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¿Dónde Estás Tú?

Siempre me impactó que, ni bien se produjo la desobediencia del primer hombre y la primera mujer, en cuanto a no comer del fruto que se le había prohibido, y que por ese motivo sus ojos fueron abiertos y pudieron verse a sí mismos tal como eran, y por temor se escondieron, que Dios mismo en persona, lo primero que le dice al hombre cuando lo vuelve a encontrar, es: ¿Dónde estás tú? ¿Es que Dios verdaderamente ignoraba donde se había escondido Adán? No, Dios lo sabía todo, pero quiso en un acto más de misericordia, darle la posibilidad de expresarlo, de decirlo, de arrepentirse, de reconocer que había fallado y volver a sus brazos como estaba antes de desobedecer y caer. Pero el hombre no retornó, sino que decidió vivir su propia vida. Y Dios se lo permitió por su enorme amor y paciencia. Y llegado al hoy, ese mismo hombre, encarnado en cualquiera de nosotros, anda por esas calles de la vida cuestionando a Dios por todo lo que nos está pasando y casi preguntándole con irreverencia: ¿Dónde estás tú, Dios mío? ¿Por qué no haces algo para terminar con esto? La respuesta se nos revela a todos a partir de una palabra que recibí y que está en Job 38, 39 y parte del 40. Yo pude haber sido uno de los que le hizo esa demanda, entonces seré yo el que reciba esa respuesta. Y lo haré desde la versión de Lenguaje Actual, para que suene más contundente y precisa.

(Job 38: 1) = Dios le respondió a Job desde la tormenta: (2) «¿Quién eres tú para dudar de mi sabiduría, si sólo tonterías has dicho? (3) ¡Vamos a ver qué tan valiente eres! Ahora yo voy a hablar, y tú me vas a escuchar. (Sí, Señor…como tu digas, Señor…pero detén esa tormenta que me hace sentir temor …) (4) »Si de veras sabes tanto, dime dónde estabas cuando puse las bases de la tierra. (5) ¡Tú no sabes quién la midió metro a metro, (6) quién puso la primera piedra y en qué descansan sus cimientos! (7) ¡Tú no estabas allí, mientras cantaban las estrellas y los ángeles danzaban! (8) »Dime quién puso límites al mar cuando este cubrió la tierra; dime cuándo lo envolví entre nubes y lo dejé en la oscuridad; dime cuándo les mandé a las olas no pasar más allá de la playa. (No, Señor…yo no sé nada de eso… ¿Cómo se te ocurre que yo estaría allí cuando cantaban las estrellas y los ángeles danzaban? ¡Me hubiera desmayado!) (12) ¿Alguna vez en tu vida le has dado órdenes al sol para que comience un nuevo día? (No, Señor…¿Cómo le voy a dar órdenes al sol?)  (13) ¿Alguna vez en tu vida le has dado órdenes a la tierra para que se quite de encima a los malvados? (Tampoco, Padre, ¡Pero te aseguro que lo haría de buena gana!) (14) Cuando la luz del nuevo día se asoma tras las montañas, (15)  los malvados no soportan su luz, y allí se acaba su poder.

(16) »¿Has bajado al fondo del mar para ver dónde nace el agua? (¡No, Señor! ¿Cómo podría?)  (17)  ¿Has bajado al reino de la muerte y visitado a los muertos? (Padre…tú sabes que no…) (18) Si en verdad lo sabes todo, dime cuánto mide la tierra. (19) »¿Sabes dónde viven la luz y la oscuridad? (20) ¿Puedes llevarlas al trabajo, y regresarlas a su casa? (¡No! ¡Yo no podría hacer nada de eso!) (21) ¡Claro que no! No has vivido tantos años ni naciste antes que ellas. (22) »¿Has estado en los depósitos donde guardo la nieve y el granizo? (¡Oh! ¿Hay depósitos para la nieve y el granizo?)  (23) Yo los tengo guardados para los tiempos de guerra y para castigar a los malvados. (Ah…no lo sabía…) (24) ¿Sabes hacia dónde se dirigen los relámpagos, y a qué regiones de la tierra viajan los vientos del este? (25) ¿Sabes quién deja caer las lluvias torrenciales, (26)  y quién riega los desiertos, donde nadie vive? (27) ¿Quién riega los campos secos y los convierte en verdes prados? (28) ¿Quién produce la lluvia y el rocío? (29) ¡Dime de dónde salen el hielo y la escarcha, cuando el agua del mar profundo se endurece como la roca! (No lo sé, Dios mío, ¡No se nada de eso!) (31) »¿Puedes hacer que las estrellas se agrupen en constelaciones y aparezcan todas las noches? Allí tienes a la Osa Mayor, a Orión, las Siete Cabritas y la Cruz del Sur. (¡No, Padre! ¿Cómo podría hacer yo algo así?)

(33) ¡Si no sabes gobernar la tierra, cómo podrías gobernar el cielo! (Perdóname, Padre! Es tan cierto, eso…) (34) »¿Puedes ordenar que llueva con sólo levantar la voz? (No) (35) ¿Puedes darle órdenes al rayo, y hacer que te obedezca? (No, no puedo hacer eso) (36) Dime quién les dio sabiduría al gallo y a las otras aves. (Tú, Señor) (37) Dime si eres capaz de contar las nubes y hacer que llueva (38) para humedecer la tierra cuando esta se reseca. (No sé cómo haría eso) (39) Tú no consigues comida para las leonas y sus cachorros, (49) mientras duermen o descansan en el fondo de sus cuevas. (41) Tú no alimentas a los cuervos, cuando sus polluelos andan perdidos y me piden de comer. (Es verdad, yo no hago nada de eso, ni lo haré jamás) (Job 39: 1) = »¿Sabes cuándo nacen las cabras monteses? ¿Has visto nacer a los venados y cuánto tardan en nacer? (3) Al llegar el momento, la madre se encorva en el bosque y tiene a sus críos; ellos crecen y se hacen fuertes, y luego se van para no volver. (5) »Yo soy quien hizo libres a los burros salvajes; (6) yo soy quien les dio el desierto para que vivan allí. (7) Son tan libres que no hacen caso de los ruidos de la ciudad ni de los gritos de los arrieros. (8) Y así, andan por los cerros en busca de pastos verdes. (¡Qué maravilla inigualable que eres, Señor!)

(9) »¿Tú crees que un toro salvaje estará dispuesto a servirte y a dormir en tus establos? (No, no lo creo) (10) ¿Tú crees que si lo amarras podrás hacer que te siga, y que no se aparte del surco hasta que cultives tus campos? (No me parece que pueda lograr eso) (11) ¿Puedes confiar en su fuerza y echar sobre sus lomos todo el peso de tu trabajo? (No, no podré dominarlo) (12) ¿Puedes hacer que el toro junte todo tu grano y lo lleve hasta el molino? (Yo no, pero sé que tú si) (13) »El avestruz es muy alegre, y le gusta agitar sus alas, pero no es un ave cariñosa: (14) pone sus huevos en la arena, y allí los deja empollar; (15) ¡no parece importarle que una fiera los aplaste! (16) Maltrata a sus polluelos como si no fueran suyos, y no le importa que se pierdan. (17) Cuando yo repartí la sabiduría, no le di su porción de inteligencia, (18) pero cuando extiende sus alas es más veloz que cualquier caballo. (Esto es así, sin dudas, los conozco. Habitan el sur de mi país…)

(19) »¿Eres tú quien le dio al caballo su fuerza y sus largas crines? (20) ¿Eres tú quien lo hace saltar como si fuera un saltamontes, y que asuste a la gente con su orgulloso resoplido? (21) El caballo patea con furia y se lanza hacia la llanura, sintiéndose orgulloso de su fuerza. (22) No tiene miedo de nada, sino que ataca de frente. (23) El ruido de las armas resuena en sus oídos; oye a lo lejos la trompeta, y al oír las órdenes de ataque, resopla y corre a todo galope sin que nadie pueda detenerlo. (Maravilloso el caballo. Pura dignidad y majestuosidad. Digna creación salida de tus manos, Señor) (26) »¿Le enseñaste al halcón a volar y dirigirse hacia el sur? (27) ¿Fuiste tú quien ordenó que el águila remonte el vuelo y haga su nido en las alturas? (28) El águila vive en las montañas; pasa la noche entre las grietas. (29) Desde su lejano escondite se lanza sobre su presa, y la mata. (30) Las águilas se juntan alrededor de la presa, y sus polluelos se ponen felices cuando se beben la sangre. (¡Sí Señor! ¡Esta es TU creación! Toda ella conectada y en sintonía perfecta…

 (Job 40: 1) = »Yo soy el Dios todopoderoso; tú me criticaste y desafiaste, ahora respóndeme». (3) Y Job le respondió: (4)  «¿Qué podría responderte si soy tan poca cosa? Ya he hablado más de la cuenta, y no voy a insistir. Prefiero quedarme callado».

Fin. Yo puedo ser uno de los que se plantó casi con imberbe soberbia y altanería delante de Dios y le recriminó la razón, el porqué de su decisión de permitir esta pandemia que se está llevando vidas, trabajos, sustentos, felicidad. Y de paso, una vez más, recordarle la desnutrición y la muerte infantil, la injusticia social que abunda en el mundo, los abusos de poder de todos los poderes, las depravaciones sexuales de los cultores de la moral, los ataques a la vida con leyes de muerte de los elegidos para vivir mejor y todo eso que tanto nos duele. Y podría darle a este comentario un remate genial, lleno de expresiones voluntaristas de declaraciones impactantes que te harían saltar de tu asiento y aplaudirme, pero… ¿Sabes qué? De pronto me siento tan parecido a Job…Tan parecido… que no puedo hacer otra cosa que cerrar mis ojos, renovar mi confianza en el que nunca me defraudó y decir…Prefiero quedarme callado…

 

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diciembre 5, 2020 Néstor Martínez