastorearlas. Parece una verdad de Perogrullo, pero no lo es: ¿Sabes la cantidad de veces que he tratado de hablar del Señor con un pastor, y él me ha respondido hablando de sus ovejas? Engaño.

Y allí es donde el diablo le pone la zancadilla y lo hace caer en la trampa al pastor. Porque de allí en más, ese pastor empieza a cuestionarse su escaso amor a sus ovejas, el qué pensarán ellas de él y todo eso que ha llevado, y sigue llevando, a lo que algunos humoristas del evangelio han dado en llamar, la aparición de las igle-burger, esto es: iglesias a pedido del consumidor. Y ese suele ser un motivo de quiebre entre un pastor y un profeta, porque el profeta se rasca la nuca, sabe perfectamente que el pastor es un fiel y sincero hombre de Dios, pero no puede entender por qué, todavía, está permitiendo o tolerando el pecado. No le da al profeta para entender que no está tolerando ni permitiendo el pecado, sólo le está dando a ese pecador una oportunidad más para sanarlo y restaurarlo.

¡Pero pastor! ¡Ya cayó diez veces en un año en lo mismo! ¡Tiene que ser cortado para que no contamine a los demás! – Pero no, siervo…démosle una oportunidad más, ¿Sí? No. El pastor está equivocado, porque verdaderamente deberían cortar a esa oveja, porque no es oveja. En todo caso está disfrazada con una piel de oveja, pero no lo es. Es decir que el engaño le hace cometer al pastor el más frecuente de los errores pastorales: hacerle pensar que la constante aceptación de los errores de las ovejas, es un sinónimo de su amor por ellas.  Cuando verdaderamente existe una unción pastoral, eso atraerá el amor de Dios para con la gente. La gente, cuando está con un pastor que tiene legitimidad sobrada y es absolutamente genuino, se levanta en amor y, si amaba a Dios antes de ello, ahora lo amará mucho más, todavía. La unción pastoral genuina, es una fuente de amor. Por eso es esta unción, la pastoral, la que mejor ministra la sanidad interior. Asimismo, aporta liderazgo a los creyentes, les ayuda a tomar decisiones, los respalda en sus proyectos.

En otro orden, más allá de la unción y como consecuencia directa de esta, se encuentra la autoridad. Y la autoridad pastoral genuina, desata edificación en la vida de los creyentes, la gente avanza. Y volviendo a la metáfora de las ovejas, que es la que da origen incluso al ministerio, Jesús dijo que el buen pastor, conoce a las ovejas. Las conoce de cerca, las conoce por su nombre. Eso implica una relación directa entre pastor y oveja, no es ni puede ser jamás alguien intocable.  No solo conoce al hombre o a la mujer de ese matrimonio, sino que conoce también a sus hijos, sabe sus nombres, sabe los problemas que tienen. Por eso es que resulta absolutamente imposible para un pastor pastorear una congregación de quinientas personas él solo. ¡Es imposible!

Y eso sin dejar de lado un rasgo casi central en la vida pastoral: la paternidad. Y fíjate que un ministro, cuando sabe perfectamente que lo es, suele tener mucho respeto por otro ministro. No quiere ser en absoluto invasivo. Sin embargo, cuando tiene una visita en su congregación, puede sonar casi hasta manipulador, ya que incide en todo o casi todo lo que la visita dirá.  Aseguran los que estudian a fondo estas características, que eso se trata solamente de cuidado paternal para con las ovejas, y temor a que estas se confundan. Puede ser, yo todavía tengo algunas dudas. Y las tengo por lo siguiente: yo, personalmente, no tengo ningún problema para sujetarme a un ministerio, cualquiera sea este.

Si toca que sea un apóstol, o un evangelista, otro maestro, un pastor o un profeta. Llego donde se encuentran y ya: me sujeto a todo lo que digan o hagan. Sin embargo, a lo que no me podré sujetar nunca, es a alguien que no tenga para nada definido qué clase de ministerio tiene, hace, pretende o imagina. ¿Y sabes qué? Está repleto de esto último. Y te digo por qué no me sujetaría a esto. Porque al no tener un ministerio definido, esta persona nunca desarrolló su habilidad, nunca ejerció una autoridad competente plena. De allí que entonces, no va a poder saber dónde poner límites, no va a poder desatar en la gente lo que ellos necesitan. ¿Y sabes por qué? Porque ni él mismo sabe lo que tiene, así que no podría saber jamás lo que tiene otro. Entonces, volvemos atrás y vemos que, cuando esa clase de persona se acerca a la visita y le señala todo lo que conviene que diga o que no diga, no está en realidad velando por la seguridad de las ovejas, está ejerciendo un alto espíritu de control. Muy abundante en los lugares en los que me ha tocado estar.

Y ahí entramos a una recomendación que Jesús dio con meridiana claridad. Él dijo que un ciego no puede guiar a otro ciego, Y no hablo de la persona en sí, en este caso. Puede que sea alguien de gran fe, pero de por sí, la fe no me va a dirigir a tomar decisiones correctas ni a hacer las cosas bien.  Entiende esto. La iglesia está en un proceso clarísimo de transición hacia una reforma, ¿Verdad? Esto está fuera de toda discusión y es el punto de partida para cualquier cosa que se diga aquí. Sin embargo, nadie, y mucho menos nosotros, podría empujar a Dios en ese proceso. ¡Es Dios quien tiene que mecanizarlo y lo hará en su tiempo, no en el nuestro! Además, Dios dejó cinco ministerios básicos, esto es, un equipo de personas. Entonces, ¡Necesitamos el equipo! No permitir que el equipo se forme, no es ni puede ser una estrategia pastoral, directamente es una maniobra satánica a partir del engaño de gente sincera y honesta, pero ingenua.

Fíjate que se habla de unidad, pero no hay unidad en el pueblo de Dios. Y esta vez no me refiero a sus líderes, que a partir de sus tremendos intereses personales, tanto materiales como de prestigios o simples egocentrismos, prácticamente la han tornado empresa imposible, sino de la gente, de las ovejas más comunes. Algo tiene base biológica. A medida que la oveja de un rebaño no se cruza con ovejas de otros rebaños, se va aislando y, por consecuencia, deteriorando. La endogamia, destruye la genética. Endogamia, te recuerdo: es la fecundación entre individuos de la misma especie. Práctica u obligación de contraer matrimonio personas de ascendencia común o naturales de una misma zona. Ahí es donde se ve el verdadero y genuino oficio de pastor. Porque un pastor de oficio, de ministerio pleno, no tiene ningún problema que sus ovejas se mezclen con ovejas de otros rebaños. De hecho, esto es altamente saludable.

Pero, claro, todos sabemos que existen muchos pastores que evitan esta clase de mezclas, tanto las más duraderas como las eventuales, como realizar congresos con profetas, apóstoles, etc. Cuando una persona evita estas mezclas, lo hace influenciado por el temor. Y ese temor, obviamente tiene una razón. Y la razón central es que él mismo, no tiene un ministerio de oficio. Una unción muy singular que es patrimonio casi exclusivo del verdadero pastor, es la de tener la habilidad de encontrar los dones escondidos que tiene la gente. Es de suma ayuda para que cada uno pueda fluir en cada uno de los dones que haya recibido. Ministra todo el tiempo enseñanza práctica. A un pastor-pastor, le interesa bien poco que la gente vea ángeles de a millares cantando a coro. A él le interesa mucho más que cada uno tenga una hermosa familia, que sus hijos crezcan sanos, en obediencia y que sus finanzas se desarrollen. Obviamente, esto no tiene discusión en cuanto a su conveniencia, pero… ¡La iglesia espera algo más de sus miembros!

Decía alguien que el pastor es el típico maratonista, porque quizás no sea muy bueno para competencias de velocidad, (Ese, en todo caso, es el profeta), pero en los cuarenta y dos kilómetros que dura una maratón ahí lo tienes, lento, firme, perseverante y sin cansarse. Al atardecer de una competencia que se largó al mediodía, quizás está llegando a la meta. Pero siempre llega. Finalmente, habrá que decir que el ministerio pastoral, es un ministerio que apunta mucho a la prevención. Su corazón está muy ligado y comprometido a evitar que pase esto. Y esto, puede ser un problema, una contingencia, una tentación masiva en los jóvenes. Todo, en función de una buena calidad de vida. Sin embargo, y toca reiterarlo, es un error clave enquistar al pastor por encima de los otros ministerios. Nunca fue diseñado así. Fíjate, este es un ministerio con unción magisterial, aunque llegado el momento y la necesidad, pueda fluir en cualquiera de las otras cuatro unciones. Sin embargo, para el trabajo de la iglesia conjunta, yo tengo clara cuál es mi ubicación: prepararla para funcionar sin necesidad de incorporar “porristas cristianos”, que son los que te obligan a estudiar, cantar y predicar.

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enero 29, 2022 Néstor Martínez