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Quebrando la Pasividad

Hace ya muchos años tuve ocasión de dar un estudio, que por esos tiempos no tenían las mismas características de profundidad que encuentras hoy, pero que ya al menos lo pretendían, donde deseaba separar y demostrar las diferencias que existían entre el pacifismo y la pasividad.

Demostraba en ese trabajo Biblia en mano, que cuando se los demanda ser pacíficos, eso tiene que ver con una actitud de serenidad ante una batalla, que no tiene nada que ver con ser pasivos, que significa atarse de pies y manos y no tener respuesta alguna en esa misma clase de batalla. Uno es un soldado empleando estrategia, el otro es un cobarde con ropa de soldado.

Supe, cuando entregué aquel trabajo, que no iba a ser el último ni mucho menos sobre el tema. Que la pasividad es un espíritu maligno que se enseñorea de gente apta y capaz, convenciéndola de quedarse inactiva y, de este modo, favoreciendo las actividades satánicas que entonces no hallan obstáculos.

Quiero hoy, a partir de estos exámenes a la palabra, dar una nueva versión, quizás más moderna y mejorada en entendimiento que aquella, sobre este tema que es uno de los que más estragos está causando a la iglesia del Señor, que como todos sabemos, jamás perdió una batalla con un enemigo externo, sino que cuando fue derrotada, lo fue desde sus mismas entrañas.

Para lograr entenderlo, tendremos que ir a las bases de comportamiento, a los cimientos de las conductas que a veces nos llevan hacia un sector o hacia otro, cuando no era nuestro deseo ni nuestra intención andar por esos lugares.

(Filipenses 1: 9) = Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento, (10) para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo.

¿Cuántos de ustedes habrán pasado por este texto y habrán pensado algo así, como: “Y bueno, no es ninguna novedad, debemos ser sinceros e irreprensibles en ese día? Muchos, quizás todos. ¿Pero cuántos entendieron que eso solamente es posible mañana si aprobamos hacer lo mejor, hoy?

Y quiero que lo entiendas bien y lo entiendas ya mismo. Aprobar hacer lo mejor, no siempre es aprobar hacer lo que más nos conviene. ¿O no me convenía a mí ser el prestigioso pastor de una congregación, como tantas veces me ofrecieron por mi prestigio radial, y no quedarme como este maestro actual enseñando a través de una página Web?

Con la audiencia que había en la emisora radial donde yo trabajaba, más una delicada promoción que se podría haber hecho previamente, si yo abría una iglesia en cualquier lugar de mi ciudad, jamás hubiera comenzado con menos de mil personas.

 ¿Crees que eso no me convenía? Sí, me convenía, pero si lo aprobaba en su momento, aunque no fuera esa la directiva del Señor para mi vida, hubiese aprobado lo que me convenía, pero no lo mejor. Y hoy tendría una enorme iglesia y hasta mucho éxito ministerial, pero no tendría seguridad alguna en el día de Cristo. No sé qué preferirías tú en mi lugar; apenas sé lo que yo sí he preferido por espacio de todos estos años.

El caso es que permanentemente estamos tomando decisiones que no solamente afectan nuestros asuntos cotidianos sino también nuestro futuro, tanto en esta tierra como nuestro destino eterno, algo en lo que no demasiados piensan, sobre todo si son jóvenes.

De manera que “aprobar lo mejor” es una habilidad de discernir, elegir y decidir que nuestra voluntad debe aprender a desarrollar. ¿Habría sido yo, acaso, un pastor corrupto, fraudulento y abusador como tantos que hemos visto? No, estoy seguro que no.

Pero también estoy seguro que jamás habría podido ser de bendición para mis hermanos ejerciendo un cargo que ni siquiera tiene total base bíblica, como el Señor ha permitido que lo sea desde esta labor que llevo años realizando.

Recuerda esto: Hoy eres lo que decidiste ser ayer; mañana serás lo que decidas hoy. Esto implica ser personas que activan su “voluntad” bajo el señorío de Cristo. Esta voluntad es una facultad del alma, es la capacidad otorgada por Dios por medio de la cual decidimos y actuamos libremente. La vida misma es un “proceso de elecciones y el camino cristiano se inicia y se avanza en él en base a decisiones personales.

Yo soy quien "decido"… *Abrir mi corazón a Jesús… *Reconocerle como Señor… *Arrepentirme y renunciar al pecado… *Consagrarme y servirle… Las “materias” más “profundas” y “prácticas” a la vez del Reino de Dios no tienen que ver con “emociones” sino con las decisiones correctas: amar, perdonar, honrar, adorar…

Entonces, la pregunta es: ¿Por qué hay cristianos con su voluntad encadenada a la “pasividad”…? ¿Por qué hay seguidores de Jesús que parecen tener una voluntad “anulada”, “bloqueada”, o incluso “manipulada”…? Hay una suma de factores para elaborar esta respuesta:

El primero y muy importante, puede ser porque ignoran la verdad.  También podría ser que permitan que el diablo los oprima sin oponer resistencia porque no les han enseñado nada sobre Satanás o sencillamente no creen en su existencia.

Otro factor puede ser que los temores aumentan. Comienzan a experimentar miedos y no aciertan a definir sus causas. Simplemente llegan a tenerle miedo hasta al propio miedo.  O dejan de ejercer su voluntad. No quieren luchar. Cruzan los brazos y esperan que “Dios obre”. Este error se ha llevado a varios antes del tiempo previsto por el Señor.

Una vez me enseñaron algo que jamás olvidé. Mi dijeron: “En cada necesidad que tengas, recuerda que el que tiene que colocar el molde, eres tú. Después déjale al Señor el trabajo de descender y llenarlo con lo que necesitas. El principio, aquí, sería: “Dios hace los imposibles, pero a nosotros nos corresponde hacer todo lo posible.”

Como en casi todas las áreas, las evidencias de pasividad se manifiestan en cómo hablamos. Algunas expresiones hasta pueden sonar "espirituales", pero en realidad hay un germen de "engaño". Observemos algunos ejemplos:

“Tengo varios parientes inconversos que son insoportables… Estoy esperando que Dios ponga su amor en mi para poder amarlos…” ¡Hermano! ¿Estás “esperando” que Dios ponga su amor en ti para poder amarlos? ¡Yo tienes el amor de Dios en tu vida, sólo ejércelo! Y más te vale que lo tengas, porque si no fuera así, entonces mucho me temo que Dios todavía no te conoce ni reconoce como hijo de adopción.

Siempre dije que me preocupaba mucho la gente que se moría sin conocer a Cristo y se iba al infierno por ignorancia. Bien; hoy le voy a añadir otra que te va a estremecer. También me preocupa la gente que se morirá creyendo que es salva porque hizo tal o cual cosa y luego descubrirá que no lo era.

“Aquí ando… como Dios quiere… cargando la cruz…” Esta es la clásica “víctima” del evangelio. Personas que cuando las encuentras, te dejan la sensación de estar haciéndole un enorme favor a Dios al aceptar ser parte de su pueblo.

¿Nadie les predicó, les enseñó o al menos les hizo saber, que el único que hace favores en este camino es Dios mismo, y que a ese favor los creyentes solemos llamarlo Gracia? Y si andas cómo estás dando a entender que andas, presta atención porque debes ser tú y alguna enorme puerta espiritual abierta a los demonios en tu vida la que te tiene penando, no Dios que desea que tú también seas victorioso.

* Yo no voy a preocuparme por escoger nada; que se haga la voluntad de Dios…” Este es el clásico cristiano cómodo. Nunca hace nada efectivo, aunque siempre anda hablando de todo lo que habría que hacer y de todo lo que nos corresponde hacer.

Pero a la hora de hacer, espera sentadito que Dios se mueva. Y como hay gente ejecutiva que ha entendido eso de otro modo, sale y hace, mientras este sigue sentado esperando que Dios se mueva. Dios va a hacer Su voluntad en tu vida, cuando tú te muevas en la misma dirección que Dios.

* Y bueno, si esto se da es porque el Señor quiso, y si no, es porque no quiere…” Este, por su parte, es el cristiano jugador. ¿Jugador? Si, actúa como esos jugadores que a diario visitan los diferentes casinos del planeta. Especies de modernos Gedeones aunque sin la unción que acompañaba a Gedeón y sus vellones.

Este es el tipo de cristiano que está a un tris de convertirse en simpatizante de la bibliomancia, que como todos sabemos, es esa curiosa (Y peligrosa) práctica que algunos cristianos realizan abriendo al azar una página en sus Biblia para ver “qué les dice Dios ese día”.

Lo cierto es que hay una realidad concreta, bíblica y visible: Dios nunca sustituye su voluntad por la mía. Dios no puede usarte si no ejerces tu propia voluntad y buscas alinearte con su propósito para tu vida. A Dios no le interesan los robots u otra clase de autómatas del sí y amén.

Dios no se enamora fácilmente de los aleluyas y glorias a Dios que salen como en serie de labios que a veces ni piensan por qué los expresan. Dios quiere que uses todas tus facultades y que “cooperes” voluntariamente con llevar adelante “Sus” benditos planes para tu vida y para bendecir a los demás.

El proceso de caminar en la voluntad de Dios, esencialmente implica esto: Dios habla a nuestro espíritu (provoca en él impresiones, una voz inaudible pero perceptible, un profundo “querer”, etc.), la mente “renovada” (alineada con los principios de sabiduría y fe de la Palabra) captura la indicación.

Entonces, una voluntad “obediente” (activa, consciente, dispuesta a “hacer”) ejecuta y manifiesta lo que nació en el corazón del Padre. Cuando leemos la historia del paralítico de Betesda, encontramos varias lecciones sobre este tema de la “pasividad”. Leamos atentamente el relato de Juan 5:1-9.

(Juan 5: 1) = Después de estas cosas (Jesús había terminado de sanar al hijo de un oficial del rey) había una fiesta de los judíos, (Juan no identifica cuál era esta fiesta) y subió Jesús a Jerusalén.

(2) Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. (Betesda significa “lugar de la misericordia” o “casa de la gracia”).

(3) En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua.

(4) Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.

(5) Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.

(6) Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?

(7) Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.

(8) Jesús le dijo: levántate, toma tu lecho, y anda.

(9) Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.

¡Treinta y ocho años! Imagínate. Treinta y ocho años esperando por algo que, por lógica y razonamiento racional, jamás podía suceder. Esos treinta y ocho años de “esperar que algo sucediera” para cambiar su situación y forma de vida no era ningún mérito, ni virtud, no era una gran paciencia: era una voluntad pasiva.

La “parálisis espiritual” conduce a una actitud resignada, voluntad débil, falta de iniciativas, un corazón incapacitado para soñar alternativas, una mentalidad llena de temores y dudas que impiden tomar “decisiones”.

Muy diferente fue el proceder de otras personas que también necesitaron un “milagro” de Jesús: La mujer con flujo (se esforzó y se abrió paso hasta tocarle… El ciego Bartimeo (gritó y gritó aunque le ordenaran callarse la boca…

Aquel leproso que violando las normas “sanitarias” se atrevió a acercarse y decir “Si quieres… puedes limpiarme…”. Incluso aquel paralítico que con sus cuatro amigos logró aparecer en el centro de la escena, aunque ya no había lugar en la casa donde el Señor estaba ministrando. ¡Todos tenían una actitud de iniciativa, fe, acción, búsqueda de cambios!

Yo recuerdo aquí la vieja pero siempre eficiente anécdota del pequeño pájaro que todavía no tiene alas para volar y está en el nido, esperando que su mamá le traiga el alimento del día. Esa pequeña lombriz que ahora ella le trae, se seguirá reproduciendo y existiendo siempre.

Pero cuando ese pequeño pájaro llegue a su madurez, ya no deberá quedarse en el nido esperando que alguien le traiga la lombriz a su pico, sino que sabiendo que esa lombriz existe y es para él, tendrá que salir a buscarla.

Lamentablemente la pasividad logra que al pasar mucho tiempo, no sepamos luego reconocer las “oportunidades” que Dios nos presenta. El relato nos muestra en los versos 6 y 7, que este hombre no sabe responder cuando Jesús le pregunta: “¿Quieres ser sano…? El Señor apeló a confrontarlo con qué era lo que él “quería”, sin embargo él respondió con aquello que “no tenía”: “alguien que me meta en el estanque”.

¿Entiendes cuál es la diferencia? Es menester que la entiendas, porque es muy probable que en algún área de tu vida, puedas estar cometiendo el mismo error. Dios te pregunta qué quieres que Él te haga y tú le respondes lo que nadie te ha hecho.

La solución del Señor para este caso fue, en primer lugar, “inyectarle” fe por medio de tres “verbos” que volvieran a encender el motor de la “acción”. Jesús le dijo: “Levántate… toma… anda…”.  Fíjate el detalle altamente singular que salta a la vista.

El utilizó estos tres verbos para darle a entender a este hombre que, pese a que su espera parecía ser muy elogiosa por su perseverancia, se estaba debiendo una actitud respecto a lo que necesitaba y deseaba. Es decir que Jesús no le dijo sigue esperando que Dios lo hará contigo, le dijo levántate, toma y anda.

Levantarnos es ponernos de pie, abandonar nuestra comodidad de esperar algo sentado, tal como solemos hacerlo en algunos templos. Toma, implica un acto: estirar nuestra mano y aferrar aquello que deseamos, no aguardar que como por arte de magia venga volando y aterrice en ella. Y anda, tiene que ver con caminar, moverse, estar dinámico y activo, que es como decir pacífico, pero jamás pasivo.

Y en segundo lugar, después que “al instante” fue sanado, el Señor del sábado lo introduce a su verdadero “día de reposo”: la libertad de su postración. “Reposar o descansar en el Señor” es una actitud de confianza del corazón, no es pereza, flojera, ni ociosidad.

Siempre me llamó la atención esto de reposar. Es que en nuestras congregaciones se ha hecho tan frecuente, tan normal y habitual que andemos a toda velocidad durante todo el día de toda la semana de todos los meses, que leer que Dios nos ordena entrar en su reposo, a veces, nos suena increíble. Pero no lo es, claro.

¿Recuerdas aquella anécdota del sabio que aconsejaba al joven respecto a cómo moverse en su vida activa y sentimental? Él le decía que: cuando no sabemos qué es lo que tenemos que hacer en alguna cuestión particular y específica, lo mejor que podemos hacer, es nada.

Ahora bien; todo esto está muy bonito y tiene alta importancia en nuestra vida de fe. Ya sabemos que tenemos una clara tendencia a la pasividad y que, para colmo de males, esa tendencia es alimentada por ciertas enseñanzas ministeriales. Sin embargo, de eso se puede salir.

Se puede salir. Tu pregunta está resonando en los aires cibernéticos aunque yo no pueda oírla con mis oídos naturales: “Está bien, lo acepto y lo creo, pero: ¿Cómo salgo de mi pasividad? Hay algunos puntos que considero importantes que deseo compartir contigo como llaves de solución.

Pero cuidado, entiende por favor. No te estoy diciendo que me envíes tu nombre y una ofrenda y que yo oraré y tú dejarás de ser pasivo. Eso sería engañarte una vez más, abusarme de tu credulidad una vez más y desviarte por un camino sin salida una vez más, como tantas que habrás vivido.

Lo que quiero decirte es que estas llaves solamente tienen la capacidad de abrir puertas que hoy están cerradas por la ignorancia, pero que una vez que ellas sean abiertas, serás tú quien de los pasos necesarios para trasponerlas. No esperes nada más de mí, apenas he sido enviado a mostrarte el camino, no a transitarlo en tu lugar. No es así como funciona, aunque existan ministros que lo sigan enseñando así.

El primer paso obligado es conocer la verdad. Dice la palabra que conocer la verdad nos hace libres. Fíjate que no nos está diciendo que lo que nos hace libre es estar junto a la verdad, nos dice que eso ocurre cuando la conocemos. El dilema, entonces, es: ¿¿Cuál es esa verdad?

La única que existe como tal. ¿La única? ¡Pero no, hermano! ¡Todos los credos de todas las religiones y sus denominaciones particulares aseguran lo mismo, tener la verdad! No lo creo, porque la Verdad de la cual yo estoy hablando, así como la “V” mayúscula, es Cristo.

Porque fue Cristo quien dijo que Él era el Camino, la Verdad y la Vida. Y cuando el texto habla de conocer la verdad, ese verbo utilizado no tiene que ver con estudio ni conocimiento intelectual. Como en toda la Biblia, conocer es un verbo usado como sinónimo de tener intimidad. ¿Lo puedes entender ahora?

Otro paso inexorable que deberás dar sí o sí, es el de identificar debidamente cuáles son las áreas de tu vida que puedas haber estado cediendo al enemigo. Inconscientemente, en muchos casos, cedemos una parte de nuestras vidas por ignorancia o alguna otra clase de conveniencia carnal.

 Una vez que hayas realizado esa tarea y lo tengas bien claro, seguramente el tomar contacto con esa realidad podrá producirte cierto temor y no pocas dudas. Sin embargo, antes de plantearte cuestionamientos de lógica respecto a ello, lo que debes hacer de inmediato es renunciar a esas dudas y a esos temores.

Un paso subsiguiente es, aunque parezca una reiteración de conceptos, activar nuestra voluntad en pasos de fe. Es necesario probar nuestra fe, comprobar que funciona, liberarnos de ese temor casi lógico en la condición carnal humana que nos sopla desde el interior: “¿Funcionará?” ¡Sí, funciona!

Y, finalmente, aunque este “finalmente” debería llevar puntos suspensivos porque hay más, mucho más, tomar decisiones y ejecutarlas. No es sencillo tomar decisiones, por eso tantos y tantos hermanos fieles se han acostumbrado a esos mandatos casi despóticos por parte de algunos líderes que se arrogan un derecho que jamás tuvieron ni tendrán para decidir por ellos o en su lugar.

Sin embargo, hay que tener en cuenta algo muy importante: Dios no bendice buenas "intenciones"; Él desata favor y respaldo sobre decisiones correctas, decisiones de fe, decisiones de obediencia a sus principios de Reino.

Y créeme que en casi todas las cosas, existe una enorme diferencia y distancia entre las buenas decisiones y las decisiones correctas. Las primeras, son aquellas que suelen ser bien vistas por nuestra sociedad en general; la segunda, las que tienen correlato fidedigno con la Palabra de Dios.

Esa es la diferencia entre los que tienen una visión y aquellos que viven en una fantasía. Un sueño de parte de Dios es una visión que exige fe, acción, inversión, trabajo: un compromiso personal para materializarla. Los que siguen espejismos solo quedan en “ilusiones engañosas”: mucho “desear” y nada “hacer”…

¿Quieres una sugerencia? Y dije sugerencia porque ya sabes qué consejos no doy. ¿Por qué? Porque estoy en certeza que no existe un ser humano capacitado ni con autoridad suficiente como para decirle a otro ser humano cómo debe vivir su vida o cómo no debe vivirla. Apenas sugerir, opinar, pero nada más.

¡Deja de permitir que las circunstancias te dominen! ¡Obedece a Dios y resiste al diablo! ¡Aplasta el desgano y vístete de pasión! ¡Activa tu voluntad y exprime tu potencial para Su Gloria! Dios se mueve con los que se mueven, así que… ¡Muévete con Dios!

Basta de siempre esperar a que “otros” tomen la iniciativa, que “otros” deban “empujarte” a la acción, que “otros” vayan delante y tú siempre siguiendo… ¡Camina! Estamos cansados de cristianos que se lo pasan diciendo: ¡Que hagan algo, así no se puede seguir! ¿Qué “hagan” algo? ¿No será que puedo hacer yo?

Éxito, o lo que la sociedad global denomina como éxito, es un proceso en la ruta de la vida, así que ya basta de “esperar” que las oportunidades “caigan del cielo”. Camina con determinación por el camino de la diligencia y verás cómo encuentras el cruce de las calles “Búsqueda” esquina “Oportunidad”.

(Filipenses 2: 12) = Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, (13) porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.

Lee bien este pasaje y no vuelvas a repetir como un papagayo lo que mayormente he oído en los púlpitos en general, en razón de que dicen que debemos ocuparnos DE nuestra salvación con temor y temblor. Ya has leído que no te está diciendo que te ocupes DE, te está diciendo que te ocupes EN tu salvación. Y créeme que no es lo mismo.

Porque DE, significa propiedad, mientras que EN, significa habitación. Ejemplo. Si yo me ocupo de mi casa, eso significa que debo limpiarla, pintarla, repararla y mantenerla en buenas condiciones. Pero si yo me ocupo EN mi casa, eso quiere decir que puedo estudiar, escribir poesía o dedicarme a enseñar la palabra por la Web, tal como lo estoy haciendo.

Por tanto, lo que Pablo dice aquí es que, por cuestiones de ser salvos por gracia y misericordia de Dios, nos corresponde ocuparnos EN esa salvación, esto es: compartirla, enseñarla, presentarla, manifestarla y, obviamente, predicarla a todos los incrédulos que se crucen en nuestro camino.

Y, finalmente, prestar mucha atención a lo que íntimamente deseamos. Si deseamos algo que ya sabemos que es pecaminoso, ya sabemos de antemano que no es ni puede ser Dios su gestor. Y Si no es Dios el gestor de un pensamiento nuestro, necesariamente es Satanás, no hay grises ni términos medios.

Pero cuando, por el contrario, tenemos un pensamiento o una idea que será de beneficio y extensión para el Reino de los Cielos, entonces sabremos que esta palabra tiene cumplimiento efectivo y que Dios mismo está detrás de esa idea y de ese pensamiento.

Y allí ya no tendremos que aguardar a que alguien, sin derecho ni autoridad bíblica alguna, nos diga si nos autoriza o no a llevarlo a cabo. Si es mandato del Señor, dentro de una organización o fuera de ella, nuestra obligación es hacerlo. Eso, indefectiblemente, quebrará definitivamente nuestra pasividad.

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enero 1, 2015 Néstor Martínez