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¿Quién Cree en la Resurrección?

Creo que hay muy pocas cosas, que formen parte de nuestra fe básica, más complejas de entender y, por consecuencia natural, también de aceptar y creer para el hombre común, que la resurrección. Si tú enseñas o predicas sobre sanidad y milagros, verás algunos rostros de duda, pero una gran mayoría estará dispuesta a aceptarlo sin demasiado esfuerzo, pero ponte a hablar de resurrección y podrás comprobar el altísimo grado de incredulidad lisa y llana que tiene nuestro pueblo. Y resulta muy llamativo, porque si quieres buscar un núcleo o un epicentro de lo que es el Evangelio de Jesucristo, ese es la resurrección. Sin resurrección no hay redención, sólo muerte, como final de todo, y más allá la nada, que es la teoría atea que muchos compraron con la misma fe de no tener certeza total que así sea. Es decir que cometieron la increíble barbaridad de adoptar vivir sin fe, sencillamente… ¡¡Por fe!!

El caso es que esto de la negación carnal a la resurrección no es ni nuevo ni sorprendente. Sucedió desde el principio mismo de todos los hechos. Mira lo que dice Lucas en el capítulo 24. Ahí cuenta de la resurrección de Jesús, cuando los ángeles les informaron a las mujeres que él había resucitado. Dice que ellas fueron corriendo a contarlo a los once. Y precisamente es ese verso, el 11, el que dice: Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían. Y como sería esto que luego, cuando salieron e iban caminando, el relato prosigue en el verso 15: Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. ¿Te das cuenta por qué no lo reconocieron? Porque sus ojos estaban velados. En los originales dice que estaban siendo asidos fuertemente. La pregunta que tengo es: ¿Por quién? Tú lo sabes, no le hagamos promoción gratuita.

¿Y qué hizo él cuando se dio cuenta que no lo reconocían? Empezó a hablar con ellos y a preguntarles cosas. Y ellos le contaron todo lo que se había vivido con su crucifixión. Y fue recién de haberse quedado con ellos a cenar que, dice el verso 30: Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. ¿Cómo que desapareció de su vista? ¿Se esfumó, así sin más ni más? Eso es lo que dice. Dime la verdad: ¿Cuántas veces te han predicado sobre este episodio? Obvio. Me imagino el rostro de los oyentes cuando alguien lo haga. Igual al de los discípulos. Incredulidad. Y eso no es todo, luego se les apareció de improviso a los once, (Judas ya no estaba, obviamente) y ellos reaccionaron como vemos en el verso 37: Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Entiende: ellos, sus discípulos, los que lo habían acompañado durante todos estos años de ministerio, creían que veían un espíritu. Mira el verso 42: Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos. Pregunto: ¿Desde cuándo un espíritu come pez asado y miel? Para eso lo hizo, pero ni así creyeron.

Porque luego, Juan en el capítulo 21 de su evangelio, relata otro episodio de la resurrección. Fue cuando ellos se disponían a pescar y leemos en el verso 4: Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús. Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No. Se supone que ya lo habían visto, pero otra vez no lo conocieron. ¿Es que tan distinto al conocido es un cuerpo resucitado? Y otra vez les pide de comer, lo que nos muestra que un resucitado come como alguien que no ha muerto. Más adelante, vemos que el propio Juan es quien le reconoce y se lo anuncia a los otros, que todavía seguían sin saber quién era ese hombre. Sin embargo, hay otro hecho notable más, todavía, y es Marcos en el capítulo 16 el que lo rescata en su evangelio, cuando lo relata así, desde el verso 9 al 11: Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando. Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron. Ellos no lo creyeron, pero ella, María Magdalena, observa que sí, que fue la primera, sino la única, que lo reconoció de inmediato.

Sin embargo, lo que más despertó mi atención, fue el episodio que Marcos relata en los versos 12 y 13, allí dice: Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo. Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron. ¡Qué fácil es caerles con todo el peso de la aguda crítica a esos muchachos! ¿Verdad que sì? Todos nosotros, hoy, a muchos kilómetros y años de esos sucesos, declaramos con pompa y solemnidad que cualquiera de nosotros no vacilaría en reconocer a nuestro Señor Jesucristo,. ¿Cómo no lo íbamos a reconocer? Simple: porque no se les presentó con su aspecto habitual, el que todos ellos conocían. ¿Cómo lo sé? Fíjate que dice que se les apareció, en otra forma. ¿Sabes que estuve investigando el significado de ese “en otra forma”? Solamente me traen un poquito de luz los originales griegos, que me enseñan que eso significa algo así como en otra naturaleza. Un muerto rubio que resucita moreno, o la inversa, algo así. ¿Tú crees que reconocerías fácilmente a cualquiera? Yo creo que no. estoy seguro que no. Pasar por ese filtro espiritual llamado muerte, lo cambia todo. Y cuando retornas, eres otra cosa, ¡Justamente! Otra naturaleza.

Alguien dijo, y no exageró ni se equivocó nada, que la resurrección es un poder que nos sumerge en el Reino de Dios. Y además, es indefectiblemente la herencia más poderosa que Jesús nos dejó. Porque todos esos muchachos que lo acompañaron y lo amaron de verdad, sufrieron horrores y sus almas se desgarraron con su muerte en la cruz, pero nunca terminaron de creer del todo que Él había vuelto resucitado. Era demasiado pedirles. Sin embargo, en un ambiente decididamente masculino, donde el patriarcado más reconcentrado era manifestado casi en el nivel de lo que hoy llamamos machismo, tuvo que ser una mujer, y una mujer de las consideradas “de dudosa reputación”, la que nos iba a dejar el legado de lo que de alguna manera es la síntesis perfecta del evangelio en todo su contexto. Mientras todos dudaban, especulaban y desconfiaban, ella simplemente miró, creyó y pronunció las dos palabras que pasarían a ser el detonante de la más maravillosa historia de todos los tiempos. Ella apenas pudo decir: ¡¡Cristo Vive!!

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agosto 22, 2020 Néstor Martínez