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Principios Básicos de Obediencia

Es indudable que los tiempos han cambiado en lo que conocemos con el rótulo de iglesia. Y es mucho más indudable, que ese cambio en marcha no ha concluido y nadie sabe ni acierta muy bien en determinar en qué, en como y en cuando se convertirá en algo distinto a lo que conocemos. Sin embargo, hay principios básicos que siguen escritos en nuestras Biblias, y sigue habiendo gente dispuesta o preparada para interpretarlos conforme a sus propios conocimientos, sabiduría o intereses. Quisiera saber si alguna vez has escuchado algunas expresiones como estas: “¡Hermano! ¡Usted no se sujeta! ¡Usted resulta una persona conflictiva! ¡Usted está en rebeldía! ¡No se sujeta como manda la Biblia!”. Yo sí. Muchas veces a lo largo de mi vida de creyente. Mucho menos en estos últimos tiempos. Para nada en esta etapa de cerramientos de templos que estamos viviendo. Entonces la gran pregunta que surge, es: Además de haber oído todas esas expresiones, seguramente: ¿Nunca has dicho tú mismo algo así?

Después estaba de onda este otro: “Querida… nuestro matrimonio no está bien porque no estás sujetándote a mí como ordena la Biblia” Bueno, no es por ser mal pensado, pero… Y falta un tercero: “Mire pastor; si usted quiere seguimos trabajando en el área de liberación tal como lo estamos haciendo, pero quiero que entienda que la gente viene cada día más rebelde, cada vez más endemoniada. No hay caso, pastor. Es tanto el pecado que tienen que, por más que hacemos todo lo que debemos hacer, los demonios no se sujetan”. Permíteme poner en duda esto también…No debo estar en mi mejor día en cuanto a confianza, ¿No es cierto? Pero ha sido tanto y tan dudoso en cuanto a la verdad, todo lo que se ha dicho alrededor de la tan famosa sujeción bíblica, que…lega un momento en que debes mirar dos o tres veces lo mismo para recién poder aceptarlo como válido.

¿Cuántas veces habrás oído tú mismo, tú misma, cosas como estas que te dije? Reflexiona. ¿En su esencia básica, en su base lineal y hasta teológica, ¿Podemos decir que están mal, o que no son bíblicas? Creo que no. Pero también creo que así como por imperio de una cultura pretendidamente democrática, los países del Primer Mundo e incluso varios de una América Latina que todavía está bastante muy lejos de arrogarse pertenecer a ese mundo que tanto se proclama y enfatiza, pero que nadie acierta a explicar, por fuera de su capacidad económica, porque es Primer Mundo, han hecho un canto a la desobediencia como símbolo de independencia, así también al amparo de estos textos, se han producido verdaderas barbaridades dentro de las iglesias.

Así como en los países occidentales el cristianismo ha hecho siempre un énfasis más notorio en la figura de Dios o en leve  menor medida la de Jesucristo, en las naciones africanas ha sido mucho más sencillo enfatizar por el Espíritu Santo. ¿Sabse por qué? Porque los occidentales, culturalmente, tenemos más ejercicio con personas que con espíritus, en tanto que las culturas aborígenes de esencia, ya venían con conocimiento del mundo espiritual y les resulta más comprensible entenderlo. Ahora claro, si tú me preguntas qué clase de mundo espiritual cultivaban esas comunidades, entonces ya este tema tiene que dar un violento giro hacia lo que se conoce como demonología o guerra espiritual. Y no es gracioso, aunque lo parezca.

En conjunción con todas estas cosas y ante las necesidades imperiosas de establecer justicia divina dentro de los estamentos eclesiásticos y no eclesiásticos, es que en este trabajo, la idea central sea la de arrojar un poco de luz sobre el tema de la sujeción condicional o incondicional y colocarlo, si Dios nos respalda con su sabiduría y esencialmente con su palabra, amén de su poder de convicción, en el justo y exacto lugar en que debe estar; ni más allá, ni tan acá: en orden y decentemente. Es decir: en el preciso sitio donde Dios quiere colocarlo, que no siempre coincide en el que los hombres desean, se proponen o les conviene por algún motivo singular, hacerlo.

Lo que sucede es que somos más proclives a sentirnos como los grandes justicieros de la tierra, que a manejarnos en el ámbito del Espíritu, tal como lo hizo Jesús. Jesús no fue ni subversivo, ni guerrillero, ni populista, ni diplomático ni revolucionario social. Jesús fue puro Espíritu Santo, puro Dios. – ¡Bueno! ¡Él era el hijo de Dios! ¡Qué gracia! ¡Así cualquiera! No te equivoques. Él hizo lo que hizo no sólo desde la perspectiva de un hombre de carne y hueso, sino con todas sus posibilidades similares. Su lo hubiera hecho como Dios, hubiera transgredido sus propias leyes.

A nosotros, hoy, nos parece mucho más productivo y “lógico” salir en ruidosa manifestación popular a reclamar contra leyes que despenalicen el aborto, o contra el matrimonio homosexual, o para apoyar a algún candidato al gobierno de nuestros países porque es el hombre que más ayuda o le presta atención a la iglesia y a sus líderes, o simplemente para que haya justicia e igualdad con iglesias paganas, que llevar adelante esa batalla en las regiones celestes con oración y ayuno. Se dice que la gran diferencia en el crecimiento que hay entre las iglesias latinas y sajonas con relación a las africanas y asiáticas, radica en que, mientras nosotros estamos educados democráticamente para debatirlo o discutirlo todo, ellos han sido formados por su historia cultural de esclavitud para obedecer sin chistar. O sea: Siervos-siervos.

LA SUJECIÓN EN LA IGLESIA

De todas las sujeciones, una de las que más trabajo les cuesta a la mayoría de los creyentes, y al mismo tiempo una de las que mayores dolores de cabeza les ha dado a los ministros a cargo de congregaciones, ha sido precisamente esa: la sujeción al liderazgo de una congregación local. En la carta a los Romanos, encontramos un punto que, de tan controvertido, muchos quisieran que nunca jamás hubiera sido escrito; ¡Y hasta llegan a cuestionar al propio Pablo por haberlo hecho!

(Romanos 13: 1)= Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.

Si examinamos Tito 3:1, veremos que este texto respalda da alguna manera al antes mencionado, cuando dice: Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. No es el único. 1 Pedro 2:13, al respecto, agrega que: Por causa del Señor, someteos a toda institución humana (Y aquí también entra la iglesia, desde su ángulo de institución humana que es) Ya sea al rey como a superior. Jesús, ya se lo he dicho, no resistió a las autoridades de su tiempo, no fue un subversivo social ni un guerrillero tira bombas. En el evangelio de Juan 19:11, leemos lo que le dice a Poncio Pilatos: Ninguna autoridad tendrías contra mí, sino te fuese dada de arriba Esto ya había sido adelantado por Daniel cuando, en 2:21 de su libro, dijo: Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. ¡Y pensar que la vanidad de los sabios y los científicos los lleva a esmerarse toda una vida en utilizar esos conocimientos para demostrar la no-existencia de Dios!

En descargo de Pablo y en mérito a la interpretación correcta de estas cosas, tendré que decir que el apóstol de ninguna manera sugiere que Dios puede aprobar un gobierno corrupto, tanto en la esfera del mundo, donde los hay a montones, como también dentro de la iglesia, donde lamentablemente tampoco faltan. Dios tampoco aprueba a los funcionarios que gobiernan lo que sea sin someterse a Él. Este principio es muy importante porque reglamenta bíblicamente toda clase de sometimiento y sujeción. El principio, es: sujeción a autoridad sujeta a autoridad.

Tampoco es de Dios convertir a la iglesia en un centro colector de votos para un determinado candidato, y mucho menos el defender legislaciones injustas. Algunas veces, sin embargo, y en respuesta a los pecados de la gente, o por algunas razones que sólo Dios conoce, el Señor permite temporariamente que gobernantes malvados detenten el poder, incluso hasta con el apoyo de la estructura eclesiástica a favor, tal como los profetas del Antiguo Testamento lo testificaron frecuentemente. En teoría, Dios concede autoridad para servir a fines elevados, pero el modo en que se ejerce esa autoridad, es un problema que cada uno deberá afrontar, confrontar y finalmente ser pasible y responsable, ya que los resultados les serán requeridos a quienes la hayan recibido.

Claro está que si bien el hecho de obedecer a las autoridades de este mundo es la regla general, un claro principio bíblico es que deberíamos desobedecer si ese gobierno, directa o indirectamente obliga a cualquier forma de pecado, lo favorece o lo incentiva. Porque la lealtad hacia Dios siempre tiene prioridad sobre cualquier autoridad humana. Ester lo hace en el capítulo 4 y verso 16, cuando declara que aunque no sea conforme a la ley, igual entrará a ver al rey. Es un feo y grueso error obedecer una barbaridad amparándonos en que “Si esa autoridad ha sido puesta por Dios, es como si Él nos lo estuviera ordenando”. Entiende: Dios jamás haría que uno de sus hijos pecara, no importa lo que diga el hombre. Pero que quede claro: el sitial de presidente de una república, es propiedad de Dios. Pero el hombre al cual nosotros elegimos, es una responsabilidad exclusivamente nuestra.

Tampoco los tres varones judíos que encontramos en el relato de Daniel 3:12 respetaron órdenes que iban en contra de la voluntad de Dios. Todos podemos ver cómo, en ese pasaje, se nos muestra a Sadrac, Mesac y Abed-Nego desobedeciendo sin sonrojarse ni preocuparse una orden nada menos que de Nabucodonosor, que no sólo era el rey, la máxima autoridad, sino incluso el que tenía en ese momento la potestad de concederles la vida o enviarlos a morir. Asimismo los tres magos que vinieron al nacimiento de Jesús, fueron avisados por una revelación en sueños que no volviesen a ver al rey Herodes, y no lo hicieron pese a que él se los había ordenado. Pedro mismo, el apóstol, declara según consta en el libro de los hechos 5:29, que le era necesario (El original se traduce como “menester”) obedecer a Dios antes que a los hombres y, finalmente, la madre de Moisés lo escondió durante tres meses sin temor alguno a la desobediencia a un decreto del rey. Está claro aquí, una vez más, el principio de la sujeción a la autoridad que está sujeta a autoridad divina, no a ocurrencias o caprichos humanos por sabios y bien intencionados que puedan parecer.

El mismo principio, mi querido amigo, rige en la iglesia del Señor. Cuando el ministro es levantado por Dios, la sujeción, el sometimiento y la obediencia no sólo no son obligatorias, sino que ni siquiera necesitan serlo, ya que se experimenta un verdadero privilegio, un verdadero placer por seguir a un siervo auténtico del Dios Todopoderoso. Tal como debe haber sido para los apóstoles sujetarse a aquella autoridad que tiene que haber emanado de Jesús. Ahora, cuando el ministro es ministro por causas que tienen que ver más con componendas de la política religiosa interna, o por alguna unilateral decisión personal de erigirse en líder, el asunto es bien otro, porque Dios no admite que ninguno de sus hijos se someta a esclavitud de hombre cuando esa esclavitud se transforma en esclavitud de pecado, aunque de pronto tenga una fachada religiosa.

La gente que acompañó sumisa y obedientemente al legendario y terrible Jim Jones a un suicidio en masa que sacudió al mundo en aquel momento, se le sujetó hasta el fin. Cumplió con la letra fría de la Biblia, es verdad, pero jamás con el espíritu de esa letra. Hay tres tipos de iglesias fundamentadas sobre tres clases diferentes de órdenes sacerdotales: la del Orden Levítico, sustentada en ministros con títulos universitarios, los que han estudiado para ser ministros. Si no se tienen estos antecedentes, imposible llegar a liderar algo, aunque Dios lo envíe a hacerlo.

Después está la erigida conforme al Orden de Aarón. Estas acostumbran a que los hijos del ministro son los futuros ministros y los nietos, a su vez, los que sucederán a sus padres y honrarán la memoria de sus abuelos. Esposas, hermanos de sangre, suegros y cualquier otro tipo de familiares conformarán el resto del ministerio. Y luego están las menos, que son las que operan bajo el Orden de Melquisedec, que como bien sabemos, no tenía genealogía, curriculum vitae, títulos y ni siquiera se sabe con certeza de donde vino. Curiosamente, esta es la iglesia sobre la cual se sustentó el ministerio de Jesucristo, ¿Estás entendiendo?

¡Pero hermano! ¡Está bien, yo entiendo lo que usted intenta mostrar, pero…a ningún líder se le podría ocurrir, hoy, suicidarse con toda su congregación! Es verdad, pero estamos hablando de no obedecer ni sujetarse al pecado, no a cierta forma de pecado. Está más que claro que a ningún líder se le podría ocurrir incentivar a su congregación a que robe, fornique, mate o cometa adulterio, eso es notorio. Y si se le ocurriese, es muy poco probable que alguien pudiera llegar a obedecerle. Pero si en cambio, mientras Dios manda a una congregación a predicar el evangelio a un sitio donde vive gente en la última miseria, verdaderos marginados hambrientos espirituales y físicos, y su líder, porque quizás le desagradan los pobres, o porque no desea ver poblada su congregación de rostros con pieles que no le agradan demasiado, decide que es mejor organizar jornadas académicas sobre Coronavirus, o la moral, o la justicia social entre distinguidos empresarios y profesionales porque con ellos se siente más a gusto, estará llevando a sus ovejas a una clase muy definida de pecado, Te das cuenta? No estará haciendo nada censurable, pero simplemente estará desobedeciendo. Él y los que a él siguen.

Entonces te miran y te dicen: ¿Al pecado? ¡Pero si estamos haciendo lo bueno! Sí, están haciendo lo bueno, pero recuerda que, hacer lo bueno, no significa necesariamente hacer lo correcto. Porque hacer lo bueno, es hacer algo que la sociedad aplaude y aprueba. Pero si hacerlo equivale o conlleva el no hacer lo que Dios dijo que se debía hacer, eso es antes que ninguna otra cosa: desobediencia y, en segundo término, algo así como “errar el blanco” el objetivo. En cualquiera de las dos circunstancias, la palabra griega que lo define, es la palabra ARMATÍAS y, su traducción más popular, es PECADO. ¿Queda claro? Yo me sujetaré gustoso a quien sea mi autoridad, pero tengo que considerar su conducta, que es lo que se me ordena en la carta a los Hebreos, a través de la Palabra revelada. Obedezco sin dudar y sin chistar todo lo que venga de Dios por su intermedio, pero jamás aquello que provenga de su sabiduría humana o, lo que es peor, de sus intereses personales o de otra índole. Soy un hijo de Dios obediente de su Padre, pero jamás seré un cristiano sujeto o dependiente de un hombre que no lo representa ni obedece.

Yo sé muy bien que no siempre es esto lo que se te ha enseñado, pero lamentablemente o afortunadamente, según tú lo veas, tengo que decirte que esto y no otra cosa es lo que dice la Biblia. La iglesia es de Dios y sólo tienen lugar en su comando aquellos a los que Dios levanta y los que obedecen su voluntad. Los asalariados, de los cuales nadie jamás ha predicado una línea y que para la iglesia tradicional parecerían no existir, o que la Biblia hubiera exagerado cuando los menciona, serán borrados de ese ministerio y, si no se arrepienten, también del libro de la vida, encaje esto o no con tu doctrina denominacional. Dios, mi amigo, no transgrede sus leyes por ninguno de nosotros. Dios es tanto amor como justicia. Es tanto misericordia como fuego consumidor. ¡Por favor! No me descuartices la Biblia, ¡Léela completa! Y aprende lo que dice, no lo que tú crees que dice, procurando adherirla a tu doctrina personal.

LA SUJECIÓN EN LA FAMILIA

El otro punto árido de la sujeción, tiene que ver con tu vida familiar, con tu matrimonio, concretamente. ¿Cuántas veces tú, mujer, o tú, varón, has leído y hasta has predicado en cultos caseros o congregacionales sobre estos versos que ahora voy a compartir?

(Efesios 5: 22)= Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor, (23) porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.

(24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.

Este texto, en contra de lo que muchos han enseñado por años, no fue escrito como una ley que declara la inferioridad social de la mujer. Habla, sí, de un espíritu noble de sumisión, por el cual una mujer reconoce voluntariamente la responsabilidad de liderazgo de su esposo bajo Dios en un acto de fe.

En ninguna parte la Biblia “somete” o subordina genéricamente las mujeres a los hombres. Este arreglo, divinamente ordenado, jamás pretendió reducir las posibilidades, los propósitos o la realización de la mujer. Los animales la tienen más clara, quizás. Un gallinero es un gallinero cuando el que canta es el gallo y las que ponen los huevos son las gallinas. A nadie se le ocurriría alterar esos principios y esperar que funcione.

Únicamente la naturaleza pecadora de los seres humanos, o un recalcitrante tradicionalismo eclesiástico pueden justificar, sacándolas fuera del contexto bíblico, determinadas evidencias “textuales”, la explotación social de las mujeres, o las restricciones que se les imponen a la hora de darles participación en el ministerio de la iglesia. Cuidado; esto no es una luz verde a los movimientos feministas, en contra de los cuales no tengo absolutamente nada, pero que con la mente de Cristo me resultan tan desafortunados como los conceptos machistas que por años han gobernado las diferentes congregaciones. Varón y hembra. Sin acepciones. Todos iguales ante sus ojos divinos.

Sin embargo y pese a que este pasaje de lo que habla es de un respeto proverbial y de una humildad manifiesta a la hora de relacionarse, la iglesia enseñó, mayoritariamente, una doctrina de sojuzgamiento total, hasta el punto de no sólo permitir, sino incluso incentivar a un despotismo machista que recluyó a un oscuro segundo plano y anonimato total a mujeres fieles que habían sido llamadas por Dios a ministrar, suplantándolas por hombres sin llamado y levantados por diversos mecanismos políticos que, naturalmente, jamás pudieron cumplir con la voluntad y el propósito de Dios. Porque si a este verso se lo interpretara como ley máxima de la sujeción de la mujer al hombre y sin la menor posibilidad de cierta reciprocidad, ¿Qué hacemos con el que sigue?

(25) Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, (26) para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la Palabra, (27) a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.

Vamos a ver: Si los primeros versículos estuvieran diciendo y ordenando, como muchas veces hemos enseñado, que es solamente la mujer la que está obligada a sujetarse a su marido, y no una cuestión mutua, de ida y vuelta, ya que el versículo no habla de un marido sujetándose a su esposa; ¿Cómo deberíamos entender, entonces, este verso 25? ¿Interpretaríamos que solamente el hombre tiene obligación de amar a su esposa y que ella no está obligada por la Biblia a amarlo a él? Resulta incoherente suponer eso, verdad? Sin embargo, ese es el principio que por siglos la iglesia ha tomado para este asunto de la sujeción matrimonial. La Biblia dice lo que dice, eso es más que notorio, sólo que una muy fuerte concepción patriarcal, tradicional y machista es la que no lo ha visto o no lo ha querido ver. Tanto la sujeción, que es sinónimo de sometimiento, como el amor, es de ida y vuelta: Mutuo.

Un poco más arriba, en el verso 21, nos da una de las puntas de esta madeja. Allí dice nada menos que: Someteos unos a otros en el temor de Dios. Creo que dice con mucha claridad “unos a otros”. Y como para Dios no hay acepción de personas ni tampoco escalafones jerárquicos; como Dios tampoco es clasista, racista ni genérico, no está hablando necesariamente de hombre con hombre, sino de TODOS con todos. Punto básico de la sujeción, creo que está suficientemente aclarado: es mutuo. El versículo, presta atención, no dice “el qué”, dice “el cómo”.

Con respecto al amor que se le ordena al marido, el principio que se utiliza es el mismo. Porque en Juan 15:17, Jesús dice: Esto os mando: que os améis unos a otros. Unos a otros. ¿Hombre con hombre, también? ¿Mujer con mujer, quizás? ¿Quién inventó eso? Unos a otros, mí querido amigo y hermano, es TODOS con todos. Esposo a esposa y esposa a esposo, exactamente igual que con la sujeción. ¿No es verdad que esto puede poner patas para arriba toda tu teología tradicional e histórica? ¿No es verdad que a ti en este momento te dan ganas de pensar que yo estoy tremendamente equivocado, porque no puede ser que hayas estado tantos años creyendo algo que no sólo no era así sino que, incluso, era totalmente a la inversa? ¿No es verdad que también te dan deseos de dejar de escuchar inmediatamente esto y mandarme ya mismo un correo lleno de pequeñas víboras y culebras que significan, internacionalmente, el símbolo de las palabras fuertes? ¿No es verdad que, por lo menos, a algunos les gustaría disentir o discutir esto conmigo y rostro a rostro? Mira: no te preocupes, serénate, relájate. Si tienes deseos de debatir o polemizar, estás en religioso. No te olvides que si había unos señores a los cuales les encantaba entrar en debates y polémicas, esos eran los fariseos. Lo siento. La culpa de todo esto no la tengo yo. Lo dice el Libro. Y no sólo eso, termina diciendo que: Os améis unos a otros, como yo os he amado.

LA SUJECIÓN EN LA BATALLA

Para que quede bien claro, creo que bien vale la pena rozar, aunque más no sea de paso, el asunto de la sujeción de los demonios a la autoridad de los hijos de Dios. Que conste por favor: sin ánimo alguno de establecer una nueva doctrina; simplemente remitiéndonos a lo que dice la Biblia que, como todos sabemos, no es responsable de que muchos hombres, deseosos de que sus tesis sean reconocidas y aprobadas, no vacilan en leer de ella lo que conviene a sus teorías y simbólicamente “arrancar” las páginas que no condicen con sus doctrinas particulares.

(Lucas 10: 17)= volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.

¿Se supone que esto, entonces, querrá decir, como muchas veces hemos dejado traslucir en nuestras enseñanzas, que los demonios cuando vieron llegar a los setenta, se dijeron unos a otros: “¡Cuidado! Aquí vienen estos setenta, que han sido nombrados líderes muy importantes en la iglesia?” Y luego de debatir un momento, esos mismos demonios llegaron a la conclusión de que tenían la obligación de sujetarse a esas autoridades recién designadas? ¿Así habrá sido? Mira: no sé realmente como fue, pero la Biblia no dice que así haya sido y eso es más que suficiente. Lo que sí dice la escritura, es que se sujetaron no ante la jerarquía nominal de los setenta, sino al nombre de Jesucristo. Es decir que, se sujetaron nada menos que a una autoridad aparentemente terrena, (Jesús), pero que ellos (los demonios) sabían muy bien que estaba sujeta a autoridad divina.

Porque esto, quiero que entiendas, ha hecho suponer a muchos ministros no levantados por Dios que, con el simple hecho de haber sido elegidos por alguna junta de notables, o teólogos, o de asambleas administrativas, o sencillamente por algunos “buenos amigos” para alguna posición jerárquica muy importante en la iglesia, eso les puede dar derechos a exigir sujeción, pero sabemos muy bien que no es así. Es más: estoy absolutamente convencido que aquellos que verdaderamente suponen que por ser líderes nominales de una congregación, eso bastará para atreverse a echar fuera demonios, lo que dejan en evidencia es que, en el fondo de su intimidad, son incrédulos y ven a la iglesia como una organización de buenas personas a las cuales hay que conducir con fines exclusivamente sociales positivos. Del Reino de Dios ni hablemos; ni saben dónde está.

A Jesús conocemos, y sabemos quién es Pablo, pero vosotros, ¿Quiénes sois? Eso dijeron los demonios en aquel momento. Eso dicen los demonios hoy mismo, en este momento. ¿Y sabes qué? Tienen razón. No olvides que Satanás, para armar una buena mentira, siempre comienza desde una pequeña verdad. Los demonios conocen muy bien los principios de Dios. Pero los verdaderos, no los que algunas denominaciones han inventado por su cuenta y riesgo. Entonces van a obedecer sin dudar a toda autoridad que esté sujeta a autoridad divina, independientemente del cargo o la posición que esa persona tenga en una congregación local. Pero ni el menor asomo de obedecerle a cualquiera que se le ocurra “jugar” a la iglesia o auto-proclamarse ministro. El principio de la sujeción es uno y es válido en todos los terrenos. Creo que insistir en verlo de otra manera, es cegarse a uno mismo y colocarse en una posición altamente peligrosa. Peligrosa por lo que puede producirle al hombre o a la mujer que se coloque allí, eso en primera instancia. Porque si se es ministro, las cosas son mucho peores, todavía, porque estaremos arrastrando a toda una congregación a la derrota. Es aquello del guía ciego despeñando al pozo a todos los que lo siguen, ¿Entiendes?

Pero entonces, observando como se han estructurado las cosas en este tiempo y la ausencia de manifestación de poder de Dios que hoy por hoy abunda en la iglesia, ¿Habrá que entender que no hay manera de batallar esto con alguna posibilidad de éxito? En absoluto, para nada. En esto, hay un principio que es fundamental para traer victoria segura, pero que no siempre se ha enseñado de modo completo. Está en la carta del apóstol Santiago, ese que algunos señalan con total seguridad que era hermano de sangre de Jesús.

(Santiago 4: 1)= ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? (Examina esto con sumo cuidado: observa que no está diciendo “en el mundo”, está diciendo “entre vosotros”, que acorde a como leemos, quiere decir “entre nosotros”, los creyentes. ¿Te cabe alguna duda que hay una guerra sórdida y una multitud de pleitos entre los propios creyentes?) ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? (A esto, si tú quieres tomarlo literal, está hablando de tu cuerpo, de tu propia e íntima lucha carne-espíritu, de tu carnalidad, como ser humano que eres, como hombre caído que eres. Pero si lo llevas proféticamente al mundo del espíritu, habla del cuerpo de Cristo, de la iglesia, también caminando en carnalidad. Mira lo que produce:

(2) Codiciáis y no tenéis, (Pasa, verdad? Fama, dinero, posición, cargos,) Matáis y ardéis de envidia; (No está hablando de muerte física, está hablando de muerte espiritual. ¿O no hay cristianos que matan espiritualmente a otros cristianos, con mensajes cargados de filosofía, sicología, humanismo, política religiosa interna o simplemente oportunismo materialista?) Y no podéis alcanzar, combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. (Esto es muy cierto. He conocido muchos ministros, quizás demasiados, que ante circunstancias malas en lugar de orar al Padre celestial deciden pelear la batalla utilizando la estructura. Hay que entender que, en contraste con la sabiduría celestial que produce una atmósfera de paz, en la cual crecerá la semilla de justicia, la sabiduría terrenal da lugar a una permanente y porfiada lucha interpersonal e incluso, interdenominacional. La causa reside en una naturaleza conflictiva y egoísta. Yo me pregunto hasta cuándo estaremos tan ciegos o tan incrédulos como para suponer que Dios puede aprobar que le hagamos una zancadilla a un creyente que está en un determinado cargo o posición en una iglesia para que se caiga y nos deje el terreno libre. ¿Habrá alguien, verdaderamente, que pueda imaginar por un momento que Dios estará satisfecho con una actitud así? En el mundo y especialmente en la política, vaya y pase; todos sabemos muy bien como es de sucio todo ese ambiente en su intimidad. ¡¡Pero en la iglesia!!)

(3) Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. (Cualquiera que suponga que esto solamente se refiere a pedir un automóvil cero kilómetro, (sin estrenar), una vivienda de fin de semana en el lugar más caro del planeta o un avión privado, se equivoca. Es menester entender que hay otros tipos de deleites más… santos, te das cuenta? ¡¡Señor!! ¡Que me elijan ministro! ¡Verás cuántas cosas muy buenas haré para ti! No como ese que está ahora, que… bueno, yo no quiero caer en chismes ni murmuraciones, pero, Señor, tú sabes que… Deleite personal. Ambiciones humanas. Ansias de poder por el poder mismo, no por celo santo. “¡Hermano! ¡Estoy sintiendo el llamado al ministerio pastoral!” – Y sí, puede ser, no lo discuto. Pero me parece que lo que tú verdaderamente sientes es deseos de ordenar, mandar y dar directivas a otros. Entiende esto por favor: tu llamado “pastoral” podría ser para el apostolado, lo profético, lo evangelístico o lo magisterial, pero como de acuerdo con la estructura implantada por los hombres en la actualidad, el que manda es el pastor, bueno, entonces tu llamado tendrá que ser para eso. ¿Y Dios, mientras tanto? ¡Muy bien, gracias! Esperando que tú entiendas que su Reino no es como tu mundo. “Ya verás como Dios se dará cuenta que yo soy mejor que el otro”… “Y si dentro de uno o dos meses no sucede nada, voy a hablar con el superintendente de la Junta que…”. No sé qué denominación conoce, pero cualquiera que sea, puede reemplazar la palabra “superintendente” con la que corresponda.)

(4) ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, (Esto significa: que busque respaldo en el sistema del mundo para ascender en las jerarquías eclesiásticas) se constituye enemigo de Dios. (Espero que esto haya quedado lo suficientemente claro como para que nadie nunca jamás arriesgue cosas tan importantes y eternas por lograr otras mucho más pequeñas y temporales.)

(5) ¿O pensáis que la escritura dice en vano: el Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? (6) Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, (Sin distinciones religiosas; tanto en el mundo como en la iglesia, entérate.) Y da gracia a los humildes. (También en el mundo y en la iglesia por igual.)

Y ahora, te invito a leer con suma y delicada atención, sin urgencias ni ansiedades, el que entiendo, es el versículo clave para tu vida y la de todos a quienes alguna vez puedas hablarle de Cristo.

(7) someteos, pues, a Dios, resistid al diablo, y huirá de vosotros.

Ay hermano… Hace años que vengo resistiendo… Pero ya no aguanto más… ¡¡Basta!! ¡¡Dice la Biblia que si resistimos al diablo, él huirá de nosotros! ¡Batalle! ¡Reprenda a todo espíritu inmundo y él se tendrá que ir! ¡Ha< guerra espiritual! ¡No te entregues ni te acobardes! Y muy especialmente, no te equivoques. El término “resistir”, aquí, está colocado en sentido bélico. No se trata de resistir aguantando o soportando estoicamente que el diablo te agarre a puntapiés. Resistir, aquí, tiene la connotación de estar librando una guerra de trincheras. ¡Pelear hasta la última gota de sangre!

¿Leiste el párrafo anterior? ¿Lo leiste bien? Recuerda: ¿Nunca te han predicado algo así? – Sí, me lo han predicado, ¿Por qué? ¿Está mal, es equivocado? – ¡No! ¡Qué va a estar mal, está perfecto! ¡Es cien por cien Palabra! – Ah, ¿Y te ha funcionado? – Y… A veces… No siempre… Digamos… en un veinte por ciento, creo… – Ah, ¿Y el ochenta restante? – Y… Supongo que fallé… – ¿Y por qué crees haber fallado? – No sé… Quizás porque me falta capacitarme, o tomar cursos intensivos de Guerra Espiritual; pero cursos serios, eh? Leer todos los libros de Carlos Anacondia, y de toda esa gente monumental que tiene esa clase de ministerios – ¡Basta hermano! No existe tal cosa como un Ministerio de Liberación o de Guerra Espiritual. – Pero en mi iglesia existe… – Sí, en todas las que yo conozco, también, pero lo cierto es que todos los creyentes tenemos autoridad delegada, en Cristo, para luchar y vencer al diablo. – Pero… Y entonces, ¿Por qué no puedo? Mire que yo me esfuerzo, me sé de memoria todas las oraciones que se hacen en liberación, y… – ¡Lo que no tienes es autoridad, eso pasa! – Pero escúcheme usted; yo soy líder de jóvenes, mi abuelo fue pastor, mi papá es anciano… – Estoy hablando de autoridad divina, no de autoridad nominal, terrenal. Al diablo eso no le preocupa en absoluto. Si no tienes autoridad que viene de arriba, puedes ser el ministro más exitoso que, si el diablo te tiene en la mira, “te baja”. – Ah, Y entonces, ¿Qué tengo que hacer?

Lo que tienes que hacer, en primer término, es leer este versículo completo, no solamente la última parte como tenemos por costumbre. Porque te habrás fijado que lo primero que dice, es que tenemos que estar sometidos, sujetos a Dios para que lo otro funcione. – “Pero hermano, yo soy fiel, hace diez años que estoy convertido, canto en el coro, a veces me invitan a leer la palabra desde el púlpito, hasta he predicado alguna vez, doy mis diezmos puntualmente, ofrendo para las obras misioneras transmundiales, predico el evangelio a todos los incrédulos que conozco, tengo como cinco hijos espirituales, además… – ¡Espera un momento! Lo que te he dicho es estar sometido a Dios, no convertido. – ¡Pero hermano! ¿No es lo mismo? – No lo sé, tú lo sabes. Pregúntate a tí mismo: ¿Tengo a Cristo en primer lugar en todo en mi vida? ¿Sí? ¿Estás seguro que sí? ¿De verdad jamás has pensado que en algunas cosas Él no va a participar y que es mejor apelar a las estructuras humanas que para algo están y que encima tiene gente que percibe un salario por ello? ¿No has creído, alguna vez, que para ciertos problemas que tienen algunas personas desde hace años en la iglesia, más que orar o liberar, que ya se ha visto que no funciona siempre, es más prudente, más serio y mejor visto que esa persona haga un poco de terapia con algún buen profesional? Eso sí, que sea cristiano…

Tengo que decirte que si es así, tú no estás sometido a Dios, sólo lo tienes como una parte más de una serie de posibilidades aptas para recurrir en un momento de crisis. De igual modo que si Dios fuera como un oso de peluche de esos que suelen usarse como amuleto. Así, como te lo he descrito, por allí puede llegar a ayudar a mucha gente, porque Dios es misericordioso; pero para resistir al diablo hace falta algo más que eso. Hace falta no sólo mencionar, sino estar sujeto, sometido, al nombre que está por sobre todo nombre, y ante el cual se dobla toda rodilla en los cielos (Ángeles y Arcángeles), en la tierra, (Hombres, no interesa su fama, su prestigio, su posición social o su poder), y debajo de la tierra, (Satanás con todos sus demonios).

Sujeción a autoridad que, a su vez, se sujeta a autoridad divina. Ese es el principio básico de funcionamiento colectivo. De ese modo, que es indudablemente el que Dios ha planificado y no de sus imitaciones baratas que podrán arrojar algún resultado en alguna pequeña iglesia, pero que no tiene registro alguno en el mundo del espíritu, de ese modo, quiero recordarte, la sujeción es un instrumento poderoso y no frustrante o impotente como es la esclavitud a hombre. Una mujer fiel es poderosa en Cristo Jesús, pero una mujer fiel, sujeta a la autoridad de un esposo sujeto a la autoridad en Cristo Jesús, es sencillamente imbatible. El mismo principio es aplicable para todo lo que se llame sujeción. – ¡Pero hermano! ¡A mí no me enseñaron eso! – Lo siento, quizás a mí tampoco, pero eso es lo que dice la Biblia. Lo lamento por aquellos que enseñan otra cosa.

Presta atención: Jesús, en su tiempo y cuando fue al templo, ¿Se sujetó a los sacerdotes como aparentemente debería haberlo hecho? No. ¡Pero era Jesús! Olvídalo. Era un hombre con guía divina, pero similar, igual, un calco de ti. ¿Quiere decir que entonces Jesús era un rebelde, desobediente y conflictivo que hoy no hubiera hecho carrera en ninguna iglesia? No; era fiel a la Palabra de Dios, no a lo que esos hombres se les ocurrió hacer con ella. ¡Pero es que los fariseos eran las autoridades indiscutidas de la iglesia! Eran doctores en teología, maestros en la Palabra, “master” en Divinidades. Sí, pero no habían sido levantados por Dios, habían sido puestos allí por la propia estructura religiosa. Jesús tuvo discernimiento y los descubrió. Allí está el punto clave. Si tú no tienes discernimiento espiritual, no sólo no podrás saber qué es lo que viene de Dios o qué es lo que viene del diablo, ni siquiera podrás saber quién eres tú mismo en Cristo, ni siquiera dónde estás parado como creyente o sobre qué bases te movilizas. Al humanismo y la religiosidad tú no las puedes combatir con otra clase de humanismo; el estructural, el religioso, el dogmático, el denominacional, sólo lo puede derrumbar con la espada del Espíritu que es la Palabra, con una plena sujeción a Cristo y a todo lo que su discernimiento le muestre que proviene de Él.

Sé lo que estás pensando si usted es un ministro. “Es demasiado peligroso dejar libertad para que los hermanos tomen ese tipo de decisiones”. Te entiendo. He visto tanta gente inconsciente e irresponsable jugando a la iglesia que puedo comprender tu inquietud. Pero te diré algo: en Efesios 4:11, dice que los cinco ministerios, (entre los cuales está el del pastor) han sido dados por Dios para, entre otras cosas, perfeccionar a los santos, que en idioma bíblico significa “madurar” y, si tú no lo haces, sobreproteges, y ¿Cuántos saben que una oveja sobreprotegida lo más probable es que, cuando se la deja sola aunque más no sea unos minutos, el primer lobo que pasa se la devora, ya que no está preparada para defenderse y mucho menos para vencer?

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enero 24, 2021 Néstor Martínez