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El que Cruzó la Frontera del Sistema

Escuché hace algunos días a alguien hacer una pregunta pública, de esas que surgen de alguien singular, pero dirigida a una pluralidad de personas. Esa pregunta era: ¿Cómo puedes hacer tú que me escuchas, para conseguir que alguien se enamore de Dios? Y yo sé que, al repetirla, algunos de mis consecuentes lectores que siguen estos trabajos, quizás formados como yo en escuelas conservadoras y racionales, se estarán preguntando a sí mismos: ¿Es necesario eso? En otra época más conciliadora mía, te hubiera dicho que no sé, que cada uno lo hará a su modo, como le salga o pueda. Pero hoy tengo que decirte que sí, que los hijos de Dios necesitamos, desesperadamente, enamorarnos del Padre Celestial. Eso, si verdaderamente queremos escapar del sistema religioso que nos asfixia.

Yo no seré quien instale este pensamiento como un apéndice de la doctrina que se nos olvidó de estudiar, no; de ningún modo. Sólo haré especial hincapié en esa enorme cantidad de creyentes que tú y yo conocemos, por separado claro, tú allí donde estás y yo aquí, donde resido, y que sin embargo están unificados por una misma sintomatología espiritual: es como que les falta algo para estar completos. Yo no sé cuál es tu visión del asunto, pero para mí, la mayor asignatura pendiente dentro del cristianismo eclesiástico tradicional, es la pasión. Un creyente sin pasión, es un creyente mustio e inactivo. Les falta enamorarse de Dios. Y aquí habrá que retornar a la pregunta inicial: ¿Cómo es que se enamora uno de Dios?

Lo único que sé es que hay dimensiones en las profundidades de la Palabra de Dios que, al entenderlas, llevará inexorablemente a quien la escuche a un ámbito diferente al que normalmente accede. Y si eso se diera, lo más probable que ocurra, es que tú te enamores del Señor.  

(Hebreos 12: 9) = Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 

Dios es el Padre de los espíritus. Sólo ese verso da para que nos sentemos y empecemos a meditar. El Padre de los espíritus. De hecho, cuando se nos pide por cualquier razón que definamos a Dios, si alguien te dice qué es Dios, nos metemos en un tremendo problema, porque no tenemos la capacidad intelectual para poder explicar lo que Dios es.

Y fíjate que no es porque Él sea muy difícil de explicar, sino porque Él pertenece a una dimensión diferente de la nuestra. Eso es tan obvio que nadie o casi nadie lo tiene en cuenta y mucho menos lo enseña. Y la razón por la que no podemos explicar eso, es porque no estamos en esa misma dimensión. Para que cualquiera de nosotros pueda hablar con claridad con alguien que nunca conoció al Señor, inexorablemente deberemos utilizar metáforas. Podemos decirles, por ejemplo, que Dios es como el amor, que se lo siente, pero no se lo ve. O sea que tenemos que recurrir a analogías, a comparaciones para tratar de explicar a Dios a alguien que no lo conoce.

Sigo pensando, creyendo y poniendo por obra en mi vida, que lo único que realmente puede llevar a un incrédulo total a pensar en la existencia de un Dios todopoderoso, es que lo vea reflejado en nuestras vidas. ¿Qué mostramos para que eso suceda? Piénsalo. Te doy algunas posibilidades, aunque no son todas:

Vivir de una manera “rara”, si  se compara con lo que propone el sistema. No beber alcohol, no drogarnos. No tener una vida sexual promiscua ni orgiástica. No hablar obscenidades. Ser honestos, íntegros y sin simulaciones en nada. Ser confiable al punto de no quedarnos jamás con algo que no nos pertenece, sean objetos de valor, dinero, etc. Orar con fe y con fuerza de modo que alguien enfermo se sane o algo impactante suceda. Algunas, faltan muchas más, lo sabes.

Y, sumado a todo eso, ir a un templo, salón o iglesia cada fin de semana a reunirnos con los que piensan, creen y ponen por obra en sus vidas esto mismo que nosotros. Yo creo que, si el mundo secular puede ver y comprobar que todo eso es genuino, tendrá en cuenta la existencia de un Dios todopoderoso. Claro que si lo único que ve en nosotros es lo que detallé al final, entonces mucho me temo que no sentirá interés `por ese Dios que, para su razonamiento, pide mucho y no ofrece nada.

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abril 8, 2023 Néstor Martínez