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Subiendo al Monte Alto

Antes que la pandemia asolara las iglesias de todo el planeta, en la mayoría de las congregaciones se caían año tras año los intercesores por una sencilla razón: habían puesto a pelear esa parte de la batalla a gente que jamás había tenido una revelación respecto a quién es el Hijo. Obviamente, que entonces tampoco sabían quiénes eran ellos y hasta qué punto podían ser imbatibles, cosa que les proporcionaría mayor seguridad y certeza de su tarea. Yo recuerdo que en la época en que el ministerio de mi compatriota Carlos Anacondia, puntal en evangelismo, milagros y liberación en mi país y el exterior, durante muchos años, desarrollaba su tarea, muchos lo veían en la enorme plataforma y anhelaban ser como él. Sin embargo, muy pocos sabían que en cada reunión, debajo de esa enorme plataforma, había no menos de treinta intercesores peleando a brazo partido en oración de guerra con demonios y espíritus inmundos. Pero, cómo ellos, muy pocos deseaban ser; ¡Qué paradoja! Un Eclesiastés viviente; vanidad de vanidades…

Que quede claro: lo que te estoy enseñando es que si tú no sabes quién es el Hijo, y tampoco quién eres tú en Cristo, ante el primer demonio minúsculo que se te aparezca, te desmayas de terror. Porque toda la teología del temor nace, por la falta de revelación de quién es el Hijo. Por eso, en épocas recientes antes de la pandemia, cuando había una visita en una iglesia, sus miembros se empujaban y disputaban un lugar para que la visita les orara. ¿Y por qué no oraban ellos por sus problemas? No sabían quiénes eran en Cristo, porque no les fue revelado el Hijo. Entonces, teniendo en cuenta esto, debo preguntar: ¿Cuál es el problema del pecado, en esencia? Que no se reconoce al Creador. Esta generación ha perdido, en la maraña de la naturaleza, la dirección de la Creación. Te pregunto otra vez: ¿Por qué la Creación por ahí le obedece a los brujos o a los chamanes? Porque la creación es neutra, no tiene voluntad, es engañada.

Entonces cuando tú vas y la liberas, la creación aguarda la manifestación gloriosa de los hijos de Dios y ella empieza a andar bien contigo, te prospera, te sana, te bendice. ¿Qué te dice el Señor? Que tú sabes que la tierra no te va a negar sus frutos. ¿Para qué necesito a la tierra si Dios me bendice? ¡Ah! ¿Y cómo crees que te va a bendecir si no te da sus frutos? Es decir, Dios usa su Creación para bendecirnos. La respuesta que da Pedro, no la podría haber dado sin la ayuda del Espíritu Santo. Y tengo una prueba: él no sabía quién era, por eso se asustó cuando la mujer esa le dijo, al lado de la fogata: ¡Tú eres uno de ellos! Y él, pálido seguramente, le dijo: ¡No! ¡Yo no soy uno de ellos! Llegó a decirle maldito a ese hombre y que él no lo conocía. Ese hombre era Jesús. ¿Por qué lo negó a Jesús? Porque tuvo temor. ¡No lo conocía! Y el tema no termina aquí, porque vamos a ver qué él pasa por otro proceso. En todo esto hay una dinámica bien interesante. Si tomas tu Biblia y vas un poco más adelante, es decir, al capítulo 17, se encontrarán con esto.

(Mateo 17: 1) = Seis días después, (Perdón; ¿Seis días después de qué? De lo que acabamos de leer)  Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; (2) y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.

(3) Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.

(4) Entonces Pedro dijo a Jesús: (Ojo: no dice Juan, no dice Jacobo; dice: entonces Pedro dijo a Jesús) Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.

Te puedes imaginar tú; Elías vaya a saber dónde estaba viviendo, y ahora va a vivir bajo una enramada, un amontonamiento de palos y hojas, eso era una enramada. ¡De las calles de oro a una choza enclenque! A Pedro, aparentemente, se le perdió una tuerca por causa del impacto recibido. Sin embargo, hay una parte positiva de todo esto. Sólo cuando tú has tenido una revelación del Hijo, estás listo para edificar. ¿No les parece casual que, después de ver a Jesús transfigurarse, lo primero que quiere hacer, es edificar? Ponte a pensar un momento; Pedro no era constructor de ninguna manera, ¡Era pescador! Y pretendía alojar en esas enramadas nada menos que a dos de los tres personajes más importantes del judaísmo: Moisés y Elías.

Faltaba Abraham, pero él seguramente estaría muy ocupado en su trabajo principal: recibir a los que mueren. Es otro estudio, tiene bases lo suficientemente sólidas como para considerarlo verdadero o por lo menos muy atinado de tener en cuenta: enseña que no te recibirá ni tu padre, ni tu madre, ni ninguno de tus seres queridos; te recibirá Abraham. ¿Por qué? Porque es el padre de la fe, y a ese lugar donde está Abraham, sólo se llega por fe. En síntesis: la revelación del Hijo provoca una unción de edificación. Ya sabe lo que debe edificar, debe edificar tres enramadas. Fíjate que no pensó en hacer una sola donde pudieran acomodarse los tres, porque no me negarás que eso hubiera sido lo más lógico, ¿Verdad? Él sabía que no los podía juntar porque eran tres expresiones muy particulares y diferentes de la economía de Dios en distintos tiempos.

Es dramático cuando la gente quiere edificar la casa y no tuvo una revelación del Hijo. Porque así es como se crean verdaderos monstruos y estructuras horribles. Y no me fui del tema, sigo hablando de iglesia, sigo hablando de sistemas falsos, no de otra cosa. Dice: es bueno estar aquí. Si quieres, haré tres enramadas. La unción de edificación siempre es consecuencia de la revelación. Los profetas de la ley estaban hablando con Jesús en ese momento, y lo que quiere hacer Pedro, es edificar. Y es correcto, esa intención no era desubicada. A lo mejor, fue desubicado hablar, pero lo que Pedro dijo fue coherente, porque muestra lo que se activó en él.  

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abril 24, 2021 Néstor Martínez