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¿Todos en un Mismo Saco, o Bolsa?

business people in a series with a casual guy doing the headstand

     Si hay un verbo con el cual no coincido casi nunca y disiento permanentemente, es con el verbo Generalizar. Porque, veamos: ¿Qué cosa es generalizar? Nuestros buenos diccionarios de idioma español, nos dicen que es: sacar una conclusión general de algo particular, y luego otra acepción muy parecida: tratar los aspectos generales de algo, sin detenerse en ningún aspecto particular.

     Generalizar, por ejemplo, es decir que todos los cristianos son ignorantes a los cuales un grupo de astutos les han lavado el cerebro en su propio beneficio. ¡Ni lo sueñes! Yo soy cristiano y a mí no me lavó el cerebro ningún grupo al cual yo esté beneficiando con algo. ¿Entonces esa generalización es una mentira? No, es una sobredimensión de una parte de verdad. Porque, en efecto, hay grupúsculos que se denominan a sí mismos como cristianos, que efectivamente han realizado un trabajo de socavamiento psicológico en la gente que los acompaña, llevándolos a perder absolutamente su voluntad y entregársela al líder o conductor emergente. La forma en que este líder utilizará luego ese poder, podrá o no desembocar en cuestiones mucho más graves, tales como fraudes, abusos y hasta violaciones. Aquí vemos una conclusión efectuada a partir de algunos sucesos sueltos y esporádicos, utilizada para rotular a toda una masa humana que mayoritariamente no es así como se la describe.

     El daño mayor o menor que es generalización produzca, será tema paralelo y no menos grave que el anterior. De todos modos, el simple hecho de aceptar que esa conclusión tan nefasta para el pueblo cristiano, parte de la base de una pequeña verdad aislada, pero verdad al fin, y que luego es inteligentemente tergiversada para lograr su principal finalidad, que es desacreditar la iglesia y, por consecuencia natural, desacreditar a Dios mismo, nos aterriza en la certeza que toda generalización mal intencionada, tiene origen directamente satánico. No es en absoluto un hecho casual o circunstancial, sino pre-elaborado, pensado, diagramado y ejecutado al milímetro. Todavía en muchas ciudades de Latinoamérica, los cristianos luchan más contra las segregaciones que le llegan de parte de sus propias sociedades seculares, que de ataques directos de demonios. ¿Para qué ese demonio perdería su tiempo atacando a un cristiano con tentaciones groseras, si ya lo tiene desactivado por causa de la pobre imagen pública que ha logrado influir?

     En Argentina, esa clase de generalizaciones, son tan frecuentes que casi forman parte del panorama cotidiano de nuestra vida diaria como país. Todos los…son tal o cual cosa, está a la orden del día. Todos los políticos son corruptos y ladrones, por ejemplo. Cierto es que hay muchos que probadamente lo han sido y lo siguen siendo, pero indudablemente no son todos, gracias a Dios. Sólo que estos últimos no siempre pueden llegar a los estratos superiores. Parece que para llegar a una función muy importante, hay que arriar algunas banderas que no siempre se desean bajar. Después tenemos la que nos pertenece como pueblo y que no es invento nuestro, claro está: todos los argentinos son soberbios y altaneros. ¿Cuánto de verdad hay en esta generalización? Siendo bondadoso con mis paisanos, creo que por lo menos entre un setenta y cinco y un ochenta por ciento. Pero queda un veinte por ciento que no es así, gracias a Dios, y por causa de ellos, decir que son todos, es malintencionado y destructivo.

     En el consumo interno de mi tierra, hay otra generalización cada vez más proliferante: todos los negros son vagos y delincuentes. De hecho, no estamos hablando aquí de un asunto de segregación racial, porque los “negros” a los que alude esa generalización criolla, no se refiere a gente de raza negra, esto es, de origen o ascendencia africana. No. El negro vago y delincuente, supuestamente, es aquel argentino nativo que, por no tener en su ADN sangre europea tradicional (Española, italiana, francesa, alemana, etc.), ostenta en su piel una pigmentación girando a cobriza, en semejanza ancestral con antepasados aborígenes o simplemente criollos sin mezcla. ¿Y son todos vagos y delincuentes? No, obviamente que no. Yo no soy de los rubios blancos de ojos claros, precisamente; y hasta donde sé, jamás pisé una sede policial y jamás dejé de trabajar de algo en alguna parte. ¿Y entonces? Entonces, es cierto que en algunos asentamientos irregulares que existen todavía en nuestras grandes ciudades, hay personas de esa ascendencia que, sea por la causa que sea, han elegido dedicarse al delito en lugar de hacerlo con un trabajo digno y legal. ¡Pero entonces algo de verdad, hay? Sí, pero se convierte en agresión injusta cuando, conjuntamente con esos ciudadanos de tez cobriza, hay miles de vagos y delincuentes blancos, rubios y de ojos claros, que tal vez no delinquen con un arma en su mano, sino con un simple teléfono de última generación elaborando y plasmando leyes y ordenanzas que roban, estafan y abusan del que verdaderamente trabaja.

     Hoy quería decir esto y quizás mis hermanos de otras naciones no entiendan bien el motivo, y no faltará alguno con cierta malicia que imagine que estoy abriendo senderos políticos o ideológicos desde un blog cristiano. Se equivocaron. Hoy vine a hablar de todo esto por una sola y simple razón: todo esto que acabas de leer como generalizaciones destructivas, mal intencionadas e injustas por donde se las mire, no las escuché en una plaza pública, ni en un metro, ni en una terminal de buses; las escuché dentro de los ambientes cristianos nacionales. ¿Y sabes qué? En otros países, la diferencia con ellas, está en los temas. Pero la esencia destructiva e inspirada en los laboratorios del infierno, es la misma. Eso no es ser cristiano, eso es ser miembro de una religión cristiana, obedeciendo patrones dictados desde sitiales que nada tienen que ver con el púlpito de tu iglesia. Y mucho me temo que no es lo mismo. ¿O alguien va a insistir en que yo crea que Jesús era rubio, alto y de ojos claros?

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marzo 5, 2019 Néstor Martínez