Estudios » Blog

El Resplandor de la Paz en la Confianza

IMG_20180415_101147208

     Cuando Pablo enseñó la verdad de la justificación por la fe, esto sacudió a la iglesia. Fue una noticia increíble en ese momento. De hecho, algunos teólogos respondieron: «Si soy perdonado, si Dios es tan misericordioso que me perdona gratuitamente solo por la fe, ¡Déjame pecar aún más, para que Dios pueda disfrutar de darme más gracia!» Los teólogos no entendieron el Evangelio.

     Esto me recordaba una anécdota humorística sucedida, -aseguran- en una iglesia con un hermanito que vivía pecando y pecando. Un día lo tomaron el pastor y sus ayudantes y lo amonestaron severamente por ello. Él entonces respondió que había leído que en la Biblia decía que el que peca, peque, no más, así que él cumplía con esa palabra. Grande fue su asombro cuando le hicieron leer que lo que decía, realmente en ese pasaje, era que el que peca, no peque más. Cuota de humor, sí, pero con contenido real y vigente: comodidad, relajación y lectura superficial de la palabra, un combo mortal.

     Debido a la cruz, Dios considera todo lo relacionado con nuestro viejo hombre en la carne eliminado. Pablo preguntó: ¿Continuaremos en pecado para que abunde la gracia?»(Romanos 6:1) y con rapidez continúa: ¡Por supuesto que no! Yo creo que Pablo estaba diciendo, «¿Por qué podría un cristiano, después de haber sido liberado de tal muerte, volver atrás y revivir el cadáver? ¿Por qué volver a una vida de pecado, cuando Dios quiere quitar toda la culpa y la condenación y darle seguridad y paz? Ahora, debido a la cruz, puede servir al Señor con gozo y alegría y obedecerle en una nueva obligación llamada amor.»

     Entonces, tú te preguntas, «¿Simplemente tomados por la fe en la justicia de Jesús?» ¡Sí, por supuesto! Eso es de lo que la vida cristiana se trata: descansar por fe en lo que Jesús hizo. Nuestro viejo hombre ha muerto, y el nuevo hombre es Jesús. Cuando ponemos nuestra fe en Él, Dios nos acepta totalmente. Nos considera justos, escondidos en el regazo de su amado Hijo. Así que cada vez que peques o falles, corre rápidamente a tu abogado, tu Defensor; confiesa tus faltas a Él y descansa en su justicia.

     Tú puedes preguntar: «¿No tienen las buenas obras cabida en esta doctrina?» Por supuesto que sí, pero con esta condición: Las buenas obras no pueden salvar, justificar o hacerte justo ni aceptable delante de Dios. ¡Lo único que salva es la fe en lo que Jesús hizo! ¿Qué hizo Jesús? Él te salvó, te perdonó y aceptó. Dios te ve ahora solamente en Jesucristo y por eso tenemos que llegar a nuestro Salvador, cada vez que caemos. La sangre que nos perdonó y limpió la primera vez que vino a Jesús, es la misma sangre que hoy continúa manteniéndonos limpios hasta que Él vuelva.

     Junto con esta seguridad viene una obligación mayor de hacer todas nuestras obras en su fuerza y poder en lugar de tratar de hacerlo por nuestra cuenta. Si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis (Romanos 8:13).

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

abril 24, 2018 Néstor Martínez