Estudios » Blog

Invocando al Espíritu Santo

Aunque haya mucha gente que entiende que es tiempo de hablar de otras cosas, yo creo que bien vale la pena hablar de los dones, porque los ministerios que hoy por hoy se están llevando una gloria que no les pertenece, en realidad están sustentados en dones ministeriales. Y esta vendría a ser la parte donde deberíamos colocar un fundamento de doctrina. Cuando hablamos de los dones, estamos hablando de los principios de uso que tienen los dones, y es aquí en donde debemos entender algunas cosas. Lo primero, es que Jesús deja a sus seguidores, a sus discípulos con la responsabilidad de extender el mensaje del evangelio hasta lo último de la tierra, ¿No es cierto?

Ahora bien; pregunto: ¿Ellos podrían haber hecho bien eso, solos? Indudablemente que no. El poder del Espíritu Santo les ayudaría a cumplir esta tarea. Lo dice claramente Hechos 1:8: pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. ¿Sabes qué es lo más interesante? Que revisando un poco la historia de la iglesia, vemos que los dones se fueron extinguiendo, en la medida en que la iglesia dejó de crecer. Y es lógico que así fuera, ya que los dones vinieron por una finalidad decididamente práctica. Porque Dios le dice a la iglesia que llene la tierra. Es decir, el trabajo tremendo de evangelizar y llenar la tierra de Su Presencia, es para la iglesia. Pero la iglesia es como una débil mujer frente a una tarea bien fuerte y ruda. Allí es donde aparece el Espíritu Santo, que en realidad es el que hará la parte más dura del trabajo. ¡Qué bueno! ¿Verdad?

Ahora bien; ¿Qué pasa cuando la iglesia de todos modos se queda inmóvil? ¿Qué necesidad tendría Dios de mandar un ayudador, cuando la iglesia no necesita ayuda para lo que no está haciendo? Si todo lo que tienes que hacer como iglesia, es preparar un par de prédicas a la semana, algunas entrevistas con la gente y ciertas entrevistas de negocios con fines de refaccionar o renovar el templo, ¿Para qué necesitas al Espíritu Santo? Sin embargo, el Espíritu Santo te ayudaría notablemente a cumplir la tarea. ¿Y cuál tarea? La de ir hasta lo último de la tierra. ¡Lo hizo conmigo! Se me profetizó que mi voz sería escuchada en todas las naciones, en una época en donde yo lo único que hacía era calentar un banco de un templo. ¿De dónde iba a salir a las naciones a hacer oír mi voz? ¡Ni apoyo pastoral tenía! Durante esos ocho años de lapso entre la profecía y su cumplimiento, apareció internet. El Espíritu Santo lo sabía, siempre lo supo. El que no lo sabía, era yo. Y ni siquiera era necesario que lo supiera. El único mérito mío fue creerlo.

Escucha: nunca Dios te va a enviar a hacer algo sin la necesaria autoridad para ello. En esos días que relata Hechos 2, cuando la iglesia recibe al Espíritu Santo, sabemos por lo que cita el texto, que recibieron idiomas, lenguas, glosa. ¿Y cómo sabemos esto? Porque la gente que había llegado de todas partes empezaron a entender lo que estos hombres y mujeres estaban hablando, ¡Cada uno en su propio idioma! Es decir que no fueron ruidos ni sonidos guturales sueltos. ¡Ellos entendieron! Frases concretas, oraciones armadas y entendibles. Entendieron el mensaje del evangelio del Reino y se convirtieron. ¿Ustedes recuerdan lo que pasó en la calle Azuza, por allá por principios del siglo veinte? Entre el tremendo avivamiento que conmovió el tiempo y el lugar, aparecieron dones que llevaron a entender que siempre que aparece un don, es para confirmar una misión. Habría que tener más que en claro cual es la misión del pueblo de Dios en tiempos de Pandemia. ¿Acaso sólo orar? ¿Acaso ir de lado a lado entre el juicio y el ataque satánico? Confusión existe y de sobra. Nosotros estamos en este planeta para clarificar toda confusión, no para aumentarla.

Porque a partir de ese avivamiento es cuando nacen las misiones como tales. Era suficiente con que una persona participante de esas reuniones recibiera un don de lenguas que lo hacía hablar en un idioma desconocido para ella, para que inmediatamente fuera elegido y designado para ir como misionero al país donde se hablaba ese idioma que había recibido. Claro está que la teología pentecostal, que aparece allí por los años treinta, (Mil novecientos treinta estoy hablando), surge cuando ya no estaba sucediendo nada de esto. Es como si nos sedujera tallar esculturas en el carbón del fuego ya extinguido. Aquellos hermanos de Azuza, no hicieron ninguna teología, sólo obedecieron.

Y lo más importante de todo esto, es que eso que he mencionado con mucha liviandad y superficialidad, no fue la última vez que ocurrió. La historia de otros avivamientos nos deja en evidencia que, cada vez que hubo un avivamiento, el hablar de la gente cambió. Y la gente entendía en un minuto cuál era la voluntad de Dios, y entonces la hacía. Es coherente lo que me dice este texto, entonces: el poder del Espíritu Santo les ayudaría a cumplir la comisión. Jesús no dejó a sus seguidores con tan grande responsabilidad, sin darles la habilidad de cumplir. Dios nos da la habilidad. Es muy claro aunque muchísimos todavía no puedan o no quieran verlo. Cuando tú haces algo para lo cual no fuiste llamado ni levantado, tú trabajas a destajo, sufres penurias, no ves resultados y hasta puedes terminar en una bancarrota espiritual y financiera. Cuando tú haces algo para lo que sí has sido llamado y levantado, el único esfuerzo es el físico por las horas que inviertes, pero en todo lo demás, las puertas se abren casi de manera misteriosa y oportuna.

No tengo otro testimonio que el propio para avalar esto que digo. Yo pensaba que como mi profesión era la de periodista, eso era lo que iba a hacer para la iglesia. Un periódico, un trabajo en radio o en la televisión, difundiendo noticias del pueblo cristiano, etc. El primero que casi queda con las patas para arriba cuando escuchó que su Señor le decía que sería Su maestro de la palabra, fui yo mismo. No me reí como Sara la de Abraham cuando le anunciaron que sería madre ya anciana, pero le faltó muy poco. ¡No sabía ni un mínimo versículo de memoria! ¡No me gustaba leer la Biblia! ¡¡Me aburríaaaa!!! Pero ese toque de avivamiento que recibí en los años noventa, fue suficiente para decirle a mi Padre: ¡Sí Señor, heme aquí, haz de mi como sea Tu voluntad y no la mía! Y Gracias a Dios, así ha sido, es y será hasta el último de mis días en la tierra.

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

agosto 7, 2021 Néstor Martínez