Nuestro mundo es como es y muy difícilmente los cristianos lleguemos a cambiarlo. Simple y sencillamente porque no hemos venido a eso. Quien así lo crea, debería incursionar en la política y ver, con la mayor de las quiméricas ideologías terrenales, la posibilidad de realizar ese cambio.
Me cuesta dejar comentarios, es tanta información a la que accedo, en un punto me paraliza. Pero la palabra “desafío” siempre me motiva y tal cual está planteado aquí mucho más. No importa cuanta información -coincido que mejor sería llamarla desinformación- tengamos respecto muchas cosas, los problemas del hombre siguen siendo los mismos desde sus orígenes. Si bien quienes estamos en el camino sabemos que se resume en la falta de una vida en Cristo, dejando que él viva en nosotros; no mucho más. Desconocer esto lleva al hombre a una búsqueda mortal, intenta de uno y mil modos llenar esa ausencia, en un mundo ilusorio que cada vez le ofrece más “parches a su angustia”, que lamentablemente sólo evidencian más su vacío interior. Es a ese vacío al que hay que hablarle, ese vacío desespera por conocer a Jesús, no lo rechaza, lo reclama. El gran desafío entonces es llegar hasta ahí, tener la paciencia para escuchar la diversidad de historias, es reconocer con ellos como lo han ocultado/negado/anulado; un desafío que inevitablemente duele, porque es imposible no sentir que algo de eso nos resulta demasiado conocido. El gran desafío para evangelizar es acompañar callando liberando ese dolor, con la plena confianza de que el Espíritu se manifestará en mi silencio. a través mío anunciará las Buenas Nuevas, más vigentes que nunca ahora y por siempre.