Claves para la Destrucción de Fortalezas

Cuando apareció en el seno de las congregaciones la denominada “Sanidad Interior”, surgieron en conjunto, algunos aspectos relacionados con ella que, para sorpresa de muchos, sí que figuraban en la Biblia.

Porque, convengamos, esa supuesta “sanidad” no dejó de tener detractores. Algunos, con llamativa furia, no dudaron en catalogarla como “una expresión diabólica”. Y así lo hicieron saber públicamente desatando, obviamente, duras y enconadas polémicas y debates.

Mi opinión personal no interesará demasiado, ya que lo único que realmente bendice su vida es la opinión de Dios escrita en la Biblia, pero creo que es válido dejar una pequeña reflexión emparentada con esa llamada “Sanidad Interior”, que es como decir: Sanidad del Alma.

¿Es necesaria, en el siglo veintiuno, la sanidad del alma herida? Sí, lo es. Las congregaciones están repletas de gente lastimada, herida y hasta destruida por causa de hechos vividos en algún momento de sus vidas que aún no han podido resolver.

¿Es bíblica la sanidad del alma? Los que apuestan a que sí, lo hacen desde la interpretación del texto que habla de dones de sanidades. Dicen que si son “dones” y no un don, y habla de “sanidades” y no de sanidad, es porque hay más enfermedades que las físicas.

Sin embargo, en ninguna parte de la Biblia se lo encuentra a Jesús practicando lo que nosotros denominamos como “El Ministerio de Aconsejamiento”, dando a entender con eso que a Él, el alma no le preocupaba ni le quitaba el sueño en absoluto. Él apuntaba al espíritu del hombre.

¿Es que Jesús era un desalmado para con el dolor ajeno? En absoluto. Lo que Jesús sabía, (Y eso era exactamente lo que enseñaba), era que si el hombre entregaba totalmente su vida a Dios, Él se ocupaba de todos sus problemas. Así funcionó entonces, así funciona todavía ahora.

¿Entonces que? Entonces los llamados cristianos de este siglo veintiuno, todavía no se han decidido a obedecer al Señor y escatiman su vida. La entregan parcialmente sin darse cuenta que, de ese modo, sólo pueden ser bendecidos parcialmente.

Si el hombre es lleno del Espíritu Santo, el hombre no necesita sanidad del alma, ya que su alma está sujeta al Espíritu Santo que mora en el espíritu del hombre. Si el hombre es pleno en el Espíritu, el alma ha sido crucificada. Y lo que está muerto no necesita sanidad.

Pero el hombre no está lleno del Espíritu, entonces el hombre necesita de ese “ministerio”. Y dentro de lo que ese “ministerio” realiza, encontramos un elemento de batalla que sí es bíblico: las fortalezas. Qué cosa son y como vencerlas o destruirlas, es lo que deseo compartir en este trabajo.

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enero 1, 2015 Néstor Martínez