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Cuatro Leyes Ganadoras

 

Creo entender que es tiempo en donde podemos entregar algunos principios que tal vez puedan ayudar a algunos con sus finanzas. Los cristianos, al igual que los demás habitantes del planeta en estas latitudes, no siempre llevan muy bien esta área de sus vidas.

Y creo que no lo logran porque, en muchos casos, se dejan influir mucho más por lo que el mundo secular enseña, que por lo que la palabra de Dios recomienda al respecto. ¿Un ejemplo? Se dice que la mejor manera de poseer, es ahorrando. Pero muchas experiencias muy duras vividas por mucha gente (Mi país, en el año 2000 y 2001 es testimonio de ello), nos están diciendo en algunos casos, lo opuesto.

Sería infantil, irresponsable y mentiroso decirte que hay alguien que domina el asunto financiero espiritual de manera brillante. Muy por el contrario y por tratarse espiritualmente de lo que se trata, yo creo que en el mejor de los casos, la mayoría de nosotros está aprendiendo al respecto.

Lo que ocurre es que muchas veces las personas ignoran los conceptos básicos que rigen las leyes de Dios. Y no me estoy refiriendo ni a las leyes de Moisés ni tampoco a los diez clásicos, legendarios y súper conocidos diez mandamientos.

Lo que quiero decir, es que hay leyes espirituales que rigen todas las cosas. Revisando la historia de la ciencia, podemos hallar que los grandes exponentes de las leyes de la Física, más allá de inventar una ley, lo que ellos hicieron fue descubrir leyes que existían ya, pero que no sabían interpretarlas.

Leyes que regían los objetos, los movimientos de los planetas y todas esas cosas. Entonces, esos hombres como Newton, como Einstein, simplemente encontraron leyes, las pudieron interpretar y las enseñaron.

Esas leyes se tuvieron que poner en práctica, se tuvieron que verificar y, a partir de eso, siguiendo todo un proceso de desarrollo científico, se pudo decir que muchas cosas que simplemente eran teorías, de pronto pasaron a ser leyes.

Muchas veces nosotros pensamos que la vida cristiana es solamente escuchar y tratar de ser buenas personas, pero en realidad la vida cristiana está sujeta a leyes espirituales. Por ejemplo, hay una ley que debe ser una de las más conocidas, que la paga del pecado es muerte.

¿Se acuerdan de esa ley, verdad? Es una ley que no va a cambiar, es una ley eterna. Un elemento importante de una ley, es que no importa su tiempo, no importa el lugar; se va a cumplir. Una ley es una ley. Como la ley de la gravedad, por ejemplo.

La ley de la gravedad dice que todo cuerpo que tenga masa es traído por un efecto simple de gravedad hacia el centro de la tierra. Toda masa es atraída, no importa si es una hoja de papel, no importa si es un lingote de plata. De la misma manera será sujetado a las leyes.

Ahora bien; las leyes de Dios están establecidas para que nosotros podamos movernos sin necesidad de estar dudando si algo es o no es. Y en estos tiempos, hay todo un proceso en la gente por tratar de entender qué se debe hacer en una situación económica tan difícil de explicar como la que hoy están viviendo las naciones de la tierra.

¿Y qué sucede? Que sale gente que dice que hay que ahorrar, y luego salen otros que dicen que no hay que ahorrar, sino invertir. Cada uno sale con un libreto diferente, conforme a su formación técnica al respecto. Hay también en economía diferentes escuelas de pensamiento.

Hay mucha gente, cristianos incluidos, que aseguran que trabajando duro es como se puede llegar a contar con un sustento diario permanente. Y es bueno pensar así, mucho mejor a la otra idea de sentarse a esperar que lluevan billetes del cielo. Pero de todos modos, el trabajar duro, no siempre logra su cometido.

Por ejemplo, ustedes van a leer en la palabra cuando Dios dice: ustedes trabajan mucho, se levantan muy temprano, y sin embargo tienen muy poco. En realidad, debería decirles que ustedes no tienen todo lo que yo les quisiera dar.

Ahí es donde podemos entender que, tu puedes trabajar muchísimo, pero si Dios no quiere darte, no te va a dar. Puedes trabajar, trabajar y trabajar, pero es como que recoges con una canasta hueca, con un agujero en el fondo. Todo lo que pones se cae y se pierde.

Y ahí está, ha pasado uno o dos años, y tú sigues sin tener tu casa, sin tener un auto, sin viajar a ninguna parte y llegando a fin de mes casi de casualidad. Y sin embargo nadie podría decir que eres vago o haragán, porque has trabajado siempre y muy duro.

Ese tipo de cosas es la que tiene que llevarte a entender que realmente hay leyes. Cuando alguien hace el mayor esfuerzo que puede hacer y no logra levantar cabeza, en lugar de desesperarse, hay que sentarse con calma y comenzar a examinar una por una cuáles podrían ser las causas espirituales para que eso esté ocurriendo.

Es lo mismo que con relación a una enfermedad y el trabajo médico. Ningún médico te va a recetar un medicamento para sanarte de algo sin primero estudiar tus síntomas, hacer una pequeña historia clínica y, si es necesario, añadirle exámenes de laboratorio, radiografías u otra clase de estudios.

¿Y qué va a hacer el médico con todos esos estudios? Ir descartando todas aquellas causas que no son las responsables de tu dolencia. Ejemplo: si tus valores de colesterol son normales, no estás padeciendo de esa enfermedad, de ese desequilibrio.

Y esto es muy curioso y está a la vista de todas las personas que quieran tomarse el trabajo de observarlo. Así como hay gente a la que todo le sale bien y tiene enorme facilidad para hacer multiplicar su dinero, hay otra gente que, pese a trabajar mucho y duro, si quiere una moneda la tiene que buscar con una lupa.

Podemos elaborar una lista de cosas que, alguien que esté pasando altas necesidades, debería descartar. La primera cosa que hay que verificar es que en esta familia se haya tratado el tema de la iniquidad. Paréntesis para aclarar algo sumamente importante.

Porque generalmente, cuando ocurren inconvenientes en estas áreas, solemos atribuirlos al diablo, ¿Verdad? “¡Oren por mí, no tengo dinero, no puedo conseguir trabajo, estoy siendo atacado por el diablo! Y cuando empezamos a hacer guerra sale el diablo y dice: ¿Y a mí qué me cuentas, si yo a esta gente ni la conozco? ¡No tengo anda que ver con eso!

Y por ahí alguien le muestra un video que trata el tema de la Reina del Cielo, donde escucha que dicen que ella es la que ataca las finanzas. Y ahí nomás saca su espada santa y empieza a desparramar cuanta corona encuentre. Pero tres meses después, las cosas siguen iguales o peores.

Si se están congregando, empiezan por echarles la culpa a sus pastores porque no los atienden, no les brindan cobertura ni les ayudan a pelear esta batalla. Claro está que llega el día donde ya no saben a quién cargarles las culpas de sus problemas, y estos siguen allí, intactos.

Entonces, antes de adjudicarle la responsabilidad al diablo, que no es inocente ni mucho menos, pero que a lo mejor en esto todavía no tiene participación, es necesario hacer un examen bastante minucioso, para observar si no se están transgrediendo algunas de estas leyes.

Entonces, la primera ley es la Ley de la Iniquidad. Esta ley es muy importante. Hay gente que no prospera simplemente por un tema familiar. ¿Y qué quiere decir que es un tema familiar? Que en sus líneas familiares, en su árbol genealógico, en sus genes, hay varios elementos entre sus antepasados, que le dan derecho al diablo de anular su prosperidad financiera.

No soy el gran especialista en el tema, pero hasta donde sé, creo que este es un punto sumamente importante dentro de las imposibilidades para que la gente prospere. Esto está muy ligado con Deuteronomio 28. Ahí hay muchos versículos que hablan de lo que les estoy hablando.

Por eso, vamos a poner un modelo de lo que es lo real. En principio, hay mucho de subjetividad en todas estas cosas, y eso determina que se hayan cometido muchos errores que han producido enormes confusiones. Así que será bueno colocar alguna clase de parámetro al respecto.

¿Qué dice la palabra respecto al hijo de Dios? ¿Qué un hijo de Dios debe vivir endeudado? ¿Debe vivir peleando esforzadamente por cada pancito que lleva a su casa? En suma: ¿Cómo debe vivir un hijo de Dios? El patrón que tenemos en la palabra, es muy claro. Dice que todo lo que tú hagas, va a prosperar.

Ese es el diseño de Dios. Esa es la ley de Dios. Él quiere que todo lo que yo haga, prospere. Eso es lo que Dios quiere para ti. Si dijiste amén, eres de los pocos que pueden creer esto. Y si no lo dijiste, tienes un problema con una dosis no pequeña de incredulidad que va a perturbar tu camino de fe, porque sin fe es imposible agradar a Dios.

Si así fuera, casi ni haría falta que fuéramos a la segunda ley. Porque de entrada tenemos que saber qué es lo que nos corresponde, de qué manera nos ve Dios a nosotros. Dios nos ve prósperos. Y eso es obvio, yo no creo que allí, del otro lado, haya un padre o una madre que quieran ver a sus hijos dentro de algunos años endeudados, o sufriendo sin un centavo.

Nadie tiene ese corazón, ¿Verdad? ¿Y entonces a quién se le ocurre que Dios Padre podría tenerlo? Nuestro padre nos ama de un modo que es superior al que cualquier padre humano podría evidenciar. Un Padre que, definitivamente, quiere traer prosperidad sobre nuestras vidas.

Ese es nuestro modelo, a eso apuntamos. De hecho, Él no nos garantiza que vamos a ser millonarios, pero sí nos garantiza que todo lo que hagamos va a prosperar. ¿Notas la diferencia? Ese es nuestro diseño.

Ahora bien; el concepto de prosperidad, no está en función a cantidad. No digas calidad, tampoco. El concepto divino de prosperidad está ligado a lo que es utilidad. Si yo recibo una prosperidad inimaginable y con ella me compro una Ferrari, tengo un problema inicial: en Argentina no hay autopistas que permitan andar a la velocidad que anda una Ferrari.

Porque hay algo que mucha gente ignora. Cuando una carretera consigna que la velocidad máxima es, digamos, de cien kilómetros, es porque la gente experta en construcción de caminos que la hizo, determinó que todos los materiales usados y las tecnologías implementadas, eran para esa velocidad máxima. Por eso cuando alguien anda a velocidades superiores, ocurren feos accidentes.

Ahora fíjate que a los ojos mundanos del significado de prosperidad, si yo tengo esa Ferrari, parea ellos tengo prosperidad. Pero resulta ser que para los ojos conformes al concepto de Dios, no es así y por una sencilla razón: no le doy ningún uso a lo que es un aparente elemento de prosperidad.

Lo que sucede es que el concepto de prosperidad, está muy ligado al concepto de utilidad. Hay lugares en el mundo que tienen hermosas carreteras, altamente seguras, donde esos fantásticos vehículos nuevos pueden desarrollar en ellas toda la velocidad para la cual están fabricados.

Pero si yo me traigo uno de esos bólidos a mi Argentina, seguramente no tendré lugar en donde poder llevarlo a esas fantásticas velocidades. Nuestras carreteras no admiten mayor velocidad que la de ciento treinta kilómetros por hora. Que no es poco, pero que para esos monstruos es minucia. Y eso se llamará desperdicio de dinero.

¿Cómo entenderemos, entonces, a una persona próspera? Simple; a una persona que lo que tiene está tan bien utilizado, de una manera tan bien diseñada, que ni sobra ni falta. Hay una ley de aplicación extraordinaria de los recursos que tiene, a lo que él hace.

Muy bien; habiendo puesto una plataforma de lo que es prosperidad, y habiendo entendido que Dios me quiere próspero, ahora vamos a ver cuáles son las leyes que operan en el tema financiero.  La Primera Ley, es La Iniquidad.

El problema del pecado, es que es algo que está ligado a la eternidad. Lo que adán hizo, todavía pesa. Cada persona que nace, está afectada por lo que Adán hizo. Parece increíble que cuando ves alguno de esos hermosos bebés recién nacidos, tengas que entender que ellos han nacido con ese pecado de Adán sobre sus diminutas humanidades.

Y fíjate que ellos, tan pequeñitos e inocentes, ni siquiera han llegado a cometer ningún pecado. Sin embargo, a los ojos de Dios, ellos ya tienen un problema. ¿Por qué? Porque el pecado es algo eterno. Por eso es que Dios puede resolver el pecado, porque Dios hace las cosas eternas.

La eternidad puede resolverle asuntos a la eternidad. Las cosas que nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros bisabuelos hicieron en injusticia, (Esta es la palabra clave) aunque ellos ya hayan muerto hace años, sus hechos no murieron con ellos.

Así como se dice que la ofrenda de Abel todavía habla, aunque Abel murió hace muchísimos años, también la injusticia de nuestros antepasados todavía habla. ¿Y qué habla? Habla palabra de maldición contra ti, contra tus finanzas.

Por eso es que decimos que el tema de la iniquidad es muy importante de resolver. Hay casos de personas cuyos antepasados fueron gente de muchos bienes, pero que curiosamente murieron en la máxima pobreza. De allí coincidimos en que ellos no tuvieron mucho, después de todo.

¿Por qué? Porque se dice que alguien tiene mucho cuando ostenta la capacidad de dejar un legado, una herencia a su siguiente generación. Esa sí es una persona que tuvo mucho. Alguien que puede romper el límite de su vida, y dejar a los que vienen una herencia.

Yo no puedo saber cuántos de los que hoy me están leyendo o escuchando habrán recibido alguna herencia, pero puedo decirte que todos nosotros sí hemos heredado algo. Y en la mayoría de los casos, convengamos, cosas no del todo buenas.

Hemos heredado injusticias de personas que no conocieron a Dios. Porque salvo raras excepciones, la mayor parte de nuestros antepasados, no conocieron al Señor. Entonces tú naces, y puedes ver que tu bisabuelo era una persona muy inteligente y muy buena persona, pero murió sin un centavo.

Y eso pasa también con su hijo. Y eso parece que también va a pasar con tu padre. Y tal vez pase contigo. Entonces, ese círculo que se va repitiendo generación tras generación, puede ser roto por el poder de la sangre de Cristo, cuando alguien confiesa la iniquidad de su casa.

Por eso es que Dios resuelve el tema de la iniquidad, de dos maneras: uno, con la confesión, y otro, haciéndote nacer de nuevo. Porque en ese momento, cuando tú naces de nuevo, ya no pesa solamente lo que hicieron tus antepasados, sino que ahora pesa también lo que hizo el que te engendró de lo alto.

O sea: yo he nacido de Dios, y Dios me ha dejado también cosas positivas. La simiente de Dios está en mi vida. Ahora bien; ¿Cómo se resuelve la iniquidad? Solamente confesándola al Señor. Oramos, confesamos, rechazamos, reprendemos y nos declaramos libres. Ya está. ¿Todo bien? No, todo mal. La persona hizo todo eso pero sigue igual. Entonces el asunto no tiene que ver con iniquidad.

Segunda Ley: Diezmar. El diezmo tiene que ver, básicamente, con una actitud de obediencia a Dios. El número diez habla de lo que es completo, la décima parte. Según la ley, lo creas o no, lo entiendas o no, si no le das lo que le corresponde al Señor, Él igual va a tomarlo.

Tienes u  negocio que parecía ser rentable, pero resulta ser que una serie de imponderables que tú te preocupas en identificar y detallar meticulosamente, determinaron que fueras a pura pérdida. Y tú puedes adjudicarle eso a lo que quieras, pero lo cierto es que le negaste diez y ahora perdiste cincuenta.

Y no es porque Dios sea cruel, o malo; es porque se rige por sus propias leyes y jamás las transgrede. Él ha dicho que el que da es el que recibe en idéntica o mayor proporción. Y que al que no da, lo poco que tiene se le quitará. Es ley, es principio, es inalterable.

Fíjate el judío, hoy. Ellos no creen en Jesucristo, de hecho, y viven conforme al Antiguo Pacto, y conforme al pacto que Dios hiciera con Abraham. Y Abraham, en su momento, entendió que parte de lo que recibía le correspondía a Dios, y eso sucedió aún mucho tiempo antes de la ley.

Y aquí cabe, una vez más, explicar algo que es muy importante y tiene que ver, en muchos casos, con el estado personal de tus finanzas. He oído a mucha gente decir que el diezmo pertenece al Antiguo Testamento, que es cosa de la ley, y que como el Nuevo Testamento no habla del diezmo, hoy nadie tiene por qué diezmar.

Mitad cierto, mitad equivocado. Cierto es, por ejemplo, que en el Nuevo Testamento no se menciona en ningún lugar al diezmo, pero equivocado es decir que el diezmo es algo de la ley, porque es anterior a la ley. Cuatrocientos treinta años antes que aparezca la ley de Moisés, Abraham le dio todos sus diezmos a un tal Melquisedec. ¿Recuerdas?

Y no había ningún libro ni ninguna parte que dijera que se hiciera eso. Y es interesante, porque él diezma después de una victoria. Y se lo da a un personaje del cual conocemos muy poco, (Que era un sacerdote de Salem), y que sólo aparece en la Biblia para recibirle el diezmo a Abraham. ¡Mira si para Dios no es importante el diezmo!

Pone a una persona en un momento dado, que nadie sabe de dónde salió este hombre, sólo para recibir el diezmo de Abraham. Y Dios hace un pacto con Abraham, donde dice que Él va a bendecir a todas sus generaciones. Y entonces tú no encuentras hoy a ningún judío pobre.

Porque; ¿Qué hace el judío? El judío, aunque no sea creyente, va a hacer circuncidar a sus hijos, y va a mandar el diezmo, cada año, hasta Jerusalén. Simple y llanamente. Por eso, lo que quiero decir es que, el concepto del diezmo, no nace con la ley. Aún antes de la ley ya estaba presente.

Y aunque Jesús ya cumplió toda la ley, el concepto del diezmo, que funciona desde antes de la ley, funciona después de la ley también. Ahora bien; la segunda cosa que los opinólogos que protestaban del diezmo dijeron correctamente, es esta:

Que en el Nuevo Testamento, no se menciona la palabra diezmo. Eso es verdad, y por una sencilla razón: porque ahora, todo es de Dios. Por eso, si alguien quisiera diezmar de acuerdo con el Nuevo Testamento, debería diezmar todo lo que tiene.

Porque ahora dice en el Nuevo Testamento, todo es de Dios. Y se van a dar cuenta que sucede algo interesante. Cuando Ananías y Safira llevan el dinero de su propiedad a los pies de los apóstoles, quiero que entiendas; ellos tenían una casa.

El Espíritu Santo, rompió el corazón de toda la gente, y todos estaban vendiendo sus propiedades, y traían todo el dinero a los pies de los apóstoles. ¡No era gente millonaria! Era gente que tenía una casita y unos cuantos animales. Y vendió  su casa, ¿Y de qué iban a vivir?

Dios estaba produciendo un avivamiento entre ellos, y una de las grandes señales de un avivamiento, es que la gente se vuelve generosa. Y eso se aplica también en la vida diaria. Una persona de esas que le golpeas el codo y estira el pie, podrá hablar en lenguas, ver angelitos y todo lo que quieras, pero es una persona que espiritualmente está más muerta que una momia.

Porque una de las grandes señales de que estás vivo, es que tú quieres dar, dar y dar. ¡No puedes estar sin dar! Es algo natural en una persona transformada. Ya no vive para sí. Entonces aparece esta pareja, Ananías y Safira, que ha vendido su propiedad, por darte un ejemplo, en cincuenta mil dólares.

¿Y qué hacen? En lugar de llevarlo todo a los pies de los apóstoles como estaban haciendo otros, ellos deciden guardarse unos diez mil dólares y solamente le llevan cuarenta, y le dicen a los apóstoles que eso era todo lo que tenían.

Vamos a ver: ¿Tenían ellos derecho a guardarse el dinero de esa venta? ¡Claro! ¡Si esa era su casa! ¡Ellos eran sus legítimos dueños! Nadie los obligaba a llevar ese dinero a esa gente. Pero ellos decidieron hacerlo. Y ahí está la clave. Cuando ellos dicen que eso era todo lo que tenían, de inmediato se caen muertos los dos.

Es notorio que, delante de Dios, la cantidad o la manera no es tan importante como hacer lo correcto. Pedro le dice: ¿Por qué haces esto? ¡Si esto es tuyo! ¿Por qué mientes al Espíritu Santo? Lo llevo al hoy. Tú, por ejemplo, ganas mil dólares mensuales. Ese es tu salario. Y no te alcanza.

¿Alguien te obliga a diezmar de eso? No, pero tú decides hacerlo para obtener la bendición de Dios. ¿Lo haces como canje? ¡No funciona! ¿Lo haces por fe y confianza en sus promesas? Entonces sí funciona. Pero debes diezmar cien dólares, no cincuenta, ni treinta, ni veinte. ¿Se entiende?

Y después viene la parte contable y administrativa. Todos los ministros, indefectiblemente, hemos recibido las mismas preguntas referidas a si se debe diezmar del líquido de bolsillo o del bruto ganado. No doy ninguna respuesta a esto porque, en el fondo, no es buena administración, es inoculta necesidad de disminuir lo que se entrega.

Dos cosas son esenciales para diezmar hoy: hacerlo en el lugar correcto, en un verdadero alfolí portador de alimento genuino y sólido, no de hojarasca sin nutrición, y hacerlo conforme a la alegría y el gozo que haya en tu corazón para hacerlo. Cualquier cosa que algo no esté como debe estar, quédate quieto, no diezmes, espera dirección y luego sí, obedece.

Entiende esto: a Dios no le interesa tu dinero. Puede que en algunos casos, (Demasiados para mi gusto), existan hombres o mujeres devenidos a líderes que sí puedan interesarse por lo que tienes, pero Dios no. A Dios lo que verdaderamente le interesa, es tu corazón.

Tercera Ley: Injusticia Familiar. ¿Qué significa injusticia familiar? Un ejemplo, cuando una esposa no sabe cuál es el sueldo, salario o ingreso de su marido. ¿Cómo es posible que él mantenga en secreto algo tan importante para toda la familia? Eso es injusticia familiar.

¿Cómo puede haber luz en una familia, si se están tolerando tinieblas de ese estilo? Si un matrimonio quisiera divorciarse, debería llevarle al juez todos sus comprobantes de salario y otros ingresos, a los fines que el juez disponga de elementos para saber cuánto le corresponde a cada cónyuge por esa separación.

También pasa a ser injusticia familiar el hecho que el hombre de la casa se compre un par de zapatos nuevos simplemente porque está aburrido de los que tiene, cuando el resto de su familia anda con una clase de calzado que por poco parecen descalzos.

El tema de la injusticia, es un tema que es muy íntimo de la casa. ¿Se discute en una familia la mejor forma de gastar el dinero? Un padre que no provee para sus hijos está bajo maldición, es su obligación hacerlo. Como lo es en algún momento, de ser necesario, que los hijos provean para sus padres.

Otro caso testigo de injusticia familiar, es cuando por cualquier causa, sea atendible o no, sea justa o no, algunos hijos se pelean con sus padres y no tienen mejor idea que tomarse venganza de ellos no permitiéndoles ver a sus nietos. ¡Eso es injusticia en alto grado!

Otra: cuando un matrimonio está con problemas y de pronto decide divorciarse, comienzan los dilemas respecto a la separación de bienes y todo eso. Y conforme al odio o el rencor con que esa separación se haya producido, podrán venir las represalias con los hijos. Injusticia. Causal de problemas financieros.

Y es un tema de los más delicados, créelo. Y para que no sea sólo mi opinión, será bueno ver lo que la palabra dice al respecto. Suponte que alguien me presta un dinero. Si me lo ha prestado, es porque confió en mí. ¿Te parece justo que esa persona tenga que venir a esperarme a la puerta de mi casa para ver si le pago o no?

¡Es que no puedo devolvérselo porque no tengo dinero! ¡Vende todo lo que tienes y págale! ¿No has visto lo que la Biblia dice respecto a los que tienen deudas? Y si vendiendo todo no te alcanza, ve y dale lo que tienes, pídele perdón y asegúrale que en cuanto tengas algo más se lo darás.

Cuarta Ley: La Prosperidad de mi Corazón. Dice el apóstol: Yo deseo que prosperes en todas las cosas, como prospera tu alma. Lo que el apóstol está diciendo aquí es que hay una relación directa entre la prosperidad de tu cuerpo con la prosperidad de tu corazón.

Me explico: si eres –por ejemplo- una persona ácida, avinagrada, amargada, mala onda, hasta los billetes les da un no sé qué venir a tu billetera. ¿Tú tienes claro lo que es una igualdad, verdad? Bien; aquí lo tienes claro: en la medida que prospere tu alma, así también prosperarán tus finanzas.

Y que conste que este ítems no es exclusividad de los cristianos, ni por asomo. Tú vas a encontrarte con mucha gente que no es creyente, adinerada, que tiene un sentido del humor extraordinario. Y ahí salen los que dicen: ¡Ah, qué gracia, cualquiera se ríe y hace bromas teniendo la plata que tiene! No te lo creas, no siempre es así.

¿O no conoces a gente con muchísimo dinero que vive aterrorizada a qué le roben a que le estafen o que le hagan trampas? ¿Eso es disfrutar de una fortuna? Están solteros porque están convencidos que los que se acercan a ellos lo hacen por su fortuna y no por sus dotes.

Pero en este tema, es como si nuestra alma fuera una especie de imán para las riquezas. Ahora bien; ¿Qué quiero decir con alma? En nuestro corazón, nosotros tenemos más cosas de las que imaginamos. Porque hay gente que quiere algo simplemente para aparentar.

Hay toda una cultura al respecto. Gente que tú te las encuentras en fiestas o eventos importantes, vestidos de modo lujoso y de altísima calidad. Y luego te llegas a sus casas y se te cae la mandíbula de asombro. Algunos no tiene ni baño en sus casas.

La condición del corazón tiene mucho que ver con lo que tienes a tu alrededor. Hay gente que tiene mucho, y nadie puede tocar nada de eso. Un gran coleccionista, por ejemplo. Casi ni mirarlo te dejan. ¿Para qué te esfuerzas y te esmeras en guardar todo eso si luego ni siquiera respiras por miedo?

¿Y esas venerables señoras que tienen una colección de vajilla muy fina en las vitrinas de sus aparadores, pero si llegas a comer en sus casas, por poco te sirven la comida en un plato de plástico? ¿Para qué tienen eso? ¡Es que es para días especiales!

Claro, habría que ver cuál es el concepto que tienen de día especial. ¿Sabes cómo terminan generalmente esas colecciones familiares protegidas con esmero y mano de hierro? Vendidas por cuatro pesos por alguno de los herederos cuando la venerable señora se va al metro ochenta.

Gente que guarda cosas y las cuida al punto de no usarlas. ¿Para qué sirven si no se usan, entonces? ¡Es que es por si viene alguien! Y si realmente viniera alguien, desconocido, ¡Tú crees que se merece todo ese respeto guardado por años, mientras las personas más amadas no pueden usarlo? Ridículo.

Ahora creo que ya sabes, o al menos puedes investigar respecto a qué está sucediendo que impide que tú prosperes. Ahora bien; si me dices que cumples bien con todo esto y así y todo no prosperas, entonces sí podremos decir con certeza que el diablo te está robando.

Es momento que te metas en violenta guerra y lo saques a patadas de tus finanzas, porque te está atacando sin ningún derecho y tú sí tienes el derecho de demandarle a Dios que te libere. Pero si eres injusto e igual lo reclamas, algo te va a mostrar que era mejor quedarse callado.

 

 

 

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febrero 5, 2016 Néstor Martínez