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Tiempo de Quitar tu Monte

Soy el resultado y producto de una generación nacida en una época donde cada niño tenía tres expresiones de autoridad a la que no podía ni desobedecer ni fallarle: el padre, la maestra y el cura o sacerdote católico. Si dentro de todas las represiones y auto represiones asumidas debo reconocer algo positivo, es que de una u otra manera, Dios terminó saliéndose con la suya al llevarnos a cumplir con una parte importante de su diseño: obediencia a nuestros padres y a toda autoridad constituida. De todo lo otro no voy a hablar, porque me quiero detener aquí. De muy pequeño me enseñaron la base familiar de honrar a mis padres, y lo cumplí a rajatabla. Creo que se olvidaron de la otra, que era la de por parte de los padres respetar a los hijos, pero esa también es otra historia. Así que cuando llegué a la edad adulta y supe un poco más de ese Dios al que quería creerle y amarlo, entendí dos cosas: Que Él era el Padre celestial de mi vida a quien debía obedecer sin cuestionarle nada, y que, llegado el momento, Él iba a respetarme, porque así estaba escrito. Eso si yo decidía, como lo hice, convertirme en uno de sus hijos en la tierra.

La vida transcurrió y con todos los claros y oscuros de cualquier vida terrenal; y llegué yo mismo a ser padre. Y así como más que imponer, incentivé a la obediencia a mis hijos, así también me esmeré en respetarlos en todo aquello que mereciera respeto. Jamás obligué a ninguno de ellos a estudiar o dedicarse a algo que no les agradara simplemente porque me agradaba a mí, porque gracias a Dios pude entender que cada uno de ellos, como seres humanos que son, más allá de ser mis hijos, eran personas distintas que merecían vivir sus vidas conforme a sus talentos, deseos y aspiraciones. De hecho, ninguno de ellos fue periodista, y casi que hoy también le doy gracias a Dios por ello, ya que mi antigua profesión no sólo está devaluada en casi todo el mundo, sino también sujeta a sospechas, suspicacias y críticas. creo que más que merecidas en una enorme cantidad de casos.

Pero el punto central de todo esto, se produjo con el comiendo de este siglo veintiuno. Porque hasta allí, yo había asumido este ministerio de enseñanza desde las vertientes que conocía sobradamente: la gráfica, la radio y algo muy poco y pequeño de televisión. En eso, me desenvolví con soltura y tranquilidad porque era terreno conocido, pero lo que no pude prever, era que la tecnología realmente se movía hacia delante de un modo vertiginoso e inédito para mi generación. Estoy hablando de la aparición de Internet y luego de lo que todavía hoy llamamos Redes Sociales. Y de todo eso, yo no puedo decir que conocía poco. Debo ser sincero y reconocer que no sabía absolutamente nada. Y mucho menos de lo eminentemente técnico al respecto. Así es que debí acudir al que más sabía de todo esto, que era nada menos que uno de mis hijos. De inmediato y sin cuestionar nada ni presumir de nada, me sometí a su autoridad de especialista en ese terreno y le obedecí en todos y cada uno de sus mandatos. Eso me posibilitó abrir una Web de enorme llegada, posteriormente el ingreso a YouTube, “X”, (Ex Twitter) y Spotify. La victoria del Señor a través de un padre obedeciendo a un hijo. ¿Extraño? No te creas, mira lo que sigue.

Yo aprendí, y creo que bien, que la base del evangelio para cada hijo de Dios, es la oración. Y gracias a Dios no me quedé solamente con eso, porque si así hubiera sido, jamás habría salido del clásico “Señor bendíceme a mí, a mi familia, a mi perro y mi gato”, que es -si sabemos entender el humor-, lo más oído para todo ministro en la gente que lo consulta. Siempre supe que la oración era otra cosa muy distinta que la de andar a los gritos diciendo siempre las mismas palabras o llorisquear como perrito apaleado ante el menor contratiempo. En la Biblia pude hallar cierta clase de oración que es la más elevada y la más espiritual. Sin embargo, son pocas las personas que la advierten o hacen este tipo de oración. Es lo que ya no pocos han llamado y llaman como la oración de autoridad. Conocemos la oración de alabanza, la de acción de gracias, la de petición y la de intercesión, pero es poco lo que sabemos de la oración de autoridad. Y eso que ocupa un lugar muy significativo en la Palabra de Dios. ¿Qué significa autoridad? Más; ¿Qué significa un mandamiento de autoridad? Si deseamos ser hombres y mujeres de oración, tendremos que aprender esta clase autoritaria de oración. Es a la que el Señor se refiere en Mateo 18:18. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Atar y desatar, no es algo menor. Las palabras atan. A esto ya lo hemos enseñado.

El movimiento del cielo sigue al movimiento de la tierra. O sea que el cielo oye las palabras de la tierra y actúa por su mandamiento. Todo lo que está atado en la tierra, será atado en el cielo y todo lo que es desatado en la tierra, será desatado en el cielo. No es una petición, es una atadura o una desatadura lo que se hace en la tierra. Y es, no tengas dudas, una oración de autoridad. Esa expresión se encuentra en Isaías 45:11: Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos. Mandadme, dice. ¿Cómo nos podemos atrever a mandar a Dios? ¿No es esto demasiado disparatado o presuntuoso? Sin embargo, esto es lo que el mismo Dios dice. Indudablemente, no debemos permitir que la carne entre aquí en lo más mínimo. Sin embargo, aquí se nos muestra que hay una clase de oración que manda. Y quiero añadirte que esa palabra, mandadme, es la palabra savá en hebreo, que significa en realidad ordenar, constituir. ¿Puedes imaginarte el rostro de un religioso si le quieres enseñar que tú puedes, llegado el caso, mandar u ordenar al Padre que haga algo a favor de Su Reino? Yo sí, es el mismo que debo haber puesto yo cuando oí por primera vez en mi vida esa forma y clase de oración de autoridad. No puedo evitar sentir vergüenza, pero era mi etapa religiosa todavía…

Lo cierto es que, según el punto de vista de Dios, nosotros podemos mandarlo a Él. Todos los que estudian la oración necesitan aprender específicamente esta declaración. Echemos un vistazo a la historia de Éxodo 14. ¿La recuerdas? Cuando Moisés sacó a los hijos de Israel de Egipto, llegó a las costas del Mar Rojo. Y allí se le armó entonces un serio problema. Porque delante de ellos estaba el Mar Rojo y detrás los venían persiguiendo los egipcios. En ese momento, los israelitas se encontraron verdaderamente en un dilema. Veían a los egipcios que los perseguían y se sentían completamente aterrados. Clamaron al Señor, por una parte, pero murmuraron contra Moisés por la otra. ¿Te descubro algo al recordar esto? ¿Cómo reaccionó Moisés? Sabemos, por la Palabra de Dios, que Moisés clamó al Señor. Pero entonces Dios le dijo: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que clamen, pero tú alza tu vara y extiende tu mano sobre el mar y divídelo y que entren los hijos de Israel por el medio del mar, en seco. Eso dicen los versos 15 y 16:

Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco. A ver: la vara que Dios le dio a Moisés, representaba autoridad. Así que, lo que Dios quiso decir con estas palabras, fue lo siguiente; “Tú no necesitas clamar a mí, puedes usar la oración de autoridad. Haz la oración que manda, que ordena, y yo haré el resto. Así es que, lo que Moisés aprendió aquí fue a orar con autoridad, es decir, la oración que manda, que declara, que decreta, muy por encima de la que suplica, ruega o clama. Oración del rey. En nuestro tiempo, ¿Dónde tendría su origen la oración de mandato para los cristianos? Lo tiene, aunque te cueste entenderlo, en la ascensión del Señor. La ascensión de Cristo está muy relacionada con la vida cristiana. ¿Cuál es la relación? Que la ascensión nos da la victoria. Así como la muerte de Cristo resuelve los dilemas de nuestra antigua creación en Adán, y la resurrección nos introduce en la nueva creación, así la ascensión nos da una nueva posición ante Satanás. Elemental. Básico. Tremendo e impactante a la hora de ponerlo por obra. Porque funciona.

Esta no es una nueva posición delante de Dios, sólo es la que se obtiene mediante la resurrección del Señor. Sin embargo, nuestra nueva posición ante Satanás, está asegurada por medio de la ascensión de Cristo. De allí emana el poder. Está escrito desde siempre y nunca nos lo enseñaron. Déjame pensar cualquier cosa para no caer en la idea de que lo hicieron para que dependiéramos de ellos y no de nosotros mismos en relación directa y personal con Cristo. Veamos las siguientes palabras de Efesios 1:20-22: La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Cuando Cristo ascendió al cielo, abrió un nuevo camino hacia allí. Para que, de allí en adelante, la iglesia pudiera también subir de la tierra al cielo. Sabemos que nuestro enemigo espiritual mora en el aire, pero Cristo, hoy, ya está ascendido en el cielo. Antes, este camino estaba bloqueado por Satanás, pero ahora Cristo lo ha abierto.

Lo cierto y aprendido es que Cristo está ahora por encima de todo principado, potestad, poder y señorío, y por encima de todo nombre que se nombra, no sólo en este mundo, sino también en el venidero. Esta es la actual posición de Cristo. En otras palabras, Dios ha hecho que Satanás y todos sus subordinados estén sujetos a Cristo. Él ha puesto a todas las cosas debajo de sus pies. El significado de la ascensión es muy diferente al de la muerte y la resurrección. Mientras esto último es para bien de la redención, lo primero, es decir, la ascensión del Señor, es una señal de guerra, esto es: para ejecutar lo que han logrado su muerte y su resurrección. La ascensión manifiesta una nueva posición. Gracias a Dios, porque se nos dice que Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, como dice Efesios 2:6. ¿Comprendemos ahora lo que Dios ha hecho a favor de nosotros? En el primer capítulo de Efesios, se nos dice que Cristo ascendió al cielo, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero.

En el segundo capítulo se nos continúa diciendo que estamos sentados en los lugares celestiales con Él. Esto es lo mismo que decirnos que la iglesia también está por sobre todo principado, autoridad, poder y señorío y por encima de todo nombre que se nombra, no sólo en este mundo, sino también en el venidero. Gracias a Dios, esto es un hecho, como Cristo ahora está en el cielo por encima de todo, así también la iglesia está hoy por encima de todo. Como el Señor está por encima de sus enemigos espirituales, la iglesia también está por encima de sus enemigos espirituales. Así como todos los enemigos espirituales fueron superados por el Señor en su ascensión, asimismo estos enemigos son superados por la iglesia, que ascendió con el Señor. Según esto, todos los enemigos espirituales están sometidos bajo los pies de la iglesia. Hay una notoria relación entre los dos primeros capítulos de Efesios y el capítulo seis de la misma carta. El capítulo uno nos presenta nuestra posición en Cristo. El dos, la posición de la iglesia en Cristo. Y el seis, lo que la iglesia debe hacer ahora que ha entrado en esa posición en Cristo. ¡Ya nos enseñaron todo! No es culpa del Maestro si nosotros, sus alumnos, no estamos haciendo la tarea.

Entonces, el capítulo uno, habla de Cristo que está en el cielo. El dos, de la iglesia sentada con Cristo en los lugares celestiales. Y el seis, de la guerra espiritual. Dios ha hecho que la iglesia se siente con Cristo en los lugares celestiales, y no para que sólo se siente allí, sino para que también permanezca firme. Así que, cuando en el capítulo dos se menciona el verbo sentar, el seis habla de estar firmes, lo cual significa permanecer en la posición celestial, contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Puesto que nuestra lucha es contra huestes espirituales de maldad, esta es una guerra espiritual, orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el espíritu y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos y por mí, dice Pablo en Efesios. Esta es la oración de la guerra espiritual. Esta clase de oración es diferente de la oración común. La oración común se dirige de la tierra al cielo, pero esta oración se hace en posición firme en los lugares celestiales y es una oración que desciende del cielo a la tierra.

En pocas palabras, la oración de autoridad va del cielo hasta la tierra. Todos los que saben orar, saben lo que significa orar hacia arriba y lo que significa orar hacia abajo. No soy el primero que lo menciona y seguramente no seré el último. Si una persona nunca ha aprendido a orar hacia abajo, todavía tiene que descubrir la oración de autoridad. En la guerra espiritual, esta clase de oración hacia abajo es sumamente importante. ¿En qué consiste la oración hacia abajo? Consiste en estar firmes en la posición celestial que Cristo nos ha dado y utilizar la autoridad para resistir todas las obras de Satanás, ordenando que se cumpla lo que Dios ha ordenado. Supongamos, por ejemplo, que estamos orando por algún asunto en particular. Después de saber cuál es la voluntad de Dios y estar realmente seguros de lo que Dios ha mandado, no debemos orar pidiéndole a Dios que haga eso, sino orar diciéndole que tiene que hacer eso, y hacerlo de tal o cual manera, como encaje con el diseño de Dios. Es como decir: “Dios, esto tiene que realizarse así”. Esta es la oración que manda, la oración de autoridad.

Y un detalle que no es menor, aunque en primera visión lo parezca. El significado genuino de la palabra “Amén”, no es ese “así sea” que inventaron aquellos monjes traductores. El significado real de “Amén”, es Así será. O sea que cuando yo te digo amén a tu oración, estoy declarando y decretando en fe que así será el asunto por el cual has orado. Y te digo algo más: la palabra Amén, que figura en los evangelios y también en las cartas de Pablo, en los originales, sólo está en estas últimas. En los evangelios está ausente, fue puesta por los hombres. Y Pablo era la excelencia que era, pero era un hombre y con mucha religión aprendida. Repito: Fuimos llevados a esta posición celestial, cuando Cristo ascendió al cielo. Y como Cristo hoy está en el cielo, nosotros también estamos allí. De la misma manera que, cuando Cristo murió y resucitó, nosotros también morimos y resucitamos con él. Debemos comprender esta posición celestial de la iglesia si es que deseamos hacerle daño al infierno. Satanás comienza su obra haciéndonos perder, si puede, nuestra posición celestial. Porque esta es una posición de victoria. Por eso, si somos arrastrados debajo de esta posición por Satanás, somos derrotados.

Es decir que todas las victorias se ganan permaneciendo firmes en esa posición celestial. Satanás siempre te va a tentar tratando de hacerte pensar que estás en la tierra. Si te lo crees y lo declaras, estás derrotado. Jamás tendrías victoria estando sólo en la tierra. Y él utilizaría esa derrota tuya para afligirte, haciendo que tú consideres que verdaderamente estás en la tierra. Pero si permaneces firme y respondes: “Así como Cristo está en el cielo, yo también estoy en el cielo”, te estarás aferrando a tu posición celestial y saldrás triunfante. Por tanto, estar firmes es una posición de gran importancia. La oración de autoridad se basa en esta posición celestial. Como la iglesia está con Cristo en los lugares celestiales, puede hacer esta oración de autoridad. ¿Cuál es la oración de autoridad? Simplemente explicada, es el tipo de oración que se menciona en Marcos 11. Para ver la verdad claramente, lee conmigo los versos 23 y 24. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.  Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.

Fíjate que el verso 24 comienza con la expresión, Por tanto, que es un término de conexión. Eso significa que las palabras del verso 24, están unidas con las del verso 23. Puesto que el verso 24 habla acerca de la oración, el 23 tiene que referirse también a la oración. Y lo que suena extraño, aquí, es que la expresión del verso 23 no parece ser parte de una oración común. No se le está pidiendo a Dios: “¡Oh Dios! Quita este monte y échalo en el mar”. Muy por el contrario, te dice que cualquiera que dijere a este monte quítate y échate en el mar y no dudare en su corazón, lo que diga será hecho. Tenemos arraigado el pensamiento que toda oración a Dios siempre tiene que ser con pedido, ruego, lamento. Si lees bien, ya te habrás dado cuenta que Dios aquí está hablando de algo bien diferente. No nos demanda hablarle a Dios, sino a hablarle directamente al monte. La oración entonces no es una conversación con Dios, sino un mandato directo a la montaña. Y si al momento de hacerlo tuvieras dudas, el verso 24 te las aclara absolutamente.

¿Cuál es el significado de un monte? El monte es una dificultad que se nos presenta en el camino. Es todo aquello que bloquea nuestro sendero. Pedirle a Dios que quite el monte, es una cosa, pero ordenarle al monte que se quite en el nombre del Señor, es otra cosa. El infierno nos pone todas las trabas mentales posibles para que le ordenemos directamente a las cosas malas, en el nombre del Señor Jesucristo, que nos dejen. La oración de autoridad consiste en que tú le hables directamente a la dificultad y le ordenes que se vaya, en lugar de pedirle a Dios que lo haga y sentarte a esperarlo. Aquí no se le habla a Dios, sino a la montaña que estorba. ¿Cuál es esa montaña en tu vida? ¿Tus finanzas? ¿Tus sentimientos? ¿Alguna enfermedad? Pruébalo. Ordénale que se quite como al monte, y si no lo dudas, se quitará. Lo que te capacita para lograr victoria en esto, es que tengas total certeza que lo que haces y dices, está en perfecta armonía con la voluntad de Dios. Y toma nota: si lo que vas a ordenar no está conforme a la voluntad de Dios, es casi seguro que no podrás tener fe para decretarlo.

Cada uno de nosotros tiene su propio monte. Tal vez no sean del mismo tamaño e importancia, pero los tenemos. Cualquier cosa que te frene o te estorbe para tu desarrollo espiritual, es algo a lo que tú puedes ordenarle que se aparte de ti. Tenemos que comprender que Cristo ya ascendió al cielo. Si así no fuera no tendríamos poder. Pero lo tenemos, porque fuimos ascendidos conjuntamente con Él. Tú, aunque no puedas entenderlo, eres una persona celestial. Por tanto, tienes autoridad celestial. Ya lo sé, cuesta muchísimo aceptar eso. Hemos pasado tanto tiempo creyendo en un Dios lejano, diciendo que es eterno, pero pintándolo de cabellos y barba blanca, anciano, listo para castigarte con un látigo de siete puntas cuando cometes un mínimo error, que de pronto salga un fulano sin demasiada chapa evangélica a decirte que no, te lo quieres comer al honro. Porque te dice que ese Dios es un Padre amoroso que, entre otras muestras de amor y misericordia está presto a obedecerte sin pudores, tal como en algún momento yo mismo obedecí a algunos de mis hijos y a ti te agarran fieros deseos de tratar a ese fulano de blasfemo y seguir encendiendo velas, cantando coritos, repitiendo oraciones hechas que es lo que aprendiste y diste por sentado que era la verdad absoluta y sin modificaciones.

Hazlo. A mí no me ofende ni me molesta, ya. A esta altura de mi vida, tanto la terrenal como la ministerial, cualquier cosa que oiga de mí, tanto sea buenísima como horrible, ya no me mueve un solo cabello. Y no es porque haya crucificado totalmente mi carne, obviamente, sino porque si hay algo que tengo más que en claro en mi vida, con base en el pasado, plataforma en el presente y eternidad en el futuro, es que, a la hora de hablar, todos somos excelentes. El problema, en todo caso, tanto el nuestro con Dios, como el de Dios mismo con cada uno de nosotros, llega a la hora de movernos. Y mi único reaseguro espiritual y garantía de enseñanza genuina, es que sólo me atrevo a enseñar lo que yo mismo pongo por obra. Beber jarabe de pico, que es como aquí le llamamos al hablar por el gusto de hablar o para lucirnos, ya lo hice sobradamente en mi etapa de periodista. Pero resulta ser que mi Padre no levantó como maestro a un periodista, sino que apenas le brindó la oportunidad por pura misericordia, a un hombre con muchísimos errores, pero con una mínima virtud: ser quien es y a la vista de todo el mundo.

Y que esto último no te suene a auto promoción vanidosa. Es el único modo que se me ocurre para que entiendas que, si conmigo ha funcionado esa oración de autoridad siendo como era y de a ratos como soy, no veo el motivo por el que no funcionaría contigo, hayas sido como hayas sido y de a ratos seas como se te salta ser. El Padre conoce nuestros corazones y allí es donde mira y se mira a sí mismo, no a nuestras obras y mucho menos a lo que nos esforzamos por mostrar. Hoy mi hijo me sigue dando órdenes y directivas respecto a lo tecnológico del ministerio. Y yo le obedezco sin dudarlo por varios motivos, pero uno en especial: es mi hijo, confío en él, sé que me ama y que jamás me daría una directiva buscando un beneficio propio, sino el del conjunto del ministerio. Por ese simple motivo me he atrevido a orar con autoridad y mandar a mi Padre celestial a hacer algo. Porque ese algo no es en mi beneficio personal, sino en el del conjunto, que es como decir el del Reino de los Cielos. Ese mismo que su hijo unigénito vino a la tierra a anunciar y traer. Tu tiempo de sacerdote de ruego, súplica y clamor ha pasado. Ahora toca el turno al de rey. Así que declara, decreta y ordena. Porque nos ha sido dicho que somos reyes y sacerdotes, las dos cosas. Y yo me lo he creído y puesto por obra. ¿Y tú?

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agosto 28, 2024 Néstor Martínez