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Creyentes Paso a Paso

En tiempos difíciles como el que estamos transitando, las manías consumistas en las que la mayor parte del planeta parece entretenerse casi con liviandad, se contraponen con las carencias de los menos afortunados, esbozando un cuadro que roza lo dramático, pasando por lo incongruente. Fuera de todo ánimo de dar la lata religiosa, pregunto:  ¿Deberíamos aceptar que el hombre está en este mundo solamente para trabajar, disfrutar de los placeres santos y no tan santos, permitirse dejar fluir alguna forma de amor para con otros seres como él, ganar todo el dinero que pueda y utilizarlo en comprarse todo lo que lo gratifica y relaja? Por poco o por mucho que conozcas de la Biblia, ¿Ese es un hombre genérico, creado por un Dios de todo poder como esencia de Su Imagen y Su Semejanza? Yo creo que no, que hay otras variables que deben, por lo menos, ser evaluadas con la Palabra de Dios como guía a toda verdad y, una vez que nos funcione a los que decimos ser creyentes, pasársela al mundo secular, incrédulo pagano e impío, para que de una vez y para siempre pueda solucionar sus dramas cotidianos.

Una de esas variables a estudiar, son nuestros pies, nuestro calzado. Veamos: cuando te encuentras con alguien desconocido, o que hace mucho tiempo que no ves, ¿Te fijas en sus pies? ¿Prestas atención a su calzado? Puede haber gente que lo haga, es cierto; hay gente para todas las ocurrencias pintorescas que quieras, pero convengamos que quien se fije en eso, será minoría. No por nada, los grandes centros de la moda te incentivan a que cambies en cada presencia partes importantes de tu atuendo, pero son muy pocos, apenas los específicos, los que lo aconsejan para con el calzado. ¿Esto nos hará pensar que no lo es, entonces? Hoy no podría decirlo con certeza, ya que cada país, cada región, cada cultura, tiene costumbres distintas, tradiciones diferentes y ópticas para la elegancia o el buen vestir, también diferentes. Sin embargo, esto no pasa por lo estético, como muchos supones y otros tantos estaban pensando hasta este momento. Esto pasa por lo espiritual, directa y sobradamente. Mira esto.

(Rut 4: 7) =  Había ya desde hacía tiempo esta costumbre en Israel tocante a la redención y al contrato, que para la confirmación de cualquier negocio, el uno se quitaba el zapato y lo daba a su compañero; y esto servía de testimonio en Israel.

No es casual. Era la prueba, la garantía, el símbolo material y físico que representaba nada menos que la integridad, en este caso comercial de una persona. Y además, se añade, era de testimonio para todo un pueblo que, en ese momento, había hecho del culto a un Dios majestuoso, único e incomparable, una rutina. Una muestra en la que indudablemente, deberían mirarse todos los pueblos circundantes. Algo ya habían aprendido; el calzado no era un aditamento de última, un algo como para completar un atuendo, era nada menos que la prueba más contundente de la honestidad y la seriedad con que alguien podía establecer un pacto. Pero eso no sería todo, porque Dios habría de añadirle a esto, que aparece como algo menor, un punto muy superior, mira esto.

(Deuteronomio 11: 24) =  Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro; desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Eufrates hasta el mar occidental será vuestro territorio.

(25) Nadie se sostendrá delante de vosotros; miedo y temor de vosotros pondrá Jehová vuestro Dios sobre toda la tierra que pisareis, como él os ha dicho.

Aquí ya no es lo externo, aquí es lo interno, lo natural, nosotros mismos. ¿Alguna vez te atreviste a creer esta palabra que te asegura que todo lo que pise la planta de tu pie, será tuyo? ¿Qué vas a creer, la onda literalista que te asegura que eso solamente era para las costumbres de ese tiempo con relación a las propiedades de campos y lugares? ¿De verdad vas a creer eso tan limitado, como si proviniera de la palabra de un Dios limitado? ¿Nunca vas a pensar que si mañana tienes una necesidad, (No un capricho ni una ambición personal, una necesidad) puedes ir y poner tu pie en lo que sea que necesites, y declarar en el nombre de Jesùs que ya es tuyo, y dejarle al Señor la decisión final de ejecutar su promesa o dejarla en suspenso para cuando, según su juicio, sea mejor ocasión?

Hay un mensaje muy claro en todo el evangelio, en toda la palabra, respecto a la dirección, el ritmo y la continuidad de nuestros pasos. Nuestros pies no son elementos de adorno que sirven para sostener nuestro cuerpo y desplazarnos. Nuestros pies son nada menos que las alas espirituales que nos llevaran de pleno a las dimensiones que elijamos ocupar. ¿Dónde te llevan tus pies, hoy? ¿Dónde los estás apoyando? ¿Qué vas a hacer tuyo conforme a ese principio? ¿Será un área de bendición u otra de entretenimiento y mediocridades? Mira bien donde pones tus pasos, para eso tienes ojos naturales y espirituales, y luego encomienda al Espíritu Santo que aquí sí, más que nunca, sea tu guía a toda verdad y bendición.

(Salmo 17: 5) =  Sustenta mis pasos en tus caminos, Para que mis pies no resbalen.

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junio 20, 2020 Néstor Martínez