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Justicias Inesperadas

En estos tiempos tan complicados que nos toca vivir, y luego de un lapso bastante prolongado, donde la iglesia en su conjunto no sabía muy bien donde pararse dentro del marco de este tema que estamos transitando, llegó la reacción y, conjuntamente con ella, la aparición de las distintas ópticas, interpretaciones y hasta supuestas revelaciones al respecto. Y digo “supuestas” revelaciones, porque yo sé perfectamente, -como seguramente tú también lo sabes-, que una revelación divina tiene como origen al Espíritu Santo de Dios, que es el que nos guía siempre a toda verdad. Y hasta donde yo sé, hay un solo Espíritu Santo, por lo que cualquier revelación que tu recibas, si yo tengo como creo el mismo Espíritu que tú, yo también tendré que tenerla o, por lo menos, aceptarla como válida porque el Espíritu me lo estará mostrando.

Y fue a partir de eso, que aparecieron diferentes voces, algunas de enorme y merecido prestigio, otras de menor cuantía en el concierto internacional cristiano, que dijeron lo suyo y tomaron, para hacerlo, distintos pasajes bíblicos. Yo mismo estoy preparando un trabajo sobre uno de esos textos, porque sé que será de aporte, de alimento y de soporte para la maduración de cada uno. Sin embargo, y más allá de lo que en su conjunto habrá de mostrarme, el verso 2 del capítulo 24 del libro de Isaías, para mí es un verdadero compendio de algo de lo que desde hace mucho tiempo, pero realmente mucho, estamos huérfanos. Dice este verso, cuando viene hablando del juicio y la destrucción que Dios ha puesto en marcha contra el pueblo y cuando detalla el alcance de esas inclemencias:

Y sucederá así como al pueblo, también al sacerdote; como al siervo, así a su amo; como a la criada, a su ama; como al que compra, al que vende; como al que presta, al que toma prestado; como al que da a logro, así al que lo recibe.

Fíjate el detalle para nada menor de las comparaciones que puntualiza, para dar a entender que será algo equitativo e igualitario, que no hará ninguna clase de distinciones por ninguna razón. Compara al sacerdote, que en esos tiempos formaba parte de una casta casi intocable y privilegiada, con un pueblo que no tenía ninguna de esas ventajas o prerrogativas. Compara al siervo con su amo, lo cual para esa cultura, era algo directamente impensable. Un amo era un señor, un individuo lleno de poder y posibilidades, mientras que uno de sus siervos, era un elemento de utilidad, un número, un ente con una categoría apenas por encima a la de un animal irracional. Válido esto mismo para con la criada y su ama.

Esa ama era, generalmente, la esposa legítima del señor de la casa, la cual habitaba con él como su esposo y padre de sus hijos, pero eso no era obstáculo para que la libidinosidad de algunos de esos hombres, los hiciera abusar de una criada, la cual no tenía ni el menor derecho a quejarse o denunciarlo. Compara al que compra con el que vende, cuando es lógico que siempre el que vende tenga la última palabra, tanto en precio como en decisión de ejecutar negocios, al que presta con el que recibe prestamos, en suma: lo mismo al acreedor que al deudor. ¿Cómo podríamos decir que se llama eso? Justicia. Claro está que una Justicia así, con la “J” mayúscula, porque es de procedencia divina. Ya sabemos que la justicia terrenal, de ninguna manera se ejecuta con las bases que enumera este texto. Todos sabemos que en cualquier juzgado terrenal, jamás sería considerado del mismo modo el señor de la casa que su sirviente.

Y es esto, entre otras particularidades, algo que ha venido adosado a esta pandemia que vive el mundo, obligando a sus habitantes de todo lugar habido y por haber, a realizar algo a lo que no siempre está acostumbrado: obedecer órdenes. Y además, a reflexionar muy seriamente sobre sus valores y evaluaciones sociales, ya que salta más que a la vista que, por más que se lo intente o se lo presione, no habrá manera de echarles la culpa a los pobres, marginados y degradados raciales de esto que nos esta pasando. Más bien, y sin pretender ser tendencioso, yo me atrevería a decir que si existe alguna responsabilidad evidente, está más del otro lado, de ese lado que siempre jugó como favorito. Incluso dentro del auto denominado como Pueblo de Dios.

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abril 4, 2020 Néstor Martínez