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El Largo Brazo de la Salvación

¿Qué sucede cuando un maestro se levanta como punta de lanza en una congregación? Es tremendo. Porque algo que la iglesia todavía no ha entendido, es que el conocimiento es un arma de guerra. Sucede en lugares con religiones basadas en mentiras que un maestro puede desarmar en segundos. Al comenzar a hablar, sin reprender, sin poner sus manos sobre nadie y sin siquiera orar, los demonios se manifiestan. Porque la enseñanza y el conocimiento, es un arma de guerra. La maduración que la iglesia necesita, ciertamente depende de dos cosas. Una de estas dos cosas, es el carácter. La persona más idónea en la organización de la iglesia para trabajar con el carácter, debería ser el pastor, porque él conoce a las ovejas. De ahí que no se concibe la verdad de que pueda haber un pastor que no sea también un maestro. En la parte práctica, sin embargo, tengo que decir que sí hay.

Eso me lleva a una conclusión bien interesante: la persona que es pastor pero que no es maestro, entraría a funcionar bajo una unción pastoral, pero no bajo un ministerio pastoral. Porque es muy difícil que un pastor de oficio, no tenga que enseñar. ¿Cómo podría establecer verdades en la gente? Por la misma razón, un maestro de oficio, que tiene un compromiso por la verdad, va a estar permanentemente preocupado por saber lo que la gente está haciendo con lo que él está enseñando. Y eso, inevitablemente lo va a llevar a él, a hacer un trabajo pastoral indirecto. De acuerdo, no es algo que él busque, pero hay que entender que él no está arrojando semillas al aire, simplemente. Está viendo dónde caen, está viendo qué hace con eso, la gente. ¿Y por qué? Por el amor que tiene. Pero no a la gente, sino a la verdad.

Es muy difícil soltar, desprender, separar, el ministerio pastoral de oficio, del ministerio magisterial de oficio. ¿Qué es lo más normal de encontrar? Que existe un pastor ministerial de oficio, con un don magisterial. ¿Y cuál sería el equivalente? Una persona con el ministerio del maestro, con un don pastoral. ¿Y estas dos semblanzas, funcionan bien? Funcionan bien. ¿Y cuál es la diferencia entre ambos? Casi mínima, porque en esencia va a salir una sola fuente de ambos ministros. Va a salir una misma cosa. Lo peligroso: tener un maestro como líder de la iglesia, que no tenga nada de pastor. Será una iglesia casi sin perspectiva de desarrollo. Apenas llegará a constituirse en una biblioteca espiritual con piernas.

Otro peligro. Ser pastor pero no ser maestro. No se le da sentido a lo que pasa. La gente es atendida, la gente es restaurada, pero la gente no logra articular lo que sabe en su propia vida, con un sentido de utilidad. Bajo esta imagen, si bien consideramos que Dios nunca quiso que los ministerios habitaran individualmente, sino colectivamente, él diseñó esta cooperación en los ministerios, cuando cualquiera de ellos se desenvuelve solo, van a darse cuenta ustedes que carecen de muchas cosas. Y cuando digo cualquiera de ellos, no dejo fuera al apostólico. Cualquiera de ellos, aún el apostólico. No abastece para todo lo que es una iglesia sana, una iglesia con propósito, una iglesia establecida en una plataforma de estabilidad. No se da, porque Dios los diseñó juntos. Por eso no es correcto referirse a LOS ministerios quíntuples, sino AL ministerio quíntuple. Es un solo racimo de esta vid con cinco uvas.

Muy bien: todas las recomendaciones que hemos hecho con respecto a los dos ministerios desarrollados hasta aquí, deberán aplicarse al que sigue: El Ministerio Evangelístico. Tiene que quedar más que claro que ni estamos priorizándolos a unos sobre otros, ni dándoles una jerarquía superior a uno sobre los demás, aunque miles y miles nos digan que se está haciendo así. Simplemente, la idea es hablar un poco de cada uno de ellos, como parte integral de lo que en suma, será un equipo, ese ejército que anteriormente te mencionaba antes de dedicarme al primero, única manera que veo para derrumbar al sistema religioso. Quiero, antes de compartirte algunas características del evangelista, considerar que creo que este es uno de los ministerios más amados. Habrás advertido que los dos de los que estuvimos hablando, tienen algunas connotaciones que determinan que por allí tengan roces con otros. El evangelista es amado y, prácticamente, no tiene oposición alguna dentro de las estructuras eclesiásticas. Su guerra, aparentemente, es con el afuera, con el mundo secular, con los impíos. Y con los demonios, obviamente.

Sin embargo, y pese a todo lo que termino de decirte, ahora debo añadir que es uno de los ministerios que más ha perdido su forma. Es uno de los ministerios más prostituidos, si es que me permites una expresión que no es para nada agradable, tanto que en estos tiempos, muy difícilmente podamos hallar ministerios evangelísticos genuinos. Porque la gran mayoría de ellos se han comercializado, se han vulgarizado. Además, han sido usados para revitalizar ese sentimiento que nos lleva a suponer que en verdad, estamos ganando las naciones, pero sin fruto ni consistencia a largo plazo. Asimismo, es un ministerio para con el cual todos creen sentirse con derecho a modelarlo. Por esa causa es muy difícil observar a dos ministerios evangelísticos que trabajen iguales. Porque todos se sienten con derecho y libertad de poner sus manos en ese ministerio y cambiar, poner y sacar como mejor les parece.

Tanto es así que, en la práctica, hoy día, y si bien es uno de los ministerios más amados, es uno de los que ha estado vigente muchísimo tiempo. Pero, pese a ello, hoy es uno de los menos eficaces. Porque, si tomamos dos perfiles del evangelismo, que son el evangelismo masivo y el evangelismo personal, cualquiera de ustedes puede darse cuenta que el que menos resultado ha dado es el evangelismo masivo. ¿Por qué causa? Básicamente, entiendo que por la consolidación de los creyentes. Esa es, a mi entender, la crítica constante. Porque es mucha la gente que critica y censura el hecho de que no se puede mantener, consolidar y sostener a los que se han ganado en una campaña, que hace perder de vista algo mucho más profundo que esto, y es que por ser tan diluido el mensaje evangelístico de las campañas masivas, nadie puede asegurar que como resultado, verdaderamente se haya ganado algo.

Yo estaba recordando, por ejemplo, que cuando Pedro predica, es una verdadera explosión de evangelismo masivo. Sin embargo, cuando estuvieron con Jesús, era más bien un evangelismo personal. Lo del Libro de los Hechos, a todas luces, evidencia ser evangelismo masivo, pero estuvo tan delineado, tan potente, que la gente que entró por esas puertas maravillosas, indudablemente se quedó. Y eso nos lleva a este análisis. Cuando el evangelismo está bien hecho, aunque luego no exista un buen proceso de consolidación, la gente que nace de nuevo, ¡Nace de nuevo! Cuando el evangelismo llega demasiado diluido, en cambio, la gente va a necesitar de muchísimas prótesis para poder sostenerse y perdurar. Y allí empiezan los cruces de culpabilidades. ¡Es que no los seguimos! ¡Es que no los atendimos! Mira, cuando alguien nace realmente de lo alto, va a buscar la vida por el camino que sea.

Claro que cuando la persona no nació genuinamente de nuevo, entonces sí necesita un seguimiento, una atención personalizada y, hasta una actitud de promoción. Lleva dos por el precio de uno, compre ahora y pague el mes que viene. Más o menos ese es el estilo. Y partiendo de esta clase de base, ahí sí te puedo decir, que el ministerio del evangelista, si no es el más devaluado de los cinco, está compitiendo cabeza a cabeza con algún otro para serlo. De allí que quiero mostrarte algunos rasgos que encontramos en la Palabra en referencia al ministerio evangelístico. Por ejemplo: una característica que prevalece en este ministerio, es la fe. Porque no nos engañemos, lo que hace evangelista a un evangelista, es el don de fe que tiene. A todas luces es lo que más utiliza para poder proyectar su trabajo ministerial.

Además, tiene una especialidad visible: el entendimiento de los tiempos. Él sabe perfectamente que no puede cosechar, a menos que el trigo esté maduro. Y esto nos toca a todos. Probablemente tengamos algunos huecos, todavía, como por ejemplo con el ministerio apostólico. Porque si venimos de una iglesia tradicional, es más que obvio que no hemos estado rodeado de apóstoles, precisamente. Pero díganme en qué iglesia no se ha hablado de evangelismo. En qué iglesia no hemos llevado a cabo actividades evangelísticas. ¿En qué región o ciudad del planeta no se han reunido los pastores del lugar a diagramar una compaña de varios días con la presencia de un evangelista? Esto es algo que lo hemos visto desde siempre.

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marzo 12, 2022 Néstor Martínez