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Un Asunto de Sensibilidad

(1 Corintios 2: 10) = Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios. 

(11) Porque ¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. 

Este amor por la verdad, nace del acto de escudriñar la Palabra. Difícilmente un maestro va a estar sin leer la Biblia constantemente, difícilmente. De acuerdo, no me imaginen Biblia en mano sentado en el jardín. Tengo todas las versiones existentes en mi ordenador y ahí acudo cada vez que necesito ahondar en un texto. De otro modo, siempre adelante con la versión clásica y tradicional. En algunas de las demás, no termino de confiar. Y lo peor es que no tengo motivos, así que o: es el Espíritu Santo o estoy espiritualmente paranoico. El Espíritu Santo es quien hace que escudriñemos las profundidades de Dios y es también el Espíritu quien nos las debe revelar.

Por esta razón el maestro debe ser tan sensible al Espíritu Santo como cualquier otro ministerio. Porque no es solamente la capacidad de entender que tiene el maestro, ya que de ese modo no sería un ministerio, sino una simple habilidad, un talento, No hay manera en que el hombre pueda entender las cosas de Dios, sin el auxilio del Espíritu Santo. Ustedes podrán ver todos los días a gente muy inteligente del mundo secular, asegurando que no hay Dios. ¿Por qué? Porque para poder verlo, no se necesita únicamente inteligencia, se necesita al Espíritu Santo. Y cuidado con lo que voy a decir: ellos no mienten cuando dicen que no hay Dios por una sencilla razón: ni lo pueden ver, ni sentir, ni creer, ni encontrar por revelación. ¿Cómo se supone que van a creer?

No es un talento humano, es un recurso del cielo. La hermenéutica y otros sistemas de estudio anulan esta sensibilidad y hacen que el maestro dependa de métodos, en lugar de la revelación del Espíritu. A la verdad de Dios, no se la puede hallar científicamente, sino que debe ser revelada por el Espíritu de Verdad. Y esto es lo que hace del maestro un  personaje bien interesante. Porque él le tiene un respeto especial a la Escritura. Puede haber, en alguna ocasión o circunstancia, un choque o un roce entre el ministerio profético y el del maestro. Si hay algo que, aseguran, molesta mucho al maestro del profeta novato, es que no use la Biblia. Lo peor que se le puede hacer a un maestro es comenzar a predicar a partir de una visión personal. Es tanto su amor a la verdad que no concibe que alguien pueda predicar sin mencionar siquiera un versículo bíblico. Y no lo es por simple mecánica teológica; es porque si algo jamás se escribió en la Biblia de parte de Dios, Dios lo ignora. Y nadie puede enseñar algo que Dios ignora. ¿Está claro?

Sin embargo, cuando estos dos ministerios, el magisterial y el profético, logran unirse en el propósito, sencillamente son poderosos. Porque lo que uno ve, el otro lo explica. Ahora bien; para que el maestro capacite a los santos, se requiere algo más que sólo impartir conocimiento. Podríamos aclarar esto. El ministerio profético siempre está muy asociado con la acción. Una iglesia que tiene un dominante de maestros, es una iglesia que sabe mucho, pero que está detenida. Entonces, la gente entra, aprende, pero no sabe qué hacer con lo que aprende. ¿Es de ayuda? ¡Claro que es de ayuda! Te enseña cómo vivir, cómo manejar tal o cual asunto. Pero, ¿Sabes qué? La vida en Dios, no consiste sólo en lo que a ti te pasa.

Se trata también de lo que tú, luego de pasar por ese proceso, puedes hacer. Por eso, una tendencia que a veces rodea a los maestros de oficio, es que pueden llegar a pensar que siempre falta algo en la gente para avanzar. Alguien llega a una iglesia así y se encuentra con que todos saben mucho, pero no hacen nada.  Si ustedes analizan el ministerio de Jesús, van a notar que él intercalaba la enseñanza con la acción. Les dio las bienaventuranzas, sanó enfermos, liberó endemoniados, pero luego por la noche caminó sobre las aguas. Y esto no fue una enseñanza, sino una demostración activa del poder de Dios.

¿Qué pasaba con los fariseos? ¿Alguien podría decir que no eran maestros extraordinarios? ¡Se sabían toda la ley de memoria sin errar una línea! Pero mientras ellos se sentaban y sus discípulos los rodeaban para oírlos hablar y enseñar, cientos de enfermos, paralíticos y otros similares estaban allí muy cerca, sin nadie que los sacara de sus miserias. La iglesia necesita el conocimiento. Por eso se hacen conferencias y existen esta clase de ministerios. Pregunto: ¿Alguien sabe cómo transmiten información los profetas? Sabemos que un maestro la transmite a través de la enseñanza, pero ¿Cómo lo hace un profeta? Mediante la acción. Los profetas enseñan haciendo.

Lo tienen ustedes muy claro con Elías. Está con Eliseo, van caminando, están subiendo a Bet-el, van para Jericó, está el agua. Arroja el manto y pasan por sobre él. ¿Está aprendiendo, Eliseo? ¡Claro! ¡Y sobre la marcha! Porque cuando vuelve, ¿Qué crees que hace Eliseo? ¡Lo mismo! Arroja el manto y pasa. Aprendió. Elías no lo llevó a un auditórium, lo sentó y le proyecto diez videos respecto a cómo cruzar los ríos. ¡Los cruzó! ¿Y cómo enseña el maestro? Con impartición de conocimiento, hablando, naturalmente. Por eso, creo que el maestro debe salir de este engaño mental. No se trata sólo de impartir conocimiento. Y allí es donde la herramienta de la confrontación ayuda mucho. ¿Qué estás haciendo con lo que sabes? ¿Entiendes ahora por qué lo estoy preguntando permanentemente a cada uno que toma contacto conmigo?

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febrero 26, 2022 Néstor Martínez