Estudios » Crecimiento

Como Hierba Marchita

Normalmente, cuando eres creyente y oras, no sólo debes estar atento y pendiente de lo que quieres decirle y hasta pedirle al Señor, sino presto a escuchar, a oír lo que Él tenga para responderte, darte o simplemente revelarte. En nuestro caso personal, teniendo en cuenta la carga ministerial que él ha puesto en nuestras manos, es indispensable no personalizar las palabras y siempre pensar en función de pueblo, de grupo, de manada pequeña dispuesta a hacer su voluntad y cumplir Su propósito. Con eso en mente, te pones a orar y esperas que llegue la dirección, la visión o sencillamente La Palabra que te sirva de punto de partida para cosas mayores. Muy bien: la última palabra recibida en el marco de una oración cotidiana, fue Santiago.

Es un nombre que nosotros recogemos dentro de las riquezas de nuestro idioma español, porque el nombre Santiago es la derivación latina del nombre de origen hebreo Jacob. Procede de yeagob o jacobus, que significa “Dios recompensará” De allí sale la variante Jacobo, que es como se rotula esta carta en la Biblia Textual, que como todos ya saben, es una versión traducida directamente de los originales al español sin pasar por el inglés, cosa que si sucede con la versión tradicional Reina Valera 1960. Jacobo, cuya fonética correcta es iákobos significa “El que sustituye”. De ese nombre derivarán luego, los más conocidos dentro del ambiente español como Jacobo, Jacob, Lago, Llago, Yaho, Jaime, Santiago, Tiago y Diego. Todas variantes, reitero, del nombre propio que en hebreo es Ya’akov. Este fue el nombre del patriarca que luego se llamó Israel y dio origen a la nación que lleva su nombre. Jacobo fue el nombre de al menos dos de los apóstoles de Jesucristo, los que sin embargo llegaron a ser conocidos como Santiago el Menor y Santiago el Mayor.

La Biblia Textual divide esta carta de Jacobo, en una salutación inicial, refiriéndose a una clase de sabiduría singular que viene directamente de Dios, a las formas y maneras de soportar las pruebas de la vida, a la discriminación entre los oidores y los hacedores de la palabra, a una cierta amonestación para con alguna forma de parcialidad, el concepto puntual de la fe por fuera de las obras, a los problemas que nos trae nuestra lengua como hacedora de nuestra palabra, a la sabiduría superior a la que adherimos, a la amistad que tenemos o tenemos con el mundo secular, a los juicios contra otros hijos de Dios, a la auto glorificación por vanidad, a la opresión ocasionada por los poderosos y ricos en dinero y a la paciencia como base de nuestra cultura y la oración como epicentro de nuestra victoria. Esa es la síntesis de esta carta.

Una carta que, según algunos eruditos, fue escrita por este hombre, Jacobo, hermano de sangre de Jesús. Otros, también eruditos, difieren con esta teoría. Los que están por la afirmativa, esgrimen algunos textos como prueba. Uno de ellos, Mateo 13:55: ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? Marcos 6:3: ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Y esto se completa con lo que Pablo les cuenta a los Gálatas en 1:19 de su carta: pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor.

Algunos historiadores que no se discuten en cuanto a su rigidez histórica y lineal, sostienen que Jacobo no creía en la divinidad yacente en Jesús sino hasta mucho más adelante. Y esgrimen como prueba algo que Juan, hablando de Jesús, expresa en el capítulo 7 y verso 5 de su evangelio, cuando consigna: Porque ni aun sus hermanos creían en él. Los mismos historiadores que adhieren a esta tesis, consignan que Jacobo se convirtió recién después de ver a Jesús resucitado, lo cual prueban con el texto de Hechos 1:14 que expresa: Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

Pablo estaría confirmando esto cuando escribe a los Corintios en su primera carta, capítulo 15 y verso 7: Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; Finalmente, fue estimado por muchos como uno de los líderes de la iglesia de Jerusalén, lo que es confirmado por dos textos. Hechos 15:13, cuando en medio de una reunión de líderes, cuenta: Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Varones hermanos, oídme. Y Hechos 21:18: Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos; Cómo quiera que haya sido la historia genuina, Jacobo no era un cualquiera ni mucho menos un desconocido cuando escribe su carta, que comienza así según la versión Biblia Textual:

(Santiago 1: 1) = Jacobo, un siervo de Dios y del Señor Jesús el Mesías, a las doce tribus que están en la dispersión: ¡Salud!

Santiago (En realidad Jacobo), nunca se vanaglorió de su relación personal con Jesús, ni tampoco se definió a sí mismo como un importante líder religioso. Su mayor honor fue ser un siervo de Dios y así es como se rotula a sí mismo. Podemos discutir luego si a medida que avanzó su ministerio habrá ido entendiendo que con la categoría de siervo no le alcanzaría para cumplir con todo el rol preestablecido, ya que solamente los hijos de Dios son los que obtienen la victoria y reparten la herencia. Los siervos no heredan, sólo los hijos.

En cuanto a las doce tribus que están en la dispersión traduce el término griego diáspora, que alude a la situación de los judíos dispersos en tierra de gentiles. Así, esta carta está dirigida a judíos cristianos que vivían fuera de Palestina. En lo actual, esto tiene que ver con la gracia apostólica, que también se reparte en doce y también está dispersa por todo el planeta. Se hace efectiva en el mensaje que cada unción trae y bendice y madura al Cuerpo de Cristo en la tierra, que es la iglesia. ¡Pero son doce, y uno de los doce era Judas Iscariote, el traidor! Sigue siendo tipología revelada: una de las gracias, (Que son disposiciones) apostólicas vigentes, también está puesta para sembrar divisionismo, que en lo esencial, también es traición al diseño divino.

Y esto tiene correlato y comprobación en el sentido de que, para mejor comprensión de esta carta, es importante tener en cuenta sus destinatarios, ya que este encabezado hace referencia a la iglesia israelita del Nuevo Pacto, pues habiendo sido dirigida a las doce tribus en dispersión, evidentemente tenía que abarcar tanto a hermanos como a hombres vanos, a almas adúlteras, a jactanciosos y soberbios y a ricos opresores, que son citados en el contexto de este documento. La carta de Santiago o Jacobo, identifica y define claramente a sus destinatarios, y no hay motivos para confundirlos con los santos de la Iglesia de Cristo. Sólo así es posible entender plenamente que la expresión de si alguno entra en vuestra sinagoga, establece un vínculo inalienable con esto de: llame a los ancianos de la iglesia, que señala a la comunidad como ekklesia israelita. Por tanto, la tipología con los discípulos de Jesús, se ajusta notablemente a esta definición teológica aprobada.

(2) Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os veáis cercados de diversas pruebas, (3)  sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.

(4) Y dejad que la paciencia tenga su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.

Vamos a ver; en contra de muchas enseñanzas y pseudo enseñanzas que alguna vez hemos encontrado en muchas de nuestras congregaciones, el convertirse en creyente no libera automáticamente a nadie de las dificultades. Cuando yo acepté a Cristo y me convertí, era protagonista culpable e inocente de decenas de problemas. Contrariamente a lo que me habían predicado, mis problemas no se terminaron al día siguiente de la noche de mi conversión. En realidad, en lo natural, te diría que todo loo contrario, casi como que aumentaron. Sin embargo, lo que sí se modificó y cambió en mí, fue mi actitud hacia esos problemas, cierta capacidad desconocida de serenidad y aptitud para resolverlos y la confianza plena en que en algún momento la paz retornaría a mi vida.

Lo genial de este pensamiento, fue que, en un lapso no demasiado extenso, se hizo realidad. Sólo que yo me di cuenta cuando ya lo estaba disfrutando. Recién allí pude dar gracias al Señor. Supongo que Él me tiene que haber comprendido. Grande es su misericordia. Antes y después. Antes, por pecador; después, por desagradecido. Pero si algo aprendí con todo lo que a mí me sucedió en mi propia vida, es que la actitud correcta para enfrentar la adversidad, es tener sumo gozo, lo cual de hecho no es una simple reacción emocional, más bien llamada alegría, sino una deliberada e inteligente evaluación de las circunstancias desde la perspectiva de Dios, al ver las pruebas como un medio para el crecimiento moral y espiritual. No nos gozamos de las pruebas en sí mismas, sino en sus posibles frutos.

Someter a prueba equivale a comprobar lo genuino de algo. Sirve como una disciplina para purgar a la fe de sus naturales o convencionales impurezas, extirpando lo que es falso. La paciencia no es de ninguna manera un gesto de resignación pasiva ante circunstancias adversas, sino firmeza y valor que nos ayudan a resistir con valentía. Las pruebas de la fe dan por fruto la paciencia, (Es decir, la capacidad para resistir), que es la marca distintiva del verdadero creyente. Sólo bajo la presión de las pruebas puede el creyente comprobar la verdadera profundidad de su fe en Dios. El corazón firme no vacilará, sino que se gozará en el conocimiento de la bondad de Dios. Por lo tanto, cuando tu fe sea sometida a prueba, en lugar de rezongar fastidiado o enojarte, ¡Regocíjate!

A esto, de alguna manera lo confirma lo que leemos en Hebreos 10:34, donde dice: Porque compartisteis los padecimientos de los presos y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros mismos una mejor y perdurable herencia. Y también con lo que Pablo les escribe a los Romanos, en el capítulo 5 y verso 3: Y no sólo eso, sino que hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia.

(5) Y si alguno de vosotros carece de sabiduría, pídala al que da, a Dios, que da a todos generosamente y sin reproche, y le será dada.

(6) Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a una ola del mar, impelida y zarandeada por el viento.

(7) No piense pues tal hombre, que siendo varón de doble ánimo, inestable en todos sus caminos, (8) recibirá cosa alguna del Señor.

En el verso 5, cuando leemos que Dios les da sabiduría a todos los que la piden, sin reproche, literalmente en los originales lo que dice, es: no reprochando. Puede sonar muy similar, pero alguna diferencia tiene que existir para que se lo puntualice. De hecho, Salomón, el hijo de David que fue un rey tan famoso por su sabiduría justiciera, fue bendecido por Dios con ese don, aunque en su conducta había mucho más para reprochar que para aprobar. Dios ES amor, que es muy diferente a los hombres que pueden SENTIR amor. El amor de Dios lo aparta de toda venganza o resentimiento por nuestros errores, aunque nos deja muy en claro que no puede ser burlado ni engañado de ninguna manera. Puede bendecirnos con todo lo que le pidamos, pero eso no impedirá que, en el día postrero, su Justicia obre de acuerdo con lo que hayamos merecido o no.

De todos modos, me gustaría ver contigo el real significado de esta palabra reproche, ya que desde allí podremos entender un poco más la mente de nuestro Señor, cosa que nos es obligatoria si es que deseamos combatir para su mismo ejército. Reproche, en este verso, es la palabra oneidizo, y se trata originalmente de comportarse en una manera juvenil e inmadura. La palabra describe a los jovencitos que se hacen burla, se fastidian y se insultan entre ellos mismos. Después la palabra llegó a significar mofa, ridículo, regaño, ofensa y el uso enojoso y sarcástico de palabras. Santiago aquí nos asegura que Dios nos da lo que le pedimos sin hacernos recordar que no somos dignos, y mucho menos dándonos a entender que es un gesto de generosidad que no merecemos, cosa que si harían muchos de los hombres que he conocido y que dicen representarlo.

Y después nos recomienda que pidamos lo que pidamos, deberá ser con el ingrediente obligatorio de la fe, sin dudar en absoluto que Dios lo hará. Porque aclara que el que duda, es semejante a una ola del mar. ¿Has visto las olas en un mar embravecido por una tempestad? Esa es la fe puesta a prueba de alguien con claras debilidades y miedos, cosa llamativamente abundante dentro de los que llegan a sumarse al pueblo santo. De hecho, la sabiduría que puede recibirse pidiéndosela a Dios con fe, no es un mero conocimiento intelectual o alguna especulación filosófica, sino comprensión espiritual del propósito de las pruebas. Cuando Dios concede un don lo hace abundantemente y sin reproche, esto es, generosamente, no con disgusto, desgano o reservas. Muy interesante es en referencia a esto, leer lo que Jesús dice conforme a lo recogido por Marcos 11:23-24: De cierto os digo: Cualquiera que diga a este monte: Quítate de ahí y échate al mar, y no dude en su corazón, sino que crea que lo que habla sucede, lo obtendrá. Por esto os digo: Todo cuanto oráis y pedís, creed que lo recibisteis, y lo obtendréis. ¿Cuántos creyentes crees que hay que hagan esto exactamente como Él lo determina? Es más: ¿Qué piensas que sucedería si lo hicieras? Linda reflexión para cambiar de una vez por todas nuestra tibieza, ¿Verdad?

Finalmente, en este bloque nos encontramos con el famoso varón de doble ánimo. ¿Cuántas veces escuchaste hablar de esto? Lo que se lee literalmente en los originales, es varón de dos almas. Y se trata de una persona que está siendo arrastrada en dos direcciones opuestas. Sus lealtades están divididas y, a causa de su falta de sinceridad, vacila entre la fe y la incredulidad pensando algunas veces que Dios lo ayudará y renunciando en otras ocasiones a toda esperanza. Tal persona es inconstante en todos sus caminos, no sólo en su vida de oración. La falta de consistencia en el ejercicio de su fe pone al descubierto la esencia de su manera de ser. Y si estamos hablando de alma, estamos hablando de: mente, voluntad, emociones, sentimientos, entre otras cosas que habitan en el alma. Y estar en dos almas o doble ánimo, producirá un doble mensaje, un doble personaje y, en definitiva, una bipolaridad que a veces hasta suele ser tratada por las ciencias especializadas, cuando en realidad no es otra cosa que un asunto espiritual que se ignora.

(9) El hermano de humilde condición, gloríese en su exaltación, (10) pero el que es rico, en su humillación, pues pasará como la flor de la hierba.

(11) Porque el sol sale con calor abrasador y seca la hierba, su flor se cae, y la belleza de su apariencia perece. Así también se marchitará el rico en todas sus empresas.

Todos los que hemos crecido en contacto con la naturaleza, donde quiera que ella se manifieste y como quiera que sea la región donde nos tocó nacer y residir, sabemos que, así como la hierba es permanente y en muchos casos hasta casi perenne, la flor que aloja la semilla de esa hierba es de paso fugaz, ya que es arrastrada por los vientos transportando esas semillas a otros sitios, ya que esa es su función principal conforme al diseño del cual forma parte. Por eso es la comparación. La riqueza terrenal es como esa flor. Mayoritariamente le llega al hombre de adulto y, en el mejor de los casos, lo acompaña hasta su muerte.

¿Cuántos años? ¿Treinta? ¿Cuarenta? ¿Cincuenta o algunos más? No interesa, en comparación con la eternidad a la que pertenece y a la que deberá volver, eso es un paso más que fugaz. ¡Y cuanta es la gente que no puede verlo y se pierde irremediablemente pensando que con sus riquezas podrán comprar lo que no tiene precio en moneda! A partir de esto, lo que leemos en el libro del profeta Isaías, en su capítulo 40 y los versos 6 y 7, son una muestra de todo lo hablado. Allí dice: Una voz dice: ¡Proclama! Otra responde: ¿Qué proclamaré? Que toda carne es como hierba, Y toda su gloria como flor campestre: Sécase la hierba, marchitase la flor, Cuando el aliento de YHVH sopla sobre ellos. ¡En verdad el pueblo es hierba!

Vamos a ver: tanto la pobreza como la prosperidad son ejemplos concretos de situaciones que ponen a prueba nuestra fe. Cualquiera de ellas, todos lo sabemos porque lo hemos visto a nuestro alrededor en muchas ocasiones o, incluso, en nuestras propias vidas en otros, puede terminar en desastre. El cristiano al que rotulan como materialmente pobre, puede regocijarse en su elevada posición espiritual como hijo de Dios, mientras que el que es rico puede regocijarse en nuevos valores, comprendiendo la naturaleza temporal de los bienes terrenales en oposición a eternos beneficios de las posesiones espirituales. Dice que el rico se marchitará: se refiere a la destrucción de aquellos que sólo son ricos en cosas perecederas. Un testimonio escritural consistente es que el dinero, aunque es necesario, puede ser altamente peligroso. ¡Las cosas que pensamos que poseemos, podría ser que nos estén poseyendo a nosotros!

Dios nos llama a poner los bienes materiales en una correcta perspectiva y usarlos sabiamente bajo su dirección. Creo que un resumen sintético contundente sobre todo este contexto lo muestra el Salmo 102, cuando en sus versos del 4 al 11, expresa: Mi corazón herido se agosta (Se marchita, se seca) como la hierba, Y aun de comer mi pan me olvido. Al son de mis gemidos La piel se me pega a los huesos. Soy semejante a la lechuza del desierto, He venido a ser como un búho de las soledades. Estoy desvelado, y me siento como pájaro sin pareja en el tejado. Mis enemigos me afrentan cada día, Mis escarnecedores me maldicen. He comido, pues, cenizas como pan, Y he mezclado con lágrimas mi bebida, A causa de tu indignación y de tu ira, Porque me alzaste en vilo y me arrojaste. Mis días son una sombra que se alarga, Y me voy secando como la hierba.

Estamos tan acostumbrados a los mensajes, predicaciones y sermones de aliento, positivos en todo lo que nos suceda o lo que nos esté por venir, que tengo la sensación que hemos perdido de vista ciertas realidades que de ninguna manera podemos soslayar. El hombre va a ser más que vencedor, en Cristo Jesús, no en sus propias fuerzas. El hombre creyente tiene, como única esperanza, habitar bajo el perdón primero, bajo la gracia después y bajo la misericordia, por último, del Dios en el que ha creído. Pero si en lugar de acudir y  recurrir a ese Dios, pretende hacerlo todo a su gusto y predilección, es muy probable que en su paso por esta tierra lo consiga, (De hecho, conocemos a mucha gente que aparentemente lo ha logrado) pero que en el concepto de eternidad, para Dios y su evaluación rebosante de Justicia Divina, no irá más allá, con todas sus posesiones, fortunas, títulos y honores, de ser como esta hierba marchita y seca que para lo único que sirve es justamente para lo que servirá, para arder por siempre. ¿Hace mucho tiempo que nadie te recordaba que el infierno existe y es una posibilidad tan cierta como la eternidad con Cristo? Hoy lo escuchaste, haz tu vida de modo que todo esto haya sido palabrerío suelto que no tiene nada que ver contigo.

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

enero 3, 2024 Néstor Martínez