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Buscando Tu Verdadera Identidad

Cuando le preguntaron a Jesús por qué les hablaba en parábolas a quienes lo oían, Él les dio a entender que lo hacía porque, de ese modo, solamente el que tuviera oídos espirituales para oír, lo oiría. Para todos los demás, sólo serían metáforas mitad poéticas y mitad simbólicas, sin demasiado sentido. Tú y yo sabemos que nada de lo que fue dicho y quedó registrado en la Palabra, es carente de sentido. Lo tiene y es muy profundo, pero sólo puede entenderse y develarse si el Espíritu Santo aporta luz para ver la revelación que trae.

Todos hemos leído que en los últimos tiempos vendrán espíritus engañadores que se harán pasar por Cristos, que es como decir, por ungidos, y que con sus falsas doctrinas de demonios engañarán, en casos, aún hasta los elegidos. Y en honor a eso, todos estamos cuidándonos de lo que escuchamos y tomando todas las precauciones para no ser uno de esos elegidos engañados. Tengo una duda en forma de pregunta: ¿A nadie se le ocurrió que ya podríamos haber sido engañados hace mucho tiempo con falsas doctrinas y que por esa razón no parecemos despegar nunca hacia nuestro destino futuro?

Porque los últimos tiempos de una persona con una expectativa de vida de ochenta o noventa años, serían ocho o diez años, pero de lo que se habla aquí no es de tus últimos tiempos, sino de los de la iglesia. Y si la iglesia tiene más de dos mil años de fundada, nada impediría que esos tiempos finales oscilen entre los doscientos o trescientos últimos años. Si así fuera, ya estaríamos inmersos en los últimos tiempos hace ya más de un siglo. Así que, a prestar atención, a no comprometerse con ninguna doctrina, pero, como recomienda Pablo, a examinarlo todo y rescatar solamente lo bueno, que es como decir lo santo.

Juan 10: 1 = De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador. (2) Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. (3) A este abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. (4) Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. (5) Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

Este capítulo 10 de este evangelio de Juan, es muy especial. Porque contiene tres pasajes aparentemente diferentes, pero que sin embargo no lo son tanto. Muy por el contrario, lo que te muestra en el primero es respaldado por el siguiente. El último, en cambio, te trae una perla de esas que tienes que analizar más de una vez y en diferentes balanzas y probetas, para vere si su condición es de legitimidad o falsedad, aunque cualquiera de estas dos palabras pueda sonar raras y hasta molestas a los oídos de la gente que busca recibir más del cielo.

Esta parábola es la síntesis más precisa y preciosa de lo que es Jesús en su modo-cabeza-genuina de la iglesia, en comparación con los centenares o miles de hombres y mujeres que han pretendido y siguen pretendiendo erigirse ellos como cabeza de un lugar y exigir, usando todos los métodos de presión y manipulación posibles, obediencia y sujeción ciega. Es simple. El pastor, es aquel que entra por la puerta, que es como decir que aparece en medio de un espíritu de autoridad indiscutible. Porque donde entra es en el redil, que como todos saben, es el corral, la prisión, el cautiverio donde las ovejas esperan su alimento.

El trabajo honesto y transparente de ese pastor, es convertir ese redil en sólo un refugio nocturno, para cuidado y protección, pero teniendo muy en claro que esa oveja ansiosa de libertad, lo que desea es formar parte de un rebaño, que es el mismo grupo, pero en movimiento, buscando nuevos pastos frescos que sirvan de alimento nutritivo. Y abandonar la dependencia histórica a la seca hojarasca sin compromisos que se vende como palabra y que sólo suele ser discurso humanista, actuación artística o histriónica para entretener y trasladar un culto sagrado, santo y de adoración a un show musical, artístico, aunque con vestimenta religiosa.

Debo haber oído diez predicaciones donde se dijo que el portero que abre la puerta del gran pastor de las ovejas, es el pastor de la congregación. Que les haga provecho el agua que pretendieron traer para sus molinos, pero déjenme decirles que la realidad me muestra que ese portero es nada menos que el Espíritu Santo. No hay otro capaz de autorizar el ingreso de alguien a ese redil divino. Y concluye asegurando que, al extraño, (Esto es: al que no pertenece a ese lugar ni ha sido enviado allí) no oirán porque no reconocen su voz. ¿Sabes qué? Ese es el punto mayor de cualquier ministro, que el Señor le confirme que su voz es reconocida por sus ovejas, (Del Señor, no propias). No hay otra cosa.

(6) Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía. (7) Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. (8) Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. (9) Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. (10) El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (11) Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. 

 (12) Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. (13) Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. (14) Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, (15) así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.  (16) También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.

(17) Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. (18) Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre. (19) Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras. (20) Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?

Les dice que todos los que vinieron antes que él eran ladrones y salteadores. ¿Todos? Eso dice. No discuto ni cuestiono lo escrito en mi Biblia, no tengo nivel ni autoridad alguna para hacerlo. Todos. Me queda una duda: ¿Y los que vinieron después de Él? Ya lo dijo a través de sus discípulos más prolíferos, lo sabes. Además, no necesitas ser demasiado inteligente ni ungido para ver sus frutos. ¿Todos? En este caso, no, sólo los religiosos. El buen pastor da su vida por sus ovejas, Él lo hizo. Sin que lo mereciéramos. Sólo por amor. Entonces, ¿Como ministro debo morir por ustedes? No, alcanza con entregarles mi vida.

Todo lo opuesto es el asalariado. ¿Pero esto no es una contradicción a aquello de que el obrero es digno de su salario? No, porque es Dios quien paga ese salario a ese obrero fiel y lo hace como a Él le parece justo y correcto, no como al asalariado le agrada o le conviene a su bolsillo. Y mucho menos si no cumple con lo esencial. El obrero es digno de su salario, pero eso es siempre y cuando cumpla con su responsabilidad. Míralo a la distancia, sin compromisos sectoriales, pero tampoco sin obstáculos para lo que la primera impresión de determine.

¿Había algo negativo, hereje o fuera de lugar en todo esto que hace y dice Jesús? No. Sin embargo, dice que volvió a haber disensión entre los judíos por todo lo que dijo. Atención con esto, porque si dice que volvió a haber disensión, es porque ya la había habido antes. ¿No tiene cierto parecido con este tiempo para con algunos hombres no demasiado conocidos en el ambiente cristiano que andan por el mundo con un mensaje distinto al tradicional?

Fíjate que decían de Él exactamente lo mismo que he oído decir de varios que tú y yo conocemos muy bien con sus nombres y apellidos de cierto prestigio: que hablan por boca de los demonios, y que no se explican por qué la gente los escucha y les presta atención a sus dichos y enseñanzas. No puedo evitar recordar que, en una etapa de mi vida, una denominación evangélica completa había prohibido a sus miembros escuchar mis estudios por la emisora de radio donde los difundía. No importó. Muchos de ellos venían a escondidas a comprarme los por entonces casetes de audio y estudiarlos en sus casas con sus familias. Gloria a Dios siempre.

(21) Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos? (22) Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno, (23) y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. (24) Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. (25) Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; (26) pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.

(27) Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, (28) y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. (29) Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. (30) Yo y el Padre uno somos. (31) Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. (32) Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? (33) Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. 

(34) Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: ¿Yo dije, dioses sois?  (35) Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), (36) ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: ¿Hijo de Dios soy? (37) Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. (38) Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre. (39) Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos. (40) Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan; y se quedó allí.  (41) Y muchos venían a él, y decían: Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de este, era verdad. (42) Y muchos creyeron en él allí.

Endemoniado. Si bien en el ambiente fariseo no se hablaba demasiado de demonios, la actividad que salía de este muchacho que andaba mostrando cosas que ellos jamás ni siquiera habían pensado posibles, los incentivó a recalar en ellos. De todos modos, si prestamos atención a la pregunta que le hacen, es más que evidente que el tema no pasaba por lo espiritual, sino por lo emocional. ¿Cómo lo sé? Porque a ellos, lo que Jesús hacía con el poder de Dios, les turbaba el alma, eso dijeron. Lo que ellos querían saber, y que Jesús se los dijera cara a cara, era si era verdad que él era el Hijo de Dios, el Cristo.

La respuesta del Señor no sólo no los tranquilizó, sino todo lo contrario. Lo que Él les dijo fue simplemente que observaran a sus costados y tomaran nota de lo que estaba haciendo con el poder de Dios de su lado. ¿Qué hicieron? No sólo no le creyeron, sino que se enojaron de tal modo que se pusieron violentos. Empezaron a juntar piedras de la calle con la idea de arrojárselas a modo de lapidación. Allí fue donde Jesús, con absoluta serenidad y seguridad, (Y quiero imaginarme que hasta con una sonrisa llena de bondad), quiso saber por qué sentían ellos la necesidad de eliminarlo.

Les recordó todas las obras buenas que de parte de Dios había hecho con las personas y el medio ambiente, y quiso saber por cual de todas ellas lo consideraban pasible de ser ajusticiado por lapidación. La respuesta sonó religiosamente correcta, pero espiritualmente perdida en la incredulidad total…de quienes eran los propietarios de la espiritualidad del pueblo. Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. Eso le dijeron.

¿Leíste bien lo que les respondió Jesús? ¿No está escrito en vuestra ley: ¿Yo dije, dioses sois? ¿En la ley dice eso? Obvio, de otro modo Jesús no lo hubiera citado. ¿Y donde es que lo dice? Mira el salmo 82. Le pertenece a Asaf, y en sus ocho versos, dice así: (1) Dios está en la reunión de los dioses; En medio de los dioses juzga. (2) ¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente, Y aceptaréis las personas de los impíos? Selah Selah (3) Defended al débil y al huérfano; Haced justicia al afligido y al menesteroso. (4) Librad al afligido y al necesitado; Libradlo de mano de los impíos. (5) No saben, no entienden, Andan en tinieblas; Tiemblan todos los cimientos de la tierra. (6) Yo dije: Vosotros sois dioses, Y todos vosotros hijos del Altísimo; (7) Pero como hombres moriréis, Y como cualquiera de los príncipes caeréis. (8) Levántate, oh Dios, juzga la tierra; Porque tú heredarás todas las naciones.

En estos últimos tiempos, he escuchado de labios de gente con muy bien ganado prestigio, hablar de esto desde dos ángulos no solamente diferentes, sino directamente opuestos. De inmediato, y como sucede casi siempre en nuestros ambientes, se conformó una especie de gradas de simpatizantes. Al igual que las famosas hinchadas del fútbol argentino, los unos simpatizan con una de las vertientes y los otros con la otra. Suena casi tan bullicioso y pintoresco este enfrentamiento, que a una gran mayoría se les ha perdido de vista el eje central de esa supuesta división interpretativa de la palabra de Dios.

Un sector declara que cuando dice que Dios está en la reunión de dioses, eso se refiere a un símbolo de una supuesta juntada entre Buda, Mahoma, conjuntamente a otros dioses menores y el nuestro, formando parte de esa reunión. El otro sector, señala que no es así, sino que se trata de una reunión de Dios con los jueces de ese tiempo, a los que estimaba como dueños de la vida y la muerte de las personas. Créanme que esto no se trata en absoluto de tonterías bibliólogas. Por un lado, la teología tradicional con manejo de la lógica analítica y bases en lo que dicen los historiadores, nos ha enseñado por años que el tratamiento de dioses que Dios le otorga a esta gente tiene que ver con un símbolo que censura la casi omnipotencia que esos jueces tenían en su tiempo.

Pero por el otro lado de la cuestión, los que vienen hablando duro y pesado sobre esto, nos aseguran que no, que nos mintieron por incredulidad y que, en realidad, cuando Dios dice en ese salmo que nosotros somos dioses e hijos del Altísimo, en realidad nos está capacitando como tales, cosa que, respaldan, se confirma con aquello de ser creados a Su imagen y Su semejanza. Si los espíritus no tienen imagen ni semejanza y nosotros somos espíritus, la diferencia no existe y, simplemente creyendo, estaríamos capacitados para producir cualquier cosa que necesitemos. Lo confirman con aquello de si le dices a un monte que se mueva de lugar, el monte se mueve. ¿Suena lógico esto?

Entonces arribamos a la conclusión siguiente: ¿Quién te dijo a ti o a mi que el evangelio del Reino de Dios contiene elementos plenos en lógica griega? ¿Suena lógico que un ciego recupere la visión sólo por una orden espiritual o, incluso, por recibir en sus ojos barro producido por la saliva humana? Creo que mi Padre avaló y respaldó mi profesión secular por una sencilla razón: ese trabajo me permitió entrenarme en lo que el ejido social llama objetividad, cosa que no existe en los seres humanos que, por serlo, siempre serán subjetivos, pero que muy bien hemos reemplazado con la imparcialidad, el equilibrio y la pureza y transparencia operando en cualquier juicio de valor.

Así que, con estas dos enseñanzas que de ninguna manera son de medio fondo, sino de fondo total, decidí descender de las gradas donde se instalaron los simpatizantes, hacer a un lado todo el colorido de las hinchadas e instalarme en un palco hermético que no me permita recibir influencia externa y darte un panorama desde el mayor equilibrio del que sea capaz. En tanto no reciba revelación del Espíritu Santo, eso es lo que haré. Si lees con toda tu atención el salmo, podrás comprobar que no necesariamente está dirigido a los jueces de ese tiempo.

No niego que ellos se habían envanecido y se comportaban como si fueran los dueños de la vida y la muerte de la población que los sostenía. Sin embargo, a mí no me termina de cerrar que semejante sentencia pronunciada en ese canto o poema escrito, tenga como destinatarios sólo a un grupo de personas determinadas. La Palabra, casi por norma, va desgranando principios, diseños y conceptos emparentados con la mayoría de la población, no con pequeños grupos elitistas. Mi visión es que esto fue dicho con relación a todos nosotros como pueblo.

Que tengamos mucho cuidado al levantar juicio contra otros y mucho menos desde una posición de cierta omnipotencia, una característica que solamente es atribuible al Dios creador del universo, el cielo y la tierra. Por lo tanto, se me ocurre que, si tienes una posición importante dentro de la iglesia o en tu trabajo, no debes dejar que los humos se te suban a la cabeza, sino que, por el contrario, la humildad siempre debe verse reflejada en tus palabras y acciones. ¿Y entonces? ¿A alguien, -como decimos aquí-, se le escapó la tortuga con eso de ser dioses? Depende desde donde lo mires.

Desde la teología, no hay caso, no te cierra. Desde la amplitud del concepto que te mencioné, se acomodaría un poco más, pero no alcanza para tener certeza de que sea absolutamente así. Habría que seguir escudriñando. ¿Empleando nuestra imaginación o no? No en la medida de caer en el misticismo de la fantasía, pero tampoco despeñándonos en el abismo insondable de la frialdad tecnócrata y el desprecio por lo que el Espíritu Santo desee aportar. Si me miro al espejo, aún con la mejor de las voluntades y el máximo de mis deseos de ser fiel a mi condición de creyente, debo confesar que no me veo como un dios. Apenas si reúno las condiciones elementales para considerarme un hombre con aspiraciones a andar en el espíritu y no caer en las garras de la carne, pero…

…Empiezo a recapitular cosas sueltas y a unirlas en una especie de puzzle divino. A ver: ¿Cómo fui creado? A imagen y semejanza del Dios creador. ¿En qué me parezco a Él? En que soy espíritu, como es Él. Opero mediante los conceptos de un alma que conduce mi mente, mi intelecto, mi voluntad y mis emociones y enfrento al mundo con un cuerpo de carne y hueso que me posibilita comunicarme y ser visto y oído. Cuando mi espíritu es lleno con el Espíritu Santo, ¿Qué ocurre en mí? Que recibo unción y poder sobrenatural. Porque es Dios quien me llena con su presencia y yo lo único que debo hacer es manifestarlo como sólo es capaz de hacerlo un hijo.

¿Entonces sí soy hijo de Dios? ¡Claro! ¡Así está escrito! ¿Puedo considerarme como un hermano menor de Cristo? Puedo, aunque no lo digo jamás en voz alta porque a varios religiosos les agarraría un violento ataque de caspa. Pero si Cristo es el unigénito de Dios, pero primogénito entre todos nosotros, sólo ese es mi punto de referencia. Si sumo todo esto que está en mi Biblia, ¿Qué soy? No lo sé, pero cuando a un muy conocido predicador se le ocurrió decir que éramos pequeños diositos, los modernos fariseos reunidos a tomar el té y estudiar las mil y unas maneras de aumentar sus ofrendas, por poco lo sentencian a morir en una cruz no ya en el Gólgota, sino en la plaza de la ciudad donde está su iglesia.

Estimaron que decir “diosito” era una real herejía que ni siquiera merecía el menor grado de atención, que sólo quedaría en los archivos de las locuras evangélicas. Sin embargo, estos mismos que rasgaron sus vestiduras por ese “diosito”, aceptaron siempre de buen grado que aquellos antiguos griegos los llamaran “cristitos”, adjetivo que a partir del cual, nació la denominación de cristianos, de la cual no pocos de esos mismos jueces implacables se sienten orgullosos de pertenecer. Somos genuinos y legales herederos del Reino. ¿De qué Reino? Del Reino de nuestro Dios Padre.

Mi padre terrenal era de apellido Martínez. Yo, como hijo heredero suyo, también heredé el mismo apellido. Yo, como hijo de Dios, también soy su heredero. ¿Recibiré como herencia que también se me llame Dios? No. Porque esa palabra sale de la traducción al idioma español. En realidad, mi Padre se llama Yo soy el que Soy, porque esa es la traducción de esa serie de letras que no podemos pronunciar sin caernos en los legendarios Yahveh o Jehováh.

¿Y cómo quedamos al final de esta historia? Quedamos en que cuando en cualquier lugar de este planeta alguien con alguna duda respecto a ese ámbito espiritual que tiene certeza que existe, pero mucha vergüenza de reconocerlo en público, pregunte si hay alguien que represente a ese Dios en esta tierra, me pondré de pie de inmediato y, sin dudarlo ni un instante, simplemente me limitaré a decirle: ¡Yo soy el que soy su representante, por eso me llamo eklesia, o iglesia, como más te guste! Puedes tomarlo o dejarlo.

Puedes creer que todo lo puedes en Cristo que te fortalece, o no. Puedes creer que las cosas que Él hizo nosotros haremos y aún mayores porque Él fue al Padre, o no. No le hace. Él sigue siendo Dios y nosotros sus hijos, herederos y co-herederos con Cristo. Y cómo nos deben llamar, será asunto de ellos, no nuestro. Nuestra única y máxima responsabilidad es levantarnos cada mañana, salir a la calle y dejarnos ver por una gente que, al mirarnos, pueda decir: “Ese es Dios, y estos son sus hijos, ¡Miren como se aman!”

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octubre 13, 2024 Néstor Martínez