Tengo la certeza que la proclamación de este trabajo no obedece a simples pautas ministeriales de ubicación sistemática, sino a una influencia divina que lo trae justo al lugar en donde, a toda luces, comienzan a desarrollarse acontecimientos negativos y contraproducentes para la fe. Todos estamos viendo con bastante claridad cómo está caminando el mundo en el cual habitamos. Y los habitantes de cada una de las naciones representadas por los hermanos y hermanas que buscan cobijo y nutrimento en este ministerio, creo que también deben tener sus propios testimonios locales, nacionales o regionales. En suma, todo ese movimiento negativo y peligroso, nos lleva a asegurar que el pueblo de Dios necesita, más que nunca, afirmarse en su santidad y su genuina autoridad apostólica. Claro está que, como toda autoridad es producto de la obediencia, habrá que ver hasta qué punto cada uno de nosotros está siendo obediente a nuestro Señor y no a nuestras propias comodidades, conveniencias e ideas personales.
La respuesta para tu nación, para la mía o para cualquiera de las aquí representadas, no está afirmada en los partidos políticos que compiten por su gobierno en todas sus estructuras, sino en si mi pueblo se humillare sobre el cual mi nombre es invocado, y se volvieren de sus malos caminos, entones yo me volveré a vosotros, y sanaré vuestra tierra. Esa es la respuesta de un gobierno que es mucho más alto que el gobierno del hombre. Es esa voz la que está hablando, preponderantemente, sobre América.
(2 Timoteo 2: 19) = Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.
El fundamento de Dios está firme y está sellado de manera tal que el Señor conoce a los que son suyos, por lo que indudablemente deberán apartarse de toda iniquidad aquellos que resuelven invocar el nombre del Señor. Y aquí nos encontramos con un problema sustancial en la iglesia de hoy, y es que muy pocas iglesias y muy pocas personas, entienden el concepto de lo que es esa palabra que es crucial y básica en este texto que hemos leído: iniquidad. Si yo pregunto a un auditorio de, digamos, cien personas, qué cosa entienden por iniquidad, puedo asegurarte que las respuestas, no serán menos de diez o doce, distintas, todas bien intencionadas y hasta bien encaminadas, pero ninguna expresada con certeza. Y no te estoy hablando de religiosos domingueros, te estoy hablando de creyentes con, al menos, aspiraciones de madurez.
Comencemos por algo concreto: la iniquidad, no es el pecado. Cuando el Señor se manifiesta a Moisés, conforme lo podemos leer en el libro del Éxodo, en el capítulo 34, Moisés está clamando a Dios para que se muestre en su Gloria, y el Señor viene a él, lo esconde en la peña, y dice en el verso 6: Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; (7) que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado.
Quiero que notes que el mismo Dios, pasando en medio de su gloria y con dirección a Moisés, le hace referencia de tres cosas: la iniquidad, la rebelión y el pecado. Por lo tanto, no hay que ser extremadamente teólogo para interpretar que apartarse de iniquidad, no es lo mismo que apartarse de pecado. Indudablemente, son dos cosas diferentes. En todo caso, el pecado es el fruto de la iniquidad.
Ahora veamos: ¿Qué es lo que significa la palabra Iniquidad? Iniquidad significa: lo que está torcido. Cuando Satanás todavía era Luzbel, antiguamente, era perfecto en todos sus caminos; era el arcángel de la belleza, de la alabanza. Y ahí es donde se tuerce de los caminos de Dios, y dice: ¡Caíste tú, oh querubín protector! El día que se llenó tu corazón de iniquidad. Vemos que la iniquidad, entonces, es el principio de todo lo que se tuerce de Dios.
No solamente son los diez mandamientos. No solamente son los pecados como los concebimos y que nos resultan casi obvios a la enorme mayoría de nosotros. La iniquidad es la simiente del diablo, la simiente demoníaca en la cual nacemos todos, en la cual venimos trayendo la herencia de nuestros padres, de nuestros abuelos. Como dice el rey David: En iniquidad fui formado, en pecado me concibió mi madre. En iniquidad fui formado.
Y tenemos una herencia de iniquidad, que dice la palabra de Dios, que el Señor visita hasta la tercera y cuarta generación. La iniquidad. No visita el pecado, no visita la rebelión, pero sí visita la iniquidad. Y como decíamos hace un momento, el pecado es el fruto, pero no es el árbol. Para que haya un fruto, tiene que haber un árbol. Y ese árbol, es la iniquidad. Es lo torcido que está dentro de nosotros, es nuestra herencia espiritual, y que el Señor no solamente lo visita para castigarlo, para enderezarlo, sino que es el lugar en donde vienen la mayoría de los ataques del diablo.
Dice la palabra de Dios que la maldición no tiene sin causa. Que como un ave en su vagar, empieza a buscar donde posarse, y donde encuentra la iniquidad, ahí es donde se aferra la maldición. La iniquidad, entonces, es ese árbol de maldad que traemos todos, y que como si fuera una posta de atletismo, vamos pasando de generación en generación, y se va torciendo de lo que tú recibes de tus padres, lo tuerces todavía tú más, se lo pasas a tus hijos, tus hijos a tus nietos y así sucesivamente, de generación en generación, una herencia de iniquidad.
Entonces dice: apártese de iniquidad. Este es el fundamento. Dios nos está hablando de retomar el fundamento divino. La roca de nuestra salvación es Jesucristo pero, para venir a Él, es importantísimo entender nuestra iniquidad. Es una lucha de dos simientes. Es la simiente de Dios que entra al corazón del hombre, y necesariamente se va a enfrentar a la simiente de iniquidad que mora en nosotros. Y si nosotros no quitamos y desarraigamos la iniquidad de nuestras vidas, vamos a tener lo que hoy tenemos: una iglesia que está llena de pecados, una iglesia que está llena de problemas.
Dice Ezequiel 18:30: Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor. Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina. La causa número uno de ruina, es la iniquidad. Entonces, cuando venimos al Señor, quiero pensar que la mayoría, tiene la intención de dejar sus malos caminos. Y digo “tiene la intención”, porque a través de la experiencia ministerial, que obviamente no es la única y está respaldada por muchas más, vemos que la gente en muchas ocasiones, sigue caminando en su iniquidad y su pecado.
La iglesia sigue teniendo la máscara del domingo, la máscara de la iglesia. Y entonces vemos que es mucha, muchísima, demasiada tristemente, la gente que vive una clase de vida dentro de la iglesia y otra muy distinta y hasta opuesta, cuando está fuera. Y a esto lo saben muy bien tanto los pastores como aquellos hermanos que trabajan en lo que llamamos Sanidad Interior. Meses y meses ministrando a la misma gente de los mismos problemas. La gran pregunta, es: ¿No se sanan o no quieren salir? Creo que ni lo uno ni lo otro, más bien quiere, pero no pueden.
El problema es que no tenemos el fundamento correcto. Y el fundamento correcto, dice: este es el fundamento de Dios. Y tiene un sello. No podemos quitar el sello de ese fundamento: Apártese de iniquidad el que invoca el nombre del Señor. Entonces, como no entendemos lo que es iniquidad, quitamos esa parte del versículo y solamente nos quedamos con invocar a Dios. Pero este no es el sello. ¿Todo el que invocare el nombre de Dios, será salvo? No. Todo el que se apartare de iniquidad e invocare el nombre del Señor, será salvo.
De hecho, Dios nos está llamando a volver a un fundamento. Y es altísimamente necesario limpiar a la iglesia de iniquidad. La iniquidad va a maldecir la tierra. La iniquidad es todo lo torcido que está dentro de nosotros, todo lo que se tuerce del pensamiento de Dios. Y cuando digo todo lo que se tuerce del pensamiento de Dios, va mucho más allá de los mandamientos. Nuestras culturas se tuercen del pensamiento de Dios. Tenemos formas de hacer las cosas, nosotros, en Latinoamérica. Venimos de culturas de tanta corrupción, de tanta trampa, de tanto engaño, de tanto fraude, de tanta mentira, de tanta piratería.
Todo eso es parte de una cultura que venimos arrastrando, y nos convertimos al Señor o invocamos el nombre del Señor, pero seguimos arrastrando una estructura de iniquidad, a través de la cual nos movemos. Y nos parece muy normal hacer cosas a la manera latina, que están totalmente torcida del pensamiento de Dios. La iniquidad va formando en nosotros estructuras, va formando en nosotros moradas, que son como moldes que nos encajonan a pensar, a movernos de una cierta manera, y ya no podemos cambiar.
Lo estamos viendo en la iglesia de hoy. Se quieren hacer tantas cosas. Pero es tanta la gente que se han moldeado a sus estatutos y a sus formas, que ya Dios no puede hacer nada nuevo. La vida misma tiene que ver con lo que se renueva, con lo que va siendo revelado por Dios. ¿Cuántos pueden decir que hay una enorme diferencia entre la revelación que trajo Martín Lutero y lo que hoy se oye? Dios va llevando a su iglesia de gloria en gloria, de luz en luz, de revelación en revelación.
De momento en que nos encajonamos en algo que nos pareció fructífero, que nos pareció que así tenía que ser, y ya impedimos que Dios se siga moviendo. Entonces, me estoy moviendo en una iniquidad. Me estoy moviendo porque me estoy torciendo de lo que Dios quiere hacer conmigo. Hay muchos hombres fieles, honestos, sinceros, que insisten en seguir haciendo hoy las cosas tal como las hacían hace veinte años, y no entienden que para hoy, Dios tiene algo nuevo, distinto, diferente. Lo que hicieron hace veinte años fue muy bueno, pero hoy es otro tiempo que necesita de otras cosas. Dios lo sabe y así lo demanda, pero si los hombres no lo oyen y se obstinan en seguir en la misma…
La iniquidad tuerce nuestra manera de pensar. La iniquidad es nuestra más grande fuente de ruina financiera y espiritual. La iglesia hoy necesita guerreros, pero no puede usar guerreros que están sucios de iniquidad. Cristo se expuso en la cruz para derrotar al pecado. Públicamente se humilló. El guerrero, hoy, para estar limpio, tendrá que hacer lo mismo. Es suficiente con tomar la decisión de reunirse para arrepentimiento, el resto déjalo al Espíritu Santo, que seguramente vendrá y convencerá a todos de sus pecados, para arrepentimiento.
El problema radica en que, cuando el Espíritu Santo convence de pecado, resulta directamente imposible resistirlo sin correr a confesarlos públicamente. No son muchos, lamentablemente, pero hay algunos ministerios que han estado trabajando en esa dirección. Y créeme que los resultados han sido sencillamente increíbles. Plataformas gigantescas, como las que se usan ahora para presentar a grandes luminarias, de pronto llenándose de gente que ha venido disparada desde donde se encontraba a clamar por perdón para sus pecados actuales. Y no estoy hablando de pecaditos modestos, estoy hablando de cosas grossas. Pastores y líderes confesando problemas con la homosexualidad, con la fornicación, con el adulterio, con dobles vidas, con la pornografía. Y nosotros, como iglesia, tapando y tapando todo eso para que el mundo no se entere y pueda seguir creyendo en nuestro mensaje. ¿Y Dios? ¿Tú crees que Dios va a usar una plataforma mugrienta como esa para elevar su bendita y santa palabra? ¿Tan pobre imagen de Dios, tienes?
Hay corazones nobles, muchos gracias a Dios, que literalmente se desangran viendo el estado de lo que todavía muchos insisten en llamar iglesia, mientras que otros ya decidimos denominar como babilonias. Porque aquellos que tengan corazones de profetas, esto es: sensibles a lo que el Espíritu les muestra, están viendo las almas de las personas que regularmente asisten a los templos, (Con sus respectivos liderazgos incluidos), con sus almas realmente deterioradas, pobres, mediocres, derruidas, y se preguntan con no poco criterio: ¡Señor! ¿Y en estos vasos vas a depositar tu Gloria nueva? ¿Para qué orar y clamar pidiendo nuevas revelaciones si la tierra donde esa semilla debería ser plantada sigue llena de escombros, malezas y toda clase de alimañas? Y cuando digo escombros, me refiero a rencores pasados, heridas emocionales no sanadas. Y cuando digo malezas, hablo de contenidos muy dudosos producto de doctrinas no menos antojadizas y privadas. Y cuando menciono alimañas, directamente y sin eufemismos simuladores, me refiero a demonios.
Vidas cuyos caracteres no han sido cambiados, porque la iniquidad los tiene moldeados. La iniquidad es un molde que no te deja fluir ni entrar, para conformarte a la imagen de Dios. ¡La imagen de Dios, es recta! Conformarnos a Su imagen, es salir de la iniquidad, salir de nuestros moldes de pensamiento, moldes de temor. Estructuras de temor, son iniquidad. ¡Es que yo no puedo hablar! ¡Tengo miedo que me echen! ¡Por eso no quiero predicar! Miedo. Escucha: ¿Qué fundamento divino es el miedo, sino la misma raíz y la misma sustancia de lo que se opone a Dios? Dice la palabra que, ciertamente el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor de Dios. Y recuerda que perfeccionado, siempre es madurado. Iniquidad, volvemos a la iniquidad. Necesitamos tener el fundamento básico de Dios, que es. ¡Apartaos de iniquidad! Por eso es que necesitamos saber qué cosa es la iniquidad, cómo te la sacas de encima.
Comencemos por aclarar que Dios no está señalando a nadie. Dios, en su misericordia, te quiere instruir. Antes que llegue el huracán o el tsunami, Dios quiere que conozcas las pautas mínimas y básicas que te salvarán la vida. Y Dios dice: ¡Hazle entender a mi pueblo a qué obedece su cojera! El pueblo camina con mucha dificultad porque arrastra una iniquidad notoria y notable. Y de nada vale que se santifique con formas externas, dándole mucho más importancia a cómo te ves por fuera, o a cómo actúas en tu vida diaria, por fuera, que al real estado de los vasos, por dentro, que siguen llenos de iniquidad. Una estadística efectuada en Estados Unidos, reveló que para la gente, lo más relevante del cristianismo, son sus bodas y funerales… Así nos ve el mundo que, se supone, tenía que venir corriendo a la iglesia a buscar soluciones. ¿Crees que vendrá, si piensa eso?
En mi país no es muy distinto. Una boda no parece ser una boda con todas las de la ley, si no pasa por alguna iglesia, cualquiera, que sea una que permita la pompa, el vestido blanco, las canciones, las flores y el brillo. Pregunta tonta que se me ocurre: ¿Y Dios? ¿En qué posición de este equipo de incrédulos pretenderemos ubicar a Dios? Solamente se me ocurre añadir algo: ¿Tú crees que Jesucristo fue a la cruz, murió, batalló y resucitó, para que nosotros solamente usemos todo esa historia para hacer bodas y funerales? No sé qué piensas tú, eres libre y yo respeto lo que sea, pero créeme: ¡Yo no acepto ser cristiano para hacer bodas y funerales! ¡No es ese mi llamado ni mi mandato!
¡Cristo no nos llamó para armar pompas y festivales, nos llamó para que resplandeciéramos en Su Gloria y lleváramos la Verdad hasta el último confín de la tierra! Cuando pedro salió a predicar, lleno del Espíritu Santo: Varones, hermanos: a ese Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Rey. Y compungidos de corazón, dijeron: varones, hermanos, ¿Qué haremos? La verdad es que todos nosotros crucificamos a Jesús. Él murió por nuestros pecados, molido fue por nuestras iniquidades, por nuestras rebeliones fue traspasado, fue horadado, fue vituperado, Y seguimos cargando nuestras iniquidades, pecando de cualquier forma. Mira: yo no sé lo que ocurriría si un día Dios le quitara esa tapa de hipocresía que la iglesia se ha puesto por sobre su cabeza.
¡Ah! ¡Si nosotros pudiéramos vernos a nosotros mismos, en el estado en el que Él nos ve! No se trata de llenar los templos un día domingo. Se trata de ser hijos de Dios. Romanos dice que Jesucristo fue declarado hijo de Dios con poder, por causa del espíritu de santidad que moraba en él. Es la santidad de Dios lo opuesto a la iniquidad. La santidad de Dios, te orienta hacia lo que él está hablando, hacia lo que él está diciendo. ¡Cómo me tengo que mover hoy! No ayer, no hace un año atrás; ¡Hoy! Es como Jesús le dijo a Nicodemo: los nacidos de Dios, son como el viento, que oyes su sonido pero no sabes de dónde vienen ni para dónde van. Porque así son todos los nacidos de Dios. Dios necesita una iglesia sensible, a la que él pueda soplar y llevarla donde necesita que vaya, y no sensible a su propia agenda acomodaticia y conveniente.
Y se va torciendo. Iniquidades religiosas. Iniquidades que imponen llenarse de formas, pero que conllevan perder la sustancia. La santidad no es hacer un montón de cosas. La santidad proviene de qué tanto estemos unidos al Espíritu de Dios. Porque es el Espíritu del Santo el que te santifica. Mientras más unido estás al Espíritu de aquel que es Santo, tu espíritu se empieza a impregnar de su santidad. Su santidad es la luz que ilumina sobre ti, y empieza a ver, a iluminar y a mostrarte todas las cosas desalineadas con la voluntad de Dios que están en tu forma de pensamiento, en tu idiosincrasia heredada de la cultura del país en el cual hayas nacido. En las formas latinoamericanas de querer hacer las cosas. De la forma religiosa de querer hacer las cosas.
Dios dice: Mientras más nos fundamos tú y yo en un mismo espíritu, más fluirá tu poder y tu unción, Por eso dice el Señor: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Y no estamos hablando de cuanto te mueras, hermano. Cuando nos muramos, todos vamos a ver a Dios. Corrijo: todos los hijos de Dios vamos a ver a Dios en ese día, en la Vida Eterna. Es más; yo no creo que en el cielo haya una parte en la que se vea a Dios y otra parte en la que no se lo vea. Está más que claro que está hablando de algo que sucede aquí en la tierra. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. En nuestros corazones, en donde la luz resplandece. Donde somos alineados con lo que el cielo está hablando. Hay necesidades vitales de las que Dios está hablando sobre nuestra tierra. Hay cosas que tienen que suceder en nuestra tierra, antes que esta nación, y todas las que están representadas por los que escuchan, se hundan.
La bendición no es solamente el dinero. Hay gente que está tan preocupada por el dinero en mi país. Y no hablo de incrédulos, ni de impíos ni de empresarios fraudulentos, hablo de hermanos de mejor nivel. Ellos dicen: “¡Es que Dios me quiere bendecir, me quiere dar más, quiere que haga más y mejores negocios!” ¿Sabes qué? Es muy cierto que Dios te quiere bendecir, pero no necesariamente impulsándote a vivir a dos mil kilómetros por hora ganando dinero. Dios te quiere bendecir limpiándote, purificándote y eliminando de tu vida toda iniquidad. Dios te quiere mostrar sus caminos y te quiere llenar de su sabiduría y su gloria, y que cuando abras tu boca, no hables nada más que de dinero, sino que el sonido de la gloria de Dios sea la que salga de tu boca!
Salva vidas! ¡Sana a los enfermos! ¡Corrige lo torcido! ¡Humilla lo altivo! ¡Y levanta lo caído! Esas son las voces que transforman. Esas son las voces que pueden y deben hacer la diferencia. Voces de hijos de Dios que se plantaron delante de su presencia y creyeron que le había. Así dice la palabra: El que se acerca a dios, crea que le hay. Y que es galardonador de los que le buscan. Cree que le hay, para que no hagas las cosas a tu manera, sino creyendo que le hay. Creyendo que hay un Dios, y él es el Rey, y no yo. La iniquidad, maldice la tierra.
(Salmo 58: 1) = Oh congregación, ¿pronunciáis en verdad justicia? ¿Juzgáis rectamente, hijos de los hombres?
(2) Antes en el corazón maquináis iniquidades; Hacéis pesar la violencia de vuestras manos en la tierra.
(3) Se apartaron los impíos desde la matriz; Se descarriaron hablando mentira desde que nacieron.
(4) Veneno tienen como veneno de serpiente; Son como el áspid sordo que cierra su oído,(5) Que no oye la voz de los que encantan, Por más hábil que el encantador sea.
La iniquidad nos aparta desde el vientre. La iniquidad nos hace buscar nuestros propios caminos. La iglesia, hoy, depende más del hombre que de Dios. No te ofendas, esta es la verdad. Le decimos a los incrédulos: ¡Invita a Jesús a vivir en tu corazón! Pero de alguna forma, muchos de los que pasan sus días diciendo eso, no creen. Creen que Jesús está en el pastor. Porque siguen viviendo una estructura religiosa católico romana, que venimos arrastrando de generación en generación. Entones, si el pastor no ora por ti, si el pastor no te resuelve el problema, te sientes solo y abandonado. Y ahí es donde muchos se van de la iglesia. ¿Sabes por qué? Porque en el fondo nunca creyeron que el que tiene todas las respuestas y las soluciones, sino apenas en un hombre que dice tener una investidura. Y que conste que dije que “dice tener”, porque tú y yo sabemos que no todos los que dicen tenerla, verdaderamente la tienen.
A mí no me caben dudas, seguimos arrastrando estructuras romanas. Ya no tenemos ídolos de madera, pero tenemos otros ídolos. El tan publicitado sueño americano, fue uno de ellos. Hoy la llamada iglesia cristiana, al menos la que más coherencia bíblica ha evidenciado, está dividida en más de cuarenta mil denominaciones, alrededor del mundo. Y lo peor, cada uno dice tener la absoluta verdad. Y no se contentan con eso, aseguran que todos los demás están equivocados y se perderán. ¡Terrible! Sostienen para fundamentar las divisiones, el texto que dice que si dos no están de acuerdo, no pueden caminar juntos. Claro, pero se olvidan que existe otro que asegura que ninguna casa dividida prevalece. ¿Te das cuenta? Se atrevieron a destruir una parte del cuerpo de Cristo a partir de un solo versículo, sabiendo que un versículo es nada más que una parte de un todo llamado evangelio, epístola o lo que sea, pero no el contexto total.
¿Tú sabes que Dios jamás nos dio la opción de dividirnos en denominaciones? Si es cierto que tantos de nosotros dicen ser extraordinariamente bíblicos, ¿Me pueden decir en qué parte de esa Biblia se nos muestra que Dios nos avala para dividirnos en cuarenta mil denominaciones? Contaba un hombre de Dios que, hablando con un pastor importante de un importante país, este le decía que andaba muy atareado porque tenía a su cargo cinco mil iglesias. ¿Sabes qué le contestó este hermano? ¡Tremendo! ¡Nada que ver con Jesús, que solamente tenía una! ¿Seguiremos siendo tan bíblicos? ¿Sí? Entonces acéptalo o déjalo, pero lo cierto es que hay una sola iglesia, un solo Padre, un solo Espíritu Santo, un solo Cuerpo de Cristo. Y sin ninguna opción a la división. Es nuestra iniquidad la que nos hace pensar que estamos en lo correcto.
Hay muchos líderes de muy buena voluntad, además de gran prestigio internacional, que están haciendo denodados esfuerzos en búsqueda de la unidad. Pero cometen un error: suponen que están trabajando en pro de la alternativa de unidad. ¿Y sabes qué? No es ninguna alternativa la unidad, es mandamiento. Estar divididos no es una opción celestial. Aunque jamás pretendió Dios que estuviéramos unidos en una misma forma de pensar. Porque somos seres humanos, pero la iniquidad es la que nos impide esa conexión. Porque yo tengo mis formas, mis estructuras. ¿Sabes? Esas son moradas de iniquidad, que me hacen pensar que soy bíblico. Si eres bíblico, ya está escrito: Yo soy de Pablo, yo soy de Apolos, yo soy de Jesús. Ahí está el texto. Y el otro que no debes olvidar porque es el fundamento: apártate de iniquidad.
Dios no puede hacer nada mientras nuestras iniquidades nos estén dando forma y sustancia. Y voy a decir algo que a algunos les va a sonar demasiado petulante, pretencioso y hasta soberbio o autoritario, pero lo voy a decir en el Señor: necesitamos volver a la Biblia sin tamices ni filtros denominacionales. A la Biblia-Biblia, sin necesidad que me la explique ningún otro que no sea el Espíritu Santo. Un avivamiento de Biblia, podría decirte. Y cada vez que leas algo en ella que no te guste, tendrás que hacer fuerza de voluntad, ponerte firme como un soldado en batalla y decir: ¡Esto también es palabra de Dios! ¡Y abandonar esa fea y satánica costumbre de arrancarle páginas a la Biblia porque no coinciden con nuestra doctrina denominacional! NO estoy diciendo que cambiemos lo que no se debe cambiar, estoy diciéndote que tenemos que volver a leerla, sin prejuicios doctrinales grupales y, esencialmente, tenemos que creerla tal como está y, lo más importante: ¡Ponerla por obra!
Tenemos que volver al evangelio del amor de Cristo, al evangelio del Espíritu. Mi Reino no es de este mundo, dijo Jesús. Es un Reino del Espíritu, desarrolla el espíritu, es en el espíritu, donde vamos creciendo como un cuerpo, hasta la estatura del varón perfecto. La iniquidad es lo que se va torciendo, y la iniquidad va dándole forma a quienes nosotros somos. La identidad, en la mayoría de la gente, no es Cristo Jesús. Vemos a los cristianos, alrededor de la tierra, y vemos sus identidades. Y en una gran mayoría, no vemos el resplandor de la Gloria de Dios en ellos. Hay mucha mente cristiana que todavía funciona con un grado de iniquidad que alarma. Cristianos fieles dando gloria a Dios por ese electricista que le trajo a su casa pobre, a realizar por unos pocos pesos, una conexión ilegal a la energía, que le evitará pagar exorbitantes facturas. ¡Le están dando gloria a Dios por ayudarlos a robar energía!
Si en tu mente llena de iniquidad se levanta un deseo de poseer determinada cosa o de hacer algo no del todo claro, y luego las condiciones se dan como para que lo hagas y cumplas con tus deseos carnales, lo último que deberás hacer es darle gracias a Dios por ello. ¡Dios no estuvo allí, sólo te dejó hacer! Una pastora recordaba que en una ocasión reprendió y exhortó a un miembro de su congregación por estar en fornicación con una hermanita de la iglesia. ¿Sabes qué le respondió el muchacho? ¡Pero es cristiana, no es inconversa! Ah, claro, para este hermano, parece que cristiano con cristiana no es fornicación el sexo fuera del matrimonio. ¿Y cómo lo llamaríamos, entonces? No lo sé. Sólo sé que hay iniquidad detrás de eso, y de la fuerte.
La iniquidad se podría representar como serpientes mordiéndose las unas a las otras. Y así hemos sido y seguimos siendo, en muchos lugares, los cristianos que supuestamente nos seguimos llamando: “hermanos”… ¿Hay respeto por la justicia en nuestras iglesias, hoy? Y no me refiero a justicias humanas, claro está. Y eso, nos lleva a otra pregunta: ¿Habrá justicia entre los hijos de Dios? Es iniquidad también escuchar algo por alguna red social y darlo como cierto, empezando a compartirlo y distribuirlo con todos tus contactos, sin que se te ocurra siquiera por un momento, chequear a ver si lo que se te dice allí es cierto o es invento. Por eso el Señor nos da ese fundamento básico: El Señor conoce a los que son suyos, y apártese de iniquidad el que invoca el nombre del Señor.
La iniquidad no solamente va a afectar nuestra forma de pensar, no solamente va a ser enemistad entre nosotros y Dios, sino que también muy probablemente va a afectar tu salud. Porque la iniquidad comienza a pasar del espíritu al alma y luego al cuerpo, y dicen los que la han estudiado con mayor profundidad, que se empieza a volver como un agua o aceite que van convirtiendo cuerpos sanos y dinámicos en gelatinas pegajosas e inestables. Hay un salmo que nos habla de eso.
(Salmo 109: 18) = Se vistió de maldición como de su vestido, y entró como agua en sus entrañas,
y como aceite en sus huesos.
Aquí está graficado con claridad, la iniquidad empieza a llenar los órganos, empieza a llenar los huesos. ¿Nunca has visto a gente con artritis? Los que conocen mucho más que yo de esto, aseguran que eso es lisa y llanamente producto de la iniquidad. Es gente que no puede perdonar, de gente que está ligada a los bienes materiales, y sus manos están indicando lo que están agarrando. Garfios, casi. Están agarrando sus rencores, todo algún mal mayúsculo que le hicieron, y entonces se agarran de sus bienes. Y la iniquidad, entonces, empieza a torcer esos huesos, empieza a torcer la columna, los huesos comienzan a secarse por causa de la iniquidad. También los órganos, tales como el hígado, los pulmones, los riñones, cargados por la iniquidad. Por eso es tan importante entender qué es la iniquidad.
¡Señor! ¡Nadie nunca te había hablado antes de iniquidad! Entonces tú necesitas entender y cómo limpiarte de iniquidad. Hay casos de personas que trabajan muy duro, bien, por derecha, sin fraudes ni delitos, que además son fieles y sirven al Señor, ofrendan y diezman regular y justicieramente y, sin embargo, parecería ser que nunca pueden salir de vivir apenas con lo justo. Es cuestión de recibir un determinad dinero para que el diablo venga y se lo saque de un golpe. ¿Qué pasa, Señor? Esa suele ser su pregunta en oración. Hasta que Dios les responde: es iniquidad, hijo; iniquidad. ¿Iniquidad? ¿Y qué cosa es la iniquidad, Señor? Y ahí viene cuando Dios, en su infinita paciencia y misericordia, comienza a enseñarles.
Y los lleva a Su Palabra, y al descubrimiento de ciertos principios, como el que nos habla del árbol que produce el pecado, esto es: el árbol genealógico. Padres, abuelos, ancestros que habían cometido cierta clase de pecados específicos, esos que tú has batallado por años y que ahora, ves casi con pavor que comienzan a querer entronizarse en tus hijos. ¿Por qué ocurre eso? Porque ese árbol, sigue dentro tuyo. Y aunque quieras servir a Jesucristo y andar por la vida con inmaculada blancura, el poder sin romper de ese árbol, seguirá llevándote al tropiezo y al fracaso. Allí está la explicación, también, del por qué en muchos casos la obra de brujos, hechiceros y satanistas prospera y causa estragos en alguna fracción de la iglesia. Iniquidad.
Cualquier ocultista puede lanzar una maldición sobre cualquier persona, pero sólo se desarrollará y tendrá efecto, donde encuentre iniquidad. Si conociste a tus padres, como sucede con la mayoría, será bueno que estudies y examines la calidad de pecado o pecados que, sabes, ellos tuvieron. En una familia, por hermético que sea un secreto, siempre se saben todas las cosas. Y si también conociste la vida de tus abuelos, fíjate en lo mismo. Si tú tienes alta tentación para caer en esa misma clase de pecados que cayeron ellos, eso se llama iniquidad. Y si no conociste a tus abuelos y tampoco a tus padres, toma especial atención al pecado que más te haya perseguido. Y esa será una raíz de iniquidad que desde algún lugar llegó a tu vida.
Algo a lo que todos los creyentes deberemos prestar suma atención, es a nuestros sueños. Dios nos habla y en muchas ocasiones hasta nos corrige a través de los sueños. Presta suma y especial atención a lo que regularmente estás soñando. ¿Nunca tuviste un sueño en donde te veías haciendo algo que jamás harías en estado consciente? ¿No pensaste que puede ser Dios que te ha estado mostrando iniquidades de familia que hay en tu vida? El dilema es cómo combatirla, como desprenderse de ella. No es un asunto que pueda resolver un ministro que viene, predica sobre la iniquidad, llama al frente a todos los que quieran cortarla, les pone la mano en sus cabezas, ora por ellos y ya está. ¡No funciona así! Escucha: el problema de la iglesia es que no sabe santificarse, porque desconoce la iniquidad. Somos más o menos duchos en procurar buscar alguna cuestión oculta en otros, pero totalmente inocuos y hasta inútiles en buscarlas en nosotros mismos.
Yo te sugiero que desde hoy mismo, ahora mismo, ni bien termines de escucharme o leer esto, comiences a buscar en tu vida, antepasados, historias, sueños, situaciones, circunstancias. Dios te puede hablar a favor de tu ruptura de iniquidad de la manera que se le ocurra. ¡Tú eres el que deberá estar atento! De acuerdo con decisiones que tomas, actitudes que tienes, etc. Él te puede decir en cualquier momento: ¡Cuidado! ¡Eso es iniquidad! Y resulta increíble, a veces, porque cosas que hasta allí te parecían tan normales, comienzas a ver que en realidad, estaban absolutamente desalineadas de la verdad de Dios.
Y atención con esto: no te estoy hablando de ninguna manera de gente corrupta que estaba esperando la oportunidad para hacerle daño a la gente, ¿Eh? ¡En lo más mínimo! Te estoy hablando de esa gente que ves todos los días y te parece sencilla y normal. Una reacción desacostumbrada, una mentirita blanca para protegerte. Ahí es cuando Él llega y te dice: ¡Aléjate de iniquidad! Miles y millones de cristianos, atormentados con sueños pornográficos, por ejemplo. ¡No sé por qué me pasa esto, si yo no soy así! Tú no, pero en el pasado generacional, tal vez sí. Y si no lo has desarraigado…
El mejor ejemplo es con la gran mayoría que venimos del catolicismo romano. ¿Tú crees que ya te has liberado de todas las ataduras de idolatría que tenías allí? ¿No dice Oseas que por causa del pecado de idolatría, Dios nos entrega a fornicación? ¿Se entiende lo que digo, verdad? Gente que viene de trasfondos homosexuales, y de repente tienes un sueño de lo más raro y te despiertas sudando y te preguntas cómo tú has podido estar soñando eso. Simple: es porque todavía hay rastros de iniquidad en tu sangre. Hay que podar esa maleza, hay que limpiar ese terreno sucio. Hay que sembrar en él semillas del cielo, peo antes tenemos que limpiar el terreno.
No podemos pretender que semillas de gloria sigan siendo sembradas en terrenos llenos de escombro, en estafetas torcidas que estuvimos heredando. Dios nos está llamando a volver al fundamento, y que colaboraremos para que la gente pueda limpiarse de iniquidad. Y escucha esto: tú puedes ser el pastor de todos los pastores, el apóstol de todos los apóstoles o el ministro de todos los ministros que, si no te has limpiado de iniquidad generacional en tu vida, en cualquier momento esa iniquidad te puede hacer tropezar seriamente y hasta caer herido de gravedad. ¿No has visto bastante de esto, ya? ¿Y qué te creíste, que era toda gente mala que había entrado infiltrada a la iglesia? En algunos casos puede ser, pero no en todos. ¿Y qué pasó, entonces? Gente buena que no se protegió de su iniquidad familiar y se confió.
¡Pero hermano! ¡Yo soy ministro ordenado y reconocido, estudié todo lo que había que estudiar y, le aseguro, en el seminario jamás me enseñaron eso! Ya lo sé. Pero yo te estoy mostrando páginas vivas de la Biblia, que hasta donde yo sé, es el verdadero seminario del cielo. Y tiene un sello indeleble. El Señor conoce a los que son suyos, y apártese de iniquidad el que invoca el nombre del Señor.
Hay materiales escritos por autores confiables respecto a esto. Lo cierto es que todos confluyen en que la gente, puede perfectamente decidir y poner en práctica activa el ejercicio de limpiarse de iniquidad. Repito: no se trata de una oración masiva inter-radial que va a liberarte a la distancia a partir de mi voz, de ninguna manera. No es por allí donde funciona esto. Muy por el contrario, Dios quiere que a esto lo tomemos con muchísima seriedad, que lo despojemos de todo show mediático y que, esencialmente, nos escudriñemos. Es decir: Dios quiere que entiendas de una vez por todas por qué razón a veces actúas como actúas.
Dios quiere que entiendas tu trasfondo cultural. ¿Cuál es en realidad tu trasfondo religioso? Viniste a Jesús, de acuerdo, un día y todo empezó a cambiar, pero: ¿Te tomaste el trabajo de desarmar toda esa estructura religiosa que traías porque fue puesta en ti desde niño? No nos engañemos y me incluyo: éramos adoradores de ídolos la gran mayoría de nosotros. Yo hacía un viaje por año a un santuario de una virgen de mucho prestigio en Argentina. Ni siquiera sé a qué iba ni si creía, pero iba por temor a que si no lo hacía, “la virgen me castigara”. ¿Y te crees que a eso lo podía solucionar pidiéndole al pastor que orara por mí? ¿No has visto cuanta gente anda dando vueltas alrededor de las visitas que llegan a una iglesia, buscando que estas las toquen en el convencimiento que si lo hacen, serán sanadas o liberadas? Idolatría evangélica. Idolatría.
Vienen a acercarse a Dios, cada domingo, dicen, pero vienen de cualquier manera. En una ocasión que estaba invitado a una iglesia, me quedé afuera, junto a la puerta de ingreso, medio inmerso en las sombras que rodeaban en la noche las luces de la puerta. Llegó un matrimonio casi a los gritos, peleándose y casi insultándose. Estuvieron un rato discutiendo feo en la puerta y finalmente entraron. Cuando me tocó entrar y subir al púlpito, los busqué con la mirada. Los dos estaban con unas sonrisas de bondad y paz, sus manos levantadas y adorando a Dios en el mejor de los éxtasis. ¿De verdad? ¿Entonces cuando simularon, antes al pelearse feo o ahora, al mostrar bienestar? Hasta donde yo sé, la palabra habla de levantar manos santas, ¿No es así? ¿Serían santas esas manos levantadas? No me tocaba a mí juzgarlo, pero me sirvió para no creer que dentro de nuestros ambientes es oro todo lo que reluce, ni que todo lo negro es petróleo.
¿Y qué de todos esos hermanos que andan permanentemente pidiendo dinero prestado a otros hermanos, y cuando llega el momento de devolver, les retiran el saludo y se hacen los ofendidos? En la que fue mi última congregación, había una librería muy surtida con material de muy buen nivel. ¿Sabes cuál era el mayor problema que tenía la hermana que la regenteaba? Poder pagar el material nuevo que compraba, porque le resultaba imposible percibir el dinero que los hermanos le debían cuando compraron libros a crédito. Iniquidad. No solamente robándole a Dios, que como hay tanto fraude y engaño, es un tema del que muchos prefieren no hablar, sino también robándole a los propios hermanos. ¿No es eso iniquidad? Por eso digo que es necesario que cada uno se escudriñe. Y no dije que se examine, dije que se escudriñe, que es mucho más profundo y además bíblico, como mandamiento.
No podremos hacer absolutamente nada de lo que como iglesia deberemos hacer si deseamos ser fieles al mandato y devolverle el Reino usurpado a su legítimo propietario, si no erradicamos primeramente nuestras iniquidades. No vale de nada hacer clínicas, congresos, festivales proféticos y todo lo que periódicamente se organiza, si todo cae en un saco roto de perversiones causadas por las iniquidades no resueltas. Hay casi un ochenta por ciento de cristianos padeciendo distintas enfermedades. Un porcentaje de adictos que no está muy preciso, pero que de todos modos asusta, ya que se reparten las adicciones las drogas clásicas y tradicionales que el mundo también padece y, las otras mucho más peligrosas: las adicciones a medicamentos.
Y aquí es donde aparece otro espíritu del que seguramente alguna vez debes haber oído hablar, si es que buscas material y alimento de esta misma calidad por otros rumbos: el espíritu de pharmakeia, palabra a la que luego se le dará la forma social de Farmacia. Este es un espíritu que crea dependencia y esclaviza. Y eso, a favor de que muy difícilmente la gran mayoría de cristianos hayan sido llamados alguna vez a convertir sus cuerpos a Dios. Conozco a mucha gente que con total y absoluta sinceridad y arrepentimiento le entregó de verdad su corazón a Jesucristo, pero esa misma gente no le terminó de entregar nunca su cuerpo al Señor. Ese el consejo más sabio que tengo hoy: entrégale tu cuerpo al Señor. Deja de ser tú el señor de tu cuerpo y deja ya mismo de meterle todas esas porquerías que le metes día a día.
Tienen reales desórdenes alimenticios que les producen enormes malestares y enfermedades. Y por causa de ese desorden, quedan desguarnecidos. Porque donde hay desorden, hay tinieblas. Lo ves en Génesis 1:2 a eso, con total claridad. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Tú eres agua. Tú eres tierra. Esa es tu composición primaria. ¿Sabes cuánta gente va a todas las campañas a pedir oración por sanidad de diferentes dolencias, y después se van a sus casas y se siguen metiendo y metiendo venenos de todos los colores, nombres, marcas y calidades? Hay dos clases de personas, aquí: los que no tienen ni la menor idea de cómo cuidarse a sí mismos, y los que ni siquiera aman a sus propios cuerpos.
Dios te está diciendo en esta hora: ¡Convierte tu cuerpo, hijo mío, porque tu cuerpo es el templo de mi Espíritu Santo, no te lo olvides nunca! Te lo repito una vez más por si te hiciera falta: ¡Eres el templo del Espíritu Santo de Dios! Y el templo del Espíritu Santo de Dios no puede ni podrá ser tratado de cualquier manera. Ahora; si en lugar de llevarte por la Palabra de Dios, te dejas llevar por lo que te muestra, te propone y te vende la televisión, entonces lisa y llanamente, estás recibiendo con agrado todas las teorías de la iniquidad que también hizo estragos con tus antepasados. Y lo peor, con tu permiso, legítimamente autorizados.