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En Un Principio…

Hace más o menos treinta años, sentado en las últimas filas de un templo evangélico y con un indisimulado temor de aburrirme por ese palabrerío que ya me conocía de memoria y sin aparentes razones para que algo cambiara, me dispuse a prestarle algunos minutos de atención, antes de ponerme a jugar con los pensamientos y la imaginación, o a planificar en silencio mi día siguiente laboral, a un predicador invitado en una de las iglesias a las que sabíamos asistir en calidad de visita. El hombre no parecía distinto a los que ya antes había conocido y escuchado parcialmente, pero se merecía justamente por ser desconocido, el respeto de un grado de atención, al menos en el principio de su mensaje. Con voz ronca y sin demasiado aspaviento ni los consabidos aleluyas y gloria a Dios a los que estaba acostumbrado e incorporado, se presentó y dijo de inmediato que iba a predicar sobre Génesis. Y le añadió algo que me impactó y me marcó para toda mi futura vida de fe: El día que entiendes Génesis, es el día que entiendes todo el resto de la Biblia.

Yo había escuchado poco y nada respecto a Génesis. Para mí, (Y creo que para la mayoría de los maestros que había tenido en la que era en ese momento mi iglesia en cuanto a miembro oficial) el Génesis era simplemente un relato mitad histórico y mitad geográfico, entremezclado con costumbres y vocablos hebreos, una cronología de esa misteriosa creación que un no menos misterioso Dios que todavía no conocía más que de nombre y de ritos religiosos, había plantado en la increíble friolera de seis días de trabajo y uno de franco o descanso. Oírle decir eso a este hombre me sacudió y “algo” me hizo cosquillas por dentro. Pero debo confesarte que como la que era nuestra iglesia gustaba de enseñar y predicar cuestiones altamente teológicas, hablar del Génesis a una mayoría le parecía una pérdida de tiempo. Así que me olvidé de eso que había escuchado y me dediqué a lo que ya he relatado y contado en muchos trabajos y libros. Hoy, exactamente hoy, el Espíritu Santo me trajo a la memoria aquella frase y sentí no el deseo, sino el mandato casi apremiante de sentarme a escudriñar ese libro y compartirlo contigo. Veremos donde nos lleva. Tal vez a entender el resto de la Biblia, de sobremanera esos puntos que todavía tenemos en una nebulosa de ignorancia.

El vocablo Génesis, es enseñado como origen o principio de algo. Una segunda acepción en la lengua española, nos habla de una serie de hechos y factores que intervienen en la formación de algo. Hacia allí es donde vamos; hacia la creación de todo lo que conocemos. Dejándonos ilustrar por el lenguaje básico -de la Biblia Textual. (Génesis 1: 1) = En un principio creó Elohim los cielos y la tierra. Fíjate en tu Biblia tradicional. Dice En el principio. ¿De qué principio me está hablando? Cuando estaba recién convertido esa fue la pregunta que le hice a uno de mis maestros. Todavía recuerdo su respuesta: “¡En el principio de todos los principios, hermano!” Si pensaba conmoverme, no lo consiguió. Convengamos en que la respuesta tenía chispa creativa y algo de sentido del humor, pero… ¿La verdad? No me dijo nada. Obviamente, como se hacía en todas las congregaciones de la época, si tu líder te decía algo que no entendías, tu deber de cristiano bien nacido era callarte y seguir adelante con otra cosa.

Supongo que la espina de la duda, entremezclada con intriga e interés siguió carcomiendo mi flamante entendimiento, porque me hacía demasiado ruido leer la palabra Principio, y razonar como terrenal pensando, creyendo y hasta repitiendo que era un sinónimo de comienzo. Perdón… ¿Es que esa indescriptible y misteriosa Eternidad en la que Dios habita, tuvo un comienzo? No. Y si no lo tuvo, ¿Cómo se podría hablar de inicio, comienzo o puesta en marcha de algo tan majestuoso como lo es la Creación?  La versión tradicional de la Biblia, reitero, no dice en un principio, sino en el principio. Y créeme que no significan la misma cosa. El, es un artículo determinado, masculino y singular, que se antepone a un sustantivo masculino, para indicar que el referente es conocido por el hablante y el oyente. O sea que, si decimos en el principio, estamos diciendo que conocemos a ese principio, tanto tú como yo. Pregunto: ¿Es así?

Si utilizamos lo que se traduce en esta versión Biblia Textual, estamos utilizando en un principio. Un, es un artículo indeterminado que presenta o introduce sustantivos que designan personas o cosas desconocidas o no mencionadas anteriormente. Con esta traducción, estaríamos reconociendo que estamos hablando de algo que no conocemos y que debe ser clarificado. ¿Estamos bien? Ahora veamos la palabra principio. El Texto Masorético, que es la versión hebraica de la Biblia, oficialmente usada por los hebreos, y que es utilizada frecuentemente como base para las traducciones del Antiguo Testamento por parte de los cristianos, fue compuesta, editada y difundida por un grupo de hebreos llamados masoretas, entre el siglo primero y décimo después de Cristo, y que contiene variantes, algunas muy significativas, con la versión griega llamada Septuaginta, no registra el artículo, dejándose indefinido, entonces, el tiempo de la Creación.

Entre el cúmulo de opiniones, hay algunas que dicen que aquí es posible traducir la primera expresión hebrea como en el comienzo, pero, aun así, -afirman-, esta frase parece como quedarse flotando en el aire y, quien la lee, siente muy fuertemente que “algo” debe añadirse, para indicar de qué clase de comienzo se trata. Entonces traducen: en el comienzo de todo, añadiendo esto último para dejar bien en claro que se está refiriendo al comienzo mismo de la creación. Personalmente, me inclino a que, en un principio, sea equivalente a en un modelo, en un patrón o, como sabemos y creemos, en un diseño.  Claro; yo comparto plena y totalmente que la frase hebrea de la que hablamos, se queda flotando en el aire, sin dudas, pero también tengo la obligación de pensar, que es precisamente en ese exacto sitio en donde el traductor tiene que dejarla, pues en la disciplina de traducción bíblica no importa demasiado lo que el hombre siente, sino lo que Dios dice. Si fuera de la primera manera, tendríamos una Biblia a nuestro gusto y placer, pero no conforme al propósito y la voluntad de Dios.

Iniciar el estudio de un texto añadiéndole palabras, no parecería ser precisamente un comienzo muy honroso, ¿No crees? Fundamentalmente si la inserción de ese vocablo, Todo, resulta en un deslizamiento incontrolable. Me explico: ¿Cuál es el principio de todo? De entrada, podemos pensar en distintos estados dimensionales (Eternos y temporales; inmateriales y materiales) que obviamente presentan conflictos en cuanto al momento de su creación. Porque tendremos que distinguir entre lo que es amplio e indefinido en la dimensión del tiempo y lo que es eterno en el sentido absoluto. Así, la frase en el comienzo de todo expresa también algo así como, antes que nada, de donde inevitablemente surge la inferencia de que la creación de los cielos y la tierra pudieron preceder a la creación de los ángeles o del mismo Logos, (En el supuesto negado que hubiera tenido alguno).

Anterior a ese principio del Génesis, se encuentra la creación inmaterial de los hijos de Dios, los cuales presenciaron la fundación de los cielos y la tierra. Y anterior a la creación angélica, obviamente se encuentra ese principio y otros principios que sucedieron antes del principio del Génesis. Vemos así como el principio del Génesis no parece, necesariamente, ser el principio de todo. Génesis, con todo y pese a ser el primer libro de la Biblia, no necesariamente describe cronológicamente todas las acciones creadoras. Por eso el traductor tiene que conformarse a, y el lector conformarse con la inconsistencia que registra el Autor Exacto, y dejar el idioma español exactamente donde lo deja el hebreo: flotando en el aire.

Esto es, a grandes rasgos, lo que hombres estudiosos de prestigio inoculto han pensado o supuesto respecto a este inicio del primer texto bíblico. Yo me he permitido recurrir a la tradicional concordancia Strong, la cual nos muestra algunos pormenores muy singulares que arrojan cierta luz para lo que luego te diré con valor de revelación. La palabra principio, en los originales, según esta concordancia, es la palabra reshit, que en el número 7225 de esa concordancia que mencioné, consigna algo o alguien: primero en lugar, tiempo, orden o rango. (Especialmente primicias). Fruto, mayoría, cabeza, comienzo, nuevo, primero, primicia, principal, principio. Y vemos que, bajo ese número, hay una raíz que ya no se usa, que arroja el vocablo rosh, que tiene una mucho más amplia gama de acepciones.

Ahora yo pregunto y te pregunto: ¿Puedes quedarte tranquilamente con una traducción simplista de principio como inicio o comienzo, si tienes ante ti tamaña gama de acepciones cobijadas debajo del mismo término hebreo utilizado? ¿Me permites que yo te acerque mi visión, lo que el Espíritu Santo sopló a mis oídos la primera vez que leí este primer versículo, y mucho antes que alguien me enseñara algo o yo mismo procurara estudiarlo? Me sonó como un gong la acepción príncipe. ¿Por qué? Porque es la misma que utilizamos para Principado, que como todos sabemos, es un sinónimo de Diseño. Y si entendemos que un diseño es un modelo, un patrón, un molde, un croquis, un valor que nuestra mente cultiva como inmejorable para construir algo, ¿Por qué no entender que ese principio del cual Moisés nos habla es, en realidad, un diseño, y no una expresión cronológica de tiempo o espacio?

¿Cómo quedaría, entonces, ese texto, y qué deberíamos interpretar de él? Lo primero te lo digo ya mismo. Lo segundo, está entre ti y el Espíritu Santo que mora en ti, no voy a refugiarme en la hermenéutica por dos motivos: el primero, porque no comparto en absoluto esas reglas que pretenden ordenar intelectualmente lo que en su esencia es sobrenatural, y en segundo lugar, porque no me gusta Hermes, el dios que da su nombre a la materia. Es el dios de los ladrones, no sé si soy claro. El texto de Génesis 1:1, entonces, diría: En un diseño creó Dios los cielos y la tierra. Que sería como decir que lo hizo siguiendo su propio patrón, su propio molde, su propia idea, su propia concepción. Tómalo como un aporte más, yo tengo certeza que es así, pero no puedo pretender inculcártela o convencerte.

Será el mismo Espíritu Santo que habita en mí y también en ti, el que junte nuestras mentes y produzca una sola idea o pensamiento. Lo que no me podrás negar es que, como idea original, es sumamente coherente, ¿No es así? Es aquí, en esta instancia de nuestro examen, donde nos encontramos con el término que viene a continuación del estudiado: creó. El vocablo hebreo que encontramos, allí, es bara. Significa o se traduce como: formar, producir, crear. Originalmente nos cuentan que este verbo encerraba la idea de tallar o suprimir, un concepto que todavía encontramos en el libro de Josué 17:18, donde significa derribar árboles para preparar la tierra para la labranza. Esto nos sugiere con bastante propiedad que, crear, es un equivalente idiomático a esculpir. Por lo tanto, bara es la palabra apropiada para describir tanto el proceso de crear algo de la nada como el de moldear lo existente para crear algo nuevo, tal cual hizo Dios al crear al hombre del polvo de la tierra.

Dios es siempre el sujeto del verbo bara en su forma común; el crear es, por lo tanto, un atributo divino. Una pregunta: ¿No es que te suena como conocida esa palabra griega? ¡Exacto! Suele ser la más repetida en los que oran en lenguas. Incluso, hasta algunos “cristianos” muy serios la utilizan para burlarse de ellos. Con esto quedaría más que en evidencia que la famosa creatividad del hombre sólo es posible cuando emana de una directiva divina. Cuando no proviene de ella, es muy posible que emane desde un interior donde otras fuerzas se imponen a las de Dios por medio de la imposición. De allí que un talentoso y creativo no siempre es un hombre con carácter de siervo humilde e íntegro. Con este ingrediente, el texto base quedaría como En base a un diseño propio, formó de la nada Dios los cielos y la tierra. Para completar nuestro estudio de este primer versículo de Génesis, nos encontramos con que la versión que utilizamos como base central, no usa el término Dios, como usan las otras, sino el de Elohim. Así que, si estamos estudiando la creación, deberemos recalar un momento en su Creador.

El vocablo Elohim, (en el hebreo escrito siempre con minúscula), es un sustantivo común masculino plural intensivo que significa muy poderoso. En esta primera acepción ha sido siempre traducido como Dios. Se aplica a aquel que es objeto de adoración, indistintamente como Dios de la creación, tal como se observa en este verso, o también como Dios de Israel, que es como lo traducimos en Éxodo 3:15. Pero Elohim expresa una pluralidad intensiva que el vocablo Dios no alcanza a transmitir. Tampoco lo solucionaríamos utilizando el trasvase Dioses, porque menoscabaría el concepto de unidad que exige el texto bíblico, y tampoco Deidad, que lo haría en perjuicio del género. En su segunda acepción, ‘elohim, también aplicable a la pluralidad de dioses paganos e ídolos, e incluso seres humanos, se ha vertido como dioses, jueces o ángeles, según el contexto. Por lo tanto, retorno al primer verso del génesis y me atrevo a sugerir la siguiente paráfrasis, conforme a lo estudiado y a lo recibido en fe:

1 – La fuerza más poderosa del universo, siguiendo con exactitud un fabuloso diseño propio, produjo de la nada, sin participación de nadie, y usando solamente la palabra, que es Cristo, todo lo que conocemos como cielos y como tierra.

Sé perfectamente que esta interpretación puede ser resistida por cristianos celosos del respeto por la palabra literal que sienten desagrado por no estar mencionando a Dios. Pero déjame explicarte que Dios es una expresión del idioma español para referirse a Él, no su nombre bíblico. Tampoco lo son ni Jehová ni Yahveh, que eran formas como lo denominaban los hebreos. La serie de letras sin forma de pronunciación coherente para nuestra conciencia idiomática, de la mejor manera que puede aceptarse, es como Yo Soy. Yo Soy el que Soy, dijo. Y ese Yo Soy, lejos de rotular a una persona como las que nosotros vemos y conocemos, lo que hace es, precisamente, definir a una potencia que está por encima de todas las potencias. Y que nadie suponga que esto es acordar con los movimientos esotéricos, que sostienen que Dios es una “energía”, en absoluto. Sólo trato de interpretar la escritura sin caer en religiosidades ni tampoco en esoterismos paganos. ¿Y cómo es que me atrevo a asegurar que ese evento ocurre sólo por la palabra?

(Juan 1: 1-2) = En un principio era el Logos, y el Logos estaba ante Dios, y Dios era el Logos. En un principio Éste estaba ante Dios. No voy a profundizar sobre la totalidad de este verso porque no avanzaríamos en nuestro trabajo base y centro, que es el Génesis, pero sí quiero recalar en lo que significa aquí la expresión Logos. Prácticamente la totalidad de las versiones bíblicas en cualquier idioma, traducen a este vocablo griego logos como palabra o Verbo. Esto no es de extrañar, por cuanto, efectivamente, logos significa palabra, y en todos sus registros se refiere, o bien a la expresión sonora y articulada del pensamiento o a la palabra revelada por Dios en la Escritura, predicada en el mundo. No obstante, a todo lo que se ha venido introduciendo, dentro de ese grupo de registros, hay tres en los que logos hace referencia directa, no a una palabra (Hablada o escrita), sino a una persona. Esto es, Jesús, el Hijo Unigénito de Dios. En esas oportunidades, se ha estimado que la traducción habitual no refleja la riqueza y profundidad de su significado.

Al no existir un vocablo alternativo que reúna todas las dimensiones teológicas y semánticas del término griego, se ha optado por transcribirlo para que, desde su posición en el texto, motive al escudriñador a una más perfecta y profunda comprensión del vocablo. En este prólogo del evangelio según Juan, Logos se refiere a quien en el tiempo y en naturaleza humana sería conocido como el Mesías Jesús, preexistente como Segunda Persona antes de la creación del universo, y en quien, al mismo tiempo, vive corporalmente toda la plenitud de la Naturaleza Divina. En este orden de ideas hemos seguido la subordinación gramatical del texto griego, donde se destaca que el sujeto, determinado por el artículo, se encuentra al final de la frase; de modo que el predicado es colocado al principio, para que se lea: y Dios era el Logos, enfatizando así que éste no sólo ya estaba desde la eternidad en comunión continua con Dios, sino que Él mismo era (Y es) Dios.

(Salmo 8: 3) = Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que Tú afirmaste. En realidad, cuando dice “obra de tus dedos”, está diciendo “la punta de tus dedos”, que es un atropomorfismo (Antiguo conjunto de doctrinas que atribuyen a la divinidad las cualidades del hombre; por eso se le adjudican dedos de una supuesta mano a un Dios sin forma ni característica humana probable ni conocida), que está dando a entender simbólicamente la facilidad extrema con la que Dios creó al universo.  (Isaías 44: 24) = Así dice YHVH, tu Redentor, y el que te formó desde el vientre; yo soy YHVH, Creador de todas las cosas, yo solo extendí los cielos, asenté la tierra por mí mismo. Es como si Dios le estuviera diciendo al hombre que lo estudia, lo analiza y hasta se permite la irreverencia inconsciente de cuestionarlo, que se ha bastado total y absolutamente solo para todo el trabajo de la Creación. Es como si le dijera: ¿Quién conmigo? Nadie, sólo yo, el que Soy. El siguiente texto, también de Isaías, confirma y corrobora lo que estoy diciendo.

(Isaías 45: 18) = Así dice YHVH, que creó los cielos; Él es Ha-‘elohim, que formó la tierra, la hizo y la estableció; no la creó para que estuviera desolada, la formó para que fuera habitada. Yo, YHVH, y no hay ningún otro. Yo, y no hay ningún otro. No interesa lo que el hombre pretendidamente sabio en su propia sabiduría intelectual plasme o suponga; lo que interesa es lo que Dios dice. Y lo que Dios dice y el autor recoge es precisamente eso: Yo, y nadie más. La Creación es obra de Dios, sólo de Él. En Cristo y en Espíritu, desde luego, pero eso implica conjunto unilateral y no grupo disperso.

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agosto 3, 2023 Néstor Martínez