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Quiero Cambiar; ¿Puedo?

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     No son pocos los que intentan, por lo menos, traer a Jesús a estos tiempos para procurar ubicarlo en algún estante donde les sirva para un rótulo. No aprendemos más; nuestra vida cotidiana parecería ser una continua peregrinación hacia un rótulo. Necesitamos poder decir que tal o cual persona, (O hermano) es de esta o aquella forma y que tiene un estilo de vida de esta o aquella manera. ¿Y sabes qué? Nos equivocamos de punta a punta. Porque nadie es como es de manera permanente. Yo puedo ser una persona excelente y altamente amable con alguien que se compota conmigo al tono, pero puedo hasta resultarle antipático a quien me fastidia, me agrede o ironiza a mis expensas. No existen los rótulos, así que ni pensar en rotular a Jesús. Olvídenlo y, si todavía no se han decidido a creer en el como Salvador personal y Señor de sus vidas, al menos no pretendan embardunarlo con elucubraciones fantásticas y exóticas.

     Jesús tenía amigos, eso es notorio porque en la Biblia hay suficientes relatos que así lo atestiguan. Él no solamente tenía buenas amistades con sus discípulos, sino que también con otros, como el tal Lázaro y sus hermanas María y Marta, a los que, sabemos, iba a visitar muy a menudo. Era casi normal encontrarlo en su casa comiendo y pasándola bien con ellos. Aprendan: Jesús, (Todos sabemos que Dios encarnado en Él), era un hombre, de carne y hueso y con todas las actitudes y aptitudes de un hombre como cualquiera de los que lee este trabajo. Sólo que sin pecado. Que mirándonos entre nosotros, seguramente no había ni uno que pueda decir que eso era poca cosa.

     (Lucas 19: 1) = Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. 

     (2) Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, (3) procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. 

     (4) Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. 

     (5) Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. 

     (6) Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. 

     (7) Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. 

     (8) Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. 

     (9) Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. 

     (10) Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

     Una mañana, en mi programa de radio y luego de haber hablado sobre el pecado y el perdón, llamó por teléfono a la emisora una mujer que dijo ejercer la prostitución, que había estado escuchando y que deseaba arrepentirse, hablar con alguien y recibir oración y salvación. Me dio la dirección de donde residía y decidimos enviar a una hermana mayor, con un pasado agitado antes de ser cristiana, que sería muy capaz de entenderla y acompañarla a pasar a ser parte del pueblo de Dios.

     Gracias a Dios, así fue. Pese a la presencia amenazante del que hasta allí era la pareja de esta mujer, que incluso pretendió amedrentar a la hermana colocando un arma sobre la mesa, la mujer tomó de las manos a la prostituta, oró por ella, la vio quebrantarse y postrarse pidiendo perdón y declarando que ya mismo se iría de allí y cambiaría de vida. Un mes más tarde, eso era lo que había hecho. Incluso, la hermana le había conseguido un trabajo transitorio para cuidar una anciana.

     Entonces la invitó a ir a la iglesia. Ella tuvo que ir a un comercio de ropa y comprarse prendas que la mostraran como la mujer cambiada que ahora era, ya que todo su modesto guardarropa estaba mucho más al tono con su ingrata profesión anterior. La iglesia, casi en su conjunto (Preponderantemente el femenino), la recibió como lo que había sido, no como lo que ahora era: una prostituta supuestamente regenerada. Y se lo hizo saber. Cuando la hermana mayor que la había visitado intentó defenderla, fue muy criticada por atreverse a meterse en la casa de una prostituta y hacer causa común con ella impidiendo, lo que llamaron «exhortación». En ese tiempo mi vida dio un giro de situación, me fui de ese lugar y nunca más llegué a saber qué fue de esta mujer. Jesús lo sabe. Él seguramente la perdonó, la lavó, la limpió y la restauró. Del resto…del resto mejor ni hablar. Si ese fue el pueblo santo, no quiero imaginarme lo que hubiera sido el profano…

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marzo 1, 2019 Néstor Martínez