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Ministerios & Ministros

(Efesios 4: 11) = Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, (12) a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 

Veamos. Tómate unos minutos en el verso 12. Mira; lo primero que deberemos hacer, es empezar a cambiar el vocabulario que la iglesia tradicionalmente maneja. En realidad, existe un solo ministerio. ¡Perdón, hermano! ¡Yo no veo eso, aquí! Déjame explicártelo mejor. Si llegáramos a reunir toda la lista de ministerios y probables ministerios, encontraríamos algo así como veinte o veinticinco, de acuerdo con el conteo que han realizado probos maestros y estudiosos de las escrituras. Estoy refiriéndome a dones, ministerios y operaciones. Pero resulta ser que aquí, Pablo, habla del ministerio. Y lo hace en singular. Plural, muchos, singular, uno. Punto. Él dice, lo leíste conmigo: a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. Entonces la pregunta, es: ¿Qué diferencia hay entre el ministerio y los ministerios? El ministerio, la razón de todo lo que existe, es la edificación del Cuerpo de Cristo. Ese es el ministerio. La edificación del Cuerpo de Cristo.

Los ministerios existen sólo para cumplir con esto, El ministerio. ¿Está claro o se me enredó? Empecemos por ver que la palabra Ministerio, significa Servicio. Entonces dice: a fin de perfeccionar a los santos. ¿Quiénes son los santos? Mira; en este momento, yo a la distancia, estoy haciendo un trabajo maravilloso porque cumplimenta un mandamiento: los estoy perfeccionando, madurando, capacitando a ustedes. ¿Y para qué se supone que me toca hacer todo eso? Para que después ustedes hagan algo que es vital: edificar el Cuerpo de Cristo en la tierra. Cuando cualquiera de ustedes se maravilla de algo que aprendió y va y se lo enseña a otro hermano, tienes dos alternativas: o eres tú el que directamente edifica el Cuerpo de Cristo, o enseñas a otros hermanos para que ellos vayan y lo hagan. Hay una diferencia.

Opción uno: yo edifico el Cuerpo de Cristo. Opción dos: yo enseño a otros a edificar el Cuerpo de Cristo. En la iglesia, entiende, siempre ha habido dos tipos de personas. Las personas que edifican el Cuerpo de Cristo y las personas que edifican a los que van a edificar el Cuerpo de Cristo. No existe nadie más. Cualquier otra cosa no es iglesia, es visita. O lo peor: infiltrado. Puede haber un grupo que tenga la suficiente unción como para edificar el Cuerpo de Cristo. Pero lo harán solos. ¿Qué pasa si ese grupo se pone a capacitar a otros para hacer lo que ellos hacen y, con el correr de los días, todos los que oyeron esas enseñanzas ya están en condiciones de edificar el Cuerpo de Cristo? Será muy bueno y Dios se agradará mucho de ellos.

 La gran pregunta, entonces, es: ¿Cuál de estas tareas es la más importante, edificar el Cuerpo de Cristo o capacitar a otros para edificar el Cuerpo de Cristo? La segunda. Sólo un detalle: para la primera, no necesitas ser llamado. Para la segunda tarea, sí necesitas ser llamado y, además, también enviado. Esa es la diferencia entre aquel que es ministro y aquel que no lo es. Pero ahora nos encontramos con la otra disyuntiva. ¿Todo creyente, aún aquel que lleva apenas un día de convertido, puede ser un ministro del Señor? Absolutamente. Nadie podría discutir eso. ¿Y él puede edificar al Señor? ¡Por supuesto! Edifica con su fe, con su amor, con su testimonio, con su evangelismo, con todo lo que él haga, edifica el Cuerpo de Cristo. Todos ustedes que están allí, del otro lado, están porque alguien les habló del Señor, un día lo aceptaron y ahí mismo fueron insertados en Su Cuerpo.

Pero, y atención con esto: no todos los que están reunidos en los distintos grupos o congregaciones, tienen el llamado para capacitar a los edificadores. Y esa es la gran diferencia existente entre los que hemos sido llamados a capacitar y los que van a edificar. Una simple familia que un día y a partir de alguno de sus miembros llega a convertirse por completo y, el primer día que retornan de un culto, se sientan a la mesa para comer y el padre dice: “Bueno, ahora somos cristianos y debemos orar por la comida. Nunca lo hicimos, pero ahora debemos hacerlo”. ¿Está este buen hombre edificando el Cuerpo de Cristo? ¡Claro que sí! ¿Con esa cosa tan simple? Sí, porque de muchas simplezas se conforma un todo de profundidad extrema. Y todo esto le va a traer, a ese buen hombre, muy buen fruto y gran bendición, pero; ¿Podemos llamar a este simple hombre un líder o ministro? ¡No! Simplemente está ejerciendo su autoridad como jefe de un hogar, eso es todo. De esto es de lo que habla Pablo en Corintios 14. Hermanos, cuando ustedes se reúnen, cada uno de ustedes tiene salmo, tiene lenguas, tiene palabra, profecía. Hágase todo para edificación.

Lo ideal es que, cuando la iglesia se reúne, todos tengan algo para edificar. Por eso es que no se deberá procurar ni incentivar a que la música que se ejecuta en los templos sea solamente música, que tengan un espectáculo de luz y sonido muy bueno, pero convertido en un show para lucimiento personal de los músicos, mientras la gente se limita a mirar sin participar en nada. La idea es que todos, músicos y gente, edifiquen el Cuerpo con cánticos, palabras, oraciones, alabanzas y adoración en espíritu y verdad. Esto ha sido, partiendo de algo bueno, una lisa y llana tergiversación de una tremenda palabra, como es: adoración. Porque la adoración, y también la alabanza pueden, si cabe y están dadas las condiciones, recibir la apoyatura de la música, pero no significa esto que decir alabanza y adoración deba interpretarse directamente como música, ¿Se entiende?

En suma: ¿Qué es lo que Dios quiere de su iglesia? Que capacitemos a los santos. ¿Y con qué objetivo? La palabra dice que para llegar a la unidad de la fe. ¿Y qué pasa cuando llegamos a la unidad de la fe? El Reino se establece. Y lo hace a la imagen de un Adán maduro, no de un Adán inmaduro. No llegó a madurar. ¿Por qué? Porque no tomó del árbol de la vida. Adán fue un fruto que se cortó cuando estaba verde. Y fíjate que las propias frutas te dan la pista. Mientras que lo maduro siempre es dulce y apetecible, lo verde o inmaduro siempre es agrio y además produce serios problemas. Y este pasaje concluye diciendo que todo es a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

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junio 26, 2021 Néstor Martínez