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La Compañía de Elías

 

George Davies y Michael Clark

 

Debo hacer una introducción porque esta sección tiene esa particularidad, pero te diría que de ninguna manera es necesaria. No publico este trabajo de dos autores que no tengo el privilegio de conocer porque confirmen una palabra que yo he dado, sino porque encierra una serie de verdades que todos hemos visto y oído, pero muy pocos expresado en voz alta.

 

Una vez más, alguien en el planeta aparece para definir y desmitificar figuras humanas de alto prestigio ministerial y darle la gloria al único que la Biblia dice que debemos darle: a Jesucristo. Partiendo desde esa base casi elemental, llegarás en el final a una conclusión que indefectiblemente cambiará tu vida.

(Lucas 3: 1) = En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, Y Lisanias tetrarca de Abilinia, (2) y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

(3) Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados, (4) como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz que clama en el desierto: preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas.

El pasaje de arriba menciona a los gobernantes religiosos y políticos que reinaban en Israel durante el ministerio terrenal de Cristo, el resumen completo de los gobiernos de ese día.  Esta pequeña clase privilegiada representaba todo lo que el mundo consideraba noble, poderoso y sabio.

Comparativamente, aunque te cueste trabajo imaginarlo, es como si hoy estuviéramos hablando de presidentes, ministros, legisladores, jueces y todo ese andamiaje que en los países, más allá de sus diferencias tradicionales o culturales, también conforman una clase privilegiada.

Sin embargo, la palabra del Señor se saltó a tronos de emperadores, palacios reales, atrios de tetrarcas y dinastías de familias sacerdotales, para venir a un personaje enigmático, vestido con pelo de camello en el desierto. Vemos claramente la ironía divina en todo esto. Después de nombrar Lucas a todos estos hombres de rango, dice, “la palabra de Dios vino a Juan en el desierto”.

Sigamos con las comparaciones porque allí es donde apunta este trabajo, aunque por respeto, cuidado, precaución o cualquier otra razón, no se diga con claridad. Imagínate que hoy ocurra lo mismo. ¿Alguien podrá prestarle atención, invitarlo a su iglesia o aceptar un consejo de pastores a un moderno Juan el Bautista? ¿Verdad que no?

A diferencia de los gobernantes del día, Juan no reclamaba ningún título para sí. Vivió como un indigente además de tener reputación de personaje extraño. Rechazó el orden religioso y el orden religioso lo rechazó a él, pero es a Él a quién la Palabra de Dios le fue revelada.

A mí nunca terminaron de cautivarme demasiado las frases con algún grado de espectacularidad o de contenido pontificio. Sin embargo, esto que los autores dicen aquí, me ha estremecido de sólo contemplar las realidades.

En cuanto a los hombres, era marginado de marginados. Y sin embargo es a este hombre a quién Dios escogió para preparar el camino para Su Hijo. Este mismo espíritu estaba en Pablo cuando dijo, “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.” (Gál. 6:14).

Poco sabemos de Juan el Bautista. Sus primeros años los pasó en silenciosa preparación para este tiempo en el desierto. Era un mensajero preparado y enviado por Dios. No hablaba por sí mismo. Cuando le preguntaron quién era, su respuesta era: “Soy la voz de uno que clama…” Juan no vino a preparar un ministerio sino a preparar el camino para Cristo. Era una voz, y ESA voz hablaba por Dios.

No voy a explayarme demasiado al respecto porque quiero llegar al final de este trabajo para hacerlo, tal como es el estilo de esta sección. Sin embargo, no puedo menos que ver con claridad la inalterabilidad de los principios de Dios. Esto fue ayer, pero es lo mismo en el hoy…

Juan fue un misterio para todos menos para Cristo. La mayor parte de lo que conocemos sobre él se extrapola de las enseñanzas de Jesús. Fue una representación profética de los mensajeros de los últimos tiempos que Dios va a enviar en el espíritu y el poder de Elías. Cada detalle respecto de su vida y ministerio es significativo, como veremos en breve.

¿Qué salisteis a ver al Desierto?

Jesús preguntó a las multitudes un número de preguntas reveladoras sobre Juan. “¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.” (Mateo 11:7-9).En su típica forma de actuar, Jesús formulaba preguntas que penetraban los corazones de sus oidores. ¿Habían salido a ver a un profeta? ¡Si! ¡Pero Juan era “más que profeta”!

Juan era un mensaje ilustrado viviente y andante. Todo lo concerniente a él era profético, apuntando tanto hacia el pasado como hacia el futuro. Era una ayuda visual para el entendimiento de los eventos proféticos de los últimos tiempos.

Cabe aclarar que un profeta, en los tiempos de Juan, era alguien con autoridad suficiente como para no permitir dudas, pero también alguien que hablaba del Reino para gente del Reino. Nada que ver con conocer a una rubia en la iglesia de la otra calle con la cual te casarás. ¿Estás entendiendo?

¿Qué es lo que habían salido a ver? Sus ropas, el lugar donde ministraba, el río donde bautizaba, el pueblo y el mensaje que predicaba, todo ello hablaba del espíritu en el que vino. Todas estas cosas eran parte del mensaje que Juan trajo.

La vestimenta de Juan fue la primera cosa que Jesús mencionó. Sus ropas eran parte muy fundamental de su mensaje. En lugar de llevar las suaves vestiduras de un rey, llevaba un áspero atuendo estético semejante al de Elías (2 Reyes 1:8) Y ellos le respondieron: un varón que tenía vestido de pelo, y ceñía sus lomos con un cinturón de cuero. Entonces él dijo: es Elías tisbita. Y probablemente tenía una larga barba. Hoy Juan sería considerado probablemente uno de esos vagabundos y locos que suelen ser expulsados de nuestras iglesias antes de llegar siquiera a tomar asiento. No sería la clase de persona que te pararías a recoger vagando por la autopista.

Porque en lugar de andar en el espíritu, como nos ha sido ordenado, andamos en la carne. Así que no es extraño que a la hora de evaluar a las personas, lo hagamos conforme a lo externo, a lo que vemos. Así nos va…

Tenemos una dieta. Las langostas son comida kosher (Levítico 11:22) = …estos comeréis de ellos: la langosta según su especie, el langostín según su especie, el argol según su especie, y el hagab según su especie.) y eran consumidas por la gente más pobre. Juan nació en una familia sacerdotal y pudo haber vivido comparativamente un estilo de vida medio-alto.

Pero en lugar de eso escogió la vida y la dieta de los pobres. No se preocupó en absoluto por las cosas por las que vive la gente corriente, “qué comerás, qué vestirás”. Su vida estaba dedicada por completo a un solo propósito-el crecimiento de Cristo. Su auto-renuncia fue una reprimenda visible de la mundanalidad de su día.

Perdona: ¿Yo he oído mal o mayoritariamente nos ha sido predicado y enseñado que los cristianos debemos comer de lo mejor y vestir de lo mejor porque somos hijos del Rey de Reyes? Juan, entonces, evidentemente era de otra religión, ¿No es cierto?

También la ubicación de su ministerio fue significativa. El valle del Jordán tiene 100 millas de largo, siendo una depresión geográfica de 10 por 15 millas de ancho sobre la superficie de la tierra, alcanzado su profundidad más grande en el Mar Muerto (1300 pies-aproximadamente 39,50 m por debajo del nivel del mar). El Río Jordán, donde Juan bautizaba al pueblo, fluye del Mar de Galilea, al sur del valle del Jordán hasta el Mar Muerto, siendo una parábola geográfica de las cosas espirituales.

Habla del carácter y del ministerio de Juan. Jordán (Yaden), significa “el que desciende”,  “el que baja”, y también, “el que se postra”. El Río Jordán, hería el valle más profundo en el centro del país, siempre hacia abajo, siempre menguando.

Sin lugar a dudas, Juan era el que descendía. Como el Río Jordán, él siempre estaba menguando. Nos encanta citar sus famosas palabras, “Es necesario que Él (Jesús) crezca, pero que Yo mengüe” (Juan 3:30).

Juan preparó el camino para Cristo y después se salió de él por causa de Cristo. Nunca promocionó su propio ministerio, como es tan común hoy día incluyo entre los que se llaman a sí mismos profetas.

Totalmente cierto. Y además, bien vale examinar el significado del Jordán, conjuntamente con el acto simbólico de introducir a la gente en sus aguas para perdón de pecados. Luego de realizado ese examen, procura comparar todo eso con nuestro bautismo por inmersión actual.

Dios siempre ha escogido a los humildes y a los desechados para manifestarse al mundo. Él escoge el telón de fondo de la muerte para apartar la manifestación de la vida de Su Espíritu. El Espíritu de Dios atrajo las multitudes hacia Juan porque era solo un humilde mensajero que apuntaba el camino a propio Hijo de Dios.

Jerusalén y toda Judea “salieron a él… y fueron bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.” (Lee Mateo 3:5-6). Las multitudes salieron a Juan. Pero él no envió folletos, ni alquiló estadios, ni hizo campañas en las ciudades más grandes y opulentas en las que hubiera sido fácil reunir multitudes.

Nadie le invitó para ser el conferenciante principal en conferencias especiales. De hecho, jamás fue a la ciudad. Si querías ver y escuchar a Juan, tenías que irte al desierto. Porque la palabra del Señor vino a Juan en el desierto, y ahí es donde él escogió quedarse.

Atención con eso que dicen los autores porque, desde lo simbólico, es básico. Si Juan representa a la palabra auténtica, está claro que sólo se la puede hallar en medio de un desierto personal, que es como se denominan nuestras crisis.

Juan el Bautista no tuvo ninguno de los engaños externos de cualquier ministro respetable de su día, ni tampoco empleó ninguno de sus métodos. Tampoco dispuso de edificios atractivos para que sus seguidores se congregaran en ellos.

Ni túnicas ostentosas que le apartaran de las masas, ni podios o púlpitos altivos, ni títulos sacerdotales, ni ancianidad reconocida, ni cobertura humana, ni estructura de autoridad que le enviara, ni acreditación (¡cosas a las que se aferran los hombres que están en el ministerio hoy día!). Jamás obró ningún milagro que sepamos, pero las noticias sobre él se expandían a todo lo ancho, y la gente de toda la región alrededor de Jerusalén y del Jordán, vino a verle y a escucharle. (Me pregunto que respondería Juan cuando le preguntaban adonde se congregaba)

Juan fue un hombre humilde pero su humildad nunca se midió por un sometimiento al sacerdocio de su día. Con los estándares de hoy día, su discurso sería clasificado como rebelde. Si él estuviera hoy día aquí, sería acusado de tener una raíz se amargura. (Está claro: humildad nunca fue ni será sinónimo de esclavitud)

Con frecuencia recurría a la denuncia cuando los líderes religiosos no arrepentidos venían para espiar su ministerio a los pobres. Viéndolos, decía, “¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir del juicio venidero!”

Juan el Bautista fue el mensajero que vino en el prototipo de Elías. Dios honró a Juan llamándolo “mi mensajero”. Juan salió repentinamente del desierto de Judea, de forma muy parecida a como Elías salió del desierto de Galaad.

Tenía el mismo aspecto que su predecesor; su mensaje era muy parecido al de Elías, “Si Jehová es Dios, seguidle; pero si es Baal, seguidle a él.” La historia de Juan el Bautista fue el cumplimiento de la de Elías “en la consumación del tiempo”. Pero aún hay un cumplimiento por llegar.

“Mi mensajero”…  preparando el camino

Jesús siguió hablando de Juan citando el Antiguo Testamento. “Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.” (Mateo 11:10).

Estaba citando al profeta Malaquías, “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Malaquías 3:1).

Fíjate que hay dos mensajeros predichos aquí. El primero prepara el camino para el segundo. Con la venida de Juan en el desierto, el pueblo de Israel esperaba que el Mesías apareciera pronto. Y lo hizo.

Juan fue enviado para preparar el camino para Cristo llamando a Israel al arrepentimiento tal y como Isaías había profetizado setecientos cuarenta años antes diciendo: “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane.(Isaías 40:3-5; Lucas 3:3-6).

Este pasaje revela la naturaleza del ministerio de Juan y define el arrepentimiento que Dios está buscando hoy. Del mismo modo que hubo necesidad de un precursor para preparar el camino del Señor antes de su primera venida, así también lo es antes de que regrese otra vez. Dios es el gran allanador.

El suelo alrededor de la cruz esta perfectamente nivelado. ¡Fíjate que el camino de nuestro Dios se halla en los lugares baldíos del desierto! No lo encontrarás en los palacios y templos de hombres que se han exaltado a sí mismos.

Juan comparó a los más grandes con lo más bajo de las bestias al llamarlos serpientes y víboras. Este tema de la igualdad es el destino de Dios, que se opone a los soberbios y da gracia a los humildes. El arrepentimiento según Dios es muy bien descrito por las palabras, Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado.”

¿Cómo se construye una carretera? Bajas los montes, y llenas los valles. Enderezas los lugares torcidos, pero aún no es suficiente. Tienes que apartar la capa superior de tierra para llegar a tocar algo sólido.

Solo entonces se puede comenzar a poner el lecho de la calzada para la nueva carretera. No puedes construir una carretera para Cristo sin quitar el humus de los reinos de los hombres. Todos esos montes altivos que se exaltan a ellos mismos y los valles abatidos y pisoteados tiene que ser nivelados.

Jesús vino como siervo sufriente para poder romper todo yugo y dejar libres a los cautivos. ¿Libres para qué? Libres para servirse unos a otros y al Padre en toda humildad como familia de Dios. Los montes que están por encima de tal servidumbre deben ser bajados. Los valles abatidos y devaluados serán exaltados.

Esta es una inexorable y grande verdad. Tan verdad como que en muchos lugares, gente que dice seguir y servir a Jesucristo, se conduce de modo tal que quita, cercena y anula esa libertad ajena, cambiándola por servicio personal y propio.

El Espíritu de Elías

Juan el Bautista fue tanto un cumplimiento de la profecía como un cuadro profético, prediciendo eventos del futuro. Jesús habló de este misterio en Mateo 17:11-13. “Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, (tiempo futuro) y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino (pasado), y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.”

Aquí Jesús habla de la venida de Elías, tanto en futuro como en pasado, aún por venir, por habiendo venido ya. Vino la primera vez como Elías. La segunda vez como Juan el Bautista. Y aún vendrá otra vez en el futuro para restaurar todas las cosas.

 

Cuando el ángel del Señor vino a Zacarías y le informó que su esposa, Elisabet, tendría un hijo al que llamarían Juan, también citó una profecía de Malaquías 4:5-6, revelando el Espíritu en el que Juan ministraría. “El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres.” (Lucas 1:14-17).

Juan fue el cumplimiento de la profecía de Malaquías. En Mateo 11:13-14, Jesús quitó toda duda en cuanto a quién era este Elías. “Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.

La palabra espíritu con frecuencia se usa para describir el carácter, la disposición, la naturaleza o la pasión de una persona. Juan vino en el espíritu, en la pasión de Elías. Es ese espíritu y pasión lo que le motivaba y empujaba.

Está buena y necesaria esta explicación final, porque no son pocos los oportunistas, mercenarios de la religión falsa, que han creído ver en este texto una habilitación teológica a la falsa creencia de la reencarnación.

Amigo del Esposo

El siguiente pasaje  revela la actitud del corazón de este mensajero que fue enviado de Dios. En los últimos días del ministerio de Juan, algunos judíos crearon un conflicto con los discípulos de Juan en cuanto al bautismo. Esto es lo que siguió:

Los discípulos de Juan vinieron a Juan y le dijeron, “Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él. Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo.

Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. 30 Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe. El que viene de arriba. El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos…” (Juan 3:25-36).

Juan el Bautista es el mensajero ideal. Su fidelidad no es menos que para inspirar. Sus famosas palabras, que Él crezca, pero que yo mengüe describen su única pasión, el espíritu en el que él vino.

¿Conocemos de verdad lo que significan estas palabras? ¿Las conocemos al nivel que las conoció Juan? Esta es la declaración de la misión de Juan. Fue su objetivo desde el principio. Jamás entró en su mente la idea de establecer y mantener un ministerio de gran perfil.

Fue simplemente una voz que clama en el desierto. Él encontró su identidad en Cristo, no en su llamado y ni en su ministerio. Desde las orillas del Jordán, donde por primera vez vio a Aquel de quien no era digno de desatarle los cordones del calzado, Juan nunca dejó de ser un heraldo, nunca dejar de apuntar; nunca dejó de dirigir los ojos y los corazones de sus oyentes hacia Jesús. Nunca dejó de decir, He aquí el Cordero de Dios.”

Pero incluso llegó un día en el que él tendría que menguar aún más. Su obra fue completada y vio la necesidad de desaparecer. Había preparado el camino para Jesús y ahora llegaba el momento de preparar el camino para el esposo. Sabía que si se quedaba, se encontraría a sí mismo compitiendo con Jesús.

Los seguidores de Juan aún no le habían dejado para seguir a Jesús, pero ahora le estaban tentando. Sus palabras estaban llenas de celos contra Cristo. “El que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, ¡y todos vienen a él!”

Para que tengas una idea más clara de tu propia naturaleza humana, piensa que nunca habías prestado atención a esa expresión como portadora de celos ministeriales, esos que hoy tanto abundan. Sin embargo así fue. Sólo Juan tenía clara su misión.

 Querían que Juan siguiera con el programa; competir precisamente con aquel a quien él estaba llamado a servir. ¿Es que Juan no podía ver que su ministerio se estaba haciendo pedazos? ¿Es que no se daba cuenta que la gente estaba dejando de venir a él?

Quizás estaban intentando de conseguir que Juan tuviera más reuniones, o seguir haciendo lo mismo que había funcionado para él en el pasado. ¡Levántate! ¡Haz algo! ¿Es que no te das cuenta de que todos van a Él?

La respuesta de Juan rebosaba de significado. Recordó a sus discípulos que el hombre no puede recibir nada a menos que le sea dado del cielo”.

Juan reconocía que había (pasado) sido enviado delante de Cristo, pero el tiempo se había acabado. Juan recordó a sus discípulos sobre el significado de su ministerio cuando dijo, el que tiene a la esposa es el esposo”.

En el contexto de la ceremonia de boda tradicional hebrea, Juan se veía a sí mismo como el amigo del esposo, que ayudaba por todos los medios para presentar a la esposa casta, como una virgen pura, al esposo.

El acto final del amigo del esposo era en esa tan esperada noche cuando el esposo venía a llevarse a la esposa. Cuando escuchaba el clamor, “el esposo viene, sal a recibirle”, ella era escondida en la casa que el Esposo había preparado durante mucho tiempo.

Conforme a la tradición judía, el amigo del esposo seguía la procesión nupcial a distancia. Cuando el esposo introducía a la esposa en la habitación nupcial, escuchaba el murmullo del amor y ante la primera nota de gozo en la voz del Esposo, el amigo del Esposo danzaba y gritaba de alegría. Su trabajo había terminado, el amigo del Esposo se daba la vuelta y se marchaba.

De manera que en Juan vemos a un mensajero perfecto con un corazón perfecto. ¡Que Dios nos ayude a ser tales amigos y mensajeros del Esposo hoy, y a apartarnos de cualquier clase de protesta conforme a nuestra propia ganancia bajo la guisa del ministerio!

No sé como será en tu tierra, tú país, tu nación, ya que nuestras culturas suelen diferir en muchas cosas aunque vivamos en un mismo continente. Pero puedo decirte que aquí en Argentina, pensar en alguien que comienza un proceso destinado a darle paso a otro más importante que él, es prácticamente ilusorio; solo Dios puede hacerlo.

Somos, mayoritariamente, (Y no interesa si yo personalmente no lo soy), tremendamente egoístas y egocéntricos. Bien; debo advertirte una vez más que nuestro evangelio es Cristocéntrico o no es el evangelio que debemos predicar. Cualquier otra cosa, es imitación falsa y babilónica.

El fiel Siervo de Abraham

En Génesis 24, leemos la historia de un siervo parecido, con las mismas pasiones. También era el amigo del esposo. Fue enviado por Abraham a su tierra para conseguir una esposa para su hijo Isaac.

Abraham dio a este hombre la carga de diez camellos en riquezas, el precio de la esposa, para comprarla para su hijo. El hombre es solo un siervo, es decir, no tiene riquezas propias ni nada que ganar personalmente. (Ten presente esto, porque si retornara con el deber cumplido, será considerado amigo, mientras que mucho tiempo después, de seguir así, tendrá status de hijo adoptado, pudiendo heredar a su Señor. ¿Te suena conocido?)

Y sin embargo viaja un largo trayecto (algunos dicen de más de 750 kilómetros) y semanas de viaje con un rescate de rey y sin supervisión para tomar una esposa para Isaac. Cuando llega allí, cae sobre su rostro y clama a Dios para poder escoger a la mujer correcta para el hijo de su señor.

Puso una prueba y Rebeca la pasó con honores. El siervo dio toda la riqueza a Rebeca y su padre, y la tomó para llevarla a Isaac. Nunca tuvo nada que ganar del viaje aparte del conocimiento que Dios había dado al hijo de su señor una esposa de Su elección. ¡Y solo se regocijó en eso! (Lee Gén. 24:10-22).

Al acercarse a Beer Lahai Roj, vinieron a Isaac. Cuando Rebeca vio a Isaac, se bajo del camello y dijo al siervo, “¿Quién es el hombre que camina en el campo hacia nosotros?”. El siervo presentó la esposa al esposo como una virgen casta identificando al esposo. “Es mi señor”. (Lee Gén. 24:61-65).

Como Juan el Bautista, este siervo fiel supo que la esposa pertenece al esposo. Vemos también este corazón en el apóstol Pablo, que escribió, “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2ª Cor. 11:2).

¡Qué tremenda lección nos dan estos siervos! Dios está buscando que tales siervos sirvan al Cuerpo de Cristo hoy. Él busca a aquellos que traigan un Esposa digna del Hijo—una esposa sin manchas ni moretones producidos por el maltrato de ministros presuntuosos.

Él busca siervos que no se gasten el precio de la Esposa en ellos mismos, o que mancillen a la esposa para obtener su propio placer. Dios busca a aquellos que no levanten su propio reino con la riqueza del Padre, sino que sean buenos administradores de todo lo que les ha sido entregado en sus manos, dejándolo donde corresponda. Porque para esos siervos que comparten el corazón del Padre, traer una Esposa para el buen placer del Hijo, es recompensa más que suficiente. En esto es cumplido el gozo de ellos.

Esta es la verdad de Dios escrita con sencillez y contundencia. Nadie podrá oír esto y pensar que es un mensaje “muy duro” o muy fuerte. Es el mensaje del evangelio de la cruz. Todo lo demás, es Babilonia pura y sin escrúpulos.

En la economía de Dios, con frecuencia Él nos da un prototipo del Antiguo Testamento (como hemos visto antes) que expone las características esenciales de un tipo tardío. Y después da el cumplimiento neotestamentario en Cristo. Pero no se queda ahí.

Porque la obra continua del Espíritu Santo es formar, llenar y cumplir todas las cosas que el prototipo pre-figuraba. Es el caso de Elías, de Juan, y de la compañía de Elías de los últimos tiempos. Elías y Juan son proféticos de una compañía en los últimos tiempos que Dios va a enviar para restaurar todas las cosas.

La Compañía de Elías en los Últimos Tiempos

Pero, ¿de qué manera vendrá Elías en estos últimos tiempos? ¿Será una entidad única destacada? ¿O será todo un conjunto de santos amados que están absolutamente enamorados de Jesús y que quieren ver que Él consigue lo que se merece como Salvador y Señor?

Creemos que Apocalipsis muestra esta venida final de Elías como un grupo de personas, no un solo hombre. Esto es lo que describen los “dos testigos” (una señal de pluralidad). El Nuevo Testamento completo apunta a la unción del Espíritu, estando sobre un cuerpo de creyentes, no sobre uno o dos solamente llenos de poder (lee Hechos 4:31-33, 20:32; 26:29; Rom. 8:32; 1ª Cor. 3:21-23; 12:5-7; 11-13; 14:31; Gál. 3:28; Efe. 1:22-23; 3:8-11; 17-19; 4:10-16;25; 1ª Juan 2:20,27).

¿De qué forma es este grupo de los últimos tiempos semejante a Elías y a Juan el Bautista? ¿De qué manera resumirá o consumará esta compañía de Elías los ministerios de estos predecesores? El corazón de su mensaje será el mismo. (Toma nota de esto: el corazón de su mensaje será el mismo)

Cada palabra que Juan proclamaba apuntaba el camino a ese Príncipe que no era de este mundo, a ese reino que había de venir. Su mensaje de apertura en el Río Jordán fue, “Arrepentíos, porque el Reino de los Cielos se ha acercado”.

Cuando Jesús vino a ser bautizado, Juan apuntó a Él y dijo, “¡Éste es Él!” Cuando sus discípulos rehusaron seguirle a Él, él les reprendió. Dijo: “Nada puede recibir el hombre si no le es dado del cielo.” Juan apuntaba al Esposo e insistió que la esposa pertenecía a Jesús, no a él mismo. (Quiero repetirlo, a riesgo de resultar senil o peyorativo para con tus cualidades intelectuales, pero lo considero básico y vital: la esposa es de Jesús, nunca de hombre alguno. Está claro, líder?)

¿Quién puede ser parte de esta compañía de Elías? ¿Podemos hacernos parte de este ministerio profético de los últimos tiempos? ¿Podemos ir a alguna escuela de profetas y aprender las técnicas necesarias para caminar en las pisadas de estos grandes hombres?

¡NO! Nada puede recibir el hombre a menos que le sea dado del cielo. El llamamiento, la preparación, la separación de este mundo, el mensaje, y finalmente la obra, todo ello viene del cielo. Dios sigue siendo soberano y es Él quien escoge, prepara, llena de poder y envía a Sus mensajeros. Él busca corazones que busquen solo al Hijo. (Corroboro: nada puede recibir el hombre a menos que le sea dado del cielo)

Los que pertenecen a la compañía de Elías, como Elías y Juan, se hallarán también en directa confrontación con los sistemas políticos y religiosos de este mundo. Como podemos ver de las vidas de estos mensajeros, TODOS los reinos de los hombres los rechazaron y buscaron finalmente su exterminio.

Está más que claro, ¿Verdad? Si todavía hay gente que cree que somos una horda de conflictivos, resentidos, amargados, o enojados porque no nos permitieron tocar la guitarrita en el culto, allá ellos; la verdad es otra. Concretamente, la que acabas de leer y no escrita por mí.

En el libro de Apocalipsis, los dos testigos predican el reino de Dios en las calles de la apóstata Jerusalén y prevalecen durante un tiempo. Pero cuando finalmente son matados, se celebra una gran fiesta por su desaparición. (Horror; ¡Fiesta por la desaparición de prominentes ministros! ¿Va a ser así?)

Este es de nuevo un tipo del antagonismo que existe entre los reinos del príncipe de este mundo y el reino de Dios. Como Jesús dijo tan bien: “El que viene de arriba, está por encima de todo; el que es de la tierra es terrenal y habla cosas terrenales. El que viene del cielo, está por encima de todo. Y lo que ha visto y oído, eso testifica; y nadie recibe Su testimonio.”

¿Cuál es la pasión que inspira y empuja a estos escogidos de la compañía de Elías? ¿Edificar un gran ministerio? ¡NO! Solo quieren ver crecer el Reino de Jesús. Y entienden que para que esto suceda, deben menguar. Deben perder sus vidas e identidad, no sea que sean hallados apartando la atención de la Esposa sobre el Esposo, y de este modo, yendo en contra de sus propios llamamientos.

Por favor; lean esto con suma atención todos aquellos que me piden que publique fotos mías con mi familia y todo eso que vemos masivamente en otras páginas Web. Tengo una sola y sincera respuesta con mucho amor: ¡Déjenme cumplir con mi llamamiento! ¡¡No me obliguen a imitar a Babilonia!!

Dios busca a aquellos que como el fiel siervo de Abraham, estén dispuestos a negarse a sí mismos para traer una esposa sin mancha ni arruga, apta para el Hijo. Los individuos que tienen un deseo en el corazón por edificar un ministerio en su propio nombre y para su propia gloria, nunca pueden ser amigos fieles del esposo. (Toma nota, saca muchas fotocopias y distribúyelas en todas las iglesias evangélicas que conoces)

Intentan cortejar y poseer a la esposa para su propia gratificación. A tales siervos infieles, las siguientes palabras de Juan son una hirviente reprimenda: “El que tiene a la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo, que está con él y le escucha, se goza grandemente por la voz del esposo. Por eso, este gozo mío es cumplido. El ha de crecer pero yo tengo que menguar.” (parafraseado).

Por otro lado, los verdaderos amigos del esposo esperan ardientemente esos tiempos de intimidad, cuando el esposo toma a la esposa en Sus aposentos. Se gozan cuando la esposa sigue a su esposo, llena de pasión, y cuando la lleva a ese lugar de comunión íntima.

En esto el gozo de ellos es cumplido. Viven para la satisfacción del esposo. Escuchar Su voz satisfecha es el deleite de sus oídos. Danzan y gritan de gozo con el mero pensamiento de la unión de la esposa con el esposo, incluso sabiendo que eso indica el fin de su trabajo. Sus vidas han sido gastadas preparando ese preciso momento.

Han terminado con su trabajo. Habiendo preparado el camino de Cristo, ahora es el momento de apartarse del camino por causa de Cristo. Solo el fiel amigo del esposo se dará  la vuelta y se marchará. El siervo infiel trata de mantener su lugar y su ministerio a toda costa.

Luchará por conseguir la esposa para él mismo. Este es el mismo tema al que Juan apuntaba al decir a sus discípulos, “El que tiene a la esposa es el esposo.” Solo esa clase de amigos entregaran una esposa casta al Esposo. Solo esos amigos pueden gozarse completamente en esa unión. ¡Ese es el Espíritu de Elías!

El poder de Elías

Algunos pueden preguntar, “¿Y que hay del poder de Elías? ¿No vendrá esta compañía de Elías en los últimos tiempos en el poder de Elías?” Así lo creemos, pero solo será cuando su pasión esté completamente aliada con la pasión del Espíritu.

Esto confirma, además, otra cosa que hemos enseñado hasta el hartazgo: si al evangelio no se lo sirve y predica con pasión, no es el evangelio de Jesucristo. En él, no hay espacio para académicos, fríos o ultra profesionales de la teología. ¡¡Es vida!! Es Dios.

El Espíritu no despilfarra Su poder sobre los que tienen ambiciones privadas. Las Escrituras ni por un instante ceden en cuanto a que Dios ordene a alguien que busque el poder. Los hombres carnales quieren el poder, pero pocos tienen la pasión por el Esposo que esté detrás del poder de Elías y de Juan. (Cierto. Hay una enorme mayoría que no conoce a Cristo, sólo tiene más o menos información acerca de Él.)

Los corazones de estos dos hombres fueron altares sobre los que descendía el fuego celestial. Era la oración efectiva desde los corazones y bocas de estos mensajeros lo que movía la mano de Dios. El deseo de ellos no era milagros, sino que los corazones se volvieran a Dios. (En tú lugar, yo, ya estaría preparando ese altar)

Elías no buscó el poder independientemente, sino que el poder vino sobre él al buscar él la restauración de todas las cosas. ¿Qué nos hace distintos de Simón el mago, que intentó comprar el poder de Pedro, si nuestra búsqueda es una búsqueda de poder? ¿No nos estaremos colocando a nosotros mismos bajo maldición? (Totalmente en coincidencia; por ese motivo es que muchas congregaciones aptas para tener victoria, están en derrota por causa de esa maldición)

Hoy vemos a hombres de grandeza en el ministerio postulando y vendiendo “poder”. Llevan a cabo seminarios caros para los ministerios apostólicos y proféticos “para que ellos también puedan recibir el poder”. (En el mejor de los casos, error. En el peor, herejía)

Con frecuencia prometen a sus seguidores que si los apoyan, a cambio recibirán el poder de ellos en su ministerio. Incluso hemos visto profecías personales vendidas al módico precio de setenta y cinco dólares. Querido cristiano, ¿No es tiempo de llorar entre la entrada y el altar? (Lee Joel 2:17)!

El Espíritu de Dios trae una pasión desinteresada por la exaltación de Jesús antes de traer ningún poder a los que son llamados. Primero a “querer”, LUEGO a “hacer”, primero la pasión, luego el poder.

Sin la cruz en las vidas de estos llamados fuera, nunca habrá una impartición de pasión o de poder. El hombre natural no puede recibir las cosas del Espíritu o del Reino de Dios, de modo que el poder del Reino no puede ser ejercido por ambición carnal. (¡Pum! Golpe mortal a la ambición humana religiosa)

Al ver el cristianismo de hoy día, tan permeado de ambición privada, y peor aún, al ver el residuo de esa misma ambición en nuestros propios corazones, tendemos a volvernos cínicos. Cuestionamos si la pureza y la pasión de corazón que había en Elias y en Juan el Bautista podrá alguna vez ser hallada en el cristianismo contemporáneo.

A pesar de nuestras dudas, ¡Dios lo está haciendo otra vez! Él está saltándose a los académicos y futuros reyes. Para desilusión de muchos, Él también está saltándose a los que se sientan en los asientos del poder eclesiástico. (Amén. ¿Amén? ¡¡¡Si!!! ¡¡¡Amén!!!)

¿Quién es esa que sube del desierto recostada sobre su amado? ¿Qué es este fuego que brilla en la noche del desierto? Son los humildes y bajos moradores del desierto, una compañía que está preparando el camino. ¡No tienen nombres! ¡Son voces que claman! No buscan identidad, ministerio ni fama. ¡Vienen llenos de pasión, pasión por ver al Esposo recibiendo a Su esposa! ¡Vienen también con el poder de Elías!

Simplemente añado, como cierre formal de esta sección, que soy uno más de los tantos, (gracias a Dios), que se sienten totalmente identificados con esta palabra. No es sólo confirmación de la nuestra, sino emblema y rutina a seguir. ¿Me acompañas o eliges quedarte a la sombra y abrigo del poder eclesiástico?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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mayo 15, 2017 Néstor Martínez