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Un Pueblo Muy Particular

Es obvio que no voy a encarar un estudio completo del Libro de los Hechos, (Alguien ya lo habrá hecho o lo estará haciendo hoy mismo, tal vez), sino simplemente dedicar mi atención a un par de sucesos que –entiendo- podrán ayudarnos bastante en esto de romper con los sistemas y rescatar a la iglesia oculta dentro de los sistemas.  El primer asunto, tiene que ver con la mentalidad que tenía Israel cuando llega al tiempo del Libro de los Hechos, un libro que dice que son los hechos de los apóstoles, aunque no son pocos los que prefieren verlo como los hechos de la iglesia primitiva. Y si me dejas titularlo a mí, como buen periodista que alguna vez tituló tapas de periódicos, yo le pondría directamente: Hechos del Espíritu Santo.

Y en primer lugar, tendré que recordarte algo que quizás tú también ya has percibido con sólo leer las escrituras: hoy somos muy idealistas respecto al tiempo en que Jesús aparece por esta tierra, aunque no soy el único que podría asegurarte que ese fue uno de los tiempos más difíciles de la historia. En primer lugar, porque Israel venía de estar bajo el dominio de diferentes naciones por espacio de muchos años. Y todos sabemos por profusas experiencias antiguas y contemporáneas, que ninguna nación que ha sido conquistada puede alguna vez vivir feliz. En primer lugar, hay una profunda raíz de amargura que no se va de ninguna manera con una oración pequeñita de circunstancias, porque detrás de ella hay una sensación de odio innato que, en casos, hasta puede avergonzar al que lo experimenta.

Por eso puedo asegurarte con total y absoluta libertad y certeza, que los judíos de ninguna manera querían a nadie que no fuera judío. Por el otro lado, y como para quedar en paridad absoluta, nadie quería a los judíos. ¿Causa? Una entre muchas: sólo se ayudaban entre ellos. Además, estaban repletos de prejuicios. ¿Y tenían motivos para encerrarse casi como una secta y sólo movilizarse para ayudarse entre sí? Estoy convencido que sí, que los tenían y sobrados. Sin ir muy lejos, todas las naciones que estuvieron cerca de ellos buscaron conquistarlos, y, de hecho, algunos de ellos lo hicieron. Por eso creo que la situación no tiene que haber sido muy sencilla para un judío, en ese momento. Eran, claramente, ciudadanos de segunda categoría, de segunda clase.

Cuando Roma establece toda su extensión y su perímetro de gobierno, y ahí estaba también Judea, el territorio que más conflictos les daba, era el territorio de Israel. Tanto es así que tenían una guarnición completa allí, todo el tiempo. Porque los judíos, te explico, eran muy revoltosos. ¡No eran en absoluto un pueblo pacífico! Es suficiente con recordar lo que el episodio de Masada, cuando ocurre esta gran revuelta con toda esta gente, con Judas Macabeo, con todo lo que fue eso. Ese suicidio masivo de cientos de judíos. Eran un pueblo difícil de llevar. Tanto que en el año 70, los romanos, hartos ya de Israel, van y pasan la aplanadora sobre Jerusalén y no queda piedra sobre piedra. Tito, el general, va y destruye todo rastro de resistencia. Los judíos, internamente, estaban muy divididos. Había por lo menos, adentro, siete grupos muy fuertes. Los saduceos, los fariseos, los escribas, los zelotes, los escenios, eran grupos muy diversos, que, aunque compartían todos, la misma fe por la Torá, por la Ley, tenían tremendas divergencias en su interpretación y en su manera de vivir esa Ley.

Entonces, entre ellos mismos había muchísimas discrepancias y había cosas casi inaceptables. Y para colmo de males, en la mitad de la nación estaban incrustados los samaritanos, que eran una mezcla de judíos y asirios que aparecen en cierto proceso de la historia, hablando un lenguaje medio raro, el arameo, un idioma que lo único que trajo fue mayor confusión, todavía. Ahora; si puedes imaginarte todo ese escenario, vas a darte cuenta que Jesús no podía haber nacido en un peor momento y lugar. Cuando Jesús llama a sus discípulos, hay todo un tema sobre por qué elige a esas personas, que fue lo que vio en ellos y una serie de exámenes más. Sin embargo, ellos expresan esas divisiones internas varias veces, y se puede ver algo en los evangelios respecto a esas faltas de acuerdo que había entre ellos.

Había discriminación, había marginación y un sinfín de actitudes negativas más. Por eso, es asombroso lo que Jesús hizo, aunque supongo que le quedó pendiente el trabajo de carácter que podía hacer con los que eran sus seguidores. Y eso queda en evidencia cuando a Jesús lo detienen y lo ponen preso. ¿Qué es lo primero que hacen sus discípulos? ¡Huyen! ¡Se esparcen en todas direcciones! Eso te deja pensando algo que es una realidad: la única cosa que nucleaba a todos esos hombres tan distintos entre sí, era el propio Jesús. A él se lo llevan preso y a nadie se le ocurre orar, hacer guerra espiritual o reprender demonios. ¡Nadie atina a nada! Yo me pregunto si, con todos estos hechos a la vista, alguien se atrevería a dejarles un grupo de cristianos a cargo a esos discípulos, hoy. ¡No eran confiables!

Sin embargo y pese a todo eso, vemos que Jesús no sólo le dejó a un grupo de cristianos a su cargo, ¡Les dejó el mundo entero! Claro está que Jesús tenía en cuenta algo que ninguno de nosotros pensó: el papel, el rol que iría a desempeñar el Espíritu Santo. Y esa es la enorme diferencia que se vislumbra entre los evangelios y el Libro de los Hechos. Los evangelios son el relato de Jesús, en quien está el Espíritu Santo. El Libro de los Hechos es el relato de los apóstoles, en donde el protagonista principal es el Espíritu Santo. ¿Y hay un modelo para tomar modelo, allí? Yo creo que sí, que lo hay. ¿Y tú?

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agosto 27, 2022 Néstor Martínez