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¿Cómo Vota un Cristiano?

No estoy en condiciones, ni deseo estarlo, de darte una clase de historia de la introducción de la política en el mundo, pero déjame que te diga algo básico. Los orígenes de la política como tal, se remontan al inicio de la reflexión de los seres humanos acerca de la vida en sociedad, la cual condujo a la conformación de relaciones de poder entre los sexos, los grupos de cazadores y, luego, los asentamientos humanos que comenzaron a practicar la agricultura y la apropiación. Tiene que ver con lo público, con la ejecución de recursos, el control a las instituciones gubernamentales y la división de poderes para un sano equilibrio.

Esto, obviamente en el concierto mundial de lo que debería ser conforme a lo que fue pensado por los pioneros. A todas luces, muy diferente, pero verdaderamente muy diferente, a lo que se puede ver en la mayoría de los países que viven de acuerdo con los diseños democráticos. No sé cómo será en tu lugar de residencia, sólo puedo tomar como punto de referencia el mío, porque es donde vivo y padezco, más que disfrutar, de los vaivenes de esa política. Alguien dijo alguna vez que la democracia se sustenta en la virtud de los hombres. Si realmente es así, Argentina está en debe. Sus hombres políticos tienen de todo, menos virtuosidad a la hora de ponerla al servicio de este sistema de gobierno

He escuchado a pastores, ancianos, obispos, líderes y predicadores de todo el abanico evangélico, hablar, opinar, sugerir, demandar y hasta profetizar en lo concerniente al cristiano y su relación con la política. He oído a los unos, aconsejar para que sí, a los otros, hacerlo para que no y a una franja intermedia dejarlo en neutro y a criterio de cada uno. Nunca escuche, (Yo, al menos, quizás tú sí), a alguien que me contara qué pensaba Jesús de la política. ¿Habrá opinado? No lo creo, pero sí tiene que haber dejado señales más que claras para que su pueblo no se confunda.

Cuando tenía treinta años y terminaba de salir del río después de ser bautizado por Juan, el Espíritu se lo llevó al desierto, ¿Recuerdas? Y entre todo lo que recibió como vapuleo satánico buscando derrumbarlo, Satanás le ofreció ser nada menos que gobernante de toda la humanidad, a cambio de su adoración. Escucha; ¡Le ofreció gobernar sobre todos los reinos del mundo! Así, a la distancia, cualquiera hubiera imaginado todo lo que Jesús podría haber hecho por los seres humanos si hubiera aceptado esa proposición. Y allí es donde por primera vez surge la pregunta: ¿Tú crees que un hombre como Jesús hubiera dejado pasar una oportunidad así si hubiera creído que con la política podía lograr algo bueno? Conoces su lapidaria respuesta.

Más tarde, una verdadera muchedumbre quiso convertirlo en rey de los judíos. Ocurre que, en esos tiempos, eran muchos los que ansiaban encontrar a alguien que pudiera poner fin a la inestabilidad política y económica en las que el imperio romano los tenía cautivos. A mí no me caben dudas que esta gente, realmente impactados e impresionados por lo habían visto que Jesús era capaz de hacer, quisieron que él entrara en la carrera política y los condujera a una victoria y una liberación en esas áreas. ¿Recuerdas qué hizo él? Sin decirles nada, se les escabulló y se fue a la montaña, solo. Ellos veían a su Mesías como a un liberador.

Algo muy parecido sucedió algunos días anteriores de que Jesús fuera crucificado. Apareció un grupo formado por algunos discípulos de los fariseos y un grupo de hombres que eran miembros del partido de los herodianos. Haciendo causa común entre ellos, directamente lo encararon directo al hueso. Los discípulos de los fariseos estaban a favor de la postura de independizarse del Imperio Romano, en tanto que los herodianos, eran un poco más tolerantes con el dominio extranjero que sometía a su pueblo. Cómo Jesús no les seguía el tema y por esa razón no podían consultarlo o pedirle opinión, le tendieron una trampa dialéctica con una pregunta relacionada con si los judíos debían o no pagarle los impuestos correspondientes a Roma.

¿Qué hubieras respondido tú en su lugar? ¿Qué hubiera dicho yo en su lugar? No lo sé, pero estoy seguro que nada parecido a lo que Él dijo. ¿Por qué me ponen a prueba? Fue una pregunta con indisimulado fastidio, no exento de enojo y deseos de responder con más acidez. Privó el dominio propio. Serenó su rostro y lanzó un pedido figurativo. Tráiganme un denario para verlo. Como si fuera un sketch televisivo y todo estuviera preparado, al toque apareció uno con un denario en su mano. Se lo entregó. Él lo miró y les preguntó: ¿De quién es esta imagen e inscripción? – ¡De César! Le respondieron casi a coro. Encogiendo sus hombros y abriendo sus manos los miró casi con ternura y les dijo: Paguen a César las cosas de César, pero a Dios las cosas de Dios… 

De hecho, nosotros como quien lee el periódico del lunes con todos los resultados deportivos puestos y se siente un comentarista preciso, nos escandalizamos por todas estas cosas y decimos con indignación más religiosa que espiritual que cómo se atrevieron a decirle todo eso a nuestro Jesús. Sin embargo, estamos perdiendo de vista que ellos no tenían en sus mentes ni en sus corazones la certeza respecto a quien era realmente ese muchacho, al que tenían por hijo del carpintero José y su esposa María. Ellos podían aceptar que fuera el Mesías, pero sólo si eso los libraba del dominio y la esclavitud al imperio romano. Duro golpe a sus toscas entendederas fue darse cuenta que la doctrina que traía Jesús, distinguía y separaba totalmente lo espiritual con lo religioso y con lo político.

Aquí es donde a muchos les ha surgido la duda en forma de pregunta: ¿Significa todo esto que Jesús el Cristo era indiferente a la pobreza, a la corrupción y al sufrimiento? El mismo relato bíblico se encarga de dejar bien en claro que no era así en absoluto. Por allí por Marcos, creo, lo leemos decir que le dolía ver el penoso estado de la gente. Es decir que su alma funcionaba como la de un hombre que, a pesar de su juventud, ya tenía muy en claro qué era lo que deseaba para su gente y qué era lo que no aceptaba ni aceptaría jamás. Pese a sentir y expresar eso, jamás lo vimos emprender campaña alguna en contra de las injusticias del mundo, ni siquiera cuando le insistieron en que se involucrara activamente en las controversias de ese tiempo.

Muy bien: estos tres ejemplos demuestran con claridad que Jesús siempre se negó a participar, de lo que de alguna manera era la política de su tiempo. ¿Y? ¿Con eso qué? Pregunto: ¿Hasta qué punto los miles y miles de cristianos muy religiosos que domingo a domingo vivan a Jesús, levantan sus manos y aúllan glorias a Dios y aleluyas, siguen su ejemplo? Y si no lo hacen, ¿Por qué insisten y el resto aprobamos que se sigan llamando “cristianos”, que nos guste o no, implica considerarse seguidores e imitadores de Cristo? Porque pasan la espiritualidad que contiene la Palabra de Dios por la lógica y por el criterio de alta influencia griega que inunda sus mentes, por eso. Y dicen para justificarse: “Es que…una cosa era aquella época en que vivió Jesús y otra muy distinta ahora. Los tiempos han cambiado.”

En lo único que coincido, es en esto último. Efectivamente, los tiempos han cambiado y todo ha mutado casi vertiginosamente por causa de decenas de avances científicos y tecnológicos. No es lo mismo una sociedad como la que existía en tiempos del ministerio de Jesús, otra diferente en los albores del siglo XX y otra muy distinta hoy. A eso lo entiendo, lo acepto y lo comparto. Pero nosotros no somos seres de carne y hueso que se guían por los mandatos de sus almas influenciadas por razonamientos cambiantes según las rutinas de cada tiempo. Nosotros somos seres espirituales, que poseemos un alma que nos permite relacionarnos con las personas y un cuerpo para materializar todo eso. Pero, esencialmente somos espíritu. Y los espíritus no se eligen por el voto popular ni gobiernan por arreglos, negociaciones o roscas ideológicas o partidarias.

Porque de esto se trata la política hoy en mi país. Y si hablo de mi país y no centrándome en el área latinoamericana, es porque a lo local lo conozco bastante de cerca, mientras que en el resto estaría hablando conforme a lo que haya escuchado o leído. Como ex hombre de prensa, déjame que te diga que no siempre se puede creer en todo lo que se lee o se escucha. Y si lo vinculamos con lo relacionado con lo político, mucho menos. De hecho, la política como quehacer social, se mecaniza a través de grupos o estructuras. En Argentina a eso se le llama “partido”. Y luego se lo menciona con eufemismos tales como “fuerza”, “corriente” y muchas más que procuran no mencionar la palabra “partido político” que hoy, y en virtud de, justamente, la falta de virtud de algunos hombres, está totalmente devaluada.

Y no lo está porque los ciudadanos hayan sufrido un ataque de excelencia y descrean de aquello que no la tiene. Esa devaluación comenzó a gestarse cuando las antiguas formas de hacer proselitismo, sustentadas en sobre enfatizar las mínimas virtudes y atenuar los máximos errores, directamente dejó paso a la mentira. La mejor prueba actual de lo que digo, está en lo que pomposa y hasta suntuosamente llamamos Fake news. Linealmente se conocen como fake news, paparruchas, ​ noticias falsas o noticias falseadas​​ al tipo de bulo que consiste en un contenido pseudo periodístico difundido a través de portales de noticias, prensa escrita, radio, televisión y redes sociales y que tiene como objetivo desinformar a un público en específico. En suma y por fuera de todo este palabrerío: mentir.

Personalmente, fui entrenado en la nada sencilla tarea de ubicarme al medio de las cosas. NI blanco ni negro, ni alto ni bajo, ni derecha ni izquierda. La prensa, a mi juicio, es la encargada de analizar los temas más delicados que la ciudadanía pueda afrontar y, merced a ese análisis, esbozar un juicio de valor llamado opinión, tendiente a rescatar de cada sector lo bueno, a exponer o censurar como corresponde lo malo y definir cual sería, en cada caso, la opción que más favorecería a la mayor parte de la población receptora del mensaje. Esto, si se realiza con vocación de servicio y deseos de ser útil a la mayor parte de los destinatarios, no te trae demasiados amigos, sino directamente todo lo contrario. Por decir las cosas como son y no como los grandes intereses desean que se crea que son, te ganas más enemigos que siendo directamente un delincuente. Todo el mundo se desgarra las vestiduras hablando de la libertad de expresión, pero eso es siempre y cuando no se los critique a ellos.

Tengo un récord personal respecto a esto. Fui director y propietario de un medio gráfico por espacio de varios años. Se publicaba en una ciudad relativamente pequeña, de esas en las que todos se conocen entre sí y nada de lo que se haga o se diga pasa desapercibido. La autoridad máxima de ese lugar que era nuestro pequeño país de incidencia, era el intendente, o alcalde, o como se llame en tu tierra quien tiene responsabilidad por el cuidado, limpieza, orden y todo lo concerniente a una ciudad. El primero que encontramos, era un ex militar. Nuestras opiniones negativas determinaron que un día nos escribieran un grafiti en la pared de las oficinas que decía “Zurdos”. Luego, con el retorno a la democracia, ganó las elecciones un hombre perteneciente al partido llamado radical, que venció al candidato del llamado movimiento peronista. Nos comportamos del mismo modo y, a los pocos meses, en la recién pintada pared, apareció otro grafiti: “peronchos”. Y para no hacerla más extensa te diré que lo último que nos escribieron antes de cerrar el periódico por causa de una disparada inflacionaria, fue “fachos”.

¿En qué quedamos? ¿Todas esas ideologías juntas teníamos? No. Apenas habíamos sido imparciales, como debíamos ser. No objetivos, porque ningún hombre por más que se esfuerce puede serlo. El hombre siempre es subjetivo. Pero si se entrena y posterga sus sentimientos, emociones y también intereses personales, a la hora de ser un poco la voz de los que no tienen voz, puede conseguir un grado de imparcialidad que le otorgue credibilidad que, hoy por hoy, en mi país prácticamente no existe, no sé como será en el tuyo. Hay periodismo oficialista y periodismo opositor. Hay prensa de izquierda y prensa de derecha. Y cada uno abreva en la fuente que calma su sed. De eso a difusores de la verdad, hay no un campo, ¡Una galaxia de distancia! Pero es lo que hay. Sólo te añadiré algo para terminar con esta somera, pero puntual pintura de la gran prensa argentina: cuando llegan las elecciones, por causa de mi entrenamiento y sentir íntimo, dejo de leer periódicos, escuchar radio, ver las noticias por la televisión y mucho menos meterme en las redes sociales. Siento asco. Perdón, pero es esa la sensación, no la quiero disimular ni pintarla con algún eufemismo más elegante.

Ahora bien; con estos elementos en las manos y sabiendo como funciona todo esto, ¿Cabe la mínima posibilidad de imaginarse cómo encajaría un creyente genuino en ese ambiente? Aquí es donde los que piensan que se puede, me dirán que justamente se necesitan cristianos en ese ambiente para sanearlos. Chicos, perdónenme y no lo tomen a mal, pero… ¿Ustedes creen de verdad en eso que dicen, para justificar la participación en política? No tengo nada personal en contra de nadie, pero con lo que me ha tocado ver hasta este tiempo, la realidad a mí me muestra que generalmente sucede a la inversa. Cuando un cristiano se mete dentro del ambiente político, mayoritariamente no lo mejora, sino que se empeora él como cristiano. ¿Te lo digo más claro? He sabido de cristianos que se han metido a militar políticamente para alguna fuerza con la idea de terminar con las corrupciones que allí había, ¿Y sabes qué? Han terminado corrompiéndose ellos y entrando en el mismo juego de los incrédulos. Por dinero, por poder, por lo que sea.

Porque, veamos. ¿De qué manera una persona se involucra y participa en política con la posibilidad de acceder a algúna función pública importante? Si desea tener chances reales de lograrlo, primeramente, tendrá que afiliarse a una determinada agrupación o partido político. ¿Y cuál será su participación si ingresa como militante raso, por la puerta más pequeña? Colaborar en la logística. Eso va desde salir a arrojar panfletos en la vía pública, hacer de cocinero o camarero en alguna de las reuniones, hasta salir por las noches a pegar carteles con los candidatos o, como sucede en Argentina, a pintar sus nombres en muros o paredes grandes, cosa que no es del todo legal, pero que igualmente todos lo hacen y obligan a que, una vez terminada la elección, el estado invierta gente y costos para llevar a cabo la limpieza. Pregunto con la mayor inocencia, aunque no exenta de cierta ironía: ¿Puede cambiar en algo la cultura terrenal política ese cristiano, por excelente que sea, realizando esas tareas?

Entiendo que no, que para llegar a tener ese peso específico capaz de modificar en algo la conducta de los líderes de esa agrupación, primeramente, deberá desandar el camino mencionado anteriormente durante largo tiempo. Ahora bien; suponiendo que lo haga con la mayor dedicación y la máxima entrega, ¿Cómo hará para no caer en la trampa de la mentira cuando expresa las bondades de ese partido, o para involucrarse con el vocabulario a veces soez de ciertos estamentos muy relacionados con las fuerzas políticas, o caer en la ilegalidad de promocionarlo aún en contravención con las leyes y disposiciones? Tengo total certeza que le va a resultar sumamente complicado. Porque si quiere comportarse como un hijo de Dios, sus primeros enemigos no serán los que militan en otras fuerzas, sino los propios con los que se reúne día tras día. ¿Alguien de ustedes ha visto en alguna ocasión, a gente incrédula, atea o pagana, celebrar el culto a ciertos valores morales por parte de un cristiano?

No nos engañemos a nosotros mismos y mucho menos a quienes nos escuchan con respeto y credibilidad. Al mundo jamás le va a caer simpática o atractiva la iglesia cristiana si esta iglesia se comporta como debe hacerlo un grupo de hijos de Dios. Puede resultarles un tanto más potable si se suma a sus rudimentos y sus triquiñuelas, pero si se comienza a hablar de moral, de honestidad, de conductas intachables y de gente insobornable, el mundo se hará a un lado y te dejará estrellarte contra lo que sea. Y no es un problema ideológico o político, ¡Es un asunto espiritual, ciento por ciento! Lo milagroso sería que nos admiraran y nos imitaran, en lugar de defenestrarnos, burlarse o directamente agredirnos. Esa es la “sociedad” con la cual compartimos planeta y futuro. Y ya está escrito y no por mí: no hagas yugo desigual con los incrédulos.

La segunda opción es la que, a mi juicio resulta más complicada de construir. Y es la de formar una fuerza política propia, una especie de partido político cristiano, donde sólo puedan militar reconocidos cristianos, evitando infiltraciones dudosas. Obvio, el primer problema que se presenta, es quien te garantiza que ese cristiano sea un cristiano y quien tendría la responsabilidad de decidir si este sí o este no. Tal como está armada la estructura cristiana más profusa, sus líderes. Se llamen pastores, ancianos o como se use en cada denominación. Mi pregunta ahora quizás va a sonar un tanto ingenua y hasta con alguna dosis de ironía: ¿Es una garantía para todos nosotros que sea ese liderazgo que ya tanto conocemos quien tome esa clase de decisiones? No me gusta ni quiero influir ni influenciar a nadie, así que te lo dejo como inquietud.

Hay una tercera opción y es la de participar de una manera indirecta. No afiliándose a una fuerza política, sino dialogando con sus máximas autoridades y comprometiéndose como iglesia a brindarles el apoyo, a cambio de ciertas y determinadas condiciones que se fijen de antemano. No leyes pro aborto, no matrimonios homosexuales, etc. Esta es, a mi entender, la más factible de todas las expuestas, pero tampoco me garantizará nada concreto. De acuerdo, puedo aceptar y reconocer que si se diera una circunstancia así, muy probablemente un país tendría un gobierno que no financiaría la prostitución, ni la pornografía, ni la promiscuidad sexual ni nada que en lo moral pueda ofender a Dios, pero… ¿Es eso lo único de lo que una sociedad humana depende para ser y sentirse realizada o plena? No, hay otras cosas que, a la vista, podrán no sonar tan feas y degradantes como lo dicho, pero que en su fondo, conlleva una alta dosis de pecado visible y contundente.

¿Entonces, Néstor? ¿Qué aconseja usted? ¿Qué cree que yo, como simple cristiano, debería hacer a la hora de involucrarme o no en los quehaceres políticos de mi país, de mi provincia o de mi población? No lo sé. ¿Cómo que no lo sabe? No lo sé, esa es la verdad más pura que tengo para compartirte. ¿Pero usted no es maestro, Néstor? Si lo soy, por la gracia y para la gloria de Dios. Y si es maestro, ¿Cómo se entiende que no tenga una enseñanza clara respecto a esta problemática que día tras día ocupa y preocupa a tantos hermanos fieles y sinceros? Se entiende de una sola manera, siendo coherente con todo lo que la Palabra dice al respecto de nuestra inserción en los marcos sociales con los que se conforman las naciones y regiones. Y más allá de la cascada de capítulos y versículos que yo podría buscar y añadir aquí para darle a esto un tinte más “profesional”, sólo me limitaré a dos expresiones que seguramente habrás oído en más de una oportunidad. El justo por la fe vivirá. Y es el Espíritu Santo quien nos guía a toda verdad.

Ser maestro, al igual que ser pastor, no implica andar por la vida diciéndoles a todos los cristianos qué es lo que tienen que hacer o no hacer. Eso tiene otro nombre. Ser maestro, en mi caso particular, es enseñar a depender del Espíritu Santo de Dios para todo. Y si ese todo incluye algo relacionado con la política, bienvenido sea. Pero guiados a toda verdad por ese Santo Espíritu, no por los santos intereses de tal o cual grupo o de tal o cual persona. Yo soy un convencido que, en la mayor parte de los fundamentos del evangelio, la influencia griega no ha sido precisamente positiva. Todo lo contrario. Si todavía hay miles y miles de cristianos que creen conocer a Dios, a la Biblia y a su propia salvación, sólo porque rindieron con sobresaliente o distinguido una carrera de teología, entonces mucho me temo que con esos miles y miles no habrá otra solución que comenzar todo de nuevo, desde cero. Eso se llama intelecto, y a la hora de ejercitar la fe, créeme que es más un fiero obstáculo que una ayuda o aporte.

Y lo mismo sucede con la lógica, el raciocinio y hasta con las emociones. El evangelio es para que nuestro espíritu humano se inunde con la presencia del Espíritu de Dios y eso se traslade al alma. Pero cuando ese evangelio se dedica solamente a ministrar el alma y se olvida del espíritu, eso tiene otro nombre que no es el del evangelio del Reino. Así que no sé cómo te las vas a arreglar en los próximos actos eleccionarios que haya en tu región, provincia, ciudad o país. La iglesia está en esta tierra para contener y sostener todas esas intenciones que de pronto se convierten en sólo eso, intenciones. De ninguna manera está para afiliarse a una de esas fuerzas políticas y convertirse en un militante del alma y el cuerpo, cuando fue llamado por el cielo a ser ministrador del espíritu.

¿Derecha? ¿Izquierda? ¿Centro? Nada. Jesucristo. Independencia y libertad total. De ninguna manera creer en espejitos de colores y respaldar a cultores del aborto, el homosexualismo y el ateísmo. Pero tampoco entregarse ciegamente a aquellos que no proponen todo esto, pero sí el clasismo, el elitismo y, en definitiva, las maniobras históricas y legendarias que han enriquecido a unos pocos y empobrecido a las mayorías. Los hijos de Dios no votan líderes estrellas o luminarias estelares. Los hijos de Dios ayunan, oran y luego, si su deber cívico así se lo demanda, entrega su voto a la fuerza o conjunto que menor caudal de pecado esté presta a cometer. Y si así no lo hiciere, como dicen los juramentos de práctica, que Dios y la patria se lo demanden. ¿Sabes qué? En todos mis años, jamás vi a la patria demandarle nada a ningún corrupto, pero si puedo ver en el espíritu profético, a nuestro Dios todopoderoso haciendo justicia y dando a cada quien, conforme a lo que haya sembrado.

El creyente genuino, es alguien sin ideología y sin teología. Es alguien que obedece solamente a Dios y por eso es digno de ser considerado justo. Nada menos. Con eso alcanza y sobra.

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octubre 18, 2023 Néstor Martínez