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Lo que Cada Cristiano Debe Conocer

Por: Adrián Rogers

PREFACIO:

Lo que Usted Ignora lo Puede Lastimar

            ¡Sacudido! Las olas eran enormes, mucho más grandes que las de mi estado nativo (Florida). Nos encontrábamos en Maui, Hawái, y yo estaba entusiasmado. Me encanta practicar el surf sólo con el cuerpo. Sencillamente tome una ola de la forma correcta, y puede llegar sobre ella hasta la playa sin necesidad de una tabla. Hice mi recorrido hasta donde las olas rompían, y vi cómo se formaba mi ola. Este sería un gran paseo. Sabía que tenía que tomarla de manera correcta. En el momento preciso, bajé la cabeza y lance un puntapié. La acción había comenzado. La monstruosa ola no me llevo a la playa, sino que me levantó como un muñeco de trapo y me lanzó contra el agua. Se me “apagaron las luces” y quedé inconsciente por un momento.

          Apenas pude, verifiqué que podía mover las piernas y los brazos, y como no tenía nada roto, nadé cuidadosamente hasta la orilla. Al llegar a tierra firme, volteé y vi el gran aviso que decía: PROHIBIDO PRACTICAR EL SURF SIN TABLA Puede resultar con serias lesiones en la columna La advertencia estaba a plena vista, pero yo la había pasado por alto. Me vino a la mente el viejo adagio que dice: lo que usted ignora lo puede lastimar. La educación es costosa, pero la ignorancia puede ser devastadora.

          Hay algunas verdades básicas que todo cristiano debe saber. Muchos se hunden en un mar de relativismo moral y vagas opiniones religiosas. Otros pueden resultar golpeados como yo, por su falta de conocimiento. Nuestra sociedad se jacta del pluralismo (hay espacio para cada idea), pero lo que realmente practica es el sincretismo al combinar todo tipo de pensamiento religioso en una blanda mezcla de puré espiritual. A muchos estadounidenses les encanta conversar sobre los valores, pero se intimidan rápidamente cuando se les pregunta: «¿Cuáles valores?».

          Se habla mayormente de la moralidad antes que de las virtudes bíblicas.  Algunos dicen que la educación es la respuesta a casi todo, y aun así entre más sabemos más profundo nos hundimos. «…Siempre están aprendiendo y nunca logran llegar al conocimiento de la verdad» (2 Timoteo 3:7). Nuestra generación ha sustituido la verdad por los hechos. No preguntamos: «¿Es verdad?», simplemente queremos saber si «funciona».

          Muchos cristianos no crecen porque no conocen. Los hechos son como una receta, pero la verdad es como toda una comida. Digiera una verdad y su vida cambiará. «Adquiere la verdad y no la vendas…» (Proverbios 23:23)

  • Debemos apreciar la verdad. No hay manera de ser un cristiano feliz y victorioso sin una firme convicción basada en una verdad fundamental.
  • Debemos adquirir la verdad. «Adquiere la verdad». La salvación es gratis, pero la búsqueda de la verdad es costosa. Aunque el discipulado es costoso, la ignorancia es mucho más costosa. La búsqueda le costará tiempo precioso, disciplina y obediencia, pero bien vale la pena.
  • Debemos conservar la verdad. «No la vendas». Algunos nos tentarán a «venderla». No lo haga. Aférrese a la verdad y nunca la deje ir. Cuando el hijo de Dios ama la Palabra de Dios y ve al Hijo de Dios, es transformado por el Espíritu de Dios a la imagen de Dios, para la gloria de Dios, porque ha encontrado la verdad de Dios.

          Este libro trata de la verdad fundamental que cada cristiano debe conocer. Esta escrito para ser claro pero no por eso simplista. Es tanto para el nuevo creyente como para quienes parecen estar estancados en su caminar cristiano.

          Coincido total y ampliamente con lo que el autor esboza en el Prefacio. No es meritorio ni complicado arribar a la salvación, porque es un tesoro que simplemente debemos tomar porque está allí, a nuestra disposición y sin mérito alguno de nuestra parte. Conocer la verdad ya es otra cosa. Conlleva, -en efecto- un esfuerzo y cuesta algún precio a pagar. Pero tiene un premio inmenso y enorme: la libertad. Porque lo que te libera no es la Verdad, sino el conocimiento de la Verdad. Y si la Verdad es Cristo, como creemos, entonces el conocimiento es plenamente intimidad con Él.

CAPITULO 1:

La Biblia es la Palabra de Dios

                Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la instrucción en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente capacitado para toda buena obra. 2 Timoteo 3:16, El punto de partida en el crecimiento cristiano es tener una firme convicción respecto a la inspiración y autoridad de la Biblia. En este capítulo quiero dar algunas razones sólidas para tener esta seguridad. Créame que este es el punto de partida. Sin esto usted no tendrá ningún progreso sólido.

El hombre sólo tiene tres problemas.

          Una vez, en un avión, estaba buscando un periódico en la sección de revistas; allí me encontré con un hombre, que me preguntó qué tipo de periódico estaba buscando. Con franqueza le respondí que estaba buscando un periódico conservador. Mirándome de arriba abajo, el hombre dijo: -Yo estoy buscando un periódico liberal. Le pregunté a qué se dedicaba, y me respondió que era abogado. Al hacerme la misma pregunta le dije que era un pastor bautista. Como quería saber sobre qué leía yo, le dije que leía libros, diarios y periódicos, pero que sobre todo leía la Biblia. -¿No lee usted algo más amplio que eso? -preguntó. -En realidad, no. -¿Usted le habla a la gente? -Todo el tiempo. -Bien, entonces ¿cómo puede saber las necesidades y los problemas de las personas si no lee algo más amplio que eso?-dijo él.

          El creyente tiene un claro problema con las ideologías políticas imperantes en el mundo: ninguna se adapta al evangelio de Jesucristo. ¿Eres progresista? Generalmente es una ideología basada en el ateísmo y propulsora del aborto legal y las uniones homosexuales. ¿Qué tiene que ver eso con Cristo? ¿Eres liberal? Ideología con sólidas bases en el gnosticismo emanado de una cultura griega que tampoco tiene mucho que ver con Cristo. ¿Eres conservador? Convengamos en que la mayor parte de la iglesia lo es. El conservadurismo tiene un lema muy antiguo: “Semper ídem”, (Siempre igual) ¿Y qué podrá tener que ver esto con un Dios dinámico, creativo y en permanente movimiento?

          El hombre tiene sólo tres problemas: el pecado, el sufrimiento y la muerte -le respondí. -No, hay más problemas que esos -refutó. -De acuerdo -respondí-o Piense al respecto y dígame un cuarto problema. Después de pensar por un rato, él dijo: -El hombre tiene tres problemas. En realidad, cualquier otro problema en el mundo es un subproducto del pecado, el sufrimiento y la muerte; y la Biblia es el único libro en la Tierra que tiene la respuesta a cada uno de estos tres aspectos. Por esta razón es importante que usted entienda y tenga una convicción tan firme como una roca sobre el hecho de que la Biblia es la Palabra de Dios. No es el libro del mes; es el libro de las edades.

Hay una guerra contra la Biblia

          El diablo odia este libro y quiere destruirlo. Muchos lo desprecian, otros lo niegan, otros lo distorsionan y tuercen, lo emplean mal y aun abusan de él. Pero creo que el peor enemigo de la Biblia es el cristiano que la ignora o descuida, y apenas si habla de ella. A estos los ha unido Dios, y el hombre no puede separarlos: Polvo en la Biblia y sequedad en el corazón. He estado sirviendo al Señor por mucho tiempo, y lo que me hace perseverar es la verdad y la convicción. Esta convicción no se basa en mis sentimientos, sino en lo que yo sé que es verdad. Los sentimientos vienen y van, pero la Palabra de Dios nunca fluctúa.

          ¿Por qué es esto tan importante? • Su salvación depende de entender el mensaje del evangelio que está en la Biblia. • Su seguridad depende de descansar en la verdad de la Biblia. • Su crecimiento espiritual depende de vivir de acuerdo a los principios de la Biblia. • Su poder para testificar depende de la confianza que usted tenga en la Palabra de Dios. Por consiguiente, usted debe estar completamente seguro de que la Biblia es la Palabra de Dios. Quisiera darle algunos principios que han afianzado en mí esta certeza. Permítame decirle que más allá de estos argumentos objetivos está la dulce afirmación del Espíritu Santo en mi corazón respecto a la Palabra de Dios.

          Jesús dijo: «Mis ovejas oyen mi voz…» (Juan 10:27).Analice conmigo las siguientes afirmaciones respecto a la inspiración de la Biblia. La Biblia se evidencia como la Palabra de Dios debido a su exactitud científica La exactitud científica confirma a la Biblia como la Palabra de Dios. Este primer concepto es el que usan con más frecuencia para rebatir la Biblia aquellos que niegan su veracidad. Normalmente se asume que, obviamente, la Biblia debe tener errores científicos. Sin embargo, antes de que usted lo diga, asegúrese de conocer dos cosas: la ciencia y la Biblia. A menudo los que afirman que hay errores científicos en la Biblia no entienden con claridad ninguna de estas dos cosas. Y quienes entienden la ciencia deben admitir que está en un constante estado de flujo, cambiante. La ciencia que ayer era aceptada, no necesariamente es la ciencia de hoy.

          Se ha estimado que la biblioteca de Louvre en París tiene cinco kilómetros y medio de libros de ciencia, cuya mayoría son obsoletos. En 1861, la Academia Francesa de Ciencia escribió un folleto declarando que había 51 hechos científicos incontrovertibles que demostraban que la Biblia no tenía valor. Hoy no hay ningún científico respetable sobre la Tierra que crea tan sólo uno de esos 51 hechos.

La ciencia está cambiando.

          ¡La Palabra de Dios no cambia! Permítame dar unos ejemplos: La Tierra está suspendida en el espacio. Uno de los hechos científicos fundamentales, que usted y yo aceptamos hoy como verdadero, es que el planeta Tierra está suspendido en el espacio. Las culturas antiguas no siempre fueron conscientes de esto.

          Los antiguos egipcios solían creer que la Tierra era sostenida por pilares. Los griegos creían que un gigante llamado Atlas cargaba el mundo en su espalda. Y los hindúes creían que la Tierra descansaba en los lomos de gigantescos elefantes. Pero alguien dijo: -Un momento, ¿Sobre qué están parados los elefantes? La respuesta fue: -Los elefantes están parados sobre una gigantesca tortuga. -¿Y sobre qué está parada la tortuga? -preguntó otro. La respuesta fue: -Bien, esa tortuga está parada sobre una gran serpiente enrollada. -¿Y sobre qué está parada la serpiente? -inquirió otro.

          La conclusión fue que la serpiente se encontraba nadando en un gran mar cósmico. ¡Esa era la ciencia de ese entonces! Cuando usted y yo tomamos la Palabra de Dios no encontramos algo parecido a la mitología. Job habló del Señor diciendo: «Él despliega el norte sobre el vacío y suspende la tierra sobre la nada«(Job 26:7). Es probable que el libro de Job sea la pieza literaria más antigua conocida por el hombre. ¿Cómo supo él que la Tierra se suspendía en el espacio? Sólo pudo saberlo por inspiración divina. La Biblia dice en 2 Timoteo 3:16 que: «Toda la Escritura es inspirada por Dios».

Esta es una enorme verdad en la que pocos o muy pocos han prestado debida atención, sobre todo aquellos que no simpatizan demasiado con las revelaciones del Espíritu Santo y prefieren adjudicarlo todo al estudio intelectual de las Escrituras. ¿Cómo supo el viejo Job que la tierra estaba suspendida en el espacio? Es evidente que algo fuera de la tierra se lo mostró. Y no fue el único.

La Tierra no es plana, es redonda

          También damos por un hecho que la Tierra es redonda. ¿Lo sabemos por observación natural? Desde luego que no. Usted habrá visto fotografías desde el espacio exterior, y quizás haya viajado alrededor del mundo, de manera que lo da por hecho. Pero el hombre no siempre supo que la Tierra era redonda. ¿Recuerda lo que se enseña en la escuela y dice que: «En 1492, Colón navegó el océano azul?». A Colón le advirtieron: «Es mejor que tenga cuidado, porque podría caerse por el borde de la Tierra». Aún en 1492 la gente no sabía que la Tierra era redonda.

          Pero Isaías, en el año 750 a. de J.C., dijo: «Él [Dios] es el que está sentado sobre el círculo de la tierra…» (Isaías 40:22). La palabra círculo en hebreo es jug, que significa «globo o esfera». ¿Cómo supo Job que Dios había colgado la Tierra de nada? ¿Cómo supo Isaías, 750 años antes de Cristo que la Tierra era redonda? «… los hombres hablaron de parte de Dios siendo inspirados por el Espíritu Santo» (2 Pedro 1:21). La Biblia enseña que cuando Cristo vuelva será tanto de día como de noche. Por ejemplo: «…en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado» (Lucas 17:34).  Eso parece contradictorio. Pero cuando Cristo vuelva, mientras en un lado del globo será de día, en el otro será de noche. Desde luego, nada de esto tomó por sorpresa al que creó el mundo. Él lo sabía todo.

Las estrellas no se pueden contar.

          Aquí hay otro hecho científico relacionado con la ciencia de la Biblia. Es imposible contar las estrellas de nuestra galaxia. Ni usted ni yo seríamos tan insensatos como para intentar contarlas. Pero hubo un hombre que puso a un lado su pluma, se frotó los ojos y cayó rendido luego de contar las estrellas, o al menos eso fue lo que pensó. Fue un astrónomo y científico llamado Hiparco; después de contarlas y hacer su mapa, el resultado fue 1.022 estrellas; en eso consistió su ciencia. Sus resultados fueron considerados exactos durante 250 años, y luego vino Tolomeo, que empezó a contar las estrellas y dijo: «¿Hiparco dijo que había 1.022 estrellas? Eso es absurdo, son 1.056». Su conteo actualizó la ciencia del momento por algún tiempo.

          Aproximadamente 300 años después, un joven estudiante de medicina llamado Galileo inventó el primer telescopio rudimentario, lo dirigió a los cielos, y vio más allá de las estrellas que podían verse a simple vista. ¡Había más y más, cientos, miles, millones, billones y centenares de billones de estrellas sin fin! Ningún insensato jamás se atrevería a intentar contarlas. Hace un tiempo leí en un periódico sobre ciencia que los expertos estaban tratando de ayudamos a entender el tamaño de nuestro universo. El periódico decía que en el universo conocido hay más soles como el nuestro que granos de arena en todas las costas del planeta.

          Yo soy de West Palm Beach, en Florida, Estados Unidos de América; y ¡ni siquiera puedo imaginarme contando los granos de arena de una sola cuadra de la ciudad! ¡Y hay más soles en nuestro universo que granos de arena en todas las costas del planeta! ¡Piense de nuevo en Hiparco: uno, dos, tres… 1.022 estrellas! Él habría podido ahorrarse algo de tiempo si hubiera investigado en la Palabra de Dios. Jeremías 33:22 declara: «Como no puede ser contado el ejército del cielo…». Job dice que la Tierra está flotando en el espacio. Isaías dice que es un globo. Jeremías dice que usted no puede contar las estrellas.

La sangre circula por el cuerpo

          Salgamos del tema de la astronomía y pensemos en la anatomía y fisiología humanas. Usted y yo damos por hecho que la sangre fluye por nuestro cuerpo y es, lo que algunos han llamado, el «hilo rojo de la vida». Sin embargo, no fue sino hasta el año 1628 que el médico William Harvey descubrió que la sangre circula por todo el cuerpo. En la universidad tomé un curso de anatomía y fisiología humanas, y aprendí todo lo que hace la sangre. Ella lleva combustible a las células, oxígeno para quemar ese combustible, desecha los desperdicios, enfrenta las enfermedades y mantiene una temperatura constante en el cuerpo.

          Sin embargo, esto es sólo un conocimiento reciente. En «la antigüedad» cuando alguien se enfermaba decían que «tiene sangre mala». Como la gente creía que necesitaban librarse de parte de esa sangre mala, se hacía sangrar al paciente. ¿Puede imaginarse que a una persona enferma le drenen la sangre? En algunos países, todavía se acostumbra usar el típico poste en las barberías, el que parece un pedazo de dulce de menta. Ese poste representa un vendaje. Hace muchos 15 años, con frecuencia llevaban a las personas enfermas al barbero para que los hiciera sangrar y mejoraran. A veces les ponían sanguijuelas, para que les sacaran la sangre.

          Un hecho poco conocido es la forma como George Washington, presidente de los Estados Unidos de América, murió. Él murió debido a que estaba enfermo y los médicos lo hicieron sangrar. Al ver que no mejoraba, lo hicieron sangrar de nuevo. Como no mejoró, lo hicieron por tercera vez. ¡Lo hicieron sangrar hasta que murió! En la actualidad, le habrían hecho una transfusión de sangre. La Biblia nos dice en Levítico 17:14: «Porque la vida de toda carne es su sangre…». ¿Cómo supo Moisés las propiedades de dar vida que tiene la sangre? Bien, «toda la Escritura es inspirada por Dios»; «los hombres hablaron de parte de Dios siendo inspirados por el Espíritu Santo». La ciencia médica de la Biblia es realmente asombrosa.

Grasa de serpiente de cascabel y sangre de gusano

          El doctor S. I. McMillen informa en su intrigante libro Ninguna Enfermedad, que algunos arqueólogos encontraron un libro de medicina llamado el Papiro de Eber, escrito por los egipcios aproximadamente 1.500 años antes de Cristo, en la época de Moisés. Los egipcios eran diestros y experimentados, sin embargo, tenían algunas ideas insensatas. Permítame compartir algo del conocimiento médico que contiene el Papiro de Eber, pero no le sugiero que siga estos consejos. Por ejemplo, para evitar las canas, puede frotarse el cabello con sangre de gato negro que haya sido hervido en aceite o con grasa de serpiente de cascabel. Para evitar la caída del cabello, tome los siguientes seis tipos de grasa: de caballo, hipopótamo, cocodrilo, gato, serpiente y cabra.

          Para fortalecer el cabello, aplíquese una mezcla de miel y polvo de dientes de asno. Si tiene una astilla enterrada, la recomendación médica es: sangre de gusano y estiércol de asno. ¿Puede imaginarse las esporas de tétanos que hay en el estiércol de asno? Otros tipos de medicinas que usaban eran sangre de lagarto, dientes de cerdo, carne podrida, la humedad de las orejas de cerdo y excremento de humanos, de animales e incluso moscas. Todavía estamos tratando de entender algunas de las cosas que los egipcios sabían respecto a embalsamar, y una variedad de otras cosas. Ellos eran un pueblo muy inteligente. La Biblia dice que Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios.

          Moisés fue a la Universidad de Egipto, y el viejo faraón pagó por sus estudios. Supongo que Moisés aprendió todas las cosas escritas en el Papiro de Eber. Pero me alegra que al abrir la Biblia no encuentro ninguno de estos insólitos tratamientos. Respuesta a la peste negra encontrada en Levítico Durante el siglo XIV hubo en Europa la llamada «peste negra». Una de cada cuatro personas murió a causa de esa peste; no se la podía controlar ni se sabía qué hacer para combatirla. No había ningún concepto de microbiología como el que tenemos ahora. ¿Sabe qué fue lo que finalmente terminó con la peste? ¡La Biblia! Finalmente se volvieron a la Escritura. Levítico 13:46 dice: «Todo el tiempo que tenga la llaga, quedará impuro. Siendo impuro, habitará solo, y su morada será fuera del campamento».

          Con la Palabra de Dios aprendieron de la necesidad de poner a los enfermos en cuarentena. Aunque he mencionado varias áreas de la ciencia donde la Biblia se ha vindicado, sólo he tocado la superficie de las muchas verdades médicas y científicas contenidas en ella. Francamente me alegra de que la Biblia y la ciencia moderna no siempre estén de acuerdo. La ciencia cambia, pero ¡la Biblia no! La Biblia se evidencia como la Palabra de Dios debido a su exactitud histórica La Biblia no es en esencia un libro científico. No fue escrita para decimos cómo son los cielos. Fue escrita para decimos cómo ir al cielo. Pero cuando habla de ciencia, es acertada. La Biblia tampoco es básicamente un libro de historia. Es «su historia», la historia de Dios. Se esperaría que la historia bíblica fuera acertada y verdadera. Sin embargo, como usted puede sospechar, la Biblia ha sido atacada debido a su historia.

          A finales de los años 1800, el estudioso doctor S. R. Driver ridiculizó la idea de que Moisés hubiera escrito lo que se llama el Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Driver afirmó: «En el tiempo en el que supuestamente vivió Moisés en la Tierra, los hombres no sabían escribir. Entonces ¿cómo pudo escribir el Pentateuco?». De esta manera algunos se mofaron de la Biblia por algún tiempo, hasta que un día, en el norte de Egipto, una señora al remover la tierra en su jardín encontró unas tablas de arcilla. Las llamaron las tablas de Tel el-Amarna, que se usaban para correspondencia. Fueron escritas por egipcios para gente de Palestina, o lo que hoy  llamamos la Tierra Santa, siglos antes de que Moisés naciera. No sólo sabían escribir, sino que también tenían un servicio postal que les permitía enviar y recibir cartas de un extremo a otro.

          Esto prueba que en realidad Moisés estaba capacitado para escribir el Pentateuco, a la vez que muestra la opinión equivocada de un estudioso. El libro de Daniel registra la historia de una mano que escribía en la pared. Durante una fiesta que el rey Belsasar organizó para 1.000 de sus funcionarios de la corte, vio una mano escribiendo en la pared. La terrible escritura decía que él había sido pesado y hallado falto. ¿Recuerda la historia? Bien, los estudiosos se reirían al respecto y dirían: «Eso es un montaje. Nunca sucedió, pues tenemos archivos de los antiguos babilonios, y sabemos que Belsasar no fue el último rey de Babilonia. El último rey de Babilonia se llamaba Nabonido. Obviamente esto parecería ser sólo algún fraude, una historia fabricada por alguien.

          Pero un día la pala de un arqueólogo descubrió un cilindro en donde, efectivamente, estaba el nombre de Belsasar. Se encontraron más archivos que probaban que los historiadores tenían razón al decir que Nabonido había sido el último rey de Babilonia, pero estaban equivocados al decir que Belsasar no había sido el último rey de Babilonia. Nabonido y Belsasar eran padre e hijo y habían gobernado juntos, ¡haciéndose reyes al mismo tiempo! Nabonido era un gran cazador, entre otras cosas, y a menudo se ausentaba y dejaba a cargo a Belsasar. Recuerde lo que el rey le dijo a Daniel respecto a la escritura en la pared: «…Si ahora puedes leer esta escritura y me das a conocer su interpretación, serás vestido de púrpura, tendrás un collar de oro en tu cuello y gobernarás como tercero en el reino» (Daniel 5:16).

          Eso ahora tiene sentido, pues entendemos que había simultáneamente dos reyes. Ahora, ¿qué habría pasado si no se hubiera encontrado el cilindro con el nombre Belsasar? ¿Sería la Biblia cualquier cosa, menos la Palabra de Dios? Sólo dele tiempo a la gente, y quizás algún día se topen con la Biblia. Si un historiador o un científico tiene algo bueno que decir de la Biblia, eso no debe darle más fe en la Biblia, sólo un poco más de fe en el científico o el historiador. La Biblia ha resistido y resistirá la prueba del tiempo. La Biblia se evidencia como la Palabra de Dios debido a su maravillosa unidad.

           Permítame presentarle una tercera razón por la cual podemos saber que la Biblia es la Palabra de Dios, y es su maravillosa unidad. Un libro, desde Génesis hasta Apocalipsis, que además tiene 66 libros, 39 en el Antiguo Testamento y 27 en el Nuevo Testamento. Es una recopilación de libros escrita al menos por 40 autores y quizás más. Estas personas vivieron en un período que abarca aproximadamente 1.600 años, procedían de diferentes países y muchos de ellos no se conocieron entre sí. Piense en el hecho de que venían de toda clase de trasfondos: Pastores, reyes, militares, príncipes, pescadores, estudiosos, historiadores, profesionales y algunos obreros.

          La Biblia también está escrita en diferentes estilos, y por lo menos en tres idiomas diferentes. Pero al unirlo todo, se conforma un solo libro que contiene una historia que empieza con Génesis y va a terminar en el Apocalipsis. • La Biblia tiene un tema: la redención. • La Biblia tiene un héroe: el Señor Jesús. • La Biblia tiene un malvado: el diablo. • La Biblia tiene un propósito: ¡la gloria de Dios! Todas sus partes encajan juntas. ¿Puede usted imaginarse tomar a 40 personas distintas, en un período de 1.600 años, de países y ocupaciones diferentes y decirles que escriban de manera independiente y sin haber leído lo que los otros han escrito? ¡Una todo lo escrito y verá la mezcolanza que obtendrá! Aun así, usted tiene esta maravillosa unidad en la Palabra de Dios.

          He estado estudiando seriamente la Biblia durante muchos años; a lo largo de este estudio no he encontrado fallas ocultas, por el contrario, he encontrado afirmaciones y tesoros ocultos. Encuentro una asombrosa interconexión en la Palabra de Dios y ¡Esto es sorprendente! Ni una piedra más, ni una piedra menos Permítame parafrasear la siguiente ilustración del doctor R. A. Torrey. Suponga que en una ciudad decidieran construir un monumento en honor a los estados, provincias o departamentos que la conforman. Se reúnen piedras de cada estado. Por ejemplo, de mi estado nativo (Florida) reciben una piedra de coral, quizás de otro reciban una de granito, de otro una piedra caliza, de otro una arenisca y así toda clase de piedras; y todas de diferentes colores.

          Ahora supongamos que estas piedras son cortadas en diferentes formas; unas cuadradas, otras rectangulares algunas quizás cilíndricas, otras en forma piramidal, algunas de forma trapezoide e incluso algunas con formas que ni siquiera tienen nombre. Todas ellas fueron cortadas en la cantera, empacadas y enviadas por barco, tren o aire a la ciudad en donde se construirá el monumento. Los obreros desempacan una a una estas piedras y empiezan a unirlas, todas se incrustan y encajan a la perfección. No sobra ni falta piedra alguna. Ninguna necesita ser rebajada ni pulida. Al terminar la obra queda formado un magnífico templo. Usted, que es una persona pensante, ¿diría que eso sucedió por casualidad? No, en verdad, ninguna persona pensante diría que esto pasó por casualidad.

          Un arquitecto supremo debió supervisar la edificación y dar las especificaciones en la cantera. ¿No es verdad? ¿Se da cuenta? Cuando tomamos este libro, escrito durante un período de más de 1.600 años, por 40 autores diferentes, en 3 idiomas distintos, por hombres de diferentes trasfondos y experiencias de vida y lo unimos, forma un hermoso templo de la verdad de Dios. No es necesario agregarle o quitarle algo, o embellecerlo. Ahí está ¡un libro! No podemos decir que simplemente sucedió, que fue sólo un accidente. ¡No! La unidad de la Biblia es una de las maravillosas pruebas de la inspiración de la Palabra de Dios, de que toda la Escritura es dada por inspiración de Dios. La Biblia tiene que ser la Palabra de Dios por su profecía cumplida Permítame darle otra razón por la cual usted puede creer que la Biblia es la Palabra de Dios y que es una de las más grandes pruebas de su inspiración.

Las profecías cumplidas de la Biblia.

          Este libro, la Biblia, tiene predicciones de cosas que han de suceder y sucederán, pues ha predicho cosas antes de que estas sucedieran, y han sucedido. Sabiamente se ha dicho que usted puede tomar a un hijo de Dios, ponerlo en un calabozo con una Biblia y una vela, encerrarlo y aislarlo, y sabrá más de lo que está pasando en el mundo de hoy con la Palabra de Dios, que todos los expertos conocidos. Es asombroso ver cómo encaja la historia en los enchufes de la profecía y, como verá, realmente se cumple la profecía. Podríamos estudiar toda clase de profecías cumplidas, pero tomemos sólo aquellas relacionadas a la persona y naturaleza de Cristo. Los estudiosos dicen que Jesús cumplió más de 300 profecías del Antiguo Testamento. Sus enemigos dirán: «Por supuesto, cumplió todas estas profecías, ¡porque las acomodó! Sencillamente arregló que cumpliría estas profecías».

          Bien, si usted lo cree permítame decirle algunas de las cosas que arregló. Primero, decidió nacer en Belén. ¿Usted decidió dónde nacer? Miqueas 5:2 menciona la profecía que se cumplió en Mateo 2:1-5. Después se dirigió a Isaías para registrar los detalles de su vida 700 años antes de nacer. En Isaías 7, 9 Y 53, puede leer cómo el profeta lo describió. ¿Acordó usted tener la historia de su vida escrita antes de nacer? Luego planeó ser ejecutado en una cruz. ¿Sabía usted que si lee el Salmo 22, escrito por David siglos antes de que Jesús naciera, encontrará una descripción de la crucifixión de Jesucristo, escrita como si alguien estuviera ante la cruz? Habla de sus manos y pies clavados, las suertes echadas sobre sus vestidos, las palabras exactas que Jesús diría en la cruz. Jesús no estaba mirando hacia atrás y citando a David.

          Más bien David estaba mirando hacia delante y citando a Jesús. Es algo asombroso que esté escrito como si alguien fuera testigo ocular de la crucifixión de Cristo. Este solo salmo contiene 33 profecías directas cumplidas en el Calvario, a pesar de haber sido escrito 1.000 años antes del nacimiento de Cristo. Y es aún más intrigante que cuando David escribió esta profecía, la pena capital practicada por los judíos era la lapidación, no la crucifixión. Los romanos ni siquiera habían asumido el poder. La crucifixión era una forma de ejecución romana, pero usted encuentra la crucifixión descrita en el Salmo 22. ¿Planeó ser crucificado entre dos ladrones? La Biblia profetizó todo esto en Isaías 53:9-12. Fue cumplida y registrada en Mateo 27. La Biblia profetizó que Judas lo traicionaría exactamente por 30 piezas de plata en Zacarías 11:12.Usted puede leer sobre el cumplimiento de esto en Mateo 26:15.

          Y aquí está el «arreglo» clásico: planeó levantarse de los muertos y ser visto por más de 500 testigos. Algunos afirman que los apóstoles estaban alucinando. ¿Así que 500 personas alucinando al mismo tiempo? ¿Y alucinando lo mismo? ¿Estaría dispuesto alguien a morir por una mentira? No. La gente puede vivir por una mentira, pero nadie moriría voluntariamente por una mentira, sabiendo que es una mentira. Los primeros seguidores pusieron su vida por fe. La mayoría de estas profecías no fueron cumplidas por sus amigos sino por sus enemigos, aquellos que tenían más que perder con el cumplimiento de las mismas. Mateo 26:56 dice: «Pero todo esto ha ocurrido para que se cumplan las Escrituras de los profetas…».

Las profecías cumplidas son una prueba increíble de la inspiración de la Biblia.

          La Biblia se evidencia como la Palabra de Dios debido a su calidad de eterna.  La Biblia no es el libro del mes, es el libro de las edades. No ha habido un libro más atacado, del que se hayan burlado más, que haya sido desdeñado, ridiculizado y que hayan creado leyes en su contra. Hubo un tiempo en la historia de Escocia en el que poseer una Biblia era un crimen digno de muerte. Hay quienes han jurado y declarado que destruirán este libro. El apóstol Pedro escribe: «Porque: Toda carne es como la hierba, y toda su gloria es como la flor de la hierba…». Usted y yo somos como una simple hoja de la hierba. Nos vamos a marchitar y morir. «Pero la palabra del Señor permanece para siempre» (ver 1 Pedro 1:24, 25). ¡Para siempre!

          Tenemos algunos expertos teólogos que creen haber sido llamados a reexaminar la Biblia. Hasta donde me concierne, nosotros deberíamos reexaminarlos a ellos. La Palabra del Señor permanece para siempre. La Biblia está para juzgarnos a nosotros; nosotros no estamos para juzgar la Biblia. Si alguien arrojara el antiguo libro en un horno ardiente, este permanecería y seguiría existiendo sin alteración alguna. Aquí estamos en una nueva y moderna era, y seguimos estudiando este antiguo libro que ha resistido la prueba del tiempo y sobrepasado a todos los libros. Dios ha mantenido la promesa hecha a Isaías hace más de 2.500 años: «En cuanto a mí, éste será mi pacto con ellos: ‘Mi Espíritu que está sobre ti y mis palabras que he puesto en tu boca no se apartarán de tu boca, ni de la boca de tus descendientes, ni de la boca de los descendientes de tus descendientes, desde ahora y para siempre’, ha dicho Jehovah» (Isaías 59:21).

La Biblia se evidencia como la Palabra de Dios debido a su poder transformador.

          Finalmente, consideremos el poder transformador de la Palabra de Dios. Es una razón necesaria por la que usted puede estar seguro de que la Biblia es la Palabra de Dios. El gran apóstol Pablo escribió: «Porque no me avergüenzo del evangelio; pues es poder de Dios para salvación…» (Romanos 1:16). En Hebreos 4:12 leemos: «Porque la palabra de Dios, es viva y eficaz». Esa palabra viva es la palabra de la cual se deriva la palabra zoológico, o zoología. Significa que está viva, que palpita con vida y con poder. «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz». La palabra eficaz se deriva de la palabra energes, de la que proviene la palabra energía. En la Biblia hay vida y energía. Nosotros leemos otros libros, mientras que este libro nos lee a nosotros.

          Es increíble, es salvación para el pecador. He usado este libro muchas veces para llevar gente a Cristo, y las he visto ser transformadas. Billy Graham empezó su ministerio siendo joven; al predicar, a menudo, decía: «La Biblia dice… «. En 1954, él fue a Londres para predicar en el gran Harringay Arena, donde había una muchedumbre, incluyendo muchos reporteros. Dos hombres, uno de ellos médico, que habían ido a escuchar al flamante evangelista estadounidense estaban sentados debatiendo acerca de él, y criticaban casi todo lo que decía. Pero cuando Billy Graham empezó a predicar, la Palabra de Dios empezó a penetrar. Dios dice: «¿No es mi palabra como el fuego y como el martillo que despedaza la roca?, dice Jehovah» (Jeremías 23:29). El martillo empezó a golpear y la convicción cayó sobre ese lugar, y el médico que había estado ridiculizando a Billy Graham le dijo al hombre que estaba a su lado: -No sé usted, pero yo bajaré a recibir a Cristo en mi corazón.

          El otro hombre replicó: -Sí, yo iré con usted, y tome su billetera, soy un ladrón. Billy Graham después dijo: -Veo que en mis predicaciones la Palabra de Dios es como una espada, y cuando la cito bajo el poder del Espíritu Santo, puedo destruir todo lo que se me oponga. Ese es el poder increíble de la Palabra de Dios, «rescatar al perdido» y «cuidar del agonizante» «arrebatándolos con misericordia del pecado y de la tumba». Conozco personalmente el poder transformador de la Palabra de Dios porque cambió mi vida.

  • Es salvación para el pecador. Agitará la conciencia, convencerá la mente y convertirá el alma.
  • Es dulce para el santo.

          Muchas veces he encontrado tesoros y paz en la Palabra de Dios. ¡Qué preciosas son las palabras de Dios! • Es suficiente para el que sufre. Cuántas veces la gente ha encontrado descanso en las fieles promesas de la Palabra de Dios. Me siento triste por los que no tienen una Biblia en que apoyarse. • Es satisfactoria para el estudioso. He estudiado este libro y nunca, ni siquiera en sueños, llegaría al fondo de la Palabra de Dios. Alguien dijo que la Palabra de Dios es tan profunda que los estudiosos pueden nadar y nunca tocar el fondo, y es tan preciosa que un niñito puede venir y beber 23 de ella sin miedo a ahogarse. Gracias a Dios por la Biblia, la Palabra de Dios. Puede confiar en la Biblia. Llegará a ser un gran cristiano cuando llegue a la inamovible convicción de que la Biblia es la Palabra de Dios.

          Tal cual. Más allá de los colores culturales del autor, sus expresiones respecto a la Biblia son correctas por donde se lo mire. Sólo que no podemos esperar que intelectualmente las personas incrédulas sean convencidas de su validez, porque el asunto no es intelectual sino espiritual. Salvo que el Espíritu Santo produzca en alguien esa convicción de pecado interna que nos ha llevado a tantos a los pies de Cristo, habrá hombres que seguirán pensando que la Biblia es un libro más o, lo peor, que es un libro lleno de mentiras que convienen a ciertos intereses. Cierto es que hay algunos intereses que se han beneficiado utilizando a su antojo una Biblia, pero la culpa no es de la Biblia, sino del hombre que pretende hacerle decir lo que no dice. Ah, y en muchos que escuchan lo que ellos dicen y no se toman el trabajo de comprobarlo con las suyas.

Capítulo 2

Acerca de la Seguridad de Su Salvación

          Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios, y todo aquel que ama al que engendró ama también al que es nacido de él. En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos. Pues éste es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, el que vino por agua y sangre, no por agua solamente, sino por agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan en uno. Si recibimos el testimonio de los hombres, el testimonio de Dios es mayor; porque éste es el testimonio de Dios: que él ha dado testimonio acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna. 1 Juan 5:1-13

          Algo básico que todo cristiano debe saber sin sombra de duda, es que es salvo. Ahora, ¿qué significa ser salvo? Primero, quiere decir que cada pecado ha sido perdonado y enterrado en la tumba del completo olvido de Dios. Segundo, quiere decir que Jesucristo por medio del Espíritu Santo viene a vivir en nosotros para darnos paz, poder y propósito. Tercero, significa que cuando muramos o cuando Cristo vuelva, iremos al hogar celestial para estar con él por la eternidad.

          Todo cristiano necesita tener la absoluta seguridad de que ha experimentado la salvación. Es mejor ser un cristiano seguro que un cristiano dudoso. No podemos ir por ahí con algo así como un signo de interrogación y con la cabeza agachada, sino con un signo de admiración. No debemos decir «espero ser salvo», o «yo pienso que soy salvo», sino «gloria a Dios, sé que soy salvo».

Usted puede saberlo sin ninguna duda

          Estaba atendiendo un llamado ministerial en el hospital; una mujer estaba muriendo y me habían llamado para que estuviera a su lado y orara por ella. Le pregunté si tenía la seguridad de su salvación, a lo que respondió: -No. Le pregunté si quería ser salva y ella dijo: -Desde luego que sí. Así que con la Palabra de Dios le expliqué cómo podía ser salva, y luego la dirigí en una oración. Ella oró pidiéndole a Jesucristo que él perdonara sus pecados. Desde luego pensé que esto era maravilloso. Ahí estaba una preciosa dama, que pronto pasaría a la presencia de Dios, y ahora tenía la bendición de su seguridad de salvación.

          Me dirigí a unos de sus familiares que estaban presentes y les dije: -¿No es maravilloso que ella haya sido salva y ahora vaya al cielo? Su yerno me dijo: -Nadie puede saber si ella es salva. Entonces abrí mi Biblia en 1 Juan 5:13 y leí: «Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna». Le pregunté al hombre: -¿Puede usted ver en este versículo la palabra sepáis? Desde luego que podemos saber que tenemos vida eterna. Como alguien bien dijo: Si usted pudiera tener la salvación sin saberlo, entonces podría perderla sin saber que la tuvo.

          La verdad sobre este asunto es que si usted ha sido genuinamente salvo, debe saberlo, y si es real, gracias a Dios, nunca podrá perder su salvación. Cuando hablamos sobre la seguridad de la salvación hablamos sobre algo de vital importancia. No hablamos de preferencias denominacionales, la altura de la torre de la iglesia o el color de la alfombra. Hablamos del destino eterno del alma humana. Hablamos de un alma eterna que nunca muere. Debemos tener absoluta certeza de algunas cosas. Para ser victorioso en su vida cristiana usted necesita poder decir: «Sé que soy salvo. Sé que soy nacido del cielo y que estoy unido al cielo».

          De hecho, todos aquellos que hemos podido leer la Biblia un poco más allá de los obligatorios congregacionales o los requeridos en escuelitas bíblicas, sabemos que la salvación, cuando es genuina, no se pierde. Porque quien es salvo de manera genuina tiene al Espíritu de Dios morando en su interior, y jamás podrá cometer un pecado tan atroz como para perder su salvación. Quienes sí pueden cometerlos, son aquellos que se han limitado a levantar una mano en una campaña o han repetido casi sin pensar unas palabras que alguien le indicó. Y estos no van a perder su salvación por una sencilla razón: jamás la tuvieron, todavía.

¿Puede usted ser salvo y tener dudas al respecto?

          Pero, ¿es posible ser salvo y tener dudas al respecto? Si es imposible que los hijos de Dios pasen a veces por momentos difíciles de duda, entonces, ¿por qué el apóstol Juan escribió: «Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna»? Evidentemente algunos estaban teniendo serios cuestionamientos y dudas respecto a su salvación. Quizás otros creían que eran salvos, pero en realidad no lo eran. Dudar no necesariamente significa que usted no sea salvo, tendemos a dudar de lo que creemos. La duda es a su espíritu lo que el dolor es a su cuerpo. El dolor no significa que uno esté muerto. El dolor indica que hay vida, pero que algo anda mal; que una parte del cuerpo no está funcionando como debería. De esa manera, la duda es posible, más no benéfica. Nunca he sabido de algún cristiano que sea verdaderamente efectivo en su servicio al Señor, sin tener la completa seguridad de su salvación. Aun así, debemos admitir que los cristianos pueden tener dudas y aun así ser salvos. Sin embargo, me parece que van al cielo pero en segunda clase.

Dudo de que usted sea salva

          Una señora le dijo a un evangelista: -He sido salva por 25 años y nunca lo he dudado. -Pues yo dudo que usted haya sido salva -respondió el evangelista. Esto es parecido a que una persona dijera: «Nosotros hemos estado casados durante 25 años y nunca hemos tenido una discusión». No hay duda de que podemos tener dudas. Las dudas no son buenas para la salvación, así como las discusiones no lo son para el matrimonio. El dolor no es bueno para nuestros cuerpos, pero estas son las realidades de la vida. Le recuerdo que si usted está tratando de vivir la vida cristiana con dudas, es cómo manejar un automóvil con los frenos accionados.

          Respecto a su salvación, usted no necesita un «eso espero», «eso creo» o «quizás sí», sino un maravilloso «lo sé». En este capítulo permaneceré principalmente en la epístola de 1 Juan. En este corto libro, Juan usa 18 veces el verbo saber. Puesto que Juan escribe en este libro que podemos saber que tenemos vida eterna; entonces podemos llamarlo el Libro de la Seguridad. La seguridad empieza con el nuevo nacimiento «Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios, y todo aquel que ama al que engendró ama también al que es nacido de él» (1 Juan 5:1). 27

          El nacimiento espiritual es muy semejante al nacimiento físico. El nacimiento físico nos da’ un ejemplo perfecto de la salvación, y como todos lo hemos experimentado, podemos relacionarnos con los diferentes aspectos del mismo. El Evangelio de Juan nos da una enseñanza muy clara sobre este nacimiento: »Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un gobernante de los judíos. Este vino a Jesús de noche y le dijo: -Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, a menos que Dios esté con él. Respondió Jesús y le dijo: -De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: -¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Respondió Jesús: -De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: ‘Os es necesario nacer de nuevo'» (Juan 3:1-7).

          En este pasaje Jesús estaba hablando con un religioso llamado Nicodemo, que quería indagar sobre los milagros. En esencia, Jesús le dijo que para poder entender los milagros era necesario que él mismo llegara a ser un ‘milagro. Necesitaba nacer de nuevo. Nicodemo le preguntó a Jesús al respecto, y en su respuesta Jesús le mostró algunas cosas que todos necesitamos entender sobre el nuevo nacimiento para tener una plena seguridad. En un nacimiento ocurre una concepción. Jesús dice que nacemos de agua y del Espíritu para entrar en el reino de Dios (v. 5). El agua habla de la Palabra de Dios, y el Espíritu se refiere al Espíritu de Dios. Cuando el Espíritu y la Palabra de Dios se unen en el útero de la fe, sucede una maravillosa concepción.

          Esto no sucederá sin nuestro consentimiento. Nosotros debemos proporcionar el útero de la fe. En un nacimiento hay una continuación. La vida física imparte vida física, y la vida espiritual imparte vida espiritual (v.6). “Para santificarla, habiéndola purificado en el levantamiento del agua por la palabra” (Efesios 5:26) “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que Vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23) Los padres no fabrican bebés en el verdadero sentido de la palabra. Ellos transfieren la vida que les ha sido dada. La vida se transmite. De igual manera en el nuevo nacimiento la vida de Dios se nos transfiere.

          El significado literal del término «nacer de nuevo» es «nacer de arriba». La salvación no sólo implica sacar al hombre de la tierra y ponerlo en el cielo, sino también que Dios sale del cielo y entra en el hombre a través de su Espíritu. En un nacimiento se produce un carácter. En la carne, recibimos la naturaleza de nuestros padres carnales. Cuando el Espíritu y la Palabra de Dios crean en nosotros algo sobrenatural, recibimos el carácter de un nuevo ser con naturaleza divina. Los cristianos no somos sencillamente personas buenas; somos nuevas criaturas. No somos como un renacuajo que se convierte en sapo; somos más como un sapo que se convierte en príncipe por el beso de la gracia.

Un nacimiento tiene un término.

          Un nacimiento es una experiencia única y definitiva en el reino natural y también en el espiritual. Cuando un bebé nace en la sociedad terrenal, se hace un registro. En el cielo se escribe un nuevo nombre en la gloria. Esto habla de un hecho terminado. Es importante que entendamos esto porque nadie puede jamás existir sin haber nacido. Incluso cuando el cuerpo de alguien deja de existir, el espíritu pasa sin límite de tiempo, sin fecha y sin medida, a la eternidad. Un nacimiento tiene un comienzo. Un nacimiento es un punto de partida. Para un pequeñito todo es futuro, todo es «mañana», él no tiene pasado. Ningún policía podrá arrestar a un recién nacido por haber cometido crímenes. Cuando llegamos a Jesús no existe el ayer, sólo tenemos «mañanas».

          Sin embargo, después de nacer comenzamos a crecer. El bebé nace con todo el equipo que va a tener, ahora necesita crecer. ¡Qué bendición descubrir, desarrollar y desplegar lo que hemos recibido con nuestro nuevo nacimiento! Un nacimiento se espera con certeza. Un nacimiento es una experiencia definitiva. Si yo le preguntara: «¿Ha nacido usted alguna vez?», dicha pregunta no tendría sentido. Pero supongamos que yo le hago la pregunta y usted me responde: «Eso espero. Estoy haciendo lo mejor que puedo». O aún más ridículo sería que me respondiera: «Yo siempre he nacido». No, en realidad en un nacimiento hay una certeza implícita.

          Hubo un tiempo en el que usted no había nacido, luego llegó el tiempo en el que ya había nacido.  Hablemos sobre nuestra parte en el nuevo nacimiento. No tuvimos elección en nuestro primer nacimiento, pero sí la tenemos en nuestro segundo nacimiento. Como dije anteriormente, nosotros proporcionamos el útero de la fe. «Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios…» (1 Juan 5:1). El nuevo nacimiento ocurre cuando creemos en el Señor Jesucristo. El clásico pasaje que lo relata está en Efesios 2:8, 9 donde dice: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe».

          Este pasaje es grandioso porque en este punto la Escritura establece claramente por medio de qué somos salvos. En contraste, no podemos cometer ningún error al respecto, pues habla sobre lo que no nos salva. Por consiguiente, podemos mirarlo desde el punto de vista negativo y ver lo que no salva, y luego desde el punto de vista positivo y ver lo que sí salva. Estos versículos nos dicen que ni nosotros, ni nuestras obras nos salvan. «No depende de usted». «No depende de sus obras». Es simple, ¿no es así? Pero la mayoría de la gente no entiende este sencillo concepto. Si usted saliera a la calle y le preguntara a cualquier persona: ¿Irá usted al cielo?, quizás esa persona respondería: ¡Seguro!, estoy haciendo lo mejor que puedo. Piense en esa respuesta. El yo (el ego) está haciendo (obras) lo mejor que puede.

Dios no es un Santa Claus

          Muchos piensan que Dios es como un Santa Claus, y que está haciendo una lista para revisarla con detenimiento y buscar quién es malo y quién es bueno. Entonces, piensan que un día compareceremos ante el trono del juicio y él pesará lo bueno que hemos hecho contra lo malo para ver hacia qué lado se inclina la balanza. La mayoría de la gente cree que llegará al cielo por su buen comportamiento. Pero volvamos a mirar con claridad nuestro versículo. «… esto no de vosotros… no por obras» (Efesios 2:8, 9). No es por el ego, y no es por las obras.

          El diablo no se rinde fácilmente y lo animará a creer algo así: «Correcto, no puedo labrar mi camino al cielo, pero las obras me ayudarán. La gracia de Dios es más lo que yo hago. Yo hago mi parte y Dios hace la suya». No vamos para el cielo en un bote de remos. He oído a quienes creen en las obras más la gracia y usan esta ilustración: Si usted estuviera cruzando un río en un bote de remos y usara sólo un remo, llamémoslo «obras», remaría en círculos. Pero si usara el otro remo, llamémoslo «fe», remaría en la dirección opuesta. Luego, con una mirada «sabia» en su rostro, dicen: Ambos remos, fe y obras, lo llevarán al otro lado del río. Eso puede parecer una buena ilustración, pero tiene un defecto fatal: No vamos al cielo en un bote de remos. Vamos al cielo por la gracia de Dios. No por nosotros mismos o por nuestras obras.

          Si usted no lo entiende, nunca tendrá la seguridad de su salvación. Si tan sólo una pequeña parte dependiera de usted, nunca tendría la seguridad. Si en algo dependiera de sus obras, nunca sabría si ha hecho suficiente. Grábese esto en el corazón y en la mente: No es por nosotros mismos ni por obras. Mire otra vez con detenimiento Efesios 2:8. «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe…». Desde el punto de vista positivo es gracia por medio de la fe. Entonces, ¿qué es la gracia? La gracia es la característica de la naturaleza de Dios que hace que él ame a pecadores como nosotros.

          Dios no nos ama porque seamos valiosos, somos valiosos porque él nos ama. Ese amor es por Su pura gracia. La gracia es algo que no merecemos en absoluto. Es el inmerecido amor y favor de Dios mostrado a los pecadores que merecen el juicio. Gracia: Riquezas de Dios a expensas de Cristo Una manera de comprender el significado de la gracia es cuando recordamos que hemos recibido las riquezas de Dios a expensas de la muerte Cristo; eso es la gracia. Cuando piense en la gracia, piense en Jesús, que murió sobre una cruz por causa de los pecadores que no lo merecían.

          No tenemos nada que agrade a Dios. Somos pecadores por nacimiento, elección y práctica, pero Dios nos ama a pesar de nuestro pecado, y ese amor se llama gracia. Gracia es una de las palabras más bellas de nuestro lenguaje. Cuando la gente llega a entender la gracia, escribe cantos acerca de ella, tales como «Gracia Admirable» (Himnario Bautista, # 183). Fe: Abandonar todo para confiar en Jesús Si podemos explicar la gracia como las riquezas de Dios a expensas de la muerte de Cristo, ¿cómo explicaríamos la fe? Podemos decir que la fe es abandonar todo para confiar en Jesús. Dejamos de depender de nuestras buenas intenciones, nuestras buenas obras, nuestro sentido de autosuficiencia y también dejamos nuestro pecado. Le damos la espalda al pecado y confiamos en Dios.

          Ponemos nuestra fe donde Dios puso nuestros pecados, sobre el Señor Jesucristo. Esta fe no es una simple creencia intelectual. Santiago dice que «… los demonios creen y tiemblan» (Santiago 2:19). No, es más que creer, es compromiso; yo puedo creer que un avión puede volar, pero no llego a creerlo del todo hasta que entro en él y dejó que me lleve de un lugar a otro. Así es como obra la salvación y llega el nuevo nacimiento. Pongo mi fe en la gracia de Dios. Somos salvos por la gracia de Dios, y la fe simplemente se aferra a esa gracia. Piense en la gracia como la amorosa mano de Dios que baja del cielo diciendo: «Te amo y quiero salvarte». Es una mano con cicatrices de clavos por haber pagado el precio de nuestros pecados. Piense en la fe como si fuera su mano manchada de pecado diciendo: «Dios, te necesito». Poner su mano de fe en la mano de la gracia de Dios, eso es salvación por gracia. «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios» (Efesios 2:8).

La gracia es un regalo

          Si usted efectúa un pago por un regalo, entonces deja de ser regalo. Supongamos que usted tiene un amigo llamado Jaime, que le dice: -Te voy a regalar un auto de 50.000 dólares. Supongamos que cuando usted ve el auto último modelo que Jaime ha estacionado al frente de su casa, usted le dice: -Jaime, no puedo permitir que hagas esto. Es un regalo muy caro. Déjame ayudarte a pagar; te voy a ayudar con un dólar. De esta manera, él termina pagando 49.999 dólares, y usted paga un dólar. Ahora usted se encuentra conduciendo el auto; y en el camino alguien le dice: -Tienes un auto precioso. Entonces usted responde: -Sí, mi amigo Jaime y yo lo compramos. Eso sería un insulto para Jaime, ¿verdad? Una desgracia para la gracia.  Debemos recordar que no podemos recibir ningún elogio o crédito por nuestra salvación. ¡Nada en absoluto! Todo le corresponde a Dios.

          Es un regalo del que no podemos jactarnos, porque es precisamente eso, un regalo. En el cielo no habrá pavos reales exhibiéndose. Cuando lleguemos allá, Dios recibirá toda la alabanza y la gloria por su maravillosa, incomparable y espléndida gracia. Las marcas de nacimiento del creyente Dijimos que entramos al reino mediante un nuevo nacimiento y esto sucede cuando ponemos nuestra fe en la gracia de Dios. Juan, en su primera epístola, da unas características de los que han nacido dos veces. Podemos llamarlas marcas de nacimiento del creyente. Si hemos nacido de nuevo, la evidencia estará presente. Quiero abordar tres de las evidencias que Juan menciona. Usted puede probar su salvación con ellas.

Primera: La prueba del mandamiento

          «En esto sabemos que nosotros le hemos conocido: en que guardamos sus mandamientos. El que dice: ‘Yo le conozco’ y no guarda sus mandamientos es mentiroso, y la verdad no está en él. Pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios ha sido perfeccionado. Por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él debe andar como él anduvo» (1 Juan 2:3-6). Juan no se anda por las ramas, directamente dice: «Mire, no me diga que es salvo si no está guardando los mandamientos de Dios. Si dice que lo es, es un mentiroso», Déjeme ser claro. Usted no es salvo por guardar los mandamientos, sino que si es salvo los guardará. Ya hemos aprendido que la salvación no es por obras. Usted no se salva por «guardar los mandamientos». Entonces, esto nos lleva a un serio problema porque ninguno de nosotros podría atreverse a decir que desde que fuimos salvos siempre hemos obedecido cada mandamiento a la perfección.

          Tal cual. Sería muy productivo elaborar con esto que has leído una especie de letrero de regulares dimensiones y, previa ceremonia al tono, colgarlo en un lugar visible de cada iglesia, templo o salón donde periódicamente se reúnan cristianos. Ah, y también una copia pequeña adherida en el púlpito del lado de adentro, esto es: a la vista del predicador de turno.

Vigilancia de estrellas

          El entendimiento de todo esto está en la palabra guardar, que viene del griego tereo, y entre sus significados está «vigilar». Fue utilizada en la antigüedad por los marineros. Los primeros marineros no tenían satélites de posicionamiento global ni señales de radio que los guiaran, y aun así navegaban por los océanos sin ruta. Al hacer esto, ellos navegaban guiados por las estrellas, manteniendo sus ojos en los cielos, a lo que llamaban «vigilancia de estrellas». Vigilar las estrellas es muy semejante a guardar los mandamientos. Ocasionalmente cualquier marinero podía equivocarse, pues desde luego, podía distraerse y desviarse hacia una u otra dirección a pesar de haber estado vigilando las estrellas.

          Cuando guardamos los mandamientos, nos guiamos por ellos. Eso no se refiere a perfección sin pecado porque nadie es perfecto a excepción de Dios. Pero quiere decir que el deseo de nuestro ‘corazón es guardar la Palabra de Dios. Desde el momento en el que recibí a Jesucristo en mi corazón, ha habido en mí el deseo de guardar la Palabra de Dios. Hay un par de cosas más en 1 de Juan que nos podrían causar problemas: «Todo aquel que permanece en él no continúa pecando. Todo aquel que sigue pecando no le ha visto ni le ha conocido» (1 Juan 3:6). «El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto fue manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él, y no puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios» (1 Juan 3:8, 9).

          Usted dirá: «No creo que sea salvo porque sé que la capacidad de pecar está dentro de mí». De nuevo tenemos que estudiar un poco, ya que hay una respuesta adecuada. «El que practica el pecado», está en tiempo presente y habla de un curso de acción habitual. Juan dice que un hombre nacido de Dios no hace del pecado una práctica, no es su estilo de vida ni un hábito. No quiere decir que no puede pecar sino que no continúa pecando; ya no practica el pecado. Permítame presentarle el siguiente testimonio: Antes de ser salvo yo corría hacia el pecado. Desde que fui salvo, huyo del pecado. Puedo caer, puedo deslizarme, puedo fallar, pero el deseo de mi corazón es vivir para Dios. Lo que Juan está diciendo es: «Si te llamas cristiano y no estás siendo dirigido por los mandamientos de Dios y llevas una vida pecaminosa sin ninguna convicción, sin remordimiento, sin contrición, sin inquietud, entonces, no te hagas llamar cristiano, porque no lo eres».

Segunda: La prueba del compañero

          «Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte. Todo aquel que odia a su hermano es homicida, y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciendo en él» (1 Juan 3:14,15). Recuerde que cuando creemos en el Señor Jesucristo, nacemos de Dios, tenemos una nueva naturaleza, la naturaleza de Dios. Recuerde también que estamos en la familia de Dios y que también tenemos hermanos y hermanas. Así que si yo soy nacido de Dios, automáticamente el amor estará en mi corazón, pues Dios es amor. Al ser hijo de Dios somos partícipes de la naturaleza de Dios. No necesitamos una calcomanía para nuestro auto o un prendedor para demostrar que somos cristianos.

          Jesús dijo: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros» (Juan 13:35). Puesto que la naturaleza de Dios es amor, esto es una característica de sus hijos. Si lo amamos y su amor está en nosotros, entonces amaremos a los que él ama, es decir su amada familia. Esta es la razón por la que no es posible decirle sí a Jesús y no a su iglesia. Muchas descripciones y analogías describen la iglesia: • La iglesia es un edificio y Cristo es el fundamento. ¿Quién puede aceptar el fundamento y no aceptar el edificio que descansa sobre el fundamento? • La iglesia es su novia. ¿Quién puede aceptar al novio y no aceptar a la novia? • La iglesia es un cuerpo. ¿Quién puede aceptar a Cristo que es la cabeza, y no aceptar al cuerpo?

          Es así que una de las señales de los que han nacido dos veces es que se aman los unos a los otros. Esto no significa que todos seamos amables por naturaleza, más bien por naturaleza no lo somos. Una iglesia está compuesta por personas que han reconocido que son pecadoras y se han unido con el fin de hacer algo al respecto. Han resuelto vivir una vida de búsqueda de la dirección de Dios amándose las unas a las otras. Todos estamos en varios puntos de nuestro crecimiento espiritual y de nuestra santificación. Quienes están con nosotros en la iglesia y están siendo guiados por el Señor pueden estar temporalmente fuera de curso; como los marineros en tiempos antiguos, pueden fallar, pero están con nosotros a bordo y son nuestros hermanos y hermanas. Amar a Jesús es amar su iglesia. Perseguir su iglesia es perseguir a Jesús.

          Respeto el concepto del autor, pero deseo significar que, evidentemente, él alude a lo que nosotros conocemos como “la iglesia”. En ese sentido es así, exactamente, como él lo describe. Sin embargo, el autor indudablemente sabe y quizás luego lo consigne, que esa no es la iglesia pensada por Dios como cuerpo de representantes suyos en la tierra sin otra finalidad que la de aportar estrategias para recuperar el Reino usurpado.

          La Biblia nos habla acerca de un hombre llamado Saulo que iba camino a Damasco a arrestar cristianos, cuando de repente «… le rodeó un resplandor de luz desde el cielo. Él cayó en tierra y oyó una voz que le decía: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’ «(Hechos 9:3, 4). Saulo pudo haber dicho: «Quien quiera que seas, no es a ti a quien estoy persiguiendo. Estoy persiguiendo a la iglesia». La verdad al respecto, sin embargo, es que cuando alguien persigue a la iglesia, persigue a Jesús. Rechazar a la iglesia es rechazar a Jesús. Amar a la iglesia es amar a Jesús. Esa clase de amor es una marca de nacimiento del creyente.

Tercera: La prueba de la confianza

          «El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo» (1 Juan 5:10). Esta es la mayor y más fuerte prueba, y todas las demás parten de esta. La convicción bíblica (confianza) no es sólo un ejercicio intelectual. Usted no cree acerca de Jesús, usted cree en Jesús. Usted puede creer que un avión puede volar, pero confía en él cuando sube a bordo. De nuevo le recuerdo que es más que aceptar intelectualmente algunos hechos que nos salvan. Observe también que este versículo está en tiempo presente. No dice: «El que ha creído». Dice: «El que cree». Nuestra confianza siempre debe estar en tiempo presente.

          Algunas veces surge la pregunta: «¿Es usted salvo?», y la respuesta es: «Sí, lo soy. Recuerdo que a los nueve años caminé hacia el altar de la iglesia para darle la mano al pastor y mi corazón a Jesucristo. Puede que ahora no viva para Dios, lo admito, pero sé que soy salvo porque recuerdo lo que hice a los nueve años. Recuerdo que creí en Jesucristo». La Biblia nunca usa tal experiencia como prueba de salvación. Nunca se enfoca en algún suceso del pasado en el que hayamos creído en Jesucristo. Siempre trata con nuestra confianza presente. Es interesante cómo mucha gente quiere volver a un evento del pasado. Algunos incluso dicen: «Si usted no puede mostrarme el sitio y decirme el momento cuando recibió a Jesucristo como su Salvador personal, entonces no es salvo».

          Pero en esto hay un error: No es bíblico y por lo tanto no es así. La Biblia nunca dice que usted sabrá que es salvo por algo que recuerde del pasado. Dice: «El que cree» (tiempo presente); así de sencillo. Si usted está creyendo, entonces hubo un momento en que verdaderamente creyó. La pregunta es: ¿Está usted creyendo en Jesús ahora? Algunos creyentes verdaderos se preocupan porque no recuerdan el momento exacto como otros lo recuerdan. Otros han tenido experiencias extraordinarias cuando se volvieron del pecado y pusieron su fe en Cristo. Otros crecieron en una familia cristiana y así fueron criados hasta que algún día entendieron que confiaban en Jesús como su Señor y Salvador.

          Esto no quiere decir que fueron medio salvos, después un poco más salvos y luego completamente salvos. Nadie es medio salvo. Ser medio salvo es estar totalmente perdido. Hubo un momento en el que esa persona llegó a la fe salvadora, pero puede que no logre precisar ese momento en particular como otros. ¿Cómo sabemos que estamos en San Diego? Permítame ilustrarlo de la siguiente manera: supongamos que los dos estamos en Tijuana, México, y vamos para San Diego, California, Estados Unidos de América. Usted viaja en carro y yo en avión. Yo le pido que me recoja en el aeropuerto de San Diego. Al ir conduciendo, usted sabrá cuándo ha cruzado la línea fronteriza. Será obvio porque habrá una señal que dice: «Bienvenido a San Diego».

          Cuando yo vaya en el avión, cruzaré la misma línea, pero no estaré consciente de eso. Sin embargo, aterrizaré en el aeropuerto de San Diego. Nos encontraremos en el aeropuerto y los dos estaremos allí. Yo habré llegado en avión y usted en automóvil. Usted podrá decir: «Recuerdo exactamente cuándo crucé la línea ‘fronteriza». Yo por mi parte diré: «Yo no recuerdo cuándo crucé la línea fronteriza, pero sé que lo hice porque estoy en el aeropuerto de San Diego. Lo importante es que estoy en San Diego y sí crucé esa línea». Si usted está confiando en Jesús ahora es porque sí confió en Jesús. La prueba real no es si recuerda el momento o el lugar, sino que en este momento usted está poniendo su confianza en el Señor Jesucristo. Se cuenta de una persona que fue a solicitar un pasaporte; y el que lo atendía le dijo: -Necesitamos ver su certificado de nacimiento. A lo que el solicitante preguntó: -¿Para qué? A lo que el oficial le respondió: -Para probar su nacimiento. -Pues aquí estoy, ¿o no? -refutó el solicitante.

          Ese es mi punto de vista: Si usted está confiando en Jesús (tiempo presente) es salvo. Si no, no confíe en una experiencia pasada. Esto conduce a otra pregunta: ¿Cómo podemos saber si estamos confiando verdaderamente en este momento? El testimonio del Espíritu Primero, está el Espíritu como testigo. «El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo…» (1 Juan 5:10). El testimonio del Espíritu no es un sentimiento emocional. Las emociones son la parte superficial de su naturaleza. La salvación es la obra más profunda de Dios. Él no hará la obra más profunda en la parte más superficial. El testigo es el Espíritu Santo quien le dice a su espíritu, humano con una confiada calma que usted pertenece a Jesucristo. Es una percepción interna en quienes han sido salvos, por la cual saben que lo son. Un verdadero creyente con este testimonio nunca queda a merced de un incrédulo con argumentos.

El testimonio de la Palabra

          El segundo testigo es la Palabra. «Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y ‘esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna» (1 Juan 5:11-13).Las Escrituras nos han sido dadas para que creamos. Una noche mientras compartía de Jesucristo le pregunté a un hombre si quería recibirlo como su Señor y Salvador. Él lo hizo, y después de orar juntos, le dije: «Quiero darle su certificado de nacimiento espiritual». Abrí la Biblia en Juan 5:24 y leí: «De cierto, de cierto os digo que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna. El tal no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida».

          Después de leerlo lentamente, directamente de la Biblia, le dije: -Jesús es el que está hablando. ¿Lo cree? -Sí -dijo el hombre. -«El que oye mi palabra» -repetí-o ¿Ha oído usted su palabra? -Sí. –»Y cree al que me envió» -proseguí-o ¿Ha creído usted en el Dios que envió al Señor Jesús? -Sí. -«Tiene vida eterna» -dice Jesús-. ¿Tiene usted vida eterna?  -Eso espero -dijo. -Leámoslo de nuevo, -dije sin dilación. Y lo hicimos. De nuevo él respondió que sí a cada pregunta, pero en la última pregunta volvió a responder de igual manera: -Eso espero. -Leámoslo una vez más, -le dije nuevamente. Esta vez cuando le pregunté si tenía vida eterna, la luz brotó en su interior. -¡Seguro que sí! ¡Sí! -gritó. -¿Quién lo dice? -pregunté. -¡Dios lo dice! ¡Dios lo dice! -exclamó.

          Esa es la confianza en la Palabra. Unamos estas afirmaciones: los testimonios que el Espíritu y la Escritura nos dan nos llevarán a esta agradable certeza. Permítame decirle, antes de que siga leyendo, que si usted nunca ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, puede hacerla ahora mismo. Por un acto de fe confíe en él como Salvador. Él está listo y dispuesto, y le dará salvación en este mismo instante. No busque alguna señal ni pida sentimientos, manténgase en su Palabra. Si usted es salvo y tiene dudas, no mire hacia atrás buscando alguna experiencia pasada. Pregúntese en este momento: ¿Estoy confiando en Jesús? Si no, confíe en él ahora mismo. Si está confiando, habrá genuinas señales del nuevo nacimiento en su vida. Habrá un deseo de obedecer sus mandamientos, habrá amor por su gente, y habrá una tranquila confianza de que pertenece a Dios, respaldada por el Espíritu Santo y la Palabra de Dios, la Biblia.

Mi testimonio personal

          Cuando era adolescente le entregué mi corazón a Cristo, pero no me lo explicaron como yo se lo he explicado a usted. Por unos meses estuve en un sube y baja. No sabía si estaba perdido, y el Espíritu Santo me hacía creer que sí, o si era salvo y el diablo me hacía dudar. Había acompañado a mi novia a su casa y al regresar a casa me detuve en el camino. Quería tener esa seguridad. Miré hacia el cielo estrellado esperando ver el rostro de Dios. Entonces dije: «Dios, no tengo la seguridad. Esta noche voy a tener esa seguridad, desde ahora y para siempre y de una vez por todas». Oré de esta forma: «Señor Jesús, con todo mi corazón confío en ti como mi Salvador. No busco una señal ni pido sentimientos. Me afirmo en tu Palabra y tú no puedes mentir.

           Confío en ti como Salvador». Seguí orando: «Señor, si antes fui salvo, esto no se puede quitar, pero si no lo fui, esta noche doy por un hecho que lo soy. Esto lo establece para siempre». Un río de paz comenzó a fluir en mi corazón, y sigue fluyendo todavía. Seguridad bendita Si lo ha hecho y aun así tiene dudas, ¿sabe qué puede estar mal? Usted tiene algún pecado en su vida. No está obedeciendo al Señor y necesita confesar ese pecado porque no hay nada más perjudicial para la fe y la seguridad que el pecado sin confesar y sin arrepentimiento en su corazón y en su vida. ¡Enfrente ese pecado y vea si la seguridad de su salvación no vuelve! Dé gracias a Dios por tener una salvación así.

CAPITULO 3

Acerca de la Seguridad Eterna

          Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen. Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las ha dado, es mayor que todos; y nadie las puede arrebatar de las manos del Padre. Juan 10:27-29

          ¿Habrá algo mejor que» ser salvo? Cuidado con su respuesta porque es una pregunta capciosa. Sí, hay algo mejor que ser salvo: ser salvo y tener la bendita seguridad de saberlo. Bien, ¿habrá algo mejor que ser salvo y saberlo? ¡Sí! Es ser salvo, saber que se es salvo y saber que nunca jamás se puede perder la salvación. Si esa proposición es cierta, usted tendrá que admitir que ser salvo y nacido de nuevo, y estar ligado al cielo es una maravillosa realidad; que puede tener absoluta seguridad de que es salvo y saber que nunca perderá su salvación. Ahora, quiero mostrarle que ¡eso es verdad! A veces se ve la seguridad eterna como una doctrina denominacional, pero vayamos más allá de eso. Lo que una denominación crea no hace ninguna diferencia si tal creencia no está basada en la Biblia. Vamos a ver lo que la Biblia dice respecto a la seguridad eterna. Si la Biblia lo dice tenemos que creerlo, pero si la Biblia no lo dice, entonces no tenemos ninguna autoridad para creerlo. La doctrina de la seguridad eterna no es incidental, es absolutamente fundamental para su vida cristiana por muchas razones.

Su salud espiritual

          Primero, por salud espiritual, usted necesita tener esta seguridad. ¿Puede usted imaginarse a un niño que no sabe si de un día para otro dejará de ser parte de su familia? Quizás por haberse portado mal y desobedecer, un día deja de ser miembro de la familia. Luego, después de varias semanas, se arrepiente; cómo se porta bien, lo reciben de nuevo en la familia. Otra vez tiene su habitación, puede volver a ver a sus padres y a sus hermanos. Pero vuelve a portarse mal; entonces, ellos ya no son sus padres, ni sus hermanos; y la casa tampoco es suya. ¿Puede usted imaginar el choque emocional que sufriría tal niño si sucediera eso cada vez que él hace algo indebido? Conozco cristianos que son emocionalmente un desastre porque no tienen la seguridad de ser hijos de Dios. Un día están en la familia y al otro están fuera de ella; después regresan a la familia y luego otra vez están fuera de ella.

Su productividad

         No sé de muchos cristianos que sean espiritualmente productivos y que no tengan la seguridad de su salvación ni entiendan que están seguros eternamente. ¿Por qué pasa esto? Muy sencillo. Cuando sabemos que el futuro está seguro podemos concentrarnos en el presente. En el año 1937 fue construido en San Francisco, California, Estados Unidos de América, el puente Golden Gate, que se extiende a lo largo de esa gran bahía. He visto ese puente, es una obra admirable. Trabajar en ese puente fue algo peligroso y traicionero a medida que comenzaba a elevarse cientos de metros por encima de las revoltosas y heladas aguas de la bahía. Los obreros temían por sus vidas, algunos cayeron y se ahogaron. En total 23 personas perdieron su vida en accidentes mientras se construía el puente, hasta que la administración dijo: «Tenemos que hacer algo al respecto».

          Así que decidieron construir una red de seguridad debajo de los obreros; finalmente la construyeron e invirtieron 100.000 dólares. Una vez tomadas las medidas de seguridad, se dieron cuenta de que no había sido un gasto infructuoso, fue un gran ahorro, porque el trabajo se hizo un 25% de tiempo más rápido, y se perdieron menos vidas. En verdad sólo 10 obreros, menos de la mitad del número de obreros que habían perecido antes, cayeron en la red y desde luego sus vidas se salvaron. ¿Por qué pudieron esas personas trabajar con más productividad? ¡Debido a su seguridad! Ellos sabían que la red estaba ahí. Así es en la vida cristiana. Yo no me estoy esforzando para mantenerme seguro. Yo sé que soy salvo. Soy salvo por la gracia de Dios y por consiguiente puedo ser productivo sirviendo con gratitud. Cuando estamos seguros del futuro podemos concentrarnos en el presente.

Su ayuda en el evangelismo

          A muchos les gustaría ser salvos, pero piensan: «Bien, yo sencillamente no puedo vivido. No puedo ayudar. Sé lo débil que soy». Ellos simplemente tienen miedo de avanzar en la iglesia. Profesan ser cristianos, y después caen y quedan como insensatos. Cuán maravilloso es decirles a esas personas que el Dios que los salva es el Dios que los guardará. Es una gran herramienta para el evangelismo compartir del Señor Jesucristo. En primer lugar ellos nunca fueron cristianos ¿Qué significa seguridad eterna? No significa que tan pronto una persona entra a formar parte de una iglesia y se bautiza tiene seguridad eterna, porque es posible que no sea salva. Cuando hablamos de tener seguridad eterna nos referimos a alguien que ha llegado a participar de la naturaleza divina, que ha nacido del cielo y que por consiguiente está unido al cielo, alguien que ha nacido de nuevo y se ha convertido genuinamente en hijo de Dios. A veces cuando enseño el tema del nuevo nacimiento no falta quien diga: «Conozco una persona que era cristiana, pero que dejó de serlo». Yo sencillamente le digo: «Bien, usted cree conocer a alguien que era cristiano, pero que dejó de serlo. Quizá nunca fue cristiano, o quizá lo siga siendo. Usted no está en posición de juzgar».

Nunca te conocí

          Muchos parecen ser cristianos y actúan como tales, pero nunca han sido salvos. Mateo 7:22 es un versículo interesante donde Jesús habla acerca del juicio final: «Muchos me dirán en aquel día: ‘¡Señor, Señor!, [esa es una declaración apropiada. ¡Lo llaman Señor!] ¿No profetizamos en tu nombre [la palabra profetizar quiere decir hablar de parte Dios, y ¡evidentemente son predicadores!]? ¿En tu nombre no echamos demonios [afirmando que exorcizaron demonios de la gente]? ¿Y en tu nombre no hicimos muchas obras poderosas [quizás cantaron en el coro, recogieron la ofrenda o enseñaron en la Escuela Dominical]?’. Entonces yo les declararé: ‘Nunca os he conocido. ¡Apartaos de mí, obradores de maldad!»‘.

          Jesús no dice: «Ustedes tuvieron la salvación, pero la perdieron». En lugar de eso dice: «Nunca os he conocido». Usted dice que esa persona fue cristiana y que ya no lo es, porque la oyó profetizar y la vio hacer todas esas maravillosas obras. Pero no perdió su salvación. La verdad es que posiblemente nunca la tuvo. Permítame darle un pasaje en contraposición a Mateo 7:22, 23. En Juan 10:27, 28 Jesús dice: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen. Yoles doy vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano». En el pasaje de Mateo, Jesús dice: «Nunca os he conocido». Esta vez dice: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen. Yoles doy vida eterna, y no perecerán jamás…». Vea la diferencia: Algunos son religiosos, pero nunca fueron salvos. Los otros son salvos, y no perecerán jamás. Quienes caen y se alejan nunca fueron verdaderamente salvos.

          Otro versículo clave es 1 Juan 2:19 donde habla de quienes empiezan por un tiempo en los caminos del Señor y después se alejan de la fe. Este versículo lo explica así: «Salieron de entre nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros. Pero salieron para que fuera evidente que no todos eran de nosotros». Estas personas empiezan con Dios, permanecen por un tiempo y luego vuelven al camino viejo. Alguien dice: «Perdieron su salvación». Juan dice: «No, ellos salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros». Me gusta el siguiente refrán porque lo resume todo: La fe que fracasa antes de terminar, tiene una falla desde el principio. En realidad ellos nunca conocieron al Señor. Quiero darle algunas razones por las que yo creo en la seguridad eterna del creyente.

La sagrada promesa de Dios

          En Romanos 8:38, 39 se encuentra una sagrada promesa que Dios le ha hecho a usted. Preste mucha atención porque esta va a ser una de las declaraciones más absolutas que usted pueda leer en la Biblia. Pablo nos menciona diez grandes oponentes que nunca podrán separarnos del amor de Dios. «Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro». Observe estos oponentes: • La muerte • La vida • Ángeles • Principados • Lo presente • Lo por venir • Poderes • Lo alto • Lo profundo • Ninguna otra cosa creada Eso es poderoso, ¿verdad? Él está diciendo que nada nos puede separar del amor de Dios. Esa es una promesa sagrada. Lo desafío a usted, apreciado lector, a nombrar cualquier fuerza que pueda separarnos del amor de Dios, que Pablo no la haya mencionado.

El propósito establecido por Dios

          En Filipenses 1:6, el apóstol Pablo dice: «estando convencido de esto: que el que en vosotros comenzó la buena obra, la perfeccionará…». Pablo estaba seguro de que lo que Dios empieza, lo termina. Dios es el que nos salva. La salvación es obra de Dios, no es «hágalo usted mismo». ¿Quién comenzó en nosotros la buena obra? ¡El Espíritu Santo de Dios! Él fue el que nos convenció. ¿Cree que usted mismo se convenció de su pecado? No, la Biblia dice: «…no hay quien busque a Dios» (Romanos 3:11). Él fue quien lo persiguió y lo convenció de su pecado. Si él no pudiera correr más rápido que usted, usted nunca habría podido ser salvo. «Nosotros amamos, porque él nos amó primero» (1 Juan 4:19). Él no sólo es quien convence, también es el que convierte. Él fue quien abrió nuestro entendimiento.

          Esa es la razón por la que yo oro antes de predicar. Cualquier cosa que pueda decirle, alguien más puede quitársela diciéndole otra cosa. Todo lo que el Espíritu Santo le dé a usted, es suyo. Por ser el Espíritu el que convence y el que convierte, es el que completa. ¿Alguna vez ha comenzado usted algo que no pudo terminar? Cuando yo era niño construía modelos de aviones a escala. No creo haber terminado por lo menos uno de ellos. Esa es una falla de mi carácter. Muchos de nosotros comenzamos cosas que sencillamente no podemos terminar.

          Una vez escuché a Beto y a Jaime hablar, Beto le dijo a Jaime: -Mi papá tiene una lista de hombres a los que puede golpear, y el nombre de tu papá es el primero en la lista. Jaime fue a casa y le dijo a su papá: -Papá, ¿sabías que el papá de Beto tiene una lista de hombres a los que él puede golpear, y que tu nombre es el primero en la lista? -¿De verdad? -dijo el papá de Jaime. -Eso fue lo que oí -respondió Jaime. El papá de Jaime fue a la casa del papá de Beto; llamó a la puerta, y dijo: -Mi hijo Jaime dice que su hijo Beto dijo que usted tiene una lista de hombres a los que puede golpear, y que mi nombre es el primero. ¿Eso es verdad? El papá de Beto dijo: -Sí, es verdad. El papá de Jaime dijo: -Bien, puesto que yo no creo que pueda hacerlo, ¿qué hará al respecto? El papá de Beto respondió: -Bien, quitaré su nombre de la lista.

          Dios nunca tiene que quitar nuestro nombre de la lista. Él nunca empieza algo que no pueda terminar. Doy gracias a Dios por eso. Mire de nuevo este versículo: «estando convencido de esto: que el que en vosotros comenzó la buena obra, la perfeccionará…». Si la salvación es obra suya, quizá termine en una zanja en algún punto, pero si es la obra de Dios, se completará. Eso es lo maravilloso, pero permítame darle otra razón. La soberana predestinación de Dios Usted ya está predestinado para ser semejante a Jesús. En este punto estamos hablando de teología pura, pero veamos lo que la Biblia dice en Romanos 8:29, 30: «Sabemos que a los que antes conoció [él sabía que usted iba a ser salvo antes de que lo fuera], también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo; a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó».

          Excelente esta visión de este texto que hemos leído cien veces y quizás nunca se nos había presentado del modo en que el autor lo muestra. Es toda una revelación concerniente a un grado de predestinación que en modo alguno es individual, sino corporal. ¿Existe la predestinación? Vemos que sí, pero no está dirigida al futuro de un hombre en su vida privada, sino a toda la iglesia como cuerpo de Cristo en su faz global. Si tú quieres, lo tomas y te sumas. Si te parece desatinado, lo rechazas y lo dejas. De hecho, luego recibirás o no recibirás conforme a tu decisión lo que haya de venir.

          Dios tiene un plan para usted, y ese es que usted va a ser semejante a Jesús. Dios lo vio antes de que naciera. Ello vio recibir a Cristo como su Salvador y Señor. Él dijo: «Este va a ser semejante a Jesús». «Sabemos que a los que antes conoció, también los predestinó… «. ¿Sabe usted qué significa «predestinó»? Significa que su destino ya está determinado. Usted está predestinado para ser semejante a Jesús. Si está predestinado para ser semejante a Jesús, ¿será semejante a Jesús? (está bien decir que sí; lo malo sería decir que no). Si usted está predestinado a ser semejante a Jesús ciertamente será semejante a Jesús. Lo que es conocido de antemano en el cielo no puede ser anulado por el infierno. Está predestinado. ¡Está establecido!

          Lea de nuevo los versículos: «Sabemos que a los que antes conoció [él sabía que usted iba a ser salvo antes de que lo fuera], también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo; a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; ya los que justificó, a éstos también glorificó«. Podríamos esperar que dijera: «glorificará». Sin embargo, Dios ya lo ve a usted glorificado antes de que suceda porque nosotros vivimos en la historia, pero él vive por encima y más allá de la historia. Dios ya lo ve a usted glorificado en el cielo. Pues bien, si eso es cierto, y desde luego que lo es, usted obviamente está predestinado para ser semejante a Jesucristo. Usted puede decir: «En este momento no me siento muy glorificado», pero recuerde, él todavía no ha terminado con usted. Pero ha empezado una buena obra, y lo que él ha comenzado lo completará. Usted está predestinado, si es creyente, para ser semejante al Señor Jesucristo.

La provisión perfecta del Calvario

          En Hebreos 10:14 la Biblia dice algo maravilloso: «Porque con una sola ofrenda ha perfeccionado [el Señor] para siempre a los santificados». Note la frase «ha perfeccionado para siempre«. Jesucristo fue clavado en esa cruz para nunca más volver a morir. Su única ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que hemos sido salvos. Debido a ese perfecto sacrificio tendremos perfección completa en el Señor Jesucristo. Cuando usted llega a ser salvo, Dios no le da simplemente un nuevo comienzo, él le da perfección eterna por esa «única ofrenda». En ninguna parte de la Biblia se puede encontrar a alguien que haya sido salvado dos veces. No se puede encontrar. Usted no puede encontrar a alguien que haya sido salvo dos veces, así como tampoco puede encontrar a nadie que haya nacido dos veces físicamente.

          Físicamente se nace una sola vez, y espiritualmente se nace una sola vez. Usted nunca encontrará esa repetición. ¿Por qué? «Porque con una sola ofrenda ha perfeccionado [el Señor] para siempre a los santificados [a nosotros]». Cuando usted fue salvo, fue sellado con un sello que decía: «Válido sólo por una salvación». Si usted perdiera esa salvación, Jesús tendría que morir de nuevo para que pudiera ser salvo de nuevo. Usted se salva el mismo número de veces que Jesús murió. «Porque con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre…».

          He visto síntesis evangelísticas por años, pero confieso con total honestidad que esto que terminas de leer, es de lo mejor que he conocido. Es tan simple y al mismo tiempo tan contundente con precisa base bíblica que destroza en mil pedazos cualquier doctrina que pretenda enseñar otra cosa.

          Entonces alguien puede decir: «¿Qué tal si peco después de ser salvo?». Todos hemos pecado después de haber sido salvos. Jesús es un Salvador, no un vigilante de libertad condicional. Si yo dependo de mi comportamiento para mantenerme salvo, entonces estaré perdido y sin esperanza. Si usted permaneciera cerca de mí, diría: «Ajá, él no peca». Pero usted cometería un error. Yo no robo, no cometo adulterio, no uso en vano el nombre de Dios, no digo mentiras. Pero ¿sabe usted cómo define la Biblia el pecado? «…al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, eso le es pecado» (Santiago 4:17).Yo no siempre hago todo lo que sé que debo hacer.

          La Biblia dice: «La intención del insensato es pecado…» (Proverbios 24:9). También la Biblia dice: «…todo lo que no proviene de fe es pecado» (Romanos 14:23). ¿Tengo la fe perfecta en todo? No, y me entristece mucho decirlo. Nunca confiaría en que los mejores 15 minutos de mi vida me llevarán al cielo, mucho menos algunos de los peores. Y si dependiera de mi conducta para ir al cielo, no lo lograría; es más, nadie lo lograría. Permítame mostrarle un versículo maravilloso en Romanos 4:5: «Pero al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, se considera su fe como justicia». Dios no dice que soy justo debido a mis buenas obras, sino por poner mi fe donde Dios puso mis pecados, en Jesús.

          Fíjese ahora en lo que dice Romanos 4:6: «De igual manera, David también proclama la felicidad del hombre a quien Dios confiere justicia sin obras». ¿Sabe usted lo que significa la palabra confiere? Quiere decir poner a la cuenta de alguien. Al recibir usted la salvación, Dios escribió en su cuenta: «Justo». Usted no se la ganó. Feliz es el «hombre a quien Dios confiere justicia sin obras«. Dios lo puso a su cuenta sin mirar sus buenas obras. Esto se pone aun mejor. Romanos 4:7 dice: «…Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos». Ahora, mire esto: Cuando ponemos nuestra fe en Cristo Dios nos llama justos. Él pone esa justicia en nuestra cuenta sin ninguna obra hecha por nosotros, y luego dice: «Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas«.

          ¡Eso es estupendo! Si usted me robara 10 dólares y viniera a decirme: «Lo siento, le robé 10 dólares. Aquí se los devuelvo». Y luego dijera: «¿Puede perdonarme?». Yo podría decir: «Por supuesto, lo perdono», pero no puedo limpiarlo. A pesar de todo usted robó. Todo lo que puedo hacer es perdonarlo. Pero este versículo dice: «cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos«. Cubiertos quiere decir que son borrados como si nunca hubiera sucedido. Pero veamos que se pone aún mejor. Mire el versículo 8: «Bienaventurado el hombre [y esta es la parte más fuerte] a quien el Señor jamás le tomará en cuenta su pecado». No sólo nos confiere justicia, no sólo nos perdona, no sólo borra nuestros pecados, sino que la Escritura también dice que el Señor no toma en cuenta el pecado. Si Dios pusiera medio pecado a mi cuenta, me perdería para siempre. Si dependiéramos de nosotros para nuestra salvación nunca la tendríamos.

          Usted dice: «Está bien, hoy me porté muy bien, pero perdí el temperamento en el tráfico,’ me enojé con mi hijo, y le di una patada al gato. Probablemente no lo logre».  No amigo, esta es una salvación maravillosa porque es de Dios. No es una excusa para pecar, como le mostraré luego en el capítulo 4: Cada cristiano debe conocer lo que sucede cuando peca. Recuerde la provisión perfecta del Calvario. Nadie se salva dos veces porque Jesús murió sólo una vez, «Porque con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los santificados» (Hebreos 10:14). La nueva posición de los santos ¿Cuál es su nueva posición? Al ser salvo, usted está en Cristo Jesús. «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17).

          Sólo hay dos tipos de personas, y cada uno de nosotros somos parte de uno de ellos. Adán o Cristo. En Adán todos mueren, en Cristo todo es vivificado; todos estamos o en Adán o en Cristo. Si usted está en Cristo, esa es su nueva posición, y lo que pertenece a Jesús le pertenece a usted. Usted está en Cristo. La única manera en la que usted podría perder su salvación sería que Cristo perdiera su relación con el Padre, pues usted está en Cristo y es parte del cuerpo de Cristo. Sería inconcebible que una parte del cuerpo de Cristo muriera.

Un poco de arca-elogía

          Puesto que Dios quiere que nosotros entendamos la salvación, nos da muchas ilustraciones y lecciones objetivas en la Biblia. El arca de Noé es una de esas lecciones objetivas de salvación. Pedro nos dice que el arca es una imagen, un tipo del Señor Jesucristo (ver 1 Pedro 3:18-22). Como quiero ver qué tipo de estudioso de la Biblia es usted, le voy a contar la historia del arca. Verifíquela para ver si lo que digo es correcto. Dios dijo: «Noé, la forma como la gente está viviendo es una desgracia, lamento haber hecho la humanidad. Puesto que la voy a destruir con un diluvio, construye un arca. Te daré las dimensiones y te mostraré cómo construirla. Y cuando hayas terminado, Noé, quiero que pongas unas clavijas a un lado del arca para que te sostengas.

          Pon ocho, una para ti, otra para tu esposa, otra para Sem, otra para Cam, otra para Jafet, y una para la esposa de cada uno de ellos. Y cuando empiece el diluvio, busca una escalera, sube y agárrate de una de esas clavijas y sostente con todas tus fuerzas porque va a ser un paseo largo y duro. Ahora Noé, si te puedes sostener hasta que el agua baje, te salvarás. Entonces Noé se aferró a una de esas resbalosas clavijas y comenzó a esperar. Noé miraba a su esposa y le decía: ‘Querida, ora para que me sostenga fielmente hasta el fin»‘. ¿Sucedió así? Claro que no, y usted lo sabe. Dios le dijo a Noé que hiciera el arca. Luego la Biblia dice:»…Y Jehovah le cerró la puerta» (Génesis 7:16).

          ¿Por qué cerró Dios la puerta? Por dos razones: Para mantener el agua afuera y mantener a Noé adentro. Noé y su familia estaban en el arca. ¿Qué tan seguro estaba Noé? Tan seguro como el arca. ¿Qué tan seguro estoy yo? Tan seguro como Jesús, que es mi arca de seguridad. Noé pudo haberse caído dentro del arca, pero nunca se cayó. Pues ¡Dios lo encerró y lo selló! Después de ser salvos somos «…sellados con el Espíritu Santo de la promesa» (Efesios 1:13). Somos sellados en el Señor Jesucristo. ¡Aleluya, lo logré! Mucha gente cree en la seguridad eterna, pero la clase de seguridad eterna en la que creen es la que dice: «Uno de estos días llegaré al cielo y diré: ‘¡Lo logré! ¡Aleluya! Aquí estoy en el cielo… Gracias a Dios estoy seguro’. Tiraré la puerta tras de mí. Estoy seguro en el cielo».

          Bien, ahora espere un momento. ¿Qué le hace pensar que estará seguro en el cielo? Del cielo cayeron ángeles. Si usted no está seguro aquí abajo, tampoco lo estará allá arriba. La seguridad no está en un lugar; está en una persona, ¡cuyo nombre es Jesús! Usted está en Cristo. Recuerde de nuevo la promesa de Dios en 2 Corintios 5:17: «…si alguno está en Cristo, nueva criatura es». Esa es ‘otra razón por la que usted puede saber que está eternamente seguro y es por su posición en Cristo.

La provisión eterna del creyente

          En Juan 5:24 el Señor Jesús dice: «De cierto, de cierto [cuando Jesús dice, ‘de cierto, de cierto’ quiere decir ‘presten atención, escuchen’] os digo que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna. El tal no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida«. Jesús dijo: «Escuchen, presten atención. Cuando escuchan mi palabra y creen en el Dios que me envió a ser el Salvador del mundo, tienen vida eterna. No vendrán a condenación, no serán juzgados, sino que han pasado de muerte a vida». ¿Cuándo se obtiene la vida eterna? ¿Se recibe la vida eterna al morir e ir al cielo? Por supuesto que no. Quizás usted haya visto estas palabras marcadas en alguna lápida en un cementerio: «Entró en la vida eterna».

          No, amigo, si usted no tiene la vida eterna antes de morir, no la tendrá cuando lo entierren. Usted recibe la vida eterna en el momento de creer en Jesucristo. Eso es lo que dice la Escritura: «De cierto, de cierto os digo que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna [no dice: tendrá]. El tal no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida». Fíjese que dice: «ha pasado» no dice «pasará». ¿Tiene usted vida eterna? Si cree en Cristo, sí la tiene. ¿Cuándo la obtuvo? Cuando creyó. Si usted tiene vida eterna, ¿esa terminará algún día? Claro que no, porque es eterna. Si termina, lo que usted tenía no era eterno.

          Supongamos que usted ha sido cristiano por 10 años y entonces pierde su salvación. ¿Qué tuvo usted? Una vida de 10 años. Supongamos que usted ha sido cristiano por 50 años y entonces pierde la salvación, ¿Qué tuvo usted? Una vida de 50 años. Amigo, cualquier cosa que usted tenga, si alguna vez la pierde, sea lo que haya sido, no fue eterna. Jesús dijo: »Yo les doy vida eterna» (Juan 10:28).No es que ellos la obtengan al morir. Es en tiempo presente. Usted tiene la vida eterna ahora. ¿No es estupendo? ¡Seguro que sí! ¡Es maravilloso

La oración intercesora de Jesús

          Jesús está orando por usted. Su gran oración sacerdotal está en Juan 17:9. Esta fue la oración que él hizo por sus discípulos: »Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me has dado, porque tuyos son». ¿Qué pidió Jesús al orar por sus apóstoles, por sus discípulos? «No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del maligno» (Juan 17:15). Él dice: «Señor, no te pido que los lleves de inmediato al cielo, sino te pido que los mantengas alejados del maligno». En Lucas 22:31, 32 Jesús le dijo a Simón Pedro: «Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearas como a trigo. Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falle…». ¿Hizo Jesús alguna oración que no fuera contestada? ¡Claro que no! Él dijo: «…Padre, te doy gracias porque siempre me oyes» (Juan 11:41).

          ¿Por qué? Él siempre oró para hacer la voluntad del Padre. Él siempre oró con fe. El pecado nunca estorbó su oración. Cada oración que hizo fue contestada, y oró por sus discípulos: «Padre, te pido que los guardes». Jesús dijo: «Pedro, el diablo quiere zarandearte como al trigo. Yo vaya permitirle hacerla porque necesitas entender lo que hay en tu corazón. Necesitas entender que hay algo que debe salir. Vaya permitirle hacerla, pero he orado por ti para que tu fe no falle». Y ese mismo Pedro que maldijo, juró y negó a Cristo, fue el flameante apóstol de Pentecostés que escribió dos libros del Nuevo Testamento. ¿Por qué? Porque Jesús oró por él.

          Usted puede decir: «Sí, seguro, por Pedro oraron, y también por Santiago, Mateo y el resto de ellos. Pero Jesús nunca oró por mí de esa manera». Bien, en Juan 17:20 Jesús dice: «Pero no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos». Simplemente escriba su nombre justo debajo del nombre de ellos porque él también pudo haber puesto allí su nombre. Jesús ha orado para que usted sea guardado. Esa es una oración que transciende los siglos y las edades. Si él ha orado por usted, ¿recibirá respuesta su oración? ¡Claro que sí!

          Novedoso, muy poco enseñado y altamente estimulante en fe y confianza. No hay fundamentos bíblicos que permitan dudar de esta afirmación. Sólo la duda de por qué no parece funcionar con la mayor parte de los cristianos. ¿Será porque ellos eligieron creer las mentiras del enemigo en lugar de las verdades de su Padre celestial? ¿Será porque algunos no son lo que dicen ser, y el enemigo tiene derechos sobre ellos por esa razón? Puedes elegir el motivo que desees. Lo que no puedes hacer, es dudar de lo expuesto.

          Hebreos 7:25 dice: «Por esto también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios…». «Salvar por completo». ¿Sabe lo que eso significa? Salvarlo hasta el fin porque él siempre está intercediendo por usted. El Señor Jesús hizo un trabajo completo en el Calvario. Él murió en la cruz y dijo: «¡Consumado es!» (Juan 19:30). Pero el trabajo que no ha terminado es la intercesión. Él está orando por usted y por mí, y esa oración es respondida. Él dijo: «Padre, te doy gracias porque me oíste«.

La omnipotencia de Dios

          Tengo hijos y nietos, y quiero decirle esto: Si alguien quisiera hacerles daño o alejarlos de su familia y del amor de sus seres queridos y destruirlos, si yo pudiera hacer algo lo impediría. ¿Eso tiene sentido para usted? Si yo pudiera, evitaría que eso pasara. Pero yo soy tan sólo un ser humano y no tengo todo el poder para evitarlo, pero Dios sí puede hacerla porque él es todopoderoso. «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su grande misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos; para una herencia incorruptible, incontaminable e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros» (1 Pedro 1:3, 4).

          Amigo, hay un tesoro reservado en la gloria para usted que los abogados no pueden tomar, la inflación no puede tocar, ni el diente roedor del tiempo, ni la descomposición pueden destruir. Está allí. Esa es su herencia. El versículo 5 dice: «que sois guardados por el poder de Dios…». Usted es guardado por el poder de Dios. No es porque usted se aferra; es porque él lo sostiene a usted. La gente dice: «Sólo ore para que yo me mantenga fiel hasta el fin». Bien, debemos orar los unos por los otros para ser cristianos fieles, pero no se trata de sostenernos nosotros mismos, es él el que nos sostiene. Jesús dijo: «Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las ha dado, es mayor que todos; y nadie las puede arrebatar de las manos del Padre» (Juan 10:28, 29).

          ¿Puede imaginarse un poder tan fuerte como para que pueda arrebatarlo a usted de las manos de Dios? Algunas personas dicen: »Yo creo que el diablo puede alejarnos de Dios». ¡Ah! ¿Usted cree eso? ¿Cree que el diablo lo puede alejar de Dios? Bien, entonces, si pudiera, ¿por qué no lo tiene él a usted? Piense al respecto. ¿No ha sido bueno el diablo con usted? Él tiene el poder, pero simplemente no lo ha hecho. Ahora, esa es una doctrina extraña ¿verdad? Ir al cielo por la bondad del diablo. ¡No, no, no! Usted va al cielo por la gracia de Dios, y la única razón por la que el diablo no lo ha arrebatado de las manos de Dios es simplemente porque no puede. «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen. Yoles doy vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano [nadie puede hacerlo]» (Juan 10:27,28).

          El poder de Dios nos guarda. Nunca crea que por estar eternamente seguro, no importa la manera como usted viva. Dios corregirá esa teoría en un instante disciplinándolo. «Porque el Señor disciplina al que ama…» (Hebreos 12:6). Eso una insensatez asumir que esta es una licencia para pecar.

Yo peco todo lo que quiera

          Algunas personas dicen: «Sí, yo creo en la seguridad eterna, sencillamente puedo ser salvo y pecar todo lo que quiera». Yo peco más de lo que quiero. Yo no quiero pecar. Nada me agradaría más que saber que no volvería a hacerlo. Uno de estos días, cuando Dios haya terminado conmigo no volveré a pecar, cuando él me haya glorificado. Y si usted aún desea pecar, entonces necesita arreglar sus cuentas con el Señor. Necesita nacer de nuevo. «…si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Corintios 5:17)».

          Le he dado 8 razones extraídas directamente de la Biblia para que usted pueda saber que está eternamente seguro. Recuerde que ser salvo es estupendo. Pero es aún mejor ser salvo y saber que lo es, y todavía es más maravilloso saber que es salvo, estar seguro de que lo es y saber que nunca perderá su salvación.

CAPITULO 4

Lo que Sucede Cuando Peca

          Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia. Por tu abundante compasión, borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Salmo 51:1, 2

          ¿Qué sucede cuando un cristiano peca? Si no podemos perder nuestra salvación, ¿quiere decir que no perdemos nada cuando pecamos? Hace algún tiempo escuché la historia de un ex boxeador que se convirtió y pensaba que Dios lo había llamado a predicar. El único problema era que, mientras él creía tener el don de la enseñanza, nadie parecía tener el don de escucharlo. Como no pudo iniciar una iglesia consiguió un pequeño púlpito, buscó una esquina en la calle y empezó a predicar a los transeúntes. Logró captar la atención de dos o tres amigos, a quienes les agradaba, otras dos o tres personas que lo odiaban y de un ateo, quien le dijo: -No creo nada de lo que dice la Biblia.

          El ex boxeador y el llamado ateo, que era un pseudointelectual, solían entrar en discusiones. Un día el ex boxeador le dijo al ateo: -Escuche, si le pudiera demostrar por lo menos con un versículo de la Biblia que ella es verdad, ¿se disculparía conmigo? -Sí, claro que lo haría -dijo el ateo. Entonces el ex boxeador se le acercó y extendiendo la mano tomó al hombre por la nariz y se la torció tan severamente que le hizo correr sangre por las fosas nasales. Luego, con una sonrisa en su rostro, abrió la Biblia y leyó Proverbios 30:33: «Ciertamente el que bate la leche sacará mantequilla; el que con fuerza se suena la nariz sacará sangre, y el que provoca la ira causará contienda». Después dijo: -Quiero que se disculpe conmigo porque le he demostrado por lo menos con un versículo que la Biblia es verdad. Tan cierto como que el batir la leche saca mantequilla y sonarse con fuerza la nariz saca sangre, si un cristiano usa incorrectamente la palabra de Dios y con ello causa daño a su prójimo y provoca contienda, recibirá el fruto de su pecado y tendrá que atenerse a las consecuencias de su mal proceder.

          En el Salmo 51, encontramos la historia del pecado del rey David. Él cometió un horrible, odioso y perjudicial pecado, a pesar de ser hijo de Dios. Yo espero encontrarme con David en el cielo. Él fue un hombre conforme al corazón de Dios a pesar de haber cometido un pecado tan abominable, terrible y despreciable. Lo que nosotros vemos es esto: Si un cristiano está atado al pecado, está atado al sufrimiento. No perderá su salvación, pero el sufrimiento viene tras el pecado como la noche viene tras el día. Primero consideremos las consecuencias del pecado en la vida de un cristiano, y luego pensemos sobre la limpieza del mismo. Recuerde que el Salmo 51 fue escrito por David después de haber vuelto su corazón a Dios. Él recuerda las consecuencias de su pecado y escribe su historia, un registro para que leamos y aprendamos. Usted puede buscar una Biblia y tenerla abierta en el Salmo 51 a medida que continuamos.

Las consecuencias del pecado en la vida de un cristiano

          El pecado ensucia el alma Aquí David está orando: «Oh Dios, lávame; Oh Dios, límpiame». Pero él es un rey que viste túnicas reales, duerme en cama de seda, se baña en tina de mármol con jabón perfumado, pero aun así se siente mugriento, sucio. ¿Sabía que si usted es hijo de Dios y peca, se sentirá espiritualmente sucio? Y si no se siente sucio cuando peca, necesita preguntarse si ha llegado a ser salvo. Ningún cerdo ha dicho alguna vez: «Me siento afligido porque estoy sucio». El hijo de Dios se da cuenta de que está sucio cuando peca.

          Mucha gente tiene una forma de religión, pero nunca se ha limpiado. Ellos han sido almidonados y planchados, pero nunca han sido lavados. Tienen una suciedad que está presente todo el tiempo, al punto de que en realidad nunca se sienten sucios. Pero cuando un verdadero hijo de Dios peca, se siente sucio. Si usted es hijo de Dios y ha pecado, se ha sentido así. Quiero decirle esto: Si usted puede pecar sin sentirse sucio y mugriento espiritualmente, necesita preguntarse si alguna vez ha llegado a ser salvo; si realmente conoce al Señor.

El pecado domina la mente

          En el versículo 3, David dice: «Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí». Piense en la expresión: «Y mi pecado está siempre delante de mí». Día y noche, noche y día, lo que David había hecho se había grabado de tal manera en su conciencia, retumbaba tanto en su espíritu que todo el tiempo estaba consciente de ello. Una prueba para saber si usted es salvo no es ver si puede pecar, sino ver si puede pecar y simplemente ignorarlo, olvidarlo. Si usted es hijo de Dios, el Espíritu Santo no le permitirá ignorarlo ni olvidarlo. El Espíritu Santo pondrá su dedo en la llaga y hará presión.

          David dijo: «Mi pecado está siempre delante de mí». El pecado cometido dominaba su mente. Eso no significa que conscientemente él estuviera pensando en el pecado todo el día. En su corazón y en su vida puede haber pecado. Es probable que usted esté intentando resolver un problema de matemáticas. Puede que en ese preciso momento no esté pensando en ese pecado, pero no significa que su pecado no esté siempre allí. Ahí está, ya sea en su mente consciente o quizás peor, en su mente subconsciente. Usted puede darle un empujón y quitarlo del frente de la puerta, pero él rondará la casa y entrará por una ventana. Se presentará en su subconsciente con un temperamento irritable, con desconcentración, insomnio, falta de gozo. Su pecado estará allí noche y día.

          Si usted sencillamente puede pecar y olvidarlo, necesita preguntarse: «¿En realidad he sido salvo?». Hay dos tipos de heridas que pueden llegar al alma humana, a la psiquis humana: una es la culpa y otra la tristeza. La tristeza es una herida limpia; dele tiempo y sanará, pero la culpa es una herida sucia. Simplemente se infecta y sigue así sin detenerse hasta que sea limpiada. Por eso David ora: «Oh Dios, mi alma se siente sucia, mi mente está dominada por lo que he hecho».

El pecado deshonra al Señor

          En el versículo 4, David le dice a Dios: «Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos. Seas tú reconocido justo en tu palabra y tenido por puro en tu juicio». Piense sobre la primera parte del versículo donde él dice: «Contra ti, contra ti solo he pecado». Pero, ¿contra quién pecó David? Al pensar en eso, usted podría decir: «Al cometer adulterio David pecó contra su propio cuerpo. Obviamente también pecó contra su familia. Y no sólo pecó contra su cuerpo y contra su familia; pecó contra la nación de Israel». Ninguno de estos pecados se menciona. Él vio el pecado como lo que realmente es, ¡una afrenta contra el Omnipotente Dios! Como David amaba a Dios, su corazón estaba roto. Por eso dijo: «Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos».

          Cuando una persona quiere cometer adulterio, a veces planea una cita clandestina, algún encuentro confidencial en algún lugar oculto. Pero David cayó en la cuenta: «Mi Dios, me estabas mirando. Tus ojos vieron lo que hice. Oh Dios, Dios mío, Dios, el Dios que yo amo, Señor, he pecado contra ti. No sólo he quebrantado tu ley, sino que también he roto tu corazón». Un hombre no salvo a veces se siente mal por lo que el pecado le hace. Un hombre que es salvo se siente mal por lo que su pecado le hace a Dios. Esa es la diferencia. ¿Qué es lo que asusta a un esclavo cuando desobedece? El látigo. Pero cuando un hijo desobedece, es lastimado por el desagrado que le causa a su padre.

          Cuando usted ama a Dios, puede saber que es salvo cuando es el pecado, y no el castigo, lo que carga en su conciencia. David posiblemente pensó: «Mi pecado no sólo ha ensuciado mi alma, no sólo ha dominado mi mente, ¡ha deshonrado a mi Dios! Dios, he pecado contra ti». El pecado deprime el corazón En el versículo 8 de este salmo, David habla sobre las consecuencias de su pecado: «Hazme oír gozo y alegría, y se regocijarán estos huesos que has quebrantado». Está deprimido. No tiene alegría, no tiene gozo. ¡Parecía emocionante mientras lo hacía, mientras estaba cometiendo el pecado! Pero la Biblia dice: «Sabroso es al hombre el pan mal adquirido; pero cuando haya llenado su boca, se convertirá en cascajo» (Proverbios 20:17).

          David había perdido su gozo. Mire el versículo 12: «Devuélveme el gozo de tu salvación…». No dice: «Señor, restaura mi salvación», porque la tenía. Pero había perdido el gozo de tenerla. La persona más miserable sobre la tierra no es la que está perdida, sino la que es salva pero no tiene comunión con Dios. Sólo una cosa le puede quitar el gozo de su corazón; no son dos, ni tres, ni cuatro; es sólo una, y esa es el pecado. Y sólo un tipo de pecado: el suyo. Cuando alguien peca contra usted, ese es el pecado de esa persona. Su reacción a lo que le hicieron a usted puede quitarle el gozo. Si usted me golpeara en la cara, eso no podría quitarme la alegría de mi corazón. Podría lastimarme y quitarme la felicidad, pero no podría quitarme el gozo. Puede quitarle el gozo a usted, pero no a mí.

          Si yo reaccionara contra usted de manera incorrecta, eso sí que me quitaría el gozo. A propósito, si usted quiere ver lo que yo soy o lo que cualquier otra persona es, no mire sus acciones, mire sus reacciones, pues estas muestran lo que ellos realmente son. El golpearme en la cara sencillamente le daría a usted una oportunidad de ver mi reacción. Si usted quiere ver de qué está llena una persona, sólo mire lo que sale de ella cuando es empujada. Si usted empuja a alguien y de esa persona brota el enojo, entonces esa persona está llena de enojo. Si usted empuja a alguien y lo que brota es Jesús, esa persona está llena de Jesús.

          Excelente esta forma de evaluación. No sólo nos ayuda a conocer a los demás, lo cual nos serviría de manera prolija como santa excusa, sino que también nos resulta útil para saber con cierta precisión sobre qué bases espirituales estamos parados. De alguna manera y salvando todas las distancias que se deseen esgrimir, estos son parte importante de los frutos de los que se habla cuando se menciona al árbol que los produce o no.

          Si usted quiere saber lo que yo soy realmente, obsérveme cuando alguien me quita el lugar en un estacionamiento o me cierra el paso en la autopista. Al ver cómo reacciono, usted conocerá a la persona real que soy. Lo que estoy diciendo es que el gozo debe ser constante, sin importar lo que cualquier otra persona haga. Pero usted dice: «Bien, espere un momento, yo no puedo estar contento todo el tiempo». Estoy de acuerdo con usted, uno no puede estar contento todo el tiempo. Yo no estoy hablando de felicidad, estoy hablando de gozo. Hay una diferencia entre felicidad y gozo. La felicidad depende de lo que pasa. Por eso la llamamos felicidad. Si lo que a usted le sucede es bueno, usted estará feliz. Si lo que le sucede es malo, no estará feliz.

          A veces nos pasan cosas malas; no podemos esperar estar contentos todo el tiempo. Usted no querría estar contento todo el tiempo. Se enfermaría y se cansaría de estar contento todo el tiempo. Usted no tiene que estar siempre con una sonrisa en su rostro. Estar contento todo el tiempo sería como comer helado en cada comida. Jesús fue un hombre de dolores. Él lloró. No estuvo feliz todo el tiempo, pero estaba lleno de gozo. Al enfrentar la cruz, habló con sus discípulos y les dijo: «Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea cumplido» (Juan 15:11).Enfrentaba el Calvario cruel pero hablaba de gozo. No es de extrañar que Pablo pudiera escribir desde una atroz prisión este mandato: «¡Regocijaos en el Señor siempre! Otra vez lo digo: ¡Regocijaos!» (Filipenses 4:4). El gozo del Señor es constante, y es nuestra fortaleza. La felicidad es como un termómetro que registra las circunstancias. El gozo es como un termostato que controla las circunstancias.

          Es maravilloso cuando usted puede experimentar, al mismo tiempo, la felicidad y el gozo. Esos son tiempos extraordinarios. Quizá usted esté pasando unas vacaciones maravillosas. Está con su familia, y se está divirtiendo mucho. Cuando usted está con otros cristianos que aman al Señor y oran unos por otros, el gozo del Señor está presente. Realmente, es maravilloso cuando la felicidad y el gozo vienen juntos. Cuando la felicidad se va, el gozo se vuelve lo más importante. Y a veces Dios le da gozo, no para quitar el dolor, sino para ayudarle a soportarlo. Y en medio del insoportable dolor, puede haber un gozo sobrenatural. Bárbara Johnson lo plantea de esta manera: «El dolor es inevitable, pero la miseria es opcional».

          A propósito de esto que es una inapelable verdad, habría que añadir si es que el autor no lo hace más adelante, que el gozo siempre emana de un espíritu consagrado y lleno del Espíritu Santo de Dios, mientras que la alegría tiene su base en el alma. Cuando en un servicio de una congregación lo espiritual se manifiesta con toda su potencia, hay gozo. Y no se necesita de nadie que ordene cuando cantar, cuando alabar, cuando lanzar gritos de júbilo o aplaudir. Cuando todo esto sí se necesita, entonces no estamos hablando de gozo, sino de sana, auténtica, necesaria, buena,  pero humana y también carnal, alegría.

El pecado enferma el cuerpo

          El pecado, sin arrepentimiento, puede hacer que su cuerpo realmente se enferme. Vea de nuevo el versículo 8: «Hazme oír gozo y alegría, y se regocijarán estos huesos que has quebrantado«. Recuerde que esto es poesía. David no tiene una fractura, pero habla de huesos rotos. Está usando una figura literaria. Hoy nosotros hacemos lo mismo. Alguna vez usted ha dicho: «me aplastó». Bien, ¿qué quiere decir? No significa que alguien lo puso en un compresor de basura, sino que fue estrujado, que se ejerció presión sobre usted. Y David está diciendo algo como: «Dios, me estás oprimiendo. Hazme oír gozo y alegría para que los huesos que has roto se puedan regocijar».

          A veces tenemos la idea de que si pecamos, Dios sencillamente nos va a expulsar. ¡Oh, no!, él no nos echa fuera, pero sí nos oprime con más fuerza. Dios estaba ejerciendo presión sobre David, y por eso David expresa esas palabras ante el Señor. Esa era una de las maneras cómo podía saber que era salvo. Dios no lo iba a dejar ir debido al pecado que había en su vida, sino que sencillamente lo apretó más fuerte. ¿Por cuánto tiempo puede alguien soportar esa presión en su vida sin que su cuerpo se afecte? En Proverbios 17:22, la Biblia dice: «El corazón alegre mejora la salud, pero un espíritu abatido seca los huesos» . Así como el gozo es medicinal, el abatimiento es venenoso.

          Vemos que David se encuentra bajo una terrible presión. Cuando una persona está bajo presión psicológica y espiritual, su cuerpo se puede ver afectado. A eso lo llamamos «enfermedad psicosomática». Psicho quiere decir «mente»; soma «cuerpo». La mente hace que el cuerpo se enferme, incluso por causa de cosas muy comunes. ¿Hay aspirinas? Permítame darle una ilustración. Una madre llama porque la cena está lista. Entonces papá y mamá junto con su hija y su hijo se sientan a tomar la deliciosa cena que la madre ha preparado. Todo está bien hasta que el hermano pregunta: -Papá, ¿puedo usar el carro esta noche? -No, no lo puedes usar hoy porque lo usaste anoche.

          Esta noche me toca a mí -dice la hermana. -Tú cállate. No estaba hablando contigo. Estaba hablando con papá -le dice el hermano a la hermana. -No uses la palabra cállate. Nosotros no hablamos así en nuestra casa -interviene el papá. -Pero ella comenzó -dice el hermano. -Miren chicos, ¡cierren la boca! -interviene, otra vez, el papá. Entonces, la madre también interviene: -Acabas de decir que no dijeran «cierra la boca». -¡Tú, cierra la boca! -responde el papá. Y entonces el hermano, la hermana, el padre y la madre se envuelven en una discusión. La cena se enfría y al final sólo comen unos pocos bocados. Todos se levantan y se van de la mesa. Treinta minutos después uno de ellos pregunta: -¿Hay aspirinas? ¿Qué ha sucedido? Usted lo sabe muy bien.

          El cuerpo reacciona con el corazón, la mente y el espíritu. Leí un artículo donde se decía que los cambios bruscos de temperamento de una madre pueden producir cólicos al bebé que está lactando. Somos una unidad. Estamos relacionados unos con otros. Cuando leemos otros salmos, parece como si David realmente estuviera físicamente enfermo. Yo creo que era resultado directo de su pecado. En 1 Corintios 11:30, Pablo exhorta a los corintios por haber actuado irreverentemente en la Cena del Señor. Él dice: «Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y debilitados, y muchos duermen». Se refería a que estaban muertos debido al pecado en su vida. El pecado enferma el cuerpo. El corazón alegre y el gozo del Señor son una medicina maravillosa.

          La Biblia dice:»…el gozo de Jehovah es vuestra fortaleza» (Nehemías 8:10). Cuando usted está feliz en Jesús, duerme mejor. Cuando está alegre, usted digiere su comida, sus jugos gástricos fluyen, sus glándulas funcionan cuando deben hacerlo, porque hay gozo en el Señor. El pecado estropea el espíritu Ciertamente el pecado degenera el espíritu. David dice: «Crea en mí, oh Dios, un corazón puro y renueva un espíritu firme dentro de mí» (v. 10). El espíritu de David estaba amargado y estropeado. Le voy a hacer una confesión: Si yo tuviera que elegir un compañero para realizar algún trabajo durante el día, preferiría estar con un pecador que no ha sido salvo que con un salvo sin comunión con Dios. Las personas salvas, que no tienen comunión con Dios, son irritables, abusivas y difíciles de tratar. Algunas de las personas más irritables que usted haya conocido en la vida son cristianos sin comunión espiritual. Tienen un espíritu amargado y nada les agrada.

          Usted sabe, ningún plato en la mesa puede verse bien si usted sufre de indigestión. A esas personas nada les agrada. Usted puede saber cuándo una persona está volviendo a sus malos hábitos. En una iglesia, esas personas empiezan a tener un espíritu crítico. En toda iglesia hay suficientes personas y cosas para criticar. Si usted se enfoca en eso, simplemente mire a su alrededor. Cuando la gente está reincidiendo en pecado, deja de poner su mirada en el Señor y empieza a ponerla en los errores de aquellos por quienes Jesús murió. Y David, como usted verá, tenía un espíritu crítico. Su espíritu estaba contaminado. Permítame ilustrar a qué me refiero.

          Natán el profeta, que era como el pastor de David, vino a hacer un reclamo. Recuerde que David había cometido adulterio, y que con el fin de encubrirlo hizo que Urías el hitita, marido de Betsabé, fuera asesinado en batalla. Al saberlo Natán, fue ante el rey y le dijo algo así: «Rey, hay un asunto que usted debe juzgar. Es algo de lo que usted debe hacerse cargo. En el reino hay un hombre que tiene todo lo que su corazón pueda desear, casas, tierras, rebaños, hatos y una familia grande. Él vivía al lado de un hombre que no tenía nada, excepto una querida corderita. Esta era como una de sus hijas, comía de su propia mesa«. Siguió diciendo: «Y rey, cuando el hombre rico tuvo un invitado en su casa, fue y tomó a la querida corderita del hombre pobre, la mató y la asó, y se la dio al forastero. Rey David, ¿qué cree usted que se le debe hacer a ese hombre?».

          David enfurecido, saltó de su trono y dijo: «El hombre que ha hecho eso pagará cuatro veces«. Entonces Natán le dijo: «¡Tú eres ese hombre!» (ver 2 Samuel12). Natán usó una parábola para mostrarle a David cómo se había amargado su espíritu. Observe lo rápido que David juzgó al otro hombre. Lo juzgó por haberse robado una corderita. Pero él se había robado una mujer. Él juzgó a alguien por matar un animal, pero él había matado a un ser humano. Con una viga en su propio ojo, quiso intentar sacar la paja del ojo de otra persona. El que recae en pecado siempre actúa de esa manera. Siempre tiene un espíritu amargado y vil que encuentra fallas en todos los demás.

          Hace unos años, escuché la historia de un hombre en cierta iglesia. Era una iglesia pequeña, y las iglesias pequeñas tienen sus propios guardianes. Son personas que creen que Dios las ha puesto y ungido para asegurarse de que todo vaya bien en su iglesia. Un hombre abrió la puerta de un armario de escobas y encontró cinco escobas nuevas. Entonces fue a buscar al tesorero de la iglesia y le preguntó: -¿Por qué hemos gastado tanto dinero en cinco escobas? No estamos alcanzando nuestro presupuesto, pero tenemos cinco escobas en ese armario. Como el tesorero no lo pudo calmar, terminó hablando con el pastor. El pastor le dijo: -Bien, hermano, yo no sé. Quizá había oferta de escobas. Quizá usamos muchas escobas, pero son sólo cinco escobas. No pierda la comunión por cinco escobas. Sin embargo, más tarde mientras el tesorero tomaba café con el pastor, el hombre le dijo al pastor: -Pastor, es fácil entender: ¿Cómo se sentiría usted si viera todo lo que le hubiera dado a la iglesia durante el último año invertido en cinco escobas? Las personas que no están en comunión con Dios son rápidas para encontrar las fallas de los demás. Si usted quiere, siempre puede encontrar fallas porque sencillamente todos somos una sociedad de pecadores que al fin y al cabo nos dimos cuenta de eso y nos unimos para hacer algo al respecto.

El pecado destruye el testimonio

          Aquí tenemos a David, un hombre conforme al corazón de Dios que amaba a Dios, pero cometió un horrible pecado. El pecado no sólo degenera el espíritu, sino que destruye el testimonio. Esta es una de las peores cosas que pueden ocurrir en la vida de un hijo de Dios por causa del pecado. Observe el Salmo 51:14: «Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación, y con regocijo cantará mi lengua tu justicia». ¿Sabe usted por qué la gente no canta en el servicio de alabanza? Porque no está llena del Espíritu. Simplemente está llena de pecado. No tiene nada para cantar. Han perdido su canción porque han perdido su testimonio.

          Mire el versículo 15: «Señor, abre mis labios, y proclamará mi boca tu alabanza«. David no estaba alabando a Dios porque sus labios estaban sellados. Su pecado había destruido su testimonio y la alabanza se había secado. No estaba conduciendo almas a Cristo por lo que dice en los versículos 12, 13: «Devuélveme el gozo de tu salvación, y un espíritu generoso me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti». ¿Puede ver lo que pasó? No había alabanza, no había canción, ningún alma ganada. ¿Por qué? Se lo diré: porque el pecado había destruido su testimonio.

          A veces en la iglesia usted verá personas que apenas se sientan con sus brazos cruzados. Parece que dijeran: «Bendíceme si puedes». ¿Y por qué no están alabando a Dios? ¿Por qué no están en comunión? ¿Por qué no están gozosos? ¿Por qué no pueden decir: «Gloria a Dios»? ¿Por qué no pueden alzar sus corazones a Jesús en alabanza? Porque algo anda mal por dentro. Andrew Murray dijo: Hay dos clases de cristianos, los ganadores de almas y los reincidentes. Manley Beasley decía: «Si usted está bien con Dios, tendrá que evitar reincidir en el pecado para ganar almas». ¿Cuáles son las consecuencias del pecado en un cristiano? Ensucia el alma, domina la mente, deshonra al Señor, deprime el corazón, enferma el cuerpo, degenera el espíritu y destruye el testimonio. ¿Puede pecar un cristiano? Sí, lo puede hacer. ¿Puede un cristiano pecar y no sufrir? No, recuerde que el hombre más miserable sobre la Tierra no es el que no es salvo, sino el hombre que es salvo y no tiene comunión con Dios.

          Esta es una enorme verdad que no suele decirse muy a menudo en los sitios en los que debería decirse a diario. De hecho, a mucha gente el escuchar algo así lo pondría muy mal, tanto que probablemente decidieran retirarse primeramente del servicio y, muy probablemente también de la congregación. Y sabemos muy bien que para las modernas babilonias, gente es sinónimo de ofrendas y diezmos, y reducir su número, un muy mal negocio. Eso, claro está, si no se tiene en cuenta para nada lo que Dios piense o pueda hacer al respecto.

Limpieza de pecado en la vida de un cristiano

          Volvamos a empezar con el salmo y veámoslo desde otro punto de vista, pensando en la limpieza del pecado en la vida de un cristiano. Quiero darle cuatro pasos que le mostrarán cómo volverá la canción, cómo volverá el gozo y cómo se pondrá a cuentas con Dios.  Mire el Salmo 51:1: «Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia. Por tu abundante compasión, borra mis rebeliones«. ¿Sabe usted lo que David sabía? Él sabía que para una multitud de pecados, había una multitud de misericordias. Sabía que Dios no había dejado de amarlo. Él dice: «conforme a tu misericordia». Dios no nos ama porque seamos valiosos, somos valiosos porque él nos ama. Dios no nos ama porque seamos buenos. «Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8).

          Nosotros necesitamos tener la certeza de que sin importar lo que hayamos hecho, Dios nos ama. Nunca le diga a un niño cuando sea tentado a hacer algo malo: «Si lo haces, Dios dejará de amarte». Esa es una mentira. Usted no puede hacer nada para que Dios lo ame más, ni para que lo ame menos. Él lo ama y punto. Su pecado puede contristarlo, pero él lo ama. Si tan sólo pudiéramos entender que Dios nos ama, y que para una multitud de pecados hay una multitud de misericordias.

«Afortunado»

          Un hombre puso el siguiente anuncio en la sección de objetos perdidos y encontrados de un periódico: «PERRO PERDIDO. Cojea de una pata delantera, es tuerto del ojo izquierdo, tiene sarna atrás y en el lomo, no tiene cola. Fue castrado recientemente. Responde al nombre de Afortunado». Y sí que era un perro afortunado. Le diré por qué. Porque a pesar de todo lo malo que tenía, alguien lo amaba lo suficiente como para buscarlo. ¿Sabe?, nosotros somos afortunados, mejor aún, somos bendecidos. Dios nos ama por pura gracia. Y quiero que usted tenga esta confianza: Dios lo ama con amor eterno. Es pura gracia de él. Cuando entendemos esto, decimos: «Ante tal gracia, diariamente me veo forzado a ser un gran deudor». Dios lo ama. ¡Maravilla de maravillas, milagro de milagros! A pesar de que David cometió un pecado horrible, dañino, nefasto, él pudo tener confianza para orar así: «Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia. Por tu abundante compasión, borra mis rebeliones».

Confesión

          El salmo 51:2,3 dice: «Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí». Observe cómo se refiere David al pecado: «Mi pecado», no el de otra persona. Él está diciendo: «Dios, yo soy el pecador. Dios, yo soy el que ha pecado. Reconozco mi pecado. Mi pecado, mi trasgresión». Como el antiguo canto lo dijera: «…No es mi hermana, ni mi hermano, sino yo, Señor…». Hay una cosa que Dios nunca aceptará en cuanto al pecado y eso son las disculpas. Jesús no murió por disculpas, él murió por el pecado. No es sólo una admisión. La Biblia dice en 1 Juan 1:9: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiamos de toda maldad».

          El verbo «confesar» cuando se utiliza en el Nuevo Testamento, está compuesto por dos palabras griegas: homos y lego que significan «decir lo mismo». En el sentido bíblico, admitir su pecado no es lo mismo que confesar su pecado. Usted puede admitir su pecado en un tribunal, pero una confesión de pecado es decir lo mismo que Dios dice. Él dice: -Adrian, esto está mal. Has hecho algo malo, has pecado. -Sí, Dios, estoy de acuerdo contigo -respondo. Me acerco a ti y digo que pecado es lo que tú llamas pecado. Dios, estoy de acuerdo contigo, confieso mi pecado.

          La gente siempre ha querido excusarse por su pecado. Empezó en el jardín del Edén. ¿Recuerda? -Adán, ¿dónde estás? ¿Has hecho esto? -Bien, Señor, realmente no fue mi culpa. Fue la mujer que me diste, fue su culpa. Y Dios le habló a Eva, y ella dijo: -Bien, Señor, pues la serpiente me engañó. ¡Desde luego la serpiente no tenía ninguna excusa! La naturaleza humana quiere decir: «No fui yo, fue el otro». Las excusas abundan: «Es que fui criado en una familia disfuncional. Mi familia es de mal genio. Tuve un malfuncionamiento glandular». Sea lo que sea, son disculpas en lugar de confesión. Amigo, esa confianza debe ir seguida por una confesión: «Reconozco mi trasgresión». La Biblia enseña que: «El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y los abandona alcanzará misericordia» (Proverbios 28:13). Cuando nosotros intentamos cubrir el pecado, Dios lo destapa. Cuando lo destapamos, Dios lo cubre. «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9).Y amigo, usted y yo podemos ser perfecta y totalmente limpios.

La diferencia entre la acusación y la convicción

          Usted necesita aprender la diferencia entre la acusación satánica y la convicción del Espíritu Santo. El diablo es el acusador de los hermanos y él lo hace de dos maneras: 1. El diablo lo acusará de pecados que usted ya haya confesado. Él intentará desenterrarlos. Amigo, cuando Dios los entierra, se han ido, nunca los volverá a exponer. «Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad». «…Lo que Dios ha purificado no lo tengas tú por común» (Hechos 11:9). Porque «…la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7).

          En ocasiones el diablo lo acusará de cosas que usted hizo hace años. Recuerde que si usted ha entregado su vida al Señor Jesús y ha confesado sus pecados, aunque el diablo pretenda sacarlos a la luz, ya el Señor lo ha limpiado a usted de esos pecados por medio de su preciosa sangre vertida en la cruz.  El diablo intentará hacerlo sentir culpable sin ninguna razón. A veces usted simplemente se siente mal y termina orando de esta manera: «Oh Dios, si he pecado, perdóname». Amigo, anule ese tipo de oración. Ese no es el tipo de oración que David hizo. La Biblia dice: «Si confesamos nuestros pecados». Nombre el pecado. Esa es la única manera en que usted puede saber si realmente es perdonado. Sólo llámelo por el nombre. El diablo tratará de sacar a relucir el pecado que ya ha sido perdonado, o buscará la forma de hacerlo sentir mal acerca de algo sin darle un nombre. Eso es acusación.

          ¿Qué es la convicción? La convicción es el Espíritu Santo diciendo: «Tú has hecho esto, esto y esto», y como un buen médico presionará con su dedo, justo sobre el punto que duele. Lo llamará por su nombre y querrá que usted lo confiese y sea limpio: eso es maravilloso. No permita que el diablo lo acuse de pecados que ya le han sido perdonados, o de cosas que nunca ha hecho. El Espíritu Santo de Dios lo convencerá de algo específico, luego usted lo confesará y será limpio.

Limpieza

          Puesto que el pecado lo hace sentir sucio, Dios le da un baño espiritual. David dice: «Lávame» (Salmo 51:2, 7). Se trata de una limpieza un tanto exterior, puesto que el pecado nos hace sentir enteramente sucios. Luego en el versículo 7, él dice: «Quita mi pecado con hisopo, y seré limpio«. Esto habla de una limpieza interior. Usted puede ser tan puro como la nieve recién caída. «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9). «Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana» (Isaías 1:18).Ese es el poder limpiador de la gracia de Dios. Usted no tiene que llevar a todas partes esa carga, Dios se la limpia.

          El rey David fue limpiado de su pecado y usted también puede recibir esa limpieza maravillosa. Un amigo pastor y su esposa salieron a celebrar su aniversario y pasaron por un almacén de ropa. En la vitrina había un hermoso vestido blanco, que parecía ser perfecto para ella. Así que entraron por simple diversión para verlo. Él dijo: -Querida, pruébatelo. Ella se lo puso. No necesitaba ningún arreglo. Era perfecto, como hecho a su medida. La hacía sentir bien y se veía espectacular. Al mirar la etiqueta del precio tragaron grueso, pero él le dijo: -Querida, es nuestro aniversario. Lo voy a comprar -y lo compró. Ella se puso el vestido y fueron a cenar sin ningún afán. Comieron de postre pastel de cerezas, y sucedió algo desagradable. Sobre su regazo cayó un pedazo de pastel de cereza justo sobre el vestido blanco.

          La siguiente escena se desarrolló en una lavandería. Llevaron el vestido y preguntaron al dueño: -¿Puede usted quitar esta mancha? -Bien, ¿de qué es? -preguntó el hombre. -Es de cereza -dijo ella. -Ay, señora, en un vestido blanco, no creo que pueda. Es posible, pero no prometo nada. Déjemelo, haré lo mejor que pueda. Se marcharon. Cuando fueron a recoger el vestido, ella preguntó: -¿Logró quitarle la mancha? -Se lo mostraré -dijo el dueño-o Si lo mira cuidadosamente verá que hay una mancha, pero por lo general la gente no lo notaría. Pagaron y volvieron a casa con el vestido, pero ella nunca lo volvió a usar porque sabía que ahí estaba la mancha. Ahora permítame contarle una historia con un final feliz. No hay mancha que la sangre de Jesús no pueda quitar. ¡Ninguna! «…y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7).

          David dice: «Quita mi pecado con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve» (Salmo 51:7). Consagración En el Salmo 51:12-15, David dice: «Devuélveme el gozo de tu salvación, y un espíritu generoso me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti. Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación, con regocijo cantará mi lengua tu justicia. Señor, abre mis labios, y proclamará mi boca tu alabanza». Es como si David dijera: «Señor, pon mis pies en el camino correcto, y volveré a servirte». Dios no sólo nos limpia para que podamos sentarnos tranquilamente limpios. Él nos vuelve a poner en el camino del servicio.

          ¿Sabe usted cómo empezó David a meterse en problemas? No estaba haciendo lo que debía estar haciendo. La Biblia dice que era el tiempo cuando los reyes iban a la guerra. En la tarde David se levantó de la cama. Ese sin vergüenza había estado en la cama todo el día. Se levantó, y vio desde la azotea a Betsabé (una mente ociosa es el taller del diablo). ¿Sabe usted que si hace lo que debe estar haciendo, no puede hacer lo que no debe estar haciendo? Cuando usted peca, tan pronto limpia su corazón de pecado, vuelve al servicio. Recuerde los cuatro pasos de restauración: Confianza, confesión, limpieza y consagración. No crea que porque puede ser limpio da lo mismo si peca o no. Así como si pone una mano sobre un fogón y se quema, si peca, se ata al sufrimiento; pero gracias a Dios por su maravillosa, grandiosa y sin igual gracia que perdona y restaura al cristiano que peca.

CAPÍTULO 5

Cómo Enfrentar la Tentación

          Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, quien no os dejará ser tentados más de lo que podéis soportar, sino que juntamente con la tentación dará la salida, para que la podáis resistir. 1 Corintios 10:12, 13

          La tentación está en todas partes; no tenemos que andar buscándola, ella nos encuentra. No somos tentados por ser pecadores, Jesús fue tentado y él nunca cometió pecado (1 Pedro 2:22). Somos tentados porque somos humanos. Sin embargo, la tentación debidamente manejada nos puede acercar más a Dios. Este capítulo nos dirá cómo convertir las tentaciones en triunfos.

          Tres maneras de enfrentar la tentación. Cediendo. Una manera es ceder ante ella. Hoy tenemos una generación que dice: «¿A quién le importa la tentación? Yo simplemente hago lo que se me antoja». Esta generación dice: «Todo lo que sea natural es hermoso, y todo lo que es hermoso debe ser correcto. Así que si te sientes bien, hazlo». Mucha gente vive de esa manera, y esa realmente es una forma de vida animal. Los animales viven para la auto-propagación, auto-preservación y auto-satisfacción. Son como la señora que dijo: «puedo sobreponerme a cualquier cosa menos a la tentación».

          Ellos, sencillamente ceden al instinto, como muchos ceden a la tentación. Luchando Luego están los que luchan contra la tentación en la fuerza de su propia carne. Siempre están batallando contra la tentación; totalmente lo opuesto a los que ceden. Luchan constantemente, pero siempre fracasan. Yo creo que todos hemos estado ahí, peleando y fracasando, peleando y fracasando, como el niño que estaba sentado bajo el manzano del granjero, y este le dijo: -¿Estás tratando de robarte una manzana? El muchacho contestó: -No señor, estoy intentando no hacerlo. Supe de un hombre que estaba haciendo dieta, y el pan era una de las prohibiciones. En su ruta al trabajo tenía que pasar por una panadería y la tentación lo atrajo: «Sólo piensa en lo delicioso que sería un pan con una humeante taza de café».

          El hombre se dijo: «Me detendré sólo si hay un lugar para estacionar justo frente a la puerta». ¿Puede usted creerlo? Después de dar tres vueltas a la cuadra, ¡ahí había un lugar para estacionar justo frente a la puerta! ¿Podría ser esto la providencia? Muchas veces somos como el niño bajo el manzano o el hombre dando vueltas alrededor de la panadería. Tratamos de luchar contra la tentación, pero fallamos. Sobreponiéndonos por medio de Cristo La manera de sobreponerse a la tentación es por medio del Señor Jesucristo. Quiero que se anime, hay ayuda. Créalo o no, usted puede vivir victoriosamente, ya sea que su tentación sea comer en exceso, lujuria, pereza, cualquiera que sea, usted no tiene que ser esclavo del mundo, de la carne y del diablo.

          La Biblia dice en 1 Corintios 10:12, 13: «Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, quien no os dejará ser tentados más de lo que podéis soportar, sino que juntamente con la tentación dará la salida, para que la podáis resistir«. Los aspectos de la tentación ¿Quién puede ser tentado? Todos estamos sujetos a la tentación, no crea que al ser salvo no volverá a ser tentado. Usted será tentado, será bombardeado de tentaciones en las áreas de deshonestidad, materialismo, sexualidad, codicia y orgullo. El ser salvo no lo hace inmune a la tentación, y ser tentado no es pecado.

          Esto, pese a que es conocido por la mayoría de los cristianos que, al menos, hayan leído sus Biblias de modo regular, todavía sigue siendo uno de los más grandes problemas que tienen hombres y mujeres que conviven sus días en las iglesias. Sufren de diversas tentaciones y, en lugar de recalar en esto que ya saben, eligen escuchar las mentiras del diablo que les dice que ya son pecadores porque dan lugar a las tentaciones. No es así, una vez más: no es así.

          Jesús «…fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado» (Hebreos 4:15). Pero tenga cuidado y cuídese del orgullo. Recuerde que 1 Corintios 12 dice: «Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga». La persona orgullosa tienta al diablo a tentarlo, y si usted es arrogante o descuidado respecto al pecado, puedo decirle, va a caer. Sin embargo, la persona que está en mayor peligro es aquella que está intentando luchar contra la tentación con sus propias fuerzas. Esa persona piensa: «No necesito leer un libro sobre la tentación, yo no tengo ningún problema con la tentación, puedo superarla». Pero sin Cristo usted no puede hacerlo.

          Dios tiene que darle una vía de escape. ¿Por qué Dios no termina de una buena vez con el diablo? ¿Por qué no simplemente quita de nosotros toda tentación? Porque ese no es su plan para nosotros. El plan de Dios no es la inmunidad, sino la victoria. ¿Por qué no jugar los jueves en la tarde? Yo solía jugar fútbol americano. Este deporte es un juego en que alguien toma un balón ovalado, puntiagudo en cada lado y sale a un campo con otros 10 compañeros diciendo: «Vamos a llevar este balón hasta el otro lado del campo». Entonces hay otras 11 personas paradas al otro lado, diciendo: «No, ¡no lo lograrán!». Y el primer equipo responde: «Sí, ¡sí lo lograremos!». Corren por el campo de arriba abajo, de un lado a otro. Eso es todo, simplemente una gran competencia. Al fin, cuando uno de los equipos pone el balón sobre la línea de gol, en la zona final, todos vitorean.

          Es un juego agotador, los jugadores se baten los sesos. En realidad hay mucha estrategia y habilidad en un juego de fútbol americano. Pero ¿por qué lo hacen el sábado en la tarde? ¿Por qué no simplemente salen el jueves, como a las cuatro de la tarde cuando el otro equipo no está, y anotan un gol en cada jugada? ¡Simplemente podrían mover esa pelota de arriba abajo del campo y cada jugada sería un gol! Le diré por qué: Porque en eso no hay ninguna gloria ni victoria. El plan de Dios para nosotros es la victoria. Él quiere que triunfemos en el Señor Jesucristo. Todos estamos sujetos a la tentación para que podamos aprender a depender del Señor Jesucristo y conocer la victoria. No hay cristiano que no conozca la tentación. No crea que un pastor es inmune a la tentación. Tampoco crea que un cristiano genuinamente comprometido con Cristo no será tentado. De nuevo le recuerdo que Jesús fue tentado en todos los aspectos igual que nosotros (ver Hebreos 4:15).

La fuente de la tentación

          ¿De dónde viene la tentación? Viene de una de estas tres fuentes: el mundo, la carne o el diablo. Esta es la impía trinidad de la tentación: el mundo, la carne y el diablo. Su tentación no es única; no crea que usted es el único tentado y que nadie más conoce el mismo tipo de tentación que usted conoce. Básicamente todos somos tentados de la misma manera, ya sea por el mundo, la carne o el diablo. El enemigo externo: el mundo «No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él» (1 Juan 2:15).

          Primero, pensemos un poco acerca del mundo. Yo llamo al mundo el enemigo externo. El mundo es el enemigo de afuera. Cuando digo el mundo, no estoy hablando del planeta Tierra. El planeta Tierra no es malo. Dios creó este mundo. Así que cuando la Biblia dice: «No améis al mundo», no está hablando del planeta. Jesús amó la naturaleza. Él dijo: «…Mirad los lirios del campo, cómo crecen. Ellos no trabajan ni hilan; pero os digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, fue vestido como uno de ellos» (Mateo 6:28, 29). Cuando Dios creó el mundo natural, dijo «Es bueno». Cuando la Biblia dice «el mundo», no estamos hablando de la naturaleza, ni de la gente. No debemos amar al mundo, pero debemos amar a las personas.

          La Biblia dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo (a la gente), que ha dado a su Hijo unigénito…«(Juan 3:16). Entonces cuando dice: «No améis al mundo», no está hablando del planeta ni de la gente. El mundo al que se refiere es un sistema. La palabra que se traduce como mundo es la palabra griega cosmos, que significa «un sistema, un orden de cosas». «No améis al mundo [no amen el cosmos] ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él» (1 Juan 2:15). «No os conforméis a este mundo…» (Romanos 12:2). «¡Gente adúltera! ¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios?…» (Santiago 4:4).

          Todos estos versículos usan la palabra mundo en un sentido diferente; no hablan del planeta, ni de la gente, sino de un sistema, un orden de cosas. El mundo no tiene que ser horroroso. A veces pensamos en algo mundano como un bar o un casino. El mundo puede ser muy hermoso, muy atractivo. Usted puede ser moldeado por algunas cosas muy agradables y altisonantes. Es simplemente un orden de cosas, un sistema de cosas que son contrarias a nuestro Señor y sus caminos. En 1 Pedro 3:3, Pedro habla de cómo una esposa que es salva puede ganar a su esposo inconverso para Cristo. Le dice cómo comportarse, cómo hablar y cómo ser realmente hermosa. Él dice: «Vuestro adorno no sea el exterior con peinados ostentosos del cabello, adornos de oro, ni vestir ropa lujosa».

          La palabra adorno es la misma palabra que se traduce como mundo más de cien veces en la Biblia. Fácilmente podríamos parafrasear a 1 Pedro 3:3 así: «No permita que su mundo sea el mundo del salón de belleza, la joyería o la tienda de modas». A veces la gente lee ese versículo y piensa: «Una mujer no debe usar joyas, no debe ir al salón de belleza, ni usar maquillaje». Esto no es una orden en contra de verse bien. Usted no va a agradar a su esposo por no cuidar la manera en que usted se ve; arreglarse y cuidarse también es parte de su personalidad y su deseo de verse presentable. ¿Qué está diciendo Pedro aquí? No dice que está mal arreglarse el cabello. No está diciendo que está mal usar joyas. Seamos razonables, él también dice: «No permitan que su adorno sea el de vestir ropa…» Si está mal arreglarse el cabello, si está mal usar joyas, entonces está mal usar ropa. Él no está diciendo que estas cosas estén mal. Simplemente está diciendo que esa no debe ser su verdadera belleza; él está diciendo: «¡No permita que eso sea su mundo!».

          Excelente la explicación de un asunto que, por años, no sólo ha llegado a confundir a muchos cristianos, sino incluso a dividirlos en doctrinas diferentes y en denominaciones distintas y hasta ferozmente opuestas entre sí. ¿Se dan cuenta qué victoria le damos al enemigo cuando nos `peleamos entre nosotros por tonterías que han sido muy claramente explicitadas en la Biblia? Claro, la duda que nos queda, es: ¿Por qué si todo esto está tan claro en su expresión bíblica escrita, el problema sigue vigente? Simple: porque una gran mayoría de cristianos no lee su Biblia, apenas permite que otros las lean en su lugar y luego se las interpreten a su gusto.

          Y los hombres dicen: «Sí, ¡dígales!». Si estuviera hablando a los hombres, podría decir: «Cuyo mundo no sea el de los negocios, ni el de los deportes». Estas cosas no son malas en sí, pero pueden meternos en un molde. Ya sea que esté simbolizado por el emblema de nuestro equipo favorito o por el logotipo de una compañía comercial, si no tenemos cuidado, podemos abrazar este sistema de valores que la Biblia llama mundo, el enemigo externo, y puede alejamos de nuestro Señor. La carne: el enemigo interior «Ahora bien, las obras de la carne son evidentes. Estas son: fornicación, impureza, desenfreno, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas, disensiones, partidismos, envidia, borracheras, orgías y cosas semejantes a éstas, de las cuales os advierto, como ya lo hice antes, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios» (Gálatas 5:19-21).

          En este pasaje al decir «carne», la Biblia no se refiere a su piel, su cabello, sus nervios. No habla de cuerpos físicos; su cuerpo físico no es malo. En verdad, Romanos 12:1 dice que usted debe presentar su cuerpo al Señor como un sacrificio vivo; 1 Corintios 6:19 dice que su cuerpo es templo del Espíritu Santo. Su cuerpo no es malo, Dios hizo su cuerpo y es para ser presentado a él como un templo. La Biblia usa la palabra carne refiriéndose a la predisposición que tenemos a pecar, la vieja naturaleza adámica que recibimos de nuestros padres. ¿De dónde la obtuvieron ellos? De sus padres. ¿Y ellos de dónde la obtuvieron? ¡De Adán! Gústele o no, dentro de todos nosotros hay un enemigo llamado carne, la vieja naturaleza de pecado.

          Usted sabe que está ahí. Está presente en todos nosotros. Efesios 2:3 dice: «por naturaleza [nosotros] éramos hijos de ira«. El rey David escribió: «Los impíos se alienaron desde la matriz; se descarriaron desde el vientre, hablando mentira» (Salmo58:3). ¿Ha meditado usted alguna vez sobre el hecho de que nunca tendrá que enseñarle a un niño pequeño a mentir? Usted tiene que enseñarle a decir la verdad. Tampoco tendrá que enseñarle a ser egoísta, tiene que enseñarle a no serlo. Todos tenemos un enemigo interior, que se llama carne. El diablo me obligó a hacerlo A algunos les gusta decir: «El diablo me obligó a hacerlo». Amigo, le tengo noticias. Si el diablo se evaporara, usted seguiría pecando. Usted no puede culparlo a él de todo.

          Tenemos dentro nuestro suficiente maldad como para pecar: ese viejo deseo que la Biblia llama «la carne». Un niño escupió a su hermana, le pegó con un palo de escoba y la llamó con un sobrenombre feo. La madre le dijo al terco chico: -Jorge, ¿por qué hiciste eso? ¡No debiste hacerlo! ¡Eso fue muy malo! El diablo te obligó a hacerlo. El niño dijo: -El diablo me obligó a llamarla con un sobrenombre feo y a pegarle con un palo de escoba, pero el escupirla fue idea mía. Creo que nos sorprendería si supiéramos qué tanto es idea nuestra y qué tanto es pura carne.

La escalera de la tentación

          ¿Dónde es tentado usted? Usted sólo puede ser tentado en tres áreas, pues eso es todo lo que hay. ¿Sabe usted de qué está hecha su naturaleza? De espíritu, alma y cuerpo. Y si usted es tentado tendrá que ser tentado en el cuerpo, el alma o el espíritu. En 1 Tesalonicenses 5:23, el apóstol Pablo dice: «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; que todo vuestro ser -tanto espíritu, como alma y cuerpo- sea guardado sin mancha en la venida de nuestro Señor Jesucristo». Este versículo habla de la esencia de la naturaleza, espíritu, alma y cuerpo. Pero ¿qué significa espíritu, alma y cuerpo? Dios es un Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Nosotros somos hechos a su imagen, y somos una unidad de tres partes en nuestra propia naturaleza, sólo una débil representación de la trinidad del Dios omnipotente.

El primer peldaño de la tentación es el cuerpo

          El cuerpo es la primera parte de su naturaleza que es tentada. El cuerpo es el más obvio porque usted puede verlo. El cuerpo es simplemente como un traje espacial que usamos para poder vivir en este planeta. La Biblia llama a ese cuerpo nuestra morada terrenal. Nosotros vivimos en un cuerpo. Sus apetitos corporales pueden ser un peldaño para la tentación. El segundo peldaño de la tentación es el alma Dentro de su cuerpo hay un alma. La palabra griega para «alma» es psuche. Cuando la palabra se españoliza, queda psíquico, psiquiatría y psicología. Su alma es su parte psicológica, su mente, sus emociones y su voluntad. El alma es lo que lo hace ser esa maravillosa persona que es. Es su sentido del humor, su intelecto, su gusto, su idiosincrasia.

          Otra palabra para alma es ego o yo. El alma o el ego es otro peldaño de la tentación. El tercer peldaño de la tentación es el espíritu Y, ¿qué de su espíritu? Por mucho tiempo, cuando yo era un joven cristiano, pensaba que el alma y el espíritu eran básicamente lo mismo, la parte invisible de nosotros. Pero la Biblia hace diferencia entre el alma y el espíritu. Recuerde 1 Tesalonicenses 5:23: «…todo vuestro ser -tanto espíritu, como alma y cuerpo- sea guardado sin mancha en la venida de nuestro Señor Jesucristo». En Hebreos 4:12 leemos: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos. Penetra hasta partir el alma y el espíritu…». Ahí se hace una distinción.

          ¿Qué es el espíritu? El espíritu se parece mucho al alma en el sentido de que es invisible. El espíritu y el alma son indivisibles, pero no son idénticos. El espíritu del hombre es lo que lo hace diferente de todas las demás criaturas. Ninguna de las otras criaturas tiene espíritu, sólo el hombre. Porque somos hechos a imagen de Dios, y Dios es espíritu. «Dios es Espíritu; y es necesario que los que le adoran, le adoren en espíritu y en verdad» (Juan 4:24). Cuando llegamos a ser salvos, «El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios» (Romanos 8:16). El espíritu es esa parte de su naturaleza que puede conocer a Dios, que puede tener comunión y compañerismo con Dios.

Entendiendo el cuerpo, el alma y el espíritu

  • Con mi cuerpo, tengo vida física y conozco el mundo que está bajo mis pies.
  • Con mi alma, tengo vida psicológica y conozco el mundo alrededor y dentro de mí.
  • Con mi espíritu tengo vida espiritual y conozco el mundo que está sobre mí. Las plantas tienen cuerpo, pero no espíritu ni alma. Los animales tienen cuerpo y alma (la vida consciente), pero no espíritu; y no pueden comunicarse con Dios, orar, concebir la eternidad, ni ser redimidos por el precioso amor de Jesucristo. Sólo el hombre tiene espíritu. Yo fui hecho para conocer tres mundos: el físico, el psicológico y el espiritual. El mundo que está bajo mis pies, el mundo que está dentro y alrededor de mí y el mundo que está sobre mí.

Saludable, feliz y santo

          Cuando mi cuerpo está bien, yo estoy saludable, y cuando mi alma está bien, yo estoy contento. Cuando mi espíritu está bien, yo soy santo. Así es como Dios quiso que el hombre estuviera. Así era Adán cuando salió de la línea de ensambladura. Tenía un cuerpo saludable, estaba feliz en su alma y era santo en su espíritu. Era una persona completa. Muchas personas que conozco están enfermas, son infelices o están apartadas de Dios. No funcionan bien porque no viven para lo que Dios las creó. Eso es lo que el pecado ha hecho a la raza humana.

          Cuando el diablo viene a tentar, ¿cómo lo hace? En el cuerpo, el alma o el espíritu. Esas son las únicas áreas donde usted puede ser tentado porque eso es todo lo que hay en usted. Usted dice: «Bien, eso es interesante, pero ¿de qué manera el hecho de saberlo me va a ayudar a sobreponerme a la tentación?». Preste atención porque voy a mostrarle cómo es que esto es algo práctico y no sólo teórico. C. C. Mitchell señaló con sabiduría que hay un ataque triple en la vida espiritual. Estoy agradecido por esa perspectiva.

El mundo ataca el alma

          Recuerde, usted tiene tres enemigos: el mundo, la carne y el diablo. Encontrará que cada uno de esos enemigos lo atacará en una parte de su naturaleza. El mundo lo atacará sobre todo en el alma. ¿Qué es el alma? El ego, el yo, la mente, las emociones y la voluntad. Un cristiano mundano es simplemente una persona cuya mente, emociones y voluntad han sido acopladas a los patrones del mundo.

          En la Biblia hubo un gran hombre llamado Abram, que tenía un sobrino llamado Lot; ambos vivían en la tierra de Canaán. Los dos eran adinerados, y tenían todo tipo de rebaños y ganado; pero la tierra no era suficiente para que habitaran juntos. «Entonces surgió una contienda entre los pastores de Abram y los pastores de Lot… (Génesis 13:7). Entonces Abram le dijo a su sobrino: «Por favor, no haya contiendas entre tú y yo, ni entre mis pastores y tus pastores, porque somos parientes. ¿No está delante de ti toda la tierra? Sepárate, pues, de mí. Si tú vas a la izquierda, yo iré a la derecha; y si tú vas a la derecha, yo iré a la izquierda» (Génesis 13:8,9). La Biblia dice que Lot escogió las llanuras bien regadas de Sodoma donde el césped era alto, verde y suculento.

          Cuando Lot descendió a Sodoma, se metió en toda clase de problemas porque Sodoma era una ciudad perversa, vil, horrible. Pero ¿por qué descendió a Sodoma? Él 7 C. C. Mitchell, Let´s Live (Grand Rapids: Revell, 1975) no fue allá porque era una ciudad vil, o por su perversión sexual. La razón fue porque había buenos pastos, y él quería tener allí sus rebaños y su ganado. ¿Por qué? Él no necesitaba más riqueza. Cuando un hombre obtiene cierta cantidad de riquezas, no necesita nada más. Aun Bill Gates no puede usar más de un par de zapatos a la vez, ni dormir en más de una cama a la vez. Cuando los hombres llegan a ese punto, no están ganando dinero, sino llevando la cuenta. Es más egolatría que otra cosa. Lo que Lot quería era ser el hacendado más grande de toda Canaán. Quería ser el rey de la colina. El mundo estaba atacando su ego, el alma. Era como muchos hombres de hoy en día. Muchos afirman confiar en Dios, pero sus actos demuestran cuán egocéntricos son.

 La carne ataca el cuerpo

          Y, ¿qué de la carne? ¿En dónde nos tienta? La carne, nuestra naturaleza pecaminosa, nos tienta principalmente en el área del cuerpo. El cuerpo no es malo, pero la vieja carne nos tentará en el área de nuestro cuerpo y nuestra vida física. Estamos hablando de pecados de glotonería, violencia, pereza, impureza, perversión. La carne toma nuestro cuerpo físico y lo usa como vehículo para la expresión del pecado sensual. Tenemos una ilustración de eso en el rey David. Él cometió el pecado de adulterio con Betsabé. ¿Qué pasó? Su carne usó su cuerpo como vehículo para el pecado, y deseó a Betsabé, la tomó y cometió un terrible pecado con ella. Pero, ¿fue esa una tentación del mundo? ¿Estaba David tratando de hacer un gran escándalo? ¿Quería que todos lo supieran? No, él intentó esconderlo. Él no tenía el ego subido en absoluto. Pero su cuerpo estaba bajo el ataque del apetito carnal.

          Cuando Dios dice: «Huid de la fornicación», cuando dice, «no cometerás adulterio», no está intentando mantenernos alejados de las relaciones sexuales; está llamándonos a disfrutarlas dentro de los lineamientos de su Palabra y su voluntad. Las relaciones sexuales son un maravilloso regalo de Dios, pero el diablo es un pervertido, y pervertirá lo que es bueno, virtuoso y santo. Así que él toma la carne, esa vieja naturaleza pecaminosa, y toma algo como el cuerpo, que es bueno, lo tuerce y lo pervierte. Mientras el mundo pelea contra el alma, la carne pelea contra el cuerpo.

El diablo ataca el espíritu

          Y ¿qué del enemigo infernal, el diablo? ¿Dónde nos ataca? ¿Por dónde viene él contra usted? Esto puede sorprenderlo, pero él no ataca principalmente el cuerpo, sino el área del espíritu. El diablo pelea contra su espíritu. Recuerde que el espíritu es la parte de su naturaleza que le permite conocer a Dios y rendirle culto, y eso es lo único que el diablo no quiere. Él quiere crear una división entre usted y Dios. El diablo no necesariamente quiere convertido en un borracho. Es posible que prefiera hacer de usted un hombre distinguido en el club campestre.

          ¿Qué tipo de publicidad es para el diablo un hombre borracho tirado en una calle cubierto con su propio vómito y rodeado de moscas? Él prefiere a un hombre seguro de sí mismo, que crea que puede manejarlo todo, que no necesita ninguna dependencia de Dios. El diablo no está en contra de la religión o la buena conducta. Igual de rápido lo enviará al infierno ya sea desde la banca de la iglesia o desde una calle. Cuando Jesús iba hacia el Calvario les dijo a sus discípulos que iba a ser crucificado. Simón Pedro dijo: «Señor, que esto nunca te suceda. ¡No Señor!». Jesús le dijo: «Pedro, Satanás te ha pedido para zarandearte como si fueras trigo, pero yo he orado por ti para que no falle tu fe».Y Pedro dijo: «Señor, si es necesario iré contigo a la prisión y hasta la muerte». Y Jesús le dijo: «Pedro, antes de que el gallo cante, tres veces habrás negado que me conoces» (Mateo 16:22; Lucas 22:33, 34, parafraseados).

          ¿En qué área de Pedro estaba trabajando Satanás? En su fe, su relación con Dios. De eso se trataba la tentación, de negar a Jesús. Les puedo asegurar que Pedro no tenía el ego subido. No era su alma la que estaba siendo atacada. No era que sus hormonas estuvieran hirviendo, como para que cometiera un pecado sexual o se emborrachara. No, su espíritu estaba bajo ataque, su fe se debilitó, y era el diablo el que estaba haciendo todo eso. Satanás vendrá contra usted y contra mí de la misma manera como atacó a Simón Pedro. Cuando lo hace, la Biblia nos dice que usemos el «escudo de la fe» para protegernos contra los dardos de fuego de la duda provenientes de Satanás (ver Efesios 6:16). Es así que los peldaños de la tentación son el cuerpo, el alma y el espíritu. El mundo ataca sobre todo el alma. La carne ataca principalmente al cuerpo, y el diablo ataca el espíritu.

Las etapas de la tentación

          Ahora consideremos las etapas de la tentación. Usted podrá observar que las tentaciones llegan a nuestra vida por oleadas. Las tentaciones de la juventud ¿Dónde está la tentación cuando se es joven? Sobre todo en el cuerpo. Los pecados del cuerpo son: relaciones sexuales ilícitas, drogas, violencia y pereza. Estos son en su mayoría los pecados de la juventud.

Las tentaciones de la edad madura

          Las tentaciones de la edad madura vienen principalmente del mundo. A propósito, siempre me río cuando pienso en la edad madura. Usted le pregunta a un hombre de 55 años: -¿Cuántos años tiene usted? -Soy de mediana edad -contesta él. ¿Cuántos hombres de 110 años conoce usted? Uno de los principales pecados de los hombres y las mujeres de mediana edad es el pecado del alma. Para entonces muchos de ellos se han sobrepuesto a los pecados de la carne, pero ahora caen en los pecados del alma, el ego, deseando ser los más grandes. Mi jardín, mi casa, mi automóvil, mi negocio, mis logros, mis medallas, mis premios, mis trofeos, mi esto, mi aquello.

          Ellos gastan su tiempo persiguiendo al mundo, intentando ser un gran señor y una gran señora. Las tentaciones de la vejez Usted sabe lo que pasa cuando realmente envejecemos. Llegamos a entender que somos demasiado viejos como para estar corriendo como niños por todos lados, y que en verdad no hicimos en nuestra edad mediana aquella gran cosa que quisimos hacer. Pero el diablo sigue atacando. ¿Sabe lo que el diablo les hace a las personas mayores? Produce en ellas duda y temor. El diablo llega y dice: «¿Sabe?, va a contraer una enfermedad desconocida, se va a morir y sus hijos no van a estar presentes para ayudarlo. Su pensión de retiro se va acabar. En realidad Dios no lo ama. Usted va a tener problemas». Y el diablo ataca su espíritu para traer temor y duda. La tentación puede presentarse en cualquier etapa de la vida, pero parece haber tentaciones más fuertes a ciertas edades.

El dominio de la tentación

          Piense en cómo dominar la tentación; esta es la mejor parte. ¿Cómo puede obtener victoria en el área de la tentación? Esto es muy maravilloso. Cuando usted entienda cómo están obrando el diablo, la carne y el mundo, entonces sabrá cómo obtener la victoria sobre estas tres áreas. Permítame darle tres palabras clave. Contra el mundo, la palabra clave es fe. Contra el enemigo externo, el mundo, la palabra clave es fe. «Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe» (1 Juan 5:4). La fe es lo que vence al mundo.

          En el versículo 5, Juan sigue diciendo: «¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?». No es sólo fe en el sentido general, es la fe específica en Jesús. Ver que él es el Hijo de Dios, esa es la victoria que derrota al mundo. ¿Cómo funciona? Recuerde cómo es el cristiano mundano. Es alguien con el ego elevado, alguien que está intentando satisfacer el hambre de vida oculta, con un impío sistema de valores. ¿Qué es un cristiano? Un cristiano es alguien que ha visto a Jesús con ojos de fe y comprende lo maravilloso que es él, y que ha encontrado su satisfacción en el Señor Jesucristo. La Biblia dice en 1 Juan 2:15: «…Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él». Ese es un versículo tremendo. Ahora note que no dice: ustedes no aman al Padre porque aman al mundo. Dice todo lo contrario, ustedes aman al mundo porque el amor del Padre no está en ustedes.

Qué hacer cuando la luz roja se enciende

          Usted va conduciendo su automóvil y mira el tablero. Ve que se enciende una luz roja que no había visto antes. Tiene el símbolo de una pequeña lata de aceite. Aunque usted no sepa nada de mecánica automotriz, sí sabe que esa luz es una advertencia. Significa que el motor de su automóvil ha perdido aceite, por lo tanto está bajo de aceite. Si continúa conduciendo así, podría dañar el motor. Si alguna vez observa que la pequeña luz roja en el tablero de su auto se enciende, permítame decirle qué hacer. Mantenga un martillo debajo del asiento delantero; y cuando esa pequeña luz se encienda, rómpala de un martillazo. Así se apagará y no habrá más problemas. Sí, sólo tome el martillo y rómpala, y problema solucionado. ¿Es este un buen consejo? ¡Claro que no!

          Esa luz roja en el tablero es sólo una advertencia. ¿Cuál? El motor de su automóvil necesita aceite, y atacar la luz no es la respuesta. A usted nunca se le ha dicho que luche contra el mundo. Si es mundano sólo hay una razón para serlo, su motor no tiene el aceite espiritual. «…Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él» (1 Juan 2:15). «Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe» (1 Juan 5:4). La fe es la que hace a Jesús real en nuestras vidas. Los mundanos nunca han encontrado su satisfacción en Jesús. Todos queremos ser satisfechos. La razón por la que la mayoría de la gente no encuentra satisfacción es porque la está buscando en el lugar equivocado.

          Cuando vemos lo que tenemos en el Señor Jesucristo, y entendemos realmente quién es él, el mundo pierde encanto para nosotros porque ya estamos satisfechos. Si usted está satisfecho con una suculenta comida, no querrá las migajas del diablo. Digamos que usted va a ofrecer una maravillosa cena, un exquisito lomo de res con papas al horno, ensalada y grandes vasos de limonada helada. ¿Y qué tal un pastel de limón como postre? ¡Será estupendo! Y supongamos que después de cenar yo salgo y alguien me ofrece un plato de migas rancias o algo que huele a podrido, diciéndome: «Tome, aquí tiene algo para comer». Yo diría: «No gracias, ya estoy más que satisfecho».

          Cuando usted se alimenta de Jesús, no necesita estar en el callejón comiendo de los basureros que le ofrece el diablo. El apóstol Juan dice: «…Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él» (1 Juan 2:15). ¿Cómo trata usted con el pecado de la mundanalidad? ¡Por medio de la fe! Necesitamos preguntarnos: «¿Realmente tengo fe?». La Escritura dice: «… ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?» (1 Juan 5:4, 5). «Pon tus ojos en Cristo tan lleno de gracia y amor y lo terrenal sin valor será a la luz del bendito Jesús». Un cristiano mundano es alguien que no ha encontrado su satisfacción en Jesucristo. Contra la carne, la palabra clave es: huir Cuando se batalla contra el enemigo interior, la carne, la palabra clave es huir. «Huye, pues, de las pasiones juveniles …» (2 Timoteo 2:22). «Huid de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo» (1 Corintios 6:18).

          Nadie le ha dicho a usted que puede vencer este pecado luchando contra él. Lo que debe hacer es huir. ¡Debe huir!, como si fuera un cobarde de primera clase. En 1 Corintios 10:13 leemos: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, quien no os  dejará ser tentados más de lo que podéis soportar, sino que juntamente con la tentación dará la salida, para que la podáis resistir». A veces esa vía de escape es dos piernas y una gran carrera. Simplemente salga de allí. Jesús nos enseñó a orar de la siguiente manera: «Y no nos metas en tentación…» (Mateo 6:13).

          No mire la basura de la televisión. No lea esas revistas. ¿Para qué meter eso en su mente? Al hacerlo está coqueteando con la tentación. Usted dirá: «Leer esas revistas sucias no me afecta». Si usted es hombre y lee eso pensando que no le afecta, es porque usted cree ser uno de estos dos hombres: Súperman o un gran mentiroso. No, usted no puede tomar el fuego en sus manos y no quemarse (Proverbios 6:27). Simplemente debe huir de estas cosas.

Es hora de sacar los pasteles

          Si usted quiere perder peso, saque de su casa esos pasteles. Si está intentando dejar de fumar, no ponga esos cigarrillos en el cajón por si acaso vuelve a fumar, ¡pues lo hará! Simplemente deshágase de ellos. Le doy gracias a Dios porque me casé con una mujer virgen. Yo fui también al altar siendo virgen. Tuve tentaciones como todo muchacho las tiene. Cuando era niño me dijeron: «Un joven se convierte en lo que piensa». ¡Me pregunto por qué no me convertí en una muchacha! En la universidad mantuve un lema sobre mi escritorio: «El que no quiera caer no debe andar por lugares resbalosos». «Huid de la fornicación». «Huye también de las pasiones juveniles». No busque ver qué tanto puede acercarse. No se salpique. Eso es como jugar con fuego, como jugar con cerillas sobre paja. Padres, cuando sus hijos tengan citas, no necesitan ir a sitios de encuentro solitarios. Permítales ir al juego de fútbol donde hay 50.000 personas. Y cuando vuelvan a casa, si se conocen lo suficientemente bien, y es hora de un beso de despedida, permítales hacerlo frente a la casa con la luz encendida y papá mirando a través del ojo de la cerradura con una escopeta de cacería. Usted tampoco se meta en esa clase de tentaciones.

José y la señora de Potifar

          La Biblia nos dice que José fue atacado en la carne por parte de la señora de Potifar (desconocemos su primer nombre, sólo sabemos que era la esposa de Potifar). José era administrador de la casa, el gerente, y Potifar era funcionario del faraón y capitán de la guardia egipcia. Su esposa miraba al joven José, que evidentemente era muy apuesto. Ella quería tener una aventura con él. Un día lo tomó por su manto e intentó llevarlo a la cama. José quedó petrificado y huyó dejándole la túnica en sus manos. José sencillamente salió de allí (ver Génesis 39:7-12). Conozco a algunos predicadores de hoy que son muy insensatos. Yo creo que ellos habrían dicho: «Bueno, señora de Potifar, usted no debe actuar así. Arrodillémonos al lado de la cama y oremos al respecto».

          Nunca intente hacer algo tan insensato. Contra el pecado de la carne usted no puede razonar ni resistirse. ¡La respuesta de Dios es correr en dirección opuesta, tan rápido como pueda! La palabra clave contra el diablo es: pelee Cuando nos encontramos con el diablo, estamos en batalla. La Biblia dice en Efesios 6:12: «porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra principados, contra autoridades, contra los gobernantes de estas tinieblas, contra espíritus de maldad en los lugares celestiales«. La Biblia dice en Santiago 4:7: «…Resistid al diablo, y él huirá de vosotros». Jamás huya del diablo, ¡Jamás! Usted no puede correr más rápido que él. Cuando usted llegue al lugar hacia dónde se dirige, él ya estará allí. Sólo dé la vuelta y resístalo en el nombre de Jesús. Contra el mundo, la fe; contra la carne, huya; pero contra el diablo, pelee. La gente dice: «No le tengo miedo al diablo». Eso no es lo más importante. ¿El diablo le tiene miedo a usted? Así debe ser.

          Usted puede ir contra Satanás en el nombre de Jesús, y según Santiago 4:7, él huirá de usted. La Biblia dice en Apocalipsis 12:11: «Y ellos lo han vencido por causa de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, porque no amaron sus vidas hasta la muerte». En realidad usted sí puede vencer al diablo. Mande a correr al diablo La próxima vez que el diablo le salga al encuentro, y usted sepa que el diablo está intentando alejarlo de Dios, usted no tendrá que pensarlo mucho, puede resistirlo. Primero, asegúrese de que no hay pecado en su vida, pecado sin confesar y sin arrepentimiento. Limpie su corazón.

          Entonces si el diablo le sale al encuentro dígale: «Te resisto, te reprendo y te enfrento en el nombre de Jesucristo. Yo soy salvo. Mi pecado está bajo la sangre del Cordero que es Cristo. Soy nacido de nuevo. Mi cuerpo es el templo del Espíritu Santo de Dios. Tú no tienes derecho, ni autoridad en mi vida. En el nombre de Jesús, ¡vete!»; y él huirá de usted. Usted puede ser victorioso Amigo, Dios nos ha dado la victoria. «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, quien no os dejará ser tentados más de lo que podéis soportar, sino que juntamente con la tentación dará la salida, para que la podáis resistir» (1 Corintios 10:13). • Contra el mundo, fe. ¡Enamórese de Jesús! • Contra la carne, huya ¡Salga de ahí! • Contra el diablo, pelee. Resístalo, porque mayor es el que está en usted que el que está en el mundo (1 Juan 4:4). Vivamos victoriosamente. ¡Que el Padre selle esta verdad en su corazón! Usted puede conocer la victoria y convertir la tentación en triunfo.

          Para mi gusto, y supongo y respeto que tú puedas tener el tuyo propio, esto que acabamos de leer es la mejor síntesis de guerra espiritual que he visto. El autor expone respecto a la cualidad y calidad de tus probables ataques, y de la cualidad y calidad de tus seguras armas. Qué hagas con ellas, cómo resuelvas tus estrategias personales, ya es asunto tuyo, pero jamás podrás decir que nadie te lo advirtió. Aquí, Adrián nos ha advertido a todos, y necio será quien no le crea. Y quizás derrotado.

CAPITULO 6

Acerca del Bautismo de los Creyentes

          Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Mateo 28:19,20

          El bautismo es una de las experiencias más importantes, significativas y hermosas de la vida cristiana. Usted será muy bendecido cuando se someta a él. No estoy hablando de una tradición de la iglesia, sino del bautismo bíblico. Puede ser que usted haya escuchado a alguien referirse a «la doctrina bautista del bautismo por inmersión». Eso no es una doctrina bautista. Si los bautistas tienen doctrina bautista, deben deshacerse de ella. También debemos anular la doctrina metodista y la doctrina episcopal, como tales, e ir a lo que dice la Biblia. Si lo que le muestro no está en la Biblia, entonces no lo crea, pero si está en la Biblia, diga: «Lo creo porque es la Palabra de Dios».

          Alguien puede decir: «El bautismo es sólo incidental. En realidad no hace ninguna diferencia». Quiero deshacer esa filosofía, si esa es su posición. El bautismo no es incidental, es fundamental. Nunca minimice lo que Dios ha maximizado. Piense en el ministerio del Señor Jesucristo. Él tuvo un ministerio de tres años y medio. ¿Cómo comenzó? Bautizándose. ¿Cómo lo concluyó? Ordenando el bautismo, con la llamada Gran Comisión. Antes de ascender al Padre, él dijo: «Toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado… « (Mateo 28:18-20). Jesús lo ordenó. No debemos quitarle importancia a algo sobre lo cual Jesús enseñó tan fuerte y enfáticamente. Le mostraré por qué el bautismo es una doctrina tan importante en la Palabra de Dios.

El método del bautismo: inmersión

          Algunos dicen: «La Biblia enseña toda clase de bautismos; por aspersión, por inmersión o por vertimiento de agua». No, así no es. Sólo hay un tipo de bautismo con agua enseñado en la Biblia, y es el de inmersión. El ejemplo de Jesús Veamos cómo fue bautizado Jesucristo. En Marcos 1:9, vemos un cuadro del bautismo de Jesús: «Aconteció en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán». El río aquí mencionado es el río Jordán. Jesús no fue bautizado cerca del Jordán o con agua del río Jordán, él fue bautizado en el río Jordán.

          El versículo 10 continúa diciendo: «Y enseguida, mientras subía del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu descendía sobre él como paloma». Ahora, si él subía del agua ¿dónde estaba? ¡Dentro del agua! La tinta negra sobre el papel blanco hace obvio que Jesús fue bautizado por inmersión. A propósito, ¿Por qué hizo Jesús este viaje? La Biblia dice que fue de Nazaret de Galilea a donde estaba Juan en el Jordán. Eso significa aproximadamente noventa y seis kilómetros. Este no era un bautismo de conveniencia. Juan no estaba bautizando ahí debido al paisaje. Yo he estado ahí, y no es un lugar bonito. ¿Por qué estaba bautizando Juan el Bautista en ese lugar?

          No tenemos que adivinar. Lo sabemos porque la Biblia nos lo dice en Juan 3:23: «Juan también estaba bautizando en Enón, junto a Salim, porque allí había mucha agua; y muchos venían y eran bautizados«. Si bautizáramos por aspersión, podríamos bautizar a 7.000 personas con una vasija de agua. La razón por la que Juan bautizaba allí es simple: porque había mucha agua, y se necesita mucha agua para bautizar. Un bautismo dificultoso A veces bautizar presenta ciertas dificultades. Estuve en Kenia, en las afueras de Nairobi, e hice un viaje de misiones con otras personas para visitar una tribu de altos guerreros llamada Masai. Salimos al monte en un Land Rover y vimos gacelas saltando, junto con los avestruces, las cebras y los osos hormigueros de más de dos metros de alto.

          A medida que nos alejábamos, con el Kilimanjaro a la vista, llegamos a un pequeño pueblo masai donde nuestro amigo misionero había estado predicando el evangelio de Jesucristo. Al ser salvos los masais, querían ser bautizados, pero como no había ningún estanque por allí, cavaron un hoyo en la tierra, lo que para mí parecía exactamente una tumba, y lo forraron con plástico. Luego trajeron agua en el Land Rover y lo llenaron. Aquellas personas fueron bautizadas en un hueco que parecía una tumba. Esto encaja, pues el bautismo realmente se asemeja a un entierro. Pero, ¿por qué tanta dificultad? ¿No habría sido mucho más fácil sólo sacar una cantimplora y rociarlos a todos?

El departamento de bomberos al rescate

          El bautismo a veces es difícil. En la primera iglesia que pastoreé después de terminar mis estudios, el bautisterio tenía un pequeño grifo para el agua de un diámetro aproximado al tamaño de mi dedo pulgar. Por consiguiente, se necesitaba mucho tiempo para llenarlo con suficiente agua como para bautizar a la gente. Anuncié que íbamos a tener un servicio de bautismos el domingo en la tarde, y algunas personas llegaron de fuera de la ciudad. Cuando llegué al templo miré el bautisterio; estaba completamente seco. El conserje había olvidado abrir el grifo, y yo sabía que se necesitaba toda la tarde para lograr que se llenara. Entonces, dije: «Querido Dios, ¿qué voy hacer?».

          Y como tuve un momento de «inspiración», llamé al departamento de bomberos y les dije: -¿Ustedes se especializan en las emergencias? -Sí -dijeron ellos. -Bien, tengo una emergencia -les dije. Les pedí que enviaran un camión cisterna. Ellos llenaron de inmediato el bautisterio con agua mohosa, pero logré bautizar a la gente. Habría sido mucho más fácil hacerlo de alguna otra manera, pero había que bautizar por inmersión. La primera persona que bauticé cuando todavía era yo un pastor joven, la bauticé en un riachuelo de la Florida. Dirigí a Willie Vereen a Cristo, y ella quería ser bautizada. Como yo no sabía bautizar, tampoco sabía cómo sostener a la persona, pero entramos al agua deslizándonos en el barro. Qué gran gozo fue. Era un día frío para la Florida, y cuando sus pies tocaron el agua fría, ella empezó a temblar, pero entramos al agua y la bauticé.

          No siempre se hace fácil bautizar por inmersión. Recuerde que Jesús fue de Nazaret de Galilea al lodoso río Jordán para ser bautizado. ¿Por qué? «Juan también estaba bautizando en Enón, junto a Salim, porque allí había mucha agua» (Juan 9:23). Mucha gente busca la conveniencia en vez de mantenerse firme en su convicción. Creo que pronto veré algunas iglesias hacer miembros vía telefónica y bautizar sus fotografías. Lo cierto es que no debemos buscar conveniencias en la fe.

El ejemplo de Felipe y el etíope

          El capítulo 8 de Hechos registra la historia de Felipe, que fue guiado por el Espíritu al desierto. Felipe se encontró con un etíope que iba viajando. Este había estado adorando en Jerusalén, y Felipe lo abordó y lo guio a Cristo. Entonces el hombre quiso ser bautizado. En Hechos 8:36 leemos: «Mientras iban por el camino, llegaron a donde había agua, y el eunuco dijo: ‘He aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?’ «. Aquel eunuco era el tesorero de la reina Candace de Etiopía, y viajaba en un carruaje. Usted sabe que ellos tenían agua potable y tenían agua para bañarse. No necesitaban una tacita de agua para un servicio por aspersión.

          Siguiendo en el versículo 38: «Y mandó parar el carro. Felipe y el eunuco descendieron ambos al agua, y él le bautizó». Ahora note esto: «Felipe y el eunuco descendieron ambos al agua, y él le bautizó». Ahora traduzcámoslo: «Los dos descendieron al agua, Felipe y el eunuco y Felipe lo sumergió». El versículo 39 sigue diciendo: «Cuando subieron del agua (si salieron del agua, ¿dónde estaban sino en el agua?), el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. Y el eunuco no le vio más, pues seguía su camino gozoso». Una vez más se aclara el punto: el bautismo bíblico es por inmersión. No siempre es fácil, pero ese es el método de realizar el bautismo.

El ejemplo de la iglesia primitiva

          El bautismo por inmersión originalmente fue practicado por la iglesia cristiana primitiva. El bautismo por aspersión o por vertimiento empezó a usarse como una manera de bautizar a personas enfermas o postradas, pero el bautismo por inmersión era el método preferido. El bautismo por aspersión sólo fue adoptado por la Iglesia Católica Romana como método predominante en el siglo XIII. Esto es evidente en los escritos de los padres de la iglesia primitiva: Tertuliano, 200 d. de J.C.: «Somos sumergidos». Cirilo, Obispo de Jerusalén, 348 d. de J.C.: «El cuerpo se sumerge zambullido en agua». Vitringa, 1700 d. de J.C.: «El acto de bautizar a los creyentes es la inmersión en el agua. Así también lo hicieron Cristo y sus apóstoles».

          A finales del primer siglo y principios del segundo, la Epístola de Bernabé incluyó la siguiente descripción del bautismo cristiano: «De hecho entramos al agua llenos de pecado y deshonra, pero salimos llevando fruto en nuestro corazón con temor [de Dios], y en nuestro espíritu la confianza puesta en Jesús». «Por consiguiente, este bautismo se da en la muerte de Jesús: el agua representa el entierro… el descender al agua, la muerte junto con Cristo; la salida del agua, la resurrección con él». Hipólito conserva el siguiente credo bautismal en sus escritos: «Cuando la persona que es bautizada entra en el agua, él lo bautiza, y poniendo su mano sobre él debe decir: ‘¿Cree usted en Dios, el Omnipotente Padre?’. Y la persona que se bautiza debe responder: ‘Sí, creo»‘ .

          También puede sorprenderle el hecho de que muchos de los fundadores y líderes de denominaciones que practican la aspersión reconocen en sus escritos la inmersión como el método bíblico original. George Whitefield (metodista), comenta sobre Romanos 6:4: «De cierto, las palabras de nuestro texto son una alusión a la manera de bautizar por inmersión». Conybeare y Howson (episcopales) comentan de Romanos 6:4: «Este pasaje no puede entenderse a menos que se entienda que el bautismo primitivo era por inmersión». Juan Calvino (presbiteriano): «La misma palabra bautizar, significa inmersión, y es cierto que la inmersión era la práctica de la iglesia antigua». Martín Lutero (luterano): «Podría decir que el bautismo debería ser por inmersión total, de acuerdo con el significado de la palabra». Philip Schaff (luterano): «La inmersión y no la aspersión, incuestionablemente fue la forma original del bautismo. Esto se muestra en el significado de la palabra griega y la analogía del bautismo de Juan hecha en el Jordán».

          En realidad, si usted algún día viaja a Europa y entra a alguna catedral antigua (hablo de catedrales católico romanas construidas antes del siglo XIII), encontrará que algunas tienen bautisterios como los que tienen los templos donde se acostumbra bautizar por inmersión; piletas donde uno puede sumergirse. El bautismo en la iglesia cristiana empezó con la práctica de la inmersión total, la cual seguía el ejemplo dado por Jesús. Hasta que no se convirtió el cristianismo en la religión oficial del imperio romano, los primeros cristianos bautizaban a los convertidos en algún río o en casas privadas. Sin embargo, después del siglo IV las congregaciones comenzaron a construir edificios separados expresamente para el bautismo.

          Esta costumbre continuó hasta que la práctica de inmersión total desapareció en la edad media. Hay abundantes ejemplos de los primeros bautisterios para inmersión total. El bautisterio que está al lado de la torre inclinada de Pisa, es sólo un ejemplo entre muchos. Los historiadores dicen que en Italia hoy en día todavía existen 67 bautisterios (para bautizar por inmersión total) que datan del siglo IV hasta el XlV. Bautisterios como el de Pisa fueron construidos aparte de la iglesia porque había bautismos sólo tres o cuatro veces por año (en Navidad, Pascua, Pentecostés y Epifanía). En algunos casos, cientos de personas eran bautizadas por el obispo, se les daban túnicas blancas y eran invitadas a unirse al resto de la familia de la iglesia en la puerta del lado de la catedral.

          Sin embargo, con el paso de los años, parece que se hizo más fácil simplemente regar un poco de agua sobre el candidato o incluso salpicar unas gotas (llamado afusión) sobre ellos. Un católico romano, el cardenal Gibbons, dijo: «Durante siglos, después del establecimiento del cristianismo, el bautismo normalmente se confería por inmersión, pero desde el siglo XII la práctica de bautizar por afusión ha prevalecido en la Iglesia Católica Romana, ya que este método es recibido con menos incomodidad que el bautismo por inmersión».

Bautismo, una palabra sin traducir

          ¿Sabía usted que la palabra bautizar es básicamente una palabra sin traducción en su Biblia? Realmente es una palabra griega, que significa «sumergir». La palabra era utilizada en el idioma ordinario no como una palabra religiosa. Una mujer que lava platos puede bautizarlos o sumergirlos. Si dos niños están jugando con agua, uno de ellos en lugar de decir: «Te voy a mojar», podría decir: «te voy a bautizar». La palabra en sí no tenía nada que ver con religión. Sencillamente significa «sumergir». Era sólo una palabra normal, ordinaria, sin significado religioso. Ahora tiene un significado religioso. La palabra bautismo es una palabra sin traducir. Ha sido transliterada de un idioma y puesta en otro.

          ¿Por qué no la tradujeron? Cuando Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera tradujeron el Nuevo Testamento decidieron no traducir la palabra baptizo, sino que la transliteraron. Así que lo que usted lee en su Biblia es una palabra sin traducir. Ellos sólo tomaron la palabra baptizo e hicieron una nueva palabra española a partir de ella. Así que cada vez, si usted quiere, cuando lea la palabra bautismo, mentalmente puede hacer su propia traducción. La palabra significa «sumergir». En griego epicheo significa «verter», rantizo significa «rociar» y baptizo significa «sumergir». La Escritura no usa esas otras palabras para bautismo. Sólo usa la palabra baptizo que significa «poner bajo el agua o sumergir». Algunas personas dicen: «Pero rociar se enseña en la Biblia», y encontrarán en alguna parte alguna ceremonia donde se rocía agua o un sacrificio en el que se rocía sangre.

          Cierto, la palabra rociar sí se usa, pero no tiene nada que ver con el bautismo. El significado de bautismo El significado y el método están inseparablemente entrelazados. Si cambia el método, se destruirá el significado. El método y el significado están unidos. El bautismo describe la obra salvadora de Jesucristo Pablo dice en Romanos 6:4-7:»Pues, por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque así como hemos sido identificados con él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la semejanza de su resurrección. Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado». Este pasaje dice que el bautismo es la descripción de la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo y nuestra muerte, sepultura y resurrección con él. Recuerde que el bautismo es imagen y símbolo del evangelio salvador de Jesucristo. Esa es la razón por la que decimos que debemos aceptar el método porque si usted lo cambia destruye el símbolo.

Cascada o mesa de café, cualquiera sirve

          Supongamos que usted, como nunca ha visto a mi esposa Joyce, me preguntara: -Adrian, ¿está usted casado? -Sí -le respondo. -¿Cómo es su esposa? ¿Tiene una fotografía de ella? -Sí, sí la tengo. ¿Le gustaría verla? -yo preguntaría. -Sí, por supuesto -me respondería usted. Así que tomo mi billetera y saco una foto. Quizá le muestro una foto de un automóvil de carreras, o de una cascada, o de una mesa de café. Entonces usted me preguntará intrigado: -¿Eso es su esposa? -No -le contesto yo-, pero cualquier foto sirve. ¿No sería eso ridículo? Si no se parece a ella, ¿por qué habría de mostrarle yo una mesa de café o una cascada, y decirle esta es mi esposa? No sirve. Eso no muestra a mi esposa.

          El bautismo es un cuadro de una muerte, una sepultura y una resurrección. Usted no puede representar una sepultura salpicando unas gotas de agua en la cabeza de alguien. Cuando usted es sumergido en el agua, es puesto en una tumba líquida. «Pues, por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida» (Romanos 6:4). La salida del agua simboliza una resurrección. Resucitamos para andar en vida nueva. ¿Qué es el evangelio? «…que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día conforme a las Escrituras» (1 Corintios 15:3, 4). Ese es el evangelio.

          Y eso es lo que representa el bautismo, que nosotros nos identificamos con el Señor Jesús y su evangelio salvador. Cuando Jesús fue bautizado, nos ilustró su muerte, su sepultura y su resurrección. Cuando nos bautizan ilustramos nuestra identidad con su muerte, su sepultura y su resurrección por nosotros. Muerte y sepultura Romanos 6:4 dice: «Pues, por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte …». El bautisterio es una tumba líquida. El bautizar a alguien es un servicio fúnebre. Mi bautismo fue simplemente un funeral del viejo Adrian. El viejo Adrian murió y el bautismo ilustró su sepultura. El único doliente que hubo fue el diablo. Él detestó verme morir, porque yo era su buen amigo. Así que el viejo Adrian está muerto y enterrado.

          Esta es la razón por la que nadie debe bautizarse antes de haber sido salvo. Si alguien se bautizara antes de ser salvo, equivaldría a ser enterrado antes de morir. Cuando usted es salvo, muere a la vieja manera de vivir, y dice: «Adiós viejo mundo, adiós», y se convierte en una nueva persona y, ¡el bautismo lo ilustra! «Así que los que recibieron su palabra fueron bautizados, y fueron añadidas en aquel día como tres mil personas» (Hechos 2:41). Primero ellos recibieron la palabra y luego fueron bautizados. En Hechos 10:46, 47 leemos: «pues les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios. Entonces Pedro respondió: ‘¿Acaso puede alguno negar el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo, igual que nosotros?»’. Primero usted recibe el Espíritu Santo y luego se bautiza. En Hechos 16:31-33, Pablo y Silas dijeron al carcelero de Filipos: «…’Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y tu casa’. Y le hablaron la palabra del Señor a él, y a todos los que estaban en su casa. En aquella hora de la noche, los tomó consigo y les lavó las heridas de los azotes. Y él fue bautizado en seguida, con todos los suyos». Primero, él oyó la palabra del Señor, creyó en Jesús y luego fue bautizado.

Novedad de vida

          Cuando usted se bautiza está ilustrando su muerte con Jesús. Pero el bautismo no sólo es semejante a la sepultura de Jesús y su sepultura con él, sino que también muestra la resurrección de Jesús y su resurrección con él. Usted no sólo es sepultado por el bautismo, sino que de acuerdo con la Escritura, también es resucitado. Romanos 6:4 dice que somos resucitado s para que «andemos en novedad de vida». Como puede ver, es más que sumergimiento. Es inmersión. ¿Cuál es la diferencia? Con el sumergimiento no se puede volver a salir. ¡Estoy seguro que le va a gustar la diferencia! Usted desciende, es puesto bajo el agua y luego sale resucitado para caminar en vida nueva. Le decimos adiós al viejo mundo, y saludamos al nuevo hombre. ¡Sólo piénselo! Piense en lo que esto ilustra. ¡He sido liberado de mi pecado! Mi pecado es enterrado en la tumba del olvido de Dios, ¡aleluya! Soy una nueva persona.

          El bautismo no sólo ilustra mi muerte y resurrección con Cristo, sino también mi glorificación final con él. Romanos 6:5 dice: «Porque así como hemos sido identificados con él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la semejanza de su resurrección». Uno de estos días tendré un cuerpo como el cuerpo resucitado del Señor Jesucristo. Todo esto es ilustrado en el bautismo, muerte, sepultura y resurrección de Jesús por nuestros pecados, y nuestra identificación con su muerte, sepultura y resurrección. Si el diablo pudiera quitarle tan sólo un mensaje a la iglesia, ¿Cuál sería? Ni siquiera tiene que pensarlo mucho ¡el evangelio! Al diablo no le importa lo que usted crea con tal de que no crea el evangelio.

          ¿Cuál es la única ordenanza que enseña el evangelio vez tras vez? El bautismo. «Pues, por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque así como hemos sido identificados con él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la semejanza de su resurrección» (Romanos 6:4, 5). El diablo ha hecho un trabajo muy sofisticado en algunas personas para que saquen esta maravillosa ilustración del evangelio de muchas de nuestras iglesias. Suponga que yo muriera y usted me llevara al cementerio y dijera: «Enterremos a Adrian». Si pusiera algunos granos de arena sobre mi cabeza y me dejara a pleno sol, eso sería una desgracia. Usted no me puede enterrar con unos granos de arena. Tampoco lo puede hacer con unas gotas de agua. Somos sepultados con él por el bautismo para muerte. ¿Qué simboliza el bautismo? Simboliza la muerte, sepultura y resurrección de Jesús. El bautismo enseña grandes doctrinas El bautismo ilustra el Calvario, la Pascua, el Pentecostés y la segunda venida. Así como yo salgo del agua, en la segunda venida de Jesús, aunque mi cuerpo esté en la tumba, saldrá de ella, así como salí del agua después de ser bautizado. Estas son verdades magníficas que se enseñan por la ilustración del bautismo.

El motivo del bautismo

          Hasta ahora en este capítulo hemos estudiado el método bíblico del bautismo, y espero haberle demostrado que es por inmersión. La forma como las personas fueron bautizadas en los tiempos bíblicos fue por inmersión. Yo le he mostrado el significado. El bautismo ilustra la obra salvadora de Jesucristo. Ahora veamos el tercer aspecto, el motivo del bautismo. Permítame darle un motivo de tres partes.

Un Señor a quien confesar

Usted se identifica con el Señor Jesús cuando se bautiza. El bautismo muestra que usted es un hombre nuevo o una mujer nueva y que tiene un nuevo Señor. Muestra que usted no se avergüenza de Cristo. Cuando usted es bautizado delante de otras personas, está diciendo: «Yo creo en Jesús». En los tiempos bíblicos la confesión de fe no consistía en pasar al altar. Muchas veces ni tenían edificios para la iglesia como tal. La confesión de fe era el bautismo. Cuando alguien era bautizado, decía: «Yo creo en Jesucristo. Me identifico con su muerte, sepultura y resurrección. No me avergüenzo de Jesús».

El bautismo no lo salva, muestra que usted ya es salvo

          Nunca piense que el bautismo salva o que ayuda en la salvación. Ese sería un error trágico. El bautismo representa su salvación. Es una hermosa ilustración de lo que sucedió cuando usted fue salvo. Es como el anillo de bodas que yo uso. Él no me hace ser casado, podría estar casado y no usado. Algunas personas pueden usar anillo sin estar casadas. Usarlo no me hace ser casado, y quitármelo no me hace ser soltero. Pero ¿sabe usted lo que ese anillo significa? Significa que no me avergüenzo de Joyce; no estoy tratando de engañar a alguien. Soy un hombre casado y pertenezco a esa dulce mujer. El anillo es sólo un símbolo, un emblema de que yo pertenezco a ella, y de que no me avergüenzo de ello. El bautismo es simplemente la manera como usted dice: «Yo pertenezco a Jesucristo. He sido sepultado con él, su muerte tiene mi nombre y he resucitado con él. Su resurrección es la vida resucitada que estoy viviendo, y pertenezco a él».

          Una vez que usted es salvo, siempre que le sea posible y tan pronto como pueda, debe bautizarse. Pero nunca confunda el simbolismo. Usted necesita «anunciarlo» Un domingo en la mañana en el servicio para niños, un pequeñito oró para recibir a Jesús en su corazón. Su papá le dijo: »Ve y dile al pastor que ya eres salvo y que necesitas ser bautizado». El niño fue donde el pastor y le dijo: «Mire, ya he sido salvado y necesito anunciarlo». ¡Eso me gusta! De eso se trata, cuando usted se bautiza, es anunciado. Está diciendo: «¡Oigan, miren! Pertenezco a Jesucristo». Un mensaje para transmitir He visto muchas veces que cuando alguien se bautiza, sus amigos y familiares llegan a la convicción. Eso es predicar el evangelio sin decir una palabra; es un sermón silencioso pero gráfico que dice: «Miren, al bautizarme estoy representando la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo. La antigua persona que era está muerta. Me estoy ofreciendo a aquel que murió por mí. Ya no me pertenezco». La Escritura dice que he resucitado «para andar en novedad de vida».

          ¿Quién no querría predicar ese mensaje ante sus seres queridos? ¿Quién no querría dar ese testimonio si es verdaderamente salvo? Estoy convencido de que algunas mujeres no quieren bautizarse por no echar a perder su costoso peinado, una cosa trivial, o simplemente no quieren pasar por esa dura prueba. Pero Jesús fue colgado en la cruz por ellas y murió en agonía cruel. No, hay un Señor a quien confesar, hay un mensaje que llevar, y tercero, hay un mandato para cumplir. Un mandato para cumplir Jesús no pide que se bauticen, él lo ordena. La gran comisión dice: «Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Mateo 28:19).

          Ahora supongamos que me da un infarto y caigo al piso e intento decir algo. Usted diría: «Se está muriendo y quiere decir algo. Escúchenlo. Son sus últimas palabras. Debe ser importante para él». Antes de regresar al cielo, Jesús dio unas últimas palabras: «Bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:19, 20). No minimice lo que nuestro Señor ha maximizado. Cuando Cornelio y su casa fueron salvos, Pedro «…les mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo» (Hechos 10:48). «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Juan 14:15). Aunque el bautismo no es necesario para la salvación, sí es necesario para la obediencia; y esta es necesaria para el gozo y la productividad en la vida cristiana.

          A veces usted podría decirle a Dios: -¿Por qué no puedo entender más la Biblia? ¿Por qué no hay más poder en mi vida? Dios, enséñame lo que significa este versículo. Señor, no lo entiendo. Señor, enséñamelo. -No te voy a enseñar nada -Dios podría decide. -¿Por qué no, Señor? -usted podría preguntar. -Pues porque ya te enseñé sobre el bautismo -podría Dios responderle-. Si no te has bautizado, ¿por qué he de mostrarte algo más? ¿Por qué debo darte más luz, cuando ya te he dado suficiente claridad sobre esto y te niegas a hacerlo? La Biblia dice: «Porque al que tiene le será dado, y al que no tiene aun lo que tiene le será quitado» (Marcos 4:25). Para entender aquella parte de la Escritura que usted no entiende debe obedecer la parte que sí entiende. Cuando empiece a obedecer lo que entiende, se sorprenderá de cuánta nueva luz irrumpirá en su vida. Hay un Señor a quien confesar, hay un mensaje que llevar y un mandato que cumplir. Dios nos ha ordenado bautizarnos.

          De nuevo quiero aclarar que el bautismo, ya sea por medio de unas pocas gotas o en un tanque lleno, no puede quitar el pecado. Usted puede ser salvo en cualquier momento y en cualquier lugar. Si el bautismo es necesario para la salvación, entonces una persona en un desierto no podría ser salva porque allí no hay suficiente agua para ser bautizada. No, en cualquier momento y en cualquier lugar que alguien llame al arrepentimiento por la fe en Jesús, la persona puede ser salva. No saque el «todo aquel» de la Biblia Si usted hace del bautismo un requisito, tiene que quitar de la Biblia la expresión «todo aquel». Usted tendrá que cambiado para que diga: «Todo aquel que crea en el Señor Jesucristo y sea lo suficientemente afortunado como para estar cerca del agua, y tener un predicador de mi denominación cerca será salvo». No, la Biblia dice clara, llana, dulce y sublimemente: «…Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa» (Hechos 16:31).

          Esta es una historia verdadera. En los años 60, cuando Lyndon Johnson era presidente de los Estados Unidos de América, un amigo mío visitó junto con sus hijos el Museo Smithsonian de la Historia Americana en la ciudad de Washington. Entraron a ver la colección de figuras de cera de las primeras damas, que mostraba a cada una de ellas desde 1909, con sus vestidos de gala para el momento de la toma de posesión. Ellos tenían especial interés en la figura de cera de la señora Lady Bird Johnson, quien en ese momento era la primera dama. Mientras estaban ahí hablando, notaron que alguien estaba detrás de ellos. Voltearon a mirar y ¡era la señora Lady Bird Johnson! que había ido a ver el vestido. Muy emocionados pensaron: «Esto es maravilloso. Miren, ella está justo aquí con nosotros».

          Justo después, un hombre entró con una cámara y dijo: «Amigos, ¿les molestaría hacerse a un lado? Quiero tomar una fotografía de la señora Lady Bird Johnson». Él hablaba de la figura de cera. Le dijo a la señora Lady Bird Johnson: «¿Puede moverse, por favor? ¿Puede quitarse? Quiero una foto de la primera dama». Piense al respecto. El bautismo no es lo que nos salva. Es la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo. Nunca sustituya la realidad por el símbolo. El bautismo bíblico Resumámoslo: El bautismo, como lo enseña la Biblia, tiene un método, un significado y un motivo. • El método: inmersión. Recuerde, si usted cambia el método, destruye el significado. • El significado: una ilustración de nuestra identidad con la muerte, sepultura y resurrección de Jesús, que es el evangelio. • El motivo del bautismo: confesar a Cristo, obedecerle y declarar su evangelio salvador. Si usted es salvo y todavía no se ha bautizado, haga planes lo más pronto posible para participar de esa maravillosa experiencia.

          El autor tiene sus muy buenos y respetables motivos para incluir en este trabajo todo un capítulo destinado a explicar el bautismo. Lo respeto y no es mi intención quitar o añadir cualquier otra interpretación al respecto, por atinada o esclarecedora que sea.  El lector tiene al Espíritu Santo morando en su ser interior y recibirá, de cada cosa que lee, una aprobación o una desestimación por parte del Espíritu. A Él deberá obedecer en cada caso.

CAPITULO 7

Cómo Discernir la Voluntad de Dios

          Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas. Proverbios 3:6

       Pensemos acerca de la voluntad de Dios para su vida. Su gran deseo debe ser conocer esa voluntad. Su gran deleite será hacer esa voluntad. Su gran peligro es negarse a hacer esa voluntad. Nada está bien para usted si no es la voluntad de Dios.

Seis mitos respecto a la voluntad de Dios

          Hay aproximadamente seis mitos respecto a la voluntad de Dios, y quiero ayudarle a destruirlos y sacarlos de su mente. 1. El mito del mapa.-  El primero es el que yo llamo el mito del mapa. Este mito consiste en creer que Dios le va a dar un mapa, señalándole el camino de su voluntad. Dios no le da un mapa, y me alegro de que no lo haga porque si lo hiciera, pienso que sería aburrido y le quitaría todo el encanto a la vida dirigida por Dios de la manera en que él nos dirige. Su voluntad no es un mapa, es una relación. Así que no crea que Dios va a decir: «De aquí en adelante vas a estar haciendo esto por cinco años. De aquí a diez años vas a estar haciendo aquello. Aquí estarás durante tres años, y luego estarás allí durante otros dos». No, él no hace eso.

          ¿Recuerda cómo Dios guió a los hijos de Israel por el desierto? Con una columna de nube durante el día y una columna de fuego durante la noche. Ellos no tenían que saber hacia dónde se dirigían. Todo lo que tenían que hacer era preguntar: «¿Puedo ver la columna de nube? ¿Puedo ver la columna de fuego?». Y eso es lo que usted necesita saber: ¿Tengo su presencia, su presencia consciente conmigo?

          Cierto. Es mucha la gente que, poseyendo excelentes dones no se mueve en absoluto porque, dicen, están esperando la orden de Dios. ¿Orden? ¡Dios ya dio una orden cuando nos dijo, a todos por igual, que debíamos predicar este evangelio hasta lo último de la tierra! Él sólo espera que los que ha dotado con los mejores dones, lo cumplan. ¿O será que esperan asegurarse que es Dios el que se los ordena, para que si algo no funciona puedan responsabilizarlo a él? ¡Oh humano fabricante de excusas!

  1. El mito de la miseria.- El segundo es el mito de la miseria. Si hago la voluntad de Dios, va a ser doloroso. Dios es alguien así como un aguafiestas celestial; si digo que haré lo que quieres que haga, dondequiera que sea, cuando quieras y al costo que sea, terminaré siendo un misionero en lo más profundo de alguna remota selva. Quizá sea comido por caníbales o algo así. Algunas personas tienen miedo de Dios. Pero lo que en verdad temen es rendirse al Señor, aunque Dios es un Dios amoroso y quiere para nosotros lo que querríamos si tuviéramos la suficiente lógica para quererlo. Dios es un Dios amoroso. No crea en el mito de la miseria.

          También es estrictamente cierto. Incluso hasta existen doctrinas supuestamente cristianas que todos conocemos que hacen, de la miseria material, el aparente punto de partida a una consagración plena. ¿Sabrán que Judas era el tesorero del grupo de Jesús, y que se robaba lo que había en la bolsa sin que ellos se dieran cuenta? ¿Y qué si robaba y nadie lo advertía era porque lo que había en esa bolsa no eran minúsculas moneditas? Teología de la pobreza, la han rotulado. Existe, está vigente y produce estragos entre gente ingenua, crédula y simple, cuyo único error es no conocer la Palabra genuina.

  1. El mito del misionero.Luego está lo que llamo el mito del misionero. La voluntad de Dios es sólo para cierta clase de personas. Dios llama a predicadores y a misioneros, pero no llama a personas comunes y corrientes. Escuche, Dios tiene un plan para el evangelista y para la secretaria. Él tiene un plan para el predicador y para el plomero. Tiene un plan para el maestro de la Escuela Dominical y para el banquero. Dios tiene un plan para todos nosotros. Así que no diga: «Espero que los misioneros puedan sentir el llamado de Dios. Espero que los predicadores puedan sentir el llamado de Dios en su vida». Repórtese para el servicio sin importar quién sea usted.

          Otra verdad sin discusiones. ¿Nadie recuerda haber leído donde se nos dice que somos un Reino de reyes y sacerdotes, y TODOS ministros competentes del Nuevo Pacto? De hecho, si la Biblia en algo dice que es todo, es porque es exacta y puntualmente eso: todo.

  1. El mito del milagro.- Después está el mito del milagro. Parece que tiene que suceder algo dramático para que usted sepa cuál es la voluntad de Dios. Tiene que ver alguna señal, escuchar alguna voz o algo así. Aunque Dios puede hablar milagrosamente, por lo general no lo hace. En 1 Reyes 19:11, 12, Dios le habla a Elías: «Él le dijo: ‘Sal afuera y ponte de pie en el monte, delante de Jehovah’. Y he aquí que Jehovah pasaba. Un grande y poderoso viento destrozaba las montañas y rompía las peñas delante de Jehovah, pero Jehovah no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero Jehovah no estaba en el terremoto. Después del terremoto hubo un fuego, pero Jehovah no estaba en el fuego. Después del fuego hubo un sonido apacible y delicado».

          Muchas personas que conozco quieren «terremotos» en lugar de «temblores». Quieren un ciclón o un incendio forestal. Quieren algo espectacular para conocer la voluntad de Dios. Si usted por lo general quiere saber cuál es la voluntad de Dios para su vida, ahí está el sonido apacible. Primero está oscuro, después viene el alba grisácea, luego vienen los colores y las sombras, y después de un rato es pleno mediodía. Y pronto usted está conociendo la voluntad de Dios para su vida. Proverbios 4:18 dice: «la senda de los justos es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que es pleno día».

          Coincido. Me impactan y gozan los milagros que Dios pueda decidir realizar si ellos respaldan lo que es su Soberano propósito y voluntad. Pero si en una situación determinada a Dios le place no ejecutar milagro alguno, sino simplemente permitir que las cosas fluyan por los carriles habituales porque eso le conviene más al Reino, que así sea. Y al que le parezca que esto no es cristianismo, que presente sus quejas en el día final ante el tribunal que habrá de juzgarlo como lo hará con todos nosotros.

  1. El mito de perdí la oportunidad.- Luego está el mito de perdí la oportunidad. Usted dirá: »Ya perdí mi oportunidad. Cuando era joven Dios tenía un plan para mi vida. Ahora estoy viejo, creo que él probablemente quería que yo fuera un misionero y ahora es demasiado tarde para mí». Nunca es demasiado tarde para usted. Dios tiene un plan para su vida y en cada etapa de ella. Usted puede haber perdido la oportunidad del plan original de Dios para usted, pero me encanta el versículo de Joel 2:25 donde Dios dice: »Yo os restituiré los años que comieron la oruga, el pulgón, el saltón y la langosta… «. ¿No es eso magnífico? Así que, si usted cree haber desperdiciado algunos años, permita que Dios le dé un nuevo comienzo.

          Ustedes lo saben; me convertí a los treinta y un años. Esto significa que ya no era un jovencito, era un hombre joven, pero adulto. Pasé varios años siendo un cristiano quizás sincero, pero definitivamente bueno para nada. Hasta que un día, por allá por mis casi cincuenta años, Dios entendió que algo podía sacar de mis supuestos talentos. Y así fue que los convirtió en dones. Hoy tengo más de setenta y ni me planteo la posibilidad de retiro o jubilación. A la jubilación secular ya la tengo y vivo de eso, pero la espiritual no la espero sencillamente porque no existe. Soy todo lo útil que puedo y me sale, y lo seré hasta el último segundo de existencia en este planeta. No me atrevo a mencionar consagración, pero al menos es un honesto intento.

Volando bajo el «control de misión» de Dios

          Servía en una iglesia en Cabo Kennedy cuando por primera vez escuché de los misiles teledirigidos. Cada misil en la plataforma de lanzamiento tiene un plan, una trayectoria, un camino cuidadosamente trazado para su vuelo. Aun así, difícilmente vuelan según el plan original. Tienen computadoras a bordo, y los propulsores empiezan a virar y girar, y si un misil se desvía de su plan original, entonces replantean su trayectoria. Si vuelven a desviarse, vuelven a planear. Siempre están replanteando el curso. Es posible que nunca sigan el plan originalmente trazado, pero nunca están fuera de control. Si usted perdió el plan de Dios, sólo deje que él lo reprograme donde está. Sin embargo, si alguno de esos misiles se devolviera dirigiéndose hacia la plataforma de lanzamiento, ellos oprimen el botón y ¡bum! Eso es todo. Nunca permita que eso le pase a usted. No se rebele contra Dios, pero tampoco piense que es demasiado tarde para usted si ha perdido su plan.

  1. El mito del misterio.– Por último está el mito del misterio. Es como si la voluntad de Dios fuera un misterio. Como si Dios dijera: «Tengo una tarea para ti, y no te voy a decir cuál es. Busca y mira a ver si la descubres». Eso es algo absurdo. Sería como si yo le dijera a mi hijo: -Hijo, hay algunas cosas que quiero que hagas. Si las haces, serás muy feliz, y te recompensaré. Si no las haces, te castigaré y serás muy infeliz. -Bien, papá, ya que me lo has explicado, ¿qué quieres que haga? -diría mi hijo. -No te lo diré. Tú puedes deducirlo, pero más vale que no te equivoques. No, no y no. Eso sería ridículo. Dios quiere que usted conozca cuál es su voluntad. Aclaremos estos mitos Si usted pudiera encontrarse cara a cara con Jesús y pudiera preguntarle algo sobre usted, ¿qué le preguntaría? Creo saber. Sería esto: «Señor, ¿qué quieres que haga?».

          Yo creo que en las palabras del apóstol Pablo, al encontrarse con Jesús camino a Damasco, está implícita esa pregunta (ver Hechos 9). Es esa la mejor manera de conocerla voluntad de Dios, preguntándole a él, «qué quieres que haga». El apóstol Pablo preguntó: «qué quieres que haga», cuando se encontró con Jesús en el camino a Damasco. Este pasaje (Hechos 9) es el que nos dice mejor que ningún otro cómo conocerla voluntad de Dios para nuestras vidas. «Entonces Saulo, [ese era su nombre antes de convertirse en el gran apóstol Pablo] respirando aún amenazas y homicidio contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas en Damasco, con el fin de llevar preso a Jerusalén a cualquiera que hallase del Camino…, [«el Camino» era el nombre con el que identificaban a los cristianos «la gente del Camino»] (Hechos 9:1, 2).

          Los estaban tomando como prisioneros y llevándolos a Jerusalén. Algunos eran puestos en prisión y otros eran asesinados. «Mientras iba de viaje, llegando cerca de Damasco, aconteció de repente que le rodeó un resplandor de luz desde el cielo. Él cayó en tierra y oyó una voz que le decía: -Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: -¿Quién eres, Señor? Y él respondió: -Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que te es necesario hacer» (Hechos 9:3-7). Esta es una promesa maravillosa para Saulo respecto a cómo conocer la voluntad de Dios para su vida: Dios le haría saber lo que debía hacer. Vamos a encontrar algunos principios acerca de cómo podemos conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas.

          Saulo le hizo una gran pregunta al Señor, y en mi opinión otra gran pregunta estaba implícita: • Primera: «¿Quién eres, Señor?». • Segunda: «¿Qué quieres que haga?». ¿Puede usted pensar en dos preguntas mejores? «¿Quién eres, Señor?» y «¿qué quieres que haga?». Pablo pasó el resto de su vida aprendiendo la respuesta a esas dos grandes preguntas. Exactamente, quién era Jesús, y qué tarea tenía Jesús para él. Hoy nosotros necesitamos hacer las mismas preguntas.

Misiles teledirigidos, hombres y mujeres descarriados

          El hombre ha sido descrito como una criatura ingeniosa que ha perdido su camino en la oscuridad. Esta es una época en la que no nos sorprende nada de lo que pueda pasar. La tecnología nos llega tan rápido que es como si estuviéramos tomando agua de una manguera para incendios. Sin embargo, en esta época de los misiles teledirigidos, tenemos muchos hombres y mujeres descarriados. Puede que las personas quieran conocer la voluntad de Dios para su vida, pero no pueden conocer la voluntad de Dios por ellas mismas. En Jeremías 10:23, leemos: «Reconozco, oh Jehovah, que el hombre no es señor de su camino, ni el hombre que camina es capaz de afirmar sus pasos». Eso quiere decir que nosotros sencillamente no tenemos lo que necesitamos para conocer la voluntad de Dios por nosotros mismos. Permítame darle algunos principios a partir de la historia de Saulo narrada en el capítulo 9 de Hechos.

Primer principio: La guía es una promesa

          La guía es una promesa. «…levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que te es preciso hacer» (Hechos 9:6). Usted dirá: «Eso fue hace mucho tiempo y fue para Saulo. No puede ser una promesa para mí». Entonces permítame darle unos versículos más: «Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Efesios 2:10). Este versículo nos enseña que somos obra de sus manos. Es decir, hemos sido salvos por la gracia de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras que Dios preparó de antemano para que andemos en ellas. Dios tiene un plan ordenado para nosotros desde antes que este se desarrolle. «Por Jehovah son afirmados los pasos del hombre, y él se complacerá en su camino» (Salmo 37:23).

          Dios ordena sus pasos, uno por uno, ese es el plan de Dios para usted. «Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar. Sobre ti fijaré mis ojos» (Salmo 32:8). ¿Qué significa esto? Cuando mis hijos eran pequeños, se sentaban en la segunda o tercera banca mientras yo predicaba. A veces se portaban mal y nadie lo notaba, excepto yo. Pero podía decirles con la mirada: «Si no se portan bien, serán castigados cuando lleguemos a casa». Hombres, ¿alguna vez, mientras han estado en un restaurante, han empezado una conversación y al recibir la mirada de su esposa se han dado cuenta de que no deben seguir hablando de ese asunto? Es maravilloso que podamos tener ese mismo tipo de relación íntima con el Señor en la que él «nos dirige con su mirada».

          Piense en otras promesas: «Jehovah te guiará siempre…» (Isaías 58:11). Esa es una promesa sólida. «Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas» (Proverbios 3:6). ¡Qué promesa tan maravillosa! Lo que Dios le dijo a Saulo no fue sólo para él. Gracias a Dios que esa promesa también es para nosotros. Tengo un Padre sobre mí, que está controlando todas las cosas. Tengo un Salvador a mi lado, que dirige mis pasos. Tengo al Espíritu Santo dentro de mí, que me da energía y afecta mi corazón, mi mente y mi voluntad. Ahora, habiendo dicho esto respecto a la dirección y la voluntad de Dios prometidas, quiero que usted aprenda algunas cosas sobre la voluntad de Dios.

La voluntad soberana de Dios

          Primero está su soberana, absoluta o prevaleciente voluntad. Sus propósitos nunca pueden ser frustrados. Sin importar lo que usted haga, diga o piense, la soberana voluntad de Dios se va a cumplir. Ni una hoja de un árbol se mueve sin el control de su poder, ni una gota de lluvia cae a menos que él esté a cargo de todo. «Muchos planes hay en el corazón del hombre, pero sólo el propósito de Jehovah se cumplirá» (Proverbios 19:21). La voluntad permisiva de Dios No sólo está la voluntad soberana de Dios. También está su voluntad general o permisiva. Por ejemplo: «El Señor… es paciente para con nosotros, porque no quiere que nadie se pierda… (2 Pedro 3:9). «Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación…«(1Tesalonicenses 4:3). «Quiero, pues, que los hombres oren…» (1 Timoteo 2:8).

          Esta es la voluntad permisiva de Dios, pero no todos hacemos esta voluntad. Dios en su soberanía le ha concedido al hombre una libre voluntad con la que también puede desobedecerle. «Llamo hoy por testigos contra vosotros a los cielos y a la tierra, de que he puesto delante de vosotros la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tus descendientes» (Deuteronomio 30:19).

 La voluntad personal de Dios

          Dios tiene una voluntad para cada uno de nosotros. Él tiene tantos planes como gente, y está interesado en cada individuo. En realidad, «…aun vuestros cabellos están todos contados» (Mateo 10:30). «Por Jehovah son afirmados los pasos del hombre…» (Salmo 37:23). Dios tiene un plan para mi vida, para su vida y para la vida de cada uno de nosotros. Permítame resumido de esta manera:

  • La voluntad soberana de Dios es que los reinos de este mundo lleguen a ser los reinos de nuestro Señor y su Cristo. Eso va a suceder, ¡aleluya!
  • La voluntad permisiva de Dios es que hagamos elecciones correctas. Por ejemplo, los cristianos no deben casarse con incrédulos, pero a veces, trágicamente, lo hacen.
  • Creo que la voluntad personal de Dios para mí era que me casara con Joyce. Mire, yo creo que Dios la acercó a mí y me acercó a ella. Puedo recordar cuando la acompañaba desde la iglesia o la escuela y la dejaba en la puerta de su casa, y por todo el camino de regreso me iba orando: «Oh, Dios, ¡haz que me case con esa muchacha!». Y él lo hizo. La Palabra de Dios enseña que Dios tiene un plan especial, un plan específico, un plan personal para cada uno de nosotros. Él ordena nuestros pasos y eso es asombroso; es maravilloso que el Soberano del universo se interese por nosotros.

Él conoce su nombre

          Hemos aprendido la manera en que debemos orar: «Padre nuestro que estás en los cielos: Santificado sea tu nombre…» (Mateo 6:9). Un niño pequeño oró de la siguiente manera: «Padre del cielo, ¿cómo sabes mi nombre?». Él lo sabe. Él sabe su nombre. Usted no es una casualidad ni un accidente. Dios trata con cada uno de nosotros individualmente.

Segundo principio: La guía es provisional

          Ahora veamos el segundo principio. La dirección no sólo es una promesa, sino que también es una provisión. Hay algunas provisiones bíblicas si conocemos la voluntad de Dios.

Disposición

          Usted debe estar dispuesto a conocer la voluntad de Dios. ¿Está usted realmente dispuesto a hacer la voluntad de Dios? Si no, es posible que no llegue a saber cuál es esa voluntad. A veces las personas quieren construir una casa y ya tienen en mente el tipo de casa que quieren. Quizás ellos la han dibujado en un pedazo de papel sobre la mesa de la cocina, y entonces buscan un arquitecto. En realidad no le piden al arquitecto que diseñe su casa desde el principio, sino que le dicen: «Este es el tipo de casa que quiero. Esto es lo que yo quiero, ahora diséñela». Me temo que esa es la manera como a veces nosotros nos acercamos a Dios. Decimos: «Señor, aquí está lo que yo quiero para mi vida. Ahora, diseña un plan para mi vida». Realmente estamos pidiéndole que sobreponga y conforme su voluntad a la nuestra.

          Esta es una enorme verdad que, no por haberse dicho, enseñado y predicado decenas, centenares de veces, me temo que todavía no ha sido bien entendida y mucho menos aceptada y puesta por obra en la mayor parte de los cristianos. Debo reiterarlo con mis palabras en plena coincidencia con las del autor: no se trata de manipular a Dios para que haga nuestra voluntad, se trata de someterse a Dios y hacer Su voluntad. ¿Verdad que suena diferente? Suena diferente, tanto que en muchos casos, ha sido y sigue siendo el principal motivo por el cual Dios parece apartarse de alguien que lo busca, le clama y le ora de manera permanente.

          Supe de un vagabundo que pasó toda su vida caminando por el país de un lado al otro. Alguien le preguntó: -¿Cómo decide qué camino tomar? -Realmente para mí no hay ninguna diferencia. Sólo voy –contestó él. Entonces le preguntaron: -¿Qué hace usted si cuando va caminando llega a un punto donde el camino se bifurca? ¿Qué hace para determinar cuál camino tomar? -Sencillo. Tomo un palo y lo tiro al aire, y al caer al suelo, sigo por el lado donde indique el palo -dijo; y luego añadió-; a veces tengo que tirarlo seis o siete veces para que caiga bien.

          Muchos de nosotros somos así. Decimos: «usted sabe, yo sólo quiero hacer la voluntad de Dios». Pero seguimos tirando el palo hasta que caiga hacia el camino que queremos tomar. ¿Está usted realmente dispuesto? Pregúntese honestamente: «¿En realidad y con toda sinceridad quiero hacer la voluntad de Dios?». Usted debe tener disposición. Mansedumbre La Biblia dice que después de que Saulo se encontró con el Señor en el camino a Damasco: «…fue levantado del suelo, y aun con los ojos abiertos no veía nada. Así que, guiándole de la mano, le condujeron a Damasco» (Hechos 9:8). Es obvio que aquel, que una vez fuera un orgulloso y arrogante fariseo, ahora era manso de espíritu.

          En el Salmo 25:9 (RVR-1960) leemos: «…enseñará a los mansos su carrera». ¿Sabe usted el significado de la palabra manso? Significa «espíritu enseñable y quebrantado». En tiempos antiguos los vaqueros atrapaban a un semental salvaje y lo golpeaban para «amansarlo». No lo lisiaban porque querían mantener su fuerza. Querían conservar su fuerza y velocidad. Pero también lo hacían para poder ponerle una silla de montar y un freno. ¿Ha podido Dios alguna vez ponerle una silla de montar y un freno a usted? ¿Ha llegado al punto de decir: «Señor, qué quieres que haga»? ¿Es Jesucristo de verdad su Señor? ¿Es usted manso y dócil? A veces un muchacho de 14 años puede escaparse de la escuela diciendo: «No me pueden enseñar nada». Si esa es su actitud, probablemente tenga razón. No le pueden enseñar nada porque no tiene un espíritu dócil.

Franqueza

          Debemos preguntarle al Señor: «¿Qué quieres que haga?». En otras palabras: «estoy abierto». No debemos decir: «Ahora Señor, esto es lo que quiero hacer. Ayúdame a hacerlo». Simplemente estemos abiertos a la voz de Dios. Mire, Dios hablará, pero usted debe escuchar su voz. Muchas veces él habla con un sonido apacible y delicado, con una voz suave; él no grita (ver 1 Reyes 19:11, 12).Esa es otra razón por la que debemos reportarnos por la mañana para el servicio. ¿Tiene usted un «tiempo devocional»? Si Dios habla con voz suave, usted debe tener un «tiempo devocional» para oírlo. Si está rodeado de mucho furor, alboroto y ruido y alguien le está susurrando, no lo oirá. Es por eso que usted necesita tener un «tiempo devocional» para decir: «Señor, ¿qué es lo que realmente quieres que haga?».

          Nuestra oración debe servir tanto para escuchar a Dios como para hablarle ¿Ha tenido usted alguna vez una conversación con una persona que sólo habla ella y no lo deja a usted hablar? Esas personas creen que están teniendo una conversación, pero lo que en verdad están haciendo es pronunciando un discurso. Me temo que nuestra oración a veces es así. Decimos: «Escucha Señor que tu siervo habla», en lugar de, «habla Señor, que tu siervo escucha» (ver 1 Samue13:10).

Sumisión

          Usted debe rendirse a la voluntad de Dios. No es suficiente conocer la voluntad de Dios, ni es suficiente escuchar a Dios. Usted debe decir: «Señor, estoy listo para hacer tu voluntad». «Entonces Saulo fue levantado del suelo, y aun con los ojos abiertos no veía nada. Así que, guiándole de la mano, le condujeron a Damasco. Por tres días estuvo sin ver, y no comió ni bebió. Había cierto discípulo en Damasco llamado Ananías, y el Señor le dijo en visión: -Ananías. Él respondió: -Heme aquí, Señor. El Señor le dijo: -Levántate, ve a la calle que se llama La Derecha y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo de Tarso; porque he aquí él está orando… Entonces Ananías fue y entró en la casa; le puso las manos encima y dijo: -Saulo, hermano, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recuperes la vista y seas lleno del Espíritu Santo» (Hechos 9:8-11, 17).

          En este episodio aprendemos que Dios envió a un mensajero para instruir a Saulo. Aquel hombre llamado Ananías supo de Dios que Saulo era un vaso escogido para extender el evangelio. Vemos a aquel orgulloso fariseo, Saulo, ahora sumiso a las instrucciones de un discípulo de Jesús poco conocido. Eso es sumisión. Si usted no está dispuesto a rendirse a la voluntad de Dios, ¿por qué debería Dios mostrarle su voluntad? ¿Para qué? Imagínese a alguien que llega a una estación de servicio empujando un automóvil viejo, con las cuatro llantas desinfladas, el guardabarros golpeado, sin agua en el radiador, sin aceite en el motor y el tanque de gasolina oxidado. Es toda una chatarra.

          El dueño del automóvil le dice al dependiente: -Llénelo. El hombre mira el automóvil y pregunta: -¿Qué? El dueño le dice: -Llénelo. El dependiente le pregunta: -¿Para qué? Nosotros decimos: -Dios, muéstrame tu voluntad. Dios nos pregunta: -¿Para qué, si no te sometes? Si usted no está listo para hacer la voluntad de Dios, ¿por qué habría él de mostrársela? ¿Estaría usted dispuesto a rendirse lo suficiente como para firmar el contrato y decirle: «Ahora, Dios, escríbelo tú»? Si usted une todas estas cosas, va a conocer la voluntad de Dios para su vida. Ahora dirá: «Un momento. No puedo firmar este contrato antes de leerlo». Bien, en un negocio con otro hombre yo diría que es una idea sabia, pero con Dios es falta de confianza.

          Romanos 12:1, 2 dice: «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este mundo; más bien, transformaos por la renovación de vuestro entendimiento, de modo que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena agradable y perfecta». Puede que usted no conozca esa voluntad, pero la Escritura dice que es buena, agradable y perfecta. Dios lo promete. Él tiene una voluntad maravillosa para su vida.

Tercer principio: La guía es práctica

          Somos guiados por los milagros de Dios. A veces Dios guía por medio de milagros. Aunque no es una manera común, a veces él obra de manera sobrenatural con visiones, sueños y milagros. Él guió a Saulo por medio de un milagro. Jesús se le apareció; hubo una luz resplandeciente, Saulo cayó al piso y el Señor le habló con voz audible. A mí nunca se me ha aparecido de esa manera, pero en verdad es posible, aunque no es la regla. Esta es una excepción que demuestra la regla de Dios de obrar normalmente. Pero aun así no nos atrevemos a hacer a un lado los milagros.

Somos guiados por la Palabra de Dios

          En Hechos capítulo 9, Dios, además de hablarle a Saulo por medio de un milagro, le habló por medio de su Palabra: «…Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (Hechos 9:5). Saulo ya estaba lleno de la Palabra de Dios. Justo antes de esto había oído a Esteban predicar uno de los sermones más grandes jamás predicados, y estuvo presente cuando fue apedreado hasta morir (ver Hechos capítulo 7). Ahora el Señor mismo le estaba hablando. Recuerde que Saulo era un fariseo saturado de la Palabra de Dios. Todo esto empezó a unirse a medida que la Palabra de Dios le iba hablando a aquel hombre. Mucho de la voluntad de Dios para su vida se encuentra en la Biblia. Permítame decirle algo, y preste mucha atención. Nunca busque la voluntad de Dios respecto a algo que Dios haya hablado o prohibido claramente. Eso es arrogancia y es peligroso. Es insensato e infame pretender conocer la voluntad de Dios sin conocer su Palabra. Si él lo ha dicho en su Palabra, ¡esa es la voluntad de Dios para usted!

          Fui testigo cercano, en una ocasión, de un hecho de estas características, cuando un pastor de vida sumamente difusa en cuanto a su moral, oraba y clamaba a Dios pidiéndole que le hiciera conocer su voluntad respecto a una relación de adulterio que sostenía con una hermana de la iglesia, obviamente, a espaldas de su esposa. Él estaba diabólicamente convencido que esa hermana debía ser la líder de la alabanza y deseaba ubicarla allí a cualquier costo, sin tener en cuenta las motivaciones personales que tenía para ello. De hecho, jamás recibió respuesta alguna, y finalmente se divorció de su esposa, fue expulsado de la iglesia, abandonó a su amante y viajó a otro país donde, oh sorpresa, rehízo su vida sentimental con una hermana de ese lugar y… ¡Abrió una iglesia juntamente con su nueva esposa!

Somos guiados por personas de Dios

          Usted entenderá que Dios usará a otras personas para ayudarle a conocer la voluntad de él para su vida. «Había cierto discípulo en Damasco llamado Ananías, y el Señor le dijo en visión: -Ananías. Él respondió: -Heme aquí, Señor. El Señor le dijo: -Levántate, ve a la calle que se llama La Derecha y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo de Tarso; porque he aquí él está orando, y en una visión ha visto a un hombre llamado Ananías que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista» (Hechos 9:10-12). Dios usó a Ananías para ayudarle a Saulo a conocer su voluntad. ¿Será posible que Dios me esté usando para ayudarle a usted ahora mismo? Usted también puede ser usado por Dios para ayudar a otras personas.

          A menudo encontrará la voluntad de Dios de manera maravillosa en el contexto de una iglesia cristiana y con otros creyentes. Si usted está recibiendo instrucción, estímulo o dirección por parte de un hermano o una hermana, asegúrese de que ellos estén caminando en el Espíritu. Dios le confirmó a Saulo que Ananías venía de parte de él. Dios también le confirmará a usted si alguien viene de parte de él. Gracias a Dios por las personas que nos dan consejos sabios. Proverbios 24:6 dice: «Porque con estrategia harás la guerra, y en los muchos consejeros está la victoria». Dios es el consejero supremo y nosotros tenemos que obedecerle a él antes que a los hombres. Pero no sea arrogante pensando que no puede aprender de otras personas.

          Correcto el apunte del autor en cuanto a la calidad espiritual y la semblanza genuina de esas personas que aparecen en nuestras vidas para guiarnos a la madurez espiritual. Una cosa es sujeción a alguien decididamente sujeto a Jesucristo, y otra lo es para con alguien que vive un cristianismo carnal llevando a cabo las obras de su conveniencia con o sin aprobación de Dios. Lo primero es sujeción bíblica, lo segundo manipulación y hechicería, aunque tenga barniz cristiano.

Somos guiados por el Espíritu de Dios

          Otra forma como usted puede conocer la voluntad de Dios es por la guía del Espíritu de Dios. Este es el testigo interno. «Entonces Ananías fue y entró en la casa; le puso las manos encima y dijo: ‘Saulo, hermano, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recuperes la vista y seas lleno del Espíritu Santo'» (Hechos 9:17). Saulo también encontró la voluntad de Dios por el Espíritu de Dios. El Espíritu Santo de Dios nos conduce. Otro versículo maravilloso es Romanos 8:14: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios». Es muy claro, ¿verdad? «Guiados por el Espíritu de Dios». Y Gálatas 5:18: «Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley». Así es que el Espíritu Santo de Dios guía.

          Y me encanta la frase «guiados por el Espíritu». El Espíritu Santo nunca empuja. Él guía y dirige. Si usted siente una mano en su espalda empujándolo, no es el Espíritu Santo. Él es amable. Conozco gente compulsiva e impulsiva. No son personas que se dejan guiar. Son por lo regular religiosas y con frecuencia peligrosas. (No puedo resistir el paréntesis. A mí jamás se me ocurrió definir al religioso como peligroso, pero a Adrián sí se le ocurrió. ¿Y sabes qué? ¡Tiene razón!) Nosotros somos guiados por el Espíritu de Dios. Él guía, no grita. Recuerde el sonido apacible y delicado. Es muy interesante y muy mística la manera como Dios decide hacerlo.

          Pero todos tenemos historias maravillosas para contar. Yo debía ir a una reunión en el centro de la ciudad de Memphis, Tennessee en los Estados Unidos de América, y pensé que el hombre con quien iba a ir, otro pastor, iba a pasar a recogerme. A las 7:30 caí en la cuenta de que él no iba a pasar. Se suponía que yo debía estar en el centro de la ciudad a esa hora para un desayuno de trabajo. Ya era demasiado tarde. Recuerdo como si fuera ayer que estaba frente al refrigerador orando en voz alta: «Señor, ¿qué quieres que haga?». «Es demasiado tarde para ir a esa reunión, y ¿qué quieres que haga?».

          Sentía en mi corazón el impulso de invitar a mi esposa a desayunar. Ahora, aquí sigue lo más extraño. Dije: «Bien, Señor, la llevaré a desayunar. ¿Adónde debo llevarla?». Generalmente no oro respecto a dónde ir a desayunar. Pero yo no sólo estaba pensando aquella oración, sino que la estaba verbalizando, hablando en voz alta. No había nadie más en la cocina, sólo el Señor, y le dije: «Señor ¿a dónde la llevo?». Entonces sentí el impulso: «Llévala al hotel Holiday Inn que está en Alamo 1240″.Así que le dije a Joyce: Vamos» a desayunar al hotel Holiday Inn». Ya estábamos desayunando en la mesa que estaba al lado de la ventana, cuando un auto llegó y aparcó justo al frente. Cuando el conductor nos miró, se bajó del auto y entró donde estábamos, y me dijo: -Usted es Adrian Rogers, ¿verdad? -Sí señor -le respondí. Y él dijo: -No lo puedo creer. Usted es la única persona en todo el mundo a quien yo necesitaba ver hoy -dijo.

          Luego, me compartió un gran problema que tenía en su casa. -Oh, yo sé que mi esposa confiará en usted. ¿Hablaría usted con ella hoy, por favor? -Si van a nuestra casa, lo haré -le dije. Más tarde, ese sábado él y su esposa fueron a nuestra casa. Oraron en mi estudio y recibieron a Jesús en su corazón. Fue glorioso. Esas dos personas han sido miembros activos en nuestra iglesia durante aproximadamente dos décadas. Son personas maravillosas, creyentes piadosos, y sólo puedo creer que aquel día Dios me puso como un misil teledirigido al frente de esa ventana. El hombre dijo: «No lo puedo creer. Usted es el único hombre en toda esta ciudad a quien necesitaba ver, y aquí está».

          Pues bien, Dios sólo me dijo: »Ve a desayunar al hotel Holiday Inn». Es seguro que si todos estuviéramos andando en el Espíritu, sucederían más cosas. Pero suceden suficientes como para hacemos saber que debemos seguir esos dulces impulsos del Espíritu Santo. Y yo creo que el Espíritu de Dios en verdad nos guía de maneras místicas. Algunas personas están en contra de eso, pero yo soy lo suficientemente místico como para creer que el Espíritu Santo de Dios sencillamente nos dirige de esa manera. Somos guiados por la sabiduría de Dios Mire Hechos 9:20-22: «Y en seguida (Saulo) predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo: -Este es el Hijo de Dios. Todos los que le oían estaban atónitos y decían: -¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre? ¿Y no ha venido acá para eso mismo, para llevarles presos ante los principales sacerdotes? Pero Saulo se fortalecía aun más y confundía a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo».

          Es obvio que ahora Saulo sencillamente había sido provisto de sabiduría sobrenatural porque estaba lleno del Espíritu. La Biblia dice en Efesios 5:15-18: «Mirad, pues, con cuidado, cómo os comportáis; no como imprudentes sino como prudentes, redimiendo el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino comprende cuál es la voluntad del Señor. Y no os embriaguéis con vino, pues en esto hay desenfreno. Más bien, sed llenos del Espíritu». Dios da la sabiduría. ¿Qué es sabiduría? Sabiduría es ver la vida desde el punto de vista de Dios. Y cuando usted llega a ser salvo y se rinde, caminando en el Espíritu y lleno del Espíritu, encuentra que tiene la mente de Cristo. No tema usar su mente. ¿Para qué habría de renovar Dios su mente si no quisiera que la usara? Nosotros tenemos la mente de Cristo.

          La voluntad de Dios no se encuentra con los ojos llorosos ni ardor en el corazón, con la piel erizada, ni sintiendo escalofríos. No, se trata del santo sentido común. Santiago 1:5 dice: »Y si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos con liberalidad y sin reproche; y le será dada». Aclare sus motivaciones, enderece su corazón y luego haga lo que piensa. No tema usar su mente. El doctor J. L Packer dijo que «sabiduría es el poder de ver, y la inclinación a escoger la mejor y más alta meta con la plena seguridad de lograrlo». ¡Eso es bueno! Y así lo dice Santiago: «Y si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídala a Dios…». Él no lo recrimina por pedir. Él da la sabiduría.

Somos guiados por la providencia de Dios

          En Hechos 9:23, vemos que Saulo está enfrentando muchas dificultades por predicar a Jesús. Y a propósito, Jesús no vino a sacarnos de problemas, sino a metemos en problemas. Y de esa manera, ahora Saulo está metido en un gran problema. No significa que él no estuviera en la voluntad de Dios. No crea que si está en la voluntad de Dios todo va a ser miel y que no habrá abejas. «Pasados muchos días, los judíos consultaron entre sí para matarle; pero sus asechanzas fueron conocidas por Saulo. Y guardaban aun las puertas de la ciudad de día y de noche para matarle. Entonces sus discípulos tomaron a Saulo de noche y le bajaron por el muro en una canasta» (Hechos 9:23-25).

          Apenas me lo puedo imaginar. Aquí está el gran Saulo, que antes de todo esto era un hombre de influencia con el equivalente a tres doctorados, pero ahora lo están bajando por un muro en una canasta. Usted puede imaginar la humillación, casi la ignominia del asunto, pero aun así estaba dentro de la voluntad de Dios. Estamos hablando de la providencia de Dios, y el punto al que voy es este: Hay un Dios que vigila los asuntos de los hombres. Habían planeado matar a Saulo, pero Dios le permitió conocer esos planes. Hay una mano invisible que nos guía: la mano providencial de Dios. ¡Sólo Jesús! Permítame resumirlo. Podría tomar estos seis principios prácticos y ponerlos en una sola palabra. Parecerá simplista cuando lo diga, pero la voluntad de Dios para usted es Jesús. ¡Sólo Jesús!

          Esta no es sólo una charla piadosa. ¡De ninguna manera! La iglesia es el cuerpo y Cristo es la cabeza. ¿Correcto? Bien, ¿cuál es la voluntad de mi cuerpo? Mi cabeza. Yo no quiero que mi mano tenga voluntad propia. No quiero que ella se despierte una mañana diciendo: «Buenos días, señor Rogers, hoy voy a rascar su oreja, poner algo de comida en su boca, escribir algunas cartas para usted y afeitarlo». Yo no quiero una mano así, que tenga sus propios planes e intente servirme. No, la voluntad de Adrian para su mano es su cabeza. ¿Quién es la cabeza de la iglesia? Jesús. Ahora, amigo, tome estas cosas, ya sea la providencia de Dios, la gente de Dios, el Espíritu de Dios, lo que sea, póngale un nombre que lo domine, y sencillamente será Jesús.

          Enamórese de Jesús y dígale: «Señor, ¿qué quieres que haga?». Él puede usar muchas formas para mostrárselo, pero la voluntad de Dios para su vida es Jesús. Él es Señor, él es la cabeza de la iglesia, y usted debe rendirse a él. Por último, permítame darle tres principios acerca de la voluntad de Dios: • Primero: La voluntad de Dios es para su bienestar. No es algo que usted debe hacer, es algo que usted logra hacer. Usted desearía la voluntad de Dios si tuviera la suficiente lógica para desearla, si entendiera cuánto lo ama Dios. • Segundo: La voluntad de Dios nunca lo llevará a donde el poder y la gracia de Dios no lo puedan habilitar ni lo puedan guardar. • Tercero: Usted es libre de elegir. Dios no impondrá su voluntad sobre usted. Usted tiene libertad de escoger la voluntad de Dios. Usted no es libre para no escoger.

          Entonces, si usted dice: «No escogeré», sencillamente ha hecho una elección, y acaba de elegir no escoger. Usted es libre para escoger, pero no es libre para no escoger. Y preste atención: Usted no tiene la libertad para escoger las consecuencias de sus decisiones. Hace una elección, y la elección escogerá por usted. Usted es libre de saltar de un edificio de diez pisos. Esa es su elección. Pero luego, su elección escogerá por usted cuando golpee el piso. ¿Entiende lo que estoy diciendo? Usted es libre para escoger. Usted no es libre para no escoger. Usted no es libre para escoger las consecuencias de sus elecciones. De esta manera usted es realmente el resultado de sus decisiones. ¿Cuáles serían las cosas sabias que usted y yo podríamos hacer? Haga la primera pregunta que hizo Saulo: «¿Quién eres, Señor?». Luego hágase la pregunta: «Señor, ¿qué quieres que haga?».

          Alguien dijo con bastante criterio que el creyente no tiene que preguntarle a Dios si debe o no debe predicar el evangelio. Lo que sí debe preguntarle es dónde y de qué manera le será más productivo al Reino que lo haga. Esto es: tenemos libertad para tomar decisiones, pero si somos obedientes como debemos, esas decisiones sólo deberán pasar por el cómo, jamás por el qué. Porque el qué, ya fue ordenado por Dios.

CAPITULO 8

Acerca de la Fe y Cómo Tenerla

          Porque la Escritura dice: Todo aquel que cree en él no será avergonzado. Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos es rico para con todos los que le invocan. Porque todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán sin que sean enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio de las cosas buenas! Pero no todos obedecieron el evangelio, porque Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro mensaje? Por esto, la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Cristo. Romanos 10:11-17

          Imagínese que alguien deja dos cartas en la oficina de correos. Una está escrita en un lenguaje fino y elegante, en papel delicado y costoso, pero no tiene estampilla. La otra carta está escrita a lápiz en papel corriente, está manchada y llena de errores gramaticales y ortográficos, pero sí tiene estampilla. ¿Cuál de las dos cartas llegará a su destino? Por supuesto, la que tiene estampilla. No es la elocuencia ni la forma de nuestras oraciones lo que logra que sean efectivas, es la estampilla de la fe. Ore, crea, y recibirá. Ore y dude, y no recibirá.

          Si alguna vez en la vida hemos tenido la oportunidad de tener una fe en el Dios omnipotente, que haga temblar la tierra, que mueva montañas, que venza al diablo, este es el tiempo, este es el día y la hora. No sé lo que usted logre en su vida cristiana, pero yo puedo decirle la unidad de medida que medirá lo que usted logre. La Biblia dice esto clara y sencillamente: «…Conforme a vuestra fe os sea hecho» (Mateo 9:29). No es por su fama, por sus sentimientos o por su fortuna. Tampoco por sus amigos o su destino. Es por su fe que le será hecho. La fe es la unidad monetaria del reino de los cielos. Cuando usted va buscar alimentos al supermercado, los obtiene con dinero. Pero nosotros recibimos de Dios por fe. La fe es el mayor activo que tenemos. La incredulidad es el obstáculo más grande. La incredulidad es jefe de la maldad. La incredulidad es la madre del pecado, el padre del pecado, el origen del pecado. El pecado de todos los pecados es la incredulidad.

          La incredulidad hizo pecar a Eva contra Dios en el jardín del Edén, porque no creyó la Palabra de Dios. Los israelitas no entraron a la tierra prometida porque la incredulidad cerró las puertas. La Biblia dice: «Y vemos que ellos no pudieron entrar debido a su incredulidad (ver Hebreos 3:19). La incredulidad de la gente ató las manos de Jesús cuando estaba en su propia ciudad natal. La Biblia dice: «Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos» (Mateo 13:58). El Dios soberano se ha limitado muchas veces a trabajar según la fe, según la creencia del pueblo de Dios. ¿Cuál es el pecado que manda hoy a la gente al infierno? No es, la mentira, el asesinato, la violación o los incendios provocados. Tampoco es la perversión sexual, el orgullo o la arrogancia. ¡Es la incredulidad!

          ¿Sabe? Jesús murió por todos esos pecados. Todos han sido pagados con su preciosa sangre. La Biblia dice: «El que cree en él no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Juan 3:18). La incredulidad es la que cierra la puerta al cielo. «¿’Si puedes…’? ¡Al que cree todo le es posible!» (Marcos 9:23). En el reino espiritual, si usted no cree, nada es posible. La Biblia dice en Romanos 1:17: «…el justo vivirá por la fe». Así como usted vive físicamente por medio de la respiración y de la nutrición que obtiene por medio de la comida, también vive espiritualmente por la fe.

          Piense en todo lo que recibimos por la fe: • La salvación: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1).

  • La llenura del Espíritu: «para que la bendición de Abraham llegara por Cristo Jesús a los gentiles, a fin de que recibamos la promesa del Espíritu por medio de la fe» (Gálatas 3:14).
  • La victoria sobre el mundo. «Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe» (1 Juan 5:4).
  • La victoria sobre Satanás: «Y sobre todo, armaos con el escudo de la fe con que podréis apagar todos los dardos de fuego del maligno» (Efesios 6:16).
  • Santificación: «…para que reciban perdón de pecados y una herencia entre los santificados por la fe en mí» (Hechos 26:18). Piense en todos los problemas que surgen cuando no ejercemos la fe:
  • Preocupación: «Dios, no creo que puedas controlar esto».
  • Soledad: Dios parece lejano.

    . Culpa: Nuestra glándula de culpa se sobrecarga porque no confiamos en la limpieza de Dios. La fe es que nosotros creamos en la aceptación de Dios hacia nosotros.

  • Desobediencia: Si realmente creyéramos en la Palabra de Dios, no la violaríamos. Oro para que Dios escriba indeleblemente en su corazón las verdades de este capítulo. ¡Sí, las bendiciones de Dios vendrán a su vida si usted aprende a creerle a Dios! Es absolutamente necesario que usted aprenda a creerle a Dios. Considere conmigo los siguientes aspectos que le ayudarán a construir una fe vibrante. La realidad de la fe bíblica En Romanos 10:11 leemos: «…todo aquel que cree en él no será avergonzado«. Para que la fe sea real debe tener un objeto correcto. A veces la gente dice: «Sólo tenga fe, sólo crea».

          Cuando una persona me dice: «Sólo tenga fe», la primera pregunta que llega a mi mente es: ¿Fe en qué? Cuando dicen: «Sólo crea». Yo pregunto: «¿Sólo crea en qué?». No hay poder en la sola fe. No piense que hay algo místico o mágico en el solo hecho de creer. Su fe no es mejor que el objeto de la misma. La fe puesta en el objeto equivocado es peligrosa. No es la fe la que mueve montañas; es Dios el que lo hace. En Marcos 11:22, la Biblia dice: «Respondiendo Jesús les dijo: ‘Tened fe en Dios»’. Muchas personas piensan en la fe como si fuera un pensamiento positivo. Eso es lo que la gente cree que es la fe. Pero la fe no es un pensamiento positivo, aunque sí le ayudará a pensar positivamente. Y no hay nada de malo con el pensamiento positivo. Pero muchas personas creen que hay algo místico y mágico en el «sólo creer».

          La realidad de la fe bíblica dada en Romanos 10:11 es que debemos creer en él. Su fe no es mejor que el objeto de la misma. Si usted hace de la fe sólo un pensamiento positivo, ¿sabe lo que le va a suceder? Se va a desanimar, porque llegarán momentos en los que usted intentará pensar positivamente y no lo logrará. Un niño le dijo a su padre: -Papá, creo que reprobé mi examen de matemática hoy. El padre le dijo: -Eso es pensamiento negativo. Debes ser positivo, hijo. A lo que el niño contestó: -¡Estoy positivamente seguro de que la reprobé! Si usted mira a su interior y está intentando pensar positivamente, en realidad encontrará que en lugar de animarse se desanimará. Después de un tiempo entenderá que no tiene lo que necesita y esto le desanimará.

No ponga su fe en la fe

          Si usted pone fe en la fe, es un blanco para el diablo. El diablo vendrá y le dirá: -No eres tan bueno como para ser salvo. Usted debe decirle: -Ya lo sé, pero no tengo la fe puesta en mí. El diablo le dirá: -Hay hipócritas en la iglesia. Usted debe decirle: -No estoy poniendo mi fe en los hipócritas. Estoy confiando en el Señor. El diablo le dirá: -Pero no te sientes como debieras sentirte. Usted debe decirle: -No estoy confiando en mis sentimientos. Estoy confiando en el Señor. Usted puede pensar que entonces se marchará. Pero ¿sabe lo que hará?; esto es lo más astuto de todo. Dirá: -Si estás confiando en el Señor, ¿cómo sabes que tu fe es lo suficientemente fuerte? ¿Cómo sabes que tu fe es una cosa real? Ese es su truco más sucio y torcido.

          Muchos se desaniman y flaquean cuando oyen este argumento de Satanás. Si alguna vez el diablo intenta esta táctica con usted, sólo dígale: -No estoy poniendo mi fe en la fe. Mi fe está puesta en Jesús. La menor cantidad de fe puesta en el objeto correcto es mejor que mucha fe puesta en el objeto equivocado. Nosotros debemos creerle a Dios. ¿Recuerda lo que la Biblia dice en Hebreos 12:2? Debemos tener «puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…». Es decir, mirando a Jesús. No mire su apariencia. No ponga la fe en su fe. Ponga la fe en Dios. La realidad de la fe no es pensamiento positivo. No es la fe en la fe; es la fe en Dios. Una fe débil puesta en el objeto correcto es mejor que una fe fuerte puesta en el objeto equivocado.

          Este sigue siendo todo un tema entre los cristianos. No debería serlo, porque todos los cristianos leen la misma Biblia. Por ahí alguno le añade otras versiones, o recurren a biblias pertenecientes a sectores muy determinados. Sin embargo, aún con muchas diferencias, las diferentes Biblias coinciden en algo que dentro de la iglesia no tiene, precisamente, consenso ni coincidencia: la existencia de demonios y su trabajo sutil en la mente de los cristianos para apartarlos del camino que Dios les ha trazado para sus vidas. Y todos sabemos que, cuando pronunciamos la palabra “demonios”, en más de un templo se nos mira como bichos raros o, lo peor, como gente rematadamente loca. No le hace; lo que dice el autor aquí, es definitivamente cierto. Los que han peleado cara a cara con el enemigo, dan fe de ello.

          Usted puede preguntar: «¿Honrará Dios la fe débil?». Desde luego que sí. Si no lo hiciera, la mayoría de nosotros no recibiríamos nada de él. En Marcos 9:14-24 encontramos la historia de un hombre que tenía un hijo pequeño que estaba poseído por demonios. Él vino a Jesús y le dijo: -Si puedes hacer algo, ¡ten misericordia de nosotros, y ayúdanos! Jesús le dijo: -¿»Si puedes…»? ¡Al que cree todo le es posible! Inmediatamente el padre del muchacho clamó diciendo: -¡Creo! ¡Ayuda mi incredulidad! (vv. 22-24). Y Jesús le dio justo lo que necesitaba. El hombre tenía una fe débil, pero era una fe débil puesta en Dios.

          No estoy diciendo que debemos tener una fe débil. Es mucho mejor tener una fe fuerte. Jesús les dijo a sus discípulos, «…si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá; y se pasará. Nada os será imposible» (Mateo 17:20). ¿Qué estaba diciendo el Señor? La menor cantidad de fe es mayor que la más grande dificultad, si es fe en Dios. Si usted quiere que su fe se fortalezca, no ponga la fe en la fe. Ponga su fe en Dios. Esa es la manera de tener una fe fuerte: conocer quién es Dios. Si usted quiere cruzar un puente y no sabe si el puente va a resistir su peso, podría tener miedo y trataría de obligarse a creer. Podría juntar todo su valor para creer y así poder cruzar el puente. Eso sería ridículo. Simplemente mire el puente: Está hecho de concreto y acero, y por encima de él todos los días pasan camiones. Cuando ve el puente y entiende lo que este puede hacer, entonces es fácil para usted cruzarlo.

          Cuando usted ve quién es Dios, entonces en lugar de poner su fe en sentimientos positivos y en la fe, la pone en Dios, y su fe crece. Permítame usar otra ilustración. En la parte norte de los Estados Unidos de América, cerca del nacimiento del río Mississippi, en una ocasión hubo un invierno muy fuerte y el río se congeló en la superficie. Un hombre, en lugar de ir al puente, decidió cruzar caminando sobre el hielo. No vio a nadie más por ahí. Como se veía muy duro y grueso, el hombre dijo: «Creo que puedo cruzar por aquí. No tengo que caminar hasta el puente», y comenzó a cruzar el río caminando sobre el hielo. Cuando había avanzado cierta distancia desde la orilla, miró hacia la otra orilla y pensó: «Quizá no debería estar aquí. Es posible que este hielo no me sostenga. Si caigo, nunca sabrán lo que me pasó. Soy un tonto. ¿Qué estoy haciendo aquí?».

          Al darse la vuelta para regresar al otro lado, dijo: «Mejor camino suavemente». Luego pensó: «Mejor gateo, así no pongo todo mi peso en un solo punto». Después pensó: «Eso no es suficiente. Mejor me acuesto bien y me arrastro. Puedo romper el hielo. Que tonto soy. Mi esposa nunca sabrá lo que me pasó». Empezó a llorar, y entonces escuchó un sonido fuerte y crujiente. «Oh», se dijo. «El hielo se está rompiendo, soy hombre muerto». E inclinando su rostro empezó a orar: «Dios, sálvame, ayúdame Señor». El ruido fue acercándose, pero el hielo no parecía romperse. Levantó la cara y ahí estaba un hombre con un grupo de caballos y un carro cargado de leños, llevándolos al otro lado del río. Ese era el crujido que él oía.

          Cuando lo vio, pegó un salto, se sacudió el hielo y terminó su caminata hasta el otro lado del río. Ahora, ¿cuál fue la diferencia entre estos dos hombres? El segundo de ellos tenía conocimiento respecto a cómo estaba el hielo en aquel lugar. La realidad de la fe se basa en el conocimiento de Dios. «…aquel que cree en él no será avergonzado» (Romanos 9:33). ¿Quiere usted tener una fe fuerte? No intente creer. Busque conocer a Dios. «En ti confiarán los que conocen tu nombre…» (Salmo 9:10); «…el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará» (Daniel 11:32). Esa es la realidad de la fe bíblica. Su fe no es mejor que el objeto de la misma. Usted debe conocer a Dios.

La raíz de fe bíblica

          Toda verdadera fe bíblica no sólo está arraigada en conocer a Dios, sino en escuchar del Dios que conoce. «¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?» (Romanos 10:14). Luego en el versículo 17 dice: «Por esto, la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Cristo». Para tener fe, usted debe escuchar a Dios. Usted no puede conocer la voluntad de Dios adivinándola. Este versículo dice que la fe viene. Usted no la genera, ella viene. Dios da la fe. «Porque se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en él, sino también el de sufrir por su causa» (Filipenses 1:29). El creer nos es otorgado. Dios nos da la fe.

          Nadie puede creer en Dios a menos que él lo haga creer; y entonces, ¿cómo lo hará creer? Dios le da una palabra: «La fe es por el oír, y el oír por la Palabra de Cristo«. Por consiguiente, contrario a la creencia popular, usted no lo declara ni lo exige. Dios habla y usted lo cree y lo recibe. «La fe es la constancia de las cosas que se esperan, la comprobación de los hechos que no se ven» (Hebreos 11:1). ¿Qué significa esperanza? Hoy significa posibilidad o un fuerte deseo. Ese es el significado que le damos hoy a la palabra. Pero amigo, la palabra esperanza en la Biblia no significa lo que el mundo moderno cree. Esperanza en la Biblia significa una firme convicción basada en la promesa de Dios. Eso es esperanza. Significa seguridad fundida con anticipación. Esa es la razón por la que la Biblia llama a la segunda venida de Jesús la «bendita esperanza». Eso no quiere decir la «bendita probabilidad». Es la «bendita seguridad».

          ¿Cómo lo sabemos? Porque él lo dijo. Todavía no está aquí, pero sabemos que vendrá. ¿Cómo lo sabemos? Porque él lo ha dicho. «Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan…» (Hebreos 11:1, RV). Seguramente usted sabe lo que significa la palabra sustancia (lo que hay de permanente en un ser; cosa con que otra se alimenta y nutre y sin la cual se acaba). En realidad la palabra griega para sustancia es como la palabra en español. Sustancia implica algo en lo que usted se puede parar. Cuando usted vive por la fe, no está caminando sobre huevos o gelatina. Amigo, la fe no es gelatina. La fe es la sustancia de lo que se espera, cosas que Dios ha dicho. La raíz de la fe es la Palabra de Dios. La fe es por el oír la palabra de Cristo.

          ¿Cómo comunica Dios su Palabra? Ya dijimos que usted no puede tener fe a menos que Dios le hable. Bien, ¿cómo habla Dios? En el idioma griego hay dos palabras para palabra. Una es logos. Podríamos decir que logos es la Biblia, la Palabra escrita que habla de la Palabra viviente. La revelación de Dios, dada en Cristo, revelada en la Biblia, eso es el logos. Pero hay otra palabra que se traduce como palabra, y es rema. Esa es la palabra usada en Romanos 10:17. La fe viene por el oír, y el oír por la rema de Cristo. No el logos sino la rema. ¿Qué significa la palabra rema? Significa pronunciación, palabra hablada. Podríamos llamarla una palabra de la Palabra. Usted toma la Biblia, el logos, y a medida que lee, ella empieza a hablarle de la Palabra de Dios. Usted recibe la rema del logos. Recibe un pronunciamiento de Dios, y él habla y usted oye en su corazón. El predicador es sólo el mensajero que entrega la carta, pero Dios da el mensaje.

          No es suficiente escuchar un sermón. «¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?» (Romanos 10:14). Usted debe oír a Dios y debe recibir la rema de Dios. ¿Cómo habla Dios? Al usted leer la Biblia u orar, él pone esa porción en su corazón. Dios dice: «Esto viene de mí. Todo es verdad, pero esto es especialmente de mí para ti». Usted dirá: «Bien, él nunca me habla de esa manera». ¿Está escuchando? ¿Tiene usted tiempos de quietud? ¿Está usted saturado de la Palabra de Dios? ¿Está listo para hacer su voluntad? ¿Quiere escucharlo? ¿Se está reportando para el servicio? La raíz de fe es la rema de Dios.

El resultado de la fe bíblica

          ¿Cuál es el resultado, el propósito de la fe? ¿Qué hace la fe bíblica? La fe no es hacer la voluntad del hombre en el cielo; es la voluntad de Dios hecha en la tierra. El resultado de la fe es la voluntad de Dios. Recuerde que ya le dije que usted no puede tener fe a menos que escuche a Dios. ¿Sabe lo que va a oír cuando escuche a Dios? Va a oír la voluntad de Dios. Cuando él habla, dice: «Esto es lo que quiero que se haga, por consiguiente, quiero que lo creas». Usted no puede tener fe en algo que no es la voluntad de Dios. Si no es la voluntad de Dios, no puede haber posibilidad de tener fe respecto a eso. ¿Por qué? Porque la fe es un regalo de Dios. La fe viene de oír la Palabra de Dios, y él no le va a dar ni una palabra de algo que no sea su voluntad.  Eso es maravilloso porque Dios está en control. No crea que usted sencillamente pueda creer cualquier cosa que quiera y la obtendrá.

El toque de Midas

          Si yo tuviera suficiente fe, ¿podría convertir mi automóvil en oro sólido? No, a menos que Dios quisiera que eso sucediera. Eso mantiene a Dios en control. ¿Recuerda haber oído hablar del rey Midas? Se dice que él quiso que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Sencillamente amaba el oro y su deseo se hizo realidad. Él dijo: «Ahora voy a ser muy rico. Todo lo que quiera se convertirá en oro». Pero cuando fue a tomar su comida, esta se le convirtió en oro y no la pudo comer. Cuando besó a su hermosa hija, ella dejó de ser la hija a quien podía amar. Lo que él pensó que sería una bendición se convirtió en una maldición. Si usted tuviera fe ilimitada, esta se convertiría en una maldición para usted. Si sólo pudiera decir: »Yo puedo creer y obtener lo que quiera», enredaría las cosas. Esto lo pondría en el asiento del conductor en lugar de Dios.

          El resultado de la fe es que la voluntad de Dios se haga. Usted dirá: «Ah, eso significa menos bendiciones para mí». No, significa más bendiciones para usted porque, como lo dije antes, la voluntad de Dios no es algo que usted debe hacer, es algo que usted logra hacer. »Y esta es la confianza que tenemos delante de él: que si pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye» (1 Juan 5:14).

  • ¿Cuál es la realidad de la fe? La fe en Dios.
  • ¿Cuál es la raíz de la fe? Escuchar a Dios.
  • ¿Cuál es el resultado de la fe? Que se haga la voluntad de Dios.

La liberación de la fe bíblica

          ¿Cómo libera la fe? ¿Qué hace? ¿Cómo se convierte en una experiencia privada, personal? ¿Cómo liberará su fe hoy? La verdadera fe hace mucho más que sólo creer. La verdadera fe obedece. Si lo que usted dice creer no se traduce en acciones, usted no lo cree realmente. La palabra creer en el idioma inglés es believe; y viene del inglés antiguo live by (vivir por). Vivimos por lo que creemos. Lo demás es sólo conversación religiosa. Permítame decirle qué es fe. Fe es la creencia con pies. Usted pudiera decir: «No tengo la culpa de no poder creer. Es culpa de Dios por no darme fe. Usted dijo que nadie puede creer a menos que Dios le hable, y quizá Dios no me ha hablado, así que no es mi culpa». Justo antes de Romanos 10:17: «La fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Cristo», está el versículo 16, que dice: «mas no todos obedecieron el evangelio…».

          Ellos oyeron, pero no obedecieron. Si Dios habló, ¿por qué no obedecieron? ¿Por qué no creyeron? No todos somos creyentes. En el versículo 21 de este mismo pasaje dice: «Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo desobediente y rebelde». Dios está hablando, pero no todos obedecerán el evangelio. No todos liberarán su fe. Dios abre su mano, pero hay personas rebeldes y contradictoras que debaten. Oyen la Palabra de Dios y él les habla. El Espíritu Santo dice: «Sí, eso es verdad», pero ellos lo llevan más allá de la barrera del juicio de su mente, y dicen: »Yo no pienso creer eso». Usted puede creer si quiere. La incredulidad nunca sale de la cabeza sino del corazón. «Mirad… que no haya en ninguno de vosotros un corazón malo de incredulidad que os aparte del Dios vivo» (Hebreos 3:12).

          Pero luego, ¿que no es la fe un regalo de Dios? Sí, lo es; tal como lo es el respirar. Dios da el aire y Dios da los pulmones, pero usted se puede ahogar si quiere. Permítame resumido con algunos consejos claros y prácticos para que tenga una fe victoriosa:

  • Satúrese con las Escrituras. Recuerde que la fe viene por escuchar a Dios.
  • Dedíquese al Salvador. Recuerde que la fe no es mejor que el objeto de la misma. No es tanto una gran fe en Dios, sino una fe en un gran Dios.
  • Sepárese del pecado. El pecado sin confesar es un asesino de la fe. No sea desobediente y espere tener fe. Lea de nuevo Romanos 10:21. Si está teniendo problemas con la fe, arrepiéntase.
  • Actívese por el Espíritu. ¿Recuerda el viejo himno que decía: «Obedecer y confiar en Jesús»?. Recuerde que debemos obedecer el evangelio. La fe real es la creencia con pies. ¡Comience ya!

          Lo único que se podría añadir, tanto como para darle otra perspectiva al mismo concepto esgrimido por el autor, es que mientras la fe viene de Dios y es útil para consolidar convicción íntima, la creencia viene del hombre y apenas sirve para crear religiones, estructurarlas y, en casos, convertirlas en empresas pseudo-espirituales armadas para ganar dinero.

 CAPITULO 9

Cómo Ser Lleno del Espíritu Santo

          Mirad, pues, con cuidado, cómo os comportáis; no como imprudentes sino como prudentes, redimiendo el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad del Señor. Y no os embriaguéis con vino, pues en esto hay desenfreno. Más bien, sed llenos del Espíritu. Efesios 5:15-18

          Quiero que se imagine a un hombre que por primera vez en su vida ha comprado un automóvil cero kilómetros. Nunca antes ha conducido ni ha tenido un automóvil, y no sabe que por dentro tiene un motor. Como está orgulloso de su adquisición, invita a sus amigos y les muestra los magníficos acabados que tiene en la pintura, lo suaves que son los asientos, y dice: «¡Vean lo bueno que es, qué automóvil tan reluciente!». Pero dondequiera que vaya tiene que empujarlo. A veces cuando llega a un descenso, puede subirse y descender; pero eso no lo emociona mucho, pues sabe que por cada descenso que haga, en la siguiente colina tendrá que empujarlo hacia arriba. Aunque está orgulloso del automóvil y en cierta forma agradecido por tenerlo, muy dentro de sí desearía no tenerlo; se está volviendo una carga en lugar de bendición; en vez de llevarlo a él, le toca empujarlo.

          Entonces, alguien le dice: -Oiga amigo, quiero mostrarle algo. Observe: Esto es una llave de encendido. Introdúzcala justo aquí y hágala girar y -jrum! -¿Qué es eso? -Eso es un motor. Ahora, tome esa palanca; póngala en medio; empuje ese pedal; el automóvil empezará a avanzar con fuerza. -Oiga -dice aquel hombre- esto es maravilloso, asombroso. ¿Por qué nadie me lo dijo antes? ¿Por qué nadie me enseñó esto antes? Quizá usted dirá: «Esto es absurdo. Nadie es tan insensato». Bien, usted tiene razón, a menos que estemos hablando de un cristiano que no entiende el poder del Espíritu Santo de Dios.

          Muchos cristianos no entienden esa verdad cuando son salvos. Dios puso un motor en su salvación. No quiero hablar irrespetuosamente del Espíritu Santo al llamarlo motor, pero él es el dínamo, el poder de nuestra vida cristiana. Muchas personas están orgullosas de su cristianismo, pero ese hecho casi se constituye una carga para ellos, porque en lugar de llevarlos, ellos la empujan. Y sencillamente están llevando con esfuerzo el ser cristianos porque no han descubierto la maravillosa vida llena del Espíritu. Efesios 5:18 tiene un mandamiento de Dios: «…no os embriaguéis con vino, pues en esto hay desenfreno. Más bien, sed llenos del Espíritu». Cuando usted está lleno del Espíritu, el trabajo pesado se convierte en dinamismo. En lugar de hacer de su cristianismo una carga, este se vuelve una poderosa bendición para usted.

Razones para la vida llena del Espíritu

          Veamos algunas razones para que la vida sea llena del Espíritu. Primera: Su obediencia. Lea Efesios 5:18 de nuevo, «…no os embriaguéis con vino, pues en esto hay desenfreno. Más bien, sed llenos del Espíritu». Este es un mandamiento, no una solicitud. No es una sugerencia, sino una orden para obedecer. Suponga que un ministro del evangelio se tambalea hacia el púlpito con la lengua enredada, todo legañoso y despeinado. No faltará quien diga: «Creo que el pastor está enfermo». Entonces alguien más se acerca y dice: «¡Está ebrio!». Correría un murmullo. Se programarían reuniones. Pero la misma Biblia que dice: «no os embriaguéis», también dice: «sed llenos del Espíritu». Para ese pastor sería más pecado presentarse sin la llenura del Espíritu que si se presentara borracho.

          Puede que algunos no lo crean, pero la Biblia enseña que los pecados de omisión son peores que los pecados de comisión (ver Santiago 4:17). Es mayor pecado no hacer lo que se debe hacer, que hacer lo que no se debe hacer. En realidad si usted hace lo que debe hacer, no puede estar haciendo lo que no debe hacer, porque sólo puede hacer una cosa al mismo tiempo. Un hombre lleno del Espíritu no se embriaga. Sin embargo, usted podría estar sobrio y no estar lleno del Espíritu. A propósito, son más perjudiciales en nuestras iglesias las personas que no están llenas del Espíritu que las que se embriagan. Hacen mucho más daño las personas que están tratando de hacer la obra de Dios en su propia carne.

          Ahora tengamos una pequeña lección de gramática. Cuando la Biblia dice: «sed llenos», lo hace en el modo imperativo. Cuando usted quiere que alguien haga algo que es muy importante, le dice: «Es imperativo que haga esto». Eso quiere decir que es necesario, y está en el tiempo presente. En el pasaje no dice: «llénense», sino, «sed llenos». La pregunta no es: ¿Ha sido usted lleno?, sino: ¿Está usted lleno? Está dicho en plural, literalmente: «estad siendo llenados». El mandamiento no es sólo para el pastor, el evangelista o el maestro de la Escuela Dominical. Es para cada hijo de Dios. El mandato de ser llenos está en voz pasiva. No es algo que nosotros logramos, ni ganamos. Es un regalo de Dios. Es el Espíritu de Dios el que nos llena. El Señor anhela llenar a cada uno de los creyentes.

Sus obligaciones

          La primera razón para ser lleno del Espíritu Santo es la obediencia. Es indispensable que usted sea lleno del Espíritu Santo de Dios. Aquí está la segunda razón por la que necesita ser lleno del Espíritu Santo. No es sólo por obedecer sino también por obligación. Muchas personas piensan: «Si tan sólo supiera lo que debo hacer, entonces ya lo habría hecho». No, usted también necesita la capacidad para hacer lo que sabe qué debe hacer. Una cosa es saber lo que Dios quiere que haga, pero usted solo no puede hacerlo, sino que también debe tener el poder para cumplir sus obligaciones. Usted necesita ser lleno del Espíritu en su vida de adoración Considere sus obligaciones en su vida de adoración. En Efesios 5:19, el apóstol Pablo dice: «…hablando entre vosotros con salmos, himnos y canciones espirituales; cantando y alabando al Señor en vuestros corazones». ¿De qué habla aquí Pablo? ¡Adore!

          Para adorar como se debe, usted necesita ser lleno del Espíritu de Dios. Jesús dice que debemos adorar «al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca a tales que le adoren» (ver Juan 4:23). ¿Ha estado usted alguna vez en un aburridor servicio de adoración? Quizás haya estado en una iglesia aburrida, pero no en un servicio de adoración aburrido. La adoración real no es aburrida, es vigorizante. Pero un servicio apartado del Espíritu Santo de Dios se convierte en «horas tediosas e insípidas». Usamos el barniz de las bancas para tratar de deshacernos de un servicio en la iglesia que es «seco como el polvo». Qué triste es ver un templo lleno de personas vacías que intentan rebosar. Para evitar que la adoración se convierta en rutina y sea mundana, usted necesita ser lleno del Espíritu Santo de Dios.

Usted necesita ser lleno del Espíritu en su vida matrimonial

          Usted no sólo necesita ser lleno del Espíritu Santo de Dios en su vida de adoración. Si usted está casado(a), también necesita ser lleno del Espíritu en su vida matrimonial. «Las casadas estén sujetas a sus propios esposos como al Señor» (Efesios 5:22). En estos días de feminismo militante, este versículo es políticamente incorrecto. Algunos dirán: «Eso hace a la esposa inferior al marido». No, eso no es verdad. Todos sabemos que una mujer tiene un gran valor cumpliendo su papel de mujer según la voluntad de Dios, y que un hombre tiene un gran valor cumpliendo su papel de hombre según la voluntad de Dios. Dios nos hizo tan diferentes y a la vez puede hacernos uno solo en el matrimonio.

          La Biblia enseña que la esposa debe someterse a su esposo. Sumisión es cuando una persona se pone voluntariamente bajo otra persona igual, de manera que así Dios sea glorificado. No tiene nada que ver con inferioridad o superioridad. La Biblia enseña que Jesucristo está sometido a Dios el Padre (ver 1 Corintios 15:28). Dios el Hijo no es inferior a Dios el Padre. Él tiene un nombre que es sobre todo nombre. Y aun así está la línea de autoridad en la deidad. En este tiempo cuando la gente pelea por sus derechos, ¿cómo va a aprender a someterse una mujer? Sólo siendo llena del Espíritu Santo de Dios. Este pasaje no está dirigido sólo a las esposas. También se aplica a los esposos. Mire Efesios 5:25, donde le está hablando a los esposos: «Esposos, amad a vuestras esposas, así como también Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella». ¿Cómo puede un esposo amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia? Sólo estando lleno del Espíritu Santo.

          ¿De cuál de las dos partes exige Dios una tarea más difícil, de la esposa en someterse o del esposo en amarla? Es más difícil la tarea del esposo, porque él debe amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia. ¡Jesús murió por su iglesia! Eso es amor.

  • El esposo debe amar a su esposa sacrificialmente porque así es como Jesús ama a la iglesia.
  • El esposo debe amar a su esposa proveyendo para ella porque así es como Jesús ama a la iglesia.
  • El esposo debe amar a su esposa firmemente porque así es como Jesús ama a la iglesia.
  • El esposo debe amar a su esposa desinteresadamente porque así es como Jesús ama a la iglesia. A las esposas no les disgusta someterse a un hombre que las ama tanto como para morir por ellas y que lo demuestra en la manera cómo vive para ellas. Pero un hombre no tiene en sus propias fuerzas lo que necesita. Yo no tengo lo que necesito para hacer cualquier cosa como Jesús lo hace. Yo no puedo amar a mi esposa como Jesús me amó a mí, pero Jesús en mí sí puede amar cuando estoy lleno del Espíritu Santo.

          Este es un punto altamente espinoso en la iglesia, tal como lo da a entender el autor. Y lo es porque, desde la propia Palabra de Dios, mucho liderazgo no ha terminado de entenderlo. Y entonces van como un automóvil conducido por un ebrio, de guarda-rail a guarda-rail, haciendo eses y nunca viajando por el centro de la ruta, que sería lo correcto. O nos ponemos en línea con las hermanas feministas y hasta creamos centros feministas en la iglesia, o nos vamos al otro extremo, donde sujeción se confunde con despotismo, tiranía, abuso y hasta violaciones legales. Personalmente, creo que la Palabra dice ambas cosas, (Sujeción para ellas, amor para ellos), pero deja implícita la recíproca. ¿O una mujer no estará obligada a amar a su marido? Del mismo modo, creo que un hombre también deberá estar sujeto a su mujer, porque de otro modo no estaríamos cumpliendo aquello de someternos unos a los otros.

Usted necesita ser lleno del Espíritu en su vida laboral

          Efesios 6:5 dice: «Siervos, obedeced a los que son vuestros amos en la tierra con temor y temblor, con sinceridad de corazón, como a Cristo». ¿Sabe usted lo que esto significa? Que la persona a quien usted debe obedecer en su trabajo secular es a su jefe. Cuando usted sale a trabajar en la mañana, debe servir a su jefe como si él fuera Jesús. Ahora, usted dirá: «¡Un momento! ¿Obedecerle a ese ogro de dos patas? ¿Usted dice que debo servirle como si él fuera Jesús?». Léalo en su Biblia, está escrito en blanco y negro, y eso es lo que dice. El lema de nuestra sociedad actual es: «Consiga todo lo que pueda, empaque todo lo que consiga, siéntese encima y envenene a los demás».

          Muchos dirían: «Yo no doy ni una migaja por mi jefe. ¡No le serviré a ese hombre de esa manera! Le serviré a Jesús, ¡pero no a él!». Al contrario, usted debe servirle a Jesús sirviéndole a su jefe. ¿Por qué hacer eso? Ese puede ser su más grande testimonio. Su trabajo se convierte en la lámpara que permite que su luz brille y llegue a ser un templo de devoción. ¿Sabe lo que debería decir un patrón cuando llama a una agencia de empleo? «Necesito a algunos auxiliares y, a propósito, si tiene algunos cristianos mándemelos primero. Ellos llegan a tiempo, no roban, no chismorrean, trabajan con diligencia y me tratan como si pensaran que yo soy Dios. Si consigue más cristianos, envíemelos». ¿No cree que si los cristianos empezaran a vivir de esa manera los lunes, otros creerían lo que se enseña el domingo? No es de humanos vivir así. ¿Cómo puede vivir usted así en su vida laboral? Sólo si está lleno del Espíritu Santo de Dios.

Usted necesita ser lleno del Espíritu en su lucha diaria

          Pablo sigue hablando en Efesios 6:12 sobre la vida llena del Espíritu. Él dice: «porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra principados, contra autoridades, contra los gobernantes de estas tinieblas, contra espíritus de maldad en los lugares celestiales«. Usted está en una batalla y esa batalla es una guerra espiritual. Usted no está luchando contra sangre y carne. Su enemigo no es el Ministerio de Hacienda, ni su suegra ni los políticos, tampoco su vecino ni su jefe. El diablo es su enemigo. Por consiguiente, es una guerra espiritual, y a menos que usted esté lleno del Espíritu Santo, va a perderla. El diablo se ríe de nuestros esquemas, se mofa de nuestras organizaciones, ridiculiza nuestras buenas intenciones, pero él teme al Espíritu de Dios en un cristiano santo. Así que en su lucha diaria, usted necesita ser lleno del Espíritu de Dios.

Usted necesita ser lleno del Espíritu en su vida de testimonio

          En su vida de testimonio usted necesita ser lleno del Espíritu de Dios. En Efesios 6:18, 19, Pablo pide oración. Todo está en el contexto de ser lleno del Espíritu, y dice: «…también orad por mí, para que al abrir la boca me sean conferidas palabras para dar a conocer con confianza el misterio del evangelio». Pablo era un intelectual, un viajero mundial, que tenía una gran mente, pero sabía, como todo predicador, «que a menos que el Espíritu del Santo descienda, todo es en vano». Antes de predicar yo oro, ya que lo que yo puedo hablar al interior de los oyentes alguien más puede sacarlo. Pero lo que el Espíritu Santo de Dios les da es diferente. Esa es la razón por la que los apóstoles dijeron: «Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que le obedecen» (Hechos 5:32).

          ¿Sabe lo que yo quiero? Cuando estoy compartiendo quiero que el Espíritu Santo diga: «¡Eso es correcto! Escúchalo. Él está diciendo la verdad». Yo soy un testigo, pero el Espíritu Santo también lo es para aquellos a quienes Dios les ha dado el obedecerle. Usted tiene deberes en su vida de adoración, en su vida matrimonial, en su vida laboral, en su lucha diaria y en su vida de testimonio. Y amigo, usted no tiene la habilidad para vivir esa clase de vida. La vida cristiana es una vida sobrenatural, y debido a sus deberes, usted necesita ser lleno del Espíritu Santo.

Sus oportunidades

          Efesios 5:16 nos dice: «redimiendo el tiempo, porque los días son malos«. Estos son días malos. ¿Sabe usted qué es lo que está en gran demanda en estos días? Personas llenas del Espíritu. Nunca antes ha habido mayor oportunidad de compartir el evangelio que la que usted tiene en este momento, y en esta época. La gente lo ha probado todo y nada ha funcionado, y está mirando de nuevo hacia la iglesia y se pregunta: «¿Es eso real?». Usted y yo necesitamos comprar esas oportunidades y literalmente rescatar el tiempo. Cada día que usted viva sin la llenura del Espíritu es un día desperdiciado.

          El Señor Jesús dice en Juan 15:5: «…separados de mí, nada podéis hacer«. ¿Sabe lo que es nada? Un cero con los bordes muy bien marcados. Usted dirá: «Creo que puedo hacer algo». Y yo digo que esa es su opinión. Jesús dice que es un grandioso nada. Hoy tenemos tales oportunidades que demandan la llenura del Espíritu. Muchos cristianos piensan que la vida llena del Espíritu es como un tónico para quitar el estrés. Un equipo espiritual de primeros auxilios Supe de una señora que tomó un curso de primeros auxilios. Cuando estaban dando testimonios de primeros auxilios, ella se puso de pie y dijo: «Yo quiero dar un testimonio:

          El otro día, hubo un accidente automovilístico frente a mi casa. Un anciano que iba conduciendo su automóvil perdió el control, se salió de una curva y golpeó de frente un roble, por lo que fue lanzado de su auto hasta la calle. Su cráneo y sus extremidades estaban gravemente fracturados, y estaba desangrándose en el asfalto. Fue horrible, pero recordé mis primeros auxilios. Recordé que si ponía mi cabeza entre las rodillas no me desmayaría». Ese es el tipo de cristianismo que muchas personas desean. Sólo queremos poner nuestra cabeza entre las rodillas y decir: «Me alegra mucho ser cristiano para poder sobrevivir en este horrible mundo». Es un mundo horrible pero nuestro Señor nos ha puesto aquí como representantes suyos.

          Las oportunidades para servirle están por todas partes. Requisitos para la vida llena del Espíritu ¿Cómo puede usted ser lleno del Espíritu? Usted no tiene que persuadir a Dios para que lo llene del Espíritu. Muchas personas piensan: «Si tan sólo pudiera persuadir a Dios de que me llene del Espíritu Santo». No, su responsabilidad no es persuadir a Dios para que lo llene del Espíritu, sino permitirle hacerlo. Dios quiere llenarlo del Espíritu. Él anhela que usted viva con poder y victoria. Permítame darle tres requisitos para estar lleno del Espíritu Santo de Dios.

          Primer requisito: Compromiso total Necesitamos postrarnos ante él en total rendición. Note que dije él. El Espíritu Santo es una persona. No crea que el Espíritu Santo es una influencia o una cualidad o algo así. Él es una persona. Eso no significa que tenga cuerpo, pero sí tiene personalidad. Cuando digo personalidad, quiero decir que él piensa, que tiene voluntad, ama y actúa. Nunca llame al Espíritu Santo «eso». Llámelo usando el pronombre personal él. Jesús dijo: «Cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio» (Juan 16:8). Usted no diría refiriéndose a mí: «Eso llevaba una chaqueta deportiva». Por ser yo una persona, usted diría: «Él llevaba una chaqueta deportiva». El Espíritu Santo es una persona. Ser lleno del Espíritu es estar habitado por una persona. No crea que usted es alguna clase de vaso y que el Espíritu Santo está siendo vertido dentro de usted o que el Espíritu Santo está vertiendo algo dentro de usted, como amor o poder. No, usted es un templo, y él es una persona. «¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que mora en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?» (1 Corintios 6:19). Piense en el Espíritu Santo como una persona que quiere venir y tomar completo control de su cuerpo que es su templo.

Siéntase en casa

          Suponga que recientemente se ha mudado a una nueva casa que tiene una habitación para huéspedes hermosamente decorada. Cuando su primer invitado lo viene a visitar, usted le dice: «Me alegra mucho que hayas venido a mi casa hoy. Quiero que te sientas en casa. Ven, permíteme mostrarte. Este es tu cuarto, este es tu baño y aquí están las toallas. Entra por aquí. Esta es la cocina, ahí está el refrigerador. Como yo me voy a trabajar, sírvete tú mismo». Y si usted tiene otro automóvil, le dice: «Toma la llave de mi segundo automóvil. Esta es la llave de la puerta principal. Saldré por algunas horas. Siéntete en casa por favor; mi casa es tu casa».

          Suponga que usted hace eso con toda sinceridad. Cuando usted regresa a casa, no ve a su huésped por ninguna parte. Pero al entrar en su alcoba lo encuentra allí, sentado en su escritorio. Los cajones abiertos y él está mirando sus cuentas bancarias, leyendo sus viejas cartas de amor, su testamento y su diario personal. Usted aclara su garganta, y, tratando de no sonar irritado, le dice: -¿Puedo ayudarte? ¿Qué estás haciendo aquí? -Gracias, no necesito ayuda -responde él y añade-. Oye, yo creía que ganabas más dinero y no sabía que escribías cartas cursis.

          Usted empieza a sentir que el calor le sube y no sabe cómo decir lo que realmente está sintiendo; él es un amigo que usted ha invitado a su casa. Pero usted cortésmente le dice: -Perdóname; no sé ni cómo decírtelo, pero no me gusta que husmees en mis cosas de esa manera. ¿Puedes, por favor, no hacerlo? Y su amigo le dice: -No entiendo. Me dijiste que me sintiera en casa. ¿No dijiste que esta era mi casa? No me pusiste límites. Mira, qué cartas tan cómicas has escrito. -Pero yo no quise decir eso -usted dice-. Por favor cierra los cajones y sal de mi cuarto… -y un viento frío llena la habitación.

          A veces me pregunto si nosotros no hacemos lo mismo con el Espíritu Santo. Le decimos: «Espíritu Santo de Dios, toma el control de mi vida. Señor, aquí estoy. Me entrego total y completamente a ti». ¿Hay algún área de su vida fuera de los límites del Espíritu Santo? ¿Su vida financiera, su vida sexual, su vida personal, sus ambiciones, cualquier cosa, cualquier parte? Ser lleno del Espíritu significa que hay una persona que ocupa por completo el templo de su vida. Cada cuarto, la llave de cada armario, de cada cajón del escritorio, le pertenecen a él. Eso significa ser lleno del Espíritu. Significa un compromiso completo. Simplemente entréguele las llaves a él.

          Segundo requisito: Control continuo Muchas veces la gente hace compromisos para llenarse del Espíritu, pero falla al no entender lo que dice Efesios 5:18: «sed llenos«. La expresión está en un imperativo, lo que implica una acción continua: Yo estoy siendo llenado. Note el contraste cuando dice: «no os embriaguéis… Más bien, sed llenos…». ¿Por qué no dijo: «no roben, antes bien, sed llenos?». ¿Por qué no dijo: «No cometan adulterio, antes bien, sed llenos?». ¿Por qué no dijo: «No digan mentiras, antes bien, sed llenos del Espíritu?».

          Primero, él apóstol está haciendo un contraste. Ser llenos del Espíritu contrasta con estar embriagados. Pero él no sólo está haciendo un contraste; también está haciendo una comparación porque estar ebrio equivale, en un sentido, a estar lleno del Espíritu. Cuando una persona está borracha, está bajo el dominio de otra influencia. Por consiguiente, su discurso, sus modelos de pensamiento, su caminar, todo cambia. Un hombre que por lo general es tímido cuando está ebrio piensa que puede golpear a todos los que están en el bar. Un hombre borracho puede regalar todas sus posesiones. Puede adquirir compromisos, como casarse, y luego arrepentirse por el resto de su vida. Cuando un hombre está ebrio, está dominado por otra influencia.

          Lo que Pablo está diciendo es: «Por comparación, no se embriaguen, sino sean llenos del Espíritu. Permitan que el Espíritu de Dios venga y controle su caminar, su hablar, su lenguaje, sus hábitos de pensamiento. Sean llenos del Espíritu de Dios». Piense un poco más allá en la comparación. ¿Cómo se emborracha una persona? Bebiendo, ¿no es cierto? ¿Cómo se mantiene ebria? Tiene que seguir bebiendo. De igual manera, no es suficiente ser lleno del Espíritu Santo de Dios. Usted tiene que seguir llenándose con su Espíritu. La Escritura dice literalmente: «Sed llenos«. No es algo donde usted dice: «Bien, eso es todo. ¿Qué más sigue?». No, conozco demasiados cristianos que una vez fueron llenos del Espíritu y ahora están «sobrios». Nosotros debemos estar siendo llenados del Espíritu Santo de Dios. Empieza con un compromiso completo en el que usted dice: «Señor, estas son las llaves de cada una de mis habitaciones. Toma el control de mi vida». Resulta en un control continuo en el que usted está siendo llenado.

          Tercer requisito: Clamor consciente Ser lleno del Espíritu implica un compromiso completo y continuo, y un clamor consciente. Clame al Espíritu de Dios. Es asunto de llenura y no de sentimientos. Por fe diga: «Señor, toma el control de mi vida». Una vez que usted haya hecho un compromiso completo y haya entregado por completo cada llave, entonces podrá pedir el regalo del trono del cielo. Recuerde que Dios desea llenarlo y ha prometido hacerlo. Jesús dijo acerca del Espíritu Santo: «…Si alguno tiene sed, venga a mí y beba» (Juan 7:37). Suponga que usted está en un desierto muriéndose de sed y alguien le ofrece un vaso grande de agua fresca, mientras le dice: «Beba». Entonces usted dice: «Sí, sin duda el agua es maravillosa. La necesito. Estoy muy sediento». Pero no bebe de esa agua. Muchos cristianos, por alguna razón, fallan en apropiarse de lo que nuestro Señor ha ofrecido a sus hijos. Debemos, por medio de la fe, clamar a Dios para que nos ayude a poder vivir una vida llena del Espíritu; esto es mucho más que solamente reconocer nuestra propia necesidad y lo maravillosa que es la vida bajo la dirección del Espíritu de Dios.

           Haz un simple ejercicio si eres maestro. Dile a uno de tus alumnos que tome tu Biblia y te la guarde por un momento. Cuando él alargue su mano para tomarla, deja que lo haga, pero no la sueltes; verás que comienza a tironear cada vez con mayor fuerza sin decirte nada. Tú tampoco le digas nada, sólo sonríe. En un momento dado, él deberá expresarte algo. Te podrá decir algo así como: ¿Y? o ¡Eh, suéltala! El ejercicio consiste en tomar las palabras que el alumno diga cuando tú le das pero no le sueltas tu Biblia y enseñarles que eso es, exactamente, lo que Dios te dice a ti con tu vida. Haces como que se la entregas, pero no la sueltas.

Los resultados de la vida llena del Espíritu

          Ya hemos visto las razones y los requisitos para ser llenos del Espíritu. Ahora, miremos los resultados de ser llenos del Espíritu. Efesios 5:18-21 dice: «Y no os embriaguéis con vino, pues en esto hay desenfreno. Más bien, sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, himnos y canciones espirituales; cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando gracias siempre por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo; y sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo». Observe las palabras en cursiva. En el versículo 19, hablando y cantando. En el 20, dando, y en e121, sometiéndoos. Si usted recuerda la gramática, estas palabras se llaman gerundios. Los gerundios mencionados en este pasaje son el resultado de una vida llena del Espíritu, y estos tratan con las tres relaciones que todos tenemos en la vida:

  • Tenemos una relación con Dios.
  • Tenemos una relación con las circunstancias.
  • Tenemos una relación con otras personas. En su relación con Dios usted tendrá un espíritu de adoración ¿Cómo es su relación con Dios cuando está lleno del Espíritu? ¿Cómo habla y canta en alabanza cuando está lleno del Espíritu? Cuando usted está lleno del Espíritu, hay un espíritu de adoración en su vida, en su corazón. «Dios es Espíritu; y es necesario que los que le adoran, le adoren en espíritu y en verdad» (Juan 4:24). ¿Sabe usted cómo puede saber si está lleno del Espíritu? Encontrará que el amor de Dios sencillamente está rebosando en usted. Su vida es un templo, y un templo es para la adoración. Usted simplemente estará alabando al Señor, aun en medio de las situaciones adversas.

          Yo bromeo diciendo que no puedo cantar, pero que cuando me subo al auto y cierro las ventanas, le canto al Señor. No permito que nadie más oiga, pero él sí me escucha cantar, así como lo hará con usted, porque él pone esa canción en nuestro corazón. Así que cuando usted está lleno del Espíritu, tiene un espíritu de adoración, un amor ardiente, flameante y apasionado por Jesucristo. En su relación con las circunstancias, usted tendrá un espíritu de aprecio Efesios 5:20 dice: «dando gracias siempre por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo». Un cristiano lleno del Espíritu no es ningún odioso engreído. Es un humilde agradecido, que da gracias no algunas veces, sino siempre, a pesar de las dificultades que enfrente en la vida. Y amigo, no hay manera de que usted lo pueda hacer sin ser lleno del Espíritu Santo de Dios. Cuando usted alaba a Dios en circunstancias adversas, no significa que usted aprueba el mal; significa que confía en Dios y que sabe que sin importar lo que suceda, Dios es más grande que cualquier circunstancia.

En su relación con otras personas, usted tendrá un espíritu de adaptación

          Efesios 5:21 dice: «sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo«. Un cristiano lleno del Espíritu es alguien que ha aprendido a acoplarse a otras personas, a someterse a otras personas. La sumisión no es para las mujeres, es para los cristianos. Usted oye a una persona decir: «¡Conozco mis derechos!». Bien, ¿qué derechos tiene un hombre muerto? Pues nosotros estamos crucificados con Cristo. Muéstrele sus derechos a una persona y tendrá una revolución. Enséñele sus responsabilidades y tendrá un avivamiento. Usted y yo necesitamos aprender a amar a los demás y someternos en el temor de Dios. Yo no me someto a alguien por causa de esa persona.

          Me someto a alguien debido a Jesús. Y esa persona se somete a mí en el temor de Dios. Yo no me someto a usted debido a usted. Me someto a usted debido a Jesús, y usted se somete a mí de la misma manera. ¡Qué maravilloso es estar rodeado de hermanos y hermanas llenos del Espíritu que han aprendido a tener el espíritu de aceptación! Una pregunta personal ¿Puedo hacerle una pregunta personal? ¿Está usted lleno del Espíritu? ¿Está usted en este momento conscientemente lleno del Espíritu? Esto no es una simple solicitud. Es un mandamiento para ser obedecido. Sea lleno del Espíritu. Y cuando esté lleno del Espíritu, ¿Sabe lo que va a encontrar? Que el hermoso automóvil tiene un motor, y que la llave de encendido es la fe para creer en la Palabra de Dios.

          Coincido, aunque enseño que ese sometimiento que verdaderamente disfrutamos, siempre deberá ser para con alguien que, a su vez, también está sometido. Eso es lo que representa el diseño del Reino. Cualquier otra clase de sometimiento, ya no será en el espíritu sino en la carne,. Y será equivalente a carnalidad y, como consecuencia, a abuso y esclavitud de cautiverio.

CAPITULO 10

Cómo Descubrir Sus Dones Espirituales

          De manera que tenemos dones que varían según la gracia que nos ha sido concedida: Si es de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; si es de servicio, en servir; el que enseña, úselo en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que comparte, con liberalidad; el que preside, con diligencia; y el que hace misericordia, con alegría. Romanos 12:6-8

          Hace poco compré un regalo para Joyce por su cumpleaños. Compré papel de regalo y lo envolví; busqué un lazo y se lo puse encima. Se veía bien, muy bien. En realidad, ¡ella no creyó que yo lo había envuelto! Pero sí, yo lo envolví. Me alegró mucho poner el regalo, hermosamente envuelto, sobre la mesa de nuestra cocina, para que ella pudiera verlo al entrar. Luego me alegró verla desenvolver su regalo.

Usted es un hijo talentoso

          Es posible que usted nunca haya pensado de esa manera, pero como miembro de la familia de Dios, usted es un hijo talentoso. Dios ha envuelto un regalo en usted. Puede que diga: «No soy talentoso, sólo soy un humilde siervo. Ni siquiera soy capaz de dirigir una oración silenciosa en el culto infantil». Puede que usted se sienta indigno y sin talento, pero usted es talentoso. Dios es el que da el don. No venga con una falsa humildad, diciendo que no tiene ningún don espiritual. Una vez el general Alejandro el Grande, que era un gran conquistador, le dio una hermosa e invaluable copa de oro a un humilde sirviente. Cuando él vio el regalo, dijo: «Oh, no, eso es demasiado para que yo lo reciba». Alejandro le dijo: «Para mí no es demasiado dárselo».

         ¿Qué tal si yo hubiera puesto en la mesa ese regalo para Joyce, junto con una tarjeta, y que ella no se hubiera molestado en desenvolverlo y ni tan siquiera tocarlo? Yo me habría frustrado; y ella no habría tenido la alegría de recibir lo que yo le había comprado. Ante el trono del juicio de Cristo, usted rendirá cuentas de lo que hizo con su don espiritual. Ya que usted necesita descubrir su don espiritual, que es el regalo de Dios para usted, vamos a aprender a desenvolverlo. En el mundo cristiano, a menudo hemos clasificado a las personas en clérigos (que están en el ministerio a tiempo completo), y laicos (que están en las bancas).

          Una niña, a quien se le pidió definir y describir a los clérigos y a los laicos, dijo: «A los clérigos se les paga por ser buenos, y los laicos son buenos para nada». Quiero ayudarle a que no sea un bueno para nada, sino un bueno para algo. Quizá usted no lo haya percibido, pero si usted es salvo ha sido llamado al ministerio. Dios tiene un ministerio para todos y cada uno de sus hijos. Incluso su trabajo secular puede ser su templo de devoción y su lámpara de testimonio. Puesto que usted es un hijo talentoso, quiero ayudarle a desenvolver el regalo de su don espiritual.

Empiece a desenvolver

          ¿Es usted de los que dicen: «Siento que no estoy progresando en mi vida cristiana; no experimento ninguna victoria y no tengo gozo»? -¿Qué está haciendo para Jesús? -le pregunto. -Voy al templo los domingos por la mañana -responde usted-; escucho la música, canto y escucho la predicación del pastor. Su problema es que necesita encontrar un ministerio. Necesita descubrir su don espiritual y ponerlo a funcionar para su Señor. En toda iglesia hay tres clases de personas: Las que hacen que las cosas sucedan, las que miran que las cosas suceden, y las que ni siquiera saben lo que está sucediendo.

          Este es un hallazgo impactante de síntesis por parte del autor. Nunca mejor reflejado el movimiento casi corriente de cualquier congregación de las que conocemos. Es absolutamente así, y así seguiría siendo si no salimos los que creemos tener con qué, a decir lo que haya que decir, y hasta batallar con las armas que haya que batallar, para que esa mentalidad cambie.

          La mayoría son observadores que en realidad nunca han ido a servir. Vamos a la iglesia, nos sentamos, escuchamos los mensajes, y a eso le llamamos servicio. El servicio debe empezar cuando dejamos el edificio. Alguien dijo una vez que la iglesia promedio es como la gente en un juego de fútbol. Abajo, en el campo, hay 22 hombres que necesitan desesperadamente un descanso, y arriba, en las gradas, hay 50.000 personas que necesitan desesperadamente hacer ejercicio, y eso es lo que ocurre en la iglesia. Si usted está cansado de sólo entregar su diezmo y su aliento; si no está satisfecho con sólo sentarse y esperar hasta morir, le tengo buenas noticias: Dios lo ha llamado y lo ha equipado para servirle. Dios le ha dado un don espiritual. Después de recibir ese regalo, usted debe descubrirlo, desarrollarlo y desplegarlo para Jesús.

La descripción de los dones

          Pero no quiero que ignoréis, hermanos, acerca de los dones espirituales. 1 Corintios 12:1 Pablo dice que usted tiene un don de gracia: «Pero no quiero que ignoréis, hermanos, acerca de los dones espirituales». Sin embargo, el cristiano y la iglesia promedios están saturados de ignorancia con respecto a los dones espirituales. Estos dones son regalos espirituales. En el versículo 4 en el original son llamados charismata. Charis es la palabra griega para gracia. Estos son dones de gracia o «dones del Espíritu». Estoy hablando acerca de los regalos espirituales y no tanto materiales. Si yo preguntara: «¿Quién quiere ser millonario?», probablemente usted se entusiasme y diga: »Yo quiero». Yo le estoy hablando de algo mucho más valioso, pero el diablo puede haber nublado su mente. No estoy hablando de regalos materiales, ni de talentos, naturales.

          Un don espiritual no es un talento natural. Es una habilidad sobrenatural otorgada por Dios. Los talentos vienen de Dios, pero son para todos (salvos y no salvos). Hay personas que no son salvas pero son muy talentosas. Veremos que los dones espirituales son habilidades sobrenaturales dadas a los hijos de Dios para el servicio a él. Un don espiritual pudiera estar vinculado a un talento natural, pero un don va mucho más allá. No es simplemente natural, es sobrenatural. Por naturaleza el cristiano es sobrenatural. Los dones se describen como regalos espirituales. No se ganan, no son aprendidos; son regalos sobrenaturales de gracia.

La distorsión de los dones

          Sabéis que cuando erais gentiles, ibais como erais arrastrados, tras los ídolos mudos. Por eso os hago saber que nadie, hablando por el Espíritu de Dios, dice: “Anatema sea Jesús”. Tampoco nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, sino por el Espíritu Santo. 1 Corintios 12:2, 3 Observe que estos dones pueden distorsionarse. En verdad hubo mucha locura espiritual en la iglesia de Corinto, porque era una iglesia carnal. Pablo les dice: «Desechen la ignorancia. Aquí están pasando cosas extrañas. Están distorsionando los dones espirituales». ¿Sabe usted lo que quiere hacer el diablo? Él quiere darle un mal nombre al Espíritu Santo. Quiere tomar algo que es bueno para distorsionarlo y pervertirlo.

          A propósito, el diablo es un pervertido. Él no tiene la materia prima, pues Dios lo hizo todo. Así que toda cosa mala es una perversión de lo que una vez fue bueno. El diablo quiere tomar los dones espirituales y distorsionarlos. Desviados Vemos que esto está pasando hoy alrededor del mundo. Alguien dice: «¿Ha oído hablar del avivamiento que está ocurriendo en tal lugar? Está sucediendo toda clase de cosas extrañas. La gente se cae y queda ahí como si estuviera pegada al piso. Algunos quedan indecentemente expuestos, mientras otros se ríen sin control. Algunos rugen como leones y ladran como perros. ‘¡Aleluya, el avivamiento ha llegado!’ «. Así eran algunos en Corinto. Estaban «desviados». Habían sido alejados por esos «ídolos mudos».

          Algunos fueron tan influenciados por este frenesí que hasta llamaron a Jesús anatema. Permítame decide algo acerca del verdadero avivamiento: Este nunca se manifiesta por los dones del Espíritu. El avivamiento real se ve por el fruto del Espíritu que es «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio» (Gálatas 5:22, 23). El verdadero avivamiento no descontrola a nadie. El avivamiento real lo pone bajo el control del Espíritu Santo. A veces la gente dice: «Simplemente me dejé llevar. No lo pude controlar». Tal persona debería leer 1 Corintios 14:32: «… los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas». He estado en servicios donde alguien interrumpe diciendo: «Dios acaba de venir sobre mí». No, «los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas». El apóstol Pablo nos dice claramente en 1 Corintios 14:40: «Pero hágase todo decentemente y con orden«.

Magnifiquemos a Jesús

          Siempre que usted encuentre alabanza que aparte del Señor Jesucristo, incluso alabanza que magnifique al Espíritu Santo en lugar del Señor Jesús, tal alabanza no es bíblica. Nadie puede decir que Jesús es Señor sino es por el Espíritu Santo. Jesús, hablando del Espíritu Santo, dice: »Y cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; pues no hablará por sí solo, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que han de venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo hará saber» (Juan 16:13, 14). Cualquier movimiento o enseñanza que tenga al Espíritu Santo como figura, es distorsionada. Yo amo al Espíritu Santo; él vive en mí. Yo me regocijo en el amado Espíritu de Dios. En un desfile, nunca verá al Espíritu Santo liderando el desfile. Si es un desfile espiritual, verá a Jesús a la cabeza y al Espíritu Santo a los lados diciendo: «Mírelo a él, mírelo a él». No vaya más allá de Jesús hacia el Espíritu Santo. Eso es una insensatez.

          Amigo, usted nunca irá más allá de Jesús. Puede profundizar en Jesús, pero nunca irá más allá de él. Él no permite que alguien llegue a usted con una enseñanza que tuerza los dones espirituales y le quite la gloria al Señor y Salvador Jesucristo. »Y además, él (Jesús) es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo él sea preeminente» (Colosenses 1:18). ¿Quiere saber si una iglesia está llena del Espíritu, si una predicación está llena del Espíritu, si una música está llena del Espíritu, si un don está funcionando? Pregunte: «¿Le está dando preeminencia a Jesucristo?». No permita que su don se distorsione.

La diversidad de dones

          Ahora bien, hay diversidad de dones; pero el Espíritu es el mismo. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. También hay diversidad de actividades, pero el mismo Dios es el que realiza todas las cosas en todos. 1 Corintios 12:4-6 Pensemos acerca de la diversidad de dones. ¿Qué significa la palabra diversidad? Simplemente diferentes tipos. En el versículo 4 encontramos la palabra dones, en el versículo 5 la palabra ministerios, y en el versículo 6 la palabra actividades. Observe bien: dones, ministerios y actividades.

  • Los dones hablan de la provisión de Dios. Dios le ha dado a usted un don.
  • Los ministerios hablan del propósito de Dios. Él le ha dado un don con un propósito.
  • Y actividades, la palabra de la cual proviene la palabra activo, y que se usa cuando un volcán tiene poder para erupcionar. Su don necesita poder para operar, y ese poder proviene de Dios. Dios hace una provisión y tiene un propósito para esa provisión, y le da poder para que pueda cumplir el propósito de la provisión que él le ha dado. Así que hay diversidad de dones, pero es el mismo Espíritu Santo el que los da. Lo que tenemos es unidad en la diversidad.

          Muchas parejas reciben regalos cuando se casan; es una costumbre. Reciben planchas, licuadoras, tostadoras, abrelatas, cafeteras. Esos regalos tienen diferentes funciones y diferentes capacidades, pero todos necesitan del poder de la electricidad. Deben ser conectados, porque no operan sin energía. Aunque tienen funciones y capacidades diferentes, todos necesitan la misma energía. Eso es lo que Pablo está diciendo respecto al cuerpo del Señor Jesucristo. Tenemos capacidades y funciones diferentes, pero es el mismo Espíritu el que las da. Lo que usted necesita hacer es conectar su don espiritual al llenarse del Espíritu. La diversidad en la iglesia no es mala, por el contrario es buena. La división es mala. La unidad es buena. ¿Y qué es unidad?

  • Unidad no es unísono. Un coro canta en unidad, pero no siempre al unísono. Pueden cantar partes diferentes y eso es lo que lo hace oírse bonito. Dios no quiere que todos seamos iguales. No somos una congregación de dones. Dios nos hace diferentes para hacernos uno.
  • Unidad no es uniformidad. No todos estamos haciendo lo mismo. La uniformidad proviene de una presión externa; la unidad proviene de la vida que tenemos dentro. Todos compartimos el mismo Espíritu Santo.
  • Unidad ni siquiera es unión. Usted dirá: «Todos somos miembros de la misma iglesia». Eso es unión, pero no necesariamente unidad. Tener todos los cadáveres en un mismo cementerio no va a provocar la unidad. (¡Excelente ejemplo de santo humor negro!) No. Es la unidad en el Espíritu. Celebremos nuestros diferentes dones en la iglesia. Estos son una fuente de unidad: Todos provienen del mismo Espíritu Santo.

El plan de Dios para los dones

          Pero a cada cual le es dada la manifestación del Espíritu para provecho mutuo. 1 Corintios 12:7 ¿Cuál es el plan de Dios respecto a estos dones? ¿Qué propósito tiene él para su don espiritual? «Para provecho mutuo». Su don es para beneficiar a todo el cuerpo. Su don no es para fines egoístas. No es un fin en sí mismo sino que es para un fin. Su don espiritual no es para su goce. Su don espiritual es para su empleo. Su don espiritual es una herramienta, no un juguete. Es para bendecir al cuerpo de la iglesia. Dios le da un don espiritual para que usted pueda hacer un trabajo y hacerlo en la iglesia del Señor Jesucristo. Mi don lo bendice a usted y su don me bendice a mí. Nos bendice mutuamente.

          A cada hombre le es dado un don por medio del Espíritu Santo y puede usarlo para el bien común. No es un don introvertido y egoísta. Los dones espirituales están diseñados para estímulo mutuo. Deje de preguntarse: «¿Qué hay para mí?». Dios quiere que usted sea una bendición para su iglesia y, por consiguiente, quiere hacer de ella una bendición para su comunidad, y su comunidad una bendición para el mundo.

La distribución de los dones

          Porque a uno se le da palabra de sabiduría por medio del Espíritu; pero a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por un solo Espíritu; a otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. (Este texto da por tierra claramente con la doctrina aquella que prácticamente obligaba a que todos debían tener el don de lenguas)  Pero todas estas cosas las realiza el único y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él designa. 1 Corintios 12:8, 11

          Ahora pensemos respecto a la distribución de los dones. ¿Cómo son distribuidos? Son distribuidos por el Espíritu Santo que los da. Usted no lo decide; el Espíritu lo decide soberanamente. Él escoge el don para usted. No hay necesidad de que le pida a Dios un don espiritual en particular. Si usted es salvo, él ya le ha dado el don. Su don fue un regalo de nacimiento. Lo recibió el día de su nacimiento espiritual, cuando nació de nuevo. El color de mis ojos venía conmigo cuando nací, y esa es una característica natural. Su don espiritual es una característica sobrenatural y vino cuando usted nació de nuevo. Es su gozo y responsabilidad desempacar el regalo del don que Dios ya le ha dado y desarrollarlo.

          Cuando el Espíritu Santo entró en usted, no entró con las manos vacías. Entró con un regalo. «Cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios [el carisma de Dios]» (1 Pedro 4:10). Todo creyente ha recibido ese don. ¿Ha visto usted alguna vez a un bebé descubrir sus manos? Es asombroso. Él viene con esas manos. Usted nunca va al hospital y dice: «Ahora póngale las manos». Él viene con ellas. Pero llega un momento cuando el niño sencillamente las descubre. Su don espiritual vino cuando usted nació de nuevo. Es un regalo de nacimiento. Aprenda a usarlo. Miremos algunos de los dones que el Espíritu Santo ha distribuido.

          Hay dos lugares principales en la Biblia donde encontramos una lista de los dones espirituales: 1 Corintios 12:8-10 y Romanos 12:6-8. Estos pasajes no son un listado exhaustivo de dones espirituales, pero son ilustrativos y útiles. Voy a mezclar y a categorizar estas listas, pues nos ayuda a aclarar y simplificar el asunto. Posiblemente usted después quiera hacer un estudio exhaustivo versículo por versículo. He separado la lista en tres categorías básicas, que hasta cierto punto pueden parecer arbitrarias, pero creo que le dará una perspectiva a medida que usted busca descubrir su don.

  • Los dones de enseñanza y liderazgo
  • Los dones de servicio
  • Los dones milagrosos

Los dones de enseñanza y liderazgo

Liderazgo (Romanos 12:8) No es la motivación para ser una personalidad, sino coordinar las cosas. Ayudar a la gente a captar la mayor visión y moverla hacia esa visión. Coordinar las actividades de otros con una meta en común para la gloria de Dios. Este es el don de presidir, guiar, estar al frente de otros. Una persona con este don también tiene el don de visión. Mira hacia dónde deben ir, guía y motiva a los demás en esa dirección.

Profecía (1 Corintios 12:10; Romanos 12:6) ¿Qué es profecía? Es la habilidad de hablar por Dios. No es sólo predecir, aunque tiene que ver con eso; es decir por anticipado. Es hablar la Palabra de Dios. Algunos tienen el don de profecía; y el apóstol Pablo dice que este es un don que debe ser anhelado en la iglesia (1 Corintios 14:1). Hay mucha información errada respecto a la profecía. Algunas personas dicen ser profetas. No, el oficio de profeta ya no existe. La iglesia está construida sobre los cimientos de los apóstoles y los profetas. Cuando se construye un edificio no es necesario ponerle fundamento a cada piso que se construya. El fundamento fue puesto hace 2.000 años. Nosotros construimos sobre él. Yo creo que es posible que nosotros estemos trabajando en los acabados del techo.

          Esta es una interpretación estrictamente teológica y personal del autor y nadie tiene derecho, (Mucho más incursionando en un trabajo legítimamente suyo), de censurarla o cuestionarla. Lo que sí puede hacerse, es evaluarla y sumarle o restarle lo que cada uno entienda que el Espíritu Santo le ha mostrado. Alguien deberá inexorablemente estar equivocado, obviamente, el tiempo y el propio Espíritu dirá quiénes. Y, los que lo estén, (O estemos), deberán, o deberemos, cambiar esa interpretación y sumarse, o sumarnos, a la correcta.

          Pero está el don de profecía. ¿Cuál es este don? Yo oigo a algunas personas decir: «Mi don es la profecía», y creen estar ungidos por Dios para regañar a la gente. No, eso no es don de profecía; en realidad es todo lo contrario. En 1 Corintios 14:3 leemos: «…el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación». Eso no es regañar a la gente, sino edificar, construir. Exhortar es animar. Confortar es apuntalar y sostener. Eso es lo que hace un profeta y es algo que se necesita mucho en la iglesia de hoy.

 Enseñanza (Romanos 12:7) Si usted tiene este don, quiere hacer clara la verdad. Tendrá un deseo de investigar las cosas y validar la verdad presentada. Tendrá una mente cuestionadora y será usado en clases de Biblia, estudios bíblicos familiares, escuelas bíblicas y más. Sin duda, las madres pueden usar este don. Yo creo que mi preciosa hija, Janice, tiene ese don y lo usa con sus hijos.

          Acepto la visión de Adrián respecto a este don, pero quisiera añadir, por ser portador del mismo, que la enseñanza va un poco más allá de clases, estudios familiares u ocupaciones femeninas. Creo que es una de las grandes bases sólidas donde todos los demás ministerios deberán apoyarse, si es que desean hacer las cosas tal como Dios desea que se hagan y no como les agrada a los hombres que se encuentran en eminencia en cada lugar. La enseñanza y la obediencia son las plataformas de la sabiduría, y créeme que no es poco, porque luego entre todas, aportan autoridad, nada menos.

Exhortación (Romanos 12:8) ¿Qué es exhortación? Es el deseo y la habilidad de estimular a las personas en su fe, y animarlas a amar más a Jesús. Si usted tiene ese don, va a disfrutar la consejería personal. Quizás esté en el ministerio de la música y pueda ser útil testificando y ayudando a los necesitados, evangelizando, alcanzando a los perdidos, a los extraviados, o a quienes están lejos de Dios. Gracias a Dios por los que exhortan y animan.

Sabiduría (1 Corintios 12:8) ¿Qué es sabiduría? No es sólo ser inteligente. No es sólo tener sentido común. Sabiduría es ver la vida desde el punto de vista de Dios. Algunos tienen el don de sabiduría, y este es el tipo de personas a quienes acudo cuando necesito dirección o perspectiva. Las personas que tienen el don de sabiduría son consejeros maravillosos.

Discernimiento de espíritus (1 Corintios 12:10) Luego Pablo menciona el don de discernimiento de espíritus. Debemos entender que no todo lo que es espiritual es de Dios. Hay maldad espiritual, y los demonios son maestros del engañó. El discernimiento de espíritus es un don que se necesita mucho hoy en día en la iglesia. Necesitamos personas con el don de discernir porque el diablo ha venido con muchas falsedades. No es la habilidad de ir por ahí diciendo quién es salvo y quién está perdido. Ese no es su trabajo, y Mateo 7:1 nos advierte que no debemos juzgar. Pero gracias a Dios por quienes pueden mostrar el engaño del diablo.

Dones de servicio Querido Señor, danos más personas con dones de servicio. Hay muchos enamorados del éxito en lugar del servicio. La vida de Jesús estuvo marcada por el servicio. Eso debería dar dignidad al servicio pues algunos no lo hacen porque se sienten muy importantes.

Ministrar (Romanos 12:7) Esta es otra palabra para servicio. Si ese es su don, usted se va a encontrar haciendo lo que muchos otros hacen, supliendo necesidades espirituales de manera práctica. Piense en el servicio hecho a la iglesia por medio de este don. Los maravillosos ujieres, los que sirven cuidando de los niños pequeños, los que limpian los pisos de la iglesia, los que trabajan en el mantenimiento, los que trabajan en el sistema de sonido. Ese es el don de ministrar o de servicio.

Dar (Romanos 12:8) Todos hemos sido llamados a dar, pero algunos tienen el don de dar. Ellos están motivados a confiar sus bienes a otros para que la obra de Dios continúe. Toman buenas decisiones para satisfacer, necesidades inmediatas. Son cuidadosos en lo que dan, pero sobre todo tienen el deseo de dar. Tienen la habilidad de acumular y dispersar recursos.

Fe (1 Corintios 12:9) Cuando Pablo habla de la fe, no se refiere a la fe salvadora y la fe en el servicio, comunes a todos los cristianos. La Biblia dice: «…conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno» (Romanos 12:3). Esto se refiere a una fe sobreabundante, el don de la fe. Usted lee al respecto en 1 Corintios 13:2: «…y si tengo toda la fe, de tal manera que traslade los montes, pero no tengo amor, nada soy». Si Dios quiere que usted mueva montes, él le dará una fe que moverá montes. No todos tenemos la fe que mueve montes. Me gusta estar rodeado de personas que tienen esa clase de fe y estoy agradecido al Señor por ellas.

Aleja la niebla

          Si usted quiere ser bendecido, lea sobre George Mueller de Bristol, Inglaterra, que vivió en el siglo XIX. Él tenía una fe increíble. Recaudó millones de dólares para alimentar a los huérfanos, sin pedirle nada a nadie, sólo contándole a Dios sus necesidades. La historia de su vida es increíble. Recuerdo que leí el siguiente episodio: Mueller se dirigía en un barco a Newfoundland, donde iba a compartir de la Palabra de Dios. Repentinamente el barco se detuvo en medio del océano y Mueller le preguntó al capitán: -¿Por qué se detuvo el barco? El capitán le dijo: -No podemos avanzar debido a que hay niebla. Mueller le dijo: -Pero yo debo llegar a mi destino, tengo el compromiso de enseñar. Nunca he faltado a un compromiso de enseñanza. La voluntad de Dios es que yo esté allí.

          El capitán dijo: -No voy a mover este barco hasta que la niebla se levante. Mueller le contestó: -Muy bien, vayamos al puesto de mando y oremos para que Dios quite la niebla. El capitán dijo después que fue con él solamente para complacerlo. Mueller se arrodilló y dijo: «Dios, el capitán dice que no moverá este barco hasta que la niebla se haya ido. Necesitamos mover este barco para que yo pueda cumplir con mi compromiso. Padre, en el nombre de Jesús, aleja la niebla. Gracias, Señor». El capitán dijo: -Cuando yo empecé a orar Mueller dijo: «No, no ore». -¿Por qué no? -le pregunté: Mueller dijo: -Por dos razones. Primero, porque usted no cree que Dios lo va a hacer, y segundo, porque ya lo hizo. Después, cuando el capitán contó la historia, dijo: -Me levanté y miré, ¡y la niebla se había ido! Ese es un don que algunas personas tienen. No todos tenemos ese tipo de fe, pero gracias a Dios por los que tienen el don espiritual de la fe.

Misericordia (Romanos 12:8) Quizá este es su don y es un don muy necesario. ¿Cuál es el don de misericordia? Es identificarse con las personas y consolar a los que sufren. Yo sé que mi esposa tiene el don de misericordia. Ella siempre está recordándome las necesidades de otras personas. Si usted siente empatía y simpatía por el infortunio y el dolor en el corazón de otros, y se relaciona mental, emocional y prácticamente con esas necesidades, es posible que ese sea su don. De ser así, usted se encontrará visitando hospitales, ayudando a personas, aconsejando y realizando otros actos de misericordia.

Dones de señales Los dones de señales fueron dados para autenticar el trabajo de los apóstoles y los profetas, particularmente al principio de una nueva época cuando Dios hace algo nuevo y diferente en el mundo vinculado con la gracia que otorga a la humanidad.

Conocimiento (1 Corintios 12:8) No es que una persona que tenga este don lo sepa todo. Nadie lo sabe todo. Nadie conoce el 0,1% de todo, pero algunos tienen el don de conocimiento. Literalmente, en el idioma griego es «una palabra de conocimiento», así como en la ley usted puede tener una palabra de ley o un punto’ de la ley. Esta es la habilidad de saber cosas que usted no podría saber sino por intuición divina o iluminación. No es algo aprendido en la escuela. Es una perspectiva dada por Dios. El diablo falsifica este don, al igual que lo hace con los otros. La falsificación de este don es lo que llamamos la clarividencia. Aun así, existe el don de conocimiento con el que alguien puede saber cosas por intermedio divino que no podría saber de otra forma. Por ejemplo, ¿cómo supo Simón Pedro que Ananías y Safira estaban mintiendo? (ver Hechos 5). Él dijo: «No has mentido a los hombres, sino a Dios». ¿Cómo lo supo?

          Porque tenía la palabra de conocimiento. Sólo Dios pudo habérselo dicho. Creo que Dios a veces me ha dado un poco de esto. Una vez estaba predicando en una reunión de avivamiento, y a la mitad del sermón alguien avanzó por el pasillo, buscó a un hombre en la parte de adelante, en la tercera fila, le tocó el hombro y lo llevó afuera. El hombre resultó ser el alguacil. Yo dije: «Ahí va el alguacil. Probablemente hubo un accidente automovilístico, hay licor involucrado y alguien ha muerto». ¿Bien, por qué diría yo eso? Yo no tenía idea de lo que había pasado.

          Más tarde, esa noche, en el hotel, alguien llamó a mi puerta. Era el alguacil. Él me dijo: -Necesito ser salvo. ¿Recuerda lo que usted dijo sobre el accidente y su causa? Un automóvil golpeó de frente un camión y el conductor murió. Encontré en el automóvil una botella de whisky rota. El que murió era un hombre que se oponía a que yo fuera alguacil de este condado. Luego de una breve pausa, volvió a decir: -¡Necesito ser salvo! Y sí fue salvo. Yo creo que el Espíritu Santo estaba obrando cuando dije lo que dije en el servicio de la iglesia. Sin embargo, no creo tener el don de conocimiento. Creo que aquello fue sólo un vistazo en el horizonte de mi mundo espiritual. Yo no tengo el don de conocimiento, pero creo que sí entiendo algo sobre cómo funciona ese don.

Sanidades (1 Corintios 12:9) «Adrian, ¿usted cree que Dios sana?». Claro que sí. Dios sana con milagros y sana con medicina. Dios sana instantáneamente y sana con el paso del tiempo. Sin duda Dios también sana por medio de los médicos. Gracias a Dios por los médicos. (Me enseñaron eso, aprendí eso y, durante muchos años, yo también dije eso. Hoy no me retracto totalmente, pero sí debo hacerlo en parte. Cierto es que Dios sana en forma milagrosa y a través de los médicos, pero a la hora de establecer dependencia en salud, esa dependencia debe ser a Dios y no a hombre).

          Y sí, hay un don sobrenatural de sanidad. Los apóstoles tenían el don de sanar. Hasta el día de hoy no conozco a nadie que tenga el don de sanidad. Me gustaría conocer a alguien que diga tenerlo. En verdad yo no lo pondría en un escenario para que determinadas personas pasaran adelante, sino que lo llevaría al pabellón de niños del hospital y vería si tiene el don de sanidad. Creo que la parte más caliente del infierno está reservada para los charlatanes que mercadean con la enfermedad y el dolor de la gente. Yo creo en la sanidad, pero que Dios tenga misericordia de aquellos que hacen mercancía con las personas en esta área en particular. Cuando Jesús murió, no sólo quitó nuestros pecados, sino que también tomó nuestra enfermedad. La Biblia dice: «…por sus heridas fuimos nosotros sanados» (Isaías 53:5), pero nosotros estamos esperando la redención del cuerpo.

        En el capítulo 8 de Romanos, vemos algo que todavía no ha sucedido pero que sucederá. ¡Aleluya! No obstante, el don de sanidad está en la lista. Si Dios levanta a alguien con ese don, yo me regocijaré, pero el Espíritu da dones «como él quiere» y el don de sanidad no parece estar vigente en esta época. (Con todo el enorme respeto que me merece el autor, disiento. Cierto es que no vemos sanidades sobrenaturales cada domingo en todas las iglesias, pero eso no significa que el don no esté presente. Muy probablemente, lo que significa, es que donde suponemos que hay hijos de Dios aptos para los dones, lo que en realidad hay es gente religiosa que, de ninguna manera y por diversas razones, podría ser bendecida por Dios con esa clase de dones. Y algo más: cuando dice dones de sanidades, así en plural, nos muestra que ese don va más allá de lo físico)

Milagros (1 Corintios 12:10) En la Biblia, los milagros generalmente aparecen por oleadas. Hubo milagros, obviamente, en la creación, milagros alrededor del ministerio de Moisés, milagros alrededor de los ministerios de Elías, y Eliseo, milagros con Jesús y los apóstoles, y habrá milagros en el fin de los tiempos. Yo en realidad no me opongo a los milagros, pero no sé de nadie que tenga hoy el don de milagros. Sin embargo, nunca negaría la habilidad de Dios para hacer milagros a través de alguno de sus siervos. Yo no creo que los milagros sean efectivos para traer a los perdidos a Jesús. De hecho, Jesús tenía que reprender a los traficantes de milagros de su época que lo seguían no por quien era él, sino por lo que hacía.

          Pero compartiré con usted unos versículos que son maravillosos para mí: Juan 10:41, 42 habla de Juan el Bautista. ¿Estaba Juan lleno del Espíritu Santo? Es mejor que lo crea. La Biblia dice que él estaba lleno del Espíritu desde el vientre de su madre. Pero escuche esto: »Y muchos fueron a él y decían: ‘Juan, a la verdad, ninguna señal [milagro] hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad’. Y muchos creyeron en él allí». No fue un milagro lo que hizo Juan al traer a las personas a Jesús. Él predicaba a Jesús.

          Yo preferiría que de mí se dijera que muchos creyeron en Jesús por mi palabra, a que se dijera que tenía poder para hacer milagros. Lo digo de todo corazón porque ese es el milagro que dura para siempre, el nuevo nacimiento, el milagro más grande de todos. Dios, sin embargo, puede dar a cualquiera que él escoja el don de milagros.

Lenguas (1 Corintios 12:10) ¿Qué es el don de lenguas? Es la habilidad de hablar en un idioma que no se ha aprendido. No es un idioma desconocido sino uno conocido. La palabra que se traduce como lengua es glossa en griego, y significa «idioma reconocible». La primera vez que se mencionan las lenguas en el Nuevo Testamento, los hombres oyeron estas lenguas y las reconocieron como su idioma nativo (Hechos 2:8). Tener este don no es señal de estar lleno del Espíritu Santo. En realidad, las lenguas no son señal de algo para los hijos de Dios. Las lenguas son señal para los que no son salvos. «De modo que las lenguas son señal, no para los creyentes, sino para los no creyentes… « (1 Corintios 14:22). Una señal de estar lleno del Espíritu Santo no es hablar en una lengua o idioma desconocido, sino controlar la lengua que se tiene. Estoy hablando en serio. Observe lo que dice Pablo en 1 Corintios 13:1, 2. El amor es parte del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22). El propósito principal de este don era autenticar el ministerio y mensaje de los apóstoles.

La interpretación de lenguas (1 Corintios 12:10) Todos en el cuerpo somos útiles con el uso de algún don. Suponga que algunos judíos extranjeros, no creyentes, visitaran su iglesia. Entonces alguien se pone de pie y ora a Dios en un idioma que no conoce, pero que estos extranjeros entienden porque es su lengua nativa. Ellos se asombrarían y quizás se convertirían. ¿Pero qué de los demás de la iglesia? Ellos no entenderían el idioma extranjero sin un intérprete. Entonces debe haber alguien con el don de interpretación para que todos se edifiquen y nadie sea excluido. Las lenguas y la interpretación de lenguas deben operar juntas. (Coincido, pero supongo que habría que dejar bien en claro que no se trata de traducción, sino de interpretación. A traducir se aprende, a interpretar no se aprende, se recibe como don del Espíritu).

Descubrimiento de los dones

          Finalmente, pensemos por un momento en el descubrimiento de nuestros dones. Pablo habla en Romanos respecto a descubrir los dones espirituales.

Cuestión de señorío: Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional. Romanos 12:1 Entienda que usted no se pertenece. Esté dispuesto a ser un sacrificio vivo. La consagración no está en darle algo a Dios, sino en quitar nuestras manos de lo que ya le pertenece a él. Tal sacrificio debe ser voluntario, total e irrevocable.

Cuestión de mayordomía: No os conforméis a este mundo; más bien, transformaos por la renovación de vuestro entendimiento, de modo que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. Digo, pues, a cada uno de vosotros, por la gracia que me ha sido dada, que nadie tenga más alto concepto de sí que el que deba tener,· más bien, que piense con sensatez, conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno. Romanos 12:2, 3 Cuando usted hace este sacrificio, su mente se transforma y una vez transformada reconocerá a Dios obrando en usted. Usted tiene una nueva mente para pensar y reconocerá con mayor facilidad su don. La verdadera humildad nos lleva a decir: «Soy lo que soy por la gracia de Dios». No insulte a Dios diciendo que usted no tiene el don de la gracia. La verdadera humildad no es negar el don de Dios. Negar su don de gracia no es humildad, sino incredulidad y rebelión. No usar su don es un trágico desperdicio. Es una mala mayordomía del don confiado a usted.

          Algún día, todos daremos cuentas ante el Señor sobre la mayordomía de nuestro don. Cuestión de membresía Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero todos los miembros no tienen la misma función; así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero todos somos miembros los unos de los otros. Romanos 12:4, 5. Pertenecemos a Jesús y los unos a los otros. Es en el contexto del cuerpo que los varios miembros descubren su función. Una mano separada del cuerpo no sólo es inútil sino grotesca. Los dones se descubren mejor en el compañerismo de la iglesia. Póngase activo en la iglesia, y su don saldrá a la superficie. Permítame mencionar cuatro principios que parecen funcionar en el contexto de miembros activos. Cuando usted aprende a aceptarse, a ser usted mismo y a darse a otros, va a descubrir su don. Usted es sobrenatural por naturaleza.

Gozo: Usted tendrá un sentido de hacer lo que siente con naturalidad. Habrá una plenitud correspondiente en su corazón y mente.

Estímulo: Otros en la iglesia reconocerán sus dones. Por ejemplo, la boca no tiene problema en reconocer la mano que la alimenta. Por el contrario, es triste ver a alguien que piensa que tiene el don de predicar cuando nadie tiene el don de escuchar.

Capacitación: El Dios que llama es el Dios que capacita. Su don puede estar dormido. Al comienzo yo no me imaginaba a mí mismo hablando o escribiendo, pero a medida que avancé en el ministerio, Dios me dio ayuda especial «Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel al ponerme en el ministerio» (1 Timoteo 1:12).

Iluminación: También está la parte mística de todo. El Espíritu Santo dirá «amén» en su corazón para ayudarle a confirmar su don y su ministerio. Usted tendrá el sentido de cooperar con el Señor, y como parte del cuerpo recibirá los impulsos de la Cabeza. Bill Gothard es autor de esta clásica ilustración: Se imagina una fiesta donde se están preparando para servir el postre. La persona que lleva el hermoso postre se resbala y el postre cae en el suelo. Ahora, así es como deben ponerse en práctica los diferentes dones:

          La persona que tiene el don de profecía dice: «Eso es lo que sucede cuando no se es cuidadoso». La persona que tiene el don de misericordia dice: «No se sienta mal, a cualquiera le puede pasar». La persona que tiene el don de servicio dice: «Permítame ayudarle a limpiar». Alguien con el don de enseñanza dice: «Se cayó porque estaba muy pesado de un lado. La próxima vez póngalo en el medio». El que tiene el don de exhortación dice: «De hoy en adelante sirvamos el postre primero, y lo ponemos en medio de la mesa para que no se caiga». Una persona con el don de dar dice: «Yo compraré otro postre». Y la persona con el don de administración dice: «Jaime, busca algo para limpiar el piso. Susana, por favor ayuda a limpiar. María, ordena otro postre». (Excelente. Sin comentarios innecesarios).

          Esa es una gran ilustración. Mire cómo todos estos diferentes dones son necesarios y cómo funcionan juntos. Usted es un hijo dotado. Dios no quiere que vaya a la iglesia sólo a sentarse y a absorber. Su vida tendrá un mayor sentido, hasta cierto grado, cuando usted descubra sus dones y los ponga a trabajar.

CAPITULO 11

Cómo Orar Con Poder

          Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal. [Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos. Amén]. Mateo 6:9-13

¡Orar con poder!

          Nada es más importante en todo el mundo para un cristiano que aprender a orar. No sólo es imperativo aprender cómo orar sino a orar con poder, a orar en el Espíritu, orar para obtener respuesta. Como cristianos debemos comprender que no hay nada fuera del alcance de la oración, excepto lo que está fuera de la voluntad de Dios. La oración puede hacer todo lo que Dios puede hacer, y ¡Dios puede hacer cualquier cosa! En Mateo 6:9-13, nuestro Señor nos enseña cómo orar. Note que él no dijo: «Hagan esta oración», sino: «Vosotros, pues, orad así…». Esta no es una oración para ser repetida sin sentido.

          A veces en alguna reunión, alguien puede decir: «Ahora, pongámonos de pie y digamos la oración del Señor». Esto no es necesariamente apropiado. En primer lugar, puede que muchas de estas personas ni siquiera sean cristianas, y no tienen ningún derecho de llamar a Dios Padre, como veremos en un momento. Segundo, nosotros no nos ponemos de pie y decimos una oración. Las oraciones no son para ser dichas, son para ser oradas. Puede que usted pregunte: «¿Cuál es la diferencia?». Suponga que yo voy a su casa y me siento en su sala, y usted me dice: «Diga una conversación». Eso sería insensato.

          La oración es hablar con Dios, no es sólo repetir palabras. Jesús dijo que no oráramos con vanas repeticiones. La clave está en Mateo 6:9: »Vosotros, pues, orad así…». Esta es una guía para mostrarnos cómo orar. ¡Orad así! Confieso que puede haber momentos en los que las palabras encajan perfectamente en mis necesidades. Entonces es posible que desee repetir palabra por palabra de lo que nuestro Señor enseñó en esta oración modelo. Pero yo no estoy solamente repitiendo palabras. Estoy orando de corazón a nuestro gran Dios, usando sus palabras.

Aprender a orar

          El mayor fracaso en la vida para muchos cristianos es no aprender a orar. No hay ningún pecado en su vida que la oración apropiada no pueda evitar. No hay necesidad en su vida que la oración apropiada no pueda suplir. Por eso pongo énfasis en que no hay nada fuera del alcance de la oración, a menos que no sea la voluntad de Dios. ¡Qué necios somos si no aprendemos a orar! Es importante que miremos el modelo de oración que nuestro Señor nos dio en Mateo 6:9-13. Aquí él nos dice cómo orar.

Personas de oración

          Mire Mateo 6:9 donde dice: »Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre». ¿Quiénes están incluidos en esta oración? Un hijo y su Padre. Nos acercamos a Dios hablándole a él como nuestro Padre. Es importante entender esto porque la oración que prevalece es real para los hijos de Dios. Usted podría decir que esto se puede dar por hecho porque todos somos hijos de Dios. ¡No, no todos! No todos somos hijos de Dios. Jesús les dijo a los fariseos que no eran salvos: »Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y queréis satisfacer los deseos de vuestro padre…» (Juan 8:44).

¿Quiénes son los verdaderos hijos de Dios?

          La Biblia dice en Juan 1:12 que Dios les dio derecho de llamarse hijos de Dios a los que recibieron a Jesús, a los que creyeron en su nombre. Así que no todo el mundo es hijo de Dios, ¡sólo los creyentes! Los hijos de Dios a menudo escuchamos a la gente hablar de la paternidad universal de Dios y la hermandad del ser humano. Eso no es correcto. Dios no es el Padre universal de todos, y no necesariamente todos los seres humanos son hermanos. Podemos ser hermanos en nuestra humanidad, pero en lo espiritual no somos hermanos hasta que nacemos en la familia de Dios y tenemos un Padre en común. Dios llega a ser nuestro Padre cuando nacemos en su familia. Algunos pueden argumentar diciendo que debido a que Dios nos creó, él es nuestro Padre. Bien, Dios también creó las ratas, las cucarachas, los buitres y las serpientes, pero ¡no es padre de ellos! Dios no se convierte en el padre por el acto de la creación. Dios llega a convertirse en nuestro padre por el nuevo nacimiento, el nuestro.

          Lo primero que debe ocurrir, si quiere que sus oraciones sean respondidas y que sean poderosas, es convertirse en hijo de Dios. Para ser hijo de Dios, usted debe recibir al Señor Jesucristo como su Salvador. ¿Lo ha hecho? ¿Vive Cristo en su corazón? Si es así, entonces usted está listo para orar. Cuando usted pueda decir: «Padre», verá lo fácil que es orar. A veces le he pedido a alguien que ore, y me dice: «Lo siento, no puedo orar». ¡Y estas personas profesan ser cristianas! ¿Por qué no pueden orar? Ellos pueden hablar con un padre terrenal, y cualquiera que pueda hablar con un padre terrenal puede hablar con su Padre celestial.

          Usted no tiene que ser una persona elocuente para saber cómo orar. No tiene que usar las frases y palabras más sofisticadas, términos adornados ni métrica poética. Usted simplemente puede hablar con Dios desde su corazón. Así es como un niño habla con su padre. Supongamos que cuando mis hijos vivían en casa, mi hija hubiera venido a mí para decirme: «Salve, eminente pastor de la Iglesia Bautista Bellevue. Os doy la bienvenida a casa, disfrutad vuestra estancia. ¿Proporcionaríais a vuestra segunda hija, Janice, algo de dinero para poder dirigirme al almacén de cosméticos y procurarme algunos con el fin de adornar mi rostro?».

          ¿Verdad que eso hubiera sido ridículo? Lo más probable es que ella diría: «Papá, te amo. Qué bueno tenerte en casa. Papá, necesito algo de dinero para comprar algunas cosas en la farmacia». Ella me habría hablado con confianza porque yo soy su padre. Pero eso no quiere decir que sería irrespetuosa conmigo. Tampoco significa que vamos a ser irreverentes con Dios. Nosotros podemos hablar con él directamente y con confianza diciéndole «Padre».

          Gálatas 4:6 dice: «Y por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: Abba, Padre». La expresión Abba es una palabra aramea en diminutivo y la mejor traducción es «papito». ¿Alguna vez usted ha pensado llamar al gran Dios, el que cavó los mares, apiló las montañas, puso las estrellas, que dirige este grandioso universo, «papito»? ¿Sería irreverente? No, no lo es. El Espíritu de Dios que mora dentro de nuestros corazones, clama: «Abba, Padre». Si usted ha nacido en la familia de Dios, puede, espiritualmente hablando, gatear hasta su regazo, poner sus brazos alrededor de su cuello y hablar con él; sí, hablar de la misma manera como lo haría con su propio padre.

          Algunos creen que deben orar por medio de un sacerdote o un santo. Lo ilustran usando el ejemplo de hablar con el presidente. Ellos dicen que usted no iría directamente al presidente, sino a un senador o congresista, y que luego él iría como su vocero ante el presidente. Con este ejemplo ellos conjeturan que usted no puede acercarse directamente a Dios, pero sí puede ir al sacerdote o al santo, que entonces irá ante Dios en su lugar. Mire, amigo; por ninguna razón del mundo yo buscaría a un congresista si el presidente fuera mi papá. Si el presidente fuera mi propio y querido padre, yo no diría: «Señor congresista, ¿le dirá algo a mi papá por mí?». Por supuesto que no haría eso si el presidente fuera mi padre. Usted puede ir directamente a Dios su Padre, si usted es nacido de nuevo por la fe en el Señor Jesucristo como su Señor y Salvador.

El propósito de la oración

          Mateo 6:10 dice: «venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra». La oración tiene un único propósito: que la voluntad de Dios se haga. La oración no es un ejercicio en el que doblegamos la voluntad de Dios y hacemos que se ajuste a nuestra voluntad. Muchas personas tienen la idea de que la oración es decirle a Dios que haga algo que por lo general no querría hacer. Esto no es verdad. La oración es buscar la voluntad de Dios y seguida. La oración es la forma de lograr que la voluntad de Dios se haga en la tierra. Algunos dicen: «Sabía que debía haber una trampa en esto. Todo lo que logro es tener la voluntad de Dios. Yo no la quiero si no obtengo lo que deseo».

          Si usted piensa de esta manera, déjeme decirle que Dios quiere para usted lo que usted querría para sí mismo si tuviera suficiente lógica para quererlo. La voluntad de Dios es lo mejor para usted. La voluntad de Dios no es algo que usted tiene que hacer. La voluntad de Dios es algo que usted consigue hacer. Dios lo ama mucho. Él le dará todas las cosas buenas a los que andan rectamente con él. Dios quiere y anhela bendecirlo. Usted debe llegar al punto en el que pueda conocer la voluntad de Dios. La oración exitosa es encontrar la voluntad de Dios e involucrarse en ella.

          La voluntad de Dios no lo encierra; por el contrario, la voluntad de Dios lo libera. La Biblia dice: «Y ésta es la confianza que tenemos delante de él: que si pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye«(1 Juan 5:14). Debemos orar según la voluntad de Dios. Pero ¿cuál es su voluntad? Algunas cosas, como la voluntad de Dios, están claramente dichas en las Escrituras. Por ejemplo, la Biblia dice que el Señor«…no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento» (ver 2 Pedro 3:9). Obviamente cuando una persona es salva, Dios desea su santificación porque la Biblia dice: «Porque esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación…» (1 Tesalonicenses 4:3).

          Mientras sabemos que ciertas cosas son la voluntad de Dios, en otros aspectos debemos buscar su voluntad. ¿Debería mudarse a otra ciudad para tomar ese nuevo trabajo? ¿Debería vender su casa? ¿Debería ir a esta o aquella universidad? ¿Debería casarse con ese muchacho(a)? En todos los aspectos, si buscamos la voluntad de Dios, la conoceremos. ¿Cómo podemos conocer la voluntad de Dios? Jesús dijo: «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis, y os será hecho» (Juan 15:7). Ahora, note que él dice: «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros«. «Permanecer» es apoyarse en Jesús momento a momento, mirar a Jesús y depender de él. También significa que debemos leer la Palabra de Dios a diario, y permitir que ella pase de las páginas escritas a nuestros corazones. Entonces el Espíritu Santo nos muestra cómo orar y qué orar.

          Esto es lo que la Biblia llama orar en el Espíritu. El Espíritu Santo en nosotros nos ayuda a orar. Oramos al Padre, a través del Hijo y en el Espíritu Santo. Si nos rendimos al Espíritu de Dios y permanecemos en Cristo, entonces su Palabra permanecerá en nosotros. Por consiguiente, podremos orar por cualquier cosa que queramos. Porque extraña y maravillosamente lo que ahora deseemos es lo que él quiere, porque tenemos la mente de Cristo. Cuando oramos, pensamos los pensamientos de Cristo después de él. Esta fue una de las lecciones más dulces que alguna vez aprendí sobre la oración: La oración que llega al cielo es la oración que empieza en el cielo. Lo que nosotros hacemos es simplemente cerrar el círculo. Dios pone algo en nuestros corazones para orar, nosotros oramos por eso, y enseguida vuelve al cielo.

          La oración es que el Espíritu Santo encuentra un deseo en el corazón del Padre y lo pone en nuestros corazones, y luego lo envía de vuelta al cielo en el poder de la cruz. ¿No es hermoso? ¿Entonces cuál es el propósito de la oración? «Venga tu reino, sea hecha tu voluntad». Nosotros debemos buscar la voluntad de Dios en todas nuestras oraciones. Eso de ninguna manera significa menos bendiciones para nosotros. Al contrario, significa más bendiciones. La provisión de la oración Mateo 6:11 dice: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy». El Señor nos está diciendo que de una manera práctica él suplirá nuestras necesidades. Uno de los versículos más poderosos en toda la Biblia es: «Mi Dios, pues, suplirá toda necesidad vuestra, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19). No dice: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que quieran», porque hay momentos en los que queremos tener cosas que no necesitamos. También hay tiempos en los que necesitamos cosas que no queremos.

          Mi padre decía: «Estás necesitando un castigo», y tenía razón. Yo lo necesitaba, pero no lo quería. Dios suplirá todas nuestras necesidades y más según sus riquezas. No dice fuera de sus riquezas. Un millonario puede darle 10 dólares de sus riquezas, pero eso no significa que sea conforme a sus riquezas. Pero mi Dios suplirá toda necesidad conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Nosotros podemos acercarnos y decir: «Padre, dame hoy mi pan diario». Este versículo no implica que sólo podemos pedir pan. Nosotros tenemos muchas necesidades. Esa es la razón por la que tuve cuidado de indicarle al principio que esta no es una oración para repetir mecánicamente. Es una oración modelo. Jesús no dijo: «Haga esta oración». Él dijo: «Ore de esta manera». Si necesita pan, pídale a Dios una hogaza de pan. Si necesita trabajo, pídale un trabajo. Si necesita una casa, pídale una casa. Permita que el Espíritu Santo le muestre qué pedir, y entonces ore en el Espíritu para que sus necesidades sean suplidas.

          Estoy convencido de que muchos cristianos no tienen suplidas sus necesidades, a pesar de que Dios desea suplirlas, porque se hacen trampa a ellos mismos al no orar. Santiago 4:2, dice: «…No tenéis, porque no pedís». Cuando estaba en la universidad pastoreé una pequeña iglesia rural en la costa del estado de Florida en los Estados Unidos de América, cerca del río Indiana. Es un lugar hermoso donde se produce parte de las mejores frutas cítricas del mundo. Cuando estaba alistándome para volver a la universidad fui a ese lugar y me encontré con uno de los diáconos. Él tenía dos bolsas de lona grandes llenas de naranjas, toronjas y mandarinas.

          Me dijo: -Adrián, esto es para usted. Yo le dije: -No puedo comerme todas esas naranjas, se dañarán. Él me dijo: -Llévelas a la universidad y regálelas. Las puse en mi automóvil, volví a la universidad y las guardé en un armario. Uno o dos días después, cuando estaba almorzando vi en el patio a un pequeñito escondiéndose. Como no se enteró de que yo lo estaba mirando, decidí ver lo que estaba haciendo. Vi que iba a robar una naranja de un árbol que había en el patio. Era un árbol de naranjas agrias, una fruta decorativa que no es muy buena para comer. Arrancó una y se alejó corriendo. En esos días no tenía dinero extra, pero creo que realmente habría pagado un dólar por ver a ese chico darle el primer mordisco a esa naranja. Pero esta es la ironía de este ejemplo. Si ese niño simplemente se hubiera acercado y hubiera llamado a mi puerta diciendo: «Señor, ¿puedo tomar una de esas naranjas?». Yo habría dicho: «No hijo, no puedes. Pero si subes aquí, te llenaré de naranjas». Yo tenía naranjas que deseaba regalar.

          Eso es lo que la Biblia quiere decir con «no tenéis lo que deseáis, porque no pedís». Un día, cuando estemos en el cielo, el Señor podrá llevarnos a un gran armario, abrirlo y decirnos: «Mira adentro. ¿Ves todas esas cosas? Eran tuyas. Son provisiones que hice para ti, pero como preferiste las naranjas agrias, eso es lo que obtuviste». No recibiste porque no pediste. Esta es la provisión de la oración: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy». El perdón de la oración Mateo 6:12 dice: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores».

  • A veces la oración no es respondida porque no oramos a Dios como Padre, pues nunca hemos sido salvos.
  • A veces la oración no es respondida porque no oramos en la voluntad de Dios. No estamos diciendo: «venga tu reino, sea hecha tu voluntad». En cambio, decimos: «Venga mi reino, sea hecha mi voluntad».
  • A veces nuestras oraciones no son respondidas porque no pedimos. Simplemente no decimos: «Padre, dame lo que necesito».
  • Además, nuestras oraciones a veces no son respondidas porque hay pecado sin confesar y sin arrepentimiento en nuestra vida. Junto con pedir lo que necesitamos, debemos recordar que necesitamos perdón. Por eso nuestro Señor nos enseñó a orar: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores». Quiero darle dos promesas en conexión con la oración. Aquí está la primera: «Si en mi corazón yo hubiese consentido la iniquidad, el Señor no me habría escuchado» (Salmos 66:18). Y la segunda es: «He aquí que la mano de Jehovah no se ha acortado para salvar, ni su oído se ha ensordecido para oír. Vuestras iniquidades son las que hacen separación entre vosotros y vuestro Dios. Vuestros pecados han hecho que su rostro se oculte de vosotros para no escuchar» (Isaías 59:1, 2).

          No es que él no pueda oír. Es que el pecado se interpone entre nosotros y un Dios Santo. Si guardamos iniquidad en nuestro corazón, el Señor no nos oirá. La Escritura no dice que si usted ha pecado el Señor no lo oirá. Si ese fuera el caso, él no oiría a ninguno de nosotros. La Palabra de Dios dice sobre nosotros: «porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios» (Romanos 3:23), y «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros» (1 Juan 1:8), Dios nos dice que si guardamos iniquidad en nuestro corazón no nos oirá. ¿Qué significa eso?

          Supongamos que usted es un cristiano promedio que dice: «Nadie es perfecto. Todos tenemos algún pecado en nuestra vida, y este es el mío». Usted tiene un pecadito consentido. Puede ser un rencor, una mala actitud o un hábito. No hay arrepentimiento ni aflicción respecto a ese pecado, sino aprecio por él. Ahora digamos que usted se acerca a Dios para orar y dice: «Señor, tú sabes que mi hijo está enfermo, y yo quiero que lo sanes». ¿Cree que Dios va a oír su oración? ¡No, él no la oirá! Mire, no es sólo que usted haya pecado, sino que tiene aprecio por ese pecado y si él hiciera lo que usted le está pidiendo, lo estaría animando a pecar.

          Así que él no hará lo que usted le ha pedido. Primero debe enfrentar su pecado, arrepentirse del mismo y sacarlo de su corazón, de su vida. Y la única manera cómo logra sacarlo es viniendo al Señor a pedirle perdón. Primera Juan 1:9 dice: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar… y limpiamos de toda maldad». Si está orando con un pecado en su vida y en su corazón sin arrepentirse de él, ¡está desperdiciando tiempo y saliva! Sus oraciones no están pasando del techo. Recuerde también que Dios nos perdona de la manera como nosotros perdonamos a otros. ¿Cómo perdona a los que pecan contra usted?

          Usted dice: «No lo voy a perdonar», y Dios dice: »Yo no te voy a perdonar a ti». Entonces usted dice: «Bien, si es así, lo perdonaré, pero nunca más quiero tener que ver con él». Dios dice: «Bien, yo te perdonaré pero nunca más quiero tener que ver contigo». Ahora usted puede ver que estamos orando con condiciones. Estamos diciendo: «Señor, perdóname de la manera como yo perdono a los demás». Escuché de una niñita a que estaba enfadada con su madre. Una noche, cuando ella la llevó a la cama temprano y le dijo que orara antes de dormirse, la niñita se arrodilló y oró por sus hermanos, hermanas, papá, tías, tíos y por todas las cosas, y al decir «amén», miró a su madre y le dijo: «Supongo que notaste que no estuviste en mi oración».

          Bien, ese es el tipo de oración que no recibe respuesta. ¿Tiene pecado sin confesar en su corazón ahora mismo? Puede ser grande o pequeño, pero si hay pecado en su vida, no se asombre de que Dios no esté oyendo su oración. La Biblia enseña en el Salmo 66:18: «Si en mi corazón yo hubiese consentido la iniquidad, el Señor no me habría escuchado». La protección de la oración Otro aspecto importante de la oración es la protección que viene con ella. Mateo 6:13 dice: »Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal«. Existe el diablo que es real y que quiere impedir que usted permanezca en oración.

          Él le dice a sus demonios: «Eviten que tal persona ore. Si logran impedido, podemos vencerlo siempre. Pero si ora, ¡siempre nos vencerá!». Se ha dicho que el diablo tiembla cuando ve de rodillas al santo más débil. Así que, amigo mío, necesitamos orar. «Señor, no nos metas en tentación». Y eso plantea una pregunta real. ¿Dios nos tienta? Santiago 1:13 dice que Dios no tienta a nadie. En 2 Pedro 2:9 también dice que: «entonces el Señor sabe rescatar de la prueba a los piadosos…». Así que este pasaje de la oración del Señor puede traducirse, «guíanos a fin de que no caigamos en tentación». Debemos orar a diario para que el Señor nos libre.

          Permítame hacerle una pregunta. ¿Alguna vez usted ha cometido un pecado, le ha pedido perdón a Dios y él lo ha perdonado? Ahora permítame hacerle otra pregunta. Después de haberle pedido perdón a Dios por ese pecado, ¿volvió usted a cometer el mismo pecado o uno similar, a pesar de que Dios lo perdonó? ¿Ha repetido ese pecado más de diez veces y ha venido a Dios diciéndole: «Aquí estoy de nuevo, lo volví a hacer»? ¿Continúa perdonándonos? Si somos sinceros, desde luego que lo hace. Él lo perdonará «setenta veces siete». ¡Él lo perdonará tantas veces como usted peque! ¡Alabado sea su dulce nombre! En lo que a Dios concierne, ¡esta es la primera vez en la vida que usted peca! Porque él no sólo perdona, ¡sino que también olvida nuestros pecados! «Tan lejos como está el oriente del occidente, así hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones» (Salmos 103:12).

          Y en Hebreos 8:12, Dios nos dice que él jamás se acordará de nuestros pecados. ¡Pero un momento! ¿No se cansa usted de volver con los mismos pecados viejos? ¿No se avergüenza? ¿No le da vergüenza cuando vuelve y dice: «Señor, nuevamente soy yo. Lo hice de nuevo. Fallé otra vez. Dios, ten misericordia de mí»? ¿Por qué sigue viniendo, si Mateo 6:12 dice: «Perdónanos nuestras deudas»? Yo creo que es debido a que usted ha entendido el versículo 12, pero no ha entendido el 13. El versículo 12 es el perdón de la oración, y el 13 es la protección de la oración. Y la razón por la que debemos volver a Dios tantas veces a pedirle perdón es porque no hemos puesto en acción la protección de la oración que nos impide caer en tentación repetidamente. Muchos de nosotros saltamos de la cama en la mañana sintiéndonos bastante bien, y no nos damos cuenta de la necesidad real de orar.

          El sol está brillando; tomamos nuestro desayuno y salimos de casa sintiéndonos bien. Luego en algún momento del día pasa lo inesperado: Tenemos un choque de frente con Satanás. Él todos los días cava un hoyo para que usted caiga. Él sabe ponerle trampas. El diablo no está interesado en absoluto en usted como persona; su guerra real es contra Dios. Las personas malvadas siempre han sabido que si no pueden hacerle daño directamente a alguien, intentarán hacerle daño a alguien a quien esa persona ama. Y el diablo quiere hacerle daño para intentar afectar a Dios, porque usted pertenece a Dios. De esa manera hemos llegado a hacer peones en esta guerra. ¡El diablo es el enemigo real! Él ha hecho planes para sabotearnos y dañar a nuestros seres queridos.

          Pero nosotros vamos paseando a lo largo del día, todo está bien; entonces Satanás echa una bomba en nuestro regazo. Llega de manera muy inesperada y fracasamos. Al final del día, decimos:»¡Dios, lo siento mucho! ¡Señor, perdóname!». Y él lo hace. Pero esta no es una oración para el final del día. Es una oración que debe hacerse al comienzo del día. Ella no es la cerradura que asegura la puerta al final del día. Es la llave que abre la puerta al principio del día. Al levantarnos, debemos ponernos la armadura de nuestro Señor Jesucristo, y no hacer ninguna provisión para la carne. Debemos sumergirnos en la presencia y el poder de Dios. Dios construye un muro de fuego alrededor nuestro cuando decimos:» Amado Señor, líbrame del mal. Amado Señor, guíame para que no caiga en tentación». ¡Cuán importante es que aprendamos a orar!

          Nosotros no oramos por protección simplemente porque pensamos que somos capaces de protegernos nosotros mismos. ¡Lo peor no es nuestra falta de oración, sino nuestro orgullo! Pensamos que podemos pasar el día y superar al diablo con nuestras propias fuerzas. La mejor protección es bajar la defensa y seguir la ofensiva. Tengo un amigo que jugaba fútbol americano y su posición era de defensa. Era rudo y grande, y amaba al Señor. Un día lo escuché hablar de una conversación que tuvo con el entrenador. Este le preguntó: -Mike, ¿harías una búsqueda por mí? Y Mike respondió: -Seguro, entrenador, ¿qué tipo de jugador quiere que busque?

          El entrenador le dijo: -Bien, está la clase de jugador al que golpean, cae y se queda allí. -No es el tipo de jugador que queremos, ¿verdad? -dijo Mike. -¡No! -respondió el entrenador, y añadió: -Hay un tipo de jugador al que golpeas y cae, pero se levanta. Luego lo vuelves a golpear, cae de nuevo y se levanta. Luego lo derribas y sencillamente sigue levantándose. -Ese es el tipo que queremos, ¿verdad, entrenador? -dijo Mike. -No, eso no es lo que queremos -corrigió el entrenador-. Encuentra al tipo que golpea y derriba a todos. ¡Ese es el tipo que quiero! Le doy gracias a Dios porque cada vez que caemos, él nos levanta. ¿Pero no le gustaría a usted resistir al diablo y hacerlo huir de usted, en lugar de simplemente decir: «Señor, estoy mal de nuevo, levántame?». La Biblia dice en Romanos 12:21: «No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien». Necesitamos dejar la defensiva y asumir la ofensiva orando: «Amado Señor, líbrame del mal y guíame para que no caiga en tentación».

La alabanza de la oración

          Lo último que quiero que usted note es la alabanza de la oración en Mateo 6:13, «Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos. Amén». Acaba con una nota de alabanza, y comienza con una nota de alabanza: «Padre nuestro que estás en los cielos: santificado sea tu nombre». Toda oración poderosa está saturada de alabanza. ¿Por qué? ¡Porque la alabanza es una expresión de fe! La fe hace que nuestras oraciones sean respondidas. Cuando oramos en la voluntad de Dios con corazones limpios, entonces tenemos todo el derecho de esperar que Dios nos responda. Así que podemos empezar a alabarlo. Y si tenemos dificultad con nuestra oración, puede ser porque no estamos alabándolo lo suficiente.

          Billy Sunday dijo que nosotros necesitamos quitar unos cuantos gemidos de nuestras oraciones y meter unos cuantos ¡aleluya! La alabanza es algo maravilloso, poderoso. La petición entra en la presencia de Dios para volver a salir llevando algo. Pero la alabanza entra en la presencia de Dios para quedarse allí para siempre. Agrada al Señor. Nuestros sacrificios de alabanza bendicen al Señor. La oración poderosa rebosa de alabanza. Dios habita entre las alabanzas de su pueblo (ver Salmo 22:3).

          Antes de salir para irme a la universidad, mi padre me dijo: -Hijo, me gustaría pagar tu universidad, pero no puedo. -Papá, aprecio el hecho de que quieras hacerla -le dije. Dios me llamó a predicar y él ha cuidado de mí. Viví de comer apenas lo que llegaba a mis manos, y a menudo era la mano de Dios la que me alimentaba. Pero para mí significó tanto que mi papá me hubiera dicho: «Hijo, me gustaría hacerlo si pudiera». La voluntad de mi Padre celestial nunca me dice: «Hijo, me gustaría hacerla, pero no puedo». Mi Padre celestial es el Rey de reyes. ¡Tenemos el corazón del Padre y la mano del Rey! Tenemos un Padre que puede escucharnos y tenemos el Rey que puede contestarnos. Debemos orar en serio, fervorosa y expectantemente, y con adoración hacia él.

          Una vez que estaba hablando con un joven él me dijo: -Dios me ha llamado a predicar. Él quiere que vaya a prepararme, pero no tengo nada de dinero. Así que supongo que no podré ir. -¿Si un millonario te ayudara, irías? -le pregunté. Sus ojos se iluminaron al tiempo que decía: -Seguro que iría. -Tienes al dueño del mundo, el Dios omnipotente -le dije. A donde Dios guía él provee. ¿Si Dios no puede hacerla, quién puede? Dios puede usar a un millonario, u otros medios, pero ¡yo quiero decirle que suyo es el reino, el poder, y la gloria! ¡Qué gran Dios tenemos a quien orar! Y qué necios somos si no aprendemos a orar. Usted no fracasa en su vida a menos que sea realmente un fracaso en la oración. No hay pecado en su vida que la oración apropiada no evite. No hay necesidad en su vida que no pueda ser satisfecha si usted aprende a orar. Así que quiero que diga junto con los discípulos, y con mi propio corazón: ¡Señor, enséñame a orar!

          Pese a que esta ventana se fundamenta en lo que escriben los autores más lo que desde aquí añadimos, en esta parte de este trabajo me he cuidado muy bien de no emitir juicio de valor alguno. Coincido en que la oración no comienza en tus labios, sino en la mente de Dios. Coincido en que, orando con la mente de Dios, ninguna oración carecerá de respuesta. Todo lo demás, es visión de Adrián y debemos, como corresponde, rendirle el mayor de los respetos. Seguramente que habrá cientos de hermanos y siervos que intentarán lo mismo desde otro camino, pero si el objetivo es el que compartimos, cualquier camino será de excelencia para alcanzarlo.

CAPITULO 12

 ¿Cómo Entender la Biblia?

          Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley. Salmo 119:18

          Si usted no conoce, ama, entiende, practica y obedece la Palabra de Dios, puedo decirle sin dudar, titubear o disculparme, que usted no es un cristiano victorioso. A medida que lea este capítulo, quiero que aprenda a estudiar su Biblia y cómo hacer que se avive el fuego del poder de la Palabra de Dios en usted. El conocimiento es poder y eso es verdad en cualquier medio, ya sea en los negocios, el atletismo o la teología. Quiero que busquemos cómo obtener el conocimiento de la Palabra de Dios. La gente de hoy necesita la verdad.

          Alguien en Kenia escribió esta oración: «Señor, de la cobardía que no se atreve a enfrentar una nueva verdad, de la pereza que se conforma con medias verdades, de la arrogancia que cree tener toda la verdad, líbrame, buen Señor. Amén». Espero que usted no sea cobarde ni tenga miedo de la verdad, que no sea perezoso aceptando verdades a medias, ni que sea arrogante al pensar que no necesita la verdad. Lo que transforma es el conocimiento, la verdad. (Coincido, aunque le daría una expresión aún más específica: lo que transforma y libera, es el conocimiento de la verdad, no estar cerca de la verdad. Puedes andar junto a la verdad toda tu vida y no llegar a conocerla. Y en ese caso, mucho me temo que no llegarás a ser libre)

          Leí un anuncio comercial que decía: «No somos lo que pensamos que somos, somos lo que pensamos». ¿Lo entendió? Usted es lo que piensa. La Biblia dice en Proverbios 23:7, hablando del hombre de malas intenciones: «porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él«. Si eso es cierto, y si el conocimiento es poder, necesitamos conocer la Palabra de Dios para tener poder espiritual. Necesitamos ser moldeados, motivados y dominados por la Palabra de Dios. Aun así, para muchos, la Biblia sigue siendo un libro cerrado, un libro misterioso. Realmente no la entienden.

          No hay camino fácil, no hay lugar para la pereza, no hay una manera mágica si de veras queremos entender la Biblia. Pero lograr entenderla no es imposible. En realidad, dedicarle tiempo a la Palabra de Dios produce gozo y es emocionante. El Salmo 119 es el salmo más largo de la Biblia. El escritor de este salmo nos da varias declaraciones acerca de la Palabra de Dios. En realidad, el salmo entero, que se compone de 176 versículos, trata sobre la Palabra de Dios con el fin de ayudarnos a conocerla y entenderla. Quiero que, a medida que usted lea este capítulo, tome nota de tres cosas. Si lo hace, se avivará el fuego del poder de la Palabra de Dios en usted, en su mente y en su vida:

  • Aprecie las virtudes de la Palabra de Dios.
  • Asimile la vitalidad de la Palabra de Dios.
  • Aprópiese de los valores de la Palabra de Dios. Aprecie las virtudes de la Palabra de Dios Si usted no aprecia las virtudes de la Palabra de Dios, no tendrá el deseo de aprenderla o de aprender de Dios. Muchos no entienden el gran valor y la gran virtud de la Palabra de Dios. Usted debe mostrar aprecio por la Palabra de Dios.

La Biblia es eterna

          El Salmo 119:89 dice: «Para siempre, oh Jehovah, permanece tu palabra en los cielos«. La Biblia no es el libro del mes ni el libro del año. La Biblia es el libro de las edades. Es un libro inmutable, eterno. El Salmo 119:152 dice: «Hace ya mucho que he entendido tus testimonios, los cuales estableciste para siempre«. ¡Para siempre! Dios dice que ya está hecho. Está fijado en los cielos. El Salmo 119:160 dice: «La suma de tu palabra es verdad; eternos son todos tus justos juicios». Otros libros vienen y van, pero la Biblia permanece. Han pasado miles de años desde que la Biblia fue escrita. Han surgido y caído imperios. Civilizaciones han llegado y se han ido. La ciencia ha expandido las fronteras del conocimiento. Pero la Biblia aún permanece erguida.

          Emperadores han decretado el exterminio de la Biblia, y los ateos se han opuesto a ella. Los agnósticos se han burlado cínicamente de la Biblia, y los liberales han movido cielo y tierra para quitar los milagros de la Biblia. Los materialistas sencillamente la han ignorado, pero la Biblia permanece. La Biblia está establecida en el cielo. El difunto doctor Robert G. Lee decía acerca de la Biblia: «Ninguno de sus enemigos ha hecho un agujero en su santa vestidura, ni ha robado una flor de su maravilloso jardín, ni diluido una gota de miel de su abundante colmena, ni roto una cuerda de su arpa de mil cuerdas, ni ahogado una dulce palabra en tinta infiel».

          El doctor Lee simplemente estaba diciendo lo que Dios dice sobre su Palabra: «Para siempre, oh Jehovah, permanece tu palabra en los cielos» (Salmo 119:89). En el Nuevo Testamento, 1 Pedro 1:24, 25 dice: «Porque: Toda carne es como la hierba, y toda su gloria es como la flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; pero la palabra del Señor permanece para siempre». La Biblia es eterna, definitiva e indestructible. La Biblia es veraz El Salmo 119:142 dice: «Tu justicia es justicia eterna, y tu leyes la verdad«; el versículo 151 dice: «…todos tus mandamientos son verdad»; y el versículo 160 dice: «La suma de tu palabra es verdad…». En el Evangelio de Juan (18:38) Pilato le preguntó a Jesús: «¿Qué es la verdad?». Jesús ya había contestado esa pregunta en Juan 17:17 cuando, hablando con el Padre, dijo: «…tu palabra es verdad«. En un mundo que ha perdido su aprecio por la verdad, usted puede decir sin titubear que la Biblia es la verdad.

          En la actualidad hay toda clase de ataques contra la verdad de la Biblia. Está el ataque frontal de aquellos que niegan la verdad de la Biblia. Pero también hay un ataque traicionero que es quizás más insidioso. Estas no son las personas que niegan la verdad de la Biblia, sino las personas que sobreponen su propia experiencia por encima de la Palabra de Dios. Son los que dicen: »Yo sé lo que siento o lo que pienso». A veces, incluso argumentan diciendo: «No me importa lo que diga la Biblia. Permítame decirle lo que yo experimenté». Pablo tuvo que enfrentar a algunas de estas personas en Corinto: «Si alguien cree ser profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo es mandamiento» (1 Corintios 14:37).

          Al parecer algunas personas en Corinto se aventuraron en la magia carismática y se desenfrenaron con las lenguas, las profecías, las visiones y los éxtasis. Cuando Pablo trató de ponerlos en orden, ellos dijeron: «Permítame decirle, hermano Pablo, qué tipo de hombre espiritual soy; y permítame decirle que tengo el don de profecía». Pablo dice: «Si alguien cree ser profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo es mandamiento». Y sigue diciendo en el versículo 38: «Pero si alguien lo ignora, él será ignorado«. Hay un ataque frontal contra la verdad de la Biblia por parte de los que se oponen a ella y la niegan. Hay un ataque por detrás de parte de aquellos que quieren sustituir la Palabra de Dios con su propia experiencia, y hay también un ataque lateral.

          Estas personas no necesariamente niegan la Biblia, pero quieren reemplazarla o sustentarla con psicología, filosofía y otras cosas, como si la misma Biblia no fuera suficiente. (Por expresar esto mismo, me gané la antipatía de un nutrido grupo de profesionales que conformaban la membresía de mi última congregación) Amigo, la Biblia es verdad, y si usted está buscando la verdad, la puede encontrar en ella. ¿Por qué? 2 Timoteo 3:16 dice: «Toda la Escritura es inspirada por Dios«. Esa palabra inspirada sólo se usa una vez en la Biblia, pero qué palabra tan magnífica. En griego la palabra es theopneustos. Literalmente significa «Dios respiró». Theo quiere decir Dios; pneustos significa respiró.

           La Biblia dice que toda la Escritura es la respiración de Dios. Es decir, Dios la respiró. En Mateo 4:4, Jesús dice: «…No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios«. Jesús está hablando de la Biblia. Él dice que cada palabra procede de la boca de Dios. No es que Dios simplemente haya respirado sobre las Escrituras. Dios respiró las Escrituras. Sí, él usó hombres como Isaías, Jeremías, Mateo, Marcos y Pablo; pero aquellos hombres sostuvieron la pluma de Dios. Ellos eran la voz de Dios cuando él hablaba. La Biblia es verdad porque el Dios de verdad no puede hablar el error. Si usted lee el Antiguo Testamento encontrará frases como: «la Palabra del Señor», «la Palabra de Dios», «Dios habló» o «el Señor dijo», usadas 3.808 veces. Si la Biblia no es la Palabra de Dios, es el paquete más grande de mentiras que alguna vez haya entrado en el planeta Tierra. La Biblia es la verdad sin lugar a dudas.

La Biblia es atesorada

          Porque la Biblia es un libro eterno y veraz, debe ser atesorada. El Salmista dice: «Mejor me es la ley que procede de tu boca que miles de piezas de oro y plata» (Salmo 119:72). ¿Es eso verdad para usted? Dios sabe que es completamente verdad para mí. Si usted me pidiera escoger entre una gran pila de oro, plata, rubíes, diamantes, acciones e inversiones por un lado y la Palabra de Dios por otro, yo no dudaría. Escogería la Palabra de Dios. «¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras, más que la miel en mi boca!» (Salmo 119:103). «Por eso amo tus mandamientos más que el oro, más que el oro puro» (Salmo 119:127).

          La Biblia es un libro que debe ser atesorado. Los santos y héroes de nuestra fe han tenido la Palabra de Dios como ayuda y guía al atravesar las frías aguas del río de la muerte. Mártires que han muerto por ser testigos de Jesucristo sostuvieron la Biblia contra su pecho mientras las llamas los rodeaban. Los miembros de la iglesia primitiva amaban la Palabra de Dios y nunca la cuestionaron; discutieron muy poco acerca de ella. La predicaron, la proclamaron, la pronunciaron y la esparcieron como lava candente. La amaron, la vivieron, la practicaron y la obedecieron; confiaron constantemente en ella y la afirmaron.

          ¿Sabe usted por qué la Biblia es atesorada? Usted lo ha sabido por mucho tiempo. «Cristo me ama, bien lo sé, su Palabra dice así». Eso es. «Cristo me ama, bien lo sé, su Palabra dice así». Usted nunca tendrá una vida cristiana victoriosa si no ama la Palabra de Dios. La Biblia es como un tesoro. Suponga que en el patio de su casa hay un tesoro enterrado. Si no tiene una pala, sin duda va a la ferretería y compra una para regresar a casa y desenterrar aquel tesoro. La Biblia es el libro del tesoro de Dios. Es un libro eterno. Es un libro verdadero; por consiguiente, usted debe apreciar las virtudes de la Palabra de Dios. Si usted no aprecia las virtudes de la Palabra de Dios, no va a tener ningún deseo de entenderla.

Asimile la vitalidad de la Palabra de Dios

          La palabra vitalidad significa «vivo». La Biblia es un libro viviente. Hebreos 4:12 dice: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz…«. La palabra «eficaz» viene de la palabra griega energes que significa «efectivo». De esta palabra recibimos nuestra palabra energía. (La confusión que trajo Nueva Era presentando a Dios como “una energía”, se basaba en estos textos, pero lo cierto es que lo que se traduce como eficaz, verdaderamente, es enérgico, no energía. Suena parecido, pero no es lo mismo) La Biblia es viva y eficaz.

          En Juan 6:63, Jesús está hablando a un grupo de incrédulos y a sus discípulos: «…Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida». La Biblia palpita con vida. Por ejemplo, cuando usted adquiere un libro de cocina no sólo lo lee, sino que usa sus instrucciones para preparar una cena y luego comérsela. Si no asimila la Biblia, no importa cuánto la aprecie. ¿De qué le serviría?

Ore la Palabra de Dios

          ¿Cómo asimila usted la Palabra de Dios? Ore fundamentándose en ella. El Salmo 119:12 dice: «¡Bendito seas tú, oh Jehovah! Enséñame tus leyes». ¿Alguna vez ha orado usted de esa manera? «Dios, sé mi Maestro». Ore la Palabra de Dios y pídale a él que le enseñe. Primero, sus ojos serán abiertos. Lea el Salmo 119:18: «Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley». Dios abrirá sus ojos, Usted puede tener una visión de 20/20, pero Dios tiene que abrir sus ojos para que vea las maravillosas cosas que están en su Palabra.

          Después de su resurrección, Jesús anduvo con dos discípulos en el camino a Emaús. La Biblia dice que él empezó a hablar con ellos acerca del Antiguo Testamento, la ley y los profetas. Lucas 24:45 dice: «Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras». ¿No le gustaría que Dios hiciera eso con usted? Cuando usted ore la Palabra de Dios, no sólo sus ojos serán abiertos, sino también su corazón será sacudido. El Salmo 119:36 dice: «Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a las ganancias deshonestas». Si usted no tiene un deseo por la Palabra de Dios, entonces ore: «Oh Dios, por favor inclina mi corazón, mueve mi corazón, abre mis ojos, sacude mi corazón». Cuando sus ojos sean abiertos y su corazón sacudido, su mente será iluminada.

          El Salmo 119:73 dice: «Tus manos me hicieron y me formaron; hazme entender, para que yo aprenda tus mandamientos». Muchas veces al preparar sermones he soltado el lápiz e inclinador la cabeza para decirle al Señor: «Dios mío, ayúdame a entender esto; Oh mi Dios, dame entendimiento». Cuando oramos, nuestros ojos se abren, nuestro corazón se mueve y nuestra mente se ilumina para entender la Palabra de Dios.

Medite en la Palabra de Dios

          El Salmo 119:15 dice: «En tus ordenanzas meditaré…», El versículo 147 dice: «Me anticipo al alba e imploro; tu palabra es lo que espero». En otros términos, el salmista tenía un tiempo de meditación. Continúa diciendo en el versículo 148: «Mis ojos se adelantaron a las vigilias de la noche, para meditar en tus palabras». Meditar en la Palabra de Dios requiere tiempo. Si usted tiene que levantarse una hora más temprano, hágalo. Si tiene que quedarse una hora más tarde, hágalo. Haga lo que sea necesario para poder meditar en la Palabra de Dios. Y puedo sugerirle que a medida que medite en la Palabra de Dios tenga a la mano un cuaderno de notas y un lápiz. Yo siempre leo la Biblia con un lápiz en mi mano. ¿Por qué? Porque espero recibir algo. Si usted no lo está haciendo, eso me dice que no está esperando recibir algo. Si espera recibir algo, debe estar listo para anotarlo.

          Usted dirá: «Yo lo recordaré». Espero que así sea; pero la tinta más débil supera a la mejor de las memorias. Es algo tan simple tener un cuaderno de notas y un lápiz cuando abre la Biblia. Usted ora y medita en ella, y luego se prepara para que Dios le hable. Y cuando usted lea la Biblia, use su sentido común santificado. No salte en la mitad de un capítulo o en medio de un libro sin ningún plan. La Biblia es como cualquier otro libro que contiene diferentes formas de discurso. Mire la poesía como poesía, la profecía como profecía. Vea los mandamientos como mandamientos, las promesas como promesas y los proverbios como proverbios.

          Si usted intenta convertir los proverbios en promesas, éstos perderán su sentido. Los proverbios no son promesas; son proverbios. ¿Qué es un proverbio? Un proverbio es un principio general que al aplicarse de manera general trae un resultado general. Por ejemplo, el libro de Proverbios tiene consejos para ser saludable, adinerado y sabio. Pero usted puede hacer todas esas cosas y ser arrollado por un camión, y entonces ya no estará muy saludable, y ciertamente no será más adinerado; usted lo habrá dejado todo. Si hubiera sido sabio, habría mirado hacia ambos lados de la carretera.

          Los proverbios son buenos, pero no intente convertirlos en promesas. Mire la Biblia y considere lo que está leyendo. Pregúntese: «¿Es este un mandato? ¿Es esto una profecía? ¿Es poesía lo que estoy leyendo? ¿Es esto prosa? ¿Se trata esto de un proverbio? ¿Hay aquí una promesa?». Dios le dio mente; pero Dios no lo aniquila con conocimiento. Usted tiene la mente de Cristo; úsela. Al estudiar su Biblia usted debe meditar en ella. A veces la gente pregunta: «¿Debe la Biblia ser interpretada literal o figuradamente?». La respuesta es: La Biblia debe ser interpretada figurada y literalmente al mismo tiempo.

          Por ejemplo, la Biblia está llena de símbolos. En el libro de Apocalipsis, el diablo es simbolizado como un gran dragón. Tiene una cola tan larga que barre una tercera parte de las estrellas del cielo. La tecnología de hoy nos permite observar billones de años luz en el espacio exterior. Ahora, dígame usted si puede haber un dragón con una cola tan grande como para barrer todas las estrellas del cielo de algunos billones de años luz. Ese es un dragón bastante grande. Este pasaje habla sobre el diablo. Las estrellas son ángeles caídos. Ese es el simbolismo. Permítame darle un ejemplo de la vida cotidiana: Cuando va en su auto y ve dos arcos amarillos, usted sabe que se está acercando a un restaurante McDonald. Al ver esos arcos amarillos, usted dice: «Ah, eso es sólo un símbolo, ahí no hay ningún restaurante McDonald y no se venden tales cosas como hamburguesas». Claro que no. Los arcos simbolizan una realidad.

          Encuentre lo que el símbolo representa y aplíquelo literalmente. Cuando usted se acerque a la Palabra de Dios, ore la Palabra, medítela y entonces pídale a Dios que le enseñe. Veamos seis preguntas clásicas para formular al momento de estudiar la Palabra de Dios. 1. ¿Hay alguna promesa de la cual apropiarme? 2. ¿Hay alguna lección que aprender? 3. ¿Hay alguna bendición para disfrutar? 4. ¿Hay algún mandamiento que obedecer? 5. ¿Hay algún pecado que evitar? 6. ¿Hay algún pensamiento nuevo para llevar conmigo? Estas son preguntas que ayudan mucho al comenzar a preparar una lección de Escuela Dominical o un estudio bíblico. Usted puede tomar cualquier pasaje de la Escritura y hacer esas preguntas, y le aseguro que ¡ya tiene su lección! Simplemente haga estas seis sencillas preguntas al estudiar la Palabra de Dios, y él le dará la lección que quiere que usted aprenda. Conserve la Palabra de Dios Después de orar y meditar en la Palabra de Dios, consérvela.

          El Salmo 119:11 dice: «En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti«. El versículo 16 dice: «Me deleitaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras». Quiere decir que usted esconde la Palabra de Dios en su corazón. Así puede recordar mucho más de lo que cree poder recordar. En realidad, nosotros funcionamos por la memoria. La memoria se estimula con la concentración, la motivación y el uso. Su mente es una maravilla, y usted podrá recordar mucho más de lo que cree que puede a medida que conserve la Palabra de Dios. A mi esposa le gusta coleccionar cajas pequeñas. A veces le traen cajas de otros países. Pueden estar talladas intrincadamente o estar cubiertas de joyas. Al ver una, usted puede decir: «Qué cajita tan maravillosa». Entonces la abre para verla por dentro. ¿Sabe lo que hay dentro de esa pequeña y hermosa caja? Cosas como bandas de caucho, sujetapapeles, palillos o una vieja menta.

          Su mente es como esa caja. Dios le dio una mente maravillosa donde usted puede guardar muchas cosas, como si se tratara de un archivo de gran capacidad. Su mente también puede compararse con un jardín. ¿Ha notado alguna vez en la vida que la cizaña crece más fácil que las flores y los vegetales? Cuando Adán cayó, su mente se volvió un huerto de cizaña. Para que su mente conserve la Palabra de Dios, usted debe cultivarla. Tiene que desyerbar su jardín. Llenar su mente de la Palabra de Dios para que fluya bendiciendo y honrando a Dios.

Practique la Palabra de Dios

          El Salmo 119:1-5 dice: «Bienaventurados los íntegros de camino, los que andan según la ley de Jehovah. Bienaventurados los que guardan sus testimonios y con todo el corazón le buscan. Pues no hacen iniquidad los que andan en sus caminos. Tú mandaste que tus ordenanzas fuesen muy guardadas. ¡Ojalá fuesen estables mis caminos para guardar tus leyes!». No es suficiente recitar las promesas sin obedecer los mandamientos ¿Quiere aprender más de la Palabra de Dios? Entonces obedezca lo que ya conoce. Es muy sencillo. La Biblia dice: «Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más…» (Mateo 13:12). Entre más obedezca, más aprenderá.

          Usted puede estar diciéndose a sí mismo: «Hay mucho en la Biblia que no entiendo». ¿Sabe qué dijo Mark Twain? «Lo que me causa muchos problemas no es aquella parte de la Biblia que no entiendo, sino la que sí entiendo». ¡Conserve la Palabra de Dios! Puede haber misterios y cosas que usted no entienda, como los cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás, de lo cual nos habla Apocalipsis 4. Pero le diré una cosa que usted puede entender: «Amaos los unos a los otros«. Usted puede entender cuando la Biblia le da un mandamiento claro y específico. Si usted empieza a guardar las cosas que sí entiende, la Palabra de Dios se hará real para usted.

Proclame la Palabra de Dios

          El Salmo 119:13 dice: «Con mis labios he contado todos los juicios de tu boca«. Mire el versículo 27: «Hazme entender el camino de tus ordenanzas, y meditaré en tus maravillas». Luego el versículo 46 dice: «Hablaré de tus testimonios delante de los reyes, y no quedaré avergonzado». Finalmente, mire el versículo 172: «Cante mi lengua tu palabra, porque todos tus mandamientos son justicia». Mantenga siempre la Palabra de Dios en su boca, guárdela en su corazón, muéstrela en su vida, siémbrela en el mundo. Entre más pueda dar la Palabra de Dios, más se apegará a usted.

Aprópiese de los valores de la Palabra de Dios

          Usted debe apreciar las virtudes de la Palabra de Dios, asimilar la vitalidad de la Palabra de Dios y apropiarse de los valores de la Palabra de Dios. Cuando lo haga, este conocimiento transformará su vida. Una fuente de victoria El Salmo 119:45 dice: «Andaré en libertad, porque he buscado tus mandamientos«. Así como Jesús se apropió de la Palabra de Dios para vencer a Satanás en el desierto, usted también lo puede vencer. La Palabra de Dios puede convertirse en su fuente de victoria.

Una fuente de crecimiento

          El Salmo 119:32 dice: «Por el camino de tus mandamientos correré, porque das amplitud a mi corazón«. Supongamos que una persona se me acerca y me dice: -Estoy muy débil físicamente. Apenas puedo levantarme de la cama. La verdad es que no quiero ir a trabajar; estoy tan débil. Entonces le digo: -¿Cuál es el problema? ¿Ha ido al médico? -No -dice él. -¿Tiene una enfermedad? -Creo que no -contesta. -¿Qué está comiendo? -A veces, si no está lloviendo, voy los domingos a comer a un restaurante y eso es todo lo que como. -¿Usted quiere decir que eso es todo lo que come? ¿Sólo va a comer a ese restaurante los domingos siempre y cuando no esté lloviendo? ¿Y eso es todo lo que come? -Sí, es que estoy muy débil. -Bien, con razón está débil.

          Amigo, un sermón el domingo está diseñado solamente para agudizar su apetito. Si usted no aprende a alimentarse con la Palabra de Dios, no va a crecer. La Biblia dice: «desead como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis…» (1 Pedro 2:2). La Palabra de Dios es su fuente de crecimiento.

Una fuente de gozo

          El Salmo 119:54 dice: «Tus leyes han sido cánticos para mí en el ámbito de mis peregrinaciones». El versículo 111 de este salmo dice: «Tus testimonios son mi heredad para siempre, porque ellos son el gozo de mi corazón». En Juan 15:11, Jesús dijo: «Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea completo». La Palabra de Dios es una fuente de gozo.

Una fuente de poder

          La Palabra de Dios es su fuente de poder para la vida victoriosa. «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz…» (Hebreos 4:12). El Salmo 119:28 dice: «Mi alma llora de ansiedad; sostenme conforme a tu palabra». La Biblia es nuestra fuente de poder.

Una fuente de dirección

          El Salmo 119:105 dice: «Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino«. Podemos encontrar nuestro camino al estudiar y meditar en la Palabra de Dios. Puede estar oscuro, pero su Palabra nos mostrará el camino si confiamos en él. ¿Quiere tener la victoria? ¿Quiere crecimiento? ¿Quiere experimentar el gozo? ¿Quiere poder? ¿Quiere dirección? Amigo, la Palabra de Dios le dará todas estas cosas. Usted puede apropiarse de ellas. Pero sólo puede hacerlo después de asimilarlas, y sólo puede asimilarlas si las aprecia. Le aseguro que si usted hace estas cosas, la Palabra de Dios transformará su vida.

          Puedo asegurar que, en líneas generales, coincido con lo expuesto por el autor sobre este tópico. Sin embargo, debo añadir por simple obligación ministerial, que si Efesios 4:11 da cuenta que existen cinco ministerios que, entrelazados, constituyen un todo llamado Iglesia, es perfectamente natural que cada uno de ellos, aunque luego operen mancomunados, tenga de la Palabra de Dios una visión diferente. No opuesta ni en contradicción, sólo diferente. ¿Y cuál es la verdadera? La que tú tienes, siempre y cuando muestre frutos de bendición y glorificación a Jesucristo.

EPÍLOGO

No se Trata de Cuanto Conoce, Sino de Cuanto Crece

          En 1 Corintios 8:1, Pablo dice: «… El conocimiento envanece, pero el amor edifica». Al principio dije que lo que usted ignora lo puede lastimar. Lamentablemente para algunos, el conocimiento y la doctrina empiezan y terminan en ellos mismos. La medida definitiva para su vida como creyente no es cuánto sabe, sino cuánto crece. El propósito principal de este libro no es información o inspiración, sino transformación.

          Pablo habla del objetivo de su ministerio en la iglesia de Éfeso: «… hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Esto, para que ya no seamos niños, sacudidos a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar, emplean con astucia las artimañas del error; sino que, siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo. De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todos los ligamentos, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor». Efesios 4:13-16

          En este pasaje Pablo les dice a los santos que crezcan. Debemos madurar y crecer en estatura «…hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efesios 4:13). Cuando mi hermano y yo éramos niños, nuestros padres nos paraban contra una pared de la casa y luego hacían una marca en la pared para medir nuestra estatura. De vez en cuando nos parábamos contra esa pared para ver cuánto estábamos creciendo. Recuerdo que me estiraba tan alto como podía para que mis padres pudieran medir mi crecimiento.

          Dios mide a sus hijos de una forma diferente. «La medida de la estatura de la plenitud de Cristo». La norma y meta de su madurez es llegar a ser como el Señor Jesucristo. Cuando era niño, yo medía mi crecimiento tomando a mi hermano como referencia. Es hora de que como cristianos dejemos de compararnos con otros y nos midamos con Cristo. Podemos vernos bastante bien si nos comparamos con otros, pero la norma de la medida es el Señor Jesucristo. ¿Está usted pareciéndose cada vez más a él?

          Debemos madurar en estabilidad «…para que ya no seamos niños, sacudidos a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar, emplean con astucia las artimañas del error» (Efesios 4:14). Hay personas que con su hábil astucia están listas para desviar al cristiano inmaduro. Es doloroso ver que muchos cristianos inmaduros son guiados a sectas falsas y creencias raras. Antes me asombraba de que algunos no creyeran. Ahora, después de muchos años, me asombra más aún que algunos crean.

          Se dice que G. K. Chesterson dijo: «Cuando los hombres dejan de creer en Dios, no es que entonces no crean en nada. Más bien, es que creen en cualquier cosa». Yo podría agregar que si los cristianos no están firmemente arraigados y creciendo, también tienen la inclinación a creer cualquier cosa. Son «patos sentados» para las grandes armas de Satanás. Al pastor promedio le afectan los cristianos inmaduros que se pierden, se desvían o son robados.

          La verdad genuina debe ayudarle a ser un cristiano firme. Debemos madurar en cómo nos expresamos «…sino que, siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo» (Efesios 4:15). ¿Por qué hay tanta gente en la iglesia con los sentimientos heridos? ¿Y por qué hay tanta división en la cristiandad moderna? Una de las razones principales es que los cristianos inmaduros actúan como niños en su hablar. Desde luego, debemos hablar la verdad. Eso ya está determinado.

Por eso publicamos

          Lo que cada cristiano debe conocer. Pero necesitamos más que sólo la verdad bíblica. Necesitamos también el amor que viene con la madurez y el crecimiento cristianos. No hay necesidad de división entre la verdad y el amor. Algunos han hecho esa división. La verdad sin amor puede ser una forma de brutalidad. El amor sin verdad puede ser un sentimentalismo vacío. Que Dios nos libre de comentarios inmaduros por parte de quienes tienen la verdad sin el amor y del emocionalismo inmaduro de aquellos que tienen el amor sin la verdad.

          Con la verdad pero sin el amor alguien se podría inflar. Con el amor pero sin la verdad alguien podría explotar. Pero la verdad y el amor juntos hacen que el cristiano crezca. Debemos ser maduros en el servicio «De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todos los ligamentos, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor» (Efesios 4:16). Cada miembro de un cuerpo saludable ayuda a los otros miembros, cada uno a su manera. Por amor nos servimos unos a otros. Este versículo habla de la iglesia como un cuerpo y menciona las articulaciones. La palabra griega para articulación es harmos. Nuestra palabra armonía proviene de esta palabra.

          Las personas maduras trabajan juntas en armoniosa interacción como las articulaciones de un cuerpo. Las personas maduras pueden trabajar juntas si las articulaciones del cuerpo (la iglesia) son lubricadas con amor. Esto viene con la madurez. Durante la Segunda Guerra Mundial, bombas alemanas destruyeron una catedral en Inglaterra. Algunos estudiantes ayudaron a reconstruirla. Una estatua de Jesús que estaba en la catedral quedó averiada. Los estudiantes juntaron los pedazos, pero las manos se habían dañado y no podían ser restauradas. En lugar de reemplazar las manos, pusieron una placa bajo la estatua que decía: «Cristo no tiene más manos que las nuestras». Esa es una gran verdad. Que Dios le ayude a encontrar un lugar para servir, y permita que sus manos sean las manos de Jesús. Recuerde que usted debe crecer con lo que ha aprendido. ¡Siga creciendo! Recuerde que cuando deje de mejorar, dejará de ser bueno.

          A mi simple juicio de lector, creo que es un buen trabajo de Adrián Rogers, un hombre de Dios que no necesita, realmente, que yo lo difunda, lo promocione o lo halague. Tiene una trayectoria y un prestigio sólidamente ganado y muchos se nutren, bendicen y maduran con sus enseñanzas. Podemos disentir en un punto u otro, porque no todos vemos lo mismo desde un mismo sitio, pero en el objetivo esencial y básico que tienen los trabajos ministeriales, estamos codo a codo con él. La diferencia de matices, en todo caso, será la misma diferencia que puede existir entre un creyente de piel blanca con otros hermanos de piel negra, roja, cobriza o amarilla. Simples aspectos externos y de forma estética. Si aman y se saben hijos del Dios que yo amo y me siento hijo, son mis hermanos. Todo lo demás, es superficial y restaurable si es necesario.

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noviembre 7, 2017 Néstor Martínez