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La Necesidad de Escuchar Su Voz

¿Te imaginas si tuvieras un grupo de, digamos, cien personas, que todos recibieran directivas precisas del Espíritu Santo, todos a una y todos por igual? ¿Tú crees que algunas de esas cien personas irían en búsqueda de una que le ponga una mano en la cabeza y ore por sus problemas sentimentales? Aprende esto: a nadie que está en la carne, le agrada ignorar lo que va a pasar dentro de un rato. En la carne es imposible confiar en un Dios que es Espíritu. ¿Cuál es el objetivo prioritario a nivel ministerial, entonces? Que yo debo conseguir, como quiera que sea, que todos los que entran a mi Web o escuchan mis audios o me conocen personalmente, accedan a alguna forma específica y puntual que les permita escuchar la voz del Espíritu Y fíjate que ahí es donde entra, de alguna manera con cierto permiso divino, la Sanidad Interior. Porque vendría a convertirse en un recurso de Dios para con esa gente que, por causa de uno y cien problemas emocionales y almáticos, es incapaz de oír su voz.

¡Cuán importante es para ti, escuchar lo que Dios quiere! Y si todavía eso no es una realidad en tu vida, sí puede serlo, por ejemplo, el examinar cuidadosamente y ver qué personas de las que andan cerca de ti, tienen mejores perspectivas de escuchar la voz del Espíritu. Y, como natural consecuencia de ese examen, rodearte de esas personas y no de las negativas, tóxicas y contraproducentes. Vivo en Argentina y, paulatinamente, desde lo político, desde lo social y hasta de lo deportivo, mi país, (Y no es el único), camina en dirección a un grado de violencia preocupante. Y en una instancia así, es necesario que la iglesia como tal, agudice su oído para oír lo que el Espíritu Santo quiere decir. La iglesia necesita mensajeros, no mártires innecesarios.

Porque cualquiera de nosotros, que sea enviado para realizar un trabajo específico, en un lugar determinado y en un tiempo concreto, tendrá conocimiento previo, seguramente, de las condiciones generales con las que se va a encontrar en ese lugar, en ese tiempo y para esa tarea. Y es obligación del enviado tomar todas las precauciones y recaudos con la finalidad de prevenir cualquier contingencia desfavorable que pueda aparecer. Eso, lo que nos corresponde a nosotros en lo humano. Pero, no obstante, será indispensable e insustituible que nos mantengamos en sintonía permanente con la revelación divina, porque solamente Dios sabe con certeza lo que nos esperará en esa tarea, en ese lugar y en ese tiempo, y sólo con revelación precisa podremos cumplir con la misión de manera eficiente.

Ahora bien: si yo he sido el enviado a ese lugar, en ese tiempo y para ese trabajo, pero mi oído espiritual no se encuentra lo suficientemente atento o aceitado como para oír clara y limpiamente la voz del Espíritu, ¿Qué haré? Simple: ¡Me rodearé de personas con sus oídos más afinados que los míos! Y ellos serán, en franca conjunción y con unidad casi perfecta de criterio, los que me ayuden a llevar adelante mi trabajo desde sitiales anexos y colaboracionistas. ¡Ahí y así es donde nacen los ministerios! ¿Se entiende? Y, entonces, ¿Qué necesitaría hoy un pastor para poner en marcha un proceso que permita que su iglesia abandone su concepto pastoral para retornar al apostólico y profético?

Si ese pastor es el que lo hace todo, desde abrir el templo, ordenar los bancos, acomodar los instrumentos de la alabanza, recibir la ofrenda, contarla, predicar, ministrar, aconsejar, lo que tiene que hacer es dejar de lado por un momento todo ese cúmulo casi obsceno de obligaciones y empezar a prestar debida atención para ver quiénes de los que lo rodean, parecen tener sus oídos espirituales más afinados para escuchar la voz del Espíritu. No sería extraño que, si logra hacerlo, en muy corto lapso esa iglesia produzca un cambio radical por el simple hecho de abandonar sus proyectos y planificaciones humanas y pasar a moverse conforme a los dictados del Espíritu Santo, que son recibidos por los eficaces oídos de esos nuevos ayudantes ministeriales.

Pero, en vista de todo esto, ¿Es válido que ese pastor siga al comando de esa congregación? La Biblia no lo avala, pero las tradiciones, costumbres y hasta leyes internas denominacionales, sí. Y la idea es darle eficiencia a la iglesia del Señor, aunque para conseguirla debamos sostener por algún tiempo situaciones que no son correctas. Porque no sólo es demasiada responsabilidad que una sola persona tenga la obligación de decidirlo todo en una iglesia, sino que, en corto o mediano plazo, eso se transforma en un serio obstáculo que frenará cualquier avance de un evangelio de poder. La pregunta que surge, conforme a las costumbres, es: ¿Por qué la gente acude a su pastor en búsqueda de un consejo para una instancia clave en su vida? Podría darte cualquier respuesta de circunstancias, pero tengo sólo una muy cercana: ¡Porque cree que ese pastor oye la voz de Dios que él (O ella) no están oyendo! ¿Y qué pasa si ese pastor no está oyendo tampoco la voz de Dios? Habrá una gran decepción y hasta una probable huida.

Lo que distinguió la tarea que aquellos apóstoles hicieron con la incipiente iglesia y que hoy parece haber quedado en el olvido y nadie está repitiendo, fue que ellos fueron perfectamente guiados por la voz del Espíritu Santo. Si estamos escuchando al Señor, siempre cabe la posibilidad de un error a partir de la falencia de la naturaleza humana, pero por lo menos estaremos de pie en una plataforma de fe que impedirá que el temor al error o al fracaso nos anule. Entiendo que escuchar a Dios, es tanto una habilidad que viene como consecuencia de ser seres espirituales, llevándonos de la premisa que cualquier ser espiritual puede escuchar a otro ser espiritual, como un riesgo a correr a partir de lo que el pecado pudiera, en alguien, estar desvirtuando esa habilidad.

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febrero 11, 2023 Néstor Martínez