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La Vida Color Sangre

Pese a que la teología tradicional se ha ocupado largamente de examinar, analizar y teorizar respecto al tema de la sangre, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, tendremos que convenir que todavía existen muchos claros y oscuros no del todo iluminados y resueltos. Por lo tanto, ha sido sigue siendo moneda corriente ver, en distintas congregaciones e distintas denominaciones, un uso y hasta un abuso de la sangre como elemento de poder. El material que existe o está a disposición de la mayoría, contiene elementos probos y de calidad, pero todavía no ha logrado, en su difusión a veces masiva, darle al cristiano promedio una visión clara al respecto. Pablo habló de ella en esta su carta a los Efesios, aunque sus conclusiones todavía no fueron suficientes como para que alguien pueda decir con autoridad que sabe perfectamente lo que la sangre fue, es y será. Mira lo que les dice a estos cristianos efesios, partiendo de la base del pasado y lo actual.

Efesios 2: 12 = En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Lo que Pablo les quiere decir es que en los tiempos antiguos, la figura de ese Dios tan particular que los fariseos se encargaban de sostener, era tan lejana que cada hombre y ni hablar una mujer, suponían que debían aferrarse de alguna manera a algún sector del poder reinante, si es que deseaban, no ya tener una vida digna, sino al menos llegar a ancianos. La ley actuaba de modo contrario a como Dios la había diseñado y la gente, por ello, suponía que, si la cumplía al menos en parte, estaba garantizada su religiosidad y la recompensa por ella. (13)  Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. ¿A qué le adjudica Pablo el haber acercado a la gente a ese Dios lejano? A la sangre. Cuando dice la sangre, es obvio, se refiere a la que derramara Jesús en la cruz del calvario, y que actuara como expiación por los pecados pasados, presentes y futuros de toda la humanidad.

Nosotros tenemos escasa pero suficiente información para ver a la sangre de distintas formas: Por ejemplo, como un signo de fragilidad, de herida, de muerte, pero también hablamos de sangre como el ‘elemento vital’. La sangre hace que nuestros cuerpos estén sanos y vivos. Puede, a través de una transfusión, ayudar a otros a vivir. La vacunación, fíjate, cuando es seria y bien plasmada, le da a nuestra sangre la capacidad de resistir las enfermedades. Pero, la sangre de Cristo hace mucho más, sin dudas. Por eso será bueno quedarte a descubrir con nosotros el poder de Jesús y de su sangre. La palabra sangre se usa mucho en la Biblia. El Antiguo Testamento a menudo habla del poder purificador de la sangre durante los sacrificios. Esto se puede leer en Levítico 17:11 para comprender por qué la gente creía en los sacrificios. Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona. ¿Qué pasó con aquellos que no hacían sacrificios regulares en los tiempos del Antiguo Testamento?

También es cierto que se abusaba fácilmente del sistema de sacrificio del Antiguo Testamento. A menudo se ofrecían sacrificios sin un verdadero arrepentimiento. También puedes leer Isaías 1: 11-17 para comprender cómo piensa Dios. Dice: ¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.

Ahora bien; La sangre está en todas las Escrituras, pero ¿Qué significa La Sangre De Cristo para nosotros? Josué 2:18-19 dice: He aquí, cuando nosotros entremos en la tierra, tú atarás este cordón de grana a la ventana por la cual nos descolgaste; y reunirás en tu casa a tu padre y a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre. Cualquiera que saliere fuera de las puertas de tu casa, su sangre será sobre su cabeza, y nosotros sin culpa. Mas cualquiera que se estuviere en casa contigo, su sangre será sobre nuestra cabeza, si mano le tocare. Rahab, la mujer a la que se habla en este pasaje, era una ramera en la ciudad de Jericó. Cuando los israelitas llegaron a poseer la tierra, su ciudad estaba destinada a la destrucción, y ella junto con ella. Pero ella fue entregada, y su vida se transformó, simplemente atando un cordón escarlata en su ventana. Este cordón representaba la sangre del Señor Jesucristo y apuntaba hacia el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. De hecho, toda la Biblia trata sobre Jesucristo y Su redención por sangre, y encontrará este hilo escarlata en toda la Palabra de Dios.

Hay dos textos que son clave. En Éxodo 12:13, Dios dice: Cuando vea la sangre, pasaré de ti. Y en Hebreos 9:22, el autor declara que: sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados. Su sangre nos redime. Había un precio contra nosotros que no podíamos pagar, pero La Sangre De Cristo nos redimió. 1 Pedro 1:18-19 dice: Por cuanto sabéis que no fuisteis redimidos con cosas corruptibles… sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin defecto y sin mancha. Asimismo, su sangre nos lleva a la comunión con Dios. A eso lo vemos en el texto que estamos examinando ahora en Efesios. Su sangre nos reconcilia con Dios. El hombre, por naturaleza, está en guerra con Dios; y solo podemos acercarnos a Dios en sus términos de paz: la expiación de sangre. La Biblia dice en Colosenses 1:20, Y habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz, por él reconciliar todas las cosas consigo mismo…

Su sangre limpia. No solo elimina el castigo del pecado, también elimina la contaminación. No me importa el pecado que hayas cometido. la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado dice 1 Juan 1: 7. Su sangre te da poder sobre el reino de las tinieblas en todo su conjunto, porque preponderantemente, es la sangre lo que más teme Satanás. Apocalipsis 12:11 dice: Y lo vencieron [Satanás] por la sangre del Cordero… El diablo no quiere que aprendas acerca de la sangre. ¡Lo odia! Por esa razón no me extrañaría que hoy mismo, ahora, te esté poniendo alguna traba u obstáculo para que escuches o leas esto. Ten calma, es parte de tu guerra personal. Sólo pelea, los ángeles y el poder de Cristo harán el resto. De hecho, antes de que este planeta llegara al espacio, Dios había determinado en Su corazón que enviaría a Su Hijo a morir en la cruz. ¡Qué maravilloso es trazar el hilo escarlata de La Sangre De Cristo tejido a lo largo de la Biblia! Cuánto más maravilloso experimentar su redención personalmente. ¡Alabado sea Dios por la sangre de su Cordero!

Cuando alguien invoca La Sangre De Cristo en sus oraciones por algo que cree que debe hacerse, en realidad está invocando la muerte sacrificial de nuestro Señor para sus propósitos. Sin embargo, una revisión de las referencias a La Sangre De Cristo en el Nuevo Testamento revela que la muerte de Cristo no tiene relación con las súplicas por tales cosas. Entonces, ¿a qué se refiere La Sangre De Cristo? En primer lugar, La Sangre De Cristo, es decir, su muerte, nos abrió el camino de la salvación de nuestros pecados. Su sangre redimió o compró nuestra salvación. Por todo esto, el mismo Pablo pero en Romanos 3: 24,25 nos dice: Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios ha puesto como propiciación mediante la fe en su sangre, para declarar su justicia para la remisión de los pecados que son pasado. Pablo nos enseña, también, que compartimos con otros creyentes el recuerdo de la muerte de Cristo hasta que Él venga por nosotros cuando participamos de la comunión. Fue la sangre derramada de nuestro Señor Jesucristo, Su muerte, lo que nos salvó del pecado y nos dio vida eterna con Él.

Y en último lugar, aunque habría mucho más para decir, vemos que su sangre, es decir, su muerte, nos ha proporcionado un acceso a Dios que la humanidad nunca antes había tenido. Hebreos 10:19 dice: Teniendo, pues, hermanos, confianza para entrar en el Lugar Santísimo por La Sangre De Cristo. Antes de la muerte de Cristo, los gentiles no tenían ninguna esperanza de acceder a Dios. Los judíos tenían acceso, pero solo por y a través de su sumo sacerdote. Y podía entrar al lugar santísimo en el templo solo una vez al año, y luego con la sangre de los animales para la remisión de los pecados para él y la gente. Ahora, por La Sangre De Cristo, es decir, después de Su muerte, todos, tanto judíos como gentiles, podemos tener acceso directo a Dios.  La Sangre De Cristo nos ha redimido del pecado y nos ha dado acceso a Dios. Podemos agradecer a Dios que tenemos acceso a Él a través o por La Sangre De Cristo, pero nuestras oraciones deben hacerse en Su Nombre, y no por Su sangre. En algunos sitios en los que recuerdo haber estado, deberían tomar nota de esto y pegarlo en sus púlpitos, como parte del bosquejo. 

Vuelvo a Efesios, versos 14 al 16 = Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. ¿Quieres que te diga lo primero que viene a mi mente cada vez que leo este pasaje? ¡Qué bueno sería que se reiterara en letras lo suficientemente grandes como para ser leídas aun por los hombres más miopes, tanto de su vista natural como de la espiritual! Y que, una vez construido un enorme letrero, fuera colocado en un lugar más que visible en la ONU, por ejemplo. Fui periodista y sé que sin chequeo reiterado de información y sin pruebas legales, no se puede hacer mención específica de nada, pero tengo certeza que todos ustedes que hoy me leen, tienen suficiente inteligencia divina como para saber de qué o quienes estoy hablando.

Porque hasta dónde me ha tocado ver en esta vida, la esencia de la paz siempre es dual, del mismo modo que el causal de la separación que de la lucha. Paz, no es una mera sensación emocional o corporal. Paz significa estar unidos con alguien o algo, y también poner fin a la hostilidad con algo o alguien. Está escrito que cuando digan “hay paz, hay paz”, será cuando peor vengan las cosas. Hoy hay paz en un cincuenta por ciento del planeta, si contamos guerras, escaramuzas, actos terroristas o simplemente desajustes sociales fuertes por las causas que sea. Y ese cincuenta por ciento que supuestamente vive en paz, está en guerra con sus propias veleidades, frivolidades, necesidades, carencias y agresividades. ¿Puede ser feliz el hombre así? No. Todos sabemos que no, pero lo disimulamos por religiosidad. El hombre sólo puede tener gozo, que incluye paz, indefectiblemente, sólo si está refugiado en Cristo y escondido en Él. Cuando Pablo les escribe a los Colosenses, les desea que la paz de Dios gobierne sus corazones. Y eso, les aclara, sólo puede darse si se unen en un solo cuerpo, tal como fueron llamados. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.

Versos 17 y 18 = -Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Está más que claro que todo esto se refiere a judíos y gentiles. Nosotros somos los gentiles que estábamos lejos, y los que estaban cerca eran los del pueblo judío. ¿Sabes qué? Cuando somos testigos directos o indirectos de esos vaivenes y enfrentamientos teológicos o de cualquier otra índole que todos hemos visto u oído alguna vez, No podemos menos que recalar en lo que se lee al final. Por medio de Jesús el Cristo, los unos y los otros, esto es, judíos y gentiles, tienen entrada al Reino de Dios por un mismo Espíritu, que es el Espíritu Santo. ¿Se está viviendo eso, hoy? No. ¿Motivos? Egocentrismos diversos. Orgullos insostenibles. Soberbias del poder. Intereses humanos, materiales, económicos, raciales, clasismos odiosos y repugnantes. De uno y el otro lado, aquí no puedes tomar partido conforme a lo que te corresponda porque no es eso lo que nos demanda. Lo viene diciendo desde el inicio.

Dios le habla a Isaías y entre otras cosas le dice por la iniquidad de la codicia de ellos, Él se enojó y los hirió, escondió su rostro y se indignó. Sin embargo, el pueblo siguió rebelde por el camino que le dictaba su endeble corazón y no por el que su Dios le había trazado. Sin embargo, dice que Él los sanará, los pastoreará, les dará consuelo. Tanto a él como a todos los que guardan luto. Y traerá paz al que está lejos, que es el gentil, y al cercano, que en ese momento es el judío. También los salmos hablan de esos lejanos y cercanos. Mira como lo dice el 148 cuando señala: Él ha exaltado el poderío de su pueblo; Alábenle todos sus santos, los hijos de Israel, El pueblo a él cercano. Creo que no es necesario definir que si uno es Israel, el pueblo cercano se trata de los gentiles. Pablo termina de confirmarlo con nombre y apellido a modo de ejemplo. En su primera carta a los Corintios, capítulo 12 y verso 13, dice: Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Judíos y griegos, esclavos o libres. Un mismo Espíritu. ¿Tú crees que no existe gente de mucho prestigio que cree sinceramente que tendrán entrada por un lugar especial por fuera de donde entrará el grueso de la población de menos predicamento?

Versos 19-22 = Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. Vivas donde vivas, ¿Qué es un extranjero para ti? Sencillo. Alguien que ha venido de otro país al tuyo. El que habita en cualquier nación que no es la propia. ¿Y qué cosa es un advenedizo? En síntesis, alguien que llega a una posición que no le corresponde o a un lugar en el que es considerado como un extraño. Que te quede claro cuando recibas algunas de esas hermosas y educadas burlas con que nos agasajan a los creyentes: tú no eres ninguna de estas dos cosas. ¿Y qué eres? Un conciudadano de los santos. Alguien que vive en una misma ciudad que los santos. Un compatriota, si deseas llamarlo así, de los santos, alguien de su misma nacionalidad. O sea, lo dicho hace poco tiempo en un audio editado: ¡No Somos Ciudadanos de Segunda Categoría! Dios es Nivel Uno. Nosotros, Su imagen y semejanza, Nivel Uno. Categoría de Hijos, por medio de Cristo.

Y algo que me quedó sin decir. Si no somos extranjeros en la nación del Reino, tenemos los mismos derechos de ciudadanía que todos los demás súbditos del Rey de reyes y Señor de señores. Y no somos advenedizos porque cualquier posición o rango, (Hablando estrictamente en el ámbito espiritual, nada que ver con eclesiología), nos las hemos ganado en buena ley y el propio Rey nos ha ordenado en cada sitio en el que estemos. Dios ordena tu calidad de ministro. El hombre no puede ordenarse entre sí porque no tiene ese mandato. En Filipenses 3:20-21 Pablo dice: Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. Increíble, ¿Verdad? Lo lees y dices: ¿Todo eso es mío? Sí. Todo. Con los Gálatas es más claro, aún. Les expresa: Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe. ¿La familia de la fe son todas las personas que asisten a iglesias cristianas? No. Sólo los redimidos.

Y luego os dice que integraremos esa familia de Dios edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas. Hay que aclarar, porque no es de menor importancia, que los apóstoles y profetas que Pablo menciona aquí, no tienen nada que ver con lo que él mismo determinará en el muy conocido versículo de 4:11. Aquí se está refiriendo a los apóstoles fundadores, que sí son de los que habla Juan cuando escribe en Apocalipsis 21:14: Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. En cuanto a la piedra del ángulo que es Jesucristo, esto ya tiene un adelanto en Mateo 16, cuando sucede el episodio en el que Pedro es el único que lo define como el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Allí él responde: Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Imagínate una pirámide, como las que seguramente habrás visto más de una vez en videos, fotos o, en el mejor de los casos, personalmente en Egipto. ¿Cómo se construían? De abajo hacia arriba. La base y de manera escalonada hacia arriba. El hueco que quedaba para el final, en la cúspide, era llenado por una piedra especial denominada “piedra del ángulo”. Así se edificó la iglesia, dejando para el final, con la llegada de Jesús, la piedra, o la roca, como mejor te agrade, para completarla.

Ahora bien: si nosotros, como miembros de esa iglesia gloriosa y genuina; como parte del cuerpo de Cristo en la tierra, no edificamos correctamente y según el plano o diseño elaborado por la arquitectura celestial de Dios Padre, podremos construir una pirámide muy bonita, que sirva para el lucimiento de todos los obreros que participaron de eso y para pavonearnos delante de los turistas que llegan a ver la maravilla, pero no nos quedará en la parte superior la concavidad justa para que quepa esa piedra final, la que da el rótulo de consumado es a toda la obra. Y por lo tanto, tendremos una edificación espectacular, pero Cristo no podrá ser la piedra de ese ángulo, que equivale a decir la cabeza de todo lo restante. Y nos convertiremos en otra triste Babilonia más, ocupada y súper ocupada en armar shows, fiestas, música, danza, divertimento y entretenimiento carnal, sólo embardunado con un barniz religioso a partir de discursos humanísticos, sociales, psicológicos o meramente teológicos, auto denominados pomposamente como mensajes o predicaciones. Eso no es Jesús. Eso no es Cristo. Eso no es Espíritu Santo. Eso no es Dios.

Es tiempo de bajar esa velocidad supersónica impresa en las cosas de Dios, operando con llamativa prisa para llegar no se sabe dónde, porque hay un camino para recorrer y, justamente, la cualidad y calidad del creyente se fundamenta y sustenta en la sobriedad con la que transite ese camino. Los templos de mampostería nos pueden ser útiles para reunirnos y tejer estrategias de combate en pos de la recuperación del Reino usurpado, pero de ninguna manera pueden terminar siendo verdaderos ídolos de adoración singular. Uno de los peores errores que hemos cometido a lo largo de estos más de dos mil años, ha sido el de inventar estructuras nuevas y dinámicas con la excusa de que sirven para adorar mejor a Dios, y terminar adorando la estructura que nosotros creamos, que es lo mismo que decir, adorando a nuestro yo. No por nada Pablo les escribió, en su primera carta a los Corintios, esto: ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es. No me gusta ser apocalíptico ni tremendista, pero me temo que estamos mas cerca de destruir que de construir. Y eso, eso tampoco es Dios, aunque hablemos de Él todo el tiempo.

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noviembre 24, 2024 Néstor Martínez