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Contra el Concepto de Autoayuda

Newtons Cradle Happy Drawing on Chalkboard

     Si existe algo de real validez en la vida cristiana, eso son las oraciones. No nos olvidemos que las reuniones de oración también fueron una parte vital de aquella iglesia que la mayoría hemos conocido. Yo me pregunto, ya, a esta altura de este examen que venimos desarrollando, si una iglesia moderna, que desee considerarse y ser considerada como tal y no como una Babilonia más, no debería tener como patrones inamovibles, por lo menos, a algunas de estas cosas que hemos venido mencionando. El problema más grave de nuestros tiempos es que, en lugar de estar enseñando doctrina apostólica, seguimos insistiendo con programas de auto-ayuda. Esos que te insisten a cada momento en que, para poder salir de tus problemas, tienes que ser más sabio. Mientras tanto, la doctrina apostólica que te mira desde arriba, desde los lugares celestiales en Cristo Jesús, te dice que ya tienes toda la sabiduría de Dios contigo, y que sólo te falta creerlo.

     Por eso es que la gran mayoría de libros que hoy inundan nuestras bibliotecas, son de auto-ayuda. Si yo grabara todas las semanas, estudios relacionados con el alma y sus problemas, aumentaría las visitas a mi Web por lo menos en un setenta por ciento, pero ¿Sabes qué? ¡No me interesa eso! ¡No es importante tener diez mil visitas diarias! ¡Lo importante es tener dos o tres que sepan de qué se está hablando y lo compartan! ¡Me interesa enseñar lo que edifica, no lo que acaricia el alma! Además, aplicar auto-ayuda es seguir viendo las cosas desde aquí abajo, en tanto que la Palabra de Dios nos dice que ya estamos sentados en lugares celestiales con Cristo. Lo que todavía no terminamos de entender y muchos de creer, es que ya nos fue dado todo. Que ya Jesús no nos puede dar nada más. Que ya tenemos todo lo que necesitamos para ser más que vencedores. Por eso es que Pablo dice que oremos para que nuestros ojos sean abiertos y podamos ver la supereminente grandeza. En suma: lo único que puede limitar el poder de Dios en tu vida, eres tú mismo.

     La enseñanza apostólica gira tremendamente en la revelación de Cristo en nosotros la esperanza de gloria. Cuanto más tenemos de Cristo, menos tenemos que escribir. Nunca vamos a ver a Dios como asistencialista. Él es un reformador. Sí que es nuestro ayudador, ciertamente, pero no bajo la mentalidad de asistencia. ¿Qué sería asistencialismo? Alguien que te quiere ayudar por el resto de tu vida. Él no desea eso, él quiere que tú camines o corras por ti mismo, sin ayuda. ¿Y si me caigo? Si te caes, te va a levantar. Pero sólo si te caes, no si te arrojas al piso como los niños consentidos. Estar plantados sobre bases apostólicas te permite saber quién eres en Cristo. Porque si no, un día te arrojan una bolsa negra con tierra de cementerio en la puerta de la iglesia y la mitad de la gente se aterroriza porque cree que se les va a morir el pastor.

     Y ese pastor, si es sabio y sabe dónde está plantado, lo único que hará será reírse, porque él sabe que cuando el infierno recurre a esas pantomimas del curanderismo, es porque los verdaderos dardos de fuego se le han acabado y ya no tiene con qué atacar. Los que se asustan de las cosas que hacen los brujos y los hechiceros, son los que no entienden todavía quiénes son en Cristo. Y no estoy hablando de subestimar a nadie. En ninguna clase de combate vence el que subestima al rival, sino el que lo respeta, pero espera confiado en las armas o fuerzas que posee.

     (Hechos 5: 11) = Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas.

     Esto quiere decir, en primera medida, que se lo está diciendo a una iglesia que, evidentemente, hasta allí no tenía temor. ¿El temor? Sí, el temor. Y, una vez más, habrá que aclararlo. Cuando hablamos de este temor, hablamos del temor reverente del Señor. Hay una antigua versión bíblica que, en este texto, dice: Un profundo sentido de reverencia estaba sobre ellos. Este tipo de temor es otra de las marcas indelebles de un auténtico ministerio apostólico. Escucha: es suficiente con que el Espíritu de Dios se haga presente en un lugar para que ese tipo de temor innato se manifieste en la mayoría de los presentes. Y hay dos factores por los cuales alguien no podría experimentar ese temor. O no hay autoridad apostólica en ese lugar, o la gente se ha endurecido en sus pecados. Esto último es lo que pasó con Judas Iscariote, cuando Jesús le dio la posibilidad de arrepentirse. ¡Estaba sentado junto al Hijo de Dios al que acababa de entregar, recibiendo su misericordia, y no entendió que con su necedad había sacado boleto para el infierno!

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diciembre 7, 2018 Néstor Martínez