Estoy plenamente convencido que, en estos tiempos, el pueblo cristiano que desea encontrar los verdaderos valores del evangelio, está en una etapa de proceso. Y en el marco de ese proceso, sobrealimentado por las inclemencias vividas con la pandemia, examinamos y nos examinamos para poder ver, en lo externo y en lo interno, cuál es el verdadero rol del Espíritu Santo en la vida de una persona. De hecho, por poco o por mucho, los que llevamos algunos años en este camino, hemos aprendido que, así como hay gente que camina hacia un objetivo falso, hay otros que lo hacen hacia un objetivo divino y genuino. Sin embargo, yo estoy en certeza que lo peor que se puede hallar, es aquel que no avanza hacia ninguna parte. Alguien que está en un lugar por años y años y jamás cambia absolutamente en nada su vida. Y lo más triste y grave: ni siquiera se da cuenta de ello.
Dentro del pueblo, además de estos inmovilizados que a corto o mediano plazo serán de obstáculo para los que avanzan, también coexisten los ultra espirituales, que son aquellos que lo espiritualizan absolutamente todo, ven ángeles, demonios y espíritus a cada momento y los antagónicos, que además de burlarse de estos que termino de mencionar, viven una vida previsible, en un marco racional y decididamente físico. Esta gente, en lo espiritual, ni siquiera está en condiciones de tomar conciencia de su propio pecado. Creo que debemos ser conscientes de nuestros problemas. Tengo la sensación que el Espíritu Santo no va a venir a decirme cuál es mi problema, porque examinándome, yo ya sé cuál es mi problema. Y creo que debería existir alguna plataforma que ayude a responder eso. De hecho, no siempre manejamos las cosas de la manera más eficiente. Pero en el fondo, debería haber la voluntad de ser mejores personas mañana.
Y eso, en todos nosotros. Más allá de que en nuestras vidas exista un pastor o no exista. Más allá que estemos abiertos al mover del Espíritu Santo, o no. Creo fielmente que cada uno debería ser honesto en cuanto a su condición, en cuanto a lo que es difícil. Por eso siempre decimos que, conforme al sistema con que se mueve la iglesia evangélica tradicional hoy, los pastores y pastoras existentes, se encuentran en una alta condición de vulnerabilidad, porque muy difícilmente tengan ellos a quienes contarles sus cosas. De hecho, y en esto pongo mi breve, pero muy observadora experiencia dentro de la organización eclesiástica en una de sus denominaciones consideradas como más serias y sobrias. Según lo he podido ver yo, la persona más sola y desvalida que existe dentro de una iglesia de cualquier cantidad de miembros que se te ocurran, es la esposa del pastor. ¿Te imaginas si llega a tener un problema de alcoba con su marido, como tantos cristianos lo han tenido alguna vez? ¡Su marido es el pastor! ¡Y del pastor nadie debe hablar nada malo! Pregunto: ¿Qué hemos hecho, por Dios?
De hecho, el mayor motivo de asombro que tengo, pese a que no soy ningún joven inexperto que no haya vivido nada en esta vida, es procurar entender a mi Padre, a Dios mismo, de Él estoy hablando, y saber cómo es que puede trabajar con la clase de personas que somos nosotros y lograr algún éxito en ello. ¡Cuesta entenderlo, de verdad! Somos bien complicados, mira. Yo creo fervientemente que cuando alguien se convierte, el Espíritu Santo comienza a trabajar en esa vida y consigue de ella resultados lindantes con el milagro, pero ¿Sabes qué? Modificar estructuras mentales en una persona, puede llevarle al Espíritu toda la vida de esa persona. Y me temo que Dios lo necesita mucho tiempo antes, ¿Entiendes?
¿Quién de ustedes no desea que sus hijos, si los tienen, no tengan que batallar con esos tremendos defectos que sus mentes les dictaban en otros tiempos? Defectos que a lo mejor ya sanaron y quedaron olvidados, pero que seguramente les han dejado cicatrices que, al verlas, los hacen retroceder violentamente en el tiempo. Y no para gozar o disfrutar, precisamente. El modelo, en casi todo lo que debemos encarar de aquí en más, está en la Biblia podría decirte que desde siempre. El Libro de los Hechos. El modelo de iglesia que vemos en Hechos, es más que interesante, sobre todo si tenemos en cuenta y no perdemos de vista el cómo Dios puede llegar a trabajar en el corazón de la gente. No se trata de ser retrógradas y desear volver al pasado, se trata de recuperar un Reino usurpado y constituirlo en lo que fue diseñado para ser: gobierno y dominio sobre toda la tierra. Esa es nuestra herencia. ¡Esa es tu herencia! ¿Verá un Padre con buenos ojos que un hijo suyo no quiera entrar a poseer esa herencia?
Veo a ese doble muro o estructura Jericó, que está en medio del paso a la herencia y puesta allí bien cerrada por causa de los hijos, la directiva de Dios fué de lo más extraña, una estrategia nunca vista ni oida, pero se debía ejecutar así, y una vez caídas las estructuras subir hacia adelante, y no dejar nada en pie, aún bajo maldición de quién pusiera o levantara algún fundamento.
Siete vueltas, siete dias, siempre se dijo siete: perfección, ahora entiendo cómo madurez, pero como escuché por ahí, siete también significa propósito.
Interesante… preparación, caida y avance.