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¡En Las Alturas!

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     Viendo algunas de las noticias de mayor relevancia que en el plano internacional nos entrega este mundo en el que habitamos, no podía sacar de mi mente la escena (Imaginada, claro, porque no estuve allí para verla), de cuando a Jesús lo quieren hacer rey. O los otros, los seguidores de Barrabás, que aguardaban que con Jesús al frente, la caída del imperio romano dominante y opresor fuera un hecho consumado. Y me imagino también sus rostros decepcionados cuando nada de eso ocurrió y ese hombre al que todos querían ver encabezando alguna clase de movimiento social, político y hasta revolucionario, terminaba yendo a una cruz, como el más deleznable de los delincuentes, y según él y sus seguidores, eso era considerado victoria.

     Y lo pensé porque hoy, a tantos años de aquel suceso que dio inicio a lo que hoy denominamos y adherimos como cristianismo, muchos de nosotros autodenominados como cristianos, todavía no podemos entenderlo. Sí, tal vez, con lo sucedido en la cruz, porque somos duchos en teología, pero no en lo cotidiano, en lo visible, en lo de todos los días, porque esto ya no se trata de teología sino de sabiduría divina en estado práctico y dinámico. Ya hemos dado algunas pautas respecto a cómo deberá vivir un creyente genuino en estos tiempos. Cómo deberá resistirse a dejarse llevar por corrientes de pensamiento secular disfrazadas de religiosas o, en su defecto, evitar caer en las trampas que la comunicación masiva propone a través de sus canales.

     Yo ya no estoy en edad para formar grupos, ni asociaciones de ningún calibre, pero mucho menos para caer en la infinita mediocridad de permitir que otro, (U otros) piensen en mi lugar y decidan respecto a lo que yo debo hacer o no hacer. Porque un cristiano que permite que otro piense en su lugar, es un cristiano influido por el infierno. Y cuando no es otro, en lo singular, sino otros, aquí habrá sido influido a favorecer intereses que, seguramente, no tendrán nada que ver con los suyos, aunque tratarán de convencerlo que sí.

     Mi proposición para estos tiempos, (Que por otra parte no es ninguna originalidad, sino una síntesis de lo que la propia Palabra de Dios dice), es procurar a full vivir el evangelio de manera precisa, íntegra, honesta, recta y enteramente visible. Que no nos limitemos a ser esas buenas personas reunidas en templos o iglesias, con sus manos levantadas y rostros en éxtasis, que cuando concluyen los servicios salen a las calles y pasan desapercibidos para el resto, porque sus conductas y comportamientos no difieren en nada de los que no estuvieron reunidos en templos o iglesias con sus manos levantadas y sus rostros en éxtasis.

     En suma: lo que propongo es puntual y exactamente hacer lo mismo que hizo Jesús cuando habitó entre sus compatriotas. Jesús no vino a sanar, ni a liberar, ni a resucitar muertos ni a darle de comer peces y panes a cuatro o cinco mil personas. De acuerdo, hizo todo eso y gloria al Padre por ello, pero él no vino a eso, aquí. Tampoco vino a morir en una cruz a favor de nuestra redención, aunque eso fue lo que sucedió. Jesús vino a este mundo y estuvo durante tres años haciéndolo, a vivir una vida digna de ser imitada. ¡Ese es Cristo! ¿Esos somos los cristianos? Ya sé tú respuesta porque es similar a la mía, así que lo que nos resta, mientras quede tiempo posible, es cumplir con esa misión tan simple y tan complicada, al mismo tiempo. Tanto que sin Su ayuda sería imposible lograrlo. ¡Pero gloria al Señor porque tenemos su ayuda!

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marzo 20, 2019 Néstor Martínez