Si lo Pides con Fe, Te Llega
En el capítulo 10 de Levítico, cuando Moisés se enoja con Eleazar e Itamar por causa de no haber comido de la expiación, se dice que eso llevó a iniquidad a la congregación. Las aflicciones deberían más bien acelerarnos a nuestro deber, que sacarnos de él. Pero nuestra incapacidad para esa responsabilidad, cuando es natural y no pecaminosa, tendrá grandes concesiones para ello; Dios tendrá misericordia y no sacrificio. La solemne advertencia que transmite esta historia nos muestra que, cuando los adoradores profesantes vienen con celo sin conocimiento, afectos carnales, pensamientos terrenales, ligeros, vanos, insignificantes, los dispositivos de la adoración de la voluntad, en lugar de la ofrenda del alma y el espíritu; entonces el incienso es encendido por una llama que nunca bajó del cielo, que el Espíritu de un Dios Santo nunca envió dentro de sus corazones. En este pasaje, podemos ver a la Iniquidad en su faceta masiva, no individual, y conforme a lo que los originales (avón) muestran, en este caso estaría relacionada con la Culpa.
Hay otro pasaje, el que encontramos en Levítico 17, versos 12 al 16. Otra vez, en este texto, el significado de Iniquidad es Culpa. Es la segunda en este mismo libro, y no creo equivocarme si entiendo que no será la última ni las únicas. ¿A ti te enseñaron, como a mí, que en guerra espiritual la Culpa es un espíritu maligno (Léase demonio) al cual debemos echar fuera en el nombre de Jesús si mora en alguien que ministramos, o rechazarlo y cortarle su derecho a invadirnos, si está en nosotros? Creo que esto no invalida esa enseñanza, sino que la reafirma y confirma con respecto a la procedencia satánica ciento por ciento de la llamada Iniquidad. No es un espíritu a reprender, es una condición a eliminar y a desactivar. ¿En el nombre de Jesús? Obvio, no hay otro nombre que esté por sobre este nombre. El texto del capítulo 20 del mismo libro, alude a una iniquidad que se contrae por observación de la desnudez de parientes femeninas cercanas.
Aquí la palabra usada para Iniquidad, sigue siendo avón, pero en lugar de culpa como en los anteriores, aquí se la traduce como Perversidad, como una Mala Moral. Todo esto, cierto es, formaba parte de la antigua Ley de Dios, pero no vemos en ningún lugar del Nuevo Testamento, y mucho menos a Jesús, descalificando todo esto y considerándolo no pecaminoso para este tiempo. Por lo tanto, nos agrade o no, nos parezca anticuado o fuera de tiempo, esto sigue vigente. Dios no está en contra de ningún principio igualitario, ya que Él mismo declara que no hace acepción de persona, lo cual deja en evidencia que hombre o mujer, ante Dios tienen los mismos derechos y obligaciones. La tergiversación satánica, obviamente, es entender por igualitario a lo pecaminoso. Pero ese no es Dios, esos son los hombres. Alguien se sienta delante de su televisor a ver una película que no es ni pornográfica ni indecente, pero que muestra desnudos. ¿Qué crees que está viviendo? ¿Te suena exagerado o muy religioso esto que digo? Háblalo con el Espíritu Santo, yo no puedo modificar lo que Él ha establecido.
En el capítulo 24 de Levítico, Dios habla con Moisés y le ordena que saque a un blasfemo que allí había, fuera del campamento. Pero no se queda allí. Le ordena también a toda la congregación que lo oyó blasfemar, poner sus manos sobre la cabeza del blasfemo y apedrearlo. ¿Motivo? Que cualquiera que maldiga a su Dios, llevará su iniquidad. En el original, en lugar de la palabra Iniquidad, está la palabra Pecado, pero el término griego del cual fue traducido, es kjet, que tiene que ver con Crímen, con su pena o su castigo y con Culpa. De hecho, es lo que se consideraba en ese tiempo (Y hoy podría decirse con propiedad que no es nada menor), que quien maldijere a Dios, (¿Nunca has escuchado a personas que cuando algo les sale mal, insultan a Dios?) quedaría condenado automáticamente a llevar sobre si la pena o el castigo inherente a un crimen. Interesante, ¿Verdad? No menos que lo que se lee en el 26, donde hay algunos detalles que valen la pena examinar más de cerca.
Este pasaje tiene, como te dije, algunas perlas muy interesantes. En primer término, donde leemos por su iniquidad y por la iniquidad de sus padres, la palabra original sigue siendo avón, pero la interlineal la traduce como pecado. En el verso siguiente, donde dice que confesarán su iniquidad y la de sus padres, en el original es la misma palabra, pero la versión traduce a ambas como iniquidad. Y, finalmente, en el verso 41, donde leemos que reconocerán su pecado, esta palabra también es avón. Llama la atención que las cinco veces que avón está presente como texto original, su traducción tenga dos significados diferentes. La confesión reconociendo haber prevaricado, da la idea de que, en este texto, iniquidad es la decisión de no respetar la ley de Dios. Aclaro por si alguien lo ignora o lo olvidó, que prevaricar es cometer algo que es pecado sabiendo que lo es, pero decidir seguir haciéndolo por conveniencia u otros intereses personales. Queda un solo detalle para que entiendas todo: lee el texto en tu Biblia. No juegues a la antigua comodidad de pretender que yo te lo lea.
En el libro de Números, en cambio, la cosa viene por el lado del adulterio, de la infidelidad. Y dice que, si una mujer fuese infiel y por eso el esposo sintiera celos, eso le hará contraer iniquidad. Pero que será libre de ella si el sacerdote así lo ejecuta. Esta ley de la que se habla aquí, deja en evidencia que a Dios no le agradan en absoluto los celos, que, dicho sea de paso, todos somos testigos que en algunos casos han sido factor de finales muy trágicos. En esto se inspiró el legendario autor de “Otelo”. Entonces, lo que aquí se deja de manifiesto es que, cuando una mujer engañe a su esposo con otro hombre, si el esposo siente celos, tenga o no tenga razón de sentirlos, la ley decía que igualmente debía llevarla ante Dios, y que si se descubría que ella hizo algo malo, el hombre no sería castigado por sus celos, pero ella sí por causa de lo que aquí se denomina como Iniquidad, que es como decir Infidelidad y confirmar una vez más, la carencia o ausencia de respeto por una ley de Dios, la Fidelidad. Sería absolutamente injusto de mi parte no aclarar que, al igual de los mandatos de sujeción y amar, esto no es solamente para uno, sino para los dos componentes de la pareja matrimonial. El relato es con dirección masculina, pero la inversa debería ser exactamente igual. A las traducciones siempre las efectuaron hombres.
Algo nos queda claro en toda la escritura: la Iniquidad confesada, tiene perdón. Dios es tardo para la ira y además misericordioso. Hay un caso muy puntual donde queda en evidencia que la iniquidad puede ser de origen personal e individual, pero también global, masivo. En este caso lo que se perdona es la Iniquidad de todo un pueblo, lo que una vez más nos habla de Perversidad, Maldad y carencia de respeto por la Ley de Dios, lo cual equivale a rebelión. Por eso es que en Números 15 se hace especial hincapié en la soberbia ultrajante a Dios como factor de iniquidad. Iniquidad, aquí, es una vez más avón, pero en este caso se traduce una vez más como Culpa. Y es importante observar que todo eso es producto de la actitud con que se realiza algo. Mucha atención con esto: no dice que una persona es cortada del pueblo porque hizo algo malo con soberbia, dice simplemente que hizo algo con soberbia, lo que deja el interrogante abierto respecto a que, cuando hacemos algo con soberbia, a Dios no le interesa demasiado si lo que hacemos es bueno o malo, esa es otra historia y otro juicio. A Él le desagrada la soberbia y eso nada más ya nos lleva a ser tenidos en juicio. Sin embargo, en este texto la segunda parte aclara lo anterior. Dice que esa persona, (Y no hace distinción entre judíos o gentiles), actuó con soberbia y que menospreció un mandamiento de Dios y que eso determina que se llene de iniquidad. Culpa, pero también desprecio y rechazo por un mandamiento, por una ley de Dios. Rebeldía.
Los levitas ejercían el sacerdocio de la nación, y como tales, eran los intercesores que se colocaban en la brecha entre el pecado de la gente y el juicio de Dios. Era caso por caso y pecado por pecado que ejecutaban la expiación, siendo el conjunto de ellos lo que aquí denomina como Iniquidad. Un conjunto que incluye maldad, culpa, rebeldía, celos y una gama de puntos más que la hacen delicada, peligrosa y responsable de muchas caídas graves. Lo más grave, indudablemente, la transmisión generacional, ya que hace pagar a inocentes por pecadores. Eso solamente se soluciona velando y conociendo sus pormenores. Ejemplo: Dios se fijó en Jacob con mucha atención. Jacob fue luego Israel. Lo que se nos está diciendo, es que Dios no ha notado Iniquidad en Jacob, lo que nos muestra que podemos proceder con toda la astucia que la misma Iniquidad nos proporcione, pero a Dios jamás lo vamos a engañar. Si hay ese flagelo en nosotros, Dios lo va a notar. Y aquí le añade que tampoco ha visto Perversidad en Israel.
A primera lectura somera parecería ser que habla de un hombre y de su nación, pero no debemos olvidar que Jacob ES Israel, por lo que queda más que en evidencia que Iniquidad y Perversidad van de la mano, se complementan o, como es mi pensamiento, son la misma cosa. Cabe añadir aquí y ahora, que los que padecen Iniquidad no saben lo que les está pasando. Y lo que les está pasando, es que mientras más buscan la gloria de Dios, peor la están pasando. Sucede que la gloria y la justicia de Dios van de la mano. A la gloria no podemos acercarnos sin pasar por la justicia. Dice el salmo 97 que los cielos anunciaron su justicia y toda la tierra vio su gloria. La justicia y la gloria de Dios, van de la mano. El problema es que hay palabras que las hemos hecho tan comunes, que terminan perdiendo el sentido de lo que son. Y una de estas palabras, es la palabra gloria.
Decimos muchas veces que cuan glorioso estuvo un culto o una reunión simplemente porque los que los dirigían, se pasaron todo el tiempo diciendo y asegurando que la gloria de Dios estaba descendiendo sobre ese lugar. A alguien que estaba allí, Dios le dijo que no podía hacer descender su gloria porque conjuntamente con ella descendería su justicia, y entonces más del setenta por ciento de los que estaban reunidos allí, hubieran caído muertos. Y no porque estuvieran en pecado, sino por causa de su iniquidad. Iniquidad no es necesariamente un pecado terrible. Iniquidad es simplemente estar desalineado de Dios. Hay gente que está por allí predicando en contra de las maldiciones, y en cada ocasión las rompen, las cancelan, las echan fuera de las vidas. Pero resulta ser que, con el tiempo, en la mayoría de los casos, esas maldiciones regresan. ¿Por qué? Dice la Palabra que ninguna maldición vendrá sin causa.
La maldición es una fuerza espiritual que está buscando donde adherirse, y cuando lo encuentra, se adhiere y eso donde la maldición se adhiere, se llama Iniquidad. Quiero que sepas que hay un enorme porcentaje de cristianos sufriendo por causa de la iniquidad que ni siquiera han escuchado o aprendido alguna vez qué significa la iniquidad. Es menester que sepas que hasta que no saques por completo de tu vida todo vestigio de iniquidad, esas maldiciones podrán seguir afectándote. Porque hay principios espirituales que te dicen que te dicen que justicia e iniquidad, se oponen entre sí. La justicia tiene un poder de atracción tremendo. Dice la palabra que busquemos primeramente el Reino de Dios y su justicia, y que cuando lo hagamos, todas las cosas nos serán añadidas.: Esto significa que la justicia tiene un poder de atraer hacia una persona, todas las cosas que pertenecen al Reino de Dios. Todas las cosas que le pertenecen, su Gracia, su Poder, su Misericordia, su Favor, su Prosperidad, su Salud, todo lo que pertenece al Reino de Dios es, necesariamente, atraído por la justicia.
Sin irnos demasiado lejos, tenemos un pasaje que está en el capítulo 32 del libro de Deuteronomio. Es sumamente poético el léxico que leemos en este texto. Sin embargo, encierra un grado de exhortación que, de predicarse hoy en cualquier iglesia supongo que lograría que lo miren más que torcido, con esos ojos torvos que tanto hemos visto en gente muy religiosa. Lo primero que se puede decodificar, a modo de perla anexa, es la diferencia que existe entre las cosas que se brindan. Dice que la enseñanza gotea como la lluvia, es decir que no es intensa, pero tampoco tiene pausas. Permanece, persevera y bendice, porque lluvia y bendición, en la Biblia, son la misma cosa. Destilará como el rocío el razonamiento. ¿Cómo destila el rocío? Lento, casi invisible al ojo humano, imperceptible, pero presente de manera visible cuando vemos una tierra húmeda, por la mañana, sin que en la noche haya llovido. Y para que no queden dudas de esta lentitud de siembra, dice que será como llovizna sobre la grama. La llovizna, lo sabemos, es una lluvia muy tenue pero persistente. Y concluye diciendo es como gotas sobre la hierba. El original dice aguacero, y esto habla de lluvia fuerte y sostenida.
Luego dice que Dios mismo dice que Él es la Roca. Sobre ESTA roca se edifica la iglesia, ¿Recuerdas? ¡No es sobre un hombre, por valioso e importante que haya sido su tarea! Si la iglesia no está fundamentada en la Roca, es Babilonia. Porque fíjate que el hombre es carne y la carne es polvo de la tierra, o tierra. Y cuando dice que una casa fundada en la arena se cae al menor movimiento está hablando de eso. La arena, como todos sabemos, es una mezcla de pequeñas partículas de roca con polvo de la tierra, por eso es que sola, no tiene consistencia. Es como ser un creyente que se apoya mitad en Cristo, la Roca, y mitad en su propia sabiduría humana y carnal, la Tierra. Es un cristiano-arena. No resistirá ni vientos ni tempestades. Y comienza a detallar cómo son los caminos de Dios. Es rectitud pura y Justicia plena. Añade, por si fuera necesario, que en Él no hay corrupción (Que es putrefacción, podredumbre de algo o alguien), alguna, que en todo caso eso sí existe en algunos de sus hijos. Y concluye con algo que es manifiesto: en Dios no hay iniquidad. Que es como decir que no mora en Él nada opuesto a rectitud o justicia, y mucho menos corrupción. Todo esto es Iniquidad. Y si quieres, añádele lo que les dice al final: gente torcida, perversa, loca e ignorante. Eso, eso también constituye Iniquidad.
Casi que, desde mi conversión en adelante, siento un profundo respeto por la palabra Prevaricación. Sé que no son pocos los cristianos que la han leído en sus Biblias y lo siguen haciendo, pensando y creyendo que es simplemente una forma más de pecado, pero no, no lo es de ninguna manera. Porque el pecado, dice en toda la Biblia que, por causa de la infinita misericordia de Dios, es perdonado previo arrepentimiento, pero de la Prevaricación no dice nada similar y, si escudriñas con cuidado, podrás ver que lo que dice es exactamente inverso y hasta sumamente duro e inflexible. El diccionario de español dice que Prevaricar es delinquir un funcionario público por faltar a sabiendas o por ignorancia inexcusable a las obligaciones y deberes de su cargo. Visto así, parecería ser algo de menor cuantía que lo que es, porque llevado al terreno espiritual, la actitud crece y se sobredimensiona.
Verás: pecado es aquello que puede cometerse por ignorancia, (Esta es la razón por la que más de media humanidad peca, porque ignora la existencia de un Dios que lo sabe y lo condena), por incredulidad (Le han dicho que hay un Dios, parece estar de acuerdo, pero no cree que se ocupe de él y de sus errores) o por debilidad (Conoce a Dios, quiere serle fiel, pero su carne y su alma le juegan malas pasadas y no puede evitar, aunque lo desee, caer en un mismo pecado una y otra vez. Todos sabemos que cuando existe un arrepentimiento sincero y genuino en cada una de estas alternativas, y ese arrepentimiento lleva al hombre a caer de rodillas ante su Dios y pedirle que lo perdone. el amor y la misericordia de Dios activará de inmediato ese perdón y todos esos pecados cometidos por estas u otras causas similares, le serán perdonados. Pero no se dice en ningún lugar que con la Prevaricación suceda lo mismo.
Porque el acto de Prevaricar, tal como de modo muy elegante lo dice el diccionario, es la actitud que toma alguien que sabe lo que está haciendo, dónde lo está haciendo y cómo lo está haciendo, pero que por razones que tienen que ver con sus intereses, sus ideales o simplemente su sentido innato de desobediencia, decide hacerlo de otro modo o no hacerlo. Concretamente, un cristiano promedio sabe qué es el pecado, cómo ejerce tentación y en qué es más vulnerable, pero a pesar de saber todo eso, porque le conviene, le reditúa ganancia o simplemente satisface placeres de su cuerpo, decide pecar de igual manera. Allí no existe ni ignorancia, ni incredulidad ni debilidad, existe Desobediencia, que es uno de los ingredientes, (Sino el básico) de lo que estamos estudiando cómo Iniquidad.
Desde atrás hacia adelante, vemos que en aquellos tiempos y bajo aquellos principios, la Iniquidad era algo que podía tener expiación, ya fuere por medio de los sacrificios tradicionales de la época o por alguna ofrenda que justificara esa decisión. Sin embargo, también vemos y avanzando hacia el principio que se percibe en los distintos textos, que Dios estaba perfectamente informado de todo eso, y que cuando por ejemplo le dice a Elí que lo juzgará por todo lo que él sabe, no exagera nada. Elí era consciente de toda la herejía y crueldad que estaban cometiendo sus hijos, pero en ningún momento hizo nada para detenerlos. Este es el momento en que le llega el juicio inexorable y, como siempre han sido, son y serán los juicios de Dios, muy difícilmente el hombre pueda echar mano a alguna clase de argumento que justifique su Iniquidad, que en ese caso específico es sinónimo de Desobediencia. y Traición, nada menos.
Hay un relato que hace Samuel en el capítulo 19 de su Segundo libro, que habla de un hombre llamado Simei, hijo de Gera. Cuando este hombre cruza el Jordán, se postra delante del rey y le pide que no lo culpe de iniquidad. Todo respecto a su pasado. En esta historia, donde la iniquidad es traducida en los originales como Culpa, se produce una muy visible separación entre nuestra palabra y pecado. Noten que Simei le pide al rey que no lo culpe de su iniquidad, lo cual lo tiene muy preocupado por el calibre de lo que sería esa acusación. Pero luego dice haber reconocido su pecado, lo que indudablemente él tiene certeza lo ha llevado al perdón. Lo procura enmendar siendo el primero de toda la casa de José en descender a recibir al rey. El pecado con arrepentimiento, tiene perdón. Es notorio que la Iniquidad tiene otro protocolo que en otros textos se aclaran debidamente.
En el 17 del Primer libro de los Reyes, se cuenta de un hijo de un ama de la casa que se enferma de gravedad, tanto que dice que se quedó sin aliento. Y que esa mujer, la madre, le dijo a nuestro conocido Elías, que qué era lo que tenía ella con él. Ella interpretaba que Elías había venido allí para traerle a su memoria su iniquidad y, de paso, para llevar a la muerte a su hijo. Debemos tener en cuenta que la mujer de este relato había hecho mucho por Elías, prácticamente lo había dado todo sin pedirle nada. Y ahora sufría el tremendo shock de ver morir a su hijo. Y digo “morir” porque leo que la enfermedad fue tan grave que no quedó en él aliento. Si una persona se queda sin aliento es porque no respira, y si alguien no respira, es porque ha muerto, así de simple. Y ella lo que hace es suponer que en eso hay un juicio de Dios por intermedio de Elías, por causa de lo que ella llama sus iniquidades, que muy probablemente las habrá tenido en forma de diversos pecados.
Pero también es evidente que toda iniquidad que se reconoce y se convierte en fe y confianza hacia Dios, es iniquidad que puede ser cortada y restaurada. Recuerda que el único pecado que no tiene perdón, según la Palabra, es el de la blasfemia al Espíritu Santo. No fue este el caso, seguramente, ya que Elías usó el tremendo poder que Dios había depositado en él y resucitó al muchacho acostándose tres veces sobre él mientras estaba muerto. Una primicia de lo que luego Jesús haría durante su ministerio. Hay algo que aparece en el primer libro de las Crónicas que también podemos tener en cuenta. Cuando dice que el Espíritu vino sobre Amasai, literalmente lo que significa es que el Espíritu se apoderó de él. Los profetas comprendieron que la fuente de su inspiración era el Espíritu de Dios. Lo muy llamativo de este texto, es la expresión de David, cuando dice que no hay iniquidad en sus manos.
Esto obliga a un profundo estudio, porque todos sabemos los hechos que protagonizó David y la importancia que nosotros le damos. ¿Dios le habrá dado la misma que nosotros? Si así fuera, es de suponer que David ni siquiera hubiera llegado a reinar, y tampoco que el propio Dios jamás hubiera dicho que tenía un corazón conforme al suyo. ¿Algo no entendimos bien o nuestra religiosidad supera a nuestro entendimiento? Mi única duda es por qué razón David habla de iniquidad en sus manos…Cuando alguien te aconseja prepararte y capacitarte en teología y otros puntos que tienen que ver con la llamada eclesiología, argumentando que si Dios decide usarte encontrará en ti a alguien capaz y eficiente, recuerda esto que lees al principio de este texto. Yo te tomé del redil para que fueses príncipe, le dice Dios a David. Él lo eligió, Él lo levantó para todo lo que iba a ser en tiempos en donde David no podía ni sabía ver nada más que lo que le mostraban las ovejas que pastoreaba.
Una vez más, entonces, debemos plantearnos una enorme verdad que, influenciados por la cultura popular que el mundo secular nos impone, a diferencia de ellos, Dios no viene a buscar y levantar a los capacitados, Dios capacita a los que ya decidió levantar desde mucho tiempo antes que estuvieran en los vientres de sus madres. Eso es Reino. Lo otro es Religión, tú eliges. Cuando se refiere a hijos de iniquidad, no necesariamente habla de herencias de sangre o familia, sino de resultados, de engendros espirituales que no necesariamente son hijos naturales.
Finalmente, hay un relato que tiene que ver con un episodio circunstancial, pero que a la vista de Dios no lo es. Es el resultado clásico de cuando el hombre hace su propia voluntad conforme a su sabiduría humana y, una vez más, influenciado por los rudimentos del mundo secular en el que vive, y no conforme a la voluntad de Dios y su dirección. Dios jamás le pidió a David que hiciera un censo. Dios no necesitaba un censo, pero David pensaba que él como rey sí lo necesitaba. Y sin más trámites lo ordenó ejecutar. La consecuencia, aquí la explica: desagradó a Dios, que no es poca cosa, y además hirió a Israel como nación, que tampoco lo era. David lo reconoció y por eso hizo un pedido a Dios que nos deja una evidencia: la iniquidad, que aquí ostensiblemente es Ignorancia y Desobediencia a las leyes divinas, puede ser quitada por Dios si Él así lo estima o considera justo. La iniquidad es una propiedad exclusiva del hombre a la que accede por decisión de su voluntad, pero si hubiera registro de influencia o debilidad, puede pedir a Dios lo que David le pide. En este caso, Dios accede y termina considerando a David poseedor de un corazón conforme al suyo.
En suma: si bien no somos enteramente responsables de adquirir nuestras iniquidades, sí lo somos en cuanto a de qué manera lo vamos a enmendar o solucionar. Nunca sabremos qué grado de violencia es capaz de articular alguien, hasta que no pase por algún suceso que lo lleve a una instancia crítica. Si hay kjamas en la vida de alguien, bastará un mínimo detonante para que toda esa violencia escondida, en muchos casos, en personalidades sumamente bondadosas, salga a la luz y produzca consecuencias que nadie puede prever. No eres tú el responsable que haya iniquidad en tu vida, pero sí lo eres de no hacer ningún esfuerzo para desterrarla de ti. Lo primero, es heredad. Lo segundo, comodidad o, mucho peor, indiferencia. Y nadie que pueda decirse seguidor de Jesucristo de Nazaret, se puede permitir ser indiferente ante nada ni nadie por una simple razón: Jesús no lo fue. Y jamás tuvo en mente, en lo humano, si eso lo llevaría a triunfar o a morir.
Muy bien; luego de esto, llega el momento de ponernos bien serios y cuidarnos al máximo de no cometer errores que lleven a confusión. Vamos a hablar del Reino. Y cuando se habla del Reino de Dios, nadie puede hacerlo de manera académica, técnica, científica, impersonal o teológica, sino que lo hará de modo espiritual, que es indefectiblemente una mezcla de todas esas cosas y ninguna como eje central. Hay una realidad inexorable que nos muestra que cada día que transcurre, el Reino de los Cielos avanza en medio de la multitud de conflictos que se le cruzan. Independientemente de lo que cada hombre o mujer creyente haya decidido creer o dejar de creer, lo cierto y evidente es que el Reino de Dios sigue su avance aún en contra de la manifiesta oposición de las fuerzas satánicas para resistirlo, deteriorarlo y, de serle posible, doblegarlo. No podemos ignorar este hecho, digamos lo que digamos y prediquemos lo que prediquemos.
Es muy bonito y produce mucha enjundia y emoción plantarse en un púlpito, o frente a un micrófono y vociferar victorias que todavía estamos muy lejos de obtener y concretar. Sabemos, tanto por experiencia personal como corporal, que no hay avance sin oposición y resistencia. Que, si no la hubiera, habría que desconfiar muy seriamente respecto al sendero por donde estamos avanzando. El Reino es una fuerza conquistadora que de ninguna manera puede tener convivencia o coexistir con cualquier cosa que no tenga su misma naturaleza. Y mucho menos de manera pacífica. Durante toda una vida, cuando un ejército se enfrentó a otro, aunque ambos estuvieran conformados por padres de familia, hijos, hermanos, etc., jamás confraternizaron entre sí. Si es tu enemigo, debes vencerlo, no amigarte con él. El que para nosotros es cotidianamente nuestro amado Dios, en la Biblia sigue siendo Jehová de los Ejércitos.
Por otra parte, todos ya sabemos muy bien que esa oposición es dura, cruel, despiadada y jamás se retracta de nada de lo que salga de sus bocas o de las de sus comunicadores. A una gran mayoría de creyentes siempre nos llamó poderosamente la atención que nuestra Biblia dijera que al Reino se lo arrebata con violencia y que de ninguna manera es para gente cobarde. Estuvimos demasiado acostumbrados por la religión a presentarnos como hombrecillos de tanta suavidad, que en muchas ocasiones se nos tuvo que observar con mucha atención para comprobar que efectivamente lo fuéramos. He convivido con miles de cristianos de distintas congregaciones, y los varones auténticamente masculinos en sus conductas, siguen siendo la minoría. No hablo de rusticidad y mucho menos de torpeza o grosería, hablo de masculinidad, que nada tiene que ver con el egocentrismo del machista.
La imagen que dibujó el catolicismo romano de ese Jesús con rostro lánguido y sufrido, y sus manos juntas como en un pedido de disculpas permanente, no encajó nunca con ese arrebatamiento con violencia que se nos propone. Siempre hicieron hincapié en el muchacho que se comportaba con suavidad con las mujeres de su tiempo y que jugaba con los niños como uno más de ellos. Muy pocos son los que te predican recordándote que Jesús fue tentado en todo lo que puede ser tentado un muchacho de treinta años, y que cuando se enojó por celo de su fe, agarró a patadas las mesas de los cambistas y otros corruptos del templo. De todos modos, cuando tenemos alguna forma de duda respecto a esto, conviene acudir a las fuentes. Una de esas fuentes más que confiable, es Daniel. Él fue quien dijo que Dios iba a levantar un Reino que no sería jamás destruido, ni dejado a otro pueblo. Que sería un Reino que iba a desmenuzar y consumir a todos los otros reinos, mientras Él permanecería para siempre.
Fíjate en algo esencial. El avance del Reino tiene mucho que ver con la actividad del hombre en la tierra. Es indudable que lo que llamamos “gente de Reino”, es aquella que tiene una mentalidad que, por otra parte, ya está escrita en nuestras Biblias. Allí se los describe como hombres vigorosos. Y no es mera formalidad o un adjetivo arrojado al azar. Porque este término, vigoroso, en griego, tiene derivaciones que significan “agitar violentamente”. Y esto tiene que ver directamente con la calidad de la oración que esta gente posee y que, en el momento de echarla a rodar, agita violentamente el reino espiritual enemigo y ayuda a establecer el nuestro. En la historia bíblica literal, el hombre es un guerrero. Quiero entender que, por causa de su misma estructura física y cultural, el diseño divino lo instala allí. En este tiempo que vivimos, no es ninguna novedad para nadie que, si se habla de guerreros de oración y combate contra demonios, las mujeres le llevan ventaja a los hombres en casi todos los grupos. Algo ha sucedido.
En el libro de los Hechos hay un episodio en el cual vemos a los saduceos apresando a Pedro y Juan simplemente por haberse permitido sanar a un hombre en aquella legendaria puerta llamada La Hermosa. No conformes con eso, además de amenazarlos fuerte y duro, le ordenaron a Jesús que dejara de predicar, caso contrario serían fuertemente castigados. De hecho, estos eran tiempos en los que las bravatas gratuitas no tenían lugar. Si alguien con algo de poder te decía que te cortaría el cuello, lo mejor que podrías hacer era colocarte un collar de acero. Nadie tomaba a una amenaza como una “estrategia psicológica” para ablandar resistencias, La tomaba como era: un preanuncio de algo peor. Más que amenazas para amedrentar, lo que se usaba en esos tiempos era un aviso con antelación de algo que luego iba a suceder inexorablemente. Algo así como decidí matarte, así que mi deber es avisarte para que lo sepas y puedas defenderte. Pero no dudes que ni bien se presente la menor oportunidad, te mataré. Así de simple.
De allí que los discípulos de Jesús decidieron reunirse para confrontar la satánica amenaza recibida. Como toda respuesta bélica, ellos tenían la potestad para invocar al Espíritu Santo y pedirle que viniera en su ayuda. Todos sabemos que les funcionó, y no por milagro aislado. Toda oración de guerra agita el reino espiritual hasta los cimientos, a tal grado que incluso pudieron llegar a sentirlo hasta físicamente en Jerusalén. Esta, en cualquier tiempo y lugar, es la oración de Reino que avanza. Me encantaron sus palabras finales, cuando le piden al Señor que mire esas amenazas y conceda a sus siervos todo el denuedo posible para hablar su Palabra. Denuedo, te recuerdo, además de fuerza e ímpetu, es ausencia de contaminación. Creo firmemente que, uno de los huecos por los cuales el infierno se infiltró en la iglesia, es la carencia de pureza en lo que se enseña y se predica. ¿En cuantos lugares cristianos que conozcas se predica el evangelio del Reino de los Cielos? De hecho, una enorme mayoría aún no sabe ni siquiera de qué se trata eso.
En suma, entonces, si quieres tomar esto como una punta de lanza de una enseñanza o aporte válido y práctico, tendrás que entender que, cuando se nos dice que al Reino se lo arrebata con violencia y que sólo los violentos lo hacen, estamos hablando de ese hombre genérico vigoroso, que arrebata por fuerza, saquea o presiona hacia dentro. Para ser así de fuerte en la oración, el hombre debe desear el Reino de Dios con todo su corazón, para ver la gloria de Dios manifestada en la tierra y para ver a Jesús absolutamente exaltado. Ellos son poseídos de energía, de celo y que, en vez de dar paso a la oposición de enemigos religiosos, fuerzan su entrada al Reino para poseerlo ellos mismos. Los que encaran todo con exceso de cuidado, suavidad y mesura, están muy buenos para con su propia gente, pero no para darse de cara con los peores demonios que nos envíen a frenarnos.
Lo cierto es que estos eventos relatados, ocurrieron al principio de la historia de la iglesia, en un tiempo en el que grandes avances gubernamentales habían sido logrados por ellos como cuerpo. De hecho, Jesús mismo había estado trabajando a través de ellos con señales y milagros, algo que siempre se dice y que muy poco se muestra. El cojo sanado de manera maravillosa y nada menos que en la mismísima puerta La Hermosa, un lugar en el que cuando sucedía algo se enteraba de inmediato toda la ciudad, es un ejemplo de ello. Eso, obviamente, y como podrás imaginártelo, había amenazado y muy seriamente nada menos que el poder estructural del mundo religioso, por lo que el enemigo los utilizó como respuesta y todos fueron arrestados. Estaban empezando a pagar un precio por algo que tiene que ser moneda corriente en el Reino, aunque suele brillar por su ausencia en la iglesia: la audacia.
¿Razones por las que digo esto? Varias, pero la principal es que, a partir de experiencias propias y ajenas, sabemos que la audacia es una actitud que aterra al enemigo. Literalmente, así como te lo digo: lo aterra. Por eso es que él procura, por todos los medios a su alcance, que nunca son pocos, tratar de extinguirla de la iglesia. Con toda honestidad te lo pregunto, donde quiera que te congregues o asistas a una iglesia cristiana, ¿Has visto audacia real en ella? Yo no. Muy, por el contrario, lo que más me tocó observar donde estuve, fue a personas dubitativas, medrosas, temerosas de todo y, en casos puntuales no menores, hasta con algún grado de cobardía. ¿No leyeron sus Biblias? ¿Ignoran que el Reino de Dios no es para los cobardes? Un ejemplo clásico es la política interna en las congregaciones. Pregunto. Una gran proporción de los hombres que la ejercen y la ejecutan, ¿Van de frente o siempre es mediante calumnias, injurias y murmuraciones a espaldas de cada individuo? Si eso no es cobardía…
Te ilustro en algo. La palabra audacia, es la traducción del vocablo parrhesia. Y significa “declaraciones sin reserva, con franqueza, candor y coraje animoso”. Denota una habilitación a gente ordinaria exhibiendo autoridad y poder espiritual. Siempre te dije que no me gusta ni un poco que me traten de gran siervo de Dios o de altísimo ministro del Señor. Hay audacia en mi vida, eso es verdad, pero tiene que ver de pleno con casi todo lo que dice aquí como significado del término griego que la traduce. Declarar cosas sin reservas, con total y absoluta franqueza, le guste a quien le guste, con un candor que en más de una ocasión me ha traído problemas, y con coraje. Y que habla de autoridad de gente ordinaria, no especial, ni lo dudes. Soy el mejor ejemplo de eso. Sé que a mucha gente le encanta imaginarse que su líder, ministro o pastor son seres inmaculados, fuera de serie, imbatibles y casi omnipotentes. Necesitan pensar eso para sentirse protegidos bajo su…cobertura. ¿Sabes qué? Eso es falso de toda falsedad. No existe un hombre ni una mujer así. Todos los que administramos ministerios, peleamos nuestra buena batalla exactamente igual que cada uno de aquellos a los que nos toca ministrar. Ordinarios, con audacia y autoridad, aunque enviados, nada más.
El caso es que está absolutamente comprobado que Satanás le teme a eso. Porque la audacia, no es algo que se te ocurre de un momento a otro y porque sí. La audacia es una impartición espiritual que te da autoridad en todo lo que digas o hagas. Es una especie de determinación de usar una de las grandes técnicas que ponen de manifiesto todos los bomberos del mundo, apagar un fuego con más fuego. Y ni hablar de retroceder o retractarse por la intimidación o directamente amenaza de todos los principados y potestades que se te ocurran, infiltrados o metidos dentro de personas con influencia o poder terrenal. Esos muchachos sabían que eso era más que importante si querían dar su testimonio y sobrevivir para contarlo. De hecho, sabían que estaban en un conflicto bélico gubernamental que se peleaba en oración. Yo descubrí algo: si vas de frente con toda la verdad genuina, sin miedos ni falsos respetos, nadie va a tocarte un pelo porque el Señor peleará esa guerra a tu lado. Ahora, si con eso mismo quieres lucirte y jugar a la estrellita…en fin…ya sabes.
Alguna vez leí que se reunieron los reyes de la tierra, y que los príncipes de juntaron en uno contra el Señor y contra su Cristo. ¿Recuerdas de donde viene esto? ¡Exacto! Del Salmo 2, un salmo de dominio y gobierno del Reino de Dios en la tierra. El tema de ese salmo es, justamente, la validación del gobierno de Dios en la tierra. De la alianza diabólica entre reyes y príncipes que intentan romper de esa tierra toda las ataduras y cuerdas que Dios había puesto. Los sistemas espirituales de restricción, las leyes de Dios no habladas en la tierra, son las que aún detienen al enemigo de su maldad descontrolada y de la lascivia espiritual que se desprende de sus actos, usando almas y cuerpos disponibles por pecado. Hay algo que, si no logras entenderlo, jamás tocarás ni las cercanías del Reino, y es que allí, en ese ámbito, en esa dimensión, en ese nivel, se vive con auténtica libertad, no bajo duras restricciones. Esa es la diferencia más visible entre Reino y religión.
Dios solamente espera tu declaración en la tierra para Él hacerla efectiva desde los cielos. Cuando su gente comienza a declarar decretos poderosos que demandan a las naciones inclinarse ante el poder de Su Majestad, Dios responde conforme a lo que se lee en el Salmo 2. Pídeme, y te daré las naciones por herencia y los límites de la tierra por posesión. No es poca cosa ni algo incierto. Es algo más que real, efectivo y firme. Un decreto ha sido dado aquí, y en respuesta pedimos por las naciones en el poder de un espíritu audaz. Estas eran las oraciones de aquellos primeros apóstoles, que invocaron, cuando reclamaron el salmo en su oración de rompimiento en la ciudad de Jerusalén. Luego, Dios les iba a responder con un verdadero terremoto espiritual. Y todo, a partir de la audacia de pedir lo que tenían que pedir. ¿Te parece estructuralmente lógico pedir que la gente genuina se salga de los templos y comience a adorar a Dios en espíritu y en verdad a solas y en intimidad total con Él?
El hermoso relato existente en el libro de los Números, da cuenta que al final de un larguísimo viaje a través de ese árido desierto, el pueblo de Israel ha llegado al término de lo que sería la primera fase de su viaje: la entrada a la tierra de Canaán. De hecho, todo lo que ocurrió antes carecería de sentido si Israel no tuviera éxito en su proceso. Ningún esfuerzo lindante con el sacrificio es válido si no se ve coronado por el éxito al final del recorrido, es casi un principio humano de vida. Dios mismo reconoce esto, que es un tremendo y encomiable esfuerzo humano, quizás digno de admiración, pero alejado de su concepto básico. Se pregunta a sí mismo, y sin respuesta, por cuanto tiempo seguirán ellos sin creerle, a pesar de todas las señales que les ha brindado. Me lo sigo preguntando yo mismo, hoy, al ver muchas de las cosas que mi Padre me ha permitido ver en este tiempo. Y es muy probable que también las estés viendo tú, aunque todavía no te atrevas a blanquearlas.
Todas esas señales, indudablemente, habían sido otorgadas, supuestamente, para fortalecer la fe de esa gente, para que pudieran conquistar en el momento de la verdad, en la entrada misma. O sea que la situación era ver si esa gente tenía o no la habilidad, justo en este punto del viaje, para entrar. No te olvides que fue Dios el que le ordenó a Moisés que enviara espías. Eso significa que esta decisión fue lisa y llanamente un mandato divino, y no una buena idea administrativa del líder Moisés. Que quede claro. ¿Por qué? Porque Dios quería un “reporte del corazón” de la gente. Él quería una expresión de su capacidad interna hecha por sus labios abiertamente delante de Él. Quería ver con sus propios ojos la maravilla que era el hombre, exponente máximo de Su Creación, a la hora de requerirse sus habilidades. No se podía quedar, de ninguna manera, y como todavía se hace hoy, con el informe académico y casi técnico de alguna junta de notables.
Todo eso tendría un impacto en su poder de poseer, en el futuro estado de la vida corporal de la gente, sobre el tiempo de Dios para el cumplimiento de los propósitos de Él en medio de ellos. Y juicio o bendición continuarían fluyendo dentro del campamento de Israel. Su propia palabra y actitud sería el factor determinante de todo esto. Era muy cierto que la tarea no iba a ser ni fácil ni sencilla, porque la gente que vivía en esa tierra era fuerte, sus ciudades sumamente grandes y fortificadas. Demonios gigantescos trataron de obstaculizar el camino, pero Caleb dijo casi como orden, sin renunciamientos, que debían subir simplemente porque eran capaces de hacerlo, y porque tenían el poder y la capacidad suficiente y requerida para tener éxito y victoria. ¿Te imaginas si hoy, un simple hombrecito ordinario y sin ninguna “chapa” oficial evangélica te dice que hay que ir al mundo musulmán a presentar a Jesucristo Porque Dios así se lo ha mostrado?
Esto que te estoy relatando a modo de repaso histórico muy somero, puede dar un vuelco sensacional en tu interior más profundo y convertirse en un símbolo de tu hoy. Porque esto es parte de una tecnología del viaje emprendido. Porque, aunque hayamos prevalecido, y de un modo más que excelente en el desierto, y que además hayamos peleado la buena batalla para garantizar nuestro avance, hay algunos elementos básicos y centrales a tener en cuenta en todo esto. A través de los centenares de obstáculos y diversas artimañas del enemigo, ya sean internas o externas, la forma de nuestra entrada al objetivo deseado que es nada menos que el prefijado, determinará la calidad de toda la victoria. No se trata solamente de vencer, sino de hacerlo sin cuestionamientos ni dudas. Los hijos de Dios anhelamos ser más que vencedores, pero eso tendrá que ser EN Cristo Jesús o no será válido. Porque si es EN Cristo, es para honra de Dios Padre, pero si es de otro modo, es para vanagloria humana.
Convengamos en que la historia de la iglesia en la tierra, ha estado cubierta y potenciada por una enorme milicia prevaleciente contra las huestes satánicas. Asimismo, también han sido muchas las artimañas de destrucción, pero gracias a Dios también se ha prevalecido en este punto. De hecho, han existido y todavía existen, grandes hombres y mujeres portadores de esa tremenda unción que, si bien ha sido derramada sobre toda la iglesia como fuerza, claridad y sabiduría, no siempre ha sido ejecutada por la totalidad, sino por aquellos que dejaron sus temores y dudas y se arrojaron al vacío de la fe para lograr la victoria profetizada por siglos. De todos modos, que nadie se duerma en esos laureles obtenidos; lo que queda, será aún más duro y complicado, pero también al final habrá victoria. A mí consigue avergonzarme el ver a ciertos ministros “especialistas” en liberación, hacer ostentación de ese ministerio como si los demonios salieran y huyeran por causa de sus famas y prestigios humanos. Eso se llama Mediocridad. Y me quedé con un calificativo elegante para no ofender tu pudor…
Habría que decir, porque no podemos omitirlo, que este tiempo en la historia de la iglesia, es el tiempo en que comenzamos a entrar en los objetivos finales del Espíritu Santo, trabajando en y a través de nosotros. El fin de todas las cosas está al alcance de la mano y la gran batalla final por la posesión de todas las posiciones en el Espíritu nos llama. Creo que ahora, más que nunca, Dios está llamando a nuevos espías para ser enviados y poder Él oír de sus labios, decretos poderosos de nivel apostólico, en conjunto con declaraciones proféticas. Todo en función y razón de hacer saber que somos capaces de poseer lo que Él nos prometió. Tiene que ser vocal y fuerte, declarándolo con claridad a las huestes corporales de la iglesia. Esta habilidad fue hallada en el espíritu diferente que había tanto en Caleb como en Josué. La iglesia contemporánea también lo tiene, de eso no tengas dudas, porque Él lo dijo y así fue escrito. Que no haya audacia para manifestarla es otra cosa, y no precisamente responsabilidad de Dios.
Aquí hay que consignar que, más que cualquier otra cosa, tenemos una oración gubernamental, que es nuestra arma nuclear de destrucción demoníaca. Eso tiene que producir en nosotros, todos, este poder y esta habilidad otorgada desde lo divino. Lo que quiero decir es que tenemos definitivamente la absoluta capacidad para pelear y prevalecer. También disponemos de esa misma capacidad para creerle a Dios, que es muy diferente a creer en Dios, que es lo que llega a hacer la mayoría, y en función de eso poder ver moverse Su mano por nosotros. Todo esto se complementa con la factibilidad de poseer la capacidad profética de realizar poderosísimas proclamaciones de una victoria asegurada y que esto pueda verse en todo lugar. Y todo eso es y será siempre posible porque tenemos un espíritu diferente, que no es de este mundo ni de esta dimensión terrenal que conocemos.
Pablo, con su tan particular estilo, les recuerda a los efesios que deben tomar lo que él denomina como el yelmo de la salvación, que no sería otra cosa que una protección especial para que la mente no sea víctima del enemigo, y después orar, orar -dice- en todo tiempo, suplicando y velando. La súplica es la oración clásica sacerdotal, mientras que el decreto y la declaración, es la oración real y gubernamental. Reyes y sacerdotes. A los colosenses, mientras tanto, y casi hablando del mismo tema, les añade una cualidad que sí o sí deben mantener, cueste lo que cueste, y es la perseverancia. No interesa lo que venga y como venga, lo que veamos o experimentemos, se sigue adelante y dando gracias en todo y por todo. Nunca te olvides que al fin de lo que sea, no lo determinas tú, ni tu pastor, ni tu iglesia, sólo lo determina tu Dios. Y tampoco dejes de recordar que será hasta que llegue ese fin que deberás perseverar.
La iglesia de Éfeso era una iglesia que había nacido de los fuegos de la milicia espiritual. Desde el principio estuvo entretejida en controversia y conflicto. Hubo una especie de asalto de enseñanza de los espíritus religiosos lanzados en la escuela de Tirano. Hubo milagros inusuales liberados por Dios para abrir el territorio y la quema de libros de maldad a un valor de cincuenta mil piezas de plata. También hubo un motín dirigido por Demetrio el platero, para proteger justamente el trono de Diana y todo lo que eso trajo, como una serie de amenazas físicas a Pablo y a todos sus acompañantes. Todos sabemos que ese es el primer movimiento del enemigo cuando usa a la religión estructural. Amenazas. Fuertes, pero sólo amenazas. Si no dan resultado, indefectiblemente pasará a la acción directa. Es un manual permanente. Si eres un hijo de Dios que no se limita a sentarse en una banca a cantar cuatro canciones, oír un sermón y saludar al pastor en la salida, lo sabes como yo. Si estás en la pelea y nadie te amenaza, fíjate en qué terreno estás combatiendo.
Y justamente es a esta iglesia a la que Pablo le escribe su más detallado manual compuesto por tremendas instrucciones para lo que él llama como milicia de oración. Les hace saber que, aunque nos cueste creerlo, porque la carnalidad no es un discurso sino un hecho real, no peleamos en contra de lo visible, o sea, enemigos de carne y hueso, sino contra lo invisible, que nos muestra a diversos rangos de demonios. De allí que incluye en esta carta su novedoso sistema de defensa basada estructuralmente en tomar de modo espiritual lo que, en términos materiales, es la estructura de la vieja armadura del soldado romano. Todos sus componentes son importantes, por eso no se puede permitir fallas en la coraza, el calzado de la paz, el escudo de la fe, el casco de la salvación y, fundamentalmente, la espada del espíritu, que es la Palabra de Dios revelada. Tengo la obligación de repetirlo, porque hay demasiada ignorancia sobre esto: La Palabra de Dios es la que revela el Espíritu Santo. Todo lo demás, es logos. Interesante y necesario, pero no vital. Lo vital es el rhema.
La batalla es conducida preponderantemente en el ámbito de oración. Ocurre que es en oración donde entramos en lucha directa con el enemigo, Pablo también identifica el área de nuestra actividad que puede proveer lugar para lo que podría ser el más peligroso contraataque de los enemigos espirituales – falta de vigilancia. Y este no es un dato menor, porque la mayoría de los problemas más graves que se han vivido en grandes grupos, ha sido justamente por exceso de confianza y, obviamente, falta de vigilancia. Cuando quisieron darse cuenta, ya tenían demonios hasta en el plato de sopa. Otra versión bíblica dice que debemos estar con la mente alerta, siempre en oración… ¿Qué debemos mantener en mente? Debemos mantener en mente que, para permanecer, pelear y ganar, necesitamos orar “todo tipo de oración”, indicando que debemos ser flexibles, ajustables y variados en nuestras respuestas de oración a las tácticas del enemigo. Nuestra respuesta debe ser cuidadosa y profética. No podremos contestar a apropiadamente, al menos que estemos alertas y vigilantes en la pelea.
Esta flexibilidad profética era una de las cualidades del rey David. Después que Él somete la fortaleza de Zion y establece la base de su gobierno allí, se encara con el ejército filisteo que lo busca para destruir el avance de su reino. David tiene un profundo entendimiento de la tecnología de la milicia espiritual, él nunca asume que una estrategia exitosa en una batalla proveerá el mismo éxito en otro encuentro. El constantemente va al Señor por una estrategia fresca, siendo Él increíblemente flexible en sus respuestas y actividad. El espíritu profético en la milicia de oración gubernamental nos provee con una característica espiritual valiosa, que es la habilidad de ser movido por la palabra del Señor hacia unas estrategias variadas y diversas para la destrucción de enemigos espirituales y conseguir una victoria perdurable. Personalmente creo fielmente en esto, y desestimo lo que por enorme mayoría se ha venido realizando en el ambiente cristiano, que es implementar metodologías estáticas para vencer en una guerra dinámica, una barbaridad.
Pablo en Colosenses nos dice que continuemos en oración. La palabra esta significa ser fuerte hacía, o perseverar, o continuar diligentemente en. Él apóstol nos exhorta a ser vigilantes en nuestro continuar. Ese es el nivel de alerta: mantener vigilancia, frescura, flexibilidad, habilidad de responder instantáneamente al enemigo. He tenido batallas de todas las dimensiones en todos estos años de ministerio. Doy gracias a Dios por su cuidado y por su inmensa paciencia y protección. Porque de no haber sido por eso, seguramente habría caído y no en una, sino en más de una ocasión, sencillamente por no haber estado vigilante y, especialmente, por haber confiado en mi propia sabiduría y fortaleza. ¿Sabes qué? Eso no existe; es en Cristo o no es, así de simple. Entusiasmo y perseverancia en la batalla de oración es de máxima importancia para el éxito final. Y no pensar que eres tú el que tiene la fuerza y el poder para vencer. Siempre es el Señor, sólo que podrá fluir si nosotros no lo estorbamos.
Dios nos dice, y no una, sino varias veces, que debemos ir a Él en todo tiempo. Pero nos aclara que no debemos hacerlo con un espíritu encogido o incierto, sino con plena audacia y valentía, dos condiciones que solamente son posibles si tenemos certeza de lo que esperamos y convicción de lo que no vemos. Este es un gran secreto para prevalecer con Dios. Es muy importante que observemos y respetemos un protocolo correcto, como es el indicado por Dios en su Palabra. Tenemos representación en el cielo al más alto nivel. Tenemos al Sumo Sacerdote que está sobre la casa de Dios. No EN la casa de Dios, nada más, SOBRE ella, que no es lo mismo. No estamos sin cobertura, como se empeñan en cuestionarnos los que viven dentro de los templos. Sí que la tenemos simplemente porque Él está sentado a la mano derecha de Dios. Un hombre jamás será cobertura de otro hombre por una simple razón: no influye en los ámbitos espirituales más allá de donde Dios se lo permite. Igual que quien recibe esa supuesta cobertura.
Él, en ese relato, tiene una expectativa: que sus enemigos van a ser demolidos y exterminados, y está en la presencia de Dios por nosotros. Con todo esto en su lugar, Dios está preparado para recibirnos, así como somos llenos del conocimiento de estas gloriosas verdades, llevándonos en nuestro comportamiento espiritual, a la revelación de nuestro status en el ámbito espiritual, cuando nos presentamos y expresamos nuestras peticiones delante de Él. La clave a una poderosa presentación es la fe, nuestra fe basada en la revelación del conocimiento de las realidades espirituales. Nuestra fe ha venido, no la fabricamos, nos ha venido. Somos requeridos a acercarnos en completa seguridad de fe. Nunca olvides que nadie fabrica fe a partir de estudios, jerarquías o posiciones estructurales. La fe es don de Dios y siempre será Él quien te la brinde o no, y en la medida que Él decida hacerlo. El envase en el cual te llegará ese don, es otro asunto que merece contarse como otra historia. Pero que si la pides te llega, te aseguro que te llega.
Cuando habla de acercarse, te aclaro, se refiere a la presentación operacional de nosotros mismos delante de Dios en oración prevaleciente, es decir que debemos venir con la fe que ha sido provocada a llenura, con una expectativa que, de hecho, podemos movilizar recursos espirituales. Nuestra Fe debe ser LLENA, rebosante, gozosa, confiada. En otras palabras, debemos entrar al lugar Santísimo, no pararnos fuera y mirar adentro en adoración esperando tener acceso en el futuro. Ese es el protocolo correcto y demanda que entremos con una acción de confianza, con una seguridad de revelación y conocimiento que es nuestro derecho de estar ahí y que pertenecemos allí. Es Dios el que nos requiere y demanda que entremos en Su Palabra. Satanás ataca esto en la iglesia, porque una iglesia llena de fe expectante y una confianza que ha sido liberada de la incertidumbre y la baja auto estima es una iglesia peligrosa.
Él tratará de distorsionar nuestra posesión de confianza para interactuar con Dios, golpeándonos en nuestras mentalidades con pensamientos respecto a que somos arrogantes, orgullosos cuando ejercitamos nuestro derecho, deseado y dado por Dios para ser hijos confiados en Su Presencia. Esta distorsión necesita ser destruida con una propia aplicación de la Palabra viva. Hay un protocolo celestial que nos da la libertad y el poder de expresar nuestro gozo, nuestra energía en el espíritu y nuestra confiada expectación de cascadas de respuestas llegando libremente de los almacenes celestiales: Eso se llama ¡ORACIÓN GUBERNAMENTAL! He hablado en varias ocasiones de esto, pero nunca he tenido respuestas en una cantidad que me dejen en evidencia que el pueblo lo ha entendido y lo ha puesto por obra. De todos modos, no queda otra opción que entrenarla, ejercitarla y ejecutarla, si es que deseamos ser ese justo por el cual toda una nación es perdonada.
Porque, veamos: la Palabra de Dios enseña muy claramente que la oración poderosa de los santos tiene un impacto de bienestar sobre la nación en la que residen. El Proverbio le añade que la rectitud exalta a la nación, en tanto que el pecado es reproche para cualquier gente. Dios no está hablando aquí de una iglesia pasiva que existe callada e ignorantemente dentro de cualquiera sea la situación que viva su nación, sino de una iglesia vibrante, que esté ajustando activamente las mentalidades de la gente, para que ore en voz alta y fuerte. Ya fue dicho que por la bendición de los rectos tu ciudad será engrandecida, aunque por la boca de los impíos también puede ser trastornada. De hecho, el factor más importante aquí es que la expresión vocal, ya sea por los impíos o los rectos, tiene un impacto. O sea: lo que digas con tu boca, y mucho más si lo crees, te será hecho. Bueno o malo, es un principio inalterable.
Mira esto: después que Salomón construye el templo y se lo dedica, el Señor se le aparece en la noche por segunda vez. En esta ocasión, Dios le habla muy claramente respecto a la condición de la nación, así como de las tan particulares circunstancias, en un momento en que literalmente hay una casa de Dios activa y en operación en medio de la nación. De esto se pueden rescatar y examinar algunas cosas. En primer lugar, Dios mismo está hablando y expresando su mente, su propósito y actitud. La relación entre la casa de Dios y la tierra o nación, son leyes inquebrantables de la boca de Dios mismo, y operan muy independientemente de la opinión y la aprobación humanas. Una cosa, siempre, es lo que Dios dice sobre algo, y otra muy diferente, en una gran mayoría de ocasiones, lo que el hombre piensa o cree que Dios dice. Si yo te digo que como quiera que esté operando, la iglesia hoy, donde quiera que tú residas, es baluarte para tu nación, tal vez te resulte increíble. Pero Dios lo dijo, yo lo creo y así es como funciona.
En otro orden, Dios está hablando en el contexto de la contemplación de Salomón de la finalización del templo y de su oración de dedicación, estableciendo al templo como el lugar en el cual la oración será respondida poderosamente. El templo, de hecho, es operacional, o sea que no es una casa espiritualmente muerta. El dinamismo o la activación de las leyes de relación entre la casa de Dios y la tierra, dependen de si de verdad esa casa divina está fluyendo y estableciendo una vida espiritual precisa. La calidad del liderazgo espiritual tiene un impacto directo, no solo en la continuidad de la vitalidad espiritual en el templo, sino además sobre la condición de la nación misma. Salomón debe caminar como su padre David caminó, asegurando una línea de gobierno espiritual inquebrantable en Israel. Si él es contaminado con invasiones demoniacas, el caos vendrá sobre la casa y la nación. Hoy, hablar en este sentido, es sencillamente imposible. La Biblia y su sentencia respecto a templos hechos por mano de hombre, es demasiado clara.
Fuera de este bien ordenado sistema operacional de la casa de Dios, con un liderazgo espiritual preciso operando en una situación de posesión de pacto, es que avanzará el poder de la oración gubernamental. En palabras bien conocidas, Dios les da una promesa definitiva del poder de la oración que afectará la tierra y la nación. Si la gente que está bien identificada con Dios se vuelve a Él en la casa de oración correctamente y con un deseo personal por Él, en fuerte oración gubernamental Él les promete que los oirá desde el cielo y como consecuencia, efecto y resultado, sanará la tierra. Esta es una promesa definitiva. Pablo, en su momento, ordena que se haga oración por los “reyes” (Que vendrían a ser algo así como líderes seculares) y otros en lugares de autoridad nacional. El resultado de esa forma de oración, será la pacificación de las fuerzas de maldad en la nación y el logro de vida pacífica para la iglesia. Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador, sostiene en el final de su demanda. Mi pregunta, es: ¿Es esto posible ideológica o políticamente, hoy?
La Palabra de Dios dice que hay muchas cosas sobre las naciones que están naciendo ahora dentro de los corazones de los creyentes y haciéndose realidad en ellos. El segundo salmo nos indica que un decreto divino ha sido hecho y activado en lo concerniente a las estructuras gubernamentales y políticas de la tierra. De hecho, las naciones son la herencia del Señor y toda la tierra es su posesión. El decreto ha sido activado por un catalizador interno que se sintetiza en una sola palabra divina: pídeme. En Juan 17 Jesús hace exactamente eso, cumpliendo la escritura, al decretar una gran oración por toda la tierra y prometiéndonos a nosotros, sus fieles creyentes, la certeza que hemos recibido sus palabras dadas a Él por el Padre, como un mandato de ir al mundo, así como él fue enviado al mundo. Él ora hacia el futuro de la tierra estableciendo fundamentos espirituales que existen hoy en la generación en que vivimos, en este pleno siglo 21. La intención es que el mundo crea y que el mundo sepa. Y si nos queda un margen de dudas, que el mundo vea.