Nosotros, los que hemos accedido a ciertas responsabilidades ministeriales, solemos fastidiarnos con la inmadurez con que muchos de nuestros hermanos toman la vida de fe. Estamos más que acostumbrados a las preguntas insólitas y a los análisis livianos e inconsistentes que una enorme mayoría hace. La gran pregunta que nos surge, es: ¿Fue así también en la época del ministerio de Jesús? La respuesta es Si, también le tocó a él pasar por esas contingencias. Y lejos de fastidiarse, él supo y pudo mantener la calma, ejercitar la paciencia y dar siempre respuestas de alimento y provecho. Juan relata uno de esos casos.
(Juan 14: 8) = Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. (Felipe. No era un improvisado ni un cualquiera. ¡Había sido trasladado de modo incomprensible, como Enoc, para ir a sentarse junto al etíope! Y aquí no le habla del Padre, le pide que diferencie entre el Padre y el Hijo. Mira la respuesta de Jesús)
(9) Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?
¿Qué se supone que sucede, acá? Felipe no entendió esto. Felipe trataba de conocer al Padre de forma directa, pero la respuesta de Jesús, es esta, dicho de otra manera: Mira Felipillo, la única forma de conocer al Padre, es conocerme a mí. ¡Soy yo quien revela al Padre! ¡Al verme a mí, ya has visto al Padre! ¿Por qué? Porque el único que ha venido de la misma dimensión de las cosas no creadas donde habita Dios, es Jesús. Hubo uno que hizo este salto dimensional.
(1 Samuel 16: 7) = Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.
Esto quiere decir que Dios, en el ámbito eterno, mira de una forma diferente, oye de una forma diferente, se expresa de una forma diferente a la forma o manera a la que nosotros estamos acostumbrados a recibir información en el ámbito natural y terrenal. En el texto de Juan que estuvimos viendo, dice que nadie ha visto jamás a Dios, pero nota lo que dice después con relación a Jesús, el Hijo. Dice que él lo ha dado a conocer. También hemos leído el pasaje que dice que el Espíritu de Verdad es el que nos va a guiar. O sea que hay una relación muy estrecha entre el Hijo, que viene a darnos a conocer al Padre, y el Espíritu de Verdad.
Te digo más: el Espíritu Santo es el que hace el puente entre el Hijo y el Padre. Porque el Espíritu Santo, tiene la habilidad de moverse entre las dos dimensiones. Por ejemplo: ¡Nadie vio al Espíritu Santo! Pero sí a Jesús. Entonces, Jesús ha dado a conocer al Padre. Pero es el Espíritu Santo el que establece y profundiza ese conocimiento en el hombre. ¿Qué es lo que hay en la dimensión eterna? Sólo Dios. Y muchas veces se habla, en términos teológicos, de la soledad de Dios en esa dimensión eterna. Porque allí, reitero, sólo está Dios. Claro está que el concepto de soledad, de ninguna manera en este caso implicará depresión. Dios no es hombre para que se deprima. Además, será inteligente separar el concepto de soledad tradicional, del de soledad como único.
