Estudios » Blog

Asumiendo Nuestras Responsabilidades

Hay un ejemplo que oí que, entiendo, está perfecto y es válido repetirlo. Suponte que Dios te regala un automóvil. Entonces tú lo pones en marcha, vas a tu casa, se gozan en familia por el regalo del cielo y se suben todos a bordo para dar un paseo. Pero como el auto es grande, tú invitas a otros que tú eliges. El auto fue un regalo de Dios, es cierto, pero quien lo conduce, eres tú. Partiendo desde esa premisa y teniendo muy en cuenta las leyes globales, (En cada país podrán tener sus propios matices, pero la esencia es la misma), quien conduce el auto, que eres tú, es responsable de lo que le suceda al auto y a todos los que son transportados por él. Dios no es responsable de nada. Su responsabilidad terminó cuando tú recibiste el auto, lo pusiste en marcha y en movimiento.

Estoy de acuerdo con que cuando sales de viaje en tu auto, a ese viaje se lo entregues al Señor. Le pides su cobertura y sales confiado. Pero, atención; Dios no va a tomar el volante del auto para conducirlo. Esa es tu responsabilidad total. Dios, lo que hará, será protegerte del entorno, pero no podrá hacerlo con tus aciertos o errores. ¡Ah, no, hermano! ¡No es así! ¡Yo le entrego el viaje y él conduce el auto, me lleva y me trae! ¿Ah, sí? ¿Y tú donde viajas, en la butaca del acompañante o en la del conductor? Porque si viajas en la del acompañante y el auto se conduce solo, por dos manos invisibles, amén. Pero si viajas en la butaca del conductor, me temo que eres tú quien conduce. ¿Se puede bajar la intensidad pragmática de esto? Sí; han existido casos en los que extraña y misteriosamente, hay gente que se salvó de morir en un accidente de un modo y por circunstancias que racionalmente no pueden explicar. ¿Ángeles? Puede ser, Dios lo sabe. Él está en control de todo.

Cuidado: yo entiendo perfectamente el sentido que se le da a estas formas de expresión. Confiamos en que el Señor nos protege, nos cuida, nos guía y está ahí para que no padezcamos problemas serios. Gloria a Dios por ello y, ciertamente, es así. Pero reitero que en lo conceptual: tú eres quien conduce el auto. Porque si me dices que es Dios el que conduce el auto, eso significa que no te lo dio. ¿Cuál es, entonces, ese principio de responsabilidad? Cuando Dios te pone en control de algo, tú tienes responsabilidad sobre eso. ¿Esto es fácil de entender, no crees? Fíjate que Jesús se hizo responsable de su misión, hasta la muerte. No dejó nada suelto ni librado al azar. Cumplió todo.

Lo que ocurre es que hay una tendencia en Adán, que es como decir: en el hombre, y es a no hacerse responsable. Es mucho más fácil decir que el bus te dejó a pie que reconocer que llegaste tarde a la terminal. A eso lo vemos mucho en nuestros ambientes. ¿Quién no ha oído muchas veces a un líder echarle la culpa de su fornicación o su adulterio, al diablo que lo tentó y lo hizo caer? ¿Es que él o ella no tuvieron ninguna responsabilidad? Cuando Adán peca, lo primero que dice, es: “La mujer que tú me diste. No la pidió, no la eligió. La mujer que tú me diste por compañera, me dio del árbol, y yo comí”. O sea, que en realidad, el problema lo causaste tú, Dios, no yo.  Ese es el principio de la irresponsabilidad: no asumir la consecuencia de lo que nosotros mismos estamos haciendo. ¡Es que el hermanito cayó en pecado! El hermanito no «cayó» en pecado. El hermanito fue tentado, vio al pecado y le gustó; lo pensó, se lo imaginó, lo fantaseó, lo diagramó, lo planificó y, finalmente, lo consumó, Pregunto: ¿Podemos seguir diciendo que el diablo tentó al hermanito y este “cayó” en pecado?

Dios no puede tratar con sus hijos, mientras ellos le demuestran que no aceptan asumir el grado de responsabilidad que tienen. Puede ser gente con muy buenas intenciones, pero resulta que para la gente de Reino, la gente con buenas intenciones no le termina de inspirar confianza, ¿Sabes por qué? Porque las buenas intenciones, nunca han salvado a nadie. Tú tienes un sueño, por ejemplo, en el que ves a un hermano que amas, a punto de caerse a un precipicio lleno de animales salvajes que se lo comerán. Tú te espantas por ese sueño y corres a contárselo, con la mejor de tus intenciones. Entonces el hermano, tranquilamente, te pregunta: ¿Te dijo el Señor que me cuentes ese sueño? ¡No! ¡Pero es que estabas tú, ahí! ¿Pero Dios te dijo o no te dijo que me lo cuentes? ¡Dios no me ha dicho nada, pero yo pensé…! Yo pensé. Si Dios no te dice que hagas algo, no lo hagas, así parezca excelente o así te mueras de ganas por hacerlo.

Ahora, la duda de muchos, en situaciones como esta, es: ¿Por qué no debo escuchar lo que un hermano fiel, que me conoce y me ama, ha soñado y quiere compartirme por la simple razón que en ese sueño estaba yo? Porque Dios no le dijo que me lo contara, y a mí no me da la gana de oír algo que no viene del Padre, sólo porque el diablo está usando a un buen cristiano. ¿Sabes qué? Eso se llama irresponsabilidad, en este caso, del buen hermano que por exceso de confianza, podría estar jugando para el equipo contrario. Además, ya has leído y oído que la palabra de Dios nunca regresa vacía, ¿Verdad? Y eso es muy cierto. Tan cierto como que las palabras, ya no las espirituales sino cualquiera de ellas, no es que no retornan vacías, directamente no retornan. Ninguna palabra soltada vuelve igual a como fue soltada. Así que, a la hora de soltar una palabra, de lo que sea, cuídate muy bien que no sea dañina, porque va a cumplir con lo que tiene reservado.

Esto te deja en evidencia, una vez más, que si hay algo que debemos cuidar tanto como a nuestras vidas, es lo que decimos. Todo el mundo espiritual se mueve por las palabras que tú dices. No es poca cosa, créeme. Fíjate que no son pocos los ministerios que comienzan una obra determinada en plena dependencia al Señor y a Su Palabra, y la terminan con muchísima menos dependencia a los mismos valores. Supongo que tiene que ser porque, a medida que pasan los años, el hombre presenta una clara tendencia a volverse más confiado en aquello que antes desconfiaba. Conclusión: ¿Quieres tener profetas en tu ministerio, en tu iglesia, en tu familia o en tu vida? Tenlos, gloria a Dios por ellos, pero por favor, que se hagan total y absolutamente responsables de lo que dicen y hacen. De otro modo, ya no será para bendición. Y si un ministerio no es para bendición, explícame por favor, entonces, ¿Para qué es?

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

mayo 8, 2021 Néstor Martínez