Estudios » Crecimiento

Leyes Inmutables

De lo que voy a hablar aquí, créeme que se ha enseñado muy poco. No puedo decirte si es porque falta información o porque falta poner por obra. ¿Cuánto hace que no oyes un estudio o predicación que te enseñe como andar en el Espíritu? Es más: ¿La has oído alguna vez?

Estamos saturados de prédicas que describen el pecado, que muestran nuestros problemas de conducta, que nos muestran nuestras imposibilidades, pero es bastante extraño encontrar prédicas o enseñanzas que nos enseñen a vivir en el espíritu.

Por tal razón, tanto enfocarnos en el alma, empezamos a perder de vista lo que realmente es importante: enfocarnos en el Espíritu. Y de allí hasta hoy, en todo este último tiempo, ¿Cuánto nos ha enseñado el Señor respecto al espíritu del hombre?

Nos ha enseñado a entender tantas cosas, y principalmente a saber por qué somos como somos. Vemos Mateo 25. El Señor viene con un Reino, y como todo Reino, este también trae leyes. Él nos plantea varias leyes, pero yo voy a limitarme a cuatro de ellas. Hay más, pero aquí veremos estas.

En primer lugar, tienes que tomar conciencia de lo que es el concepto de una ley. Si tú cometes un delito, muy difícilmente la ley venga y te pida por favor que entiendas que estás delinquiendo. Por el contrario, la ley te dice que eso es delito y allá vas tú, adentro de las cuatro paredes de una celda.

O sea que una ley no viene a insinuarse ni a negociar contigo, una ley viene y se impone. Entonces Jesús te dice que ha venido, y a renglón seguido te muestra una serie de leyes. Y te reafirma el principio de que, si tú vives conforme a esas leyes sí o sí, entonces no podrás ser tocado.

Por ejemplo te dice en Mateo 6: Busca el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será añadido. Escucha: no te dice que busques algunas cosas, y dejes otras por ahí, no. Dice que busques primeramente el Reino y todo lo demás te será añadido.

O sea: las leyes del Reino son absolutas. No te dan ninguna chance de negociar. Y estas cuatro leyes a las que me voy a referir son, yo creo, las que más afectan la vida de un cristiano. Veamos la primera. Podemos llamarla La Ley del Uso.

En Mateo 25 hay una parábola muy larga que explica esta ley. No la voy a leer completa. Voy a ver el verso que yo entiendo es el más importante de todos, que es el verso 29. Sin embargo, primeramente te voy a leer el 14 para que entiendas lo otro.

(Mateo 25: 14) = Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.

(15) A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.

Así es como comienza esta parábola, ¿Verdad? Puedo asumir que todos la conocen y no quiero cansarte leyéndola completa. Puedes leerla completa tú y luego retornas y hablamos, si es que no te la sabes.

(Verso 29) = Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

O sea que la Ley del Uso, significa esto: que lo que tú no utilices de Dios, lo vas a perder. Así como suena, sin quitarle ni añadirle. Lo que tú no usas, lo pierdes. ¡Pero es que yo lo amo mucho! Culpable. ¡Es que por allí se gasta! Culpable. Lo que tú no usas, lo pierdes.

Eres un adorador. Dios te da un tazón con incienso; ese es el sello del adorador. No es un instrumento, es un tazón con incienso. Ese es el sello del adorador. Si dejas de usar eso, viene el Señor y te lo retira. Lo que dejas de usar, se pierde.

En principio, cuando Dios te llamó a ti, llamó a mucha gente contigo. Y esto es definitivamente cierto, doy fe personal de ello. La palabra que yo escuché, me impactó y produjo en mí el despertamiento suficiente como para comenzar a ser útil, fue escuchada por centenares más.

A mí me produce tremenda desazón cuando hoy, a casi veinte años de eso, hay gente que me escribe para felicitarme porque dije algo que ya fue dicho hace más de veinte años por otra persona a la cual yo escuché conjuntamente con el que me termina de escribir. ¡Y él en la primera fila y yo allá lejos, peleando con el cascoso audio de aquellos bafles baratos.

A mí no me caben dudas que en el momento en que yo recibí algunos dones que hoy me permiten ministrar aquí, muchos otros los recibieron conmigo. ¿Y qué pasó? Que como no pudieron, no supieron o no quisieron ponerlos en práctica, Dios finalmente se los retiró.

¿Pero no era que los dones son irrevocables? Sí, pero hasta que el pecado te alcanza. ¿Y esa gente anduvo pecando? ¡Claro! ¿No es pecado grave la incredulidad y la desobediencia juntas? Lo que no usas, se te retira.

Por eso, cuando un hombre o una mujer tremendos de Dios pasan a Su presencia, dejan esta vida, es indudable que al igual que Elías, su capa, su unción, queda allí, para ser tomada por otro continuador. ¿Cómo invertiría Dios durante cuarenta años una capacitación para alguien si luego no va a quedar su esencia en otro? ¿Se justifica que tenga que enseñarle de cero a otra persona?

Tomemos como ejemplo a un salmista. Un adorador. Cuando te dice Dios: “Tú eres mi salmista”, no es para que tú digas: “¡Huau! Me dijo que soy su salmista!” Es para que te des cuenta que te acaba de dar un lugar en el cuerpo. Cuando viene un ministerio, a lo que viene es a situarte en un lugar del cuerpo.

El día que yo supe que mi Señor me levantaba como maestro de Su palabra, empecé a pensar qué iba a hacer yo entre un grupo de personas que creían fielmente que el estudio de la palabra era exclusivamente un asunto intelectual.

Supongo que lo que voy a decir ahora podrá sonarte un poco fuerte, pero eso no impide que sea cierto. Yo sé que un verdadero ministerio del Señor, lo primero que produce es una separación tuya de una gran parte del cuerpo.

Ahora bien; somos uno en el Espíritu, eso dice Jesús en Juan 17. Pero resulta ser que nosotros entendemos unidad como andar todos en un mismo grupo, haciendo todos lo mismo y hasta bebiendo la misma gaseosa o jugo y comiendo las mismas hamburguesas.

Eso no es posible. Si estás en la línea de ataque, en ministerios de guerra, no vas a poder ser demasiado simpático a los que andan en ministerios plenos de amor, evangelistas, pastores. Sin embargo, el punto está en que no todos hacemos todo. Unos pelean, otros no pelean. Unos enseñan, otros no enseñan.

El ministerio que profesas, es el que te proporciona la exacta ubicación en el cuerpo. Te reúnes con los afines y no te reúnes con los que no son afines. Hermanos amados, pero no aliados puntuales. Por eso no tiene tanta importancia lo que el cuerpo haga por ti, sino lo que tú le aportas al cuerpo.

Te doy un ejemplo. ¿Tú crees que yo no valoro, por ejemplo, el enorme trabajo que algunos ministerios evangelísticos llevan adelante en distintos lugares del mundo? ¡Claro que los valoro! Pero eso no significa que haga alianza con ellos, no es mi llamado ni está allí mi trabajo. Son distintas expresiones de un mismo cuerpo. Dios los bendiga, pero yo busco a gente afín con mi llamado. Es la mejor forma de ser más efectivo.

Se ha dicho y enseñado siempre que tú debes quedarte para siempre en la iglesia local donde te entregaste a Cristo, y no es así. Porque; si tú tienes un llamado para trabajar con niños, por ejemplo, y esa congregación no tiene ninguno, ¿Para qué seguirías en ella?

¿Por qué? Porque si yo dejo de hacer lo que debo hacer, lo voy a perder. Yo sé que te sigue dando vueltas por la cabeza ese verso que dice que los dones y llamamientos son irrevocables, pero créeme que eso concluye ante el pecado de desobediencia o de incredulidad. ¿O no has visto a gente que en su momento rechazó un ministerio y luego cuando se arrepintió y quiso tomarlo se encontró con que Dios le dijo que ya no lo necesitaba?

Y si bien el proceso de seleccionar a gente joven para los mejores trabajos es un rudimento secular y mundano, dentro del servicio al Señor tiene alguna clase de correlato. No soy el mismo yo, hoy, con algunos años más vividos, que hace veinte años atrás cuando comencé este camino. Es cierto, tengo más sabiduría y experiencia, pero me canso un rato antes que hace veinte años.

Aquí es donde se aplica la sabiduría que Salomón expresó en Eclesiastés: todo tiene su tiempo. Por eso no es ni necio ni ocurrente que se busque casi con desesperación que los más jóvenes entiendan lo que verdaderamente es ministrar al Señor y no a cuatro o cinco ociosos de domingo.

Y a eso lo sabe muy bien el enemigo. Mientras nosotros decimos incluso en seminarios dedicados al respecto, que un joven comienza a ser útil en la iglesia recién a partir de los veinticinco o treinta años de edad, el diablo se lleva a los niños con sus dibujos animados, sus tentaciones sexuales y todo eso que hoy por hoy está descalabrando familias enteras y, como lógica consecuencia, iglesias enteras.

¿Qué quiero decir, entonces, con la Ley del Uso? Que a todo lo que Dios te ha dado, si lo dejas de usar, lo vas a perder. No importa lo que sea. Tienes que saber algo: todos los que estamos en esta Web, de un lado y del otro, y todos los que conformamos la iglesia de Jesucristo, hemos recibido dones.

Porque Dios no hace acepción de personas en eso. Dice, incluso, que el Espíritu no se da con medida. Él ha dado mucho. Te pone al frente y te dice que cantes con esa maravillosa voz que tienes. ¿No quieres hacerlo bien? Dios te va a quitar ese talento; cómo no lo sé, pero te lo va a sacar.

Te envía a enseñar. ¿No quieres enseñar bien? Ni los perros te van a oír. Y así de manera indefinida para todo. ¡Y es algo que la gente no entiende, créeme! Por eso es que dice que todo lo que hagamos, hagámoslo como para el Señor.

Hagámoslo con toda la disposición de nuestra vida, porque no es cuando uno quiere, sino cuando Dios tiene misericordia, ese es el punto. La Ley del Uso es vital.  Y por eso choca casi violentamente con una ley del alma: la timidez.

Porque está comprobado que es mucha la gente que, por causa de su timidez, no usa lo que Dios le dio. Entonces, aquí tienes dos leyes en conflicto. Por un lado, tu alma te dice que no puedes, y te hace temblequear todo cuando debes sacar para afuera eso de Dios que tienes.

Pero hay una Ley que te dice que si no lo usas, lo pierdes. ¿Qué harás? ¿Cómo decides? Te dedico Hebreos 11: es la fe la que te ayuda a usar lo que Dios te dio. Aun cuando tú te sientas tremendamente incapaz de hacerlo.

Porque lo que Dios te pide, no es que te capacites. Él toma a alguien y le dice: vas a cantar. Y el otro pobre hermano pega un salto y le dice: ¡Señor! ¡No he cantado en mi vida! ¡Ni en la ducha me atrevo a cantar! Pero yo he puesto un don de canto en ti, úsalo.

Y allí se queda pensando: ¿Será así? ¿Es así como funciona esto? Sí, doy fe personal; es así. Lo hizo conmigo. ¿Maestro yo? ¡Ni Juan 3:16 podía memorizar! ¡No me gustaba la Biblia, me aburría! Cuando dejé mi mente intelectual y decidí usar los dones espirituales, ahí funcionó. ¡Pero tuve que creer!

Alguna vez me sucedió a mí, así que no sería extraño para nada que en cualquier momento te ocurra a ti, si es que ya no te ha pasado. Dios te envía a hacer algo para lo cual, en apariencia terrenal, tú no tienes ni la menor capacidad ni habilidad.

Entonces tú, ¿Cómo reaccionas? Primero, tratando de modificar la orden de Dios, procurando derivarla a otra persona o corriéndola de momento o lugar. Hasta que llega el instante de la gran decisión: o haces lo que Dios dijo y tienes victoria en Él, por Su poder, o no lo haces y pierdes tus dones.

¿Ustedes creen que Jesús conocía el corazón de Pedro y los demás discípulos? Sin embargo, pese a ello, Él delegó y les dio todo esto. Aun cuando sabía que Pedro no iba a administrar muy bien todo esto. No era el punto. El punto era que era una ley necesaria. Si tú te das cuenta, esto está muy ligado a la obediencia.  Segunda ley: La Ley de la Reciprocidad.

(Mateo 7: 12) = Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esto es la ley y los profetas.

Esto encuentra su sinónimo en la declaración que Pablo hace y escribe, respecto a que todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará. Esta Ley de Reciprocidad, se va a cumplir sí o sí. Cómo tú quieras que te traten, así trata a los demás.

“¡Es que nadie me presta atención!” Bueno, de acuerdo, pero comienza haciéndolo tú con los demás. Lo que uno siembra, lo va a cosechar, es un principio de Dios. La Ley de la Reciprocidad. Esto se aplica en los matrimonios, por ejemplo; hay tanto egoísmo que uno quiere que le den, pero no quiere dar.

Y es algo curioso, pero me decían hermanos que han trabajado en consejería matrimonial, que cuando los oyes discutir por nimiedades, parecen niños en lugar de esposos. Eso se aplica en todos los terrenos.

¿Quieres misericordia? Entrega misericordia. ¿Quieres fidelidad? Se fiel. Son principios de Dios. ¿Qué hace el mundo? Si ve, da. O sea: primero veo, y luego doy. ¿Qué hacemos en Dios? Al revés. Aunque no vemos nada, debemos dar. Tercera ley: La Ley de la Perseverancia.

(Mateo 7: 7) = Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

¿Ahora quieres que te lo diga puntualmente como lo dice en el griego original? Continuad pidiendo, y se os dará; continuad buscando, y hallaréis; continuad llamando, y se os abrirá. ¿Saben cuál es uno de los problemas hoy día? Que todo es microondas, que todo es light, que todo es instantáneo.   

Quieren unción delivery. Si es posible como en los centros de comida rápida, recibir unción arriba del automóvil, para perder menos tiempo. ¡No puedes egresar del quinto año secundario si todavía estás cursando el primario!

No se puede traspasar la unción. Hay una medida que llega cuando la persona está preparada para recibirla, ni antes ni después. Todo forma parte de un proceso. Porque en la medida que viene la revelación, también tu espíritu se expande, ¿Verdad?

La fe también funciona así. Terminas siendo un gordito espiritual lleno de fe, unción, gracia y sabiduría. ¿Y cómo se hace para pasar lo que ese gordito tiene a ese flaco que ni espacio para recibirlo tiene?

¿Cuál es el camino para conseguir algo? Búscalo. ¡Es que no lo conseguí! Síguelo buscando. ¡Pero es que no lo encuentro! Síguelo buscando. ¿Pero cuánto tiempo? ¡Hasta que lo tengas! ¡Pero es que no lo veo! Escucha hermano: hay dos opciones: o no estás buscando bien, o Dios te mintió.

Porque aquí dice que si tú vas a buscar, vas a encontrar. Así que es momento de que tú decidas en qué crees. ¡Es que hace años que busco! De acuerdo, pregúntale a Abraham. Es así, la gente hoy no quiere pasar por el tiempo de la espera, de búsqueda y de espera.

Lo que sube rápido, también baja rápido. Lo que se construye y va subiendo por etapa, se mantiene en alto. Este punto es vital. ¡Es que yo he orado porque no quiero ser así! Ajá, ¿Has orado? Tiempo pasado. Síguelo haciendo. Sigue orando. ¿Pero hasta cuándo voy a orar? ¡Hasta que lo tengas!

Es un asunto de no desmayar, de no aflojar. Que Dios te encuentre pidiendo lo que realmente estás buscando. Por eso en los templos cuando alguien dice en el frente que los que quieran recibir tal o cual cosa que pasen al frente, en dos segundos se le llena la plataforma.

¿Qué pasaría si en lugar de decirlo así, dijeran que todos los que van a buscar y a orar por algo durante todo un año, y recién lo van a recibir el año próximo que pasen al frente? ¿Se llenaría otra vez la plataforma? No, ¿Y sabes por qué? Por comodidad.

Son ironías bastante raras. Hay procesos que la gente tiene que entender. Uno de ellos es que con el tiempo, la práctica hace al maestro. Golpea, golpea y golpea. Que Dios te dé paciencia china. ¿Tú sabes que los chinos son bien pacientes, no?

No es un mero dicho, dentro de la cultura china, se honra la paciencia. En cambio nosotros, aquí vivimos bien acelerados. Y eso que nuestros países latinoamericanos, en algunos casos todavía andan dentro del nivel y la calidad de no desarrollados. O peor, sub-desarrollados. Y no estoy promocionando a Buda, estoy describiendo a los chinos en su idiosincrasia.

Pero hay países que pertenecen al llamado Primer Mundo que ni quieras imaginarte al ritmo diario que anda su gente. Necesitamos fe, confianza y perseverancia. Porque estamos más que lejos del modelo de David, ¿No te parece?

La pregunta, entonces, es: ¿Cómo se nivela esta ley con esta ley? En principio, no debes esperar que alguien con jerarquía te invite a utilizar tus dones. No es obligación que lo hagas delante de público, con fiesta y oropeles. Puedes usarlo un día cualquiera en tu casa, ante una situación que lo demande.

Pero existe un problema: la gente cada día tiene menos perseverancia, nadie quiere esforzarse por nada, todo el mundo anda buscando conseguir las cosas gratis, sin trabajo. Es un asunto de disposición. La tienes o no la tienes para buscar las cosas de Dios.

¿Por qué el Señor, cuando dijo a los quinientos, cuando está subiendo, que esperen en Jerusalén, porque después solamente ciento veinte reciben la promesa diez días después, si habían sido más de quinientas las que habían recibido la instrucción?

¿No te parece que si Jesús te dice que esperes en Jerusalén, tú deberás esperar en Jerusalén? ¿Qué es lo que no entendiste? Si te dice que esperes en Jerusalén, ¡Pues entonces espera en Jerusalén! Sin embargo, diez días después, apenas queda una quinta parte del grupo.

Ahora especulemos. ¿Qué podrá haber pasado con esos trescientos ochenta y tantos? ¿Se aburrirían? ¿Habrán aparecido otras prioridades? Mira; no te podré decir jamás que la salvación se gana con perseverancia, pero sí puedo asegurarte que con perseverancia se consiguen victorias. Por eso es que Pablo dice que no te canses de hacer el bien. Cuarta ley: La Ley de la Unidad.

(Lucas 11: 17) = Más él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae-

(18) Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿Cómo permanecerá su reino? Ya que decís que por Belcebú echo yo fuera los demonios.

Vamos a ponernos en perspectiva. Un grupo de guerreros sale a tomar una montaña que vamos a llamar “La Gran Montaña”. Y ahí suben los hermanos por la madrugada con todo su arsenal espiritual porque van a enfrentar al diablo.

Pero estando arriba, el líder dice que deberán orar y luego ir a una cueva que, según aclara, es la cueva del diablo. Pero aclara que solamente podrán entrar los hombres, cosa que de inmediato, se gana el inconformismo y el desacuerdo de las hermanas mujeres.

Podría ser que el líder no esté equivocado, o sí, pero por un simple concepto de unidad, entendiendo que ningún reino dividido permanece, deberán buscar sí o sí la manera de consensuar algo que esté en un mismo sentir con todos.

No interesa ya quien está acertado ni quien está equivocado, pero a causa de esta ley, sólo resta decir amén y hacer aquello que cuente con la mayoría. Porque mi parte en el Reino no es hacer que tú hagas lo correcto. Mi parte en el Reino, es hacer yo lo correcto. Y lo correcto, en este caso, es mantener la unidad.

Porque en el momento en que perdemos la unidad, somos vulnerables como equipo. Pero a veces hay tanto egoísmo en el corazón del hombre, que quiere tener la razón aún a costas de romper la unidad. Y atención con esto: no estoy hablando de iglesia ni de doctrina, estoy hablando del cuerpo de Cristo en la tierra.

Pero hermano… ¿Usted me está diciendo que yo debo aceptar cualquier cosa que se me ordene desde la superioridad, para no producir divisionismo, aunque lo que se me ordena sea inconcebible? Sí, pero con un límite preciso y claro: cuando lo que te digan vulnere la palabra de Dios, desobedeces a quien sea. Porque es menester obedecer a Dios antes que a los hombres.

Lo que debemos entender, es que Dios requiere que mantengamos un espíritu de unidad en todo lo que hacemos. Jesús sabía eso. “Señor, allí andan algunos que están predicando nuestro mismo evangelio, pero no son de nuestro grupo. ¿Cómo es posible? ¡Manda fuego que los achicharre!”

Qué respuesta tan terrible les dio Jesús cuando les dijo: Ustedes no saben de qué espíritu son. A ustedes no les ha amanecido ni siquiera quien soy yo.  Yo no he venido para condenar al hombre. El que conmigo no recoge, desparrama.

Aunque ellos no estén conmigo, están haciendo lo mismo que nosotros, ¿Cuál es el problema? Pablo lo vivió con los de Corinto. “¡Pablo! ¡Algunos están predicando por pura bronca, porque tú no les caes bien, entonces van y predican!”

¿Y qué dijo Pablo? Algunos predican por contienda, otros predican por envidia, otros por dinero, pero ¿Sabes qué? No importa, la cosa es que Cristo sea predicado. ¿Duele un poco, verdad? A mí me pasa permanentemente, escuchando algunas cosas que me dan deseos santos de comerme a la parrilla un predicador. Pero lo importante es que Cristo sea predicado…

¿Preferirías que haya allí alguien leyendo el Tarot? A veces es mejor un cristiano con centenares de fallas, a un satanista llevándose gente engañada al infierno. ¿Qué dice Pablo? ¡Por eso es que Pablo nos golpea bien fuerte!

Porque el remedio para Pablo, es bien fácil. Sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, todos son nuestros. O sea que Pablo tiene un concepto de cuerpo. Es fácil mantener el concepto de unidad, cuando tú tienes un concepto de cuerpo.

Estas cuatro leyes, derogan un montón de otras leyes que cada uno de nosotros hemos respetado quizás hasta hoy. ¡Es que me falta compromiso! Haz todo con perseverancia. ¿Y dónde se logra eso? En la vida diaria, no hay universidades capaces de enseñar perseverancia.

(1 Reyes 15: 11) = Asa hizo lo recto ante los ojos de Jehová, como David su padre.

(Verso 13) = También privó a su madre Maaca de ser reina madre, (Ahí está el espíritu de la Reina del Cielo, fíjate), porque había hecho un ídolo de Asera. Además, deshizo Asa el ídolo de su madre, y lo quemó junto al torrente de Cedrón. (Creo que te das cuenta que este hombre, Asa, fue un tremendo varón de Dios, que dice que limpió los lugares altos de Jerusalén).

(2 Crónicas 16: 1) = En el año treinta y seis del reinado de Asa, subió Baasa rey de Israel contra Judá, y fortificó a Ramá, para no dejar salir ni entrar a ninguno al rey Asa, rey de Judá.

(2) Entonces sacó Asa la plata y el oro de los tesoros de la casa de Jehová y de la casa real y envió a Ben-adad rey de Siria, que estaba en Damasco, diciendo: (3) haya alianza entre tú y yo, como la hubo entre tu padre y mi padre; he aquí yo te he enviado plata y oro, para que vengas y deshagas la alianza que tienes con Baasa rey de Israel, a gin de que se retire de mí.

(4) Y consintió Ben-adad con el rey Asa, y envió los capitanes de sus ejércitos contra las ciudades de Israel; y conquistaron Ijón, Dan, Abel-maim y las ciudades de aprovisionamiento de Neftalí.

(5) Oyendo esto Baasa, cesó de edificar a Ramá, y abandonó su obra.

(6) Entonces el rey Asa tomó a todo Judá, y se llevaron de Ramá la piedra y la madera con que Baasa edificaba, y con ellas edificó a Geba y a Mizpa.

Este rey, que había sido un hombre que hizo lo recto, en cierto momento se ve sitiado por un rey llamado Baasa, y lo que él hace es pedir ayuda. Manda oro y plata que saca, dice, del arca del templo. El hombre viene, el rey lo ayuda, y es librado. Hasta ahí todo está bien.

(7) En aquel tiempo vino el vidente Hanani a Asa rey de Judá, y le dijo: por cuanto te has apoyado en el rey de Siria, y no te apoyaste en Jehová tu Dios, por eso el ejército del rey de Siria ha escapado de tus manos.

(8) Los etíopes y los libios, ¿No eran un ejército numerosísimo, con carros y mucha gente de a caballo? Con todo, porque te apoyaste en Jehová, él los entregó en tus manos.

(9 Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él. Locamente has hecho en esto; porque de aquí en adelante habrá más guerra contra ti.

(10) Entonces se enojó Asa contra el vidente y lo echó en la cárcel, porque se encolerizó grandemente a causa de esto. Y oprimió Asa en aquel tiempo a algunos del pueblo.

¡Miren qué tremendo! Un hombre lleno de Dios, que derriba los altares de Baal, confronta a su madre, que es algo que la enorme mayoría de los hombres no harían. Confrontó a los espíritus de su madre, los quebranta.

Pero cuando se ve situado, pide ayuda a un rey que no era el Señor. Viene un vidente, (Así les llamaban por esos entonces a los profetas, nada que ver con ocultismo), y le dice que ha hecho mal. Y entonces él, en lugar de oírlo, lo mete en la cárcel.

(11) Más he aquí los hechos de Asa, primeros y postreros, (¿Por qué dice primeros y postreros, si los primeros fueron muy buenos, mientras que los postreros fueron de terror?) están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel.

(12) En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos.

Se enfermó de los pies, no podía sostenerse, no podía mantenerse firme. ¿De dónde vino la enfermedad? Muchos creen que Dios la permitió para ayudarlo, pero ¿Qué es lo que hizo él? No buscó a Dios, sino que fue a buscar a los médicos.

(13) Y durmió Asa con sus padres, y murió en el año cuarenta y uno de su reinado.

¿Cómo puede un hombre haber empezado tan bien, y terminar tan mal? Analicen el proceso de su caída, es para escribir un libro. En primer lugar, se atemorizó. Vio aquel ejército y se llenó de temor. Era un hombre que tenía un concepto más que claro de Dios. ¿Por qué se atemorizó?

Él ya había tenido muchas batallas, antes. Y Dios siempre lo bendijo con la victoria. Asimismo, hay mucha gente que empieza bien en un ministerio, y termina mal. En segundo lugar, se apoya en el hombre. En el momento en que tú te apoyas en el hombre, caes bajo maldición. La palabra dice: maldito el que confía en voluntad de varón.

Debe haber confianza entre los hermanos, siempre; pero tu confianza final siempre tiene que estar en Dios. Los hombres fallan. Fallamos. En tercer lugar, debes tomar recursos, debes tomar cosas que le pertenecen a Dios.

Hay cosas que están en tu vida, que sólo son de Dios. Te doy un ejemplo más que claro: tu admiración, sólo debe ser para Dios. Sin embargo, es mucha la gente de iglesia que con suma facilidad empieza a admirar al mundo.

Tu tiempo, también es algo que le pertenece a Dios. Tu deleite. Hay cosas que nos gustan. Saca de las arcas del rey, el Señor, y con eso paga. Ni siquiera era una alianza de amistad. Él compra la ayuda. Le manda oro y plata, y luego le dice: “¡Mira; te he mandado esto; ahora ven y ayúdame!”

Y en último lugar, cuando escucha la exhortación de Dios, elige quedarse con el envase en el que llega, y decide no reconocer que se ha equivocado. Qué diferente la reacción de David, ¿Verdad? Cuando está el profeta Natán frente a él, ¿Recuerdas el relato?

En cambio Asa hace dos cosas negativas ciento por ciento delante de Dios: primero, encierra a su profeta en la cárcel, y en segundo lugar, va y oprime al pueblo. ¿Cuáles son las consecuencias de eso? Toda tu vida tendrás guerras.

Así le dijo el profeta: tus guerras no acabarán. ¿Y cómo termina su vida? Sin poder mantenerse en pie. ¿Qué significativo, verdad? Y ni estando así busca a Dios; busca a los médicos. ¿Te das cuenta? Lo que él tenía, lo perdió. Lentamente.

El hecho de que ahora tú estés allí, del otro lado, oyéndome, no significa que puedas estar allí mismo dentro de un año. ¿Cómo aplico la ley del Espíritu? ¿Cómo empiezo a desarrollar y a moverme en el Espíritu? ¿Cómo podemos lograr que esta esfera comience a ganar terreno y crecer en nosotros?

En la carta a los Hebreos, en el capítulo 12, hay una profunda reflexión que hace el autor, ese que para una gran mayoría es anónimo o desconocido, y que para algunos menos se trata de Pablo, que yo quisiera que hoy tomemos para nosotros.

(Hebreos 12: 7) = Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿Qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? (¿Sabes qué? Parte de la disciplina es tener la valentía de decirle “no” a los hijos en algún momento necesario. Porque no es símbolo de amor el abandono de decir que sí a todo).

(8) Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. (¡Madre mía! ¡Qué fuerte que es este verso! Escucha: la disciplina, lo que busca es perfeccionar un área que es imperfecta. No busca destruirnos.)

(9) Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al padre de los espíritus, y viviremos?

Ahí está la clave; él es padre de los espíritus. ¿Qué quiere decir esto? La única manera de aceptar de buen grado la disciplina de Dios, es en la esfera del espíritu. Porque en la esfera del alma, parece castigo. Tomas algo con tu alma, te enojas y te vas. Lo tomas con tu espíritu y dices ¡Amén Señor!

Porque Él disciplina a los espirituales. ¿Y quiénes son los bastardos? Los que nosotros conocemos como almáticos. Los que viven en la esfera de gobierno del alma. Dios no reconoce como hijos a los que viven en la esfera del alma.

¿Por qué? ¡Porque va en contra de su naturaleza! Por eso dice: Padre de los espíritus. Dios ES Espíritu. Es por eso que algunos van a llegar a los cielos, pero no lo harán como hijos, lo harán como siervos. Y no estoy hablando de salvación, ¿Eh?

Así como algunos van a llegar como novia. Pero si tú vas a Apocalipsis, la novia es una: la que baja. Pero otros son los invitados. ¿Y quiénes serán los invitados? Porque resulta que no todos se casan con el Cordero. Y eso es contrario absolutamente a todo lo que te han enseñado, estoy seguro. No todos se casarán con Él. O sea que entras en otra categoría: los vencedores y los salvos por fuego. Espero que tú seas de los vencedores.

(10) Y aquellos (Se refiere a nuestros padres terrenales), ciertamente por pocos días nos disciplinaban  como a ellos les parecía, pero éste (El Padre de los espíritus), para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. (Todo lo que ustedes han mencionado, es opuesto a la santidad. Por eso, no podemos decir que Dios nos quiere así. ¡No nos quiere así!)

(11) Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.

¿Así que entonces resulta que debemos ser ejercitados en esto? Sí. Dice “fruto de justicia”. La disciplina nos introduce a la vida del Espíritu Santo. Dios pesa a sus hijos conforme a la respuesta que ellos tienen a su disciplina.

El mayor problema que tenemos, es que vemos a la santidad como algo muy místico. Sin embargo, básicamente, es algo que se ejercita cada día. Es simple: si tú no puedes obedecer a tus autoridades terrenales, aunque cantes como serafines, no podrás menos obedecer a tu autoridad invisible.

La santidad no tiene que ver con ninguna aureola, sino con decisiones altamente importantes de tu vida.  No existe tal cosa como ser un tremendo ministro ungido, santo de toda santidad, y andar debiéndole dinero a todo el mundo porque el que recibes te lo gastas en tonterías.

No puedes ser entendido en la palabra y ser el más flojo de la empresa donde trabajas. Hay algo que está por encima de cualquier expresión externa de unción y santidad: tu estilo de vida. Mujer: no puedes ser siempre la que da la visión y la palabra profética y no permitirle hablar a tu esposo avergonzándolo delante de todos.

Claro; la manera en que Dios va a implementar la disciplina, se encaja dentro de parámetros conocidos. Padres, Esposas, Esposos, ¡Hijos! ¿Sabes cómo te enseñan a orar los hijos? Empleadores, y otros, son algunos de los que Dios usará para que tu disciplina sea productiva para ti y para el Reino.

Y cuando tú, que tal vez jamás clamaste en oración ni siquiera por ti, ahora lo estás haciendo por tus hijos, entiendes que Dios no está buscando torcerte o herirte con una calamidad, sino simplemente disciplinarte en lo que te es necesario.

Dios lo que quiere es que la imagen de Cristo sea formada en ti. A Dios no le interesa hacer tambalear tu matrimonio, le interesa que cada día tomes más de Cristo para tu vida. Y eso no produce gozo, produce dolor. ¿Y qué prefieres, ser un bastardo feliz?

Dios reconoce como hijos a los que viven en la esfera del Espíritu. ¿Y quiénes son los que viven en esa esfera? Los que son guiados por el Espíritu. Y Pablo lo dice en Romanos: porque la manera de pensar del Espíritu, es vida y paz.

(Hebreos 5: 7) = Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.

(8) Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia.

La obediencia y la disciplina, son como los pedales de la bicicleta; cuando van juntos, te garantizan que tú vas a entrar a la esfera del Espíritu porque, si te das cuenta, ninguna de estas dos pasa por tu consideración. O sea: no es tal cosa como: obedece si tú quieres. Es: obedeces u obedeces.

La disciplina. ¿Eres disciplinado? Eres hijo. ¿No eres disciplinado? Ya sabes lo que eres. No hay nada más que eso. Cuando tú te mueves de obediencia a disciplina y de disciplina a obediencia, sí o sí tú vas a entrar a la esfera del Espíritu.

Porque esto, automáticamente, va a dar un fruto de justicia en tu vida. Habitualmente, desde las estructuras tradicionales se habla de la sujeción en obediencia como paso ineludible para forma parte de la elite del Reino de los Cielos.

Y es así, pero con algunas reservas. Muy cierto es que cuando se dan como ejemplos de sujeción y obediencia victoriosa a David con Saúl y a Samuel con Elí, por citar a dos, se nos muestran dos aspectos notables respecto a la humildad y como Dios la premia.

Pero déjame decirte que eso no puede regir en nuestra organización eclesiástica tradicional con la figura del pastor, por ejemplo, por una simple razón de no-coincidencia. Saúl era un rey que estaba por encima de David. Elí era un sacerdote que estaba por encima de Samuel. Pero un pastor moderno no puede presentar las mismas credenciales porque, desde la Biblia misma, su función no existe.

No estoy hablando del ministerio pastoral, que sí es bíblico; estoy hablando del pastor gerente de empresa en que hemos transformado ese ministerio. Y un hombre debe ser sujeto a autoridad que, a su vez, está sujeta a autoridad. De otro modo, nadie está obligado a estar sujeto a esclavitud.

Yo no soy quien determinó las leyes que rigen al Reino de Dios. Sólo he mencionado cuatro, que voy a recordarte para que no se te olvide. La Ley del Uso: lo que tú no usas, se pierde. Así que lo que Dios te dio, úsalo ya.

Ponte a pensar por un momento: ¿Qué has usado de Dios con otra persona esta semana pasada? Si no usas lo que te ha sido dado, vas a perderlo. ¿No te da miedo perder lo que Dios te dio? Empecemos con algo básico: el don de lenguas.

Gloria a Dios por todos los que lo tiene, es un don de Dios. Hay gente que tiene el don de lenguas, pero no lo usa. Por respeto, dudas, vergüenza, trabas doctrinales o simple timidez, pero no lo usa. ¿Y por qué no lo usa, si Dios se lo dio? ¿Sabes qué? Dios se lo va a quitar.

Después hablamos de la Ley de la Reciprocidad. No esperes recibir, da tú primero. Y da, precisamente, de aquello que quieras recibir. ¡Es que nadie me presta atención! De acuerdo, ¿Les prestas tú atención a los demás? De lo mismo que tú siembras, vas a cosechar; Dios es fiel.

La Ley de la Perseverancia. Hay un viejo adagio mundano que es válido ciento por ciento en lo espiritual: persevera y triunfarás. ¿Sabes qué significa perseverar? No cansarte de hacer lo que estás haciendo. Lo estás haciendo bien, pero no te canses; sigue con eso.

La Ley de la Unidad. Que no te preocupe ni te quite el sueño el tener siempre la razón. Mejor que te preocupe mantener un espíritu de unidad en todo. A la luz de todo eso, si tú entiendes que todas estas son decisiones que tú debes tomar, y caminas en la disciplina del Señor y con un espíritu de obediencia, te podría asegurar que esa lista tuya va a empezar a disminuir automáticamente. Porque estás entrando a otra esfera del mover de Dios.

 

 

 

 

 

 

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

septiembre 9, 2015 Néstor Martínez