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¿Qué es Ser Lleno del Espíritu?

En una ocasión y en el marco de un adiestramiento de evangelización de una famosa iglesia, un profesional, que era miembro importante de ella, pero conocido por su racionalidad e intelectualidad dentro de la congregación, dijo lo siguiente: “Desde que aprendí cómo caminar en el Espíritu, la vida cristiana se ha convertido en una gran aventura para mí. Ahora, lo que quiero es que todos los demás que yo trate, puedan experimentar esta misma aventura con Cristo que yo estoy viviendo”

Cuando yo leí esto, hace ya de esto muchos años, me formulé la misma pregunta que ahora voy a formularte a ti, mujer u hombre creyente que estás allí, escuchándome, váyase a saber desde hace cuánto tiempo y siempre con hambre y sed de saber y aprender más de Dios. ¿Querrías saber cómo experimentar una vida plena, abundante, fructífera y llena de propósito en Cristo? Porque tengo que decirte que, si hasta hoy has estado viviendo en derrota espiritual, impotente y estéril, preguntándote si es que en realidad es válida la vida cristiana, te informo que hay excelentes posibilidades, tanto para ti como para tu vida y de la de tu casa.

Entiende esto: ¿Qué mayor promesa pudo Cristo habernos ofrecido, que la seguridad de que el cristiano puede caminar directamente en el Espíritu y experimentar una vida abundante y fructífera, llena de propósito y aventura? Esa capacidad nos ha sido prometida por Cristo mismo, y no mediante ningún intermediario dudoso, y la promesa está dirigida a todos aquellos que le han recibido como Señor y Salvador. La promesa dice así, y no te doy el texto porque estoy seguro lo tienes grabado a fuego: El que en mí cree, las obras que yo hago, él has hará también; y aún mayores hará porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

Escucha; ciertas verdades espirituales, cuando son debidamente comprendidas y experimentadas por fe, producen un beneficio espiritual y un verdadero cambio en el individuo. Estos principios han demostrado que pueden ayudarte a ser más consistente en tu caminar en el Espíritu, así como más eficaz en tu testimonio de nuestro Salvador. Así es que, como no puedo estar a tu lado, orar por tu llenura espiritual y ponerte mis manos sobre tu cabeza para que esa oración se active, cosa que siempre se estiló hacer pero que no siempre produjo resultados positivos, entonces me limitaré a compartirte todos aquellos principios y fundamentos que te llevarán, aunque sea con algo más de lentitud que lo que podría ser un shock o impacto directo, a ser lleno del Espíritu Santo de una vez por todas, y a empezar a ser, verdaderamente y no por simple palabrerío, Más que Vencedor en Cristo Jesús.

La vida cristiana, al ser debidamente comprendida, no es difícil ni compleja. En realidad, la vida cristiana es sencilla. Es tan sencilla que muy a menudo tropezamos con su sencillez, y sin embargo es tan difícil que ¡Nadie ha podido vivirla por sí mismo! Esta paradoja ocurre porque la vida cristiana es una vida sobrenatural. El único que ha podido vivirla es nuestro Señor Jesucristo. Cualquier otra cosa que se tome o se quiera hacer tomar como vida cristiana, es más de lo mismo que hemos visto por años, esto es: vida religiosa. Que de ninguna manera es lo mismo, sino exactamente lo opuesto, lo contrario. Todavía no me explico por qué tanto creyente sincero, sólido y maduro se sigue refiriendo a su fe como a “su religión”. Habría que hacerle ver a partir de la propia Escritura, que si existe en la historia bíblica alguien que de ninguna manera ha sido religioso, ese alguien es Dios…

De hecho, si yo trato de vivir la vida cristiana en mi propio esfuerzo humano, se convierte en compleja, difícil y aún imposible de vivir. Me veo obligado a hacer y decir todas esas cosas que todos hemos visto decir y hacer en los templos, pero que con el correr de los días y los tiempos, todos sabemos que terminan siendo palabras sin consistencia, que no alcanzan a cubrir las falencias individuales de esas personas y que, en algunos casos, potencian corrupciones de mayor relieve. No es bueno todo eso, no; no lo es. Pero si yo invito al Señor Jesús a que dirija mi vida; si yo reconozco la realidad de vivir crucificado juntamente con Cristo y resucitado con Él por fe, como un modo de vida; si yo camino en la luz, como Dios está en la luz, entonces el Señor sencillamente vive su vida abundante en mí, en todo el poder de su resurrección. Y eso, una vez que se produce, es tan fácil y agradable, además de bendecido y lleno de gozo, que vale la pena vivirlo.

Este hecho ha quedado dramáticamente demostrado en las vidas de los primeros cristianos. Cuando los enemigos de nuestro Señor vieron la forma en que él estaba cumpliendo su promesa en las vidas de Pedro y Juan, y observaron su audacia y la notable cualidad de su nueva vida, quedaron sorprendidos de que estos hombres rudimentarios, conocidos por todos, hubiesen podido realizar tales prodigios. Llegaron a darse cuenta de que su andar con Jesús, había transformado sus vidas. Porque es necesario que sepas algo que ya me ha tocado decir en más de una ocasión aquí. Jesús no vino a esta tierra enviado por el Padre solamente a morir en la cruz por nuestros pecados. Tampoco vino a realizar toda esa serie casi dramática de señales, maravillas y milagros. Por fuera y por sobre todo eso, Jesús vino a esa familia tan singular conformada por José y María, a vivir una vida que sirviera de espejo, ejemplo y punto estricto de referencia de lo que fue, es y debe ser un embajador del Reino de los Cielos.

No quiero dar la impresión de que un cristiano que camina en la plenitud del Espíritu, ya no tendrá problemas. Los problemas tales como enfermedades, la pérdida de seres amados, dificultades económicas y otros muchos, son experiencias comunes a todos los hombres. Quien o quienes en alguna ocasión o muchas, hayan enseñado o predicado algo así, no sólo han exagerado lo que se debe exagerar sino que, a la luz de todos los hechos bíblicos, me atrevería a decir que a pesar de hacerlo con una buena intención y no menos razón, han mentido. Y no me parece que el evangelio del Señor deba ser predicado a partir de una mentira. Tú sabes quién es el padre de mentira. ¿Y dejaremos que él predique nuestro evangelio? Conmigo no cuenten. Solamente una decisión directa del Padre que determine que alguien le es altamente necesario en un lugar, para una misión y en ciertas condiciones concretas, puede hacer posible que esa persona tenga una vida especial, tal como si fuera un moderno Enoc.

De todos modos, la mayor parte de lo que consideramos como nuestros problemas, son producidos mayoritariamente por nosotros mismos, debido a que nuestras acciones carnales y egoístas los generan. El hombre espiritual no está exento de la mayoría de estos problemas. Pero, cuando los problemas llegan a él, el hombre espiritual puede encararlos con calma y confianza; con una actitud positiva, debido a que es consciente de los recursos que Dios le ha dado y que están disponibles para batallar con aquellos problemas. El creyente no es ni debe ser, como muchos han creído ver y por consecuencia lo han enseñado así, un ser casi sobrenatural viviendo una vida sobrenatural. El creyente es un ser de carne y hueso, además de tener un alma y una menta todavía muy adámica que le juega malas pasadas. La victoria que obtiene en Jesucristo, no en sus propias fuerzas ni sabidurías, es lo que lo convierte en un testimonio viviente apto para que se miren en él todas las generaciones futuras.

No estamos hablando aquí de un asunto en el que podemos aplicar el “pensamiento tenaz o positivo”, que tanta difusión ha tenido y tiene a través de los canales difusores del mundo secular, ya que se nos instruye a que echemos toda nuestra ansiedad sobre el Señor Jesús, porque Él tiene cuidado de nosotros. El hombre espiritual conoce la confiabilidad de Dios por experiencia propia. El Señor es quien le resuelve los problemas, tribulaciones y cargas en este mundo, las cuales ya no son tan pesadas cuando Él las está sobrellevando. Esto mismo estuvo en la mente y corazón de Pablo constantemente. Él dijo: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora lo vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

En honor a la verdad, estoy convencido que una gran mayoría de los que nos reunimos aquí para compartir todo este arsenal de alimento intercambiado, hemos repetido este versículo como dándolo por sabido, entendido e incorporado. Incluso, muchos de nosotros en su momento tuvimos la inconsciente e irresponsable osadía de salir a enseñarlo como si las tuviéramos todas más que claras. Olvidamos esa palabra que nos dice que el que cree saber algo, en realidad todavía no sabe nada. Porque estar conjuntamente crucificado con Cristo, significa exactamente eso que dice: conjuntamente crucificado. O sea: en la cruz no murió solamente Jesús. Murió la naturaleza adámica que había en cada uno de nosotros. Moriste tú y morí yo en esa cruz. Hoy no deberíamos sufrir molestia alguna de parte de aquel viejo inquilino adámico. Somos una nueva creación. O al menos es lo que deberíamos ser si estamos EN Cristo y no solamente aprendiendo su historia en la tierra.

Escucha esto: la clase de teología que es tan profunda e intrincada que no puede ser comprendida, no es sólo el producto de un pensamiento obtuso, sino que es una directa contradicción con las Escrituras. Es más, ciertas enseñanzas a las cuales muchos se refieren como verdades profundas de la palabra de Dios, a menudo no producen vidas santas, testigos fructíferos, mayor amor por Cristo, ni una entrega a su causa. Adoro escudriñar las máximas profundidades del evangelio y luego extraer lo que encuentre allí para compartirlo, pero si a eso no lo respaldo con una vida acorde al propósito y la voluntad de Dios, todo lo otro es hojarasca inútil. Por eso hay un lema en mi vida que lo comparto sin cargo para que sea utilizado por todo aquel /lla que coincida: el hombre no tiene un mensaje, el hombre ES un mensaje viviente.

Convengamos en que las enseñanzas de Jesús fueron sencillas y comprensibles, aunque algunas de las verdades que Él enseñó, permanecían veladas a los ojos de aquellos hombres espiritualmente ciegos. Él habló de los “lirios del valle”, del sembrador y la semilla, del pescador de hombres, de los odres nuevos, de la vid y los pámpanos, lecciones sencillas que fueron fácilmente comprendidas por sus oyentes. Jesús logró comunicarse con su auditorio; las multitudes lo escuchaban absortos, lo comprendieron y, como consecuencia, lo siguieron. Eso sí, los desacomodó a los incrédulos y religiosos sin unción con las parábolas. Fue muy claro cuando les dijo que sólo serían develadas por aquellos que tuvieran oídos para oír. Y sordos no había en su grupo de seguidores. Sordos físicos, espirituales…es otro tema.

En un mundo de analfabetos espirituales, debemos seguir la sencillez del mensaje de nuestro Salvador y su mismo método, si queremos en realidad comunicar sus buenas nuevas a las multitudes. Ya que Dios amó tanto a las gentes del mundo, la mayor parte de las cuales tenía muy poco, o ningún conocimiento de las verdades espirituales, y ya que él dio a su Unigénito hijo para que muriera por nuestros pecados y para que pudiéramos tener vida eterna, no parece razonable que uno tenga que convertirse en teólogo o en acucioso erudito de la Biblia (Aunque esto pueda ser muy bueno), para poder experimentar y compartir la vida abundante de gozo y victoria, que es nuestra legítima herencia en Cristo. La gran verdad de la Vida Eterna no está en Juan 3:16, aunque Juan 3:16 sea EL versículo cumbre. La gran verdad de la Vida Eterna está en VIVIR Juan 3:16, no repetirlo como si fueran antiguas letanías.

Veamos: una de las más importantes verdades de las Escrituras, cuya comprensión y aplicación ha enriquecido muchas vidas como ninguna otra verdad, es el concepto que alguien dio en llamar, hace muchos años, La Respiración Espiritual. Dice allí que cuando tú caminas en el Espíritu por fe, practicando esa respiración espiritual, ya no necesitarás vivir otra vez en derrota por más de unos cuantos minutos. La respiración espiritual tal como el caso de la respiración física, es un proceso de exhalar las impurezas e inhalar lo que es puro; un ejercicio de fe que te capacitará para experimentar el amor de Dios y su perdón, como un nuevo sistema de vida. Inhalamos oxígeno puro, eso es Espíritu Santo, unción, poder, autoridad. Exhalamos anhídrido, eso es carne, vicios, tradiciones, religión hueca, pecado. Al igual que un cuerpo físico, el de Cristo en la tierra, si no respira se muere.

En el momento en que tú invitaste a Cristo a tu vida como Salvador y Señor, experimentaste el nacimiento espiritual. Y no se trata, -obviamente-, de haber hecho una oración de estilo o de haber llorado hasta el hartazgo en un altar. Entregar tu vida a Cristo es exactamente eso que digo: dejar de ser tú y pasar a ser Él en ti. ¿Sencillo? ¡Ni lo sueñes! Difícil como todo lo que rodea la vida de un creyente, siempre sujeto a burlas, a marginaciones, a discriminaciones y hasta injurias y agresiones injustificadas. Tú te convertiste en un hijo de Dios y fuiste lleno del Espíritu Santo, eso es lo que cambió tu vida, no empezar a asistir a un templo distinto al que antes ibas. Dios perdonó tus pecados, pasados, presentes y futuros. Te hizo justo, santo y aceptable a Su vista, mediante el sacrificio de Cristo por ti en la cruz. Se te dio poder para vivir una vida santa y fructífera para ser testigo de Jesucristo. De ahí en más, Dios se hace a un costado y te deja absolutamente en libertad de voluntad para vivir como tú quieras, honrándolo o ignorándolo. Es lo que hace una parte y la otra de la humanidad, que dicho sea de paso, TODA fue creada por Él.

Sin embargo, el cristiano típico no comprende este concepto de la respiración espiritual como un ejercicio de fe y como resultado vive una verdadera montaña rusa espiritual. Vive de experiencia emocional, en experiencia emocional. La mayor parte de su tiempo lo pasa como un cristiano carnal, controlando él mismo su vida, frustrado y sin fruto. Si esta es tu experiencia, la respiración espiritual te capacitará para salirse de esta montaña rusa espiritual y podrás disfrutar la vida abundante que el Señor prometió cuando dijo: Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia. Como un ejercicio de fe, este concepto te capacitará para continuar experimentando el amor de Dios, su perdón y poder, bajo el control del Espíritu Santo, como una nueva manera de vivir..

Si tú has retenido el control de tu vida, pecando mediante un acto de deliberada desobediencia, respira espiritualmente. En primer lugar, exhala mediante la confesión. La palabra de Dios nos promete en 1 Juan 1:9 que: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Confesar (La palabra en griego es homologeo), sugiere que debemos ponernos de acuerdo con Dios respecto de nuestros pecados. No se trata de acciones rituales denominadas Confesión, que en muchos casos, -todos lo sabemos-, está más cerca de una simulación de circunstancias que de una confesión genuina. Cuando esta es real, la cosa es entre Dios y tú, y el compromiso que contraes te excede.

Tal acuerdo implica por lo menos tres consideraciones: en primer lugar, tú debes reconocer que tu pecado o pecados, los cuales deben ser presentados a Dios específicamente, están mal. Tú debes reconocer que estás equivocado y que estás ofendiendo a Dios. En segundo lugar, tú debes reconocer que Dios ya te ha perdonado mediante la muerte de Cristo en la cruz. En tercer lugar, tú debes arrepentirte, lo cual significa que deberás cambiar de actitud respecto a ese pecado. El poder del Espíritu Santo te capacitará para cambiar de conducta. En vez de hacer lo que tu ego o vieja naturaleza pecaminosa te dictaba, ahora tú querrás hacer la voluntad de Dios.

A continuación inhala apropiando la plenitud del Espíritu de Dios, por fe. Confía en él para que controle y dinamice tu vida, de acuerdo con su mandato de Sed llenos del Espíritu, que en su sentido original, significa que uno debe estar constante y continuamente controlado y dinamizado por el Espíritu Santo, cada momento de nuestra vida; y de acuerdo con su promesa de que él nos escucha y si nos escucha nos da lo que hemos pedido de acuerdo con su voluntad.

(Efesios 5: 13-18) = Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo. Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu,

Continúa apropiando su amor, perdón y poder por fe y sigue teniendo compañerismo con Dios momento a momento. Tú quizás te preguntarás cuántas veces se tiene que pecar para estar en la montaña rusa espiritual y para considerarse un cristiano carnal. El hombre natural, el no cristiano, se convierte en creyente y en hijo de Dios y sus pecados son perdonados, en el momento mismo en que recibe a Jesucristo como su salvador. En ese momento es lleno del Espíritu Santo y recibe todo el tesoro espiritual que puede necesitar para vivir una vida trascendente, poderosa y fructífera para su Salvador. Él puede hacer suyos todos estos beneficios espirituales, mediante la fe.

Sin embargo, el cristiano común, no comprende este concepto de la respiración espiritual, el concepto de vivir por fe. En vez de ello, vive mediante los sentimientos o emociones y, como resultado, se coloca él mismo en una vida de altibajos y derrotas, como cristiano carnal. Como ya lo hemos dicho, tú puedes escapar de esta montaña rusa espiritual y dejar de ser cristiano carnal, para convertirte en un cristiano lleno del Espíritu Santo, practicando la respiración espiritual. Si tú estás respirando espiritualmente, exhalando mediante la confesión de tus pecados, e inhalando mediante la apropiación por fe de la plenitud del Espíritu Santo, entonces tú eres un cristiano lleno del Espíritu, o espiritual.

(Hechos 4: 31) = Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.

Este texto siempre ha sido leído tan de paso y tan superficialmente que se nos ha escapado la enseñanza que contiene y que se va por encima de todo lo que mayoritariamente se ha enseñado al respecto. Nos pasamos la vida discutiendo si orar en lenguas o no orar en lenguas, si eso es el sello de la plenitud del Espíritu Santo o no, se han formado doctrinas que han dividido creyentes que sustentan eso de otros que lo niegan. Y se olvidan de este texto que trae, a mi juicio, lo más valioso e importante de la plenitud, llenura o bautismo en el Espíritu Santo, como tú quieras llamarlo. Hablar la palabra de Dios con denudo, como resultado de ese impacto espiritual. ¿Hablar la palabra con denuedo es hacerlo con vigor, con ímpetu, con fuerza y sin desmayar? Sí, a primera traducción, si, es eso. Pero cuando la amplías a esta traducción, llegas a descubrir que hablar la palabra con denuedo significa, también, hacerlo sin contaminaciones. ¿Te das cuenta de lo que estamos hablando? Todo lo que nos falta en pureza en la palabra, es por causa de no estar llenos del Espíritu Santo, no de no haber asistido a cursos especializados. No existe un instituto o seminario de llenura en el Espíritu, existe el deseo de serlo y la humildad para reconocer nuestras falencias.

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febrero 25, 2022 Néstor Martínez