Estudios » Blog

Principios Básicos del Cristiano Promedio

29261204_1646129155479420_5130552272903733248_o

     (Filipenses 3: 17) =  Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. 

     He escrito, en algunos de mis trabajos, algo que a primera vista y de modo superficial, parece un desafío más producto de un ánimo competitivo que algo inspirado por el Señor. He dicho que a todos aquellos que dudan que mi trabajo sea diferente al que generalmente observan por parte de las iglesias convencionales, y que sin dudas debe estar apuntado a cosechar adeptos para, dentro de un tiempo, abrir un nuevo grupo, denominación o lo que sea, solamente les puedo dar una respuesta que, en cierto modo, actúa como desmentida a esa opinión, aunque con grado de alto compromiso. Les he dicho que vengan a mi ciudad, a la zona donde vivo con mi familia, y me miren vivir. Luego, si creen que lo que digo no está relacionado con lo que vivo, que entonces sí salgan y digan de mí lo que quieran. Soy consciente que como ministro del Señor, no soy poseedor de un mensaje, sino que debo ser EL mensaje viviente, o no ser nada. Y después. Si todavía me sigues considerando tu maestro en lo individual, tendrás que hacer lo que Pablo dice aquí: imitarme. Esa es tu decisión. Esa es mi responsabilidad. Cada uno dará cuentas por cada uno.

     (Hebreos 6: 12) = A fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.

     En otras palabras más sencillas, menos teológicas y más consustanciadas con una simple amistad cibernética: ser imitadores, significa de alguna manera, ser ejemplos vivientes. ¿Trato yo de ser imitador de Cristo? No lo hago para cosechar lauros o para ser admirado. Lo hago como un ejemplo claro a seguir por parte de los que sienten el llamado de imitarme a mí. Porque cuando lo hagan, no lo harán para congraciarse conmigo ni para cosechar lauros que yo pueda haber dejado libres; lo harán para ser ejemplos vivientes de otros que, con seguridad, los mirarán a ustedes, sentirán deseos de imitarlos y, así sucesivamente, como en una línea ascendente, a cada paso un rumbo claro hacia la estatura del varón perfecto, esto es: maduro. Si este desafío no te saca de la pereza espiritual en la que estás viviendo desde hace largo tiempo, no sé de qué estamos hablando. No importa dónde estás, no importa lo que recibes o no recibes; lo que importa es que un verdadero creyente, jamás dejará de procurar salir de cualquier pereza espiritual en la que lo hayan introducido.

     (Proverbios 6: 9) =  Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? 

    (10) Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para reposo; (11) Así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado.

     Se ha censurado mucho y con razón, los excesos de activismo conque las iglesias procuran tapar u ocultar sus carencias espirituales. Es más que notorio que en muchos lugares, donde no existe ni el menor vestigio de algo que provenga del Espíritu Santo, se pretende suplirlo con una agenda súper poblada de actividades que, por un lado, mantienen ocupada a la membresía, y por el otro proyectan una imagen hacia el afuera que les habla de dinámica, de acción y ritmo creativo. Sin embargo, a poco de internalizarse dentro de esos grupos, se puede observar su frialdad y su carencia de verdaderos principios espirituales, opacados y hasta borrados por una religiosidad activa. Esto de ninguna manera propicia otro de los errores en los que la iglesia ha caído por años, que es el de la apatía, un dejarse estar que se justifica con la prudencia y el respeto, pero que mayoritariamente tiene más que ver con la pereza y la molicie que con lo expuesto. Un cristiano es eminentemente espiritual, pero precisamente por esa razón, no es ni puede ser perezoso.

     (Mateo 4: 18) =  Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.

     (19) Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.

     Está más que claro: un verdadero cristiano se tiene que convertir en pescador de almas, no en ahuyentador. ¿Por qué digo esto? Porque me ha tocado ver, a mí, nadie me lo ha contado, que en imponentes campañas evangelísticas con predicadores de alta alcurnia, han venido corriendo al frente miles de personas desesperadas por distintos motivos, prestas y dispuestas a entregarse a ese Jesucristo que tan bien le han presentado. Y que en aras de ello no sólo dan ese paso crucial, sino que luego buscan insertarse en alguna de las tantas congregaciones existentes. Sin embargo, muchos de ellos, cuando llegan a esos lugares, son discipulados o “aleccionados” por hermanos con mucha ley y poco amor, y terminan espantados de tal modo que salen huyendo para no retornar jamás, ni a esa congregación ni a ninguna otra. Esos, por mejor intencionados que sean, no son cristianos. Espantar, atemorizar y alejar, no es el mandato recibido del cielo.

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

febrero 8, 2019 Néstor Martínez