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Para que el Trigo Sea Trigo…

Hoy quiero que hagas, antes que cualquier otra cosa, un pequeño ejercicio de memoria. ¿Cuántas veces, en tu vida cristiana, has escuchado mensajes sobre la cizaña? Muchos, pocos, no lo sé. Depende a qué lugar hayas ido a sentarte cada domingo. Podría darse el caso, incluso, que nunca te hayan hablado, predicado o enseñado sobre la cizaña. Hay lugares así, lo digo con la autoridad que me da este ministerio de ser testigo de eso. No interesa. Por poco o por mucho, en todo caso, has oído hablar de la cizaña. Y sabes de qué se trata. O crees saberlo, por lo menos. Pero tengo que decirte que todo lo que puedas haber recibido al respecto, por allí no ha estado ni mal ni equivocado, como sucede globalmente en el evangelio. Lo que sí puede haber ocurrido, es que haya sido incompleto. Puedo decir que hoy no vengo a modificar o cambiar tu conocimiento, tu fe, sino, como ya se lo dijo Pablo a los Tesalonicenses, en todo caso, vengo a completarlo.

No quiero que tomes esto como una alteración doctrinal, ni mucho menos como una nueva doctrina. Quiero que lo tomes como lo que es, una introducción a una enseñanza que, a partir de la revelación del Espíritu, va a darte otro panorama sobre lo que ya sabes, una perspectiva diferente, fruto de una óptica, de un ángulo, también diferente. Es como completar el conocimiento, alertarte sobre las sutilezas satánicas y capacitarte para que sepas como es tu batalla, contra qué enemigo y en qué terreno se pelea. Si tú me dices que la cizaña es Babilonia y que Babilonia es la iglesia falsa, la paralela a la iglesia verdadera, tendré que decirte que sí, que has aprendido y entendido bien y que no estás equivocado o equivocada. Pero si te pregunto puntualmente qué es la cizaña, seguramente vas a detenerte un momento a pensar y, es muy probable, no lo puedas definir con claridad.

Porque abarcativamente, hemos aprendido que a la cizaña la sembró el enemigo, que está destinada a ser quemada y que sólo cuando desaparezca, el trigo resplandecerá. Pero si te pregunto si son hombres, organizaciones, brujas, líderes falsos o algo por el estilo, tal vez me dirás que sí, que tal vez es un poco de cada cosa y que es muy amplio su significado. Hoy me propongo demostrarte, a partir de la Escritura, y con un mínimo de lógica, que la cizaña es algo muy puntual que es muy probable, hasta aquí, puede no haber sido visto con claridad. Vamos a escudriñar lentamente el inicio de la parábola, vamos a olvidarnos por un momento de las enseñanzas clásicas, seminaristas y teológicas, y vamos a dejar que Dios nos hable a través de su Espíritu sin otra intención de, lo reitero, completar su conocimiento, no necesariamente cambiarlo.

(Mateo 13: 24)= Les refirió otra parábola, diciendo: el reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo;

Es increíble que, en sólo veintidós palabras, este versículo sea capaz de resumir la sustancia básica del evangelio. Si la iglesia, hoy, leyera atentamente estas veintidós palabras, no podría caer más en el error que ha venido cayendo y, mucho menos, tolerarlo como ha venido tolerándolo. Dice que el reino de los cielos es semejante a un hombre. Ahora bien: si el reino de los cielos es semejante, o sea: igual, de la misma sustancia, del mismo origen que un hombre, ¿Es coherente que se nos haya enseñado y que sigamos enseñando, que el reino de los cielos es un lugar medio paradisíaco a donde vamos a ir a tirarnos panza arriba a no hacer nada y disfrutar a bárbaramente, no sabemos que maravillosas cosas el día que nos muramos? Entiende bien: no digo que cuando muramos no vamos a estar en un sitio maravilloso, sólo quiero saber si ese es el reino de los cielos del que habla esta escritura. Porque, suponiendo que así fuera, ¿Me puedes explicar, entonces, por qué Juan al Bautista primero, como Jesús después, predicaron un mismo evangelio que decía, textualmente: el reino de los cielos se ha acercado? Algo no me cierra. Y no me cierra porque aquí dice que es semejante a un hombre, y un hombre no es un lugar ni una nube.

Pero hay más. ¿Es un hombre cualquiera? No. Dice que es un hombre que ha sembrado una buena semilla. ¿Y qué es una buena semilla? Simple. Una buena semilla es la materia prima que produce un buen fruto. ¿De qué semilla va a hablar la palabra? De la semilla de trigo. ¿Y qué es el trigo? Un cereal del cual, por triturado y molienda, se sacará la harina, materia prima con la cual se elaborará el pan y sus derivados, básicamente. Jesús dijo, al respecto: Yo soy el pan de vida, que es como decir: yo soy el único alimento que produce vida. Vida abundante en el Espíritu, primero, Vida Eterna, después. Es decir que lo que este hombre, (Que después se verá que es Cristo), sembró, es un buen alimento, sano, puro. En términos espirituales, ¿Qué es el alimento? Anota esto por favor que es clave: La Palabra. Tú ya has aprendido que tu único alimento es la Palabra, verdad? Puedes alabar, adorar, orar y tener grandes experiencias sobrenaturales en Cristo, pero si quieres estar alimentado, eso no bastará. Deberás comerte el libro.

¿Y adónde dice que sembró ese buen alimento, acaso en cualquier parte que se le ocurrió? ¡Ni lo sueñes! ¿Dice que lo sembró en el campo? No. No dice que lo sembró en EL campo. Dice que lo sembró en SU campo. ¡Pero es que más adelante dice que el campo es el mundo! ¿Cómo va a sembrar su alimento en el mundo? ¿Y adónde sino? ¿En la iglesia me quiere decir? ¡Se supone que la iglesia ya lo está comiendo, no? Además: ¿A quién amó tanto Dios que dio a su hijo unigénito por él, al mundo o a la iglesia? ¡Al mundo! A ese mismo mundo al que nosotros, muy religiosos, más de una vez despreciamos, marginamos, discriminamos y, Biblia en mano, hasta agredimos. Aprende esto que es mínimo y sólo introductorio: antes de pensar en batallar contra la cizaña, presta mucha atención por si, por alguna ignota razón, no estás tú mismo siendo cizaña…

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junio 5, 2019 Néstor Martínez