Estudios » Blog

¿De Oído Oiréis, y No Entenderéis?

Recuerdo una mañana en la emisora radial en la que trabajaba, concluido el programa atendí personalmente la consulta de un hermano mayor que yo en ese momento, que necesitaba que lo ayudara a resolver un problema personal que vivía y al cual no le encontraba salida clara. Para mí todo estaba muy claro y concreto, la solución era muy simple y con suficiente respaldo bíblico y así se lo dije. Nunca me voy a olvidar de su mirada casi extraviada, perdida en un horizonte lejano y sin luz ni brillo en sus ojos. Y un murmullo apenas audible que salió de sus labios: “No entiendo, Néstor, no entiendo…” me dijo. Me quedé observándolo casi con incredulidad. ¿Cómo era posible que no me entendiera algo que era tan simple y puntual? Allí, en esa mañana y en un hecho casi cotidiano de los tantos similares que ocurren, me di de cara por primera vez con la falta de entendimiento en un creyente. Fiel, honesto y sincero, dispuesto a ser obediente y sano, pero sin entendimiento.

¿Qué cosa es entender? La palabra que usamos viene del latín intendere, compuesto por in, que significa Dentro, y tendere, que viene a ser Estirar en el sentido de dirigirse hacia algo, el conocimiento de un objeto, para incorporarlo a la estructura mental, de modo no arbitrario, sino comprensivamente. Lo que se entiende tiene sentido, resulta claro, se lo puede juzgar, valorar y sobre todo aplicar a otros casos similares, solucionando muchos problemas de la vida cotidiana. Eso es, en líneas generales, entender. Entonces ahora nos cabe la auto observación y análisis personal y grupal. ¿Es suficiente convertirse para entenderlo todo de una? No. Es notorio que nos lleva un tiempo. Pero pasado ese tiempo, ¿Es garantía que hayamos entendido todo o lo estemos entendiendo? No, no es garantía, hay miles de ejemplos de creyentes con muchos años en el camino que llevan vidas complejas por causa de su falta de entendimiento. La gran pregunta que nos surge, entonces, es: ¿Cómo se sale de eso? O más osada la pregunta: ¿Hay una salida para eso? La respuesta es sí, la hay.

En el marco de La Parábola del Sembrador, Jesús dice algo que Mateo recoge en 13:23: Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno. ¿Seré yo el único al cual le enseñaron que el que oye la palabra es el que da fruto y produce, dejando de lado que en medio de ese concepto está la palabra entiende que generalmente nadie te menciona? La gran pregunta que debes formularte, es: cuando oigo la palabra de Dios, ¿La entiendo? ¿O sólo la oigo y creo que con eso ya es suficiente? Hay tres poderosos versículos en Marcos 4:23-25. mira: Si alguno tiene oídos para oír, oiga. Les dijo también: Mirad lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís. Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Quiero que prestes atención suma a la palabra que los evangelistas interpretaron como Oír en el verso 23. Tal como la entendemos hoy, esa palabra no transmite el significado de lo que Jesús quiso decir. La palabra que Él usó es la palabra griega akouo y se traduce como Oir con entendimiento. No simplemente oir, no es suficiente escuchar. Es obligatorio Entender.

Y a eso lo vemos reflejado en Mateo 15:10: Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended: ¿Te das cuenta? Las dos cosas son obligatorias, no sólo oír. Porque Jesús mismo advierte con mucha claridad y precisión que debemos tener cuidado con lo que oímos y comprendemos. Hay personas bien intencionadas que dicen que ir a cualquier iglesia es lo mismo, porque todas son iguales. O escuchar a un predicador o maestro u otro, porque todos enseñan bien. Eso es un grave error. Puedes partir de la base que se te ha demostrado claramente que los fariseos enseñaban mal y erróneamente a su gente. Y Jesús sostiene que a partir de esas malas enseñanzas, la gente ya no puede recibir la verdad. No todo es lo mismo, no. El que te enseña la palabra de Dios, moldeará tu entendimiento de ella. O sea: lo que tú aprendes de tu maestro, es lo que comprenderás. Lo que tu ministro o maestro comprenden, te ayudará o impedirá tu habilidad de recibir de Dios. Marcos 4:24-25 confirma eso: Les dijo también: Mirad lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís. Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

Esto último te lo deja muy claro: si tú entiendes poco, recibirás poco. Si tú entiendes mucho, recibirás mucho. En tanto más entiendas, más recibes. De hecho, si tienes un maestro que no cree en milagros y no enseña sobre ellos, en tu vida no habrá milagro alguno, aunque tú pienses que puede haberlos. Una cosa es pensar, imaginar y hasta desear algo, y otra cosa es creerlo. Y en eso se juntan la sanidad, la prosperidad, la liberación y todo aquello que pertenece a una vida diaria que nunca es fácil. Ejemplo y ejemplo básico: Dios ha dicho que suplirá todas tus necesidades. Si tú puedes entender esa promesa, creerla y activarla en tu vida, jamás tendrás necesidades ni escasez de nada. Si no lo entiendes, no te opones ni desmientes la promesa, pero en tu vida jamás se activará. Lo resume muy ajustadamente 3 Juan 2: Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. Fíjate bien en esto: la oración de Juan es que tú seas sano, pero como condición, él pone que también debe prosperar tu alma. ¿Y qué tendría que ver la salud con la prosperidad del alma? Que en el alma está la mente, y en la mente el intelecto, y el intelecto es lo que usamos para entender las cosas.

2 Pedro 1:3, dice: Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia. Esto te dice que Dios proveerá todo lo que necesitas, pero la única condición que te pone es que todo eso tiene que venir a nosotros a través del conocimiento, que es intimidad, pero también Entendimiento. Comprende que Dios ya te dio todo cuando te dio a Jesús. Él te dio su posesión más preciosa. Ahora bien; si Él ya te ha dado su posesión más preciosa, ¿Por qué rehusaría darte todo lo demás que necesitas? Una vez que comprendemos lo precioso que Su Hijo es para Él, comprendemos que Él nos lo dará todo. Un caso puntual es el rey Salomón. Cuando debió pedir, pidió Sabiduría. Y como respuesta a su oración, recibió alto entendimiento, y eso le trajo sabiduría a su vida. Él no pidió riquezas, ni vida larga ni venganza contra sus enemigos. Él simplemente pidió entendimiento, y al hacerlo, Dios suplió todos sus otros deseos.

Entonces tú te rascas la nuca, miras el monitor y dices: ¡Muy bien! De acuerdo. No tengo entendimiento, ¿Y ahora qué hago?¿Dónde lo voy a buscar? Al entendimiento en ninguna parte, te bastará con buscar a Dios, porque dice Proverbios 28 que los que buscan a Dios son los que entienden todo. Luego, apártate de la maldad, porque Daniel 12 dice que los hacedores de maldad no entienden. Seguidamente, camina en fe, porque dice en Hebreos que por la fe comprendemos. Después estudia la Palabra de Dios, que es la que te trae entendimiento y, finalmente, repite con certeza y convicción la oración del apóstol que vemos en Efesios 1:15-18: Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos. Listo. Me quedo tranquilo, ahora sé que si me acompañaste hasta aquí, has entendido.

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

noviembre 28, 2020 Néstor Martínez