Estudios » Blog

Aceites

En muchos textos de la Biblia se compara la unción del Espíritu Santo con el aceite. Comenzando por la factibilidad de que los dos pueden ser sentidos y experimentados. Ninguna de las dos son figuras abstractas producto de las mentes afiebradas de ciertos energúmenos fanáticos, sino una realidad palpable, gustable, audible, visible y aromática que sucede en la vida de los que creen en Cristo Jesús y su Evangelio victorioso. Pero algunas observaciones, que vamos a tener muy presentes porque contienen coherencia y sentido común, con respecto a las cualidades y características del aceite, nos pueden ayudar a comprender mejor el obrar del amado Espíritu. Punto primero: el aceite se evapora, y si no se lo reemplaza regularmente, finalmente desaparece. Eso puede comprobarse, lamentablemente, un día cualquiera en lo espiritual y también en lo material y literal. Echa un poco de aceite dentro de un recipiente, déjalo un tiempo prolongado sin utilizar y verás como, al cabo del tiempo se ha evaporado una porción.

Si pasas más tiempo aun, vas a poder comprobar que el recipiente está absolutamente vacío y que ni siquiera hay una evidencia de que en algún momento haya tenido aceite. Es como si jamás nunca hubiera sucedido nada, como si nunca hubiera existido algo importante allí. Es verdad, lo tengo que decir antes que alguien me escriba para gritarme ¡Hereje!: El Espíritu Santo no se evapora. Sin embargo, en un momento dado, puedes llegar a pensar que realmente ha sucedido eso. Debes, constantemente, permitir que el aceite fluya sobre ti, refrescando tu vida espiritual. Esto se hace por medio de la oración, una íntima comunión con Dios (hablo de comunión personal, no de ir a un templo una o dos veces por semana) y la lectura de la Palabra de Dios. Tú tienes que recordar que la unción va a permanecer en tu vida si tú continúas caminando y hablando CON el Señor, no siempre AL Señor. Cuando te pases largos ratos en su presencia, podrás comprobar que el rico aceite del Espíritu Santo correrá libremente por tu vida, refrescándolo y renovando tu propio espíritu.

Otra característica interesante acerca del aceite es que si en el recipiente en donde se lo coloca hay un pequeño orificio, por microscópico que sea, por ahí se escurre. El hueco puede ser -es cierto – muy pequeño, y si se quiere, hasta invisible a simple vista, pero si llega a existir una mancha o una impureza en la composición material de ese recipiente, el aceite a corto o mediano plazo va a encontrar la manera de salirse por ahí. (Efesios 4: 22-27) = En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis: no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. Este texto nos advierte de cualquier posible «hueco» en nuestro recipiente cuando nos dice que no demos lugar al diablo. La palabra LUGAR, aquí, deriva de una palabra griega utilizada para AVENIDA o ventana.

Es decir que lo que nos está diciendo, es que no debemos dejarle la ventana abierta al diablo. Es la vieja y conocida historia: Si dejas el portón de tu casa abierto y por allí se mete el perro de tu vecino y te muerde, ¿Quién tendrá la culpa? ¿El perro, tu vecino o tú por dejar el portón abierto?  Entonces, atención: no permitas que los huecos de la amargura, el resentimiento, la lástima propia (que es egolatría), y otras cosas semejantes se infiltren en tu vida. Porque es allí, entonces, donde el precioso aceite del Espíritu se saldrá y te sentirás vacío de adentro, que es el peor de los lugares para sentirse vacíos. Estos huecos que atacan tu recipiente del Espíritu son tan sutiles que al principio son difíciles de detectar. La amargura, por ejemplo, puede introducirse sin que casi nadie se dé cuenta. ¿Y cuántas veces te has encontrado con gente que está perdiendo abundantemente aceite por los huecos de la lástima propia?

Son reconocibles, no hacen más que decir: ¡Pobre de mí! ¿Por qué esto me pasa a mí? O la más pomposa: ¡Oh, yo no me merezco esto! Eso es cierto, no te mereces eso, pero vas a tener que reconocer que tampoco te mereces la salvación, los dones o los ministerios y Dios te los da por Gracia y Misericordia. Al buscar y andar en la unción, es imperativo que te cuides de esos huecos y te concentres en mantener tu aceite fresco. Y si estás pensando que a todo esto Dios lo hará en tu lugar, estás frito. Hay cosas que son responsabilidad de Dios y hay cosas que son tu y nuestras responsabilidades. Secreto Para Tener Aceite Fresco: CAMINAR EN RECTITUD

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

marzo 1, 2024 Néstor Martínez