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Definiendo La Iglesia Genuina

Si hacemos un examen de todas las terminologías que se nos aplican a los creyentes, vamos a encontrar que en una gran mayoría de casos, se relacionan con una palabra central: llamado. O, mejor dicho: llamados. Los llamados a salir fuera o similares.

En la Biblia, la primera persona que fue llamada, fue el viejo Abraham, cuando todavía, obviamente, su nombre era simplemente Abram, sin la “hache” al medio; él fue y es el padre de la raza llamada, y fue llamado para salir de Ur de los caldeos.

 Este lugar de alguna manera tipifica el mundo. ¿Por qué digo esto? Porque ese era un lugar lleno de ídolos, donde Dios ya había abandonado a los hombres y no tenía más esperanza en ellos. Ellos formaban
parte de la raza creada, la cual tuvo cuatro grandes caídas.

La primera fue con Adán, la segunda fue con Caín, la tercera fue con la generación de Noé y la
cuarta fue en la torre de Babel. Con la cuarta caída, Dios ya no tenía ninguna esperanza en la raza creada, y Él quiso comenzar todo de nuevo.

Dios ahora quería una nueva raza, y que esa raza estuviera llamada. Entonces, Él hizo un llamamiento, y esto es algo muy significativo. Porque vemos que el evangelio de Mateo comienza
diciendo que Jesucristo es el Hijo de Abraham; Así que Él es, por lo tanto, un descendiente de la raza llamada.

Ahora veamos: responder a un llamamiento implica salir de una situación y entrar en otra. Que se te grabe, si luego en algún púlpito piensas hablar de llamamientos. Abraham tenía que dejar la situación de idolatría de Ur de los caldeos y entrar en otra situación.

Por lo tanto, tenía que cruzar el gran río Éufrates. Y allí Dios parecía decir: «sal, sal y cruza el gran río, deja la situación vieja; quiero que seas el padre de una nueva raza, una raza llamada». Entonces él cruzó el río y llegó a ser un hebreo, que quiere decir «el que atraviesa un río».

Porque, te recuerdo, hoy a la distancia todo el mundo cristiano ve a Abraham como un hebreo, pero mientras no venga un ángel a cambiar la Escritura, para nosotros él sigue siendo un caldeo devenido a hebreo. Si salió de Ur de Caldea, esa fue su procedencia y su identidad racial.

 ¡Aleluya! Hoy, nosotros también fuimos llamados, cruzamos el río y somos por lo tanto, la ekklesia, la asamblea de los llamados. Fuimos llamados y respondimos al llamamiento saliendo de «Ur de los caldeos», atravesamos el río para ir a tierra de Canaán. Esta asamblea es la iglesia.

Y aquí es donde muchos comentaristas clásicos y tradicionales suelen acotar en el margen contiguo, que esa palabra asamblea, tiene directa relación con la congregación que conocemos y asistimos. ¿Sabes que no es así? Asamblea es cuerpo de representantes de Dios en la tierra: iglesia.

Pero en muchos casos, eso no es precisamente sinónimo de congregación evangélica, si a eso te referías. Porque si censuramos duramente a otros credos que en ciertos países son oficiales de haberse arrogado algo así como la propiedad de Dios para sí, nosotros que nos decimos genuinos, no podemos caer en la misma herejía.

El llamamiento de Dios a Abraham sucedió cuando él aún estaba en Mesopotamia. Este nombre significa “País entre los ríos” y es posterior a Alejandro Magno.  Los geógrafos griegos y romanos lo empleaban para designar todo el país situado entre el Tigris y el Éufrates, excepto las regiones montañosas donde se hallan las fuentes de ambos ríos y exceptuando asimismo, en el otro extremo, el final de la llanura babilónica.

Dentro de estos límites se distinguen la alta Mesopotamia, accidentada, fértil, y la baja Mesopotamia, que es un desierto, sobre todo en las proximidades del Tigris. El nombre actual dado a Mesopotamia por los árabes es “Jerizeh”, o sea: la isla.

Es una región de gran fertilidad, y produce, si se irriga, trigo, cebada, maíz, higos, dátiles, granadas, etc. En la antigüedad había todo un sistema de canales de irrigación que permitía el sustento de una densa población con un elevado grado de civilización. Grandes reyes como Rim-Sin de Larsa y Hammurabi de Babilonia se glorificaban por sus grandes obras en este aspecto.

(Hechos 7: 1) = El sumo sacerdote dijo entonces: ¿Es esto así?

(2) Y él dijo: varones hermanos y padres, oíd: el Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, (3) y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré. 

A mí siempre se me ocurrió pensar qué hubiera hecho yo en lugar de Abraham. Que el Señor se me aparezca un día y me diga que salga de la ciudad donde vivo, que deje a todos mis familiares atrás y que me vaya a un lugar que Él va a mostrarme luego. No que ya me mostró, sino que va a mostrarme…no sé cuándo.

Creo que hubiera hecho lo mismo que hizo Abraham, dudar, quedarse como normalmente decimos: tildado. Y que la fe de Abraham no fue suficiente para atreverse a dejar su tierra y mucho menos a su padre, lo vemos en Génesis 11:31, donde podemos ver que fue Taré su padre quien lo llevó hasta Harán.

(Génesis 11: 31) = Y tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai su nuera, mujer de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur de los caldeos para ir a la tierra de Canaán; y vinieron hasta Harán, y se quedaron allí.

Es indudable que en el principio de toda esta historia, la fe de Abraham era infinitamente pequeña, y que por esa razón él no se movía. Sabemos que la fe viene por el oír la palabra de Dios, entonces no es que Abraham no tuviese fe, sino que ésta era pequeña.

¿Qué necesitaba un hombre como Abraham para decidirse y moverse en la dirección correcta? Necesitaba que el Dios de toda la gloria terrenal y celestial apareciere en toda su magnificencia y le hablase varias veces, para que de ese modo su fe pudiese crecer.

Abraham continuó viviendo en Harán con sus parientes, conforme a sus decisiones personales. Sin embargo, es más que notorio que Dios no quería a su parentela ni que él continuase en Harán. Puesto que la fe de Abraham era pequeña, Dios tuvo que esperar hasta la muerte de Taré, su padre, para aparecerle nuevamente y hablarle. En este segundo llamamiento la fe de Abraham ya había crecido más un poco, y por fin llegó a Canaán

(Génesis 12: 5) = Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en harán, y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron.

De más está explicar o aclarar que Canaán era el objetivo, el lugar donde Abraham debería llegar; sin embargo, como vimos, él no fue directamente a la buena tierra, sino que paró a mitad de camino, en Harán. Por eso, Dios le habló varias veces y este hablar reforzó y aumentó su fe.

Hoy, también, muchos paran a mitad de camino; por ejemplo, muchos hermanos, quizás algunos de ellos hoy están escuchando “casualmente” esto,  sienten que donde están no es el lugar correcto y tienen el deseo de salir, sin saber hacia dónde ir quedándose a mitad de camino, en Harán.

Sin embargo, Dios quiere llevarlos hasta «Canaán», que es la iglesia. Este es el llamamiento de Dios. Ahora bien; la pregunta tradicional, estructural y clásica en este caso, es: ¿Cuál iglesia? Respuesta absoluta: la única que Dios ve desde su trono. Que no es una congregación u otra, sino una suma de todas ellas donde, en cada caso, hay un pequeño remanente santo. Esa es la iglesia genuina. Lo demás, Babilonia.

(Gálatas 3: 6) = Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.

¿Sabes cuántas veces había leído este texto y pensado que no podía aportarme nada nuevo, nada que no supiera? Hasta que un día, el Espíritu Santo me hizo saber amorosamente que en realidad, no sabía nada como debía saberlo.

Porque yo era uno de los miles (O millones) de cristianos que iba a una iglesia y suponía que creer en Dios ya era suficiente y arreglaba todos mis problemas. Olvidé que los demonios también creen, y tiemblan. No. Creer en Dios es bueno y necesario, pero no suficiente.

Lo importante, además de creer en Dios porque allí comienza nuestro andar en la fe, es puntualmente Abraham y le valió que Dios se lo contara por justicia: creerle a Dios, que es mucho más difícil que creer simplemente en Dios. ¿Y sabes qué? ¡Ni te imaginas lo que cuesta y vale el último paso, que es confiar en Dios!

(Romanos 4: 9) = ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.

Claro está que cuando dice circuncisión, se refiere a los judíos, mientras que cuando habla de incircuncisión, está refiriéndose a los gentiles. Pablo apela a la vida de Abraham para demostrar que la gratuita dádiva de la salvación no está limitada a aquellos que han recibido la señal física de haber sido incluidos en el pueblo de Dios bajo el antiguo pacto, o sea, la circuncisión.

De todos modos, convendría consignar muy especialmente que la fe de Abraham vino del oír la palabra de Dios. Del mismo modo, nosotros, cristianos, tenemos fe a través de la palabra de Dios. Ahora; si tú sólo te limitas a oír Biblia sin revelación, jamás llegarás a tocar la palabra genuina.

Existen dos aspectos de fe: el primero, es la fe objetiva, es aquello en que creemos, es el contenido del plan eterno de Dios. Esta fe objetiva es algo fuera de nosotros e inmutable. El segundo, es nuestra fe, algo subjetivo, e interior, es aquello que recibimos al oír la palabra de Dios; por medio de esa palabra los elementos de la fe objetiva son infundidos hacia nuestro interior, en nuestro espíritu, produciendo la fe subjetiva. Por eso
dependiendo de nuestra apreciación por la Palabra, podemos tener poca o mucha fe

(Romanos 10: 17) = Así que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios.

Dios prometió a Abraham una descendencia y que ésta descendencia sería en el largo plazo, una gran nación. Ella sería tan numerosa como la arena del mar, (Teniendo en cuenta que la arena son pequeñas partículas de una roca llamada Cristo) y las estrellas del cielo.

Aquí podemos ver con bastante claridad dos aspectos de la descendencia. El primero, la arena del mar, se refiere a una descendencia terrenal, que vino por medio de Isaac y Jacob, es decir, la nación de Israel. Arena, reitero, es una mezcla de roca (Que es Cristo) y tierra, que es carne, hombre.

El segundo, como las estrellas del cielo, se refiere a algo celestial, es decir, la iglesia en el Nuevo Testamento. Todos los cristianos hoy forman parte de la descendencia celestial de Abraham, somos la iglesia, los hijos de Abraham. Podemos decir que cuando Abraham fue llamado, fuimos también
llamados en él.

Una vez más quiero aclarar, para evitar confusiones, frustraciones y decepciones, que Dios acepta y bendice a todas las congregaciones cristianas sin distinción, pero que sólo hace alianza de pacto y poder con aquellas que son absolutamente genuinas.

¿Y qué es una iglesia genuina? La que ha dejado atrás sus propias tradiciones institucionales o costumbristas, sus propias doctrinas particulares basadas en interpretaciones de hombres muy prestigiosos dentro de cada grupo, y ha encarado el estudio de la palabra limpia que está escrita en nuestras Biblias. El llamamiento de Dios a nosotros es según Su propósito.

(Romanos 8: 28) = Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

(29) Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito ente muchos hermanos.

La palabra “conformados” implica necesariamente la existencia de un molde o una forma, donde algo es colocado allí para que tome aquel formato. Como por ejemplo, un molde para torta en la cual se
coloca la masa y ésta adquiera la forma del molde.

 Dependiendo del caso, tú debes presionar la masa, cortar los excesos y amasarla hasta que ella
adquiera la forma deseada. En nuestra vida cristiana sucede lo mismo, debemos ser conformados a la imagen de Su Hijo. Algunas veces este proceso, exige un poco de «presión», de «corte», para que adquiramos la forma deseada.

Romanos 8:28 dice que : Todas las cosas ayudan a bien a aquellos que aman a Dios». En este versículo las palabras «todas las cosas ayudan a bien» significan que cooperan para que seamos moldeados y conformados. Algunas veces, no son cosas aparentemente buenas para nosotros, pero buenas para «amasarnos» y “cortarnos» a fin de que tengamos la imagen del Hijo de Dios.

Y aunque cuando estás en el medio de una crisis no puedas verlo, eso no hace más que cumplir con una promesa del Señor, que es la de suplir todas nuestras necesidades. Dios no tiene la culpa de que tú sólo hayas pensando en el dinero. Esta, la de madurar, también es una necesidad tuya y Dios la está supliendo.

En el ejemplo de Abraham podemos ver como todas las cosas cooperan para el bien de aquellos que aman a Dios, de aquellos que son llamados según Su propósito. Abraham tenía un sobrino llamado Lot, y después de una discusión, Abraham permitió que Lot escogiese hacia dónde ir, separándose entonces de él.

Aparentemente Abraham perdió mucho, pues Lot eligió las llanuras, un lugar bueno para el pasto y para la agricultura. Abraham, de su parte, permaneció en la región montañosa. Entretanto, con esto, vemos que Abraham puso subir las montañas, ver todo lo que Dios le había prometido, y así fue guardado de descender hacia Sodoma y Gomorra. Gracias al Señor, todas las cosas ayudan para nuestro bien.

(Génesis 13: 14) = Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y hacia el sur, y al oriente y al occidente.

(15) Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre.

(Efesios 4: 1) = Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados.

Vemos cuán Grande gracia es ser llamado. En el caso de Abraham Dios preparó todo, hizo de él una gran nación y lo llevó al monte para ver toda la tierra que Él le daría De la misma manera que nuestro llamamiento es una gran gracia y debemos tener tal digno de Abraham.

(Efesios 4: 2) = Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor.

Estos items son virtudes humanas que fueron elevadas por el Señor Jesús. Nuestra paciencia no dura mucho, ella tiene un límite. En el matrimonio esto es fácilmente visto cuando, por ejemplo, el marido tiene un mal temperamento, y la esposa lo soporta por un buen tiempo.

Sin embargo, llega un día en que ella no aguanta más, pierde la paciencia. Sin embargo, cuando experimentamos la paciencia que fue elevada por el Señor Jesús, la situación es diferente.
Esto sucede porque el Señor Jesús vivió una vida humana perfecta, experimentando todas las virtudes humanas y Él está en nosotros.

 Nosotros podemos poseer todas esas virtudes de Cristo que están disponibles en nuestro interior. Entonces podemos ser pacientes, humildes, mansos y soportarnos los unos a los otros. Y que conste que dije “podemos”, porque si hubiera dicho “debemos”, más del ochenta por ciento de los cristianos habrían quedado bajo condena.

(Verso 3) = Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.

Debemos mantener la unidad, con todo, sólo viviendo y andando con estas virtudes humanas elevadas es que podemos guardar la unidad. Te recuerdo que unidad, en términos espirituales, no es beber un café con alguien una vez por semana, es sencillamente estar en un mismo sentir.

Ser humilde es siempre dar un paso hacia atrás. Si cada uno considera a los demás superiores a sí mismo no habrá contiendas. Seremos perfectamente uno. Ser manso es no ser duro, violento; pero más bien, flexibles, maleables. Siempre digo, a modo de broma, que ser manso no es ser menso. Y más allá de los hermanos mexicanos que utilizan cotidianamente este término, creo que los demás también lo entendemos bastante claramente, ¿Verdad?

Cuando dos cosas duras se chocan siempre sucede un gran desastre. Seamos un poco más blandos. Ser paciente es ser con más calma, más lento. No vayamos demasiado rápido. Soportar los unos a los otros es ser, amplio, tolerante; no ser estricto.

Seamos un poco más flexibles. Nuestro andar debe tener estas cuatro virtudes humanas, y este es el andar de modo digno de nuestro llamamiento. Fuimos llamados para estar juntos y tal tipo de andar nos mantiene en la unidad. Esto es ekklesia.

Es muy bueno saber que somos la «ekklesia», o la congregación de los llamados. Somos aquellos que fueron llamados hacia fuera de «Ur de los caldeos», hacia fuera del mundo, cruzamos el río y llegamos a ser los hebreos. En esta salida, al inicio, nuestra fe era aún pequeña y paramos muchas veces a mitad de camino.

Pero gracias al Señor El siempre viene a darnos Su palabra reforzando nuestra fe, y por el fin llevándonos hasta «Canaán», la iglesia. La Iglesia es la congregación de los que fueron llamados hacia afuera. Fuimos también llamados para ser conformados a la imagen de Su Hijo por medio de todas las cosas que ayudan para nuestro bien. Una vez que hayamos sido llamados, debemos andar de modo digno de ese
llamamiento para mantener la Unidad. Esto es la ekklesia.

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noviembre 13, 2018 Néstor Martínez