(2 Timoteo 2: 15) = Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado. Fíjate, no dice bendecido, dice aprobado. Recuerdo una sentencia sintética lanzada desde un púlpito que me impactó como ninguna otra: No interesa que Dios te use, lo que importa es que Dios te apruebe. Y quien lo dijo, lo fundamento luego con personajes de la talla de Saúl y Salomón, incluso Judas Iscariote. Como obrero que no tiene de qué avergonzarse, dice, que usa bien la palabra de verdad, añade. No conozco un solo hombre que esté aportando a un cambio profundo en su ciudad, región o país, que no haya tenido que dejar su profesión, su negocio. Es que el nivel de exigencia es muy alto. Por eso quiero que ahora me acompañes al libro de Génesis, en el capítulo 1. En este capítulo hay un versículo que hemos usado en muchas ocasiones, pero que es importante reiterar porque es el que da la pauta o el pie para el tema con el que quiero continuar este trabajo.
(Génesis 1: 26) = Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
Hagamos al hombre a nuestra imagen. Ese principio que está aquí en Génesis 26, es lo que ha movido toda la acción de Dios en la historia. Aclaración: el anhelo del Señor cuando creó a Adán, fue que Adán manifestara la imagen de Dios. Él fue hecho a su imagen. Esto ha sido explicado por diversos maestros en muchas ocasiones y, seguramente, lo conoces. Ahora bien; el pecado, lo que hace, es destruir esa imagen. Y a medida que el hombre cae y vuelve a caer hasta que se desata el diluvio en Génesis 6, Dios se ve obligado a destruir toda la creación porque, literalmente, la imagen de Dios que se había copiado en el hombre se había deteriorado tanto, que no era digna de ser salvada.
Del grupo que queda, esa familia, esas ocho personas, se levanta otra nueva generación. Pero, aun ellos tenían esta imagen distorsionada, ellos no nacieron de nuevo. La fe de Noé salvó a sus hijos, a sus familias, pero ellos ya tenían un gen defectuoso. Todos ellos descendían de Adán. Entonces, fue cuestión de tiempo que se manifestara, otra vez, este problema de adulteración de imagen. Ese proceso no se detuvo. Cuando Jesús viene, lo que el Señor trae con Él, es la imagen perfecta. Jesús es la imagen, por eso le llama Pablo “el postrer Adán”, “el segundo Adán”. Porque Él trae la imagen corregida. Es Adán sin el gen defectuoso. Es Adán perfecto. Es Jesús, la imagen misma de Dios. Eso es explicado, precisamente, en la carta a los Hebreos, cuando ustedes leen los primeros versículos.
(Hebreos 1: 3) = el cual, (Está hablando de Jesús), siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,
Él es el resplandor de la gloria de Dios. Y la imagen misma de su sustancia, o sea: de su naturaleza. En la versión de la Biblia Textual, el mismo versículo, dice: Quien siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su ser. ¿Qué trae Jesús? Él trae de regreso la imagen. Entonces, pensemos por un momento: Dios crea al hombre a su imagen. El diablo hace pecar al hombre, y la imagen se corrompe. No hay manera en todo el Antiguo Testamento, de reparar la imagen. No puede haber proceso regenerativo. Re, es volver. Gen, es generación, genética. No puede regenerar al hombre todo el Antiguo Testamento. Cuando Nicodemo va a hablar con Jesús, esa noche, y le dice: ¿Qué debo hacer para entrar al Reino? ¿De qué se trata todo esto? Jesús le responde que es necesario nacer de nuevo. Lo que le está diciendo es que debe pasar por un proceso de regeneración, re-genética. O sea: tiene que haber un proceso genético en ti.
Y luego dice: debes nacer del agua y del espíritu. Ese es un punto interesante para meditar. ¿Qué significa nacer del agua y el espíritu? Tendremos que estudiarlo. Ahora; ¿Entendió algo Nicodemo? No, no entendió nada. Durante el ministerio de Jesús, Él manifiesta toda esa imagen en lo que Él hace. La mejor prueba es cuando los discípulos caen de rodillas al ver cómo calma la tempestad en esa barca. Eso tiene que ver con lo que dice Hebreos: el resplandor de Su gloria y la imagen misma de su sustancia, su naturaleza, su ser. Él trae la imagen dentro del Reino. Él dice: arrepiéntanse, que el Reino de los cielos se ha acercado. El medio por el que vuelve la imagen, es el Reino, y lo que se destruye o desplaza, es (¡Oh, sorpresa!) el sistema. Escucha: cada palabra es importante, ¿Sí? Entonces coincidirás conmigo que este es el tiempo donde las cosas comienzan a producirse y los hechos esperados a manifestarse. El sistema se está tambaleando y la pregunta que le hago a la iglesia del Señor, a la genuina, es: ¿Vas a contribuir para terminar de derrumbarlo o vas a ayudarlo a recuperarse y volver a ser palabra santa cuando pase la pandemia?
Dios les bendiga, mis amados.
Cada vez que leo este tipo de reflexiones, me maravilló sobremanera al ver la claridad con que El Espíritu Santo habla. Y hace fluir el caudal de sabiduría, para llevarnos a cumplir aquello para lo cual fuimos establecidos en esta Era. O por lo menos dejar el fundamento sobre el cual edificará la siguiente generación.
Pero tristemente veo que en esta reflexión hay cuatro tópicos, que todavía no hemos podido comprender del todo. Que son…
1- La Imagen.
2- El Sistema del mundo.
3- El Pecado.
4- El Reino.
Cuando El Creador nos hizo. Nos dotó de Su Imagen, la cual nos dio una identidad espiritual, que nos vincula con nuestro entorno. A través de la cual mediante la manifestación del Espíritu Santo, podemos ejercer gobierno para la gloria de nuestro Padre. Esta Imagen se transpone en una palabra que tristemente, ha sido catalogada como sinónimo de maldición dentro de nuestros ambientes. Esta palabra es «el alma». Debemos de entender que necesariamente nuestro Padre es un Alma (Imagen), ya que está en sí da la identidad espiritual. Primeramente a Él, como El Padre. Segundo a nuestro Hermano Mayor, como El Hijo. Y tercero a nosotros como coherederos del Reino y partícipes de la creación. Y un dato interesante, ¿Porque será que, Satanás persigue el alma del hombre y no el espíritu?¿por qué será?
El Sistema en sí, en la manifestación física de las Tinieblas. Por parte del pecado en la carne. Y como no hemos podido comprender que todo obedece a un gobierno espiritual, no pasamos la vida luchando y maldición nuestro cuerpo. Sometiéndolo bajo los rudimentos del mundo (sistema), les quitamos la primicia al Espíritu Santo. Y entablamos nuestra muy conocida cultura de los Méritos, es decir el YO (EGO). Lo cual es muy bien vista dentro de nuestros ambientes cristianos. Cuando comprendamos que sólo bajo la ministración del Espíritu Santo, podremos conocernos a nosotros mismos. Todo cambiará.
Y por último.
Cuando entendamos que El Reino es la manifestación gloriosa del Espíritu, el Alma, y el cuerpo. Bajo el sello distintivo del Espíritu Santo. Entonces nacerá en nosotros la manifestación del Hijo del Hombre, y seremos luz en medio de las Tinieblas. Y el mundo le verá en nosotros, pero mientras sigamos extrañando a Babilonia y sus charlas motivacionales. No lograremos avanzar hacia ese tiempo de victoria, que tanto predicamos.
«Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas;…» Apocalipsis 18:4
Dios les bendiga, desde RD pa’l mundo.