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Tiempo de Buscarme: ¿Vienes?

Hay una pregunta que quedó pendiente, en los aires, en la dimensión del espíritu y casi colgada de la nada y que aparentemente resultaba una incógnita, un dilema sin resolver: ¿Habrá un después? Dios sigue hablando. Todo aquel que tenga oídos para oír, que oiga lo que el Espíritu dice a la iglesia. ¿Qué iglesia? Tú, tú eres iglesia. No tienes nombre ni apellido de que vives, pero vives. Pero ya sabes que de todo lo que tiene nombre de que vive, algo a veces puede estar muerto. Habrá un después. Está guardado en el legendario y profético libro de Isaías, siempre presente a la hora de encontrar revelación.

(Isaías 55: 1-3) = A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David.

¿Quiénes son los sedientos? Los que necesitan salir de sus rutinas, costumbres y tradiciones y venir a Cristo. De eso hablaba Juan cuando dijo que si alguno tenía sed que fuera a Él y bebiera. ¿Ricos? ¿Pobres? Son iguales en esta ocasión. Hay sucesos que igualan a la gente, la reducen a una sola y única necesidad: agua de vida. No necesitas dinero para obtener tu alimento espiritual y  tu revelación fresca; leche y vino. La invitación está llegando de parte de Dios mismo, en el exacto momento en que no existe lugar físico alguno que esté invitando a algo. El Señor está buscando a los sedientos, pero sólo a los sedientos. Y les promete que se deleitará y vivirá su alma. El hombre es un espíritu, pero la que disfruta de esta vida terrenal, es su alma, y lo comparte con el cuerpo. Sólo tiene que responder afirmativamente a esta invitación y venir, pero para hacerlo dice que deberá inclinar su oído. ¿Sabes lo que esto significa? Escuchar a alguien que en todos los niveles está por debajo de ti. Alguien a quien en otro tiempo y momento, ni siquiera le hubieras prestado atención. Es un nuevo tiempo de pacto, ha dicho el Señor. Es tiempo de Reino, y al Reino lo hemos estado viendo como por espejo, es decir; entre otras cosas, invertido, al revés. Lo malo era bueno, lo bueno era malo.

(Versos 4-6) = He aquí que yo lo di por testigo a los pueblos, por jefe y por maestro a las naciones. He aquí, llamarás a gente que no conociste, y gentes que no te conocieron correrán a ti, por causa de Jehová tú Dios, y del Santo de Israel que te ha honrado. Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.

Este llamado, esta invitación, es muy puntual y específica. Gente que será testigo es la que está llegando. No conoces a nadie, nadie te conoce a ti, pero al igual que en los días de Noé, el arca se va poblando sin que una raza conozca a la otra. Habrá una señal y tú sabrás que esa es la señal. Y ese será el tiempo de buscar a Dios, mientras Él pueda ser hallado. Invocarlo, mientras su oído está lo suficientemente cercano a ti para oírte. ¿Sólo eso será necesario? No, hay más.

(Versos 7-9) = Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.

La orden es clara si es que en ese después quieres estar donde Él está. Deja de pensar por ti mismo. Deja de poner en práctica tus brillantes ideas y entiende que son sus pensamientos los que te llevarán alto y lejos. Y que si tienes causas pendientes de perdón, lo encontrarás. Porque la mente de Dios trabaja con valores y principios distintos a nuestra mente y sus pensamientos nos llevan años luz de ventaja. Cuesta entenderlo, pero es así.

(Versos 10-13) =  Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso. En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán; y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída.

Este es el después. Los sedientos vendrán a buscar saciarse y lo harán, gratis, sin gastar un solo centavo. Y los que tienen dinero, lo seguirán gastando en todos los deleites y placeres existentes sobre la tierra, pero su vacío interior jamás podrá ser llenado ni su sed saciada. Frustración, vacío, depresión, miedo. Ese será el después de quienes eligieron la política, la ciencia, la filosofía, o las prácticas ocultistas. Sentirán decepción porque no encontrarán ningún tesoro en el final de su arco iris. Cada uno de sus triunfos se terminará extinguiendo. Sus tremendas necesidades y deseos interiores irán más allá de su aparente autosuficiencia. Esa será la verdadera separación de lo verdadero de lo falso. No podrán estos ir a buscar el agua de vida sencillamente porque no tendrán sed. Si no tienes pasión, no hay amor. Si no tienes sed, no hay agua.

¿Y qué ofrecerá nuestro Dios? Agua que da vida, leche que alimenta y vino que revela. Solamente los sedientos tendrán un después. Y no necesitarán de ese dinero que todo este tembladeral se habrá llevado, simplemente traerán su confianza y su fe, y recibirán lo que Dios tiene para darles. La invitación es clara, la oferta está hecha, la proposición está en marcha y todo está disponible. Pero nosotros tenemos que hacer algunas cosas que pareceríamos haber olvidado: 1) Oír atentamente. 2) Comer del bien 3) Deleitar nuestra alma con grosura. 4) Inclinar nuestro oído al que trae el Renuevo, el que no tiene genealogía ni curriculum, el que no tiene promoción ni estrellato. Una vez más, el que llega según el orden de Melquisedec.

@ TdvNam2020

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octubre 3, 2020 Néstor Martínez