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¿Listos Para Dejarlo Todo?

 (Génesis 28: 13) = Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, (Está hablando de la piedra, ¿Recuerdas?) el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. (Noten que no es Jacob el que está buscando a Dios, es Dios el que lo busca a él)

(14) Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. 

(15) He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. 

Vamos a ver: ¿Qué le pide a cambio a Jacob? ¿Le pide algo Dios a Jacob? No, nada. ¿Se podría decir que ese es un pacto?  No, no es un pacto. Porque el pacto es un acuerdo de dos partes, donde cada uno dispone poner algo. En realidad, esta es una manifestación extraordinaria de la gracia de Dios, en la que Dios comisiona a Jacob. Ahora volvamos a la escena. Él va a llegar a la casa de Labán, y no escapando, precisamente, él es enviado por su familia. Recuerden ustedes que él es enviado por su casa para que él vaya. Estando allá, durante esos veinte años que él trabaja por sus dos esposas y su riqueza, seguramente que muchas veces él se debe haber acordado de esta palabra, ¿No te parece? ¡Seguro que sí!  Sin embargo, podemos pensar que durante todas esas oportunidades, él recordaba esto: Yo estoy contigo. Te guardaré donde quiera que vayas. Te haré volver a esta tierra. ¿Podríamos, por un momento, tratar de pensar en las palabras de Jesús? Toda potestad me es dada, por tanto id y haced. Yo estoy con ustedes, hasta el final. ¿Hay una co-misión en Jacob? Sí. Tú vas a bendecir a todas las naciones de la tierra, tu simiente. ¿Depende de él? No, no depende de él. Porque le está diciendo que lo va a hacer a través de él, le guste o no, Dios lo va a hacer. Si ustedes ubican esta palabra, fue la misma promesa que Dios le da a Abraham.

A Abraham le da cinco promesas. Y esto que acaba de decirle a Jacob, es parte de lo que Dios le había prometido a Abraham. Ahora bien; con Abraham, Dios sí hace un pacto. Y el pacto de Abraham, es un pacto multi-generacional. De tal manera que Jacob, dos generaciones después, está recibiendo el beneficio de un pacto que hizo su abuelo, si tú quieres, su antepasado, con Dios, sin que él tenga que poner ni un centavo. Te voy a prosperar, te voy a bendecir, te voy a dar toda esta tierra, vas a ser bendición para todos, nunca te voy a dejar. ¿Te parece conveniente este negocio? Y fíjate; lo hizo con una persona que tenía como apodo, Suplantador. Del nombre Jacob, viene Santiago. La palabra Santiago no existe en el hebreo, es Jacobo. Jacob, Jacobo. ¿Y de dónde viene Santiago? De Saint James. James, en inglés, es Jacobo. Ahora piensa: ¿Qué te habrán dejado tus abuelos? ¿Prosperidad o iniquidad? Revísalo, es adecuado. Le está diciendo a Jacob: haré esto, sin que tú hagas nada. ¡Oh, Jacob! ¡Es tremendo tu llamado! ¿Sí? ¿Qué llamado? ¿Cómo se hace para recibir eso? Es fácil, tienes que ser descendiente de Abraham. Ahora, si tú has entendido lo que Pablo dice de Abraham, este tema es muy sencillo. Nuevo Testamento.

(Mateo 9: 9) = Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, (Su nombre también era Leví) que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.  Pregunto: ¿Mateo va a buscar a Jesús? No. Jesús es el que va a buscar a Mateo. ¿Y qué instrucción le da? Sígueme. Tremenda instrucción, apta para consultar ampliaciones, para cuestionarla, ¿Verdad? Ahora bien; ese “sígueme”, ¿Es futuro o es una acción inmediata? Es una acción inmediata. ¿Y qué hace Mateo después de oír a Jesús? Abandona todo y se va tras él. Muy bien; eso demuestra claramente que Mateo estaba calificado para cumplir con lo que Dios necesitaba y para lo que él había sido llamado. Hay otro discípulo, del cual ignoramos su nombre, porque Dios no permitió que apareciera, que cuando vio a Jesús le dijo que deseaba seguirlo. Y Jesús vio con buenos ojos que lo hiciera, así que le dijo lo mismo que a los demás: deja todo y sígueme. Ahí fue cuando este hombre le dijo que ahora no podía, que primero debía sepultar a su papá y que luego sí lo seguiría. ¿Recuerdas la respuesta de Jesús? Deja que los muertos entierren a sus muertos. ¿Qué quiso decirle, que su papá ya estaba muerto? No. Le dijo: mira; si yo te estoy llamando, tengo la autoridad y el poder para hacerme cargo de tu padre mejor que tú. ¿Qué vas a hacer tú, con tu padre, que sea superior a lo que yo pueda hacer? ¿Acaso puedes prolongarle un día más su vida? ¿Cómo puedes tú ayudarlo, realmente? No puedes hacer nada, los muertos no pueden ayudar a los muertos. Pero si tú me sigues, vas a ser vivo. Y este hombre sin identidad no volvió a hablar de su familia.

Apareció otro y le dijo: mira; yo he guardado todos tus mandamientos desde muy joven. ¿Todos? Sí, todos. Bueno, entonces sólo haz una cosa más; deshazte de todas las cosas materiales que tienes, véndelas y luego ven y sígueme. Y este hombre en lugar de hacer eso se puso muy triste porque tenía muchísimas cosas y le dolía perderlas. ¿Qué es lo que demuestra que una persona está calificada para lo que Dios la está llamando? La obediencia inmediata. ¿Sin dudarlo? Sin dudarlo. Pese a todo esto, y sin embargo, vez tras vez, cometemos un error que casi siempre es el mismo: Y es el de tratar de ayudar al Espíritu Santo. Vemos a alguien que parece tener amor al Señor, que es bueno con la palabra, es dedicado y, de inmediato, nuestro corazón quiere tomarlo y discipularlo.

Sin embargo, si se trata de una persona joven, no podemos saber de ninguna manera cómo será en el mañana, cuando por ejemplo, aparezca en el horizonte la joven o el muchacho que le gusta, si es que se trata de un joven o de una jovencita. Tampoco sabemos cómo será cuando tenga su primer salario. En suma; no sabemos cómo y en qué habrá de cambiar, porque la gente cambia. Y una vez que tú le dices que va a ser esto o aquello, eso muy difícilmente se pueda revertir. Y es donde generalmente estamos al punto de cometer una infracción, un error. Delegarle poder a una persona que no está calificada para tener poder. Y no es porque Dios lo desprecie, sino porque a lo mejor todavía no está lo suficientemente maduro, o porque todavía no es su tiempo, o cualquier otro factor de los tantos que pueden aparecer. Escucha: ¿No te ha sido suficiente con todo lo que has tenido que ver, respecto a gente que no estaba preparada para tener cierto poder?

Porque, inevitablemente, es allí donde el liderazgo promedio comete muchos errores. En primer lugar, porque se deja llevar por apariencias que se pueden estimar como frutos, pero no de los que habla la Palabra. La Palabra no habla de buena conducta ni dedicación full-time. La palabra habla de algo que es un testimonio un poco más interno. Y eso se ve expresado en lo que Samuel escucha de parte de Dios: Yo quiero a ese muchacho, le dice; porque yo no miro lo que está afuera, miro lo que está adentro, miro su corazón. Y cuando dice “su corazón”, la palabra más asociada es: su motivación. Es decir que a la hora de levantar a un líder o ayudante de líder, (Y sigo utilizando este término, que no me agrada en absoluto, porque es el que más rápido te llevará a entender de lo que estoy hablando), lo más importante no es ni su conducta ni sus capacidades. Lo más importante es su motivación. Si yo tengo don de sanidad y lo ejerzo a favor de los enfermos para la gloria de Dios, es una cosa. Si lo hago esperando de cada uno de los sanados una ofrenda al tono, entonces la cosa es bien distinta. Pero, escúchame bien: ¡¡¡Bien distinta!!!

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marzo 6, 2021 Néstor Martínez