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Hora de Compartirlo Todo

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     ¡Un momento! ¿Usted me está diciendo que llega la hora en que deberé compartir todo lo que tengo con mis hermanos? No. No te estoy diciendo eso porque, a la luz de los hechos reales, si lo haces, en poco tiempo pasarías a no tener nada y algunos oportunistas, demasiado. Así somos como humanos. ¿Aún cristianos? No, aún asistentes a iglesias, que en casos coinciden con un cristiano y en otros casos, no. Un verdadero cristiano cuando se convierte, pasa a ser sal y luz. Sal porque le da un condimento especial a la vida propia y la de los que lo rodean, y luz porque les alumbra el entendimiento con una visión diferente de lo que la gran mayoría ve de un modo distinto. ¿Y si no sucede ninguna de las dos cosas? No es un cristiano verdadero, sino apenas alguien que asiste a un templo los días domingos. Por favor, vuelve a leer esto:

     (Mateo 5: 13) = Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

     (14) Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.

     Además, queda más que claro que de ninguna manera esa luz que debemos ser, pueda ser escondida en algún momento, sea por el motivo que fuera. Una luz no se puede esconder, para eso es luz, para estar visible y servir de guía de camino para muchos. Un cristiano que se precie de serlo, no puede de ninguna manera esconder su vida de los ojos del mundo secular e incrédulo, ¿Sabes por qué? Porque si es como debe ser, su testimonio diario lo descubre. ¿Y si no fuera descubierto por su testimonio? Otra vez: hombre que asiste a un templo.

     (Juan 15: 14) = Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 

     (15) Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. 

     En principio, un creyente humilde e íntegro, convierte a sus discípulos en sus amigos, aún contrariando esa antigua regla del liderazgo convencional que consigna que, cuando te haces amigo de tu discípulo, pierdes autoridad por causa de algo que llaman: espíritu de familiaridad. No dudo que en algún caso podrá existir alguna clase de desubicación y algún inconveniente por ello, pero en la generalidad, un discípulo que además es tu amigo, jamás ni siquiera pensará en hacer algo que te perjudique. Eso es una parte. La otra, es que no puedes ni debes convertir a los que sean tus discípulos, en tus ovejas. ¿Sabes por qué? Porque las ovejas son del dueño, no del que las pastorea. Y aquí, el dueño es el Señor. Y no interesan los pergaminos que pueda tener el que las cuida.

     Y es notable, pero Jesús consideraba a sus discípulos como sus amigos, y salvo el caso muy excepcional y ciento por ciento espiritual de Judas Iscariote, el resto jamás lo traicionó. ¿Pedro? Se asustó tremendamente, como le ocurriría a cualquier hombre, y lo negó, pensando que de ese modo se salvaría de ser detenido, pero jamás Jesús consideró eso como una traición. ¿Me estás diciendo que no es justificable porque Pedro no era cualquier hombre, sino un apóstol del Señor? Sí, pero a eso llegó después. Ahí, en esa parte de la historia, todavía era un hombre poco menos que rústico pescador en esencia, nada más.

     (Lucas 22: 14) = Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. 

     (15) Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! 

     (16) Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.

     Hasta donde conozco, que quizás no sea mucho, pero sí suficiente, el líder principal de una congregación, jamás se sienta a comer con los miembros de su congregación en su totalidad. Sí suele poseer lo que en los ambientes se denomina como “la mesa chica”, donde se reúne con los hermanos más caracterizados (Generalmente profesionales, empresarios o colaboradores importantes de la iglesia), pero no con el común denominador total de los asistentes a sus templos. ¿Es correcto, eso? En algunos seminarios sostienen que sí, y forman a los líderes con el pensamiento profesional de que, si se les otorga demasiada confianza a los liderados, estos harán debilitar la autoridad del líder. No dudo que eso pueda tener algún viso de verdad, pero entonces déjame decirte que Jesús no debe haber estado enterado de esas conclusiones de la psicología cristiana convencional. Él compartía todo con todos los que podía, casi sin distinciones. Y ese “casi” no tiene que ver con sus predilecciones, sino con los momentos específicos.

     Es indudable que existe un concepto de la autoridad dentro del ambiente eclesiástico que no tiene absolutamente nada que ver con el ministerio de Jesús, sino más bien con las grandes fallas de la conducta humana. Sin embargo, a quien verdaderamente desee servir al Señor en clara y franca imitación de Jesucristo, tal como Pablo lo enseña y propone, deberá ajustarse a lo que Él hizo en sus tres años ministeriales y no a lo que le puedan enseñar profesores de seminarios que, en casos, ni siquiera son lo suficientemente creyentes como para confiar en el Señor para sus decisiones finales.

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febrero 15, 2019 Néstor Martínez