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Doce Claves Para la Victoria

El doce simboliza el orden y el bien, la perfección absoluta. Y este es, precisamente, el objetivo y la aspiración principal de la justicia. Esta de hoy, es una palabra que muy bien podría haber sido dada a un hombre, específicamente. A alguien que tenga alguna tarea que hacer para el Señor, diferente a la que se hace mayoritariamente en cualquiera de las expresiones comunitarias que conforman la iglesia del Señor en todas las latitudes. Pero también puede haber sido dada a la iglesia, en conjunto, en lo global, porque como cuerpo, también tiene la posibilidad de tener que hacer algo no hecho hasta este momento, algo nuevo, algo que saque a puntapiés la rutina religiosa en la que muchísimo pueblo de Dios estuvo cayendo en los últimos años casi sin darse cuenta. Creo que en ese terreno específico y puntual, estamos entrando en la era, en la etapa, el tiempo de Juan.

Claro; y digo esto, y casi por automatismo aquí entramos en el primer punto neurálgico del asunto: ¿De qué Juan estamos hablando? Del apóstol, del mismo que hace muy poco tiempo recibí otra palabra, pero en este caso ya en sus últimos tiempos en la tierra y pude compartir en ese trabajo titulado “Bajo el espíritu de Juan”. El apóstol Juan, pero ahora desde la óptica de otra etapa de su vida. Ahora bien: si estamos entrando, según el Señor, en las esferas y en el tiempo donde se nos presenta Juan, ya sea individualmente o corporalmente, deberemos saber cómo es ese tiempo. Y por qué Dios lo denomina como “tiempo de Juan”. Y para que no nos equivoquemos con suposiciones muy bien intencionadas pero sin sustentos, vamos a tener que ir a la Biblia para que ella nos diga cuáles son las particularidades del apóstol y así veamos qué es lo que tiene que ver eso, con nosotros. Porque las historias bíblicas son hermosas y cargadas hasta de cierto romanticismo, pero me parece que en este tiempo estamos necesitando soluciones concretas para problemas puntuales, así de simple.

Hay coincidencia entre los estudiosos que Juan el apóstol, es el autor del cuarto evangelio. Porque debermos entender que nosotros damos por sentadas las cosas según las conocemos, pero hubo gente que se ocupó y se preocupó por comprobar si esas cosas eran, realmente, como hoy las conocemos y aceptamos. Ireneo, obispo de Lyon en la segunda mitad del siglo segundo, declaró que Juan, discípulo del Señor, escribió y publicó un evangelio durante su residencia en Efeso, en Asia, donde habría ido a continuar con su ministerio allá por los años 66 0 70 después de Cristo, en coincidencia, probablemente, con la primera guerra judía de esos años. Otros historiadores cristianos opinan que ese evangelio, pudo haber sido escrito sobre finales del siglo primero. El propósito de ese documento, fue el de proveer a los creyentes de esa zona, de un conocimiento de la vida y del ministerio de Jesucristo, procurando conducir a quienes lo leyeran, a una fe sólida, sobre la base de las palabras y las obras de Jesús, y con el propósito de que “tuvieran vida en su nombre”.

Sin embargo, dentro de lo que podemos considerar más que bíblico y más que espiritual, histórico, hay algo que se transforma en el primer punto a tener en cuenta si es que vamos a obedecer ese vivir este tiempo como el adecuado para imitar o emular a Juan. Juan, dicen los historiadores en unánime coincidencia, pertenecía al círculo íntimo de Jesús. El resto de las particularidades, vamos a buscarlas en la Biblia. Pero me quedo con esto para tirarte la primera tarea: ¿Crees que tienes intimidad con Jesús o apenas lo tratas como un conocido amigable, peo hablándole desde muy lejos y como si se encontrara en otra dimensión que la que tú vives?

(Juan 13: 23)= Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús.

Esto estaría corroborando lo que acabamos de decir, pero yo creo, sin embargo, que va mucho más allá. Juan, aun en el corto lapso en que había compartido ministerio, caminos y vida cotidiana con Jesús, había aprendido algo muy singular: Descansaba en Él. A mí eso me parece excelente y muy atinado, así que no estaría de más preguntarte si has aprendido en estos tiempos a descansar en Jesús en lugar de querer arreglarlo todo con tus fuerzas.

(Juan 19: 26)= Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. (27) Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

No cuesta demasiado trabajo recrear esta escena. Jesús, casi muriéndose colgado en la cruz, y observando el llanto y el desconsuelo de María, su madre, ¿Qué actitud toma? A ella, le dice que ya no debe sufrir más por él, porque él tiene algo de mucho más volumen para hacer; que de allí en más, se dedique a cuidar de Juan, que además de muy joven, se coincide en que no tenía demasiada familia. Y a él, pese a decirle lo mismo, le otorga una distinción que no se sabe si pudo haber compartido con otros: lo hace responsable de su mamá. Y la Biblia dice que Juan hizo efectivo eso. Aquí hay otro principio: Juan era confiable para Jesús.

(Juan 20: 1)= El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro.

(2) Entonces corrió, y fue a Simón Pedro u al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.

(3) Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro.

Cuando se emparientan las cosas del evangelio de Jesucristo con un estricto sentido de la moral que no está mal, pero que generalmente se convierte en una pacata moralina llena de rigideces y discriminaciones, habrá que recalar en el verso 1. ¿Quién fue la primera persona que Dios quiso que se diera cuenta que el Señor ya no estaba en la tumba? María Magdalena. ¿Te acuerdas quién era esta mujer? Sencillo: una ex prostituta que había sido liberada, dice, de siete demonios. ¿Se le habría dado en alguna de nuestras iglesias tamaño privilegio a una mujer con ese pasado? Porque nosotros somos mucho: “Las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas”, pero a la hora de las prostitutas, los homosexuales, los adúlteros y los divorciados, ni se pasaron tanto las viejas ni son tan nuevas las nuevas. Claro: algo que nadie ha visto, es que Dios no eligió porque sí a esta mujer. Lo hizo sencillamente porque fue la primera que estuvo allí.

En cuanto a Juan, que estaba compartiendo con ellos y con Pedro, recibe la noticia de esa misteriosa “desaparición” del supuesto cadáver, y corre urgente, con Pedro, al sepulcro para ver si lo que le habían dicho era así. Y si bien no fue el primero, (María Magdalena lo fue), bien pudo haber sido el segundo o el tercero en decir, gritar o aullar: ¡Él VIVE!. Aquí está el principio: Juan tenía novedades inmediatas sobre Jesús.

(Juan 21: 4)= Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; más los discípulos no sabían que era Jesús. (5) Y les dijo: Hijitos, ¿Tenéis algo de comer? Le respondieron: No.

 (6) Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.

(7) Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (Porque se había despojado de ella) y se echó al mar.

Este relato es tan concreto, tan claro e impactante al mismo tiempo, que no deja demasiado lugar para comentarios. Y el principio que estamos buscando, lo encontramos dentro del verso 7. ¿Quién fue el que se dio cuenta que era Jesús resucitado? Juan. Por lo tanto: Una persona capaz de reconocer a Cristo.

(Mateo 17: 1) = Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; (2) y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.

 (3) Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías hablando con Él.

En este pasaje hay varias cosas importantes, pero nos tendremos que quedar, por ahora, con las que tienen que ver con el tema que debemos escudriñar: La transfiguración, notoriamente, es una transformación espiritual que se manifiesta en lo natural. Los testigos, allí, vieron algo tremendo. Y entre lo que vieron, estuvo la presencia de Moisés y Elías, como símbolo de respaldo que tanto la ley como los profetas tenían para con Jesús en su misión redentora. Pero al principio que buscamos lo encontramos en el primer verso: Juan era uno de los elegidos para “ver”.

(Marcos 13: 1)= Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras y qué edificios.

(2) Jesús, respondiendo, le dijo: ¿ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.

(3) Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo. Y Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte; (4) dinos, ¿Cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?

De allí en más y hasta el final del capítulo, Jesús les explica lo que ellos deseaban y necesitaban saber, pero lo importante de este pasaje, es que Juan, al igual que Jacobo, Pedro y en esta ocasión Andrés, pudieron hacer una consulta directa y personal con Él, en persona, un factor que evidentemente no era factible para todos o para una mayoría. El principio, entonces, es: Juan recibe enseñanza directa de Cristo.

(Juan 20: 31)= Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

Es mucho lo que han dejado otros discípulos. Pablo, Pedro, Santiago han plasmado palabras de crecimiento, revelación y poder manifestado. Pero Juan, y este verso es una prueba irrefutable, es quizás el que más pronto y más claro entendió el mensaje fiel del evangelio predicado por Jesús, y no vaciló, cuando tuvo la oportunidad, de ponerlo por escrito, jugándose todo lo que había que jugarse, en una época hiper religiosa como aquella, por una fe casi ciega en creer en ese hombre como auténtico Hijo de Dios y esperar recibir Vida en su nombre. Esto es más que un principio, es una declaración de principios del Reino de Dios: Juan recibió una revelación clara del evangelio.

Lo que sigue ahora, son dieciocho versículos del primer capítulo de su evangelio. Vamos detrás de un principio más sobre el Juan de estos tiempos, pero aprovechamos para mostrar las enormes riquezas que esos versos tienen más allá de lo que cada uno sepa aprovechar.

(Juan 1: 1)= En el principio era el verbo, y el Verbo era con Dios, y el verbo era Dios. (Juan muestra aquí algo que hoy todavía no ha sido entendido del todo: Jesucristo no tiene La Palabra, Jesucristo ES la Palabra. Es imposible conocerle a Él y tener una interpretación distinta a la que muestra el Espíritu Santo de Dios)

(2) Este era en el principio con Dios.

(3) Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. (Esta es una idea muy concisa sobre la Trinidad por parte de Juan. Ve a un Cristo creador, papel que hasta allí se le adjudicaba solamente a Dios Padre)

(4) En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

(5) La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. (Esta es una clara alusión a la guerra espiritual, algo que hasta aquí era prácticamente desconocido para los creyentes)

(6) Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. (Naturalmente, aquí se está refiriendo al Bautista)

(7) Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

(8) No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

(9) Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

(10) En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

(11) A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

(12) Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; (Esto termina con el antiguo concepto religioso y se mete de lleno, por inspiración divina de Juan, en las bases fundamentales del evangelio de Jesucristo). (13) los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

(14) Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. (Aquí encontramos otro principio: Ser como Juan implica “ver” la gloria de Cristo.)

(15) Juan dio testimonio de él, y clamó, diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.

(16) Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.

(17) Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. (Ahora, para nosotros, es muy sencillo entender la gracia y hablar de la gracia. Pero en aquellos tiempos, donde lo único que se conocía y en lo cual se tenían cifradas todas las esperanzas, era la ley y salir con algo así como lo que señala Juan, no sólo podía considerarse como revolucionario, sino directamente como una herejía. Ser como Juan conlleva jugarse por Cristo.)

(18) A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

Este texto, que ha sido denominado como “el prólogo” de Juan, se ocupa preponderantemente de las implicaciones teológicas de la primera venida de Jesús. Muestra el estado preexistente de Jesús al lado de Dios, su divinidad y esencia, así como su encarnación, un misterio imposible de detallar a no ser por el que es un principio más de la estructura de Juan: Juan tenía conocimiento de Jesús.

A fin de cumplir sus propósitos, Juan confronta a sus lectores con el reclamo de Jesús que demanda una respuesta personal. Él asegura que, una positiva respuesta de fe en Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, redunda automáticamente en “vida en su nombre”. Esto, porque Juan recoge la afirmación de Jesús de que Él vino “para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Es mucha la gente que hoy, todavía camina en una profunda confusión entre lo que es esta Vida Abundante prometida, que es para el hoy y el ahora, en todos los aspectos, con la Vida Eterna que nos espera en el futuro. Jesús dijo “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” y, cuando dijo Vida, se refería a todo el espectro que abarca la palabra y su persona. Juan aprendió a manifestar la vida de Cristo en sí mismo.

Podríamos seguir casi indefinidamente porque hay más, mucho más para ver. Pero es necesario que nos detengamos a recapitular lo visto porque eso es lo que el Señor quiere que sepamos a los fines de cumplir con los requisitos que Él nos demanda en este tiempo tan especial como complicado que nos toca transitar.

Nº 1= Ser como Juan, equivale a pertenecer al círculo íntimo de Jesús. ¿Se supone que Jesús pueda tener hoy, siglo 21, un círculo de intimidad con gente al igual que lo tuvo con aquellos primeros discípulos suyos? Sin ninguna duda. Si de algo adolece el creyente de este tiempo es, precisamente, de su falta de intimidad con el Señor. La iglesia, no lo olvides, como conjunto desprovisto de doctrinas e intereses de hombres, es la novia con la cual el Cordero celebrará sus bodas. Y cuando así sea, de esa unión nacerán frutos de justicia. Pero para que un matrimonio tenga embarazo y frutos, es indispensable que tenga primero intimidad. Y para que sea posible esa intimidad, es más que indispensable que exista pasión suficiente. Hay mucho creyente que sale a hablar de las cosas del Señor como quien habla de un filósofo más de los tantos con que se nutre nuestra cultura.

Nº 2= Ser un Juan de este tiempo, es aprender a Descansar en Cristo. Ya sé que me dirán a coro cientos de amén, pero pregunto con toda sinceridad y humildad: ¿Proclamamos un descanso en él que es tal como lo hacemos, o por el contrario, mientras predicamos y declamamos dependencia y descanso, seguimos haciendo esfuerzos carnales para tratar de agradar a Dios con nuestras obras? No interesa como lo hayas hecho hasta hoy. De aquí en más, deberás hacerlo como Dios dice que lo hagas: colocando toda tu carga y todas tus cargas en Él, única manera de servir al Reino conforme a las normas del Reino y no con rudimentos humanos.

Nº 3= Ser como Juan, es ser confiable para Cristo. Bueno, el hecho de convertirnos ya nos hace confiable, ¿No creen? No tan así. Todos conocemos por lo menos a un grupo (es de esperar que reducido) de cristianos que parecen ser muy humildes, fieles, sumisos y obedientes; hasta que acceden a un cargo importante, sea en el ámbito secular de los negocios, de la cultura, de la enseñanza, o simplemente dentro de una congregación. A partir de allí, es como si sufrieran una metamorfosis. Ese pequeño gran poder que los cargos, incluso los eclesiásticos otorgan, y que causarían gracia, estos últimos, a mucha gente del mundo acostumbrada a manejar poder en serio, suele hacer perder la chaveta a más de uno que, de un día para el otro, se transforman en verdaderos tiranos, autoritarios y déspotas que, de paz, serenidad y humildad cristianas, no evidencian absolutamente nada. Ser confiable para Cristo, es seguir siendo lo que éramos cuando Él nos rescató del barro, aunque de pronto, mañana, pasemos a ser el máximo líder de la máxima congregación de la máxima ciudad de un máximo país.

Nº 4= Debemos tener novedades inmediatas acerca de Cristo. ¿Qué está diciendo, hermano? ¡La Biblia ya trae todas las novedades sobre Cristo que necesitamos conocer! No te confundas. La Biblia, lo que trae, son los principios que rigen la vida del Reino de Dios y, por lo tanto, las del ministerio de Jesucristo hoy en manos de la iglesia que es su cuerpo. Pero no tenemos que olvidarnos algo muy importante. A diferencia de las religiones clásicas, que tienen un fundador, ya fallecido, y un libro donde éste dejó sus indicaciones inmodificables en su esencia y sus formas, el cristianismo no es una religión, es un movimiento vivo. ¿Sabes por qué? Porque su fundador, Jesucristo, no falleció, está vivo. Y pese a que jamás hará algo en contra de los principios establecidos en el libro, La Biblia, lo que sí puede hacer como cualquier persona que está viva, es hacer algo diferente, de un modo distinto, si se le ocurre y se le da la gana, hoy mismo, ahora mismo. Y allí es donde la estructuradísima iglesia religiosa tiene su mayor problema: cuando Cristo se mueve. La iglesia-Juan, deberá tener novedades inmediatas de lo que Cristo vaya a hacer.

Nº 5= Debemos saber reconocer a Cristo. Esto parecería ser algo casi redundante. Una especie de verdad de Perogrullo. ¿Cómo no vamos a reconocer a Cristo, precisamente los que decimos llamarnos cristianos? Bueno, pero ahí está la cosa. ¿Todos los creyentes de una congregación cualqioera, tienen alto discernimiento? Bueno; los que no lo tienen desarrollado, todavía, es porque no han aprendido a reconocer al Señor en cada cosa, en cada situación… Y en cada persona. Porque de pronto, ejercer influencias para levantar a un hombre en liderazgo de gravitación, sin que este hombre realmente haya sido levantado por Dios para ese ministerio, es formar parte, inconscientemente, del ejército satánico, ya que un líder humano no sólo retrasa el propósito de Dios sino que, incluso, puede llegar a ser hasta piedra de tropiezo para él. Reconocer a Cristo, entre otras cosas, es no impedir la tarea de los verdaderos siervos de Dios y no facultar la de los infiltrados, lobos rapaces, cizaña y falsos hermanos que a favor de nuestras ignorancias todavía pululan en casi todos nuestros ambientes.

Nº 6= Un Juan moderno tiene que tener facultades para ver lo que otros no ven. Y no estamos hablando de visiones místicas, necesariamente, aunque las incluya. De lo que estamos hablando es de la imperiosa necesidad de ver el mundo del Espíritu, que es el ámbito donde debe vivir la iglesia. Estamos demasiado acostumbrados a hombres y mujeres que, en pleno servicio, lo hacen con la mejor predisposición, fidelidad y buena voluntad, dentro de los límites del esfuerzo humano, supeditados al mundo natural y sujetos a las circunstancias cotidianas de la vida. El hombre de Dios que va a terminar la obra, es un hombre que sabrá “ver” lo que otros no pueden ver, caminar por donde nadie ha visto sendero y llegar a los objetivos que para muchos son invisibles. Tú te estarás preguntando: ¿Pero hay gente así? ¡Claro que la hay! Lo que sucede, es que si en el marco de un grupo humanista y carnal, aparece un Juan, lo más probable es que, en lugar de incorporarlo para que haga el trabajo que Dios desea, lo saquen del medio elegantemente para que no comprometa las políticas ministeriales.

Nº 7= Debemos decidir recibir enseñanza directa del Señor. ¡Ah, no! ¡Esto ya es peligroso! Y si, peligroso es, no se puede negar. Este concepto, en manos de gente inmadura, díscola o rebelde, es una chapa habilitante para no escuchar ni obedecer a nadie más, total nuestro maestro es el Señor. Pero estamos hablando con la iglesia madura, que es la que va a completar la obra. Cuando se habla de una iglesia gloriosa, sin mancha y sin arruga, es notorio que nadie está hablando de la congregación que está a la vuelta de tu casa. A esa tú la conoces muy bien y sabes a donde le ajustan sus zapatos. Está hablando de una iglesia madura, que está un poco aquí, otro poco allá y otro tanto en otra parte. Para ellos, es esta palabra: Históricamente, Dios jamás decidió levantar en el liderazgo a gente que se había preparado en institutos, seminarios, universidades o escuelas. Dios, eligió capacitar Él, casi personalmente, a los que iba a levantar. Y, generalmente, a esos no los conocía nadie. Y ni siquiera podían esgrimir credenciales importantes.

Nº 8= Debemos recibir una revelación clara del evangelio. Bueno hermano, pero es la costumbre que quien recibe esa revelación, es el líder. Sí señor, así es, tú lo has dicho: “es la costumbre”. ¿Sabes de dónde viene esa costumbre? De una idea de unos muchachos denominados nicolaítas. Ellos plantaron la modalidad de laicos y ministros. ¿Te acuerdas lo que dice la Palabra al respecto? Dice que somos un Reino de reyes y sacerdotes, y todos ministros competentes. Todos. ¿Eso qué quiere decir, que nadie debe dar órdenes? No dije eso. En la Biblia hay registro de responsabilidades muy claras, precisas y concretas. Pero el estar al frente de un grupo, dar las órdenes y tener la responsabilidad de lo que haga o deje de hacer esa gente, no conlleva la obligatoriedad de que esa misma persona sea la que tiene todas las revelaciones. Porque Dios le da lo que le parece su santa soberanía a cada hijo suyo. ¿Y quiénes seremos nosotros para determinar qué hijos de Dios son los más importantes y cuáles los menos?

Nº 9= Estamos facultados para ver la gloria de Cristo. ¿Qué es, hoy, la gloria de Cristo? ¿Señales? ¿Prodigios? ¿Milagros? En parte, si. Pero es mucho más. Es poder comprobar cómo, sin ninguna clase de esfuerzo ni técnicas modernas por parte nuestra, el Espíritu Santo lleva a las almas a una convicción tal de pecado que la gente acepta a Jesús, se convierte a su bendito nombre y comienza a predicar y a ministrar a otros casi sin participación alguna por parte de las autoridades constituidas de las iglesias organizadas. Ver la gloria de Cristo, además, es reconocer que le pertenece, no tratar de apropiársela aceptando homenajes, halagos y otras adulaciones personales. Siempre hemos dicho, por ejemplo, que no se puede censurar al creyente nuevo que va a pedirle un autógrafo en su Biblia al cantante cristiano de moda, o al predicador ese tan conocido mundialmente, porque él, o ella, haciéndolo, creen estar reconociendo a un servidor de Dios. El problema grave, en realidad, es que esas personas le firmen con agrado ese autógrafo.

Nº 10= Juan es aquel que es capaz de jugarse por Cristo. Convengamos en que hacer todas las cosas que un cristiano tipo debe hacer, (ir al culto, orar, alabar, adorar, leer la Biblia, predicar si lo invitan, etc.), no es algo que nos traiga demasiados problemas más allá de la natural guerra espiritual que significa tratar de evangelizar. Pertenecer a una iglesia, aunque no sea la oficial en esta parte del continente, no puede traerte más inconvenientes que algunas pequeñas discriminaciones que pueden disimularse si se tiene cierta fortaleza espiritual. Ahora, cuando Cristo se mueve y ordena ciertas cosas a sus hijos más obedientes, cumplir con esas órdenes si que puede ocasionarte problemas más importantes. Porque generalmente, cuando Cristo manda algo, hoy, lo hace a despecho de los encumbrados teólogos líderes nominales, que al ver poder de Dios manifestado a través de anónimos desconocidos, suelen entender que eso en realidad son herejías y las cosas se ponen feas. Allí es donde, jugarse por Cristo, es una tarea que no está al alcance de cualquiera que no tenga en sí, como decíamos hace unos días, al espíritu de Juan.

Nº 11= Es indispensable tener conocimiento sobre Jesús. Una cosa es reconocer a Cristo, como ya se ha dicho antes, y otra muy diferente tener conocimiento sobre Él. Porque hay una imagen de Cristo bastante deficiente en el pueblo, demasiado emparentada con imágenes oficiales y hasta cinematográficas que se nos han vendido por años. Juan demuestra saber quién era Cristo desde el principio. ¿Cómo imaginas a Cristo, tú, hoy? ¿Colgado en la cruz? ¿Con el rostro sangriento de las espinas clavadas en su cabeza? ¿Con un corazón sanguinolento a la vista en un pecho abierto? ¿Examine, al pie de la cruz, con María abrazándolo? ¡Así les gusta a los demonios que lo veamos! En Apocalipsis hay un relato de Juan, precisamente, que habla de Cristo tal cual se lo podría ver hoy y, esa imagen, no tiene absolutamente nada que ver con la que se nos ha mostrado por años.

Nº 12= Manifestar el poder y la presencia de Cristo. Tienes la orden de sanar enfermos, por ejemplo, no de orar a Dios para que Él los sane. Jesús dijo que fuéramos y sanáramos. ¡Pero el poder es el de Él! ¡Naturalmente! Pero porque Él vive en ti. ¿Dice que sanes? ¡Pues sana! ¿Dice que limpies leprosos? ¡Pues límpialos! ¿Dice que resucites muertos? ¡Resucítalos! Todo lo puedes en Cristo que te fortalece, ¿No es así? ¡Bueno! ¡Todo!

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enero 24, 2021 Néstor Martínez